Memorias de Zolst - 10 - Recuperando la forma.

Donde nuestro protagonista ya sanado de su lesión regresa a la Casa de Placer de provincias para comprobar de primera mano los avances en el entrenamiento de su esclava.

Se recomienda encarecidamente leer los episodios anteriores pues estos relatos se continúan de manera directa y se hacen menciones constantes a personajes y eventos que se presentaron o sucedieron en partes previas. Como siempre, muchísimas gracias por vuestras opiniones y comentarios. Son de gran ayuda para progresar la historia sin volverme loco del todo.


Tres meses y medio.

Tres malditos meses y medio me había costado recuperar un mínimo de forma física para poder valerme por mí mismo, recuperar mi actividad normal y hacer cosas tan simples como vestirme o subirme a un caballo sin morir de dolor. Aquella lesión me había echado diez años a la espalda y casi me mata. En cuanto tuve la oportunidad solicité un permiso a mis empleadores y decidí realizar un corto viaje a la provincia de Avery, donde había dejado interna a mi incipiente esclava Sonia para que se fuese formando y acostumbrando a su nueva vida como esclava. El problema estaba en que había prometido volver para vigilar sus progresos al cabo de un mes y llevaba muchísimo retraso. De ahí que en cuando el médico me dio el visto bueno no tardé en subir a mi caballo y dirigirme a la citada provincia.

Mi destino: El Descanso de Winford, la que probablemente era la casa de placer más prestigiosa de la región. Justo es decir que eso tampoco era demasiado ya que dicha provincia era eminentemente rural y la calidad de sus establecimientos era más que dudosa. Había tenido ocasión de visitar con calma dichos establecimientos en mi viaje anterior para documentarme debidamente para la Memoria que estaba escribiendo, así que esta vez decidí apretar el paso. Apenas dos días y medio había requerido para llegar, cuando en mi anterior viaje había tardado cuatro largas jornadas. En mi cabeza trataba de justificar esta premura inédita en mí alegando que simplemente quería verificar que todo marchaba correctamente para poder continuar con mi trabajo literario. La verdad es me costaba admitir que estaba deseando ver los avances de Sonia, mi esclava por decisión de su padre en un insólito requiebro legal. Más aún, ansiaba volver a catar esa carne maravillosa. Ahora yo era su responsable legal y el encargado de su bienestar y le había tomado cariño los pocos días que compartimos antes de que la dejase interna en aquella casa de placer para comenzar su entrenamiento como esclava.

Lindaban las cinco de la tarde cuando ya estaba entregando mi caballo a un mozo de cuadras del establecimiento para que se encargase de él y solicitaba una audiencia con Celia Aintree, la actual directora de la Casa de Placer. Rápidamente apareció una de las esclavas de mayor edad (Ayako, si no me fallaba la memoria, aquella veterana que había entregado a su hija al establecimiento y ella misma era una de las supervisoras de su entrenamiento) y me rogaba un minuto de mi atención.

  • Mi señor, lo lamento muchísimo pero la directora Aintree se encuentra indispuesta y no podrá atenderlo normalmente. El médico le ha recomendado reposo absoluto en cama. Podéis hablar con ella en su cuarto de descanso pero por favor, os lo imploro, tened en cuenta que el reposo en cama también implica descanso de actividades sexuales. Muy especialmente de actividades sexuales. El resto de las internas estamos muy preocupadas por ella y su salud.

  • Descuidad, esclava Ayako, yo acabo de salir de una convalecencia y lo único que le deseo a la señorita Aintree es una pronta y completa recuperación. Conducidme a ella y tendremos la más plácida de las charlas. De hecho, podéis quedaros en la habitación para que se mantenga la deseable paz en el ambiente.

Acompañé a la esclava y ésta me guió hacia la zona más interior del edificio, probablemente a los cuartos traseros más resguardados. Llamó dos veces la puerta de una estancia, pasó primero para anunciar mi presencia y me hizo un gesto para que pasase. Celia Aintree, la directora de la casa de placer en la que me encontraba, estaba recostada en una amplia cama con dosel. Parecía más delgada y pude percibir que no movía ninguno de los brazos. Su cara estaba aún más pálida que de costumbre, siendo ya una persona de tez nívea. Sin embargo, el brillo de acerada inteligencia que poseía no se había desvanecido de sus ojos, incluso parecía contener a duras penas las ganas de salir de aquella cama en la que debía haber pasado muchas más horas de las deseadas. Ya me conocía los estados de ánimo de Celia, así que era hora de ser galante.

  • Mi señora, estáis tan hermosa como siempre. Permitid que os transmita mis deseos de una pronta y completa recuperación. Si hay cualquier cosa que pueda hacer por vos, indicádmelo, por favor.

