Memorias de Zolst - 13 - Nuevos problemas.

Donde nuestro protagonista lleva a su nueva esclava a curar y descubre una terrible conspiración.

Capítulo 13:

Se recomienda encarecidamente leer los episodios anteriores pues estos relatos se continúan de manera directa y se hacen menciones constantes a personajes y eventos que se presentaron o sucedieron en partes previas. Como siempre, muchísimas gracias por vuestras opiniones y comentarios. Son de gran ayuda para progresar la historia sin volverme loco del todo.


Pasaban las cinco de la tarde, me encontraba delante de la puerta de la casa de mi buen amigo el doctor Ivor Bogan, llevaba diez minutos reuniendo valor para llamar y empezaba a sentirme bastante gilipollas. ¿La razón de mis preocupaciones? Ni más ni menos que la pequeña figura cubierta con un abrigo con capucha que se encontraba a mis espaldas mirando a izquierda y derecha con un asombro palpable. Hacía escasas cinco horas que me habían encomendado su custodia permanente (en realidad me la habían regalado como esclava, pero aún no lo tenía muy claro) y si bien eso era un compromiso con el que ya tenía experiencia, de lo que no tenía ni idea era de como manejar a una mestiza de una raza casi mítica. Por no hablar de como se lo iba a tomar Sonia, mi otra esclava que se desvivía diariamente por mí.

En fin, si me quedaba ahí plantado como un pasmarote terminaría haciéndose de noche, así que valor y pelotas al aire. Llamé tres veces a la puerta y escuché acercarse unos pasos con presteza, abrirse ligeramente la puerta y tras reconocerme Sonia se me lanzó a los brazos al grito de “¡Amo Valentin!”. Puede que no fuese el recibimiento más ortodoxo que pudiese dar una esclava a su amo, pero no me molestaba la espontaneidad de sus arranques de alegría. Además, maldita sea, yo era su amo y si iba a tener que privarme de lo que a mí me gustaba por respetar las tradiciones estas podían irse al infierno. Prefiero que me reciban con una sonrisa a que peguen la frente al suelo. Ya tendrá tiempo para que se ponga de rodillas más tarde.

“Hola, Sonia. Estás tan encantadora como siempre. Yo también te he echado muchísimo de menos. Dime ¿está en casa Ivor?”

Ella llevaba uno de sus habituales vestidos de criada que tanto le gustaban, en esta ocasión con una recatada falda larga que probablemente ocultaba unos estupendos ligueros debajo. Seguro que había optado por la discreción ya que se quedaba en casa ajena.

“Aún no ha vuelto de la Ciénaga, me temo. ¡Ah! ¿Tenemos una invitada? Por favor, pasen…”

No me pasó inadvertida la expresión de incredulidad que tenía Sonia mientras nos dirigíamos al interior de la casa. Que apareciese con una invitada caída dentro de lo esperable, pero que la invitada fuese descalza, semidesnuda, con la cabeza cubierta por una capucha y que pareciese a punto de caerse muerta en cualquier instante ya se salía bastante de lo normal. Una vez que nos acomodamos en el pequeño pero acogedor saloncito que Ivor tenía en la planta baja me despojé de mi guardapolvo, me senté en un sillón y Sonia hizo ademán de sentarse a mis pies con la cabeza en mi regazo como era la costumbre pero le indiqué que no con la cabeza. Eran momentos serios así que prefería hablarle a la cara.

“Escucha Sonia, quiero hablar contigo antes que nada porque vamos a tener un par de cambios. Esta de aquí es Shia y a partir de ahora va a vivir con nosotros. Es mi deseo que le des la bienvenida con cordialidad y me gustaría que os lleváseis bien. Está muy verde en todo, más aún de lo que estabas tú antes de comenzar tu entrenamiento en el Descanso de Winford, por lo que me agradaría que tuvieses paciencia con ella. Shia, no te quedes ahí, puedes sentarte en esa silla cerca de la chimenea.”

Si Sonia estaba contrariada, hizo verdaderos esfuerzos por no demostrarlo. Caray, me estaban dando ganas incluso de enseñarle a jugar a los naipes. Ella asintió con la cabeza lentamente.

“Por supuesto amo, vuestros deseos son órdenes. ¿Puedo hacer una pregunta?”

“No estamos en la cama ni en la mazmorra, Sonia. Puedes preguntarme lo que quieras. Confianza y sinceridad entre ambos para que esto funcione ¿recuerdas?”

“¿Os he contrariado o hecho enfadar en algún momento? ¿Es porque no me esfuerzo lo suficiente en la cama? Sé que mis pechos no son todo lo grandes que os gustaría pero buscaros otra esclava para sustituirme es…”

Le hice el gesto de callarse. Como esperaba, lo estaba malinterpretando y era mejor cortarlo de raíz antes de que surgiesen más malentendidos.

