Ménage à trois

Mi mujer y yo, hacemos un trío con un amigo. Una visita y un ambiente de confianza dio como resultado una de nuestras mejores noches.

La semana pasada, mi mujer y yo, hicimos un trío con un amigo. Ya lo habíamos hablado en varias ocasiones pero nunca nos habíamos atrevido. Julia, mi mujer, ya me había confesado en el pasado que le parecía atractivo, pero nada más. Somos muy abiertos y tenemos mucha confianza al respecto. No fue algo preparado, estábamos tan a gusto con Iván, mi amigo, que prácticamente se fue dando solo. Invitamos a mi amigo a casa. Él vive solo, y con esto del virus lleva mucho tiempo sin relacionarse con nadie. Mejor no me enrollo y os cuento cómo fue la experiencia.

Iván, vive en nuestra misma ciudad, salió de su casa con la excusa  de ir a la farmacia, pero su verdadero objetivo era llegar a nuestro domicilio, donde le estaríamos esperando. Estaban sonando los aplausos cuando sonó la puerta. Venía con mascarillas y guantes, precaución ante todo. Dejó sus zapatos en la entrada y le dejé unas chanclas mías. Nos saludamos con un abrazo y le invité a pasar. Mi mujer estaba en la ducha cuando él llegó, así que nos fuimos al jardín a tomar una cerveza mientras charlábamos. Corría una brisa muy agradable. Estábamos tan bien, que casi se podía olvidar lo que pasaba en el resto del mundo. Era una conversación muy normal: ¿Cómo lo llevamos? ¿Qué pasará después? ¿Cómo serán las terrazas de los bares ahora? Y algunos memes que nos enseñábamos para reírnos entre tanta perspectiva pesimista. La típica charla que tienes con un amigo que llevas más de un mes sin ver.

Casi era las 21:00 cuando, escuchamos la puerta del salón y salió mi mujer. Se había arreglado un poco, hace más de un mes que no tenemos visitas. Llevaba un vestido beige que le regalé en su cumpleaños. De tirantes por arriba y por debajo le llegaría un poco por encima de las rodillas. Ella se dirigió a él desde la puerta:

  • ¡Hola Iván! ¿Cómo estás?

  • Menos mal. Has tardado mucho Julia. Dije yo.

  • ¡Hola!, bien. Aquí estábamos charlando un rato, que hacía mucho que no hablaba con nadie en persona. Le contestó él.

  • Ahora voy. Dijo ella sonriendo mientras cerraba la puerta.

Había oscurecido bastante, ella encendió las luces del jardín, y salió con dos cervezas más. Las dejó en la mesa mientras nos preguntaba:

  • ¿Queréis que pidamos algo de comida?

Nos miramos entre los tres y finalmente Iván sacó el móvil, para pedir a uno de los pocos restaurantes que tienen comida a domicilio por la zona. En cuarenta minutos, llegó la comida. Ya llevábamos unas cuatro cervezas cada uno, mi mujer solo una. Comimos entre charlas y risas, se echaba de menos estas reuniones. La velada era inmejorable, no hacía calor porque el césped estaba húmedo, corría una suave brisa y el sonido de la piscina, daba un punto zen. Los tres estábamos muy relajados y a gusto en un ambiente de confianza. No había mucha comida, así que terminamos relativamente rápido de comer, y recogimos la mesa. Yo cogí una botella de Barceló que tenía guardada en la cocina, preparé unas copas y las llevé a la mesa. Hay que decir que no estábamos borrachos pero si un poco alegres de las cervezas previas.

Mi mujer llegó con un pequeño plato de golosinas y, pasando entre mi amigo y yo, las dejó en la mesa. Aproveché su posición al soltar el plato, para agarrarle el culo.

  • Que buen culo tienes cariño. Le dije mientras se lo agarraba.

Ella me miraba sonriendo y mi amigo se reía también. Le dije a mi amigo:

  • De verdad, tiene un culazo, mira toca.

Le cogí el brazo y le puse su mano en el culo de mi mujer. El quitó rápidamente su mano en un gesto de reflejo, con una expresión de sorpresa e incomprensión. Ella que se había quedado apoyada en la mesa, lo miró mientras él, nervioso, le contestaba:

  • Ha sido tu marido, que me ha puesto la mano.

