Memorias de Zolst - 14 - El fin del viaje.
Donde se narra la conclusión de las aventuras de Valentin Kronor por las casas de placer del Imperio Zolstiano.
Después de la curación de Shia, los acontecimientos se sucedieron transcurrieron a toda prisa. En verdad y siendo justos únicamente pasaron tres meses pero para nosotros fueron de una actividad frenética tal que se nos pasaron en un suspiro. Nos enfrentábamos a una tarea titánica pero la seguridad de que nos empujaba una causa justa nos sirvió de motivación para no desfallecer. ¿Nuestro objetivo? Anular la absurda y caprichosa orden que establecía que todas las esclavas de la casa de placer La Ciénaga de Araha debían sufrir la ablación del clítoris. Dado que era una salvajada totalmente ilegal en nuestro sistema legal zolstiano debería haberse podido anular con una simple denuncia. Sin embargo, la orden venía de parte de Rufina Von Windaria, directora del centro y primogénita de uno de los más poderosos nobles del Imperio por lo que tendríamos que ser extremadamente cuidadosos.
Para más inri, toda la investigación legal y recopilación de pruebas que estábamos realizando mi amigo el doctor Ivor Bogan y yo tenía que compenetrarse con nuestros respectivos empleos que consumían la mayor parte de nuestro día. Además, teníamos que realizar el seguimiento médico y evolución de Shia y siendo ella un absoluto milagro de la naturaleza nacida de la imposible unión entre un humano y una elfa añadía aun más trabajo y no pocos sustos a nuestro día a día. El que al día siguiente de curar sus dolores crónicos se despertase midiendo diez centímetros más de alto y quince tallas más de pecho nos dejó bocabiertos, pero no fue la única muestra de que su cuerpo no seguía las mismas reglas que el resto. Por ejemplo, a la semana de vivir con nosotros Shia le pidió a Sonia que le cortase el pelo pues no estaba acostumbrada a llevarlo tan largo. Una hora más tarde lucía un precioso corte a la altura de sus hombros pero al día siguiente su pelo volvía a llegarle más abajo del trasero. Nos resignamos a hacerte un par de largas trenzas para que le molestase menos mientras cruzábamos los dedos porque no le diese por crecer más. Mucho más molesto para ella fue averiguar que si se quitaba los obligatorios piercings de esclava en pezones y clítoris durante el baño o ducha para cuando volvía a vestirse los agujeros se habían curado y desaparecido. Prácticamente pasábamos tres dias de la semana en casa de Bogan, pero a ella no le hizo ninguna gracia volver a sentir las agujas atravesando sus puntos sensibles. Supongo que tuvimos suerte de que su himen no se regenerase también porque si no cada sesión de sexo habría sido un espectáculo circense. De la misma manera tuve que resignarme a que sería casi imposible practicar el sexo anal con Shia ya que era increíblemente estrecha por detrás y ni dilatadores ni enemas parecían surtir efecto en ella. En un mes de entrenamiento apenas fuimos capaces de introducir un lápiz por su culito y aún así mostraba una fuerte resistencia. Shia se mostraba bastante enfadada por este tema al contemplar los estupendos orgasmos que lograba Sonia cada vez que yo la enculaba con fuerza… lo que solía ser algo bastante frecuente. Tuve que establecer un riguroso horario para que ambas no tuviesen que competir entre ellas por mi polla y justo es decir que ambas esclavas ponían todo de su parte para cooperar y lograr mi completa satisfacción.
Mes y medio más tarde de la llegada de Shia a vuestras vidas ya teníamos organizado un casus belli lo bastante completo como para echar abajo aquel despropósito al que nos enfrentábamos. El problema ahora radicaba en hacerlo llegar a alguien con la voluntad de leerlo y el poder para contrastarlo. La ocasión era ideal para ejercer un descarado tráfico de influencias gracias a mi amistad con Heinrich Von Ristoffen, apodado el Pilar del Imperio y una de las figuras más poderosas e influyentes de nuestra nación. Le remití una amable carta a su gabinete privado invitándole a la inauguración de mi nueva residencia y el gran honor que sería que la bendijese con su presencia. Heinrich estaría retirado pero sabía leer entre líneas perfectamente y en seguida confirmamos una fecha próxima. Mi amigo Ivor Bogan estaba nervioso como una chiquilla en su primer baile, pero en cuanto Heinrich bajó de su suntuoso carro se mostró tan encantador y carismático como uno podría esperar. Me saludó cariñosamente, reconoció a Ivor y demostró un sorprendente conocimiento previo sobre sus logros y carrera. Asimismo mostró un gran placer al reconocer a mi esclava Sonia Blanche y elogió tanto su belleza como su excelente educación y actitud. Una hora más tarde lo llevamos a conocer a Shia para que pudiese comprobar lo completa que había sido su recuperacion y todos nos sorprendimos y deleitamos al ver que Shia reconocía a aquel señor “barbudo y bueno que de vez en cuando le llevaba mantas nuevas o un brasero a la celda” durante su encierro en la Gruta. Heinrich quedó sumamente maravillado al ver la transmutación de aquella niña mestiza y agonizante en una vivaz joven de piel chocolate que no paraba de sonreír mientras nos servía café. El increíble avance médico que había supuesto el lograr convertir la lengua de Shia en un nuevo órgano sexual capaz de lograr excitación y orgasmos femeninos le dejó perplejo y alborozado a partes iguales pensando en las múltiples aplicaciones de aquella técnica. Nos