“Sonia, no te estoy sustituyendo. Estoy inmensamente satisfecho con tu desempeño diario y con tu progresión desde que entraste a mi servicio. Ni siquiera me importa que no tengas unas tetas tan grandes como las de tu entrenadora Celia Aintree porque, reconozcámoslo, el único busto capaz de igualarse al de Celia son las dos magníficas ubres de tu prima Clala y lamentablemente sigue y va a seguir sirviendo en su cepo a docenas de hombres cada día en la Ciénaga de Araha. ¿Como iba a culparte por algo en lo que no tienes ni poder ni decisión? No, Shia me ha sido encomendada por un querido amigo que la ha sacado de un lugar infernal que no pienso ni mencionar. Además, está muy enferma y por eso antes que nada quiero que la reconozca Ivor para poder darle los cuidados más adecuados.”

Eso pareció tranquilizarla. Probablemente ya estaba pensando en que la iba a vender a un burdel o cualquier otra tragedia.

“¿Cuál es su dolencia? ¿Es contagiosa? Pobrecilla, parece muy joven.”

“No tenemos ni idea, sufre de una hipersensibilidad crónica y el más pequeño roce sobre su piel le provoca gran dolor. ¿Ves que de vez en cuando tiembla? Es debido al abrigo que lleva, simplemente el peso de la tela sobre sus hombros para ella es como miles de agujas clavadas sobre sus hombros y espalda.”

Sonia se llevó la mano a la boca horrorizada. Estaba empatizando rápidamente con Shia y aquello era bueno.

“Dioses, menos mal que no he ido a abrazarla, menuda primera impresión iba a darle.” - Por primera vez se dirigió directamente a ella – “No te preocupes. El amo va a hacer todo lo posible para curarte, confía en él.”

Shia permanecía en silencio e inmóvil sentada en la silla, aún con el abrigo y la capucha cubriéndole la cabeza. Pensé que probablemente Sonia no se había dado cuenta de la extraña mezcla de razas que corría por las venas de Shia, pero ya llegaría el momento. Escuché el sonido de la puerta de la calle al abrirse y supuse que Ivor y su esclava Seena habían vuelto de una dura jornada de trabajo en la Ciénaga de Araha, la casa de placer donde él ejercía como médico y ella como esclava-prostituta. Sonia se levantó para anunciar mi presencia al dueño de la casa y al cabo de unos diez minutos estaba estrechando la mano de mi amigo que me saludaba.

“Disculpa por no haberte recibido personalmente, Valentin. Estaba acostando a Seena, estos días son inusualmente exigentes físicamente para ella y en ocasiones acaba su turno desmayada de agotamiento. Es mejor que repose todo lo que pueda.”

“¿Que repose ella? Ivor, amigo mío, perdona que te lo diga pero estás hecho un asco. Quien necesita reposo eres tú. ¿Me contarás qué sucede?”

No exageraba, en los diez días que había estado ausente mi amigo habría perdido un par de kilos y eran evidentes las profundas ojeras que marcaban sus ojos. Respiraba pesadamente y su habitual aspecto aseado había dado paso a una barba de tres días como poco. Decidí que era momento de prestarle todo el apoyo que me fuese posible. Me volví hacia Sonia y le indiqué con voz suave.

“Sonia, por favor, prepara un baño caliente y asea a Shia. Préstale ayuda en todos los pasos, creo que lo más parecido que ha tenido nunca a un baño han sido manguerazos a presión. Ah, y no te asustes de nada de lo que veas. Shia es un poco especial.”

Una vez que ambas chicas nos habían dejado solos, saqué de mi mochila una botella del excelente brandy que había sacado de la bodega del transporte que Heinrich Von Richtoffen me había prestado y escancié generosamente dos vasos. Ivor era un gourmet para los vinos, pero se quedó jugando con su vaso sin probarlo siquiera. Sin duda, la cosa era grave.

“Bueno Ivor ¿me vas a contar qué te sucede o te lo tengo que sacar con fórceps? Estoy en casa de un médico de esclavas, no voy a tener que abrir muchos cajones para encontrar uno. “

Ivor suspiró con desgana, reticente a entrar en el tema.

“Se trata de la Ciénaga, la casa de placer donde trabajo… Ya sabes que tiene un trasiego de clientes espectacular, pero últimamente está siendo algo exagerado. Si antes las esclavas atendían unos cuarenta hombres al día, ahora la cifra fácilmente se está duplicando. La mitad de ellas no puede seguir el ritmo y se terminan desmayando, pero no me autorizan como hace meses a quitarlas del cepo y llevarlas a la enfermería para que descansen. Las dejan en el cepo y se las siguen follando estando inconscientes. Incluso han puesto a ejercer a las mariposas, ya sabes, las chicas que tenían únicamente para hacer mamadas a los clientes porque aún no tenían edad para el cepo. Los turnos han aumentado, ahora apenas les conceden a las esclavas seis horas al día para comer, asearse y dormir. He elevado repetidas preguntas a la dirección y la única respuesta ha sido que aumente las dosis de estimulantes. No sé que va a pasar antes: que empiecen a volverse totalmente locas o que se les pare el corazón, pero si seguimos a este ritmo vamos a perder chicas a ritmo diario y parece que a nadie le importa un carajo.”

Aquello que me estaba contando era una verdadera salvajada. Cuando hace más de un año me parecía increíble que se pudiesen alcanzar los números que se alcanzaban en aquella casa de placer. Pretender doblarlos era como tratar de detener la corriente de un río con una presa de papel.

