Mente perversa en la biblioteca
Estudiar demasiado enciende tu mente
¡Hola! Antes de nada me gustaría deciros que este es mi primer relato, así que os agradeceria que opinárais o escribiérais un mail (74senna@gmail.com).
Todas las mañanas en las que un universitario tiene que estar encerrado en la biblioteca son durísimas; sin embargo, son algo más llevaderas cuando empiezas a ver como ciertas chicas pasean sus curvas por allí. En ese momento se hace imposible trabajar, tu mente empieza a desviarse pensando en las cosas que le harías o recordando otros momentos que has vivido.
La verdad es que me estaba costando mucho trabajar. Conozco una chica que vive en la misma ciudad que yo, a la cual suelo ver en la biblioteca. Tiene unas curvas que me vuelven loco, es la chica perfecta al cuál me follaría sin parar. Además, es simpática y tiene una sonrisa que te quita el hipo. No paraba de pensar en las cosas que me había imaginado que le haría si no tuviera novio y cada vez me ponía más cachondo.
Al fin conseguí acabar la faena que tenía que hacer. Miré el reloj y aún faltaba un buen rato para que pasara el autobús que me tenía que llevar de vuelta a casa; mi cabeza me hizo ir directamente al lavabo, fui al compartimento que estaba más alejado del resto y me encerré. Fue entrar allí y ya la tenía dura, incluso palpitaba. No era la primera vez que me pajeaba en un lavabo público (y seguramente tampoco la última), pero esta vez no era por placer, sino por necesidad.
Me bajé los pantalones a toda prisa y me senté en el váter. Me quité también el polo que llevaba, cuanta menos ropa, mejor. Cerré los ojos y empecé a pajearme, a disfrutar de la situación. La verdad es que me encanta hacer esta clase de cosas en sitios públicos; es más, con mi ex solíamos practicar sexo en lugares así (si me animo, algún día lo escribiré).
Empecé a pensar en la chica de las curvas. De repente era como si estuviera allí dentro conmigo, llevaba un corsé muy apretado que le dejaba las tetas casi a la vista por completo y unos pantalones muy apretados. En mi imaginación, ella me hablaba y me decía guarradas, yo le respondía. Imaginé como se quitaba primero los pantalones, acercándome su culo a la cara y dejando al descubierto un precioso tanga. Yo le besaba el culo, lo mordía, lo azotaba, lo lamía y ella me hacía parar; mi ritmo de pajeo no hacía más que subir y estaba casi sudando.
Entonces, entraron dos personas en el lavabo y me desconcentraron un poco. Uno de ellos entró en el compartimento de al lado y pese a que no sabía quién era ni qué aspecto tenía me puso mucho. Me sentí obsceno y cerdo y me encanta. Seguí pajeándome cual exhibicionista que es observado, hasta que se fueron.
Cerré los ojos de nuevo y la volví a imaginar. Ahora se acariciaba las tetas para mí, me las mostraba, las cogía cada una con una mano y pellizcaba sus pezones, puesta contra la pared y gozando de lo que hacía. Luego venía y me las ponía en la boca... Es increíble lo excitante que puede ser lamer unos pezones o imaginar cómo lo haces.
Luego, en mi imaginación, empecé a hacer lo que hubiera hecho si la tuviera delante, follármela. La ponía sobre mí y hacía cabalgar mientras le azotaba el culo. Toda ella votaba y yo le comía las tetas, hasta que se acababa corriendo. Finalmente, la ponía a cuatro patas sobre el váter y la empezaba a encular por detrás... Esa imagen en mi mente solo podía hacer que me corriera. Me dejé todo el pecho manchado, pero por una fantasía como esa todo vale la pena...