  • No pasa nada, le dijo ella sonriendo, se puede tocar.

Él me miró, sorprendido y con la boca abierta. Y yo le asentí con la cabeza, invitándole a que le tocara el culo a mi mujer. Se le veía nervioso.

  • Pues sí, tiene buen culo. Dijo casi tartamudeando de los nervios, con su mano puesta al lado de la mía.

Más nervioso se puso, cuando le levanté el vestido a ella, dejando a la vista sus nalgas y un tanga negro. Mi mujer me miró rápidamente, nuestra mirada de complicidad confirmó lo que habíamos estado hablando tantas veces antes. En nuestros ojos se podía leer: ha llegado el momento.

Con el vestido subido, se sentó en las piernas de mi amigo, y se inclinó hacia mí para susurrarme en el oído:

  • Juan, ¿Quieres que lo hagamos con él?

Yo la miré, le sonreí y contesté:

  • Solo si tú quieres.

Ella se levantó, dejó caer la falda de su vestido para colocárselo bien y le agarró la mano a Iván. Él se levantó y la siguió hacia donde ella lo guiaba. Mientras, yo cogía un gusanito de golosina y me levantaba para seguirlos al salón. Lo que pasó después fue espectacular, mi idea era que mi mujer disfrutara como nunca, pero no sabía cómo iba a salir aquello.

Ella se paró de pie, frente a mi amigo y de espaldas a mí. Lentamente empezó a besarle mientras Iván llevaba sus manos al culo de mi chica. Yo me empecé a poner muy nervioso, notaba como mi corazón se aceleraba al verla besando a otro hombre, pero, a la vez, estaba muy excitado. Me acerqué a ella hasta pegarme por detrás, para abrazarla y besarle el cuello. Mientras  él le metía la lengua en la boca, yo iba subiendo mis manos hacia sus pechos, besándola  por el cuello y la nuca. Pude ver como ella extendía un brazo hacia la espalda de mi amigo y el otro brazo lo llevaba hacia atrás, para tocarme a mí. Cogí su pelo y se lo aparté para besarla por los hombros mientras le bajaba los tirantes de su vestido. Suavemente con mis manos, fui deslizando su vestido hasta que, finalmente, su cuerpo desnudo, quedaba expuesto solo, con su ropa interior.

Ella llevó la mano que tenía tocándome, hacia Iván para levantarle la camiseta y quitársela. Parecía evidente que estaba disfrutando, como nosotros. El empezó a besarle el cuello, mirándome, esperando mi aprobación. Yo asentía, sonriendo. Él agarraba con sus dos manos las nalgas de mi mujer, y yo le agarraba y manoseaba los pechos por debajo del sujetador. Ella se volteó para tenerme a mí de frente dejando a  mi amigo a su espalda. Julia me besaba como nunca, la notaba muy caliente. Mi amigo le quitó el broche del sujetador y sus senos quedaron libres. Mientras yo la besaba, metí mi mano bajo su tanga. No recuerdo haberla notado tan húmeda. A la vez que Iván le tocaba los pechos y besaba su espalda, ella me quitaba los botones de la camisa, entre jadeos. Cuando consiguió quitarme la blusa, mientras me besaba el cuello, llevó su mano derecha hacia atrás para buscar el cinturón de mi amigo. Él la tuvo que ayudar para desabrochárselo, y sus pantalones cayeron al suelo. Yo, rápidamente,  me quité los míos. Íbamos con chanclas, así que, no fue difícil sacarlos de las piernas y quedarnos solo con la ropa interior.

Julia tenía ahora, una mano en la polla de mi amigo y otra en la mía. Él tenía sus dos manos en las tetas de mi chica y yo tenía una agarrándole el culo y la otra mano masturbándola. Se acercó a mi oído, podía sentir su excitación, me susurró:

  • La tiene como una piedra.

  • ¿Te las quieres comer? Le susurré yo.

Sin contestarme, se fue agachando, acariciando mi abdomen. Yo me bajé el bóxer y mi amigo me copió casi simultáneamente. Nuestras pollas estaban a punto de explotar y mi mujer estaba de rodillas, apunto de comerse dos rabos por primera vez. Nos la agarró a los dos, le dio un beso a la mía y fue a chupársela a mi amigo. Iván no está tan rasurado como yo, pero eso no era ningún problema.  Mientras a mí me masturbaba lentamente, veía en la cara de nuestro invitado que nunca había estado en una situación tan placentera. Me miró y sonriendo me dijo:

  • Qué bien lo hace. Qué suerte tienes cabrón.

