Memorias de un portero de noche (5)

Nunca pensé viajar a África pero de la mano de George la conocí y la disfruté, me demostró que no me había equivocado haciéndome su amigo, su familia me trató como a él mismo y esto me recordó algo curioso.

Por fin cuando ya anochecía pudimos soltar amarras, no nos hizo falta la ayuda del remolcador porque el capitán, con buen criterio, había largado el ancla en la mitad de la dársena y tirando de ella despegamos del muelle.  El Práctico nos acompañó hasta la bocana del puerto y ya sobrepasado el faro nos dejó, cuando saltó a su lancha lo hizo de una forma muy graciosa porque el mar estaba tan plano como si fuera un plato de sopa.

Navegamos cerca de la costa, podíamos ver las luces de los pueblos costeros y sobre todo las guirnaldas de la Marina de Benidorm, es el Manhattan español, con una concentración de rascacielos dedicados al turismo que es único, hasta nosotros llegaba el aroma de las flores de azahar de los naranjales y la música de sus chiringuitos, según íbamos recorriendo la costa el Jefe me iba explicando, estábamos asomados por las escotillas y disfrutamos del buen tiempo.

Cuando cruzamos el Estrecho de Gibraltar la cosa cambió, al salir al Atlántico vimos a lo lejos los relámpagos que anunciaban una borrasca, íbamos directos a ella y el Capitán nos avisó por el teléfono que amarráramos todo lo mejor posible porque íbamos a tener “baile”.

No se tardó ni una hora y el barco empezó a cabecear, yo estaba de guardia y el Jefe no quiso dejarme solo, su excusa fue jugar a las cartas, según dijo no podía dormir pero yo sabía que quería estar atento en su puesto, el motor funcionaba a la perfección, merito del Jefe y de los que estábamos a sus órdenes.

Cuando vimos luces en la lejanía estaba en cubierta, hacía un calor agobiante, el viento venía del Sahara y traía una calima de arena en suspensión que anulaba el frescor de la brisa, las luces se perdieron en la lejanía y el océano negro se abrió delante de nosotros.

Ya no volví a subir a cubierta, mi itinerario era del camarote a la sala de maquinas y de allí al comedor o incluso pasaba por la cocina de George que me hacía algo especial y volvía al trabajo, con la tripulación asiática no tenía mucho, excepto cuando me invitaban a beber algún brebaje suyo que aceptaba por no hacerles el feo.

Según íbamos rumbo Sur, George se mostraba más contento, la escala en Dakar iba a ser breve pero ante la idea de pisar su país, le hacía feliz y lo comprendía.

De madrugada avistamos la costa de Senegal y él nos preparó una comida especial, nos explicó que se llamaba Maafe que era un guiso de cordero con verduras y salsa de cacahuetes.

Nos enteramos que el puerto se abría a las siete de la mañana y a esa hora ya había preparado el desayuno y la comida para todos, le había pedido permiso al Capitán para desembarcar y visitar a su familia que vivía en una aldea cercana, lógicamente lo obtuvo y cuando ya estaba en la escalerilla para desembarcar le preguntó a mi Jefe si podría prescindir de mi todo el día, lo pilló cuando fumaban un puro cada uno viendo las grúas acercarse y ninguno de los dos tuvo valor de defraudar al cocinero.

Apenas me dio tiempo para cambiarme de ropa y correr detrás del cocinero, éste me explicó que allí se hablaba francés aunque en las aldeas tenían sus dialectos, también me advirtió que no se me ocurriera llamarle George pues estaba mal visto que se cambiara de nombre pues el suyo Ngono, era de alta alcurnia, su padre era el jefe de la aldea y era muy respetado, me aconsejó que tampoco le llevara la contraria pues era muy severo.

La primera sorpresa fue que no iríamos en transporte público, a la aldea no había otra forma de llegar que en coche y además nos urgía pues el tiempo que nos dieron era hasta la noche y con el Capitán no se jugaba, pues era capaz de dejarnos en tierra.

Ngono alquiló un Peugeot desvencijado, parecía imposible que aquel coche pudiera salir de la ciudad pero sí, lo hizo y a bastante velocidad, el paisaje era muy árido, se notaba la cercanía del desierto y no tardaron mucho en aparecer las dunas de arena, yo estaba preocupado pero el cocinero me tranquilizó, al poco tiempo giramos hacia el sur y el paisaje cambió a la sabana.

Íbamos por una carretera interminable con algunos árboles con pocas ramas a los lados cuando vimos que en la cuneta había una furgoneta arrimada.

Al acercarnos, de detrás de ella apareció una mujer blanca, ya me había fijado que en la capital predominaban los negros como mi amigo pero fuera de ella ya era muy raro ver a un blanco, quizá por eso nos extrañó ver a una mujer rubia en medio de la nada.

  • ¿Le podemos ayudar?
  • Pues… espero que sí, nos hemos quedado sin gasolina, mi marido fue a buscarla en un carromato tirado por un asno qué pasó, mi hija y yo le estamos esperando, no sabemos cuándo vendrá.
  • Está bien pero aquí a pleno sol no están bien, más adelante hay un pozo, allí crecen unos árboles y palmeras, por lo menos podrán descansar algo.
  • Pero no podemos ir a ningún sitio, no tenemos gasolina.
  • Si quiere le podemos dar un poco hasta poder llegar.
  • Si es así…

Era una furgoneta Volkswagen, estaba adaptada para viajar, tenía lo necesario y según nos contaron venían atraídos por el Rally, querían ver en persona los paisajes que habían visto por televisión, nos siguieron hasta el pequeño oasis, efectivamente había un pequeño estanque de agua clara bordeado de junqueras y palmeras.