divertimos mucho explicándole los súbitos cambios que de vez en cuando sufría Shia en su metabolismo y Heinrich se mostró deleitado por sus avances y la animó a continuar perseverando en el camino de ser una buena esclava de la que pudiese sentirme orgulloso. Discretamente le sugerí si querría probar en persona sus habilidades sexuales pero Heinrich declinó la oferta alegando con una sonrisa que a él no le gustaban tan jóvenes. Acepté sus excusas sin problemas pero internamente me estaba partiendo de la risa: durante nuestra estancia en la Isla de Zok habíamos pasado dos días follando como locos a chicas tan jóvenes o más que Shia, en una sucesión de dobles penetraciones compitiendo por ver quién se agotaba antes. Aquello no era más que la confirmación de algo que ya sospechaba: que Von Richtoffen pensaba que Shia era realmente hija suya y se sentía responsable de su bienestar. Personalmente yo no encontraba absolutamente ningún rasgo de Heinrich en Shia más allá de su pelo rubio tan común en los ciudadanos imperiales y una líbido totalmente impropia para su edad que perfectamente podía venir también de su madre elfa. El resto de la velada fue absolutamente deliciosa; Heinrich se comportó como el invitado perfecto y los cinco disfrutamos mucho sin tener que quitarnos la ropa lo que en el Imperio era todo un logro. Ya caía la tarde cuando nos despedíamos y le hicimos entrega de la voluminosa carpeta que habíamos recopilado durante un mes de intenso trabajo. Se la entregué indicando mis esperanzas de que pudiese analizarla en fechas próximas pero Heinrich pudo apreciar la nota de desesperación de Ivor cuando le rogó que lo hiciese cuanto antes. Mientras observamos alejarse su transporte, ambos pensamos que nuestra suerte estaba echada.
Dos días más tarde encontré un sobre sin remitente ni sello en mi buzón. Dentro tenía una pequeña nota con tres palabras escritas. Simplemente decía “Descuida, espera y observa”.
Una semana más tarde, Ivor llamaba a mi puerta como si le estuviese persiguiendo una manada de lobos. La Ciénaga de Araha había sido intervenida: el Ministerio de Hacienda había encontrado errores muy sospechosos en las declaraciones de impuestos de los dos últimos años y habían mandado a toda una brigada fiscal que paralizó la actividad y requisó toda la documentación. Las esclavas fueron devueltas a sus jaulas, los celadores enviados a sus domicilios y su directora, la infame Rufina Von Windaria, aquella mujer que había dado la orden de comenzar el próximo año extirpando los clítoris de todas las esclavas a su cargo había sido llevada a declarar ante los jueces con unos modales muy poco correspondientes a su noble estirpe. De momento no se sabía qué iba a pasar con todo aquello pero mi amigo iba a pasar las próximas semanas en la casa de placer atendiendo a las esclavas allí cautivas ya que sin celadores podían perfectamente morir de desnutrición.
A partir de aquel día los acontecimientos legales se sucedieron de manera tan escandalosa y polémica que la mejor manera de definirla la encontró Sonia denominándola “el gran despelote”. Los inspectores fiscales descubrieron que se había estado cobrando sumas importantes de dinero por el uso de unas esclavas que debían ser gratuitas y dichas cantidades se habían desviado de manera poco escrupulosa directamente a las arcas de la familia Von Windaria. Dichas prácticas ilegales fueron corroboradas por varios celadores que reconocieron cobrar importes a los visitantes y almacenarlos en cajas que se mandaban a la residencia de la Directora. Los gobernadores provinciales de varias regiones conquistadas declararon de manera contundente su rechazo a que las esclavas suministradas por sus territorios fuesen tratadas con tanta crueldad. Un juez todo furia declaró culpable de todos los cargos a la dirección del establecimiento. Obviamente una integrante de la alta nobleza como era Rufina Von Windaria nunca pasaría ni un minuto en la cárcel, pero quizás la otra opción sería peor. La antaño altiva y autoritaria joven fue enviada a un convento de clausura en mitad de la nada donde tendría una larga vida de rezo, humildad, trabajo manual y mucha castidad. Se decretó el cierre de las instalaciones al ser económicamente inviable el mantenimiento de una casa de placer tan grande en los túneles más bajos de la capital. Las declaraciones juradas del doctor Ivor Bogan, médico adjunto al establecimiento, resultaron de gran ayuda para entender las condiciones de vida de las esclavas residentes y como se podría llegar a una solución para aquellas jóvenes. Aportó pruebas médicas que desaconsejaban su liberación y reinserción en la sociedad dadas las vejaciones e intensa actividad sexual que habían experimentado en los últimos años, pero sí podrían resultar increíblemente útiles en otras casas de placer más tradicionales. No pasó mucho tiempo desde que la sentencia se hizo pública para que Ivor me contase alborozado que le habían nombrado coordinador general de tres casas de placer que se estaban construyendo en el norte de la ciudad que acogerían a las esclavas antaño internas en la Ciénaga de Araha. Una de ellas, dedicada íntegramente a las esclavas de origen elfo que estaban ya más que acostumbradas a fornicar con humanos, esperaba fomentar la cooperación entre ambas razas y ayudar a los ciudadanos zolstianos a ver a aquellas chicas de largas orejas y grandes pechos con una luz más favorable y menos perniciosa.
