Mensaje en una botella
"Pongo estos seis versos en mi botella al mar / con el secreto designio de que algún día / llegue a una playa casi desierta / y un niño la encuentre y la destape..." (Mario Benedetti)
Mi nombre es un enigma. No estoy seguro, a ciencia cierta, si todo en mí lo es, pero sí la mayor parte de mí mismo y, desde luego, mi nombre, si lugar a dudas. Soy dueño y señor de la isla desierta de mis sueños. De cuando en cuando, alguien naufraga en ella o la divisa en lontananza y se acerca hasta su orilla. Procuro ser galante con unos y con otros, pero inmensamente despiadado con quien intenta invadirla. Al invasor, lo expulso o lo ahogo, que a nadie consiento que me arrebate los sueños, ni siquiera que intente cambiarlos.
Desde la orilla de mi isla, lanzo mi botella al mar. Al igual que el poeta, "con el secreto designio de que, algún día, llegue a una playa casi desierta". Pero, en vez del niño del poema, deseo que sea una mujer quien la encuentre y la destape. Una mujer decidida a llegar, desde sus sueños, hasta los míos. Una mujer joven, preferentemente hermosa, aunque esta no es condición indispensable. Al fin y al cabo, la belleza interior no tiene parangón posible con la externa. Y esto es una verdad sobre la que no caben discusiones. Así que la mujer que decida acercarse hasta mi orilla, desde la suya, ha de ser obligadamente hermosa de alma y, casi obligadamente, de ojos.
Mujer de secretos íntimos e inconfesables, sensual y ardiente, sin inhibiciones en sus sueños, posiblemente inhibida en sus realidades. Advierto que deseo someterla en mi isla, atraparla en ella, hacerla mi esclava, sin más compromiso que el de sentirse mía en el interior de su mente, en sus húmedos sueños liberados. Inexperta en el dolor y en la sumisión, posiblemente nunca atraída por estas sensaciones, pero que al leer mi mensaje, sienta deseos de descubrirlos.
Imagínate desnuda en esta isla. No lo olvides, mujer: es una isla de sueños. Tú llegas hasta ella con los tuyos. Suéñate desnuda y arrodillada ante alguien que adora cada trozo de ti, porque eres suya. Tu cuerpo es una ofrenda para tu amo. Tu voluntad, un tesoro que te resistes a perder. Deseas que él arranque tu placer y te sabes invadida por el mismo. Te preguntas si es posible alcanzarlo a través del dolor, del miedo al castigo. Pero sabes que él también es dueño de tu dolor. Te excitan tus sueños y los suyos, compartidos.
Adéntrate conmigo en un mundo desconocido para ambos. Es un juego de amor el que te ofrezco en mi botella. En el fondo, el amor siempre es un juego. Yo soy el dueño y señor de una isla desierta. Déjate llevar por las olas de tu mente y naufraga en mi isla. Aquí te estoy esperando, desnudo y poderoso, para poseerte. Posiblemente, no seas tan hermosa como en mis sueños. Pero estoy cansado de esta soledad y de la esclava de mis sueños, joven y hermosa, ardiente y sensual, entregada hasta el límite de su placer y de su dolor, pero que no es más que un fantasma sin rostro definido.
Mi nombre es un enigma, como casi todo en mí. Si quieres descifrar todos mis enigmas, cierra tus ojos, desnúdate y déjate llevar por tus deseos más íntimos e inconfesables. Sabrás encontrarme.
Marcelo Luna