Memorias de un portero de noche (9)

El viaje desde La Habana a Santiago de Cuba era largo pero no por eso a ninguno de nosotros se nos hizo aburrido.

La chica se arrodilló en el asiento y Pancho terminó de bajar los pantalones, la pinga siguió siendo tan corta y gorda pero con un par de “timbales” como aguacates, Diana estaba empeñada en meterla en la boca y yo me puse detrás de ella y le encaré la polla en su coño.

Del empujón que le di la pinga de Pancho se coló en la boca de Diana, ésta ya no la sacó y con la lengua la estuvo lamiendo hasta que Pancho no pudo más, la cogió del cogote y la hundió hasta la mitad.

Mi polla entró hasta el fondo, la chica me lo agradeció culeando de un lado al otro pero cuando la saqué y apunté más arriba quedó paralizada, no pudo gritar porque tenía la boca a punto de rasgarse las mejillas pero mi verga entró en su culo virginal.

Pancho descargó toda su leche en la garganta de Diana, ésta tosió, lloró y moqueó leche por todos lados pero no se apartó, cuando la pinga de Pancho se ablandó un poco pudo sacarla, yo esperaba un drama pues el culo apenas podía recibirme porque se hundía con mi tronco pero ella quiso que Pancho le metiera aquella Coca-Cola en su coño, lo hizo tumbarse en su asiento y lo montó.

Yo no llegué a sacársela del culo ni ella lo consintió pero cuando estaba empalada por los dos se volvió al asiento de atrás.  Su marido dormitaba desparramado sobre el asiento trasero y ella se compadeció de él.

  • Lo siento, Mike, estamos recién casados y no está bien que ya te ponga los cuernos así.

Pensamos que todo había acabado, que se había arrepentido y que se enfadaría con nosotros, hacía un calor insoportable entre las cañas de azúcar pero ella desnuda echó el respaldo de nuestro asiento hacia atrás y lo puso parejo al trasero, sin que nuestras pollas se salieran de ella buscó la verga blanca como la nieve de su recién marido y la sacó, se la metió en la boca hasta ponerla dura y la lamió a la vez que saltaba sobre nosotros, Pancho en su coño deformaba su vagina y yo con los huevos pegados a su culo la llenaba de carne dura.

Mike no se enteró pero eyaculó en la boca de su mujer, “lavando su honor” , yo la llené de leche hasta el duodeno y Pancho hasta llenar la matriz.  Diana apenas podía parar de moverse, los espasmos la revolvían descontrolada mientras se meaba sobre Pancho, a mí me tocó mi ración pero aguanté cogido a sus tetas por debajo de ella.

Cuando estábamos descansando Pancho se empeñó en que le hiciera una cubana, era su obsesión y lo consiguió, apenas podía atrapar aquel trozo de carne negra con las dos tetas pero lo hizo y le regó el cuello y las mejillas por enésima vez.

Todavía estuvimos un rato pasando calor entre las cañas, Pancho sacó más hielo y Ron y nos invitó a más mojitos, Diana se encaprichó que metiera mi capullo en su vaso y luego chupó mi polla con gusto a mojito, le gustó tanto que acabé llenándole la boca de leche con 40º de alcohol.  Luego Pancho le roció con Ron el coño y lo relamió con su lengua carnosa lo que le provocó otra brutal corrida húmeda en su cara.

Cuando salimos a la A1 el sol había bajado y Diana pasó al lado de Mike, le guardó la polla y lo incorporó en el respaldo, a la media hora empezó a dar señales de vida y preguntó si se había perdido algo, ¡todos a coro le contestamos que no!

Al llegar a Santiago, Pancho llevó a un hotel a la pareja de recién casados recibiendo por parte de Mike (a instancias de Diana) una buena propina en dólares USA y a mí me llevó al puerto, desde lejos ya vi la silueta de mi barco y nos dirigimos allí.

  • Pancho ¿puedes esperar un poco?
  • ¡Compay, cómo no!

Subí en dos zancadas la escala y me encontré con el primer oficial en el puente.

  • ¡Hola oficial O’Connor!
  • No me jodas Josu, ya sé que siempre me llamas el Rojo, así que no me toques los cojones.
  • Está bien Rojo, ¿Dónde está el Capitán?
  • Mmm, no sé, en su camarote supongo pero no te recomiendo que lo molestes, ha subido a bordo una Inspectora de Aduanas que está que se rompe y seguro que le está haciendo una “revisión completa” ¿entiendes?
  • Sí, gracias por avisar, ¿tardaremos mucho en zarpar?
  • Bastante, no te preocupes ¿porqué lo…?

Lo dejé con la palabra en la boca y bajé a la sala de Máquinas.

  • ¡Hola Jefe, ya estoy aquí!
  • Me alegro, precisamente tengo un trabajillo para ti…
  • Perdone un momento… ¿Tiene aceite para motores?
  • Pues claro, ¿qué crees, que se lubrican con gaseosa?
  • Necesito un poco, ya sabe… un  compromiso.
  • Tu siempre de líos, anda coge una botella y saca de aquel depósito.

Había una botella vacía pero al lado también encontré una bidón de 25 l. lo llené y sin que me viera el jefe subí a cubierta, allí vi al Rojo y me acerqué sin el aceite.

  • Ejem, perdone Rojo ¿por causalidad no tendrá algo para regalar a una mujer?
  • Uy, mal te veo, seguro que has hecho alguna de las tuyas.
  • No sea mal pensado Rojo, dígame.
  • Aquí no hay mujeres o sea que difícilmente habrá nada para ellas pero espera, cuando cargamos la ropa para aquí nos regalaron, por el favor de esperar, una caja de pantalones jeans, a lo mejor hay alguno de mujer.
  • Gracias O’Connor.
  • No seas cabrón Josu, ¡Rojo, me gusta más Rojo!