Durante todo este ajetreado proceso yo mantuve mi habitual actividad escritora combinada con alguna visita corta de trabajo a casas de placer cercanas a mi residencia pues no quería alejarme en exceso de mis dos queridas esclavas. Llegaron las primeras nieves y faltaban escasas dos semanas para comenzar las festividades de fin de año cuando recibí una invitación para cenar todos en casa de mi buen amigo Ivor. Me alegré sinceramente por él, estaba trabajando mucho pero se le veía motivado y feliz. Sería estupendo compartir un poco de esa felicidad así que nos desplazamos a su residencia la fecha convenida. Para mi sorpresa y regocijo nos estaban esperando en el porche tanto Ivor como Seena, su esclava en semipropiedad. La pequeña esclava pelirroja con la que mi amigo compartía su vida había pasado por unos meses horribles pero ahora parecía saludablemente recuperada. Para mi regocijo la alegría vital había vuelto a su rostro, algo que era su verdadero encanto pues siempre había gozado de un humor pícaro delicioso. Le transmití mi alegría por su recuperación e Ivor tomó la palabra:
“No solo eso. Por fin vamos a hacer avances en mi viejo proyecto para ella.”
“No me digas que por fin has averiguado la medicación adecuada para que pueda dar leche por sus pechos a pesar de su poca talla.”
“Más o menos. He decidido optar por el método tradicional.”
Seena se levantó la falta para mostrarnos su pubis. Estaba tatuado como todas las esclavas zolstianas, pero su tatuaje estaba negro y carente de los brillantes colores asociados a sus efectos, lo que quería decir que…
“¿No tienes ya los tintes anticonceptivos? ¿Vas a quedarte embarazada? ¡Felicidades, pareja!”
Ahora entendía la felicidad de ambos. Eso también confirmaba que por fin le habían concedido a Ivor la propiedad total de Seena y ella ya no tendría que follar con desconocidos ocho horas al día. Propuse un brindis por la pareja y todos bebimos a su salud a excepción de Seena, cosa que me extrañó. Ivor más tarde me explicaría que Seena llevaba seis años alimentándose únicamente de pasta alimenticia y semen, por lo que estaban introduciendo más alimentos en su dieta poco a poco para que no sufriese trastornos metabólicos. Un par de copas más tarde, mi amigo me indicó que le acompañase al sótano donde tenía instalada una improvisada clínica. Ya había estado ahí abajo anteriormente, pero siendo justos únicamente fue una vez y estaba primero muerto de dolor y después medio drogado por lo que mis recuerdos eran difusos. Bajamos con precaución las escaleras y dio las luces por lo que pude vislumbrar el interior.
En mitad del suelo inmaculado se hallaba arrodillada en pose de espera Clala Phillias, el Escudo de Asteria, princesa heredera de aquel reino agonizante anexionado al Imperio y principal reclamo de la casa de placer La Ciénaga de Araha. Una impresionante belleza rubia cercana a los venticinco años de generosos pechos, larguísimas piernas y un culo por el cual cualquier hombre mataría. La había conocido al principio de mis investigaciones sobre las casas de placer del Imperio y podría decirse que mi entrevista con ella fue el detonante de los grandes cambios que habían conformado mi vida en los dos últimos años. Clala llevaba ejerciendo como esclava sexual en un cepo seis años con una media de cuarenta clientes al día, siete días a la semana sin vacaciones. Sin embargo, ese brutal trato no parecía haber afectado a su imagen. Su larga melena rubia estaba recogida en una discreta coleta que caía por uno de sus hombros. Vestía un incitante conjunto de lencería blanco virginal consistente en un corsé con medias copas que levantaba sus abundantes senos anillados y unidos por una fina cadena. Unos ligueros enmarcaban un sexo sin cubrir por braga alguna y un tatuaje de esclavitud que invitaba al pecado carnal. Sus largas piernas estaban cubiertas por unas medias de rejilla blanca que acompañaban perfectamente su nívea piel, milagrosamente carente de cicatrices, quemaduras u otras marcas permanentes de pasadas torturas. Como de costumbre en ella estaba atada de brazos a la espalda pero también portaba una venda para los ojos y un par de orejeras que la aislaban de cualquier sonido exterior. Ivor me miraba sonriente ante mi cara de perplejidad.
