Memorias de Zolst - 3 - La Cíenaga de Araha.

Donde nuestro protagonista visita la oculta Casa de Placer y descubre asombrado el sistema de explotación de esclavas.

Terminada mi entrevista con la supervisora Rufina Von Windaria y mientras dejaba que la heredera se entregase al placer lésbico bajé al recibidor para conocer a quien iba a ser mi guía hoy. Maese Adams era un hombre bajo pero fornido, poseía una cara que difícilmente uno catalogaría como atractiva y su nariz aún no había vuelto a su lugar original después de golpearse con algo más duro que ellla. Ya estaba advertido de sus maneras de hablar, pero tengo que reconocer que su forma de expresarse tan soez como precisa me resultó divertida y educativa a partes iguales. Tras bajar a las bodegas de la casa procedió a abrir un pesado portón de madera y hierro custodio de unas escaleras de caracol que se internaban varios pisos en el subsuelo. Tenía toda la pinta de que para que Adams hablase tendría que darle pie a ello así que no tardé en facilitarle la tarea de manera amistosa.

— Vaya escalera de bajada, si se cae uno se hace un buen estropicio. Maese Adams ¿recorréis este calvario todos los días?

— Es peor la subida que la bajada, pero sí, recorro esta jodida escalera todos los días desde que se abrió la Ciénaga hace ya cinco años. De todos modos hoy es un día un poco inusual, nunca bajo desde la casa de la Señorita. Los pasos desde las tabernas son menos angostos.— Y probablemente invitan a cervezas a cambio de hacer la vista gorda con algunos invitados extra, pensé. Las pagas de los veteranos dan para vivir modestamente.

— ¿Y como es que se optó por un sitio tan lúgubre? Las paredes son de piedra y bastante húmedas. No parece un lugar nada confortable. — Decidí pecar de prudente, la verdad es que podía ver el vaho de mi propio aliento. Esperaba que abajo hubiese un buen par de hogueras pues si no me daba la impresión de que pocos hombres serían capaces de alzar su virilidad con aquellos fríos.

— Nunca hubo intención de que fuese confortable, señor. Aquella guerra fue una guerra muy mala. Larga y asquerosa. Ellos vinieron a por nosotros y causaron mucho sufrimiento. Los que sobrevivimos éramos gente dura y muy cabreada. Aquí es donde destinaron a los primeros tributos y aquí siguen viniendo las nuevas esclavas cada año. No íbamos a ser además tan necios como para instalar colchones de plumón y sábanas de seda. — Supongo que eso explicaba un sitio tan lúgubre, aunque dudaba mucho que la mente calculadora de Rufina Von Windaria aprobase la altísima cantidad de escudos que debía haber costado un lugar tan oculto solo por satisfacer el ego herido de unos cuantos soldados. De todos modos, era evidente que Adams era un amante de su trabajo después de toda aquella odisea. Un par de tramos de escalera más abajo llegamos a otra puerta que el fornido celador abrió prestamente. Nos encontrábamos en una cámara bastante grande de paredes de ladrillos de piedra iluminada por antorchas en las paredes y algunos braseros. La escalera daba a un soportal que permitía la vista del recinto central desde unos metros de alto para luego descender al piso inferior desde donde se podían oír varias voces, gritos y carcajadas. Tuve que detenerme unos minutos para analizar todo lo que estaba viendo mientras sin duda maese Adams me miraba con risa apenas contenida.

