Mensaje hipnótico (1)

Cuando creía que mi existencia declinaba encontré o quizá hicieron que él me encontrara a mí, un libro misterioso sobre Masoterapia e Hipnosis, lo leí y a partir de ahí cambió la vida, una serie de nuevas habilidades unidas a la hipnosis me ayudaron a conseguir lo que toda la vida me había estado ve

EL LIBRO.

Pasaron veintitrés años de lo que fue el principio de esta historia, queda poco y ya no tengo deseos de prolongarla, evidentemente sé que viví algo “ particular ” y tengo ganas de contarlo, quizás con demasiados pormenores pero la excelente memoria que todavía conservo, no me deja ignorarlos.  Es historia y en ella se entremezclan mis obsesiones y unas cuantas historias más que han tenido que ver conmigo.

Muchos de los protagonistas ya no están, pasaron a mejor vida o peor, en realidad, me importa poco y tampoco me importa el “ grano de arena ” que yo pude haber puesto para que así aconteciera.  Algunos fueron “ el pago ” por “ las buenas ” que me tocaron o fabriqué, otros por decantación o edad y sé de otros que aún viven penando, como fuere, me tiene sin cuidado porque gracias a ellos logré cosas para mí y para el buen vivir de quienes quise.

Los míos y yo mismo nos vimos beneficiados porque desde hace muchísimo tiempo atrás me había obligado a buscar y a lograr que la balanza se inclinara a mí favor.  Si, efectivamente, la misma balanza que nos debe permitir sopesar lo que puede ser mejor, contrapesándolo con lo que no nos conviene y supe preguntármelo:

-¿Sigo con las “pelotudeces” inculcadas que me llevaron a penar y hundirme o cambio con una “ayuda extra” a la que tengo que adaptarme y servirle, aun cuando me utilice como “instrumento”?-

La respuesta está en lo que sigue y si bien es cierto que la redundancia puede estar plasmada, también es cierto que muchas de las cosas que hacemos suelen ser redundantes porque con las obsesiones no nos podemos ofrecer muchas variantes.  Por otro lado, con o sin obsesiones la cosa puede tornarse chata y aburrida y se termina dando vueltas en un círculo vicioso de conveniencias, engaños y ocultamientos que, a la postre, joden, lastiman y te cagan la vida, para más, no sólo la tuya, pues muchos de los que todavía creen en el otro o en lo que fuere, caen en “ la volteada ”.

La estúpida y finita esencia que nos caracteriza como “humanos” nos convierte en vulnerables prisioneros de nuestros deseos más ocultos y cuanto más queremos resistirnos mayores son las posibilidades para que estos deseos nos atrapen y nos moldeen a su gusto.  Así las cosas, nos podemos esconder en Religiones, tabúes, miedos, estereotipos y otros etcéteras prontos a ser cambiados por lo que más nos conviene o nos es más cómodo.  Recuerdo que la historia comenzó más o menos así...

Casi a fines del 2001 tuve una amarga desilusión sentimental ( siempre son amargas, ¿no? ), en realidad fue el desenlace de una larga relación complicada desde siempre por alguien cargado de dudas, miedos, infidelidades e idas y vueltas donde lo único que iluminaba ese cúmulo de oscuridades era el sexo, sexo que, hasta allí, yo entendía como excelente ( después comprendí que el sentimiento magnifica ).

Cuando a principios del 2008, la ruptura se tornó definitiva y habiendo pasado las “idas y vueltas” y ya experimentado todas las facetas de la depresión y la soledad, me vi obligado a hacer un replanteo para dilucidar qué es lo que quería y como lo quería hacer en lo que me restara de vida.

