Memorias de Zolst - 7 - La Hacienda Blanche

Donde nuestro protagonista departe con un noble vencido y recibe una insólita propuesta por parte de su anfitrión.

Al fin, tras cinco días de camino por las bien cuidadas carreteras del Imperio y tres más por los montañosos parajes de Asteria que aún no estaban tan bien comunicados. La última etapa de mi viaje había sido una sucesión de contrastes entre las nuevas infraestructuras que se estaban construyendo y los evidentes destrozos provocados por la guerra que aún no se habían reparado. No resultaba extraño ver como los letreros indicativos aún no estaban señalados en el idioma oficial del imperio y los pocos que sí estaban lucían más de una pintada obscena debajo. Las posadas toleraban a los visitantes zolstianos, pero me abstuve de pedir otra cosa que no fuese agua y fruta sin pelar dada la afición de los hosteleros a escupir u orinar en las consumiciones de los visitantes victoriosos. Habían pasado cinco años desde la derrota y conquista, y las heridas aún estaban muy abiertas. Debido a estos recelos, meterme de cabeza sin ser invitado en la villa solariega de un noble asterio cada vez me parecía una idea peor.

La citada villa estaba situada en una llanura cercana a las montañas Hrist, y seguía el habitual patrón de las residencias campestres abiertas construidas para los nobles una vez sus antiguoscastillos habían pasado a ser hogar de las guarniciones zolstianas locales. Casas cómodas y amplias, con todo tipo de instalaciones y recintos tanto para los dueños como la servidumbre... pero absolutamente imposibles de fortificar o defender. Con gran sensación de aprensión en el estómago, desmonté y me anuncié a los criados solicitando una audiencia con el señor de la casa. Apenas veinte minutos más tarde, me encontraba estrechando la mano de Sir Antoine Phillias Blanche, hermano menor del antiguo rey de Asteria y, si los rumores eran ciertos, una de las cabezas más ordenadas de toda la nación. Cincuenta años de edad y una vitalidad sorprendente para alguien en sus circunstancias. Me indicó con un gesto que tomase asiento en un diván cercano mientras él me pedía disculpas por no levantarse. No me ofendí, pues al hombre le faltaba la pierna derecha como pude advertir al sentarme frente a él..

— ¿Esto? No se piense usted que es una herida de guerra, no hay tanto heroísmo en mis haberes. Mi caballo me cayó encima durante una justa y me trituró la rodilla. Un verano húmedo y la gangrena terminaron de dejarme sin mis augustos andares. Desde entonces me dedico a la abogacía estatal, aunque no hay profesión más deprimente que aconsejar a quien no quiere ser aconsejado. Pero decidme ¿en qué puede ayudar un leguleyo sin suerte como yo a un historiador imperial como vos?

— Señor, me encuentro aquí honrando una promesa que le hice a vuestra sobrina, la princesa Clala Philias de la Casa Philias. Soy portador de una advertencia que os manda con el mayor de los aprecios.

— Pobre Clala. Siempre fue una chica que se esforzaba demasiado en agradar al imbécil de mi hermano. Ahora ella sirve como esclava de placer en algún burdel zolstiano mientras su padre sigue empeñado en matarse de cirrosis. Su destino fue un duro golpe para la familia. Decidme ¿se encuentra bien? ¿Cuidan bien de ella?

Decidí no seer brutalmente sincero, pues aquel hombre me estaba cayendo bien: — Ella se encuentra bien de salud y animada. Puedo aseguraros que de ella cuida uno de los mejores médicos que he conocido en mi vida y todas sus compañeras la tienen en gran respeto y estima. Clala cuida de ellas, las aconseja y guía para que tengan una vida más feliz dentro de su situación. Vuestra sobrina es una mujer admirable.

Obviamente no dije nada sobre los cuarenta tipos que se la follaban diariamente o los detalles de su dieta basada en pasta de nutrientes mezclada con semen. Decidí ir al grano: — Señor, cuando entrevisté a vuestra sobrina, me rogó que os hiciese llegar la advertencia de que poderosas influencias están maniobrando para que en la recaudación de los próximos tributos se incluya a vuestra hija. Teme que la antigua familia de vuestra esposa, el barón Von Windaria y su prole, manipulen al Representante Provincial Imperial ubicado en la zona para que "casualmente" su nombre salga de la cesta de candidatas. Ese es el propósito de mi visita.

