Mensaje recibido, allá voy
Dónde estás? ya sé, tras la puerta del cuarto de baño...
-Voy a darme una ducha.- me dices en voz baja, rozándome con tus labios la mejilla sonrosada, sin poder evitar que me sobresalte al verme abstraída, de repente, de mi duermevela.
Sonríes al ver mi sorpresa, tus ojos no se separan de los míos, aún hinchados por el sueño, te acercas a mí. Al principio tus labios sólo rozan los míos, delicadamente, como con miedo a dañarlos de algún modo, pero ese miedo desaparece de inmediato cuando pongo mi mano en tu nuca, por debajo de tu pelo, y te acerco más a mí. El roce de labios pasa a ser una locura desatada de deseo por bebernos la una a la otra, como si nos fuera la vida en ello; nuestros labios se aprietan, humedeciéndose entre sí, cubro tus labios carnosos y ahora cálidos con los míos a la vez que mi lengua comienza una búsqueda inminente. Al encontrarse las lenguas, húmedas, suaves, una corriente eléctrica atraviesa todo mi cuerpo finalizando en el tuyo con un gemido ahogado d placer.
-Mmm, eyyy, yo me iba a la ducha...- dices justo después de zafarte de mí, no sin cierto forcejeo.
Me miras de nuevo, dios, cuánto deseo desprenden tus ojos... Te das media vuelta con agilidad felina, te quedas sentada sobre la cama mientras te pones tu camiseta blanca de tirantes. No he dejado de mirarte en ningún momento, tus ojos me han atrapado, te giras hacia mí, me guiñas un ojo, te levantas y te vas con paso decidido al baño.
Sigo tumbada en la cama, hipnotizada aún por lo acontecido hace unas horas. Mi piel tiene el recuerdo del tacto de tus manos, acariciándome todo el cuerpo, recorriendo cada centímetro, tocando y presionando cada parte estratégica... Mis labios tienen todavía el calor de los tuyos, que han sido testigos del más puro deseo... Mi lengua sigue paladeando tu sabor...
Me inundan imágenes con los recuerdos de esta noche, me estremezco al pensar en cómo había anhelado, durante tanto tiempo, estar así contigo, compartiendo secretos, deseos, pasiones... Sintiéndote parte de mí por fin, sintiéndote mía por unas horas, unos días, procurando que pareciese algo infinito. Sonrío al preguntarme a mí misma algo que ya sé la respuesta: "Pide un deseo", y mi subconsciente responde con melancolía y quizás algo de tristeza: "Que no exista el tiempo..."
Salgo de mi estupor al oír mi móvil, extrañada me estiro hasta la mesita de noche para cogerlo. "¿Es que no piensas ducharte conmigo?". Es un mensaje tuyo. Ni te imaginas lo que mi cuerpo ha experimentado sólo con leer esas 6 palabras llenas de deseo hacia mí. Sin pensármelo dos veces, por supuesto, salgo de la cama, desnuda, dudo en ponerme la camiseta que me quitaste anoche, casi rasgándola por la impaciencia de notar tu piel con mi piel, y que ahora la veo tirada junto a la cama. Mejor no, la dejo donde está y voy andando sigilosa,casi de puntillas, hacia el baño, a tu encuentro...
Te oigo tras la puerta tararear alguna canción, estás alegre. Giro la manivela despacio y empujo con cuidado la puerta, para entrar en terreno cálido, junto a tí, me muero de ganas de volver a tenerte. Pero abro la puerta y no te encuentro... ¿Qué ha pasado, dónde estás?... Mi corazón late con fuerza, inundado del miedo más puro jamás experimentado, cuando un ángel me envuelve con sus alas justo detrás de mi. Eres tú, malvada.