Es verdad, ya no soy un jovencito y contando entonces con “ cincuenta y cinco ” en mi haber, se me daba por pensar que aún tenía mucho para dar.  La mente exigía variadas actividades, deportes, bailes, diversiones, salidas, otras compañías y...  Traté, juro que traté… pero no tardé en darme cuenta que, muchísimas veces, el cuerpo no acompaña como a los “ treinta ”, entonces, me llamé a sosiego, un sosiego físico porque, en lo mental, todavía funcionaban las neuronas.  Del modo que haya sido, la mente seguía exigiendo, por eso decidí dedicar mis energías a lo que más me gustaba, las mujeres y el sexo ( ¡Pavada de gustos y obsesión! ) .

Sabía que no iba a ser fácil pero, de cualquier manera que fuere yo recordaba los comentarios de quienes, (yo me los creí) , habían gozado junto a mí, comentarios respecto a mi dulzura, a la forma de hablar que convencía, a los modos inteligentes para hacer sentir mujer a la que estaba conmigo, a los tiempos respetuosos para lograr su placer, a las caricias que desarmaban.  Todo parecía estar bastante a mi favor y comencé a hacer crecer mi ego, sin embargo, había escollos difíciles de vencer y no eran por el tema del “ funcionamiento ”.

Sobre “ eso ”, ninguna había emitido quejas, el “ atributo ” era normal ( demasiado normal para gusto de mi machismo pero, eso es algo que casi todos los hombres piensan por igual ), como sea, había logrado aprender desde joven a estirar por horas, si fuera necesario, mi placer eyaculatorio.

Aquí va una historia o si se quiere, un ejemplo tonto de cómo la ignorancia, las vergüenzas y los tabúes de una época terminaron “ ayudando ” a posteriori.  Todo comenzó con la primera novia que importaba y sus “ manipulaciones ” en el asiento trasero del auto de su padre, él, casi todas las noches, nos dejaba estar allí “ charlando ” pero… sabíamos que si le manchábamos el tapizado de su taxi, el enorme oso de casi dos metros, nos mataba ( a mí, seguro ).  Cuando hubo que o se imponía “ ponerla ” la cosa se complicó aún más.

Con dieciocho me animé a un “ Hotel Alojamiento ” ( así se los llamaba antes, hoy son “Albergues Transitorios” ) y allí otros inconvenientes se hicieron notar.  El primero de ellos era entrar, porque ella era grandota y aparentaba más edad, sin embargo, todavía no tenía dieciocho y yo lo sabía.

Si pasábamos, todo bien, ya se vería como se encontraba y que sentía luego uno en la famosa “ pieza espejada ”, así y todo había que sortear a un “ monstruo ” con cara de persona que te atendía detrás de una ventanilla y allí, si pedía documentos, quedaban dos opciones, salir corriendo o “ cagarse ” del susto apretando la mano de la novia.

De última, nunca los pidieron y tampoco podía distraerme porque las indicaciones para llegar al ascensor entre plantas e iluminaciones rojas y negras no eran tan sencillas.  Luego era salir del ascensor y buscar un número de puerta que coincidiera con el número del llavero que te había dado el “ monstruo ” al momento de pagar.  Una vez que estabas adentro del “ cuarto ” había que buscar las luces que te permitieran ver mejor y, a todo esto, el “ hombre canchero ” y “ cagado hasta el pecho ” tenía que recordar que había una mujer a su lado.

Menos mal que, luego de esa aventura cargada de calles oscuras, “ monstruos ventanilleros ”, luces multicolores y difusas, sobresaltos y miedos, los “ dieciocho ” ( me refiero, lógicamente, a los años ) reaccionan bien y hoy imagino, apestando a adrenalina y sudores, como fuere, uno podía poner manos, boca y cuerpo a la búsqueda de lo que había venido a buscar.

Todavía hoy me parece imaginar las risas que pude haber provocado en aquel de la ventanilla ( yo mismo me río y creo que debe haber si-do hasta para un dolor de estómago ) y eso que no me vio cuando sonó el teléfono del cuarto para avisar la finalización del turno.

¡Mierda! , había que atender y el miedo, aunque trataba de disimularlo, me hacía ver a todo el Departamento de Policía detrás del timbre, nada más que porque me había quedado con una virginidad que, por otro lado no había sido tan gloriosa debido al susto inicial.