“¿Qué significa esto? ¿Te has traído a casa a la joya de la corona de las casas de placer para montarte una fiestecita? Sé que Seena a la fuerza nunca ha sido celosa pero amigo mío, si quieres ser padre no es la mejor manera de empezar. ” bromeé.
“En realidad no estaba pensando en usarla. Demasiadas tetas para mi gusto, ya me conoces. Estaba pensando en regalártela y que te la lleves para siempre, si te soy sincero. Un pequeño presente por todo el bien que has traído a nuestras vidas.”
“Ivor, si es una broma no tiene ni pizca de gracia.”
“Como sabrás, las esclavas de casas de placer no son considerados seres humanos, sino material de uso público. A efectos legales tienen la misma catalogación que un libro en una biblioteca o una espada en un cuartel de instrucción. Yo soy el coordinador de las nuevas casas de placer y como tal, soy el responsable de todo lo que allá ocurre. Entre mis responsabilidades está la capacidad de decidir si un elemento tiene los niveles de calidad adecuados para ofrecerse a nuestros compatriotas o bien retirarlo del servicio y almacenarlo en espera de reparación o deshecho. No puedo devolverla a Asteria porque sería un escándalo político pero sí puedo declararla inútil para el servicio activo y dejarla retirada por tiempo indefinido… pongamos unos cien años.”
“¿Y está inútil para el servicio?”
“Esta sana como una manzana, te lo aseguro. Yo mismo realicé su última revisión médica ayer y renové sus tatuajes de esclavitud. Si quieres preñarla tendrás que esperar tres años pero por lo demás funciona de primera. Tiene una libido salvaje, el primer año vas a tener que follártela mínimo dos veces al día o irá frotándose por las esquinas como una perra en celo. Hay que tener en cuenta los efectos de un cautiverio tan prolongado: sus brazos y piernas tienen muy poca fuerza y necesitarán rehabilitación. Al igual que Seena necesitara ir cambiando su alimentación progresivamente de la mezcla de pasta alimenticia y semen a comidas de ser humano. No tengo duda que alguien de tu talento sabrá sortear con éxito estos pequeños contratiempos. ¿Qué me dices?”
“Que me va a tener que crecer un segundo par de testículos para poder satisfacer a tanta hembra. ¿Tendría que rellenar todo el papeleo infernal que tuve que hacer ya con Sonia?”
“Está ya todo hecho. Simplemente hay que presentarte pero me vas a conceder el capricho de hacerlo a la antigua. Eres un historiador, seguro que te conoces la ceremonia. Iré a llamar a las chicas, no creo que quieran perdérselo.”
Diez minutos más tarde estábamos todos abajo y yo trataba de moderar la emoción de Sonia al ver quién iba a unirse a mi improvisado harén. Después de todo Clala Philias era la prima mayor de Sonia y siempre había sido una figura admirada e idealizada para ella por lo que Sonia desbordaba de alegría. Me resultaba más difícil valorar el estado de ánimo de Shia, pues se había quedado boquiabierta al contemplar el más que notable tamaño de los pechos de Clala y compararlos con los más humildes suyos o los de Seena. Pedí silencio y a continuación le hice un gesto a Ivor, quien llevaría la voz cantante y serviría de padrino. Éste retiró las orejeras a Clala devolviéndole el sentido del oído, quien aún seguía de rodillas y con los ojos vendados.
“Cosa que estás en el suelo ¿qué eres?”
“Soy Clala Phillias, primogénita de la dinastía Phillias y heredera al trono de esa noble nación.”
“Te equivocas. Asteria ya no es una nación. No existe un trono al que puedas ascender. La dinastía Phillias ya no manda ni sobre su propio cuerpo. Repetiré la pregunta. ¿qué eres?”
“Soy una esclava al servicio del imperio zolstiano. Proporciono alivio sexual a los ciudadanos de la nación. Soy uno de las esclavas atadas eternamente a los cepos de la Cíenaga de Araha con las piernas abiertas para todo aquel que quiera usarme.”
“Te equivocas. La Ciénaga de Araha ya no existe. Sus cepos han acabado en la hoguera. Sus esclavas se han destinado a otras casas de placer. Ninguna casa te quiere entre sus internas. Repetiré una vez más la pregunta: ¿Qué eres?”
“Yo… yo solo soy unos agujeros siempre calientes y húmedos donde pueden correrse los hombres. Un animal en celo al que usar y deshechar. Una adicta a ingerir semen a la que no le importa lamerlo del suelo. Un retrete de carne que acepta todo lo que le echen. No soy nada.”
“Así es. No eres nada. Sin embargo, alguien se ha apiadado de ti, cosa miserable. Se muestra interesado en tomarte a su cargo. Se te ha permitido tomar una última decisión por tu propia voluntad. ¿Deseas entregarte como esclava a este amo?”