La mitad del recinto estaba ocupado por una fila de estructuras de madera de aproximadamente un metro y medio de alto y de una simplicidad brutal. Dos maderos encajados en en suelo que sostenían unos gruesos tablones de madera con tres agujeros limados en su interior, el central más grande que los laterales. Era un concepto muy semejante al que había visto en algunas culturas occidentales con un aparado de ejecución llamado guillotina. La principal diferencia estaba en los huecos adicionales a los lados para bloquear las manos y en la ausencia de la fatal hoja asesina. Aquellas estructuras estaban hechas para retener, no para ejecutar. Cada una de ellas contenía a una esclava completamente desnuda (a excepción claro de sus reglamentarios grilletes de cuero rojo en muñecas y tobillos y su collar), atrapada por su cuello y muñecas en la madera inmisericorde que la mantenía en una perpetua posición de inclinación de 90 grados con el tronco casi horizontal. De esta manera quedaban totalmente expuestos y fácilmente accesibles sus orificios vaginal y anal, así como su cabeza se situaba a la altura ideal para poder practicar una felación a un hombre de pie. Había quince de estas estructuras alineadas y todas estaban siendo usadas en esos momentos por ciudadanos bien fuese por delante usando la boca de la esclava, por detrás usando algún orificio inferior o por ambos a la vez. Observé incrédulo como dos soldados eyaculaban en la boca y el sexo de una esclava y amistosamente palmeaban sus manos mientras intercambiaban sus posiciones. Al fondo, un grupo de soldados esperaba su turno mientras quedaba alguna esclava libre y compartían una cerveza entre risas comentando la actuación de algún conocido. Maese Adams parecía bastante contento con lo que veía así que empezó a comentar el paisaje dantesco.

— Los llamamos cepos, son un descubrimiento del buen Barón Von Windaria durante aquella campaña. Por lo visto los usaban en los países más al este para castigar a los ladrones. Los instalaban en mitad de las plazas públicas y ponían allí al pobre diablo un par de días sin poder moverse mientras el populacho le tiraba huevos podridos o le daban bofetadas. La señorita Rufina vio en ellos un excelente sistema de sujeción para la función que realizan las esclavas, aunque tuvimos que limarlos y forrarlos con tela en el interior porque provocaban heridas en cuello y manos. Son chicas valiosas y las queremos en buen estado. — La brutal eficiencia del sistema que deja a las esclavas a completa merced de sus usuarios, la normalización de un proceso que solo podría calificarse como violación masiva continuada, todo me estaba dejando anonadado.

— Esas esclavas... ¿cuánto tiempo lllevan ahí consolando ciudadanos? — Durante el tiempo que llevaba mirando una pareja de ciudadanos había acabado en boca y sexo de una esclava, habían sido sustituidos por otra pareja que acababa de terminar en boca y trasero y ya se estaban levantando una tercera pareja para ocupar el puesto.

— Desde que comenzó el turno habitual, las nueve de la mañana. Seguirán follando sin descanso hasta las once de la noche aunque puede que tengan un rato de descanso si hay poca afluencia de público. A las once las desenganchamos de los cepos y las llevamos a los baños para que se limpien bien de sudor y semen y les servimos la cena. Es importante mantener los horarios porque son las únicas horas del día durante las que pueden ejercitar el uso de sus manos. A las doce y media cada una está en su jaula para que puedan descansar y dormir, aunque siempre están tan excitadas que tenemos que atarles las manos a los barrotes porque si no pasarían toda la noche masturbándose y al día siguiente no valdrían para nada. A las ocho las ponemos en pie, desayuno, vuelta al cepo y calentamiento antes de que empiecen a llevar los primeros ciudadanos. Todo está perfectamente organizado por la Señorita. — Ya imaginaba que aquella exactitud despiadada era obra de la afilada mente de Rufina Von Windaria. Pero un detalle me chirriaba. El sistema de cepos estaba concebido para mantener a la esclava inmóvil mientras era usada pero de ser así ¿cómo es que después de su jornada de uso aún estaban en ese estado de calentura?

— ¿Después de catorce horas de sexo sin descanso aún tienen ganas de masturbarse durante la noche? Maese Adams ¿qué clase de ninfómanas sin remedio albergáis en esta casa? — Traté de darle un tono jocoso a la pregunta para ganarme al celador. Nunca estaba de más llevarte bien con quien tiene las llaves.