  • No seáis zalamero, Valentin, ambos sabemos que no estoy en mi mejor momento. Agradezco vuestros sentimientos, pero a no ser que poseáis a unos cien hombres armados con ganas de sangre y una bula imperial me temo que poco podréis hacer por mejorar mi estado de ánimo. En esta ocasión ni siquiera vuestra vitalidad sexual nos será útil.

  • Antes que nada ¿cómo os encontráis y a qué se debe vuestra enfermedad?

  • Me encuentro completamente inútil y a pesar de que los galenos me aseguran que la recuperación será completa me temo que está resultando más lenta de lo que mi paciencia es capaz de tolerar. En pocas palabras: he sufrido una distensión de los tendones de hombros y caderas, con pequeños desgarros musculares. Se cura con reposo y no usando dichos músculos hasta que sanen pero la espera me está haciendo más daño que la enfermedad. Llevo así una semana y entre el aburrimiento supino y la falta de sexo empiezo a valorar seriamente la opción del suicidio. Ahora que lo pienso, os esperaba mucho antes. ¿Habéis estado visitando otros establecimientos además del mío hmmm?

-Si os sirve de consuelo, yo también he estado enfermo. Por increíble que os parezca, nuestros últimos encuentros sexuales fueron tan alocados que casi me privan del uso de las piernas. Espero de veras poder recompensar vuestra paciencia durante la abstinencia con todo el vicio y fornicio que mi cuerpo aguante. Pero esta vez nada de vallas ni de caballos, debo de mostrarme categórico en este asunto. Aún no me habéis contado las razones de vuestras lesiones, por cierto.

  • Hace una semana el Gobernador Provincial celebró una fiesta por todo lo alto. Su primogénito y heredero alcanzaba la madurez y pretendía agasajarlo con la puta más bella y mejor entrenada de toda la región, es decir, una servidora. Una fiesta por todo lo alto, ciento cincuenta invitados, casi todas mis chicas con trajes de conejita sirviendo bebidas y practicando mamadas de dos en dos y de cuatro en cuatro, tal era la cantidad de invitados. El padre sube al escenario, llama a su hijo, le dice que le ha preparado la mejor de las sorpresas y a continuación subo yo con un maravilloso y carísimo conjunto de lencería blanca y unos botines de charol exquisitos. Y en ese preciso momento, delante de media ciudad el chaval decide confesar a su padre que a él lo que le gustan son las cabras y las terneras. Zofílico perdido como buen paleto descerebrado hijo y nieto de hermanos que era. El padre monta en cólera y decidió pagarlo conmigo porque según él "no había sido lo bastante buena para su chico y se había asustado". Soy la primera en disfrutar una sesión BDSM de ocho horas, pero el desconocimiento es muy atrevido. Me colgó de una polea y quiso repetir conmigo el tormento de la garrucha, pero si no se sabe cómo atar los brazos ni se tiene conocimiento de cuánto peso puede aguantar un cuerpo pues las lesiones son frecuentes. A mí casi me disloca ambos hombros y él sufrió una hernia doble al querer ponerme en los pies más peso del que su seboso trasero podía levantar. Nos encontró un criado a la mañana siguiente, yo colgada y él en el suelo como un cangrejo al revés. Si no fuese por el dolor, aún me estaría riendo.

La verdad es que yo también estaba haciendo verdaderos esfuerzos por no estallar en carcajadas y Celia lo estaba notando. Toda la situación que rodeaba a nuestras respectivas lesiones era tan ridícula como estúpida pero allá estábamos ambos, aguantando carros y carretas en pro de la estabilidad del Imperio. Al menos los pronósticos eran favorables así que decidí no indagar más en su estado de salud y preguntar por mi protegida.

  • ¿Que cómo está Sonia? permitid que os diga que vuestra esclava ha sido una adquisición magnífica por vuestra parte. Está sana, tiene la mente despierta y obedece las órdenes a la primera. Posee una gran fortaleza mental para adaptarse a las circunstancias. No muestra cansancio ante las lecciones sino que sigue practicando en su cuarto un par de horas antes de acostarse. Y os aseguro que no estoy siendo nada blanda con ella. Un día pasó tres horas lamiéndome los bajos, pasando de coño a culo y viceversa. Ni una queja por su parte, cuando tuve el noveno orgasmo decidí que ya estaba bien y ella dio las gracias y preguntó que cuál era la próxima lección. Si yo fuese una noble respetable zolstiana que guardase su virginidad hasta el matrimonio diría que sentir la lengua de Sonia jugando con el piercing de mi clítoris es lo que más echo de menos de toda esta convalecencia. Pero imagino que estaréis impaciente por comprobar sus avances por vuestra propia mano. Ayako, por favor, acompaña al señor Kronor a las salas de formación.