Observé como sus nudillos se ponían blancos de la fuerza con la que apretó el puño conteniendo su rabia. Hizo memoria durante unos instantes y al final exclamó: — ¡Ese cabrón! ¡Ese malnacido hijo de mil hienas con la polla de una rata! Disculpadme, pero creo que vuestra advertencia llega tarde. Hace una semana recibí una carta del Representante Provincial Imperial exigiendo una visita en las instalaciones gubernamentales, acompañado por mi esposa y mi hija. El muy bastardo no solo quiere robarme a mi hija sino que además quiere hacerlo delante de sus padres. Un edicto imperial de esa índole es casi imposible de revertir una vez entra en funcionamiento. Sonia aún le faltan meses para cumplir los dieciocho años. Decidme, señor Kronor, basándoos en como visteis a mi sobrina Clala ¿sería muy duro el destino de mi hija?

Decidí ser lo más delicado posible porque no tenía ganas de contemplar un drama familiar. — Señor, vuestra sobrina aguanta porque es una combatiente de primera línea, endurecida y disciplinada. Ese tipo de vida habría destrozado a cualquiera más débil que ella hace años. En cambio, vuestra hija apenas ha dejado de ser una niña. No creo que sea recomendable para su salud mental. Además, no volveríais a verla jamás. Merece la pena luchar por encontrar una solución alternativa. Así pues os dejo con vuestros libros de leyes deseándoos la mejor de las suertes. Yo debo regresar a la capital y continuar con la redacción de mi Memoria — Me levanté e hice ademán de despedirme con una reverencia, pero mi anfitrión me cortó en seco. No iba a permitir que me marchase sin haber comido y descansado debidamente. Así pues, tras ingerir un sencillo pero reconfortante almuerzo estuve matando el rato en la surtida biblioteca de mi anfitrión quien resultó ser un apasionado de la historia militar a nivel mundial. El sol estaba ya poniéndose cuando un criado me llevó de nuevo al mismo despacho donde me había recibido el señor de la casa.

Antoine Philias Blanche parecía haber envejecido un lustro desde nuestro encuentro por la mañana pero parecía a la vez preocupado y esperanzado. A pesar de estar sentado, su lenguaje corporal dejaba entrever cierto nerviosismo mantenido a raya por una voluntad de hierro. Estaba seguro que no había salido de la habitación en todo el día buscando el más mínimo resquicio legal que pudiese salvar a su hija de convertirse en una esclava permanente de la casa de placer que gestionaba Rufina Von Windham. Recogió del suelo un tomo de reciente publicación con un grosor de más de un palmo y empezó a abrirlo por páginas señaladas a toda prisa mientras me miraba.

— Señor Kronor, creo haber encontrado la solución a todo este atropello, pero me gustaría saber su opinión al respecto como historiador y erudito. He repasado todos los apartados del tratado de anexión de Asteria por parte de Zolst tantas veces que podría recitarlos de corrido y he encontrado un punto que pese a su simpleza podría ser la palanca que incline todo este conflicto. Se encuentra entre las condiciones de pago de tributos y derechos generales de la esclavitud y sencillamente dice "No podrán ser candidatos a tributos aquellas personas que ya se encuentren en estado de esclavitud". Es un argumento sólido y explícito, firmado por el emperador Ioannes en persona. Habría que estar legalmente loco para discutir algo así.

— En efecto, ese artículo está precisamente pensado para evitar que un noble con fondos compre un esclavo y lo envíe como tributo en su lugar. Es una de las tradiciones más antiguas de la historia diplomática del imperio. Pero no veo como aplicarla en este caso, pues vuestra hija no es esclava, en Asteria nunca ha habido esclavitud y en Zolst no se permiten esclavos particulares salvo casos muy concretos como las Lenguas para las ciudadanas zolstianas.

— Podríamos combinarlo con el acta XXVII del Decreto de Consolación en la que mediante la excusa del favorable intercambio cultural de la nación conquistadora a la nación conquistada se permite la cesión de una persona en régimen de esclavitud durante un periodo de tiempo mínimo de 15 años prorrogable a 30. No viola ninguna de las leyes actuales puesto que, a pesar de que la persona se inscribe legalmente como esclava propiedad de un amo, existe un consentimiento triple: de la esclava, del amo y de la familia de la esclava.