Tu abrazo es cálido, fuerte, y me envuelve por completo. Cierro los ojos para tranquilizarme y sentirte mejor. Noto que todavía llevas puesta la camiseta blanca de tirantes,únicamente, y aún así, percibo en mi espalda el roce de tus pechos y tus pezones erectos. Tus labios sedientos comienzan a besarme por la espalda, como siguiendo un ritual, de un hombro a otro, pasando por el cuello, donde, sin esperar, me das un suave mordisco que recibo con gratitud en mi entrepierna. Tus manos se mueven por mi vientre, acariciándome dulce pero decididamente, van subiendo hasta mis pechos, en los cuales te tomas tu tiempo. Mi respiración va transformándose poco a poco en pequeños gemidos incontrolados. Estoy completamente inmóvil, incapaz de mover un sólo músculo de mi cuerpo, como hipnotizada por tus caricias. Me coges una mano y haces que la lleve junto a la tuya hacia mi ombligo, y vamos bajando juntas, bajando hasta que de repente me sorprendo al notar cuál húmeda está mi entrepierna, no me lo puedo creer. Noto cómo sonríes, con tu boca junto a mi cuello, mordiéndome, absorbiendome, chupándome.
Me doy la vuelta y nuestras miradas por fin se encuentran. Tus ojos, esos ojos magnéticos me devoran. Veo cómo se transparentan tus pechos bajo tu camiseta blanca, con deseos de escapar de ese cautiverio. Te rodeo la cintura con un brazo, mientras con el otro te cojo la cara para acercarte a mi cuerpo desnudo y besarte de tal forma que casi nos quedamos sin aliento. Tu lengua, me encanta tu lengua, esa forma que tienes de explorar cuando me besas, sin inundar por completo mi boca, sino buscando sutilmente el contacto con la mía, y al encontrarla, unirla y jugar, junto con tus labios carnosos, que me absorben con cada movimiento, me capturan a veces suavemente y otras con más ímpetu, volviéndome loca por momentos.
Sigo el ritmo que me marcas al besarnos, saboreandonos, y te aprieto más a mí, mi cuerpo necesita sentirte, el tuyo lo desea. Doy dos pasos hacia adelante, llevándote conmigo hasta que notas a tu espalda la puerta cerrada, y aprovecho para intensificar mis besos y apretar mi cuerpo más al tuyo. Sin separar nuestros labios, empiezo a quitarte la única prenda que impide el contacto total de nuestros cuerpos, levantas los brazos y te la saco en un gesto rápido por la cabeza,tirándola acto seguido al suelo,junto a nuestros pies. Ahora tus pechos excitados se rozan a los míos. Continuo besándote con ardor, entrelazando mi lengua a la tuya y te doy un mordisco en tu labio inferior, el cual recibes con agrado. Mi boca recorre tu cuello, beso a beso, lamiendo y besando al mismo tiempo, y noto cómo te excitas por la piel de gallina de tu espalda que te estoy acariciando. Bajo mis manos hasta tu trasero, y sueltas un grito de sorpresa cuando de repente te agarro con fuerza de los muslos, te levanto y hago que rodees con tus piernas mi cintura. Tu respiración ahora no existe tal cual, todo son jadeos y gemidos que emergen de lo más profundo de tu garganta, al igual que la mía, que parece haberse detenido y sólo vuelve en sí con el contacto de tus labios.