Además, pobre chica, porque con los años uno aprendió que ella quizás esperaba a un “ príncipe ” para entregarse y encontró a un boludo preocupado por sus propias tonterías.  Cosas o pérdidas de juventud compartida que no tienen retorno.

Gracioso ¿no? , hoy puede parecer una boludez, más, hay que ubicarse en la época para entenderlo.  Decía antes sobre como la ignorancia “ ayudó ” a estirar el placer, efectivamente, el otro gran drama estaba dado por el peligroso y en absoluto deseado “ embarazo ”, había que evitarlo como uno creyera que se podía y, mientras tanto, ¿quién carajo se animaba a comprar un “Velo Rosado”? , que era la marca más común del denominado “ forro ”, porque tampoco se usaba entre los muchachos la palabra “ Preservativo ”.

Había que ir a la Farmacia, esperar a que te atendiera un hombre y pedirlo en voz baja para que nadie escuchara e, indefectiblemente, con un alarido te preguntaba, ¿ Velo Rosado o Tulipán ? o ¿ lo quiere con lubricación ? u otra cosa similar, todos parecía mirarte y uno parado allí, estático mientras los esfínteres se aflojaban y la “ mierda ” parecía brotar hasta de los ojos, ni en “ pedo ” pasaba por eso, pedirlo por el teléfono de la habitación del hotel, debido a que se ignoraba cómo, era impensable, además… ¿Qué número debía marcar? , ante esto “ la solución del vivo ” pasaba por no acabar y aguantar ( desde hace mucho tiempo sé que tuve una suerte tremenda ).

Así era todo el turno o turno y medio, besos, caricias y “ bombeo ” acompasado porque si perdía el ritmo acontecía el “ acabose ”, el primer día fue irritación y molestia pero la novia estaba cada vez más chocha y loca hasta que no podía más y se despatarraba feliz y satisfecha.  Yo henchido de orgullo machista y con los testículos inflamados y doloridos, era peor que una patada precisamente allí pero, la “ causa ” era justificada, amén que, para algo sirvió después.

Lo peor era que tenía una hora de viaje en tren para regresar a mi casa y “descargarme” a “manotazos” , haciéndome el tonto para que la “vieja ” no sospechara…  Luego de una tercera visita al hotel, no pude llegar a la estación.  El dolor, la descompostura, el roce, ( aún caminando como un pato ) y la excitación eran insoportables, menos mal que ese árbol y ese foco quemado “ me ayudaron ” para el logro del alivio inmediato.

A posteriori, los momentos se fueron perfeccionando y después de los “ gritos de placer ” de ella me tocaba a mí, ya era manual o bucal, hasta que descubrí, con paciencia y saliva, otros modos más seguros para que gritara, perdón… gozara.

Retornando a esta época, a la época en que comenzó esta historia, decía de los escollos por la edad, otro era que, “ cabeza dura ” o no, sólo “ pondría mi cabeza en el poncho que yo quisiera ”, nunca me cupo cualquiera, quizás por aquello de respetarme y respetar mis propios gustos, asimismo, me negaba a pagar por lo que pretendía y tampoco podría correr detrás de todas como un “ viejo verde ” y “ psicopateado ”.

Mirar, las miraba a todas, “ pendejas ” del Colegio Secundario, universitarias, empleadas, mamás, féminas de edad intermedia, veteranas, ninguna escapaba al “ ojo avizor ”.  Las comparaba y a las que consideraba como “ factibles ” y acomodadas a mi gusto, es decir “ cogibles ”, las sumaba y anexaba a un imaginario álbum, a las otras las descartaba o ignoraba, probablemente porque siempre fui selectivo, quizás demasiado selectivo y nunca entré en esa “ Ley ” feminista generalizada que dice que el hombre se “ calienta ” y la pone en cualquier lado.