Y de manera tan sucinta fui despedido. Mi impresión de aquello era que Celia Aintree podría ser una esclava maravillosamente dotada y con una mente privilegiada, pero también era una noble a la que no le hacía nada de gracia que la viesen en su lecho de convalecencia. En cierto modo, resultaba llamativo que le diese igual que una multitud la viese recibiendo en su cara el semen y orina de una docena de personas pero su orgullo nobiliario no le dejase mostrarse vulnerable con una enfermedad. Tales pensamientos cruzaban mi mente mientras atravesábamos los jardines y entrábamos en el recinto donde descansaban las esclavas que residían en la casa de placer. Nada más entrar me señaló un ventanal que daba a una sala diáfana con una gran pared cubierta de espejos.

En su interior, una profesora realizaba diversas series de ejercicios y cuatro esclavas novicias los repetían obedientemente. Dichos ejercicios parecían destinados a fortalecer piernas y caderas, así como la elasticidad de las mismas. Cada pocos segundos la profesora gritaba una posición al azar y las esclavas debían recordarla y adoptarla inmediatamente. Decidí invertir unos minutos en observar los ejercicios en silencio mientras los gritos de ¡Ofrecimiento! ¡Espera! ¡Perra! ¡Castigo! ¡Espera! Se repetían. Entre las alumnas estaba mi esclava Sonia, profundamente concentrada en las series de ejercicio. Vestía un body de nylon negro ceñido como una segunda piel, lo que permitía apreciar tanto sus nuevos piercings en los pezones como el ajustado cinturón de castidad que guardaba su vagina. Sus brazos y piernas también estaban cubiertos por largos guantes y medias del mismo material, que parecía aunar resistencia con transpiración, siendo ideal para el ejercicio físico. Dichas prendas de las extremidades estaban abiertas en sus extremos, dejando al aire los dedos de las manos y talón y dedos de los pies. Se había recogido su melena negra en una coleta que se agitaba a su alrededor con la energía de sus movimientos. Había ganado un poco de peso por lo que había dejado atrás su figura esquelética y ahora mostraba unas curvas tremendamente sensuales sin perder nada de su habitual dinamismo. Sus pechos aún estaban en el rango medio pero me recordé a mí mismo que hacía escasas semanas que la chica había cumplido la mayoría de edad. Aún tenía margen para crecer. Sorprendentemente, Sonia vestía también una prenda que el resto de novicias no llevaba: una máscara de idéntico color negro que cubría su boca y nariz y se sujetaba con una correa a la parte posterior de la nuca. Que yo supiera, ese tipo de máscaras se usaban cuando a una esclava era castigada con la privación del habla durante una temporada, normalmente por contestar mal o mostrarse rebelde. No era insólito, pero me inquietaba que la hubiesen castigado pues conmigo Sonia se había mostrado siempre muy dócil y receptiva. Tampoco correspondía con lo que me había contado Celia por lo que mi curiosidad subió varios puntos. Las series parecieron llegar a una pausa, así que aproveché para llamar a la puerta, interrumpir la clase y solicitar ver a mi esclava.

Sonia tardó un par de segundos en reconocerme (la convalecencia me había quitado un par de kilos, todo sea dicho) pero su respuesta fue del todo sorprendente. Abandonando toda clase de recato y sin esperar a la autorización de la instructora atravesó la clase a zancadas y me abrazó con fuerza. Parecía una niña a la que su padre hubiese venido a recoger a clase; saltaba a la vista que estaba emocionada por verme y dioses, a mí se me estaba formando un nudo en la garganta. Pero un amo no puede mostrarse así de sentimental, por lo que decidí tirar tanto de la firmeza como del humor. Ella no me soltaba así que le di un beso en la cabeza y dije:

  • Esclava Sonia, veo que te alegras de verme. Yo también me alegro, pero recibir a tu amo con tal falta de respeto te va a hacer merecedora de una buena tanda de azotes en ese culo tan estupendo que estás trabajando.

Noté que Sonia temblaba ligeramente, se separó de mí y vio a sus compañeras riendo y a su instructora con cara de enfado ante el poco aprovechamiento de sus lecciones. Inmediatamente se arrodilló y realizó perfectamente la clásica posición de bienvenida con las palmas extendidas, las puntas de los dedos extendidas en horizontal y su frente tocando el suelo. Pedí disculpas a la profesora por la interrupción, enganché la correa en el collar que Sonia llevaba en su cuello y tiré de él indicando que nos marchábamos. Ella se incorporó y me acompañó cumpliendo los preceptos de la esclavitud zolstiana al pie de la letra: con las manos a la espalda y dos pasos por detrás del amo. Dimos un paseo por la casa mientras ignoraba los cuchicheos del resto de las internas/esclavas en proceso de aprendizaje.