El noble caído en desgracia acababa de encontrar la solución a su problema. Recurriendo a ambas leyes, la única manera que tendrían los Von Windham para poner a aquella chica en un cepo era infringir dos decretos imperiales de primer orden y entonces serían ellos los que acabarían en la guillotina. Era brillante. Aquel hombre cada vez me caía mejor, pues sabía de primera mano lo complicado que era torcer una ley de tributos. Por eso lamenté tener que contradecirle: — Señor, aún hay algo que me inquieta. Para que todo esto sea posible, necesitáis a un ciudadano zolstiano que acepte a vuestra hija como esclava. ¿Disponéis acaso de alguien de confianza al que entregar a Sonia?

— Ese es precisamente el punto que me preocupa en estos momentos. Como parte de la familia real de Asteria, difícilmente puedo contar con amistades en Zolst aparte de dos o tres funcionarios provinciales más interesados en chupar mi sangre que en fomentar la paz entre nuestros territorios. Mi esposa es zolstiana, pero al haberse exiliado con gran escándalo absolutamente todas sus antiguas amistades la han repudiado. Me temo que sólo puedo contar con una persona para esta tarea.

— ¿Y es de confianza esa persona?

— Eso espero, pues me refiero a vos, señor Valentin Kronor.

Eso me dejó sin habla. Reconozco para mi vergüenza que traté de hablar dos veces y no conseguí más que balbuceos inconexos. Busqué algo para aclararme la garganta y mi anfitrión no dudó en servirme un vaso de excelente brandy de su propia botella. Valoré el gesto, pues era indicativo de que no pretendía envenenarme. Dos largos tragos más tarde, pude empezar a articular coherentemente de nuevo:

— Señor, permitid que os recuerde que no me conocéis. Me habéis visto por primera vez esta mañana. No sabéis si soy realmente quien soy. No sabéis si soy un pervertido sexual que pondría a vuestra hija a copular con mastines por diversión o la vendería según llegase a la capital para ganarme el favor de los Von Windaria. Perdonadme, pero creo que os precipitáis.

— El simple hecho de que os pongáis en duda ya os cualifica. Si fueseis el pervertido traidor que describís simplemente habríais pedido el papel donde firmar. Parte de mis esfuerzos durante todo el día han ido destinados a corroborar vuestra historia. Sé que sois un hombre de palabra, pues si no no estaríais aquí por cumplir una promesa a una esclava de placer. Sé que la historia de la memoria que estáis elaborando es cierta pues vuestro nombre aparece en los comunicados oficiales gubernamentales para que se os facilite el acceso a las casas de placer de todo el Imperio. Y sé que a pesar de tener una gran libido, ser de naturaleza dominante y poseer una extraña fijación por los culos bonitos tratáis a vuestras amantes esclavas con mucho mayor respeto del que suele mostrar el zolstiano medio. No me miréis con esa cara; por lo visto dejasteis a la administradora del Descanso de Winford tan satisfecha que ahora piensa en vos cada noche. Fuimos derrotados, pero nuestros servicios de inteligencia siguen siendo eficaces.

— ¿Y conociendo todo eso estáis dispuesto a cederme a vuestra hija no menos de quince años?

— Lo hemos hablado mucho ella, su madre y yo. Sonia está de acuerdo en aprender las maneras y costumbres de una esclava zolstiana y consagrarse a servir a un amo si con ello evita convertirse en un juguete sexual a merced del primero que pase. Como os decía, nuestros servicios de inteligencia son eficaces. Vuestra descripción de las condiciones de vida de mi sobrina Clala han sido tan educadas como faltas de detalle. Cuando escuché como vive una esclava de la Ciénaga de Araha entendí porqué Clala lo arriesgó todo por advertirme. No os preocupéis, ella está de acuerdo y será una esclava fiel y obediente aunque ahora mismo esté falta de experiencia. Por supuesto, os mandaremos una generosa asignación mensual para su mantenimiento. Permitid que os la presente.