“Pero eso es de locos, Ivor. La Ciénaga de Araha contiene multitud de esclavas que pertenecían a la alta nobleza de los territorios anexionados y un buen porcentaje de ellas son elfas. Si empieza a haber muertes vamos a tener un escándalo que empequeñecerá las revueltas del año 46. Podríamos tener incluso varias provincias pacificadas en abierta rebelión. Y lo peor es que tendrían razón.”

Mi amigo asintió con gesto cansado. Lo sabía perfectamente.

“He estado haciendo algunas averiguaciones por mi cuenta. La culpa de todo la tiene esa puñetera loca que tenemos de directora, la maldita Rufina von Windaria. Los dioses maldigan su coño rubicundo. Su criada personal dice que hace unas semanas recibió un par de comunicaciones con membrete del Ministerio de Interior y entró en una cólera animal. La llamó a su cuarto y pasó dos horas castigándola con la fusta solamente por calmarse un poco. Tuve que subir a atenderla para que no se desangrase, tenía toda la espalda despellejada y así pudo contármelo. Es como si esa loca estuviese rabiosa por algo… y creo que quiere hacer sufrir a las esclavas más que nunca. La Ciénaga es famosa por las condiciones extremas con las que tratan a sus internas pero aun así esto es suicida. Ha perdido completamente la razón.”

“Lo que me cuentas es terrible, pero tengo la asquerosa sensación de que aún no has terminado de contármelo todo.”

En ese momento escuché un grito de sorpresa proveniente del cuarto de baño seguido del ruido de un par de cosas cayendo al suelo. Creo que Sonia acababa de descubrir que Shia era una semielfa. Bueno, iba a ser una noche llena de sorpresas. Me encogí de hombros y volví a centrar mi atención en Ivor.

“Maldita sea tu jodida intuición, Valentin. Me conoces demasiado bien. Claro que hay algo más. Hoy esa puta loca me ha hecho llamar a su despacho. Dice que está muy descontenta con el rendimiento de las esclavas, que son unas vagas y que ni siquiera reduciendo los precios está consiguiendo los números que desea. Dice que el problema está en que las hemos convertido en unas viciosas y que se lo pasan demasiado bien. Dioses, Val… quiere que les efectúe la ablación del clítoris a todas las chicas de la casa de placer. Eso es algo profundamente inmoral, pero si no lo hago yo ordenará que lo haga cualquier celador de los que tiene comprados con una navaja de afeitar oxidada.”

Había estado en la Cíenaga de Araha y conocía a sus celadores. Eran una panda de borrachos con tan poca ética como sentido de la higiene. No me extrañaba lo más mínimo la preocupación de mi amigo.

“Ivor, te conozco personalmente. Sé que jamás harías algo así y mucho menos si en la lista de chicas está Seena. Dime que no me equivoco.”

“Claro que no te equivocas. Preferiría abandonar la medicina y fugarme una noche con Seena antes que extirparle el clítoris. Me endeudé hasta las cejas para ir comprando su libertad poco a poco y me he convertido en un paria en mi familia por ella. No quiero mutilarla, quiero pasar el resto de mi vida con ella. Tener un niño o una niña. O un par de perros, a estas alturas ya me da igual.”

Yo sabía que era perfectamente capaz. Lo que no tenía tan seguro es que fuese capaz de llegar más allá de las afueras de la ciudad sin que le detuviesen. Ivor Bogan era una eminencia en la medicina, pero tenía el sentido de la orientación de un gato de escayola. Le puse una mano en el hombro.

“Te ayudaré a complir ese objetivo con todas mis fuerzas, puedes estar seguro de ello. Mis viajes me han proporcionado un par de contactos valiosos con los que podría mover un par de hilos. ¿De cúanto tiempo disponemos?”

“Su idea es presentar números al final de la temporada fiscal, por lo que para que se reflejasen tendrían que hacerse cambios antes de fin de año. Dos meses, quizá tres con mucha suerte.”

Era el tiempo suficiente para montar una buena defensa y hacerla llegar a los oídos adecuados. Mientras tanto, necesitaba a Ivor al cien por cien y si seguía así se iba a caer a pedazos.

“Muy bien, amigo mío, es imperativo que descanses pues mañana mismo ambos pondremos nuestras mentes en acción para trazar un plan que resuelva todo este embrollo. Necesitas algo distinto en qué pensar para conciliar el sueño y creo que tengo algo que te resultará fascinante.”

“¿Te refieres a esa chica encapotada que estaba con Sonia? ¿Acaso ahora te ha dado por las menores de edad, viejo pellejo? Con esa altura no creo que haya visto muchas primaveras.”

Le sonreí concediéndole el tanto. No quise hacer sangre con su afición a las chicas de pechos pequeños y garganta profunda.

“Tú acompáñame y ya verás. Deja que disfrute un poco, no seas malo.”