Debo reconocer que eso que se dice, en muchos casos, es bastante cierto, de hecho, he visto a mujeres embarazadas feísimas, horribles y hasta sucias y de seguro no fueron casos de inseminación artificial.   Esto de “ horribles ”, feas o sucias es sólo para mis conceptos, jamás se lo diría a una mujer en la cara pues considero de “ muy poco hombre ” eso de “ cargarles aún más la cruz ”.

Mirarlas y evaluarlas no “ jodía ” a nadie, tampoco se daban cuenta porque una determinada seriedad siempre me caracterizó, no me mostraba “ desesperado ” y darme vuelta para observarlas, aún hoy, es casi humillante para mí, no hablemos de decirle algo en la calle a ninguna porque eso me denunciaría como un “ pelotudo ” o un “ baboso ”, algo que a la mujer que a mí me gusta, le desagrada.

Frases subidas de tono, menos que menos y se me ocurre preguntar, ¿Cuántos hombres lograron acostarse con una mujer luego de decirle una “guarangada” en la calle?¡Qué buenas tetas que tenés! ... ¡Qué tremendo culo! ... *¡Qué buena que estás nena, te chuparía toda! Habría que preguntarle a cualquier mujer sobre qué es lo que opina de esta clase de tipos, mucho más si ya pasó los “ cincuenta* ”.

Así las cosas, algo tenía que hacer para lograr mis cometidos, porque las mujeres estaban cada vez más apetecibles.  Me “ hacía la cabeza ” viéndolas y me negaba a caer en la masturbación habida cuenta que quedaban pocos y no era cosa de desperdiciar “ polvos ” destinándolos al papel higiénico o al lavatorio del baño sin carne femenina que los provocasen, por otro lado, los gemidos, el grito, las exclamaciones de placer de la mujer que está a tu lado o el estallido de un orgasmo no se compara, ni lo puede suplir una, a la postre, triste eyaculación.

Una tarde a fines de un julio soleado, haciendo “ huevos ” de Jubilado ( privilegio de algunas Leyes ), me encontraba leyendo una revista, sentado en un banco de la plaza y vi venir desde mi derecha a un portento de mujer.  Rubia, no más de veinticinco años, le calculé 1,70 de altura con tacos y un caminar seguro y cimbreante que destacaba sus caderas, a la par que un hermoso par de tetas parecían impulsarla hacia adelante, sin dudas “ naturales ” porque no tenían formas de flan extraído de un bol redondo que las mujeres suelen hacerse colocar en el pecho.

Me “ calenté ” al verla caminar, parecía una “ Frankenstein ” sin tornillos ni cicatrices armada con las partes de las mujeres que más me gustaron y esperé a que pasara para ver si, verdaderamente, lo que se dejaba adivinar en su parte posterior, por debajo de su cintura y por arriba de sus muslos, no era un espejismo.

¿Espejismo?, ¡Las pelotas! , el culo más perfecto pasaba ante mis ojos, no podía compararlo, ni chico ni grande, armonioso, tipo “ manzanita ” y de las “ deliciosas ”, para colmo, cerca de su cintura, el triángulo que dejaba adivinar su ropa interior se hacía notar por debajo de su negro pantalón y mi imaginación voló a esa tirita que dividía sus duros cachetes.  Antes de pasar me miró y me sonrió, apenas fugazmente pero fue suficiente para que me parara y la siguiera casi como embrujado por un “ Súcubo ”, ¡No se puede contar lo que era ese culo al caminar! , ni un sólo movimiento fuera de lugar.

La vi cruzar la calle y meterse en la Biblioteca Pública, yo detrás como hipnotizado y que fuera lo que, quien fuere, quisiera.  Tardé un segundo en la puerta y la perdí de vista, para colmo en el mostrador me paró la Bibliotecaria que no estaba nada mal, joven, pelo lacio, delgada, buenos pechos que la ropa holgada no disimulaba, con lentes, de las que parecen candidatas a monja y a esas siempre les desconfié porque uno la suele ir de “ superado ” y experimentado pero, te agarra una “ pendeja ” así y “ te parte en cuatro ”, igual, en esos momentos, no me gustaba ninguna otra.

