Memorias de Zolst - 4 - La esclava pelirroja.

Donde nuestro historiador habla largo y tendido con una esclava de la casa del placer que le describe su vida diaria.

El reservado donde podría realizar la entrevista, tal y como me había indicado el doctor Bogan, era en efecto discreto. Pequeño, incómodo, de una austeridad preocupante (dos sillas y un cajón que haría las veces de mesa iluminados por un tembloroso candil de aceite) y como todo el recinto, más que fresco para mis gustos. Mi primera impresión era que allá era donde se juntaban los celadores en sus ratos libres para echar un trago, o bien para usar una esclava recién salida del baño y antes de acostarlas. Quince minutos más tarde y cuando empezaba a valorar la posibilidad de bajar el candil para calentarme las manos, maese Adams entró sin miramientos con la mencionada esclava, le indicó que se sentase en la silla frente a mí y enganchó la cadena que colgaba de su collar a una argolla en el suelo entre sus piernas. La seguridad de aquel sitio no dejaba de asombrarme: la chica venía ya con los brazos expertamente atados a la espalda y bien tirantes con una cadena que se enganchaba a la parte trasera de su collar de esclava, echando para atrás sus hombros y destacando sus pechos. Lacónicamente indicó a la esclava que se portase bien y se marchó cerrando la puerta.

Me detuve un minuto para observarla al completo. La esclava naturalmente estaba desnuda de pies a cabeza aunque por supuesto llevaba su collar de esclava y los grilletes en muñecas y tobillos. De figura bastante delgada, no sobrepasaba en mucho el metro sesenta. Su pelo era de un llamativo pelirrojo aunque lo llevaba bastante corto, casi tapándole el rostro pero sin bajar del cuello. Los dorados aretes de esclava brillaban en sus pequeños pezones, que abultaban erectos en unos pechos de tamaño más bien discreto. Apenas un vistazo de refilón me confirmó que su clítoris también estaba perforado por otro arete dorado tal y como mandaba la tradición nacional. Era difícil no verlo ya que se había sentado con las piernas abiertas tal y como era preceptivo en una esclava y el dorado piercing destacaba en una vagina que parecía recién lavada. Probablemente por la lengua de las llamadas mariposas, pensé. Un sorprendente tatuaje recorría el interior de su muslo derecho, una filigrana compuesta por rosas que crecían entre eslabones de una cadena.

Interrumpí mi observación a notar que la esclava agitaba de un lado a otro la cabeza, como queriendo apartar el pelo que caía sobre su rostro. Al tener las manos atadas decidí ayudarla y en seguida pude ver el motivo de su incomodidad: la esclava que había limpiado sus bajos no había sido lo bastante cuidadosa y la chica apenas podía abrir el ojo izquierdo por los dos generosos chorros de semen fresco que recorrían su rostro. Sin duda la habían sacado de uno de los cepos y traído para acá rápidamente. Con mi pañuelo limpié cuidadosamente aquella cara y me sorprendí pensando que sin ser una belleza celestial la chica era francamente atractiva. Mi sorpresa subió algunos puntos cuando al terminar mi tarea y apartar el pañuelo la esclava adelantó su cabeza y se puso a chupar delicadamente los pegajosos restos de semen que manchaban el pañuelo como si fuese el manjar más delicioso del mundo. Lentamente me miró a los ojos y sonrió. Tenía una sonrisa capaz de iluminar una ciudad.

— ¿Le ha gustado? Los celadores nos tienen dicho que este tipo de gestos suelen gustar mucho a los caballeros elegantes, pero he tenido que improvisar un poco porque no veía nada.

Tratando de disimular mi turbación, tuve que tragar saliva tres veces antes de contestar. — Señorita, me ha gustado tanto que tengo que hacer verdaderos esfuerzos para no arrancarme la ropa y lanzarme encima suya. Pero hoy mi interés urgente es más intelectual que sexual así que le ruego que se abstenga de gestos tan sugerentes. No se preocupe pues solo deseo hablar y que usted me responda sin cortapisas ni miedos a castigos.— Era importante ganarme su confianza. Si tenía miedo a cualquier represalia brutal por parte de los celadores jamás conseguiría un testimonio sincero.

— ¡Caramba! Sí que es un caballero. Hace mucho tiempo que alguien me llama señorita en vez de coñito o putita pelirroja. Trataré de corresponder a su educación aunque como puede imaginarse mis compañías los últimos años no han tenido un nivel de conversación muy alto que digamos.