— Son un grupo de putas bastante complicado, y hemos tenido que ser algo creativos. Con las humanas normales el tatuaje de esclavitud que se les pone encima del coño es suficiente para mantenerlas como gatas en celo. Con las elfas el tatuaje no funciona, aunque se lo ponemos igualmente porque a la gente le encanta. Con esas hay que llamar a un matasanos para que les ponga unos piercings en unos puntos determinados de esas condenadas orejas largas que tienen. Eso interrumpe su circuito nervioso normal y las pone a cien por hora de continuo, pero se tarda un montón hasta que el médico encuentra las zonas apropiadas con tanta oreja. Las semielfas son inmunes tanto a uno como a otro así que atiborramos su gel alimenticio con estimulantes y afrodisíacos pero como en la misma mezcla van los anticonceptivos pues las humanas y las elfas terminan recibiendo en sus comidas una ración extra de alegría para el cuerpo. Ningún usuario se ha quejado y hemos visto que son chicas fuertes y mantienen la cordura a pesar de la sobrecarga de placer en sus cuerpos.

Vaya, se preocupan porque no se vuelvan locas. Un detalle muy humano por su parte, seguro que pensaban. —¿Gel alimenticio? ¿Podrías explicarme qué es eso?

— Otro de los inventos de la Señorita. Demonios,, tiene una mente increíble para estas cosas. Es una pasta compuesta por distintos tipos de proteínas y mejunjes tremendamente alimenticios a la que se añaden los estimulantes, los anticonceptivos y toda la botica que sea necesaria para mantener a las chicas sanas y calientes. Se mezcla en una proporción de 3 a 1 con semen de esclavo para que prácticamente todo lo que ingieran sepa a semen y así se acostumbren rápidamente al sabor. Como tiene esa consistencia pastosa, sus cuerpos los aprovechan casi todo y el único residuo se expulsa mediante la orina, por lo que alguna de estas esclavas fácilmente llevará cinco años sin cagar. Eso deja su culito perfectamente limpio y lubricado para su uso sin tener que recurrir a enemas, dilatadores u otras marranadas.

Recordé a Kaguya, la esclava personal de la Administradora y cómo el cinturón de castidad que portaba también bloqueaba su orificio trasero. En aquel momento pensé que tendría que quitárselo bajo supervisión para poder hacer de vientre, pero ahora lo veía todo bajo una nueva luz. Era ingenioso, barato a medio y largo plazo y muy conveniente para este tipo de explotaciones. Absolutamente terrorífico en su eficiencia. Si Rufina Von Windham llegaba a baronesa no tardaría en convertirse en una de las favoritas del Emperador por méritos propios. Señalé una pieza de mobiliario que me había llamado la atención.

— ¿Qué son esos bancos puestos bajo el abdomen de cada esclava?

— Ah, eso es un regalo de parte de la Señorita. Son precisamente eso, bancos acolchados para que las esclavas puedan apoyar el tronco. Catorce horas son muchas horas de estar inclinadas en ese ángulo mientras se las follan. Los primeros días tuvimos casos de desmayos o dolor de espalda. Con esto están prácticamente tumbadas con las piernas abiertas y aguantan mucho mejor. Además, tienen otra función que creo que en seguida va a poder ver...

Me señaló el cepo más cercano a nuestra posicíón. Una esclava acababa de quedar libre y dos soldados iban a hacer uso de ella. Uno de ellos apartó el banco de debajo de la esclava, apretó una palanca y las patas del mismo se plegaron hasta la mitad de la altura. Volvió a colocar en banco en su sitio y se tumbó encima, quedando justo debajo de la esclava. Su compañero se situó en la posición acostumbrada y con un jovial ¡adelante! ambos comenzaron a penetrar a la esclava por su vagina y culo simultáneamente. Por los gritos que estaba dando ella, parecía estar pasándolo realmente bien pues no hacía más que rogar que la follasen más fuerte. No pude evitar el fijarme en su largo cabello rubio casi platino, en sus firmes y abundantes pechos que lucían los habituales aretes de esclava en los pezones y en su hermoso rostro contorsionado por el placer...

— Un momento... Maese Adams ¿esa esclava de ahí abajo es quien creo que es? — exclamé con incredulidad. Puede que hubiese encontrado mucho más de lo que esperaba.

El celador echó un buen trago de la petaca que llevaba antes de contestarme. — ¿Y quién diríais vos que es, buen señor?