Desde fuera del baño se podian escuchar chapoteos de todo tipo, alguna queja ocasional y una Sonia en tono autoritario diciendo que se estuviese quieta, por favor. Ambos pasamos y vimos como Shia estaba metida hasta el cuello en la gran tina de agua caliente donde Ivor y su esclava solían bañarse juntos y hacer bastantes cosas más, también. Sonia trataba de enjabonar el corto cabello de Shia y ella se escabullía en cuanto podía metiendo la cabeza bajo el agua. La pobre Sonia tenía su traje de criada bastante empapado con agua y jabón aunque no cejaba en su empeño. En cuanto Shia me vio dijo con voz alegre:

“¡Amo! ¡Esto está muy bien! ¡Si me meto bajo el agua caliente no me duele! ¡Es genial!”

Aquello era curioso. El contacto físico le era doloroso, pero la presión del agua caliente sobre la piel no. Supuse que tendría algo que ver con su hipersensibilidad.

“Estupendo, Shia, es un primer paso. Por cierto, no te lo he dicho pero puedes hablar con el resto de personas que estamos aquí. Ya te dije que las cosas iban a cambiar bastante con respecto a tu vida anterior.”

“Entendido, amo. ¿Sonia? Te pido perdón pero esa espuma pica mucho si se mete en los ojos. Gracias por el baño, no quería empaparte.”

Se me escapó una risa. Ahora mismo Shia tenía la misma pinta de un gato al que tratasen de bañar y se habia resistido con uñas y dientes. Pero había sido llegar yo y amansarse. Deseaba de todo corazón poder solucionar su enfermedad.

“Shia, este es el el doctor Bogan. Es médico, y muy bueno, va a examinarte para poder decidir tu tratamiento. Hazle caso en todo y dile la verdad a lo que te pregunte. Yo estaré a tu lado.”

Ivor se sentó al lado de la tina y pude ver como se abrían sus ojos al darse cuenta de la inusual forma de las orejas de Shia. Me miró y yo asentí sin decir nada. Fue corriendo a su despacho y regresó con un par de libros de medicina. Alguno de ellos parecía tener más años que nosotros dos juntos. Metódicamente fue repasando las extremidades de Shia, su espalda, cuello, cabeza, pechos, vientre, sexo y finalmente la cabeza. Vi como se detenía especialmente en sus orejas, apretaba ligeramente en distintos puntos y preguntaba si le dolía o no. Finalmente me miró y me preguntó si podía ayudarle a comprobar una cosa.

“Valentin, necesito tu ayuda para confirmar una teoría. Acerca tu oído a su pecho y trata de escuchar el latido de su corazón.”

Por supuesto, pegué el oído a su pecho izquierdo, pero no era capaz de escuchar nada. Notaba la vibración, nada más. Moví un poco la cabeza y entendí porqué Ivor quería confirmar sus dudas.

“¡No tiene el corazón en el lado izquierdo! Lo tiene en el lado derecho, es fascinante.”

“Shia, quédate aquí un ratito mientras hablo con tu amo. No metas la cabeza bajo el agua pues podrías ahogarte. Volveremos en un ratito.”

Ambos nos dirigimos de nuevo al salón pero notaba la indignación de Ivor en todos sus gestos. Estaba enfadado por algo y afortunadamente no tardé mucho en averiguar la razón. En concreto, el tiempo en el que tardó en beberse de un trago su vaso de brandy que llevaba olvidado horas.

“Maldita panda de matasanos, inútiles, barberos y charlatanes con bisturí, muertos de hambre, incompetentes y lerdos. ¿Sabes porqué Shia tiene esa hipersensibilidad?”

“No, pero por tu indignación creo que me lo vas a decir en breve.”

Eso si no la emprendía antes a puñetazos contra la pared. Su indignación le brotaba por todos los poros.

“Como sabrás, nuestro cuerpo dispone de un sistema nervioso que interpreta los estímulos del exterior y los manda a nuestro cerebro. El sistema nervioso de los elfos es ligeramente distinto, pero lo bastante parecido al de los humanos para manejarlo de manera adecuada teniendo en cuenta que es mucho más rápido que el nuestro. Shia tiene un sistema nervioso que es una mezcla compenetrada del humano y el élfico, tiene unas reacciones tan rápidas como las de una elfa pero con la intensidad de un ser humano. El imbécil que trató de ponerle los piercings del placer en sus orejas no realizó las comprobaciones elementales ni se dio cuenta que Shia tiene todos los órganos al revés. En vez de provocar excitación sexual le provocó dolor crónico, justo al revés. Y fue tan idiota que después de ver el resultado no supo interpretar su error y corregirlo. Ignoro la edad que tiene Shia porque tiene el metabolismo más raro que he visto en mi vida pero estoy seguro que ha pasado años de sufrimiento innecesario por culpa de un matasanos incompetente. Shia es un milagro de la naturaleza y deberíamos cuidarla con esmero, no tratarla a patadas. Como médico de esclavas, es un trabajo espantosamente chapucero. Y como médico a secas, es insultante para la profesión.”

“Te entiendo perfectamente. La cuestión es ¿puedes arreglar tamaña chapuza?”