  • Tengo que decir, esclava Sonia, que si desobedeces a tus profesoras como hoy me extraña que no tengas la espalda llena de verdugones de fusta. ¿Te castigaron con el silencio por responder mal a Celia?

Sonia hizo un gesto de sorpresa, se señaló la máscara, negó con la cabeza y comenzó a desatar la correa que la sujetaba a su nuca. Cuando se la quitó pude ver con gran sorpresa que detrás de la máscara había sujeto un gran falo de madera barnizada de al menos veinte centímetros de largo y buen grosor que se alojaba en la boca y garganta de la esclava. Sonia respiró hondo un par de veces y me respondió:

  • ¿Esto? No es un castigo, lo usamos para dilatar la garganta y acostumbrarla a las mamadas profundas. Las novicias suelen llevarla durante unas semanas a principios de curso, pero como yo he llegado tarde tengo que ponerme a la altura. Al principio cuesta un poco respirar, pero en seguida me he acostumbrado. Os imploro vuestro perdón por mi salida de tono de antes, ha sido completamente inapropiado.

  • Eso ya lo hablaremos más tarde. Creo que Celia nos había reservado una habitación para cuando viniese de visita ¿verdad?.

Ella asintió y me condujo a una cómoda suite situada en el piso de arriba, con un saloncito y un dormitorio amplio donde destacaba una cama de generosas dimensiones. Sonia se arrodilló al borde de la cama en posición de espera mientras yo depositaba mis pertenencias y me quitaba al fin mi guardapolvo de viaje. Me senté en uno de los sofás suspirando de cansancio y vi como Sonia se acercaba con el látigo de nueve colas y me lo ofrecía.

  • Señor, esta esclava ha cometido hoy una falta grave y arrastra una falta aún más grave así que ruega ser disciplinada por su mano. Esta esclava siente que ha fracasado en sus obligaciones y responsabilidades y no es digna de acompañar al amo esta noche. Si el amo se encuentra demasiado cansado por el viaje como para impartir el debido castigo a esta esclava, puedo avisar a alguna de las instructoras para que efectúe esta tarea, aunque duda que puedan tener el mismo efecto correctivo que puedan tener los castigos administrados por el Amo o por la señorita Celia.

Pues sí que empezábamos bien, con la chica pidiendo látigo nada más llegar. Aquello no me casaba nada con lo que me había contado Celia, quien precisamente había sido su entrenadora hasta hacía una semana. Me serví un vaso de agua de la jarra que había en la mesita y miré a Sonia directamente, quien seguía arrodillada delante mía y ofreciéndome el nueve colas.

  • Sonia, recuérdame lo que te dije la noche en la que nos prometimos como amo y esclava y te hice mía.

  • Mi señor, me dijisteis que para que esto funcionase debíamos ser totalmente sinceros el uno con el otro. Por eso os confieso que creo encontrarme en falta y os imploro corregirme.

  • Lo de antes en clase ha sido una tontería, incluso me ha hecho gracia. Quiero que me digas porqué deseas ser castigada cuando la responsable de tu educación está encantada contigo. Sin tapujos.

  • Yo... dudé de vos, amo. Me prometisteis que volveríais a verificar mi educación en un mes y pasaron más de tres. Cometí el error de empezar a pensar que me habíais abandonado, que quizás me habíais vendido a un burdel tranquilo y cómodo como es el Descanso de Winford y así podríais continuar con vuestras investigaciones sin la carga de mi persona. Debemos confiar el uno en el otro y yo fallé, por eso debo ser castigada.

Así que se trataba de eso. Caramba, como se notaba que aquella joven era familia directa de Clala Phillias. Tenía el mismo exagerado sentido de la responsabilidad y el noblesse obligue que su prima la princesa. Tomé de nuevo la correa y estiré de ella hasta que se puso tirante y Sonia se inclinaba ligeramente hacia delante.

  • ¿Te han enseñado las tres reglas para besar a un amo en la boca?

  • Sí señor: pedir permiso para hacerlo durante los preliminares. Sólo por orden del amo durante o después de haber felado un miembro masculino. Jamás después de recibir una eyaculación en boca o rostro o después de lamer un culo de cualquier sexo.

  • Muy bien esclava. Ven acá.