— Salvo que mis ojos me engañen diría que aquellla esclava es Clala Philias, primogénita de la Dinastía Phillias, Escudo de Asteria y heredera del trono cuando el malnacido de su padre termine de morir por gota o cirrosis. Apodada la Orquídea Blanca de Asteria, era la principal instigadora de la alianza de ejércitos que nos invadieron y una de sus generales en el frente. La creía muerta, si os soy sincero. — Y con razón. Aquella muchacha había comandado una horda de varias especies que tuvo al imperio guerreando tres años enteros, empujada por la estupidez de su padre al que manipulaban toda clase de maliciosos parientes ansiosos por apearle del trono. Durante unos años incluso se habló de un posible matrimonio entre ella y uno de los hijos del Emperador.

— Pues ahí la tenéis, capturada en plena retirada junto a lo que quedaba de su escolta de honor y su hermano pequeño, el segundo heredero del trono. Con ambos acá, su padre ha perdido las ganas de guerrear. Es sin duda nuestra esclava de más éxito y en ocasiones hay que reservar su uso con una semana de antelación de la demanda que tiene. Y no solo por el morbo de trajinarse a una princesa de sangre azul. La condenada destacaba en todo lo que hiciese: en caballería, en dotes militares, en canto, en idiomas... Aquí también es sobresaliente: tiene el coño más placentero, el culito más elástico para penetrar, una garganta capaz de tragarse lo que quiera meterle y el par de tetas más glorioso que pueda imaginarse para estrujar. Dan una leche deliciosa, por cierto. Puede fiarse de mí, me la follo al menos una vez a la semana, privilegios de celador. A su derecha tiene a Kureha Touka, capitana de su guardia personal. También es de las que dan leche, pero no es tan buena. Y dos puestos más allá está está Kirika Alma, la Cantora de Espíritus y representante de las naciones elfas en conflicto. Esa no da leche, pero la chupa maravillosamente en cuando le acaricias un poco las orejas. ¡Ja! la puñetera elfa acaba de correrse con tanta fuerza que se está meando encima. No haga caso a los rumores, el pis de elfa no huele a flores; es exactamente igual que el humano. Después de la cena tendré que azotarle un poco el culo por esto, pero seguro que lo ha hecho aposta. La muy puta descubrió al mes de estar acá que era masoquista y desde entonces nos hace este tipo de jugarretas. Cinco años ya, me parece que perteneciendo a esa condenada raza me jubilaré y ella seguirá pidiendo fusta. El principito Phillias lo tiene la Señorita en su casa, creo que al principio quería convertirlo en su Lengua pero ni para eso sirve y ahora lo tiene como juguete con un cinturón de castidad y le pone sus vestiditos de cuando era niña.

Me estaba costando procesar tanta información en un entorno tan saturado de emociones pero aun así pude articular.

¿A qué se refiere con que dan leche? — El celador había mencionado eso dos veces, estaba claro que quería alardear.

— El matasanos examina de arriba abajo a cada esclava cuando llegan. Si es humana y reúne unas características específicas podemos intentar meterle en su comida un tratamiento hormonal adicional que le provoque lactancia y la prolongue de manera indefinida. Aquellas afortunadas que responden al tratamiento son ordeñadas dos veces a la semana y su leche es muy cotizada en algunos círculos selectos. Algunas nobles jóvenes nos la compran porque piensan que consumiéndola les crecerán más las tetas. Ciertos chefs de prestigio la incluyen en sus menús imperiales como ingrediente especial. A cada esclava le sacamos más o menos unos tres litros a la semana, podría ser más pero el trabajo diario les merma la cantidad. Tenga en cuenta que cada vez que se corren fuerte se les escapa unas cuantas gotas de cada pezón y eso sucede bastante a menudo. A las esclavas novatas siempre les da un poco de vergüenza que los ciudadanos vean que se han corrido al señalar sus pezones rezumando leche, pero se les pasa rápido. — Me resultaba inconcebible. Incluso habían encontrado un modo adicional de sacar dinero a lo que no dejaba de ser un servicio público. En ese instante reparé en dos esclavas que no había visto en un principio. No estaban atadas a un cepo, sino que una larga cadena colgaba de sus collares y terminaba en una argolla del suelo. Cada rato se levantaban e inspeccionaban la hilera de culos temblorosos que formaban aquellas esclavas.