Hizo sonar una campanillla al lado de su sillón y al poco se abrió la puerta y por ella entró Sonia Blanche, la que se suponía iba a ser mi esclava a partir de esa misma noche. La habían vestido con una túnica de color crema oscuro que llegaba hasta sus pies, por lo que difícilmente uno podía hacerse una idea de su cuerpo. Tenía un rostro hermoso, quizás algo delgado para mi gusto que achaqué a sus hábitos deportivos. No podía faltarle mucho para la mayoría de edad, aunque aquella condenada túnica hacía imposible cualquier juicio sobre sus atributos físicos. Había un gracioso contraste con el tono de su piel, pues ni era del blanco níveo tan habitual entre los nobles ni del moreno oscuro de aquellos que trabajan de sol a sol en el campo sino que mantenía un saludable moreno ligero muy atractivo. Hermosos ojos verdes, herencia de su madre zolstiana y una melena negrísima que caía suelta hasta más de la mitad de su espalda. La única concesión a la coquetería que conservaba era una pequeña trenza que caía por el lado izquierdo de su rostro. Pensé que en otras circunstancias su rostro habría sido jovial, aunque ahora mismo presentaba un semblante serio, entre la decisión y el terror a lo desconocido. Aún así, mantenía un envidiable control sobre sí misma cuando se sentó al lado de su padre quien volvió a tomar la palabra.

— ¿Y bien, señor Kronor? ¿Aceptáis mi oferta y libraréis a mi hija de toda clase de tormentos infames?

— Antes de aceptar, quiero que queden claras dos cosas. Una: si tomo a Sonia como esclava tendré con ella la relación que un varón tendría con su esclava sexual personal; lo que implica que tendré sexo con ella cuando desee, como desee y será entrenada según mis gustos particulares. Cualquier cosa distinta sería tremendamente sospechosa en la sociedad zolstiana y atraería la atención de personas más poderosas que usted o yo. Y dos: quiero oír de su propia boca que está de acuerdo con todo esto y me obedecerá en todo. Si no lo pone todo de su parte desde el primer momento estamos todos condenados. ¿Qué me dices? — concluí, dirigiéndome directamente a ella.

— Estoy dispuesta a ser su esclava y obedecer todas sus órdenes, señor Kronor. Solo le pido paciencia conmigo pues mi experiencia en estos temas es... mínima. Mi madre ha pasado el día instruyéndome pero me temo que sus conocimientos son los de una madre y esposa, no los de una esclava de placer.

— En ese caso, acepto mi papel en esta trama. Que los dioses velen por todos nosotros. ¿Podrían servirnos una cena ligera a ambos en una habitación privada? Sonia y yo tenemos muchísimo que hablar y los primeros contactos son muy importantes. Lo ideal sería en su habitación, un entorno que no le resulte hostil.

— Así se hará, señor Kronor. — Tomó una cajita que había traído Sonia y la abrió, para sacar de ella un collar de cuero rojo y una correa de idéntico color en fibra trenzada. Con gesto amoroso ciñó el collar en el cuello de su hija, le hizo una caricia en el rostro, enganchó la correa en la argolla central y me ofreció el otro extremo. — Le confío lo mejor que he hecho en mi vida, señor Kronor. Espero que en el destino que le tenga reservado sea capaz de brindarle cierto grado de felicidad. En caso de que alguna vez le contraríe o desee deshacerse de ella, le ruego que nos la devuelva aunque confío en que jamás se vea ante una decisión así. Para mañana tendré todo el papeleo listo, mientras tanto disfrute de la cena y la noche.

Es decir, que básicamente me estaba diciendo que me acostase con su hija esta misma noche. No pensaba decepcionarlo, pero tampoco quería crearle traumas innecesarios a la pobre chica. Mientras aún llevaba la correa en la mano, ella me guió por la casa hasta su aposento en el piso de arriba. Una habitación típicamente femenina con una cama de tamaño medio, un escritorio y unos cuantos estantes donde guardaba trofeos de diversas competiciones deportivas. En unos instantes un par de criados nos colocaron dos sillas, una mesa y unas cuantas viandas encima desapareciendo a continuación y dejándonos solos. La invité a sentarse y comenzamos a cenar, aunque ella percibió el detalle de que había soltado la correa pero no se la había quitado del cuello. Estaba queriendo expresar que confiaba en que no iba a huir de mi lado. Durante la cena respondió a mis preguntas de buen grado y descubrí que, tal y como temía, su experiencia sexual era cercana a cero. Se tocaba de vez en cuando durante su baño o en la cama, pero nada más. También descubrí que practicaba la equitación y la esgrima con florete, que le gustaban las orquídeas, que hablaba tres idiomas con fluidez y que adoraba e idealizaba a su prima Clala. No tardó en preguntarme si tendría ocasión de verla y tuve que decepcionarla al recordarle que toda esta situación era para que no acabase como ella. Yo le hablé de mis estudios, de mi humilde casita en la capital y de la casa de campo en el norte que había heredado de mis difuntos padres. Al final la conversación fue decayendo hasta un silencio incómodo, pues ambos sabíamos lo que tocaba a continuación. Decidí que lo mejor sería tomar la iniciativa si iba a ser el amo así que le ordené que se desvistiese para poder apreciar mejor sus atributos.