Tiré de la correa de nuevo y la acerqué hasta que su cabeza estuvo a menos de un palmo de la mía para luego besarla con fuerza. Noté que aquel beso era muy distinto a aquel primer beso que le dí aún doncella. Tampoco era el beso furioso de una esclava rebelde ni el chupeteo mecánico de una esclava completamente rota y vencida. Metí mi lengua en su boca y ella la aceptó de pleno, jugando con la punta para darme el máximo placer. Aquel era un beso sumiso pero complaciente de una esclava que deseaba ser sometida y pedía emociones fuertes. Me separé de ella y un hilo de saliva aún unía nuestras bocas.

  • Me fastidié un par de vértebras complaciendo sexualmente a tu entrenadora para que te aceptase en el Descanso de Winford. Casi me quedo paralítico y necesité meses de descanso y rehabilitación. En cuanto pude subirme a un caballo vine a verte pero lamento haberte preocupado. Debería haber enviado una carta. Y también lamento haberme perdido tu aniversario, si la memoria no me falla hace mes y medio que cumpliste los dieciocho años. Te he traído unos pasteles asterios de manzana, me han dicho que son bastante fieles a los de tu tierra.

Me habría esperado muchas respuestas por su parte, desde un berrinche de princesita malcriada a cualquier ácido reproche de esclava rebelde. Lo que no me esperaba era descubrir que la chica estaba a punto de romper a llorar en mis rodillas. Pero Sonia recuperó la compostura de una manera que me hizo sentir orgulloso de ella, sacudiendo la cabeza un par de veces para luego mirarme con unos ojos que pedían sexo a gritos.

  • Mi señor, si vais a malcriarme de esta manera me va a costar mantener una actitud obediente. Y aunque os agradezco sobremanera el presente, ahora mismo solo tengo hambre de mi amo. Os prometo que he tenido semanas en las que solamente he soñado con vuestra virilidad.

Sin más dilación se deslizó a mis pies y abriendo mis pantalones de monta y calzas sacó al aire mi pene y después de besar la punta con reverencia procedió a comenzar una mamada lenta de lo más deliciosa alternando suaves lamidas con inserciones en su boca tragando hasta la base sin ningún titubeo. Jugaba con la base del glande y bajaba a repasar con su lengua la bolsa de mis testículos con alegría glotona. Por supuesto, solo usaba labios y lengua, sus manos descansaban cruzadas a su espalda. Noté que después de confesarle las razones de mi tardanza ya no era "Señor" sino "Su Señor". Si ya era capaz de reconocer sus sentimientos de lealtad y devoción hacia su amo de esa manera, todo iría viento en popa. Al cabo de un rato muy pero que muy agradable tiré de su correa indicando que parase de chuparme la polla. Ella me miró con expresión de duda y yo me reí abiertamente.

  • No me mires así, no has hecho nada mal. De hecho ha sido una mamada fabulosa, mil veces mejor que la primera vez. Se nota que estás entrenando duro. Si no acabo en tu boca es porque llevo tres meses sin eyacular y no voy a malgastar la ocasión. Ya me la limpiarás luego. Ahora contéstame: ese body tan bonito que llevas ¿tienes algún recambio?

  • Mi señor, tenemos una habitación entera llena de ellos.

  • Me parece estupendo. Y sin más dilación le arranqué de un solo movimiento el body de su estupendo cuerpo. Ella no dejo escapar la mas mínima queja por el tirón. Me sorprendí descubriendo que Sonia presentaba una imagen increíblemente sensual llevando cubiertas sus extremidades por medias y guantes negros pero dejando completamente al aire todo su tronco, sexo y bustos. Quise repasar primero sus pechos, tan turgentes como siempre y que ahora lucían un precioso arete plateado en cada pezón. Recorrí suavemente la circunferencia de su areola con la punta del dedo y recibí en contestación un suave suspiro de placer.

  • ¿Te dolió cuando te los pusieron?

  • Un poco, pero fueron muy hábiles. La Señorita Celia dice que son una representación de la sumisión femenina en su papel de objeto sexual, pero todas mis compañeras novicias me avisaron que en realidad se ponen para que estuviésemos más cachondas. La verdad es que no tengo queja de ellos, estoy mucho más sensible y parece como si mis pezones estuvieran siempre erectos. Cada mañana cuando hacemos los ejercicios el body me roza y estoy constantemente excitada. Estoy descubriendo cosas de mi cuerpo que jamás habría imaginado.

  • A tu amo le gusta que estés así, calentita y siempre dispuesta. También me gusta que ya no se te noten tanto las costillas y tus pechos están adquiriendo una forma maravillosa. Cuando completes tu entrenamiento y vengas conmigo a la capital llamaré a consulta a un amigo mío, es el doctor que también cuida de tu prima Clala. Quiero que te haga unas pruebas para ver si eres apta para que tus pechos produzcan leche sin estar embarazada. Creo que a tí también te encantará.