Yo sonreí orgulloso. Me excitaba mirar hacia abajo y ver a mi mujer chupando la polla de otro. He de reconocer, que Iván está bien dotado. Podía vérsela grande y llena de venas mientras entraba y salía de la boca de Julia. Empecé a acariciar a mi chica,  a tocarle el pelo, porque sé que le gusta. Ella volteó la cabeza para empezar a chupármela a mí, mientras masturbaba ahora a mi amigo. La verdad es que tiene una boca que hace maravillas. Mi amigo la miraba a ella, no sé si porque le avergonzaba mirarme a mí o porque le ponía mirarla mientras ella me la comía.

Estaba a punto de correrme, así que con una mano acariciando su cara, me la fui llevando hacia arriba. Quedó otra vez de pie, frente a mí, y nos besamos apasionadamente. Podía notar a mi amigo a su espalda dándole con el pene en el culo mientras le besaba los hombros. La agarré de la mano y me la llevé a la habitación, mi amigo subía las escaleras tras de ella. Llegamos a nuestro cuarto y la invité a tumbarse en la cama para quitarle el tanga. Decir que estaba húmedo, es decir poco. Me puse entre sus piernas, arrodillado en el suelo. Iván se tumbó a su lado y mientras se besaban y tocaban, yo le estaba comiendo el coño a ella. Estaba más mojado que nunca, me encanta sentir sus fluidos en mi boca, mientras sus piernas tiemblan. El único sonido que había en la habitación era el de ellos besándose y el que yo provocaba en su entrepierna. Fui besándola lentamente, el clítoris, los labios, el perineo, el interior de sus muslos... Su rasurado coño es puro elixir para mí. Quería que mi amigo se lo comiera también y la hiciera disfrutar, así que le dije:

  • Tienes que probar esto Iván.

El me miró, miró a mi chica y le dio un beso de despedida para meter la cabeza entre sus piernas. Yo fui subiendo lentamente, besándola, por el abdomen, los pechos, el cuello, hasta llegar a su boca. Me acomodé un poco en la cabecera de la cama para que ella se apoyara sobre mí, mientras me masturbaba viendo esa escena. Mi chica, recostada en mí, y uno de mis mejores amigos haciéndole un cunnilingus. La escena era de película. Alargué mi mano hasta la mesilla para coger un condón, que él se puso casi a la velocidad de La Luz. Mi mujer, se pasó la mano por su vulva, se metió dos dedos y me los llevó a la boca. Mi amigo estaba deseando meterla. Puso una mano a cada lateral de mi mujer, apoyándose en la cama, se quedó parado mirándome, sin hacer nada. Mi mujer me miró también, medio sonriendo, me habría gustado saber que tenía en la cabeza en ese momento. Ella, llevó sus manos al culo de Iván, y lo empujó hacía ella para introducírsela. Me di cuenta que la tenía dentro cuando ella soltó un gemido y me agarró la mano. En ese momento una sensación indescriptible inundó mi cuerpo. Estaba hecho. Mi amigo empezó a follársela mientras ella me cogía la mano y yo me masturbaba. Él se incorporó para agarrarla de las piernas y follársela más fuerte, los gemidos eran prueba de lo que estaba disfrutando y a mí me excitaba verla disfrutar. Me miraba mientras gritaba de placer y seguíamos cogidos de la mano.

  • Te quiero. Dijo ella mirándome a los ojos, entre gritos y gemidos.

  • Y yo a ti Julia. Le contesté, mientras veía su cara de placer y sus pechos moviéndose al ritmo de los empujones que Iván le daba, mientras se la metía una y otra vez.

Después de unos minutos así, ella se inclinó más hacia mí, para llevarse mi polla a su boca. Finalmente, como la posición no era muy cómoda para Julia. Decidió cambiar de postura. Iván se puso de pie, pegado a la cama, y ella se puso a perrito. Sus rodillas al filo de nuestra cama, sus pies sobresaliendo y yo tumbado a lo largo para que ella me la pudiese chupar como quería hacer antes. Mi amigo vio la postura que ella tenía, la agarró de la cintura y se dispuso a metérsela otra vez. Ella miró hacia atrás, y le dijo mirándolo a los ojos:

  • Fóllame fuerte Iván.