— Hay cepos para quince esclavas, pero veo al menos dos mas. Aquellas que están de rodillas esperando en el rincón ¿qué función tienen? — señalé con un ademán.

— Ah, a esas esclavas les decimos las mariposas porque tienen que andar revoloteando de un lado a otro. Son chicas que han venido en el último tributo pero como nuestros Representantes Provinciales son unos inútiles les han colado unas esclavas demasiado jóvenes para esta tarea. Aún deben crecer un poco para aguantar todas las horas que deben. Para que vayan viendo como va el tema y sean de alguna utilidad las tenemos encadenadas al suelo con una cadena larga de unos ocho metros y su función es limpiar a las esclavas cada hora o así. Con todo este volumen de uso es normal que al rato las chicas del cepo tengan los agujeros llenos de semen y no suele gustar mucho al ciudadano meterla en un coño así. En esos casos viene una mariposa, mete la lengua en los agujeros de la esclava y se los deja limpios y listos en un rechupete.

Hasta la higiene provisional se había pensado de manera rápida, barata y de manera sensual y humillante para las esclavas. — Sin embargo, puedo ver que ambas lucen el tatuaje de esclavitud en su bajo vientre. ¿Porqué se les aplica si no van a servir en los cepos?

— ¡Pues para que se vayan acostumbrando a la calentura! — exclamó jovialmente. — Esas putitas tienen tanto vicio encima entre el tatuaje y la comida que ya las he pillado en más de una ocasión abriéndose de piernas a los ciudadanos cuando saben perfectamente que no pueden aún. Dentro de un par de años, cuando crezcan lo suficiente, no pondrán pegas al cepo sino que nos pedirán de rodillas.

Y sin duda, os ahorra a los celadores una temporada de esfuerzos adicionales entrenándolas. Me estaba ganando a Adams a toda velocidad así que decidí soltar la bomba: — ¿Podría entrevistar a la princesa Clala o a la sacerdotisa elfa? Sus entrevistas tendrían para mí un valor inapreciable.

Adams se encogió de hombros antes de responder: — Le voy a ser sincero, señor. Si saco a cualquiera de esas dos de su cepo y permito que pasen veinte minutos con usted tendremos un mes entero de quejas y reclamaciones. No se imagina usted lo populares que son. Los soldados reservan un turno y se lo regalan al compañero que les salvó la vida en la guerra. Nos llegan solicitudes para que las prestemos en fiestas privadas de cumpleaños de nobles de altísima cuna. El único modo que se me ocurre es que se pusiera a entrevistarlas mientras los ciudadanos las usan y no creo que se las entienda mucho con una polla en la boca. No obstante le haré llegar su petición a la Señorita para que ella la valore.

Su última frase casi quedó cómicamente respaldada por el grito de éxtasis que Kirika Alma, Cantora de Espíritus del Pueblo Eterno exclamó cuando un rosario de bolas anales de buen tamaño salió de su culo con un sonoro plop mientras su sexo era rítmicamente penetrado por un pene zolstiano. Decidí que era momento para alejarme de allí antes de que tomase en serio su sugerencia de entrevistarlas en su situación actual. Indiqué a maese Adams que continuásemos con la visita y él me señaló una puerta en un lateral.

Apenas unos metros de pasillo construido con aquella gélida piedra me enseñó los baños. Yo había imaginado que aquello serían un grupo de duchas mal puestas o incluso quizás una pared con desagüe donde las esclavas fuesen regadas con una manguera a presión. Sin embargo, aquello era un estanque de respetables proporciones con agua calentada a base de piedras volcánicas traídas de los hornos panaderos cercanos y que podía acoger perfectamente cincuenta personas. Sin duda las dieciséis esclavas disfrutaban cada noche un baño reparador. Todavía me hallaba admirando aquella obra de fontanería subterránea cuando apareció por la puerta un caballero de cuarenta y pocos años, rostro aniñado que no parecía corresponder mucho con aquel ambiente y quevedos sobre sus ojos. Se presentó como Ivor Bogan, el médico asignado a aquella Casa de Alivio. Sonrió cuando después de darle la mano le indiqué mi sorpresa ante aquellos baños.