  • A esta esclava le gusta todo lo que le guste a su amo.

  • En ese caso, vamos a seguir con la inspección. Ponte de pie.

Me abrí la camisa y saqué la cadenita que siempre llevaba al cuello y de la que colgaba una llave. Era la llave que podía abrir el cinturón de castidad de Sonia, teniendo la otra copia cierta directora de casa de placer que ahora mismo no estaba para acrobacias. Con cuidado retiré los candados laterales y liberé el sexo de mi esclava. Como había indicado, se había depilado totalmente la zona y ahora lucía un higiénico aspecto suave y apetecible. En el pubis lucía el tradicional tatuaje en forma de corazón que marcaba a todas las esclavas zolstianas. Había exigido que no se le aplicasen drogas excitantes en su elaboración ya que no quería volverla loca de ansiedad sexual. En su lugar, un precioso diseño en colores negro y rojo marcaba mi propiedad e invitaba a la lujuria que me esperaba un poco más abajo. El clítoris aparecía destacado, enhiesto como pidiendo ser usado sin misericordia. También estaba anillado con una preciosa arandela de color plata. Soplé un poquito encima y todo aquel cuerpo femenino se estremeció. Sonia estaba muy mojada, podía oír su respiración entrecortada.

  • Te noto muy impaciente aquí abajo, esclava. ¿Acaso Celia no te da suficiente consuelo o es que no has conseguido aún alcanzar orgasmos anales?

  • Mi señor, esta esclava aún no ha tenido actividad vaginal desde que el amo la desvirgase hace más de tres meses. La señorita Celia únicamente me quita el cinturón para la ducha, y para asegurarse de que no me toco me ata las muñecas por encima de mi cabeza y me riega con agua helada. Mi orificio anal está siendo debidamente entrenado y he alcanzado algún orgasmo con él, pero nada puede compararse a vuestro miembro.

En ese caso, la noche se planteaba interesantísima. Tomé a Sonia en brazos y la llevé en volandas al lecho, donde me entretuve comprobando la firmeza de aquellos muslos, la tersura de aquella piel minuciosamente depilada de nariz para abajo, el precioso trasero con forma de corazón del que hacía gala y una vez más aquel fragante monte de venus tan ansioso como encharcado. Deshice su coleta y su brillante melena negra volvió a enmarcar su rostro, aunque me sorprendí echando de menos aquella coqueta trenza que solía llevar en su lateral izquierdo. Me prometí que tenía que ordenar que se la hiciese de nuevo.

  • Sonia, una orden para que tengas en cuenta de aquí en adelante. Cuando nos encontremos a solas se acabó eso de hablar de manera tan correcta. Me gusta escuchar a las hijas de buenas y respetables familias hablar de manera obscena. Una esclava no siente un orgasmo; una esclava se corre. Esto no son tus senos, son tus tetas. Esto de aquí abajo no es tu sexo, es tu coño. Esto de aquí atrás es tu culo. No se hacen felaciones a la virilidad del Señor: le chupas la polla a tu Amo. Y esto de aquí...- mencioné mientras empezaba a jugar con la yema del dedo sobre el piercing de su clítoris - es tu botón del placer. Ojito con tocarlo sin cuidado porque las esclavas deben pedir permiso a sus amos antes de correrse.

  • Entendido, mi amo. Esta esclava se esforzará por hablar de la manera más vulgar y obscena posible cuando se encuentre a solas con su amo, como corresponde a la sucia perra sedienta de pollas que es. Y ahora, amo mío ¿me haríais el honor de follarme de una vez antes de que decida que merece la pena un castigo de doscientos latigazos a cambio de rebelarme y violarle seis veces?

Me reí de buena gana. Le estaba costando, pero cuando se mostraba totalmente sincera era la mejor chica del mundo. Aprovechando su flexibilidad innata agarré sus tobillos y puse sus piernas por encima de su cabeza, quedando a mi entera disposición ambos agujeros y ella sin posibilidad de hacer ninguna oposición más allá de contemplar indefensa como mi manubrio se iba introduciendo lentamente en su muy mojado coño y empezaba un mete-saca inmisericorde. No llevaba un minuto cuando Sonia ya me estaba pidiendo entre balbuceos permiso para correrse. Era evidente que la abstinencia había sido dura.

  • Apenas hemos comenzado. Permiso denegado.