“Lo deseo”
“¿Juras entregarle tu cuerpo y alma en su totalidad, aceptando que a partir de ahora él será el centro de tu existencia y tu motivo para vivir o morir?”
“Lo juro.“
“¿Juras servirle incondicionalmente, obedecer en todo y jamás mostrarte rebelde cumpliendo con presteza todas sus órdenes?”
“Lo juro.”
“¿Juras aceptar que posee el control absoluto sobre tí y puede modificar tu cuerpo a su gusto y voluntad, usarte, explotarte, venderte o acabar con tu vida según sea su voluntad o capricho?”
“Lo juro.”
“¿Hay algo que quieras decir antes de entregarte por completo a tu dueño?”
“Yo… yo he sido una esclava muy usada. Los visitantes de la casa de placer apreciaban mucho mi físico por lo que estoy muy follada, tanto por delante como por detrás. Prometo realizar todos los ejercicios diarios necesarios para que mi coño y culo recuperen la estrechez que tanto aprecian los amos en esclavas más jóvenes. Si el amo prefiere someterme a cirugía para estrecharme también lo aceptaré de buen grado pero lo más honesto es que lo sepa por si pudiese variar su decisión sobre adoptar a esta perra en celo.”
“Que el amo se acerque a su nuevas esclava y tome posesión de ella.”
Me adelanté, levanté su cabeza con suavidad por la barbilla y enganché mi correa en su collar.
“Esclava, saluda a la polla de tu amo, quien a partir de ahora es el centro de tu existencia.”
Clala seguía vendada de ojos e ignorante de a quién se estaba ofreciendo pero consiguió acercarse a mi entrepierna y trató de sacar mi miembro de los pantalones usando únicamente la boca ya que sus manos estaban atadas a su espalda. Decidí facilitarle un poco la tarea, me la saqué yo mismo de los calzones y golpeé ligeramente sus mejillas con la punta lo que permitió que ella la localizase rápidamente. De inmediato comenzó una profunda y deliciosamente lenta mamada en la que recorría con su lengua todo mi tallo sin perder un centímetro para a continuación meterla hasta el fondo de su garganta y alojarla sin muestra alguna de arcada mientras seguía estimulando con su lengua y labios. Llevaba un minuto de tan deliciosa mamada cuando de repente Clala se detuvo y se sacó mi miembro de la boca. Parecía sorprendida.
“E-Esta polla… esta polla la he chupado anteriormente. Esta imponente longitud y grosor, este pubis bien depilado para poder meterla hasta el fondo sin interferencias, esta presencia subyugante y – acercó la cabeza más y dio un par de lamidas a mis huevos – y este sabor del escroto tan intenso… Este amo ya me ha usado anteriormente, lo sé.”
Ivor parecía sorprendido, pero mantuvo la voz firme.
“La mitad de los ciudadanos del imperio se han corrido en tu boca, esclava. Continúa antes de que tu amo se arrepienta de haberte acogido.”
Clala continuó con tan excelente mamada pero pude notar que reducía un poco el ritmo para poder examinar con su lengua cada recoveco y discernir quién era yo. Por mi parte, aquella rubia cabeza me lo estaba haciendo pasar tan bien que me estaban entrando ganas de abreviar y eyacular de una vez dentro de tan placentera boca. Agarré su nuca con mano firme y sentí que ella paraba de hacer fuerza y abría todo lo posible la boca para no tocar con los dientes mi pene por mucho que me moviese. Dioses, estaba tan perfectamente entrenada que había adivinado que iba a follarle la boca y se preparaba previamente a la perfección para garantizar mi total disfrute y satisfacción. Comencé un vigoroso mete-saca hasta el fondo de su garganta que ella acompañó armoniosamente hasta que me corrí copiosamente en su paladar con tanta fuerza que llené toda su cavidad oral y casi le sale por la nariz. La saqué con lentitud y noté que Clala mantenía todo mi esperma en la boca sin derramar una gota. Al mantener sus piernas abiertas pude ver que estaba tan excitada que sus muslos estaban completamente encharcados. Pronuncié una sola palabra.
“Traga.”
Así lo hizo, en tres pausados tragos, saboreando con deleite cada uno de ellos y al final sacando la lengua para que pudiese verificar la completa ingesta de mi semilla. Obviamente esta tratando de demostrar lo bien educada que estaba. Como si necesitase pruebas al respecto a estas alturas. Miré a Ivor y asentí con la cabeza. Mi amigo se acercó y retiró el antifaz que cegaba a la esclava a mis pies quien mantuvo la vista fija en el suelo.
“Esclava, alza tu vista por última vez y contempla a tu dueño.”