En esta posición sientes cómo tu sexo se roza sutilmente en mi vientre si nos movemos al unísono, lo cual se nos da bastante bien. Apoyas tu espalda contra la puerta, lo que me permite sostenerte con un solo brazo, mientras que con mi mano libre comienzo a buscar un camino directo al placer. Extiendo lo máximo mi brazo, casi sin esperanzas de llegar al tan ansiado lugar, cuando siento lo mojada que estás... Mis dedos empiezan a resbalar sin dificultad, parece que van sólos, nada opone resistencia alguna, se mueven ágiles y precisos por todo tu sexo que rebosa de excitación. Juego un ratito formando círculos y cambiando de ritmo cuando tu cuerpo me lo pide. Te miro fijamente, y abres la boca formando una O perfecta, a la vez que exhalas todo el aire que llevas dentro. Nuestras miradas no se apartan, y con un movimiento calculado, te levantas un poquito sobre mi cintura y te dejas caer lentamente haciendo que uno de mis dedos se introduzca fácilmente en tí. Te sigues moviendo para mí, sin dejar de mirarme, emborrachándome de tu excitación, de la mía, de la de ambas que somos una... Tu cuerpo me pide más, e introduzco un segundo dedo profundamente, rozando y acariciando a la vez tu clítoris que está ya muy rígido. Te toco como sé que te gusta, porque tú me enseñaste, y ver cómo disfrutas me estremece de placer. Jadeas, casi sin control, tus manos en mi cuello me aprietan más, tus piernas se tensan y se ponen por momentos rígidas, empiezas a convulsionarte en cada movimiento que haces sobre mi, hasta que no puedes más y te abandonas al placer absoluto. Yo siento tu orgasmo casi como mio, tan unida a ti, abrazándome con brazos y piernas, bebiendome tu aliento...
Bajas tus piernas de mi cintura y tocas con tus pies el frío suelo. Me coges la mano, y me llevas tras de tí a la ducha, sin mediar palabra alguna. Una vez dentro, abres el grifo y sale un fuerte chorro de agua templada de la alcachofa que hay sobre nuestras cabezas, y comienza a cubrirnos todo el cuerpo. Te cojo la cara con deseo e impaciencia por volverte a besar, el agua moja mi lengua en el intento de fundirse con la tuya. Mis besos apasionados son correspondidos por los tuyos. Siento que no puedo estar más excitada, que el más mínimo roce me haría estallar.
Oh, dios mío, qué es esto... Es mi cabeza que me pregunta sorprendida qué está pasando. Y me doy cuenta enseguida... Me doy cuenta que el chorro de agua templada que sale con fuerza de la alcachofa de la ducha está apuntando directamente a mi clítoris, y me hace estremecer... No me he enterado lo más mínimo, en este estado de excitación absoluta, cómo la has descolgado y la has dirigido hacia mí, con toda la intención para hacerme gozar de esta manera. Tu lengua, junto con tus labios, siguen recorriendome, sabiendo que el fin está a punto de llegar. El chorro de agua me está enloqueciendo, no lo aguanto más, y como si me leyeras la mente, en realidad me la lees con esos ojos penetrantes, apartas el agua de mí, abandonas mis labios y te diriges a mi cuello con los tuyos, bajas por mis pechos, mi vientre y me besas el ombligo...uff...
El agua vuelve a caer desde arriba, cual lluvia en primavera, y tu estás abajo, de rodillas frente a mi, trazando un camino con tu lengua desde el ombligo hasta mi sexo. Pongo una de mis piernas sobre tu hombro justo cuando llegas a saborearme, a lamerme, a acariciarme todo el centro de excitación. Mis piernas me flojean, y tú al notarlo, aceleras el ritmo de tu lengua volviéndome absolutamente loca. Noto que de un momento a otro voy a explotar, tu boca sigue empeñada en matarme de placer. Sabes que me queda poco, porque juegas a torturarme: lames lentamente con toda tu lengua mi sexo, juegas con la punta de tu lengua sobre mi clítoris ahora con movimientos más rápidos, así una y otra vez...
... Y no puedo más, y exploto, estallo, me muero de placer ante tu atenta mirada que me analiza desde abajo. Todo mi cuerpo tiembla, se estremece, siento electricidad por cada poro de mi piel.
El agua sigue cayendo sobre nosotras, vuelvo a ser consciente de ello. Te levantas frente a mí, me coges por la nuca y me atraes hacia tí para besarme todavía con lujuria, tus labios siguen hinchados y calientes y noto cierto sabor a mí mezclado con el agua que, celoso, intenta formar parte de lo nuestro.