Ella asintió obedientemente y se llevó un nudillo a la boca que comenzó a morder para cortarse un poco el placer que estaba sintiendo. Eso se lo tenía que haber enseñado Celia seguro, era una amante de los juegos de negación del orgasmo para luego explotar en uno más fuerte. A partir de aquí era una carrera por ver quién se rendía antes al placer. Aunque tres meses y medio de abstinencia y una mamada estupenda por su parte me ponían en principio en desventaja, ella parecía estar igual o más ansiosa que yo por lo que redoblé mis esfuerzos ante la evidente consternación de Sonia que ya gritaba de placer a todo pulmón y ya no sabía que hacer para evitar el orgasmo. A los tres minutos se había mordido el nudillo tan fuerte que se notaban pequeñas marcas de sangre. A los cinco minutos comenzó a estirarse las anillas de los pezones con ambas manos para provocarse dolor. A los diez, tenía los ojos casi en blanco. Con una mano le sujeté la cara y le obligué a mirarme a los ojos.

  • Esclava Sonia ¿estás siguiendo tratamiento anticonceptivo tal y como ordené?

  • Sí, mi señor, ahhh, cada mañanaaaah... lllevo dos meses ¡ah! sin sangrar...

  • Buena chica. Te doy permiso para correrte.

Y con un gemido de liberación por mi parte descargué tres meses y medio de semen acumulado en el interior de su sexo. No sé cuanta cantidad sería en centilitros, pero sentí como si estuviese vaciando mi alma en el interior de aquel coño tan placentero. Me derrumbé a un lado de la amplia cama para recuperar fuerzas mientras Sonia me abrazaba el costado, sacudida aún por los temblores de un tremendo orgasmo y ronroneando. Disfruté de aquel momento de descanso medio amodorrado notando el calor de ella a mi lado y pensando que la idea aquella del ronroneo tenía que ser otra de las enseñanzas de Celia que no me desagradaba en absoluto. Sonia rompió aquel instante de placidez llevando su mano a su sexo, metiendo dos dedos en su interior y recogiendo un poco del semen que había expulsado minutos antes para a continuación llevárselo a los labios y paladearlo con deleite.

  • Puede que me engañe la memoria, pero recuerdo vuestro sabor menos concentrado, no tan áspero. ¿Es posible que el sabor varíe según la alimentación?

  • Pues no sabría decirte, no me dedico a ir probando el semen de otras personas aunque probablemente tu prima Clala podría darte abundantes datos sobre el tema vista la cantidad de esperma que ingiere al día. Para eso tendrás que preguntarle a Celia. Ten claro que ese seudónimo suyo de Zorra Tragaleches no se lo ha ganado a base de recitar poemas. Por cierto, has aguantado muy bien el orgasmo, estoy muy satisfecho con tus progresos.

  • Gracias, mi señor. Por cierto, ehmm... como decirlo... yo, había pensado que... ¿no vais a probar mi culo?

  • ¡Por todos los dioses, chica! - exclaméentre risas - ¿No hace ni diez minutos que acabas de correrte y ya quieres más? Me consta que no eras así de nacimiento ¿Vierte Celia pastillas de ninfomanía en tu desayuno acaso o es que al final sí te pusieron afrodisíacos en el tatuaje?

Sonia se incorporó y vi que se estaba poniendo roja como un tomate por momentos. Empezó a jugar con los dedos de manera nerviosa mientras no me miraba directamente y trataba de explicarse atropelladamente.

No, veréis, es que... la entrenadora Celia me dijo que al Amo le gustaba especialmente tomar a las esclavas por detrás y me describió con todo lujo de detalles vuestro primer encuentro. Creo... que lo hizo para motivarme con el tema y la verdad es que lo consiguió porque estaba cachondísima y no me podía masturbar con el cinturón de castidad. He estado entrenando estos meses con dilatadores que me daba la entrenadora para poder estar lista para vuestro retorno. Cuando ya alcancé el punto adecuado de apertura entonces la entrenadora Celia empezó a ponerme rosarios de bolas para ejercitar mis músculos del perineo pero semanas más tarde me las terminó quitando porque le cogí el gustito y en vez de tenerlo dentro no hacía más que meterlo y sacarlo para darme placer. Me gané un par de castigos por eso. Además, todos los días antes del desayuno me pongo un enema de dos litros para estar limpia e impecable. Así que ahora que os tengo a mi lado y tenéis una polla tan fabulosa y yo he entrenado tan duro entonces... bueno, pues… me encantaría enseñaros el fruto de mis esfuerzos.

Me incorporé en la cama, la atraje hacia mí por la correa y le dí un largo beso morreo que debió sorprenderla porque me miraba con los ojos muy abiertos. Volví a palparla rápidamente y pude notar que seguía mojada y caliente como el primer minuto.

