Memorias de Zolst - 1 - El encargo.
Donde conocemos a nuestro erudito protagonista, nos descubre su mundo fantástico postmedieval y la ardua tarea que le han encomendado.
"A los Señores de las Altas Casas y distinguidos mandatarios, mis saludos. Mi nombre es Valentin Kronor y, cumpliendo con lo encomendado, les hago llegar esta Memoria sobre los Usos y Costumbres de la Sociedad Zolstiana redactada durante el año 16 del reinado de nuestro amado Emperador Ioannes Rahid Strockheim XVI".
Un comienzo de mierda para un trabajo de mierda, las cosas como son. Poco iba a imaginar que yo, Valentin Kronor, licenciado el primero de mi promoción en la Scholam Politicae iba a ser "recompensado" con un trabajo de esta índole. Se supone que soy un rememorador, un erudito de las culturas y un estudioso de la brillante y gloriosa historia de nuestra gran nación el Imperio Zolst. Sin embargo mi carácter extrovertido nada común en nuestro gremio y según dicen, contar con un porte atractivo y juvenil me hicieron candidato de primer orden para un importante encargo por parte del Ministerio de Exteriores. Resulta que soy el encargado de redactar una memoria sobre las costumbres de mi país para enviar a los gobernantes de las naciones vecinas e iluminarlos sobre la grandeza de nuestro Imperio. Un simple panfleto publicitario de autobombo que probablemente escandalice a todos los pusilánimes de nariz empolvada que nos rodean. Si ya el resto de naciones de mayoría humana del continente se estremecen al escuchar el nombre de Ioannes Rahid XVI, no quiero ni pensar qué opinarán en los mojigatos reinos élficos del este o en las tribus semihumanas del norte.
Dicen que un enemigo asustado se vence el doble de rápido. Ignoro si mi obra les asustará, pero voy a tener que ser muy concreto en mi futuro texto. Eso siempre ayuda. Este catálogo de notas tomadas en lenguaje más informal que estoy comenzando me será de ayuda a la hora de agrupar mis pensamientos.
En realidad, tengo serias dudas de que una vez haya completado mi obra y enviado a las manos indicadas algún mandatario imprudente ose ofender siquiera a nuestro señor el Emperador. Tampoco debería ser yo su única referencia pues los logros militares de nuestra nación son evidentes para cualquiera con dos dedos de frente. En los últimos años, durante el mandato de nuestro Emperador Ioannes Rahid XVI y su padre, el aún más beligerante Iacobus Shaddam VII hemos anexionado a nuestros territorios nada menos que doce naciones vecinas casi duplicando de manera efectiva la extensión total del Imperio. Idiotas que se lo tenían merecido por anteponer sus obsoletos valores de moral y virtud al mero hecho de que atacar una nación cuatro veces más grande y con un ejército diez veces más efectivo está irremediablemente condenada al fracaso. Hoy esas antaño naciones independientes son estados vasallos que nos rinden tributo anual y poco a poco van aceptando las ventajas de nuestro modo de vivir gracias a la eficaz tarea de nuestros funcionarios proselitistas. Podría tratar de explicar de manera prolija porqué nuestros ejércitos son tan poderosos o porqué cada uno de nuestros soldados combina un eficaz entrenamiento con una astucia que le permite actuar de manera independiente en caso de ser necesario o golpear todos a una con una sincronización letal. En el fondo podríamos resumirlo en que son una tropa correctamente motivada, pero para eso habría que explicar un poco como funciona nuestra sociedad en conjunto.
En pocas palabras, Zolst es una nación donde la esclavitud está instaurada, institucionalizada y goza de todas las prebendas y favores del Emperador. Es un aspecto de la sociedad totalmente aceptado y sobre el que se basan una porción nada desdeñable de nuestras costumbres. Sin embargo, no vendemos esclavos a otras naciones y muy extraño es el caso donde se comercia con ellos ya que toda la población esclava pertenece al Estado y es él quien decide su destino la gran mayoría de las veces. Probablemente un observador poco informado llegaría a la conclusión que los esclavos forman una mano de obra gratuita y forzosa que permite que los campos se cultiven y las armas se fabriquen dejando al pueblo libre para realizar actividades marciales. Sin embargo, la realidad no podría ser más distinta.
En Zolst el sistema de esclavitud está enfocado en una sola dirección y esta es el alivio sexual de su población. Cualquier hombre, mujer o joven a partir de cierta edad tiene garantizado el confort sexual básico por parte de esta gran nación. Para ello, no tiene más que acudir a una de las abundantes Casas de Alivio totalmente gratuitas que hay distribuidas por todo el territorio nacional para disfrutar de sexo a su elección con una variada selección de señoritas en la flor de la vida. Debido a nuestras tradiciones resulta extraño que una de nuestras mujeres se acerque por una Casa de Alivio, pero ellas también disponen de su propia clase de satisfacción sexual gracias al sistema de esclavitud que también tendré que explicar en detalle. Las naciones derrotadas nos surten cada año con tributos y parte de esos tributos son esclavos y esclavas sanos y atractivos. Asimismo y continuando con nuestra tradición de predicar con el ejemplo normalmente parte de la familia real vencida y sus generales suelen acabar también en alguna Casa de Alivio. Es bueno que el pueblo llano vea que la guerra es algo horrible que nos iguala a todos y que ningún dirigente va a lanzar a sus súbditos en una cruzada suicida si sabe que en caso de perder pasará el resto de su vida igual que muchos de sus mismos súbditos: como juguete de placer para nuestros ciudadanos.
Así que aquí me encuentro, recién salido de la Scholam y con un trabajo más que problemático que me va a obligar a visitar algunos de los prostíbulos estatales más prestigiosos de toda la capital... y también algunos de los más sórdidos. Voy a tener que entrevistar a los funcionarios responsables, a los empleados que trabajan allí y probablemente también a las esclavas de variadas razas y orígenes que sirven a nuestros conciudadanos. Con toda esa información tendré que armar un legajo lo suficientemente desapasionado para que parezca una obra erudita y no una guía de los mejores burdeles de la ciudad. Supongo que lo fácil sería acudir a la Casa de Alivio más cercana a mi domicilio habitual y de la que soy usuario desde mis años de mancebía, entrevistar a un par de chicas y tratar de hacerlo colar por un informe exhaustivo. Pero el permiso ministerial que acompaña a este encargo me puede abrir algunas puertas a las que difícilmente tendría acceso y mi curiosidad académica sobrepasa a mis escrúpulos. Así que ya he cursado las correspondientes solicitudes y espero muy pronto poder empezar a recabar información y plasmarla en este cuaderno de campo. A diferencia de mis primeras líneas, este sí me parece un buen comienzo.