— Como vos ordenéis, señor. — Y procedió a quitarse sin no pocos reparos esa espantosa túnica gris que le habían puesto. El cuerpo que se escondía debajo era magnífico, pero invitaba a cultivarlo un poco para alcanzar nuevas cotas de belleza. Sus pechos tenían una forma bonita y estaban coronados por dos pequeños pezones rosas que invitaban al juego; pero aún quedaba margen para que creciesen un par de tallas más. Poseía un culito firme y respingón en forma de corazón, pero se podían apreciar los huesos de sus caderas. Sus piernas estaban muy bien torneadas pero, al igual que su cintura, le sería muy conveniente una alimentación mejor para ganar un poco de carne y alcanzar la perfección. Hice que se diese la vuelta sobre sí misma un par de veces y también aprecié que en aquella provincia no había costumbre de depilar el vello púbico. Bien, era la primera noche pero eso habría que cambiarlo en seguida. Acto seguido, empecé a desnudarme yo sin mucha ceremonia y me divirtió su reacción escandalizada tapándose la cara con las manos para luego no saber si continuar tapándose los pechos y la entrepierna o el rostro. Decidí ser muy claro desde el primer momento:

— Escucha Sonia, entiendo que esta es tu primera vez y que todo esto te ha caído de golpe, pero tienes que aprender y tienes que aprender deprisa. Esta noche voy a ser comprensivo, pero a partir de mañana una respuesta así serán un par de azotes en ese culo tan estupendo que tienes hasta que se te quede rojo. Y he de decirte que si queremos que esto funcione vamos a tener que ser cien por cien sinceros el uno con el otro. Yo siempre predico con el ejemplo así que te voy a ser muy pero que muy sincero: estoy arriesgando mi carrera, mis posesiones, el buen nombre de mi familia y mi propia vida porque no acabes meneando el culo en un burdel de baja estofa. Es verdad que lo menearás para mí, pero te aseguro que no será ni la décima parte de malo de lo que aguanta tu prima cada día. De hecho, si estoy aquí es porque Clala no desea para ti ese destino. Espero que cualquier miedo o duda que tengas me la comuniques así como yo te iré guiando en tu educación según mis gustos y preferencias. Pero no quiero ni niñerías ni vergüenzas porque vamos a ser amo y esclava. ¿Te ha quedado claro o prefieres que te aclare algún punto?

— Gracias por vuestras palabras, señor Kronor y estimo vuestra sinceridad y amabilidad. La verdad es que ahora mismo me encuentro aterrada ante lo que va a pasar y no quisiera provocar vuestro rechazo así pues os ruego disculpéis mi inexperiencia y os imploro no seáis brusco conmigo pues todo el mundo me ha dicho que la primera vez que un hombre y una mujer yacen juntos es una experiencia muy dolorosa.

— No te preocupes por eso, seré todo lo delicado que se pueda ser. — A decir verdad, también era la primera vez que desvirgaba a una muchacha, por lo que tampoco me apetecía hacer una demostración de vigor sexual que acabase con Sonia chillando de dolor y su padre decidiendo que a lo mejor no era tan buena idea dejar a su hija en mi custodia. — Empezaremos por lo más básico: a partir de ahora tu nombre será Esclava Sonia, o Esclava a secas. A mí te referías como Amo o Amo Kronor. Algunas esclavas alcanzan un alto grado de familiaridad con sus amos y les llaman por su nombre o Mi Amo, pero pienso que eso debes decidirlo tú si llega el caso.