  • ¿Ves, esclava Sonia? Cuando eres sincera, las cosas funcionan viento en popa. El deber de una esclava es obedecer en todo al Amo y el de un Amo proporcionar las necesidades adecuadas a su esclava. Después de estos meses de entrenamiento, ahora mismo una de tus necesidades básicas es follar y lo entiendo. Ponte en posición de ofrecimiento dos y vamos a echar una ojeada.

Obediente, me sonrió y se colocó boca abajo, pegó la cabeza al colchón y alzó todo lo que pudo el trasero para a continuación abrir con sus manos los cachetes del culo y mostrarme cómodamente ambos agujeros inferiores. Una rápida inspección de aquella carne rosada y suave me reveló que aquella parte estaba también correctamente depilada e higienizada. Metí suavemente primero un dedo y luego dos, notando como el anillo se abría sin esfuerzo pero luego comenzaba unas contracciones muy prometedoras. Pero la primera vez con un ser de carne y hueso no dejaba de ser la primera vez así que mejor ser cautos.

  • Sonia ¿donde se guardan en estas habitaciones los lubricantes y aceites corporales?

  • Normalmente en la cómoda de al lado de la cama, en el primer cajón. Pero no es necesario, ya he sido suficientemente dilat--¡AY!

La corté con una floja pero sonora palmada en la nalga derecha. - No quieras hacerte la valiente y confía un poco en el juicio de tu Amo. - Me levanté, abrí el citado cajón y tras inspeccionar un poco me decidí por una loción lubricante con aroma a flores que me pareció la más adecuada. Ni corto ni perezoso procedí a extenderlo por la zona de su trasero, cuidando de ir introduciendo un dedo bien empapado por su anhelante agujero con cada caricia. Después me lo pensé mejor y decidí extendérselo por todo el cuerpo, ya que me había gustado como quedaba su blanca piel reluciente tras el paso del aceite y como destacaban tanto sus piercings como el tatuaje de su vientre. Sonia estaba realmente preciosa y solo el pensamiento de que era mía me tenía completamente erecto de nuevo sin atenciones por su parte. Pero antes de que volviese a ponerla en posición adecuada se volvió hacia mí y me dijo:

Mi señor, la entrenadora me había indicado que esta era la habitación específicamente adjudicada para sus momentos de estancia y que incorporaba algunos complementos que esperaba fuesen de su agrado. Es la primera vez que estoy aquí y no sé a qué complementos se refiere, pero quizás sería de su agrado verificarlo antes de empezar a romperme el culo.

Conociendo la malévola inteligencia de Celia Aintree esperaba que esos complementos no fuesen una silla de montar caballos con bocado y estribos. Pero ya que la noche era joven merecía la pena parar unos minutos. No me molesté en vestirme sino que me puse a inspeccionar la estancia mientras Sonia seguía en la cama con el trasero en alto y metiéndose dos dedos por detrás cada pocos instantes. Salí del dormitorio y volví a revisar con la mirada el salón sin apreciar nada inusual. El cuarto de baño poseía una bañera de generosas dimensiones, sin duda pensada para que la esclava atendiese a su amo antes y durante el baño. Fue al salir del cuarto de baño cuando me di cuenta de una puerta a la que no había prestado atención por estar medio tapada con unos cortinajes. Abrí la puerta y pude ver que conducía a otra habitación de reducidas dimensiones y aspecto anodino donde solamente destacaban dos elementos. Uno de ellos, la pared frente a mí que se encontraba forrada con grandes espejos, permitiendo contemplar con todo detalle cualquier cosa que pasase en el interior. Y segundo, lo que sin duda era una réplica bastante competente de los cepos restrictores de esclavas que había podido ver en la infame casa de placer La Ciénaga de Araha. Algunos detalles finos no estaban presentes: la moldura para el cuello no estaba acolchada ya que no se suponía que la esclava iba a pasar ahí catorce horas diarias y tampoco estaban ni las cadenas para los pies ni los dolorosos enganches para mantener tirantes los pechos mediante los piercings. Pero por lo demás era una réplica muy fidedigna donde inmovilizar a una esclava y follársela al gusto. Me prometí a mí mismo que le daría las gracias a la rubicunda encargada del establecimiento atándola a ese mismo dispositivo y usándola hasta que me cansase, pero para ello tendría que esperar a que la susodicha rubia recuperase la salud. Volví sobre mis pasos y asomando la cabeza al dormitorio donde Sonia aún se masturbaba con su culo en alto dije en todo juguetón.

  • Sonia ¿te gustaría saber como son los días de tu prima Clala en la capital?

CONTINUARÁ...