  • Señor, ¿Qué busca?...  ¿En que lo puedo ayudar? ”...
  • ¡Quiero hacerle el amor a ese pedazo de mujer y a su soberano trasero!”... Casi se lo digo…  De todos modos ya no la veía, me recompuse “ al toque ” y le pedí un libro sobre hipnosis. ¿Por qué? ...

No lo sé, fue lo primero que se me ocurrió, después llené una hoja con mis datos, di mi número de documento y me indicó una estantería al fondo.  Allí me pareció ver a la rubia y encaré decidido a todo, falsa alarma, no era, miré para aquí y para allá, volví mis ojos hacia la puerta y ni señales de ella, había desaparecido.  Esa parte de la Biblioteca estaba casi en penumbras y me apoyé en una estantería riéndome del “ arranquepelotudo ” y juvenil que había tenido.

Mire hacia arriba y moviendo la cabeza me reproché a mí mismo por esa actitud de “ otario ” y entonces lo vi.  El enorme libraco ubicado en lo más alto del estante “ brillaba ” y “me llamaba”. De repente dejé de pensar en la mujer y el libro de tapas amarillas que parecía brillar en la escasa luz del pasillo acaparó toda mi atención y recién allí recordé mí pedido a la Bibliotecaria.  “ MASAJE HIPNÓTICO ”, así rezaba el titulo y luego de bajarlo, me senté ante una mesa mejor iluminada y comencé a leer la introducción.

Se explicaba allí la posibilidad de lograr la voluntad de los semejantes por medio de los masajes, indicando la fusión de la Masoterapia con una hipnosis profunda, a su vez, los modos de lograrlo con métodos antiquísimos y remotos.  Inmediatamente se me cruzó por la mente que, quizás eso era lo que yo estaba buscando con disimulada obsesión y un Demonio con formas de mujer me había mostrado el camino.

Siempre había opinado que las casualidades no existían, por ello, ya un escalofrío raro recorría mi espalda y sentí miedo, cerré el libro y miré hacia el mostrador de la entrada.  La Bibliotecaria me miraba, se sonreía y en ese momento, la lógica pareció decirme que estaba actuando como tonto y volví a las páginas del libro.

Allí leí que las instrucciones y el aprendizaje debían llevarse a cabo en la soledad, alejado de interrupciones y respetando todos los pasos aprendidos y por aprender.  Me venía más que bien, vivía solo en un lugar apartado y el mejor silencio lo podía lograr en las madrugadas que, además, era cuando más y mejor me concentraba y cuando más me gustaba leer.  Pensaba, sumaba posibilidades, estaba “al pedo” sin nada en que ocupar mi tiempo y concluí en que me convenía y podía intentarlo pero, en lo inmediato, se me presentaba un problema, ¿Cómo sacaba el libro de la Biblioteca?

La cabeza me giraba, los pensamientos parecían jugar a las escondidas y ninguno aparecía, mientras tanto pasaba las hojas, veía letras e ilustraciones sin ver y no podía coordinar.  Medio desesperado ya se me ocurrió que podría ponerlo debajo del brazo y salir corriendo más cuando comenzaba a pararme, la voz de la chica de lentes me sorprendió.

  • Señor, tenemos que cerrar, ¿Encontró lo que buscaba? ”.

Le dije que sí y le expliqué la necesidad de leerlo en silencio y concentrado pero también en la soledad de mi casa.  Contestó que era difícil que pudiera lograrlo porque no era “ socio ”, además no tenía seis meses de antigüedad, debido a esto, con mi mejor cara de “ viejito bueno ”, le rogué para que permitiera una excepción.  Me miró pensativa y como evaluándome, luego me dijo que, como estaba sola, iba a ayudarme pero con dos condiciones.