Clala alzó la cabeza, observo mi rostro y finalmente el reconocimiento llegó a su mente y con él, el regocijo. Miró rápidamente a izquierda y derecha reconociendo rostros. Seena, su antigua camarada de armas ahora feliz como esclava del doctor Bogan. Sonia, su querida prima pequeña, salvada del cepo gracias a su aviso y mi intermediación. Sonreí con franqueza sosteniendo aún su correa en la mano:
“Señorita, debo decir que nuestra última conversación sobre la filosofía de Stheinhemman fue fascinante. Estoy deseando volver a comparar notas.”
“Mi señor, vuestra erudición resulta difícil de olvidar incluso para una vulgar mascota como yo. Ardo en deseos de conocer vuestra postura sobre las tesis de Oppenstraden.”
Estallé en carcajadas mientras todos los demás se miraban confundidos. Era normal, un chiste privado que solo alguien versado en historia y literatura podría entender. Oppenstraden era un filósofo libertino de tres siglos atrás, famoso por lo prolijo de sus escritos y más aun por las fortunas que dilapidaba en queridas, prostitutas y toda clase de placeres carnales. Su obra póstuma había sido “La inversión del gozo” donde defendía ardorosamente que el uso del coño debía limitarse exclusivamente a la intención reproductora dejando para el placer el orificio anal que consideraba mucho más idóneo para proporcionar placer tanto al hombre como a la mujer. Toda una declaración de intenciones por su parte. Mi amigo Ivor carraspeó y tomó la palabra.
“Muy bien, creo que va siendo hora de dar por terminada la ceremonia y que le enseñéis su nueva jaula a esta esclava. Seguro que tiene muchas cosas nuevas que aprender.”
“Así es, querido amigo. Con tu bendición vamos a emprender el camino a casa y os dejaremos en paz a Seena y a tí para que podáis disfrutar la noche y todas las que vendrán.”
Y sin más dilación emprendimos la vuelta a mi villa. Decidí tomar yo las riendas del carro y me llevé delante a Shia, dejando la parte de atrás para Sonia y Clala. Habían estado muy unidas siendo familia y pensé que querrían ponerse al día. Mi intención también era hablar un poco con Shia y tranquilizarla, pues tenía una cara de morros considerable. Estaba seguro de que ella creía que la iban a desplazar de mi lado, igual que como se sentía Sonia cuando llegó ella. Tranquilizarla me costó casi la hora entera que tardamos en regresar a casa pero era imposible enfadarse con ella dado su casi total desconocimiento de como funcionaba el mundo y las relaciones humanas.
Después de llegar tengo recuerdos difusos. Sé que guardamos el carro y los caballos en el establo y nos fuimos directamente a la cama los cuatro, tal era la calentura que acumulábamos. Pero no sería capaz de narrar toda la secuencia ya que después de todo pasamos tres días fornicando como gatos en celo parando lo justo para comer y a veces ni eso.
Recuerdo haber estado sentado en la cama con Clala sentada encima mío disfrutando de una enculada memorable. Sonia debió pensar que era momento de demostrar a su querida prima que ella también tenía habilidades destacables y se nos lanzó a un estupendo trabajo con la lengua alternando el comerle el coño sin usar de Clala como a estimular mis pelotas para que bombease más fuerte. Creo que en ese lance Sonia logró la insólita proeza de que dos personas de distinto sexo se le corriesen en la cara a la vez sin haber estado involucrada en el intercambio.
Recuerdo haber estado follando a Sonia estando tumbado boca arriba y ella disfrutando como una loca cuando apareció Clala con un falo de madera de doble cabeza que había encontrado en el cajón de los juguetes y procedió primero a penetrarse con él para luego meter la otra punta por el culito de Sonia brindando una estupenda doble penetración de las que tanto había disfrutado Clala durante su estancia en la casa de placer. Era una práctica difícilmente reproducible por mí solo y de la que Sonia se declaró admiradora de manera inmediata con unos gritos de placer más que audibles.
Recuerdo haber puesto a cuatro patas a Shia y haber entrado hasta el fondo de su estrechísimo coño mientras ella recibía las riñas bienintencionadas de Sonia por correrse sin pedirme permiso ni esperar a mi autorización. Sorprendentemente, en mitad del mete-saca dijo que con todo aquel ejercicio tenía sed. Mostrando una vez más sus ganas de agradar e integrarse en nuestra pequeña familia, Clala se puso a su altura y le ofreció sus generosos pechos de los que manaba leche gracias a las habilidades médicas de Ivor Bogan. Shia empezó a chupar de ellos con tal entusiasmo que a los diez minutos era Clala la que terminaba corriéndose sin poder retrasarlo; lo que provocó que Shia se alegrase ya que iba a tener compañía cuando la castigasen y las risas de todos.