— Es muy importante la salud e higiene de estas esclavas, son de un valor inapreciable. No le exagero si le digo que si alguna de ellas muriese o sufriese una lesión importante la señorita Von Windaria ordenaría al maese Adams que me quemase media cara y los genitales con una de esas piedras ardientes. Por ejemplo, tenga en cuenta que las dos horas que pasan aquí las esclavas son las dos únicas horas del día que pueden usar libremente sus extremidades. Aquí ejercitan sus músculos superiores, mueven las articulaciones y realizan ejercicios guiados enfocados a preservar su salud.

El tipo parecía genuina mente informado de los problemas que podían ocasionarse con aquella postura y la actividad sexual constante. — ¿Qué más funciones realiza acá abajo?

— Realizo la supervisión médica de cada una de las chicas, llevo un seguimiento nutricional de ellas así como efectúo frecuentes reconocimientos médicos y análisis en busca de enfermedades venéreas o desequilibrios hormonales. Regulo las proporciones de la farmacopea incorporada en su dieta según su metabolismo. También me encargo de todo el proceso periódico de ordeñe, de renovar los tatuajes de esclavitud y de realizar todas las operaciones de perforación cuando llegan acá. En mis peores días tengo que reparar pequeños cortes, desgarros y hemorragias a las chicas. Como puede ver, no tengo mucho tiempo para aburrirme. ¿Querría visitar mi pequeña clínica?— Me indicó con una sonrisa.

En efecto, la clínica del Doctor Bogan estaba al final del pasillo y como en todas las clínicas reinaba un ambiente aséptico, limpio y ligeramente inquietante. A las dos camas para enfermos y las camillas de reconocimiento se unía un enorme sillón de ginecología completamente equipado y multitud de armarios con suministros médicos minuciosamente ordenados. Detrás de otra cortina se encontraban dos cruces de San Andrés con sus correspondientes grilletes y dos sillones de ginecología de menor tamaño donde destacaban la abundancia de correas y sujeciones para mantener inmóvil a la paciente... y los dos enormes falos que brotaban del asiento. Cualquier mujer que se sentase ahí se iba a sentir muy llena de manera inmediata.

— Estos son los sillones que usamos para el proceso de ordeñamiento. Antaño se usaban caballetes de madera de forma triangular sobre los que se se colocaba a la esclava con las piernas abiertas sobre el ángulo como tortura adicional a la succión de sus pechos. Ahora usamos estos dos vibradores porque tenemos comprobado que el placer orgásmico continuado favorece el flujo de extracción y resulta mucho menos doloroso para la esclava. Yo suelo tapar sus bocas con una gagball perforada para que puedan gemir libremente sin peligro de que se traguen su lengua con el éxtasis. Desde que estoy a cargo de esta Casa de Alivio, todas las esclavas lactantes me han confesado lo mucho que han mejorado su vida diaria gracias a mis métodos comparado con las brutalidades de antaño. Y si me permite la vanidad, no todos los días una princesa le da a uno las gracias por ordeñar sus pechos mientras dos penes mecánicos la penetran sin misericordia.

— Doctor Bogan, créame cuando le digo que me parece que realiza usted aquí una gran labor de hondo calado para nuestra sociedad. Pero hay algo que me sigo preguntando desde que he entrado en el recinto y creo que usted es el único que va a poder satisfacer mi curiosidad. ¿Porqué hace tanto frío y humedad aquí abajo? — Había sido apartarme del recinto con braseros y volvía a sentir un frío espantoso en los huesos.

— La primera razón es una cuestión de favorecer la actividad física. El frío entumece, más aún si como es el caso de las esclavas están desnuda continuamente. Las chicas muestran una mayor disposición a realizar actividades físicas para calentarse así como buscar el calor corporal del otro. Las esclavas de la Ciénaga de tienen muchas razones para querer buscar activamente el ser usadas por nuestros conciudadanos, pero con esto les damos una más.

— ¿Y la otra?

Esta vez no pudo evitar reírse antes de contestarme. —Me temo que es mucho más pedestre. El frío pone los pezones duros. Ahora, si me acompaña a un reservado podrá entrevistar a una de las esclavas tal y como había solicitado...