Hasta entonces no nos habíamos fijado en las mujeres, ni mi amigo ni yo comentamos nada al respecto pero cuando bajaron encantadas al ver el agua nos quedamos alucinados, la madre era guapa, era castaña con el pelo rizado, un buen cuerpo y bastante joven y su hija era rubia aunque más delgada pero muy alegre.

Al llegar ya gritaban dentro de su coche pensando en la charca de agua fresca y nada más parar la furgoneta bajaron corriendo hacia el agua, antes de llegar se habían quitado los vestidos ligeros que llevaban, apenas llevaban unas braguitas pero la hija se dio cuenta de que no nos había dado las gracias y volvió hacia nosotros que las mirábamos con cara de tontos.

  • ¿Qué hacéis ahí parados?, ¡ven Ngono!, vamos a bañarnos ¿no te apetece refrescarte con el calor que hace?
  • Ssssí, claro.

La chica le cogió la mano y tiró de él hacia el agua, saltaba como una gacela seguida por mi amigo que apenas la podía alcanzar, cuando lo hizo se oyó el chapoteo en el agua y los gritos al notar el agua tan fría.  La madre se quedó conmigo, era más calmada y me contó…

  • Me llamo Elga, somos alemanas, disculpa a mi hija Ingrid, es muy impulsiva, yo en cambio prefiero hablar, me encanta compartir éste paisaje tan impresionante, mi marido no estaba muy convencido en venir pero entre mi hija y yo lo conseguimos, él no es nada aventurero y cuando vio las incomodidades que hay aquí se desanimó, hasta se olvidó en llenar el depósito de gasolina sabiendo que por aquí no abundan los surtidores.
  • A mí también me gusta viajar, nosotros somos marineros y la familia de mi amigo vive cerca, vamos a visitarlos porque tenemos que estar a la noche en el barco que parte enseguida.
  • ¡Jajaja, estate quieto, no me eches agua, nooo, me vas a ahogar, jajaja!
  • Ya ves, mi hija es una alborotadora, le gusta jugar como si tuviera diez años.
  • ¡Oooooh, madre mía! “Steck deinen Schwanz in mich” (méteme la polla)
  • ¿Ha oído?, parece que se ha hecho daño.
  • ¡Noooo, creo que ese grito no es de dolor!, conozco a mi hija, habrá visto algo que la habrá impresionado mucho, jajaja.
  • Conociendo a Ngono me imagino lo que habrá sido porque no lleva bañador, jajaja.
  • ¿Quieres decir que…? -señaló con el antebrazo una medida-
  • Más que eso, se lo aseguro.
  • ¡Qué suerte tiene Ingrid!  Jajaja.
  • Yusted porque no quiere, porque yo tampoco llevo bañador.
  • Ni yo pero en la furgoneta tengo una cama que nos está llamando.
  • Entonces es mejor que no le manche las sábanas de arena.

Me quité la ropa siguiendo a Elga, ésta también lo hacía y cuando subió a la furgoneta me mostró las nalgas redondas y morenas, al girarse hacia mí abrió los ojos asombrada y sin dejar de mirarme la polla cogió las tetas y las mantuvo en cada mano mostrándome la dureza que las mantenían, pude ver que estaban tan morenas como el resto del cuerpo porque no se le notaban rayas de bañador alguno, imaginé que a su hija tampoco se le notarían, ¡ya le preguntaría a Ngono! , jajaja.

Elga saltó a un colchón en el suelo de la furgoneta rodeado de paquetes, maletas y bolsas, subí sobre ella con la polla en ristre, caí entre sus piernas, no tuvimos preliminares, ni caricias, ni besos, simplemente metí la polla en su coño abierto, ella tampoco esperaba prólogos, simplemente quería follar y que la follaran, estuvimos revolcándonos sin sacar la polla del coño mojado.

Cuando levantó las piernas sobre la cabeza y me arrodillé pegado a sus nalgas la polla le entró tanto que se quejó, fue un gruñido y un jadeo pero tiró de mí para me volviera a hacerlo, me pegué a su culo y los huevos se incrustaron en sus nalgas como sello de correos.

Noté la presión de sus músculos vaginales en mi polla cuando empezó a temblar, se agarró al asa de una maleta y tiró de ella cayendo sobre nosotros un montón de ropa, mientras debajo de la pila de prendas gemía como una perra con el orgasmo que la sacudía, yo sin verle la cara, le saqué la polla del coño y la metí en su culo abierto y su grito apagado por la ropa impidió que llegara a su hija.

O eso creí yo porque de reojo vi la silueta negra de Ngono y a su lado a Ingrid, estaban en la puerta, ella apoyada en el cristal y él detrás, cogido a sus tetas intentaba meterle la polla entre sus piernas abiertas.

Al ver cómo gritaba su madre, Ingrid sonrió y levantó el dedo pulgar, me animaba a follarla por el culo pero su cara cambió cuando Ngono separó más sus pies y sin soltarle las tetas le metió su verga enorme en el coño estrecho, solamente lubricado por el agua del estanque y sus jugos.

  • ¡No pares, “Ich Komme”! (me corro).