Recuerdo haberme derrumbado de cansancio por la mañana del segundo día después de 26 horas de sexo ininterrumpido y solicitado un rato de descanso ante el enfado de Shia que veía perder su turno de recibir mis atenciones. Como si fuera una de nuestras mañanas normales, la pequeña semielfa se metió mi polla en la boca para darle una mamada suave que se fue intensificando poco a poco mientras para mi asombro mi agotado pene recuperaba energías y no solo alcanzaba de nuevo su erección habitual sino que comprobé que volvía a eyacular las cantidades que podría esperar como normales en vez de las cuatro gotas que ya me quedaban tras largas horas de fornicio. Ignoro si aquello se debía a alguna extraña capacidad de la saliva de Shia conociendo ya lo anormal de su metabolismo o simplemente su habilidad con la lengua despertó en mí fuerzas insospechadas.
Recuerdo a Clala lamentarse amargamente porque los años de servidumbre en el cepo y los rigores del trato a las esclavas habían atrofiado sus músculos de brazos y piernas dejándola con muy poca fuerza. Esos brazos que antes sostenían incansables espada y escudo ahora estaban temblorosos para aguantar agarrados a mi cuello un par de embestidas. Esas largas piernas apenas podían rodearme y abrazarme con fuerza mientras entraba y salía de ella. Sequé sus lágrimas con tiernos besos mientras pensaba que tendría que reflexionar muy seriamente sobre aquel aspecto.
Recuerdo haber acabado de follarme a Shia usando una técnica que habíamos bautizado jocosamente como dos por uno ya que básicamente consistía en besarla profundamente en la boca mientras fornicábamos. Con su sensibilidad aumentada en la lengua prácticamente conjugaba el placer del sexo oral con el placer de la penetración, por lo que sus orgasmos solían ser dobles. Me extrañó no ver a Sonia o a Clala en la cama y cuando me incorporé vi que ambas estaban en el suelo entrelazadas en un ardiente 69 sin importar el que ambas fuesen mujeres, o que fuesen parientes directas. Me quedé pensando en que gracias al sistema de esclavitud del Imperio Zolstiano ambas habían podido amarse libremente, una paradoja curiosa.
Recuerdo haberme corrido en el culo de Clala y haber pasado prácticamente sin pausa al de Sonia mientras Shia las miraba con franca envidia pues sabía que ella era demasiado estrecha para ese tipo de prácticas. Clala hizo que se pusiese con el culo en alto y comenzó una suave incursión con la lengua en su pequeñísimo trasero, entrando muy poco a poco y estimulando lo máximo posible. Se notaba que era algo que también había dominado en su internamiento en la Ciénaga de Araha, probablemente después de lamer infinidad de culos masculinos a los que les encanta sentir una lengua femenina en su ojete pero les repele la idea de que algo entre por ahí. No consiguió entrar mucho como era de esperar pero le consiguió arrancar su primer orgasmo anal a Shia. Sonreí al pensar que a pesar de sus recelos iniciales Clala se había ganado a la pequeña Shia mostrándose afectuosa e incluso un punto maternal, sentimiento que Shia jamás había disfrutado. Las cosas marchaban bien.
Después de aquellos tres frenéticos días con sus noches me tiré durmiendo veinticuatro horas sin interrupción. Estaba deshecho y no era para menos. Pasé la siguiente semana arrastrándome entre mi despacho y la cama cerrando cartas, comunicaciones e informes a toda prisa mientras mis tres esclavas se resignaban a quedarse un par de días sin mis atenciones y aliviándose entre ellas en la medida de lo que yo les permitía. Alguna venganza tenía que permitirme después de que aquellas súcubos me hubiesen ordeñado cual vaca lechera, lo que no dejaba de tener su gracia si tenía en cuenta que ahora contaba entre mis esclavas a una que podía catalogarse perfectamente como vaca lechera y a la que había que ordeñar dos veces a la semana. Esa semana también me sirvió para darme cuenta de algunas manías y problemas que tendría que solucionar si quería evitar problemas de convivencia. Para empezar, los problemas de alimentación y rehabilitación física de Clala para los que no tenía el equipamiento necesario. Había que comprar ropa adecuada para Shia y para ella, con el inconveniente añadido de tener que andar ocultando a Shia para que no descubriesen su raza. Y los problemas para dormir, cosa que jamás habría pensado. Sonia era muy disciplinada y siempre dormía en la alfombra a los pies de mi cama. Shia no tenía disciplina alguna, se subía a mi cama como una gata malcriada y pasaba toda la noche abrazándome sin soltarme un minuto, muchas veces sin que fuese su turno de acompañarme y colándose en mi lecho para gran indignación de Sonia. Clala llevaba seis años durmiendo en una jaula angosta y con las manos esposadas por fuera para que no pudiese masturbarse. Por más que lo intentó fue incapaz de conciliar el sueño en una cama normal y tras tres días de rondar por la casa al final descubrió que podía dormir en la mazmorra del sótano, atada en forma de X en un potro de interrogatorio para evitar dormir sobre el suelo de piedra. Aquello me parecía excesivo hasta para una masoquista como ella, por no hablar de los peligros para la salud que sería dormir así en invierno. Demasiados problemas para mi mente cansada en un cuerpo agotado.