— Eso no será ningún problema, créame. Mi nombre es Valentin y soy historiador. Pretendo crear una memoria de usos y costumbres de nuestro pueblo y parte fundamental de como funciona nuestra sociedad y economía pasa por nuestro sistema de tributos y esclavitud así que le haré unas preguntas sobre su vida anterior y su vida actual y espero respuestas sinceras, no complacientes. Lamentablemente no está en mi mano ofrecerle la libertad a cambio de su cooperación, ya conoce nuestras leyes. Pero si hay algo que pueda hacer por usted que esté en mi mano, créame que haré todo lo posible por concederlo. — Y era cierto, era tan poco lo que podían recibir aquellas esclavas que prácticamente cualquier cosa que pidieran y no fuese la libertad era cosa sencilla.

— Señor Valentin, soy una esclava de una casa de placer. Ni siquiera me dejan las manos libres mientras hablo con usted. Créame que es muy poco lo que puede hacer usted por mí, pero espero que podamos pensar algo. Mientras tanto, soy toda suya.— No era tonta, pero si íbamos a empezar con los dobles sentidos aquello podía terminar de manera bastante pringosa así que tragué saliva de nuevo y comencé:

— ¿Su nombre?

— Seena Kanon, Capitán de los Lanceros de Rosenkronnen a su servicio.

Así que había sido combatiente. Con tan poca altura tenía sentido que hubiese pertenecido a alguna de las múltiples órdenes de caballería montada que intervinieron en esa guerra. — Suponía que por su color de pelo pertenecía a las provincias más norteñas de la alianza, pero me lo acaba de confirmar. ¿Siendo capitán la enviaron como tributo? — Resopló ligeramente antes de contestar, como si el recuerdo aún le fastidiase.

— No exactamente. Mi unidad tenía como objetivo infiltrarse en territorio enemigo y efectuar un ataque de pinza. No habíamos pasado un kilómetro de la frontera cuando ya nos habían rodeado y capturado. Resultó que hacía tres días que la Alianza se había rendido y nadie nos había dicho nada. Por supuesto que sabían que íbamos y por dónde íbamos a atacar, se lo chivaron nuestros propios superiores. Al menos el tipo que estaba al mando fue muy cortés: nos dio la opción de ser ejecutados allí mismo por terrorismo o bien abandonar las armas, yo me iba como ellos como esclava del Imperio y mis hombres se daban la vuelta y volvían a casa. Cuando llegamos a la capital aún estaban montando todo este tinglado así que hice la formación con el resto de las primerizas: Clala, Kureha y Kirika. Podría decirse que todas perdimos la virginidad con segundos de diferencia. Luego pues ya sabes: piercings, tatuaje, entrenamiento salvaje y al cepo a menear el culo.

El entrenamiento de los primeros días solía ser bastante brutal y su objetivo básicamente era despojar a la esclava de su condición de persona para convertirla en un juguete sexual al capricho de otros. Teniendo en cuenta que en los inicios el doctor Bogan no había formado parte del personal médico, probablemente habían sido especialmente dolorosos. — Desde entonces ¿qué tal ha sido tu vida? ¿Quizás algo monótona?

— Bueno, yo soy un caso algo especial, quizás por eso es por lo que estamos hablando. Sigo perteneciendo al Estado pero legalmente no estoy a cargo de la Ciénaga de Araha sino que mi propiedad está transferida al doctor Bogan. Oficialmente, soy más suya que de este sitio. — Vaya, eso sí que era una sorpresa. Resulta que el buen doctor también tenia favoritas y se las llevaba a casa.

— Eso me llama extraordinariamente la atención. Si perteneces al doctor Bogan ¿qué haces aún en un cepo? Y además ¿a qué se debe ese cambio de titularidad?

— Cuando llegamos nos hicieron el reconocimiento médico y rápidamente vieron que Kureha y Clala eran aptas para el tratamiento de lactancia y yo no llegaba al mínimo por muy poco. Ya puede ver que no es que tenga unas tetas muy grandes que digamos. Creo que eso frustró bastante al doctor Bogan cuando revisó los informes ya que aspiraba a tener unos porcentajes mejores para llamar la atención de sus superiores. Empezó a llamarme a la clínica con más frecuencia de lo normal para probar pequeños incrementos de dosis o terapias alternativas y ya sabe, dicen que el roce hace el cariño. Dos años más tarde aprobaron el cambio de propiedad con condiciones especiales. El precio de una esclava como yo es bastante alto y un médico jamás podría permitirse pagarlo a no ser que sea el médico del propio Emperador. Así que se llegó a un acuerdo mediante el cual el doctor pagaría una parte de mi precio en Escudos y yo seguiría acudiendo a la Ciénaga menos horas para terminar de pagar lo que queda poco a poco. Es muy posible que muera de vieja antes de terminar de pagarlo, pero me gusta este modo de vida. Prefiero pasar medio día con él a no verlo nunca.