Me senté en su cama y le indiqué que se acercase. — La primera posición que vas a aprender es la de espera o reposo: es tan simple como sentarte de rodillas sobre tus talones, con las manos sobre tus muslos, la cabeza recta y la mirada baja. Así, muy bien. La segunda posición básica es la de ofrecimiento, que es la que adopta una esclava cuando espera desea ser usada o se lo ordena su amo. Ponte en cuclillas, espalda recta, coloca las manos detrás de la cabeza y separa tus piernas todo lo que puedas. Vamos, que ambos sabemos que eres una atleta, no me digas que solo puedes abrirte de piernas tan poco. Así, mucho mejor. Ten en cuenta que esta posición sirve para favorecer tus atributos físicos así como tu disposición para ser usada. Una esclava con ganas de complacer a su amo presentará sus pezones erectos, su sexo húmedo y una obediencia sin fisuras. En seguida cogerás la costumbre. Y ahora te voy a presentar a lo que va a ser el centro de tu vida durante los próximos tiempos... — Y sin más dilación me saqué los calzones y le puse el pene a menos de dos palmos de su rostro.

— ¡Wha! es mucho más... intimidante de lo que había imaginado. ¿Y esto se va a alojar en mi interior? Es inmenso...

— "Esto" va a pasar por todos los rincones de tu cuerpo, incluidos aquellos que aún no conoces. La etiqueta dicta que antes de empezar a ser usada, la esclava debe chupar completamente todo el sexo del amo incluidos los testículos y sin usar las manos, pero al ser la primera vez te dejaré usar las manos y no haré caso a tus errores... salvo que tus dientes me toquen. Si se da ese caso, vas a ser severamente castigada así que ten cuidado.

Pude ver como se preparaba mentalmente, respiraba hondo y empezaba a lamer mi miembro con ímpetu, como si quisiese acabar cuanto antes. Me resultaba divertido en su torpeza ya que imprimía mucha fuerza pero solo daba lametones como si estuviese degustando un helado. Supongo que el concepto de metérsela entera en la garganta aún era algo desconocido para ella, así que la deje hacer durante un rato indicándole que no se diese tanta prisa. Tuve que reconocer que le puso ganas, pues recorrió todo el tallo de arriba abajo y no dejó un centímetro de mis testículos sin repasar con su lengua. Había algo encantador en la manera en la que se esforzaba a pesar de su evidente inexperiencia. Trataba de ser complaciente y esa era la actitud correcta en una esclava, tuviese veinte años de experiencia o veinte minutos. Aparté su cabeza de mi entrepierna y le pregunté como se sentía.

— Es extraño, ligeramente mareada y a la vez impaciente, no sé por qué. Pensaba que sería horrible pero es un sabor salado, como a sudor. El que os depiléis ayuda mucho.

— El tema del depilado tendremos que hablarlo también para ti. Tienes mucho que aprender, pero tu actitud es la correcta. Sube encima de la cama y abre las piernas en forma de M, voy a hacerte mujer de una vez por todas.

Me hizo caso y se abrió de piernas completamente boca arriba. Decir que estaba roja como un tomate era quedarse corto, pero no emitió ni una sola queja. Me entretuve acariciando suavemente el interior de sus muslos y la zona de su pubis, viendo como sus labios vaginales iban engordando con la excitación y se iba mojando poco a poco mientras se le escapaban ligeros gemiditos entrecortados. Era tan sensible como cabía esperar. El sexo oral tendría que esperar hasta que aquello estuviese bien limpito y afeitado, privilegios que tiene el ser el amo.

Me coloqué encima suya y avisé que iba a entrar, que mera mejor que se relajase. No es que calce un manubrio de 35 centímetros, pero sí tengo que reconocer que el grosor es mayor de lo normal. No había desvirgado nunca a una muchacha, así que fui entrando muy poco a poco y con cuidado, sorprendido al encontrar resistencia pero tampoco una barrera que hubiese que derribar con martillo y escoplo entre gritos de dolor y chorros de sangre. Noté un par de estremecimientos pero si le dolió se abstuvo de montar una escena. Poco a poco terminé de introducirme completamente en ella y le pregunté: — Sonia, ya eres una mujer. ¿Te ha dolido?.