“Estoy seguro casi al cien por cien. Un piercing bien puesto en cada oreja le quitaría el dolor, pero la dejaría totalmente insensibilizada para cualquier otra sensación. Dos piercings la convertirán en una jovencita bastante viciosa, probablemente te pida sexo con frecuencia y tengas que usarla cuatro o cinco veces a la semana. Con tres piercings en cada oreja… podríamos ponerla en un cepo y sería el fichaje más interesante de la Ciénaga de Araha desde Roselinde, aquella albina de hermosas tetas que viste tatuar aquí mismo hace año y pico.”

Y con la que hiciste tan buen trabajo que esa esclava te rogó de rodillas que la enculases nada más terminar su tatuaje mientras yo me moría de dolor en un sofá cercano. Aquello no se me iba a olvidar fácilmente.

“Con dos piercings será suficiente. Ha sufrido muchísimo y quiero que sea capaz de disfrutar del sexo para recuperar sus años perdidos.”

Ivor parecía complacido pero de repente su rostro se iluminó. Parecía haber recordado algo.

“Haré todo lo posible. Sin embargo, amigo mío, tengo que pedirte antes un enorme favor. ¿Recuerdas la investigación que llevo desarrollando desde hace varios años?”

“¿Un método para conseguir que las esclavas alcancen orgasmos por via oral? Por supuesto, tenías abiertas varias vías realmente interesantes. Pero no sé qué tiene que ver con todo esto…”

“Ahora mismo el sistema nervioso de Shia es el lienzo perfecto para probar mi última teoría. Ahora mismo únicamente puede sentir dolor, si consigo que sienta placer antes de curarla tendré la clave para aplicarlo tanto a humanas como a elfas. Sería el mayor avance en medicina esclavista desde hace un siglo.”

Ivor llevaba investigando aquella teoría desde años antes de que le conociese. Tenía temporadas en las que que se obsesionaba con el tema y periodos de tiempo en los que lo trataba ligeramente, pero nunca había dejado de recopilar información e investigar sobre aquel tema.

“¿Correría Shia algún peligro?”

“Si tengo éxito, habrá ganado un órgano sexual más. Si fracaso, simplemente tendrá durante un par de meses la lengua un poco más hinchada de lo normal, pero a continuación podré quitarle los dolores.”

“En ese caso, no perdamos más tiempo. Si tienes éxito, será una de las piedras con las que partiremos la cabeza de esa puñetera loca Von Windaria.”

Minutos más tarde estaba de vuelta en el cuarto de baño donde Shia me había hecho caso y no se había ahogado por iniciativa propia. Me acerqué al borde y tomé su pequeña mano entre las mías.

“Shia, escúchame bien. Creo que hemos dado con la solución y el doctor Bogan va a comenzar a curarte. Ahora bien, voy a necesitar que seas muy valiente ¿vale? Necesito que le hagas caso en todo y que te quedes muy muy quieta para que él pueda trabajar mejor. Cuando más quieta de quedes, mejor podrá calcular y trabajar para acabar antes. Yo estaré aquí a tu lado en todo momento ¿vale?”

“Confío en tí, amo. Has hecho más por mí en seis horas que todos los demás seres que he conocido en toda mi vida. Seré fuerte.”

“Muy bien, Shia, ya estoy orgulloso de tí. Ivor, cuando quieras.”

Mi amigo colocó primero una mordaza de anillo para impedir que Shia cerrase la boca por accidente o cansancio para a continuación sacar su lengua todo lo que pudo y dejarla fuera mediante dos pequeños paletinas unidas entre sí que impedían que volviese al interior. Con suavidad sujetó la lengua con su mano izquierda mientras la derecha empuñaba la pequeña máquina de tatuar esclavas. Durante unos minutos lo único que se oyó en la estancia fue el zumbido de la máquina y la respiración entrecortada de Shia. Cuando Ivor termino Shia lucía un sorprendente tatuaje en la lengua: un diseño circular con una estrella de varias puntas en su interior y un pequeño corazón en su centro. Retiró los aparatos que impedían el cierre de su boca y le dio a Shia un vaso de agua para enjuagarse.

“Has sido muy valiente, Shia. Este es el primer paso para tu curación. Vamos a esperar un rato y en seguida empezaremos a ver resultados.”

Pasaron varios minutos de tensa espera. Cuando Ivor me hizo un gesto con su cabeza, me acerqué y puse mi dedo índice sobre sus labios.

“Shia, voy a mover muy despacio este dedo y quiero que lo chupes suavemente y me vas a contar como te sientes. Tranquila, no voy a entrar mucho, será como si chupases un caramelo.”

“Vale pero ¿qué es un caramelo?”

No pude evitar reírme. Empecé a hacer círculos con la yema del dedo por encima de sus labios y después poco a poco metí primero la primera falange y luego hasta el nudillo masajeando suavemente la lengua. Poco a poco Shia empezó a acelerar su respiración y sus mejillas empezaron a tomar un saludable tono de rubor. Ella estaba totalmente incrédula.

“Afo, fe eftoy shintiendo fu rara, tenfo unaf cofquillitias en la foca que mmmm me hafen fentir muy fien ¡ah! Mah por favoh, mah!”