Vaya, la cosa estaba escalando rápidamente de favoritismo a romance de folletín a dos escudos — Por tus palabras, parece que sientas algo serio por él. ¿Me equivoco?

— No soy idiota, sé perfectamente que no me va a llevar a la cena de fin de año ni voy a tener un hijo suyo. Probablemente en unos años sus padres le busquen una esposa rubicunda de grandes tetas y coño pelado a base de lametones de otra esclava. Pero el doctor Bogan es un hombre muy competente y puede ser sorprendentemente empático. ¿Como te lo podría explicar mejor? Bogan no dudará en atravesar sin anestesia el clítoris de una esclava con un aguja para ponerle un piercing que mejore su sensibilidad y haga que los tipos se lo pasen mejor follándosela. Pero también practicará duro para poder poner ese piercing haciendo el menor daño posible a la esclava. Todos los días nos marchamos de aquí juntos, nos bañamos juntos y ceno con él aunque mantenga mi dieta de esclava basada en esa pasta asquerosa mezclada con semen. Hacemos el amor, duermo a los pies de su cama y cada mañana le levanto con una mamada que él me agradece concediéndome el primer orgasmo del día. Tengo risas, tengo afecto y tampoco me separo de mis compañeras de cepo. Me obligan a llamar Amos a todos aquellos que me usan al día, pero a Bogan lo llamo Mi Amo y estoy feliz de poder hacerlo.

Realmente sus sentimientos parecían sinceros. De hecho, la chica era bastante más inteligente que el celador que me había hecho de guía hasta el momento. Decidí tentar mi suerte: — ¿Conocías de antes a la Princesa Phillias, a la Cantora de Almas o a alguna de las chicas con las que ahora compartes esclavitud?

— A Clala y Kureha las conocía de mucho antes de la guerra, siempre fue un miembro de la realeza sociable y que tenía a los representantes de otras provincias en alta estima. Ya por aquel entonces deslumbraba a todos con su carisma. Kureha era su escolta personal, no se separaba de ella ni para dormir así que tuve que conocerla forzosamente a ella también. Creo que Kureha estaba enamorada de la princesa, aunque le habría dado igual. Clala solo tenía ojos para su querido hermanito pequeño. Puede que soñase con quedarse embarazada de él, al estilo de las monarquías antiguas. Ahora ya no sé si podría, mi Amo me ha dicho que ya ha tenido que curarle al principito dos desgarros anales por dilatamiento extremo. Puede que cuando vuelvan a verse su Joven Majestad ya no mire a las mujeres como debería.

Aquello era genial, esa chica me estaba dando más información reservada que la que probablemente disponía medio Ministerio de Exteriores. Continué — ¿Y a la Cantora de Almas?

— Los elfos siguen pensando que a los niños los trae una cigüeña. ¿Qué puedes esperar de una chica que va ya por su trescientos cumpleaños pero a la que acaban de desvirgar delante tuya? No sé como sería su vida anteriormente, pero aquí desde luego se lo pasa de miedo o al menos eso aparenta con las voces que pega al correrse. Creo que se siente un poco humillada por Clala ya que puede dar leche y ella no al ser elfa no y por eso grita más de la cuenta. O puede que simplemente vea delante suya una eternidad de años y cepo y haya decidido pasarlo lo mejor posible. Eso tendrías que preguntárselo a ella.

Dos de tres no era mal resultado, me sentía sinceramente contento con aquella entrevista y quise demostrarlo— Bueno, señorita Seena, no la voy a entretener más que seguro que está deseando volver con su Amo. Tengo que decir que me ha sido de muchísima ayuda y agradezco su colaboración. ¿Quizá podría hacer que le envíen un par de cervezas del Kronnen en señal de gratitud?

Seena volvió a mostrarme aquella sonrisa capaz de derretir glaciares — Es muy amable, pero sería un desperdicio. Recuerde que a mí todo me sabe a semen. Aunque… ¿como se llama esa fruta que consumen acá? ¿Melcoto? ¿Mieloto?

— ¿Melocotón?

— ¡Sí! A mi Amo le encantan, dice que su piel suave me recuerda a mi culito. Si pudiese enviar unos cuantos con una nota elogiosa seguro que esa misma noche me echa tres polvos en vez de uno y los tres por detrás. Eso sería un cambio agradable.

Doce años como estudiante modelo en la Scholam Politicae para acabar traficando con frutas que propiciasen el satisfacer los ardores anales de una esclava enamorada. Reconozco que apenas podía contener la risa por toda la situación. No me extrañaba que Bogan hubiese empeñado tal cantidad de escudos con tal de compartir su vida con ella. — Puede darlo por hecho. Cuídese mucho y cuide también del buen doctor.

— El placer ha sido todo mío. ¡Venga a visitarnos cuando quiera!