— Un poco — contestó entrecortadamente - pero lo esperaba peor. Creo que los años de montar a caballo me han insensibilizado. ¿Ya está?

Así que era eso. Probablemente habría perdido el himen hace años. Pero si pensaba que el sexo consistía en entrar y listo, se iba a llevar una buena sorpresa. — No, ahora viene lo divertido. Concéntrate en el placer — Y dicho esto comencé un meter y sacar a ritmo lento que fui aumentando progresivamente. Y el que se estaba llevando una sorpresa mayúscula era yo: aquel coño era de primera categoría. Estrecho pero invitador, muy lubricado, envolvía mi pene con pasión y me estaba devolviendo cada gramo de placer. Acababa de desvirgar a aquella esclava hacía cinco minutos y sus piernas ya habían rodeado mi cintura para no dejarme escapar de lo bien que lo estaba pasando. Sonia se mordía el nudillo izquierdo tratando de ahogar sus gemidos de placer pero era inútil y al poco tiempo sus brazos también rodeaban mi cuello mientras movía sus caderas acompañando mi movimiento cada vez más frenético. Demonios, era el mejor coño que me había follado en mi vida, estaba aún sin entrenar apenas y sólo podía mejorar. Era una de esas cosas por las que un hombre pierde la cabeza y hace locuras, como locura era todo aquel asunto . De improviso, Sonia echó la cabeza para atrás con un grito y sus caderas dejaron de acompañarme: acababa de tener un fuerte orgasmo. Mantuve mi mete-saca durante un par de embestidas más y salí de su interior descargando mi eyaculación encima de sus hermosos pechos. No es que fuera la mejor manera de terminar, pero me tuve que recordar seis veces que la chica no había tomado un anticonceptivo en su vida y que dejarla embarazada la primera noche sería catastrófico. Me tumbé junto a ella mientras ambos recuperábamos el aliento y vi como ella recogía con sus dedos parte de mi semen, jugaba con él y finalmente lo probaba cautelosamente.

— Es raro, algo amargo pero la textura no me desagrada. ¿Esto es con lo que las mujeres nos quedamos embarazadas? Jamás habría pensado que tendría este color.

— Te acostumbrarás a él, y también a su sabor. Tu prima Clala se ha convertido en una verdadera gourmet del semen, aunque tú solamente probarás el mío si te portas bien. ¿Como te sientes?

— Rara. Invadida. Ultrajada. Llena. En algunos momentos me siento escandalizada porque un desconocido me ha robado la virginidad y en otros momentos me escandalizo porque jamás había sentido algo tan intenso. Especialmente cuando he comenzado a mover las caderas ¡he tratado de detenerme pero no podía, sólo buscaba el placer! Y el final ha sido maravilloso. ¿Como se llama?

— ¿Lo que has sentido? El término más común para ello es orgasmo, aunque coloquialmente se le suele llamar "correrse". Vale tanto para amos como para esclavas. Y ahora vienen unos cuantos comentarios: como primera vez ha estado bien, pero hay mucho por mejorar. Para empezar, tus modales. Vete despidiendo de que te llame por tu nombre, a partir de ahora serás la esclava Sonia. Tu mamada hay que mejorarla en varios grados, con tu técnica actual no harías correrse ni a un octogenario. Con respecto al orgasmo, la tradición dicta que la esclava debe pedir permiso al amo antes de correrse, por lo que también trabajaremos ese aspecto. No obstante, he de felicitarte por tu valor y tu buena disposición. Apenas hemos empezado a descubrir la clase de esclava que serás, pero todo apunta a que serás una esclava magnífica. No es común correrse cuatro veces y hacer eyacular al amo dos en la primera noche.

Me miró incrédula: — Pero amo, no soy tan vigorosa sexualmente. Solo he tenido un orgasmo y que yo sepa vos también.

Esta vez me quité mi facha de intelectual y decidí soltarme un poco: — Claro que no, pero la noche aún es joven y no hemos terminado. Esta vez te pondrás tú encima, quiero ver como tú misma te penetras con mi miembro y vuelves a menear esas caderas tuyas esta vez a conciencia. ¿No te gustaba tanto montar? Pues vas a montar mi polla hasta que me pidas clemencia. ¡Arriba!