Aumenté ligeramente la velocidad de entrada y salida de mi dedo a la vez que la respiración de Shia se iba haciendo cada vez más agitada y empezaba a gemir de placer de manera audible. Un par de minutos más tarde echaba su cabeza para atrás mientras lanzaba un auténtico grito de placer orgásmico. Una mirada hacia la gran tina demostraba que Shia se había corrido abundantemente y sus fluidos vaginales se habían mezclado con el agua caliente. Ivor y yo nos miramos sonriendo: lo habíamos conseguido. Un par de minutos más tarde las atroces anillas de hierro que tanto sufrimiento habían causado habían sido retiradas y lucía un par de elegantes y discretos aretes de plata fina en los bordes de sus orejas. No obstante, Ivor me advertía de que la noche iba a ser larga.

“Escucha, Valentin, esta primera noche es fundamental. Básicamente acabamos de darle la vuelta a todo su sistema nervioso. Eso será beneficioso, pero probablemente esta noche vaya a tener dolores fuertes. Es importante que te quedes a su lado, incluso te diría que duermas con ella y que tu piel toque con la tuya, así sus nervios dejarán de asociar el tacto al dolor. No voy a engañarte, es muy probable que lo pase mal, pero debe perseverar. Os dejaré el lecho del sótano para que podáis estar tranquilos.”

Y efectivamente, así fue. Nos desnudamos, nos metimos en la cama y mantuve el pequeño cuerpo de Shia abrazado durante toda la noche. Ella sintió dolores agudos e intermitentes mientras su sistema nervioso se reconfiguraba. Lloró, gritó, se convulsionó, tuvo temblores incontrolables y algunas veces creo que se desmayó de agonía. Curiosamente Sonia estuvo a nuestro lado toda la noche por voluntad propia. Se desnudó también y nos abrazó a ambos, como queriendo apoyarnos en el trance con su serena presencia. Ninguno pegó ojo en toda la noche y hacía varias horas que el sol asomaba por el horizonte cuando lo peor pasó y caímos en un pesado sueño. Decir que había sido un día largo para mí era quedarse bastante corto y estaba realmente agotado.

Ignoro cuantas horas estuvimos dormidos, pero lo que sí recuerdo es que el despertar fue precedido por una sensación extremadamente agradable y por pequeñas frases susurradas. Estaba tan a gusto que me hice el dormido un ratito mientras aguzaba el oído.

“Mira, tienes que comenzar así: primero empiezas lamiendo suavemente las pelotas y luego vas subiendo por el tallo.”

“Pero no se pueden usar las manos ¿no?”

“Al principio sí, cuando ya esté en alto es cuando solamente se puede usar la boca. En ese momento abres bien y te la vas metiendo entera suavemente, tocando con la lengua mientras subes y bajas.”

“Madre mía, no sé si voy a ser capaz con ese tamaño. ¿Tarda mucho en acabar? Como tarde mucho voy a correrme yo mucho antes que él con la boca tan sensible.”

“Normalmente se despierta antes y decide si se levanta, si acaba en tu boca o si te folla. Por cierto, tienes que pedir permiso antes de correrte, si no te ganas un castigo.”

“¿Y como se controla eso? Ayer tuve mi primer orgasmo. ¿Se puede aguantar como cuando te estás orinando?”

Ese fue el momento en el que decidí abrir los ojos, porque si no acabaría riéndome y eso me delataría. Lo primero que vi era la familiar cabeza de Sonia pegada a mi miembro, sujetándolo suavemente y aplicando toda su habilidad en lamer, acariciar y chupar toda su longitud. Era una imagen que no por acostumbrada me resultaba menos placentera ya que Sonia me levantaba todos los días con una mamada cuando me encontraba en casa y tengo que decir que la práctica la había convertido en toda una maestra en el arte de la felación. A su lado mirando con toda atención e intercalando alguna que otra lamida o beso estaba-

“¿Shia? ¿Pero qué coño te ha pasado?”

La figura casi infantil que había viajado conmigo desde La Gruta hasta la capital del Imperio parecía haberse transformado en alguien distinto. Seguía siendo menuda, pero había crecido casi un palmo y ya no parecía una niña. Sin alcanzar un volumen escandaloso pero sus pechos y trasero se habían desarrollado a toda velocidad obteniendo una figura mucho más femenina que la tabla de planchar que había estado a mi lado toda la noche. Pero lo más evidente estaba en su cabeza: su pelo corto que apenas llegaba a sus orejas había crecido hasta alcanzar una longitud que casi cubría su trasero. Sonia le había recogido el pelo haciéndole una cola de caballo, pero era evidente que no estaba acostumbrada a esas longitudes de cabello. Shia dejó de pasar su lengua por mi miembro erecto y me miró con cara de inocencia.

“No lo sé amo, me he despertado así. Es como si esas cosas que me quitó ayer me hubieran impedido crecer y ahora mi cuerpo ha decidido recuperar el tiempo perdido. ¿Le gusta?”

“Estás genial. Estoy deseando probarte y que disfrutes como debes. Sonia, te corresponde ser la primera por veteranía ¿te enfadarías si te pido que le cedas el puesto a Shia?”