Por ello, resultaría una obviedad decir que cuando anuncié que había conseguido poner en orden mis asuntos y nos íbamos dos semanas de vacaciones mis palabras fueron recibidas con gran alborozo. Al día siguiente bien temprano estábamos los cuatro subidos en el carro y marchábamos a las provincias orientales con paso tranquilo. Las tres chicas viajaban en la parte de atrás, cubiertas con cómodas capas de viaje y por supuesto Shia llevaba su capucha que ocultaba sus orejas. La ley decía que si se trasladaba una esclava debía ir debidamente amordazada y atada de pies y manos, pero era un viaje largo, hacía un día de otoño estupendo y eran muchas horas de viaje como para pasarlas en solitario. Me había cuidado muy mucho de revelar nuestro destino por lo que casi me caigo del carro cuando Sonia me preguntó despreocupadamente:
“Amo, me cuesta calcular los tiempos cuando vamos en carro. ¿Cuánto cree que tardaremos hasta llegar al Descanso de Winford?”
“Esclava Sonia, he mantenido deliberadamente en secreto a donde vamos. ¿De dónde te sacas que vamos al Descanso de Winford?”
“¡Lo sabía! Ya veréis, es un sitio encantador. Clala, la señorita Celia Aintree es una persona estupenda, una erudita tanto en cultura como en el sexo. Seguro que os vais a caer genial. Y ya verás como te encantan sus baños termales Shia, vas a poder nadar a tu antojo.”
“Esclava Sonia, no me has respondido la pregunta y como no la respondas en seguida te vas a tirar con un cinturón de castidad hasta final de verano. Me encanta que me la chupes en el despacho mientras trabajo pero si descubro que has estado leyendo mi correspondencia lo único que va a pasar por tu boca de mi anatomía va a ser mi orina. ¿Me he expresado con la suficiente claridad?”
“Mi amo, soy su esclava y si decide empezar a usarme como retrete será un honor recibir sus meadas. Quizás resulte un poco embarazoso revelar mis fuentes de información ¿me autorizáis a hablar libremente?”
“Sonia, como no me lo digas ya voy a detener el carro y hacer que te folle el caballo. Agradezco tu tacto pero habla de una vez.”
“Bueno, es que… mi señor habla mientras duerme. De manera frecuente, además. Especialmente cuando se os despierta mediante una mamada. Para mi vergüenza he de confesar que mientras dormís los nombres que más vienen a vuestros sueños son los de Clala y los de Celia, en muchas ocasiones a la vez. Simplemente he pensado que ya que podéis disponer a vuestro gusto de una de ellas, querréis refrescar vuestros recuerdos con la otra.”
Aquello sí que era una sorpresa. Me había pillado por completo. Mis tres obedientes esclavas estaban haciendo esfuerzos para no estallar de la risa detrás mía así que decidí salir de aquel embrollo en el que yo solito me había metido de la manera más digna posible.
“Un hombre tiene que tener sueños. Puede que jamás los cumpla pero debe atreverse a soñar a lo grande, pues si no se limita a sí mismo antes siquiera de comenzar. Mis sueños nada tienen que ver con la fortuna económica o con la gloria militar pero tampoco me avergüenzo de ellos. Uno de mis sueños siempre ha sido poder uno al lado del otro a los dos mejores culos de todo el imperio zolstiano, follarlos a conciencia y decidir finalmente cuál es el número uno. Ahora tengo la oportunidad de cumplir ese sueño y no pienso dejarla pasar. ¿Algún inconveniente con ello?”
“Ninguno, mi señor. Simplemente os rogaría que me permitáis lubricar con la lengua vuestro miembro y ambos agujeros previamente para que la comparativa os sea más grata. ¿Me concederéis esta merced?”
“Ya veremos, antes tenemos que establecer un plan de rehabilitacion para Clala y un currículum educativo para Shia que incluya tanto formación elemental como sexual. Tengo ganas de poder follarme ese culito absurdamente prieto, pero también tengo ganas de que aprenda a leer y escribir. Con sus habilidades seguro que no le cuesta más de dos tardes y eso nos abriría todo un mundo de posibilidades. Espero contar con vuestra implicación plena en todas estas actividades ¿vale?”
Las tres jóvenes asintieron con entusiasmo. Yo, Valentin Kronor, historiador Imperial, nunca tendría la gloria eterna ni mi vida se estudiaría en las escuelas del imperio. Pero me daba absolutamente igual, había encontrado mi pequeño paraíso y pensaba cuidarlo con esmero.
FIN
Pues hasta aquí he llegado. Ha sido todo un viaje y se ha extendido bastante más de lo que tenía pensado en un inicio. Sirvan estas líneas para agradecer a todos los que me han estado animando y comentando sus opiniones tanto en los comentarios como por correo. Aún no sé si volveré a meterme en un relato semejante, tengo una idea con temática de ciencia ficción y control mental y otra con la que podría seguir con la temática de fantasía semimedieval. ¿Qué os gustaría más?