Una era que abonara los $ 6,66 de los seis meses y ella me anotaba con esa antigüedad, le contesté rápido que tenía el dinero y al darme cuenta del “ dibujo ” de los números que componían la cifra, otra vez me corrió el frío por la espalda aunque ya importaba poco, número demoníaco o no, yo quería llevarme el libro.  Pagué, me dio el vuelto justo y pregunté por la otra condición, entonces me dio un número de teléfono y casi, casi que me ordenó…

  • Cuando aprenda bien me llama y me da un masaje a mí ”.

Prometí que así sería y aunque tenía dudas “ galopando ” en mi cabeza, no pregunté nada y salí apurado de la Biblioteca con el libro en mí poder ( si a alguno le sirve, mucho tiempo después llamé a ese número y una máquina me contestóel número solicitado no corresponde a un abonado en servicio” y, a esa altura ni problemas que me hice ).

Explicarle a ustedes que dormía de día y estudiaba por las noches sería muy aburrido, asimismo, contarles sobre las cosas que esas páginas explicaban y lo que yo debía hacer para aprender tampoco puedo porque así lo exigía un párrafo del primer capítulo, “ Leer, aprender y aplicar desde las hojas de este libro, no copiar ni explicar a otros ”, quedaba muy claro y yo no pensaba ni pienso defraudar lo allí solicitado.

Sin embargo, algunas cosas puedo contar, en principio que tenía treinta días para devolver el libro, que éste constaba de veinte capítulos, que estos capítulos estaban profusamente ilustrados con las posiciones del Masajista respecto al paciente y viceversa y que yo estudiaba textos y posiciones a razón de un capítulo por noche y luego de dormir despertaba sin tener dudas y como si lo hubiera sabido desde siempre.  Asimismo, dejaba expresamente establecido que yo no podría cobrar por lo que brindaba y además, en letras más chicas, decía: -“ Una vez que se hubiere logrado la voluntad del paciente, a partir de la primera sesión y venideras, podrá solicitar lo que pretendiera ”-

Hacía hincapié en que, en la primera sesión había que lograr la satisfacción plena del atendido tanto física como mentalmente y que podría solicitar directa o subliminalmente por medio de la hipnosis, la total disposición a cualquier otra sesión que yo quisiera brindar e incentivar la difusión por parte de éste a sus amistades, parientes y allegados alabando las virtudes del tratamiento y sus resultados.

En un primer momento, me había hecho a la tonta, cómoda o estúpida idea de imaginar que iba a tener que trabajar gratis, nada más que para prever la posibilidad de tocar algún culo o una que otra teta, sin embargo, al día siguiente de haber leído este capítulo de introducción tuve todo más claro, la frase “ Pedir o solicitar lo que quisiera ” se iluminó y dejaba puertas abiertas a un sinfín de posibilidades que únicamente yo podría explotar.

Esto abría otras expectativas y me incentivaba a estudiar más profundamente y a tratar de buscar a futuro pacientes con recursos.  Con respecto a esto y a muchas otras cosas tuve que cambiar, valga como ejemplo cuando descubrí un pasaje de los textos que explicaba en negrillas y resaltando:

-“No insista usted con las bondades de los tratamientos para que tal o cual se interese, tenga en cuenta que la paciente o el paciente deseado o deseada considerará sus primeras negativas cuando los comentarios de otros lleguen a sus conocimientos y se acercará sin que usted intervenga”-. Más adelante les contaré como esto resultó una verdad más que enorme.

Inexorablemente, los textos aparecían y pasaban a formar parte de mi intelecto, para más, cualquier duda del momento se me revelaba clara al día siguiente.  Me decía que los consabidos tiempos para la atención de cada paciente los decidiría yo pues para el paciente el tiempo pasaba a ser relativo.  Además, para todos yo sería “ MASAJISTA ” o “ MASOTERAPEUTA ”, por ningún motivo podría hacer conocer que los servicios brindados estaban unidos al hipnotismo, esto sería como mi “ arma secreta ” y me serviría sólo a mí y a mis fines.

Continuará…

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GUILLEOS1se los agradece.