Sonia hizo un encantador mohín y me sonrió.

“Amo, ya sabe que sus deseos son órdenes, no tiene ni que pedirlo. Pero no se olvide que esta pobre esclava lleva una semana sin sexo y le ha echado mucho de menos. No se canse mucho.”

Le indiqué que subiera un poco en la cama y le di un largo beso mientras con una mano le acariciaba sus deliciosos pezones argollados. Susurré a su oído – “ten paciencia, te aseguro que merecerá la pena” – y finalmente indiqué a Shia que se pusiese encima mía, con las piernas abiertas y mi pene apuntando directamente a su pequeña vagina, aún sin rastro de vello. Según tenía entendido no era virgen pero tampoco sabía la cantidad de experiencia que acumulaba así que pensé que lo mejor era no ser brusco. Debido a ello, fui bajando su cuerpo poco a poco y que toda mi virilidad se fuese enterrando lentamente en su interior mientras ella notaba cada centímetro alojarse suavemente. No parecía dolerle, a juzgar por los gemidos de placer que fueron subiendo de volumen según iba entrando y que concluyeron en un sonoro orgasmo al llegar yo al fondo de su estrecho y delicioso coñito y llamar a la puerta de su útero.

Sonia se incorporó y se situó detrás de Shia mientras le daba un buen repaso con la lengua a sus alargadas orejas mientras la reprendía con voz divertida

“Muy mal Shia, cuando vayas a correrte primero tienes que pedir permiso al amo y cuando te lo conceda decirlo en voz alta.”

“Lo siento amo, es que tengo muy poca práctica… pero mmm me va a encantar adquirir la costumbre.”

Aquel toque de curiosidad y picardía de Shia me estaba encantando. Iba a ser estupendo entrenarla y esta vez no pensaba dejarla en manos de otro. Además, Sonia parecía de lo más proactiva a la hora de enseñar los placeres de la esclavitud. Pensaba aprovechar aquello a discreción. Con mi mano derecha alcancé el sexo de Sonia que estaba más que encharcado y comencé a masturbarlo con lentitud para indicarle que aprobaba su actitud. Ella me sonrió con lujuria y volvió a instruir a Shia sobre como comportarse en la cama.

“Bien Shia, ya la tienes toda dentro pero ahora hay que satisfacerla. Tienes que subir y bajar las caderas para que entre y salga de tu interior. Ya verás, el roce es delicioso, no te va a doler nada.”

“Cuando estaba en mi celda me decían que tenía que abrirme de piernas y eran ellos los que se movían…”

“Ahora eres una esclava, no un trozo de carne. ¿No querrás que sea el amo el que haga todo el trabajo mientras tú gozas? Venga, empieza a mover el culo.”

Y con una suave palmada en el carrillo derecho del culo le indicó que comenzase. Shia empezó a mover sus caderas primero con cautela y luego con entusiasmo, gimiendo de placer con cada vaivén. Follarla era delicioso, era aún muy estrecha (más incluso con mi tamaño) y con cada empujón parecía descubrir un placer nuevo y maravilloso. Era evidente que la reconfiguración de sus piercings había sido un pleno éxito pues cada minuto anunciaba que se corría a grandes voces. Pensé que aunque tampoco fuese el comportamiento más adecuado para una esclava, sí se merecía un buen puñado de orgasmos a cambio de todos los años de dolor que había sufrido por la incompetencia de sus celadores. Mientras mi recién adquirida esclava se concentraba en darme placer subiendo y bajando sus caderas con ímpetu, Sonia estaba haciendo maravillas con su lengua en el cuerpo de Shia, pasándola con fruición por sus nuevos y redonditos pechos y mordiendo sus pequeños pezones aún sin anillar preocupándose en todo momento que su sexo quedase a una altura cómoda para que pudiese seguir masturbándolo suavemente, sin dejar que llegase al clímax pero haciendo que pasase un rato agradable.

Más o menos unos veinte minutos después de comenzar el mete-saca era justo reconocer que Shia no podía con su alma. Se había corrido no menos de diez veces y apenas tenía energías para seguir meneando sus caderas. Salí de ella con suavidad y le dí un largo beso para indicarle que lo había hecho muy bien. Esto fue un error por mi parte ya que había olvidado que su boca también estaba hipersensibilizada por lo que ella sintió mi beso de confort con tanto placer como si fuese una salvaje comida de coño y volvió a correrse por enésima vez. Yo ya no me acordaba y debieron notarlo en mi cara porque ambas esclavas empezaron a reírse de buena gana. Sonia parecía especialmente contenta, quizás por las ganas que tenía ya de alcanzar ella el clímax.

“Caramba, amo Valentin, eso ha sido un final de coito tan romántico como una corrida en la cara. Le voy a tener que pedir al señor Bogan que me ponga ese tatuaje a mí también solo por la expresión que ha puesto.”

“Silencio, deslenguada, o te tendré un mes con mordaza y comiendo de un plato en el suelo como si fueses un perro.” - bromeé – “Más te vale esforzarte ahora porque como no te apliques al cien por cien pienso castigarte.”

