Memorias de una chica
Una ocasión dijiste: -un día te lo voy a hacer por atrás.
Me presento, soy la diosa de fuego, con la que puedes arder o te puede quemar.
Mi piel es blanca y tersa, de pechos grandes y redondos con pezones rosaditos, no muy alta, tengo piernas bien firmes y nalgas redondas de buen tamaño, pelirroja, profesionista, de treinta y tantos años... y este realto es uno de muchos recuerdos que les quiero compartir:
Una ocasión dijiste: - Un día te lo voy a hacer por atrás…
Era cualquier día cuando fui a verte, expectante y ávida del calor de tus besos; entré en la habitación y nos saludamos como de costumbre, con un insípido beso en la mejilla y un “hola como has estado”.
Pero pronto iniciaste “el ritual”, buscaste cualquier excusa para cerrar la puerta, te acercaste a mí con ese aire de conquistador y tu sonrisa pícara, buscaste mi rostro y nos besamos, empezaste a acariciarme las piernas por encima de la ropa, y yo sentía cómo tu miembro iba creciendo a medida que el calor se hacía intenso.
Ya en ese momento sentía mi propia humedad, y mi cuerpo palpitante, rozaba mis nalgas en tu cuerpo, me giré para que me desabrocharas los jeans, lo hiciste presuroso y de inmediato sacaste tu miembro prisionero en el pantalón, me encantaba ver cómo te tocabas alistándolo para penetrarme.
Me apoyé en tu escritorio y elevé un poco los talones y paré el culo para que entraras de una, te abriste la camisa para que no estorbara, acaricias mis piernas y mis nalgas mientras me embistes, suave y profundo al principio, y luego, te dejas llevar por la exitación y la cadencia ; yo gemía muy bajito para no hacer ruido, de pronto lo sacaste, y empezaste a juguetear con él entre mis nalgas, rozando, frotando, golpeando suavemente.
Solo dijiste: - Puedo? Yo sabía lo que querías, y me dio un poco de miedo, jamás lo había hecho, pero al mismo tiempo me exitaba aún más la idea.
Asentí y con la blusa medio levantada, sentí el frío del cristal, estiré todo mi cuerpo sobre tu escritorio dejando el culo más expuesto, fuiste cuidadoso para no lastimarme, mis propios jugos te servían de lubricación, poco a poco metías tu miembro en mi culo, y yo sentía tu euforia, dolía un poco, pero me gustaba y lo notaste, no dejabas de preguntar si me encontraba bien, y lo estaba, así que fuiste a lo más profundo de mí para tu placer, te sujetabas de mis caderas y embestías, hasta que ya no pudiste más, y explotaste dentro, todo escurría entre mis piernas.
Nos limpiamos y vestimos tratando de disimular, me despedí con otro beso, y salí; recordando toda la noche tu cara de satisfacción, deseando volver a verte.