Mensajeras del AMOR
Hay personas en el mundo que se esfuerzan por hacer la vida de los demás mas agradable. Se esfuerzan al máximo y con la experiencia acumulada nos saber dar su amor y un pedacito de cielo. Les estoy muy agradecido.
Mensajeras del AMOR
Es sábado por la mañana y estoy en la planta baja de la casa del pueblo recogiendo leña para la estufa. Estoy solo en casa y debo mantener el fuego encendido si no quiero que la casa se quede como una nevera en este duro día de invierno.
Suena el timbre y voy a abrir. Mi esposa hace rato que se fue a casa de una amiga.
Dos mujeres se presentan con la mejor de sus sonrisas.
“Buenos días Sr. ¿Tiene unos minutos para hablar de la Resurrección y la Tierra Prometida?”, pregunta la de más edad.
Empezamos mal pues yo no creo en esas cosas y en me parecen un gran timo, y en el mejor de los casos una pérdida de tiempo. Pongo cara de extrañeza, pero antes de que pueda contestar ella empieza a hablar de forma acelerada para contarme algo sobre el paraíso y la bondad de los hombres en la tierra.
Mi mirada se dirige hacia la más joven que está tiritando de frio. Trata de contrarrestarlo frotándose las manos con cierto disimulo. No me extraña nada que tenga frio pues viste una faldilla corta plisada, una camisa blanca y una fina chaqueta de punto, rematando el conjunto unos calcetines y unos zapatos de colegiala.
Tiene unos ligeros rasgos orientales aunque también podrían ser de india americana. Seguro que viene de un país donde no hace el frio que hace aquí.
La mujer de mediana edad se dirige a ella como Micaela, y ella es María Jesús. Después de unos minutos oyendo el rollo y viendo el frio que están pasando, se me ocurre la brillante idea de invitarlas a pasar y continuar con la charla de forma más confortable, (en el fondo debo ser una “buena persona merecedora de los beneficios divinos”).
Subimos al primer piso y las hago sentar en un sofá antiguo, mientras yo me siento en una silla cercana a la estufa de leña. María Jesús sigue con su “discurso” por mi culpa, porque le voy haciendo preguntas que le animan a continuar. Micaela se toma una infusión calentita que le he preparado mostrando agradecimiento con su carita angelical.
La conversación va saltando de un tema a otro. Los ricos, los indígenas, las injusticias sociales, la religión, el amor fraternal, la continuidad de la humanidad y … el sexo.
Hablamos también de la jovencita, de donde viene y lo que hace en la congregación.
“En muy poco tiempo ha conseguido el favor de todos los “jefes”, dice María Jesús con una amplia sonrisa y mostrando una gran orgullo añade: “la estoy enseñando yo, soy su hermana mayor”.
Micaela asiente con la cabeza y se muestra complacida y agradecida ante el elogio de su compañera.
“Para que conozcas mejor nuestra congregación y sus actividades, tenemos prevista una breve sesión de aromaterapia con toques de amor entre hermanos”, me dice María Jesús. “Tenemos hermanas que se especializan en estas tareas, y Micaela es una alumna muy aventajada. Tiene un don divino para ello”, añade.
“¿Qué le hacemos al “señor”, un suplicio o un alborozo?”, pregunta Micaela mientras toma posición, y espera las indicaciones de su mentora.
“Creo que empezamos con una casulla y lo alternamos con un sagrario ”, le responde la hermana mayor. Estoy perplejo y expectante pues no sé qué va a venir a continuación.
Con un cierto ceremonial, pero con mucha naturalidad se desprende de su chaqueta de punto, su camisa blanca y su sostén.
Tiene unos pechos medianos en forma de pera preciosos, que son coronados por sendos pezones pequeños y puntiagudos. Uhmmm que ricos!!
Se pone unos guantes de látex que ha sacado de su bolsito de mano.
Mientras, María Jesús sin inmutarse lo más mínimo, ha venido me desabrochado el cinturón, me ha bajado el pantalón y el slip. Me ha hecho sentar cómodamente en el sofá, con la piernas bien separadas dejando bien expuestos mis genitales. Me hace gestos para que me relaje y espere la actuación de Micaela.
“Un suplicio frio le gustará”, “¿tienes el ungüento?” le pregunta Maria Jesús.
“si, si lo tengo todo”, dice Micaela mientras se unta ambas manos con un líquido viscoso.
Y se pone “manos a la obra”, nunca mejor dicho. Con gran meticulosidad empieza a restregar sus manos por mis muslos y entrepierna, para pasar a la zona púbica y bajo vientre. Los testículos merecen una especial atención y termina manoseando la polla que ya hace rato está bien tiesa.
Con una habilidad prodigiosa alterna las manos en el masaje, en todas las direcciones y por todos los rincones. Fruto de una depurada técnica, supongo después de haber practicado bastante, sabe dar el ritmo y la presión adecuadas para llevarme al borde del orgasmo para luego abortarlo y permitir que el “suplicio” continúe.
María Jesús dirige las maniobras desde la media distancia. Ella observa mi expresión, de vez en cuando le dice: “Yaaa!” a lo que Micaela responde con un enérgico tirón hacia abajo enérgico que me corta la respiración y también el éxtasis.
Otras veces le dice: “alegro, alegro” y Micaela responde con movimientos rápidos y dando apretoncitos.
Después de que me han llevado varias veces al borde mismo del orgasmo, Micaela saca otro frasquito de ungüento que me lo reparte por toda mi zona genital. Al principio no noto ningún efecto y quedo a la espera.
Ellas seguro conocen lo que va a suceder y con paciencia esperan que surta el efecto deseado. Intercambian miradas de complicidad y se sonríen. Las observo con atención intentando aventurar que puede suceder ahora. De momento miro hacia abajo y veo mi polla hinchada y dura como nunca la había tenido.
Igual que una erupción, una intensa ola de calor me pone los genitales y me lleva al borde de la locura. Tras la primera ráfaga, Micaela entra en acción, me moja con su saliva la punta del pene y a continuación sopla sobre él. Supongo que ha disuelto algo en la boca, pues se combina el ardor del fuego con el frescor de alguna hierba mentolada.
Cuando me la menea con las manos siento un calor intenso y cuando me la chupa un alivio fresco que me lleva al cielo.
Con las manos sabe hacer muchas cosas, pero con la boca, los labios y la lengua incluso sabe muchas más.
María Jesús contempla la buena labor de su pupila y sonríe satisfecha. Cuando me ve al borde de la locura le hace una señal para indicarle que ya puede terminar la faena supongo que con algún movimiento imaginativo.
El final se produce con las manos de ambas jugando simultáneamente con mis genitales, rivalizando por ser una u otra la que consiga la primera eyaculación.
Aunque Micaela es una auténtica artista, los movimiento de María Jesús son sublimes y se lleva el premio de una corrida como hacía años no había tenido.
“Nos comprarás una revista, ¿no?. Sólo son 10 euros”.
Deverano.