Mientras Sonia se situaba encima mía y se insertaba ella solita mi miembro, Shia nos miró con cara de curiosidad y preguntó.

“Amo ¿es que las esclavas comen en otro sitio que no sea el suelo? A mí siempre me han puesto un bol en el suelo y no me dejaban usar las manos para comer.”

“No te preocupes Shia, comerás a mi lado igual que Sonia. Ya te dije que las cosas iban a cambiar bastante. Por cierto, Sonia ha estado dándote mucho placer cuando yo estaba follándote. ¿No crees que tú deberías corresponder ahora sus esfuerzos?”

“Claro que sí amo pero ¿qué le gusta a Sonia que le hagan? Nunca había estado con otra mujer.”

Me empezaba a dar cuenta que, a diferencia de lo que solía pasar con las esclavas primerizas, Shia nunca ponía problemas a la hora de hacer cualquier cosa. El problema estaba en su absoluta ignorancia sobre temas de sentido común.

“Lo que le gusta a una mujer en la cama suele variar, pero de momento puedes pensar en qué es lo que te gustaría que te hiciesen a ti y hacérselo a ella. El resto ya lo irás conociendo con la práctica.”

Shia se quedó pensando unos segundos mientras Sonia comenzaba el lento balanceo de caderas que tanto nos gustaba a ambos y tanto partido le sacaba a la longitud de mi miembro. Para sorpresa de ambos, Shia se situó detrás de ella y ni corta ni perezosa metió la cabeza entre los glúteos de Sonia y comenzó una espectacular comida de culo tremendamente placentera a juzgar como Sonia aceleró el ritmo del mete-saca y el volumen de sus gemidos. Tres minutos escasos más tarde me rogaba permiso para correrse y yo se lo daba acabando en su interior con una abundante eyaculación de gran gozo para ambos. Nos quedamos tumbados en la cama los tres, yo en medio de ambas chicas acariciando suavemente sus cabezas para expresar lo contento que estaba con ellas. Como de costumbre Sonia se quedó ronroneando a mi lado mientras Shia descubría que gracias a sus nuevas habilidades adquiridas lo de chuparse un dedo para dormir quizás ya no era tan buena idea. No pude evitar preguntar sobre ese último movimiento.

“Shia, ¿como es que se te ha ocurrido comerle el culo a Sonia? ¿Te hicieron algo así en la Gruta antes?”

“No amo, pero estuve hablando con Sonia antes de que despertarais y me dijo que también se podía usar a las esclavas por ahí, que había que entrenar pero que luego daba mucho gustito y que a vos os gustaba especialmente usarnos por ahí así que con lo bien que lo he pasado hoy estoy deseando aprender para pasarlo mejor aún.”

“No tengas prisa Shia, ser una esclava implica también una actitud de constante aprendizaje. Es mejor aprender a hacer una cosa bien que tres mal rápido. Y vamos a tener todo el tiempo del mundo para enseñarte a ser una esclava sobresaliente.”

En realidad, me preocupaba más como iba a enseñar a llevar ropa, comer sentada en una mesa o caminar con zapatos. Decir que estaba asilvestrada era quedarse corto. Shia me miró muy seria mientras me abrazaba.

“Entonces ¿no me vais a devolver a la Gruta o me vais a vender a un burdel?”

La pobre estaba aún muerta de miedo. No había conocido más que dolor en toda su vida y el último día había sido increíble para ella. Era comprensible que no quisiese volver a su vida anterior. Decidí mostrarme autoritario pero tranquilizador.

“No, Shia, primero voy a comprar un collar de cuero negro igual que el de Sonia, con una chapita donde ponga “Esclava Shia, propiedad de Valentin Kronor”, te lo voy a poner al cuello y voy a tirar la llave. Después hablaremos con Ivor para que te ponga piercings y tatuajes en los sitios correspondientes, si es que no quiere matarnos después del escándalo que hemos montado en su sótano. Y después de todo eso te enseñaremos tu nuevo hogar y le vas a comer el coño a Sonia mientras te follo para que vayas recibiendo las primeras indicaciones para convertirte en una esclava de primera. Espero tu total colaboración en todo esto porque si no me obligarás a darte una buena zurra en el culo antes siquiera de habértelo estrenado. ¿Me he expresado con claridad?”

“Totalmente, mi amo. ¿Puedo pedirle que la próxima vez acabe en mi interior? Sonia ha tenido un orgasmo genial y yo también quiero probarlo.“

“Empiezo a pensar que Ivor te ha dejado demasiado viciosa. De momento no sabemos si necesitas anticonceptivos o no así que voy a ser prudente y de momento Sonia se queda con la exclusividad de mi semen dentro.”

“¿Si se corre dentro de mi boca también cuenta como correrse dentro?”

“¡Dioses, muchacha!” - reí - “¡Voy a tener que comprarte también una mordaza para contener esa lengua! Tendrás que ser paciente, aún hay mucho sobre tu organismo que no sabemos. Y antes que nada tenemos una tarea muy importante que hacer, unas decenas de encantadores culitos en cepos que salvar y un coño apestoso que cerrar para siempre. Descansa, pues la tarea va a ser dura.”