El me miró, sonriendo. Se la metió de una embestida, se la estaba follando lo más fuerte que podía y ella intentaba chuparme la polla, algo que no era fácil porque los gemidos y el movimiento no la dejaban. Yo la agarraba del pelo, para ver cómo me hacía la mamada, mientras disfrutaba e intentaba no correrme escuchando sus gritos de placer. También escuchaba a mi amigo, estaba disfrutando como nunca, follándose a mi mujer mientras la agarraba del culo. Para aguantar más sin corrernos, hicimos otro cambio de postura.

Ahora mi amigo se tumbó en la cama, en la misma posición que yo antes, mi mujer se puso a horcajadas encima de él. Yo me limité a quedarme a su lado y besarla, tocarla, chuparle las tetas y masturbarla mientras tenía dentro la polla de Iván. Es un espectáculo ver a mi mujer como se mueve en esa postura. De momento, yo aún no había follado y ya llevaba un rato a punto de correrme. Aproveché para preguntarle:

  • ¿Te está gustando?

  • Si, mucho. Me dijo ella entre jadeos. Y nos volvimos a besar. Quiero que me la metas tú también Juan.

La empujé hacia delante para tenerla más accesible. Mientras follaban y se besaban, yo me puse detrás de ella y entre las piernas de mi amigo. La agarré por el culo y me eché saliva en la punta de la polla. Ellos pararon de moverse,  yo la fui metiendo suavemente sin que Iván la sacara. No notaba nada raro pero sabía que mi pene estaba tocando al de mi amigo. Julia empezó a moverse suavemente con las dos pollas dentro. No era una posición muy cómoda así que no duramos mucho. La sacamos y ella se puso a perrito otra vez. Esta vez, él estaba delante de ella,  de rodillas, y yo era el que se la estaba follando por detrás. Sus nalgas sonaban como un aplauso chocando con mi cuerpo. Me encanta follármela así porque, ver como se le mueve el culo es de lo más excitante. Mi mujer le quitó el condón, casi de un tirón, para chupársela. Yo la estaba follando duro mientras le daba azotes en el trasero con una mano, y la masturbaba, como podía, con la otra. Iván confesó que estaba a punto de correrse, para que mi mujer parase. En lugar de parar, ella empezó a masturbarlo mientras se la chupaba. Podía ver, desde mi posición, que estaba a punto de explotar. Soltó un gran gemido y agarró la cabeza de Julia, se había corrido en su boca, y ella se lo tragó casi al instante. A mí me faltaba poco, estaba follándola muy duro, y le dije que me iba a correr.

  • ¡Córrete dentro cariño! Dijo ella mirando hacia atrás.

Y mientras le agarraba el culo con una mano y su pelo con la otra, eyaculé dentro de ella, notaba como mi semen salía a chorros y la llenaba por dentro.

  • ¿Ya? Dijo ella. Yo también estaba a puntito.

Así que rápidamente se acomodó encima de Iván, que le agarraba las tetas y yo me puse a masturbarla con mis dedos mientras le chupaba el clítoris, en menos de un minuto parecía que había abierto un grifo. Sus fluidos salían mezclados con mi semen mientras ella gritaba y temblaba. Me puso chorreando pero disfruté casi más que ella.

  • ¿Te ha gustado Julia? Le pregunté. Tras unos segundos cogiendo aire, contestó:

  • Os habéis portado, dijo ella entre risas. Y se fue a la ducha.

Yo me quede hablando con mi amigo de lo que había pasado, mientras ella se duchaba, para ducharnos después. Le conté que era algo que no estaba planeado pero que llevábamos tiempo hablando. Tengo confianza con él, pero quería dejar claro que eso no significaba nada. Solo fue una noche en la que todos disfrutamos. Él, muy receptivo, pareció entenderlo.

Esa noche se quedó a dormir en casa, en otra habitación. Seguimos hablando pero no del tema. Creo que le avergüenza un poco hablar de esa noche. Mi mujer y yo, en cambio, lo recordamos varias veces y nos excitamos planeando futuros encuentros. Quizás lo repitamos otro día.