Busqué la caja y no encontré uno sino tres y los cogí todos, con ellos y el aceite bajé, desde lejos le grité a Pancho que abriera el maletero, metí todo y salimos dejando una humareda negra.

  • ¿Qué es eso que traes y adónde vamos  ahora?
  • Eso es para ti o mejor para la Chevy y lo otro para tu mujer y tu cuñada y también para Dorita.
  • No te entiendo.

Cuando llegamos a su casa me presentó a su mujer, no era muy guapa pero tenía un buen culo, era muy simpática y melosa, su cuñada, la madre de Dorita era tal como su hija, aunque mayor que su hermana tenía unas tetas divinas y un culo que me recordaba a la Nefróloga.

  • Pancho, toma éste aceite, espero que tengas bastante, es del mejor y tu almendrón se lo merece, te lo regalo por lo amable que fuiste conmigo.
  • ¡Oh compay, no sabes lo que te lo agradezco!, éste va a ser el mejor carro que corra por La Habana, voy a cambiarlo enseguida.

Pancho salió volando con el aceite y entonces les enseñé los pantalones elásticos, a la mujer de Pancho le encantaron y se empeñó en probárselos enseguida.

  • Juliana, cuida  a los niños, que voy a probarme los pantalones, de paso le enseñaré la casa a Josu, ¡ah y pon bien fuerte la radio y no dejes entrar a los críos!, ¿eh?
  • Descuida hermana, así será y deja algo para mí, jajaja.

La mujer de Pancho me llevó a su habitación y sin mediar palabra corrió las cortinas dejando la ventana abierta, la radio sonaba fuerte con un son cubano mientras ella se desnudaba por completo y se echaba en la cama con las piernas abiertas.

  • Ven gallego, ven aquí conmigo, quiero que me cojas bien rico, te voy a hacer gozar como te plazca.

En efecto no tenía muchas tetas y con la polla de Pancho era imposible hacerle una cubana pero preferí el culo de la negra, ella separó con las manos las nalgas poniéndose primero una crema de aloe, le hundí la polla de un sólo golpe pero su grito no se oyó entre el griterío de los críos en la habitación de al lado y la radio con su música a todo volumen.

Se corrió gritando, pidiendo más moronga para su papaya y cuando la tuvo toda adentro dijo que parara, que la estaba matando pero la llené de leche un momento antes de que ella se corriera echando espuma blanca por el coño, fue una follada rápida pero intensa.

Cuando me iba a vestir entró en la habitación su hermana, la madre de Dorita y vino hacia mí directamente.

  • Ahora me toca a mí “amol”, te voy a hacer una cubana como nadie te la ha hecho.
  • Si no es mejor que la que me hizo tu hija, no te pongas.
  • ¡Ah, mala hija!, ya echaste un palo con ella, pues verás lo que sabe hacer su madre, le enseñé yo misma.

No quise desilusionarla aunque puso toda su voluntad, el único que podía darme la razón era Pancho que había probado las dos cubanas pero la hija tenía algo especial, la madre se esmeró, me dio su culo sin problema y cuando le iba a meter la polla en el coño negro me frenó.

  • ¡No “amol”, por ahí no!
  • ¿Por qué, si te la metí por el culo, qué mejor que por la chocha?
  • No, porque cuando nació Dorita me cosieron mal y me dejaron el bollo muy estrecho y no me cabe esa moronga que tienes.
  • No te preocupes, iré con cuidado.
  • Sólo me cabe el dedo, es lo único que me meto.
  • ¿Entonces Pancho no te mete la pinga por ahí?
  • ¿La de Pancho?  Ni pensarlo, sólo me la mete por el culo aunque prefiero hacerle la cubana, así me puedo sentar después, si quieres meterla en el chocho llamaré a mi hermana otra vez.
  • No, no hay tiempo, debo embarcar y Pancho no tardará, ¡anda déjame probar!
  • ¡Qué no, gallego, qué no!
  • Venga, la puntita nada más.
  • Bueno… pero sólo la punta, como un dedo.

Fue el dedo y luego el resto, cuando la notó dura y caliente pidió, rogó y lloró para que se la metiera toda y lo hice cumplidamente y me corrí más a gusto que con su hermana.  Cuando apareció Pancho venía con una sonrisa de oreja a oreja.

  • Aquí me tienes con el coche nuevo, hasta el “motol” le hace hipo.
  • Sólo le falta hablar.
  • Si él hablara…
  • Jajaja, mejor que no hable.
  • Espera compay, te voy a regalar una cosa.

Entró en casa y salió con una caja de botellas y otra de puros.

  • Mira esto es “guarfarina”, es un aguardiente casero, me lo hace un compadre, especial para mí y esta caja de puros de otro amigo que es tabaquero, son de lo mejor, se los hace él para su consumo y además éstas tres botellas de ron especial para tus amigos.
  • Gracias amigo o mejor compay como tú dices, siempre te recordaré y dale recuerdos a Dorita, es una mujer especial…  Como vosotras, bueno me tengo que ir.
  • Espera, te llevo con mi Chevy, tienes que presumir.

En el trayecto Pancho iba muy contento con su coche sin apenas ruido y sin humo y poniendo su mano en mi hombro me dijo:

  • Gracias por todo hermano, pídeme lo que quieras… bueno todo menos a mi mujer, claro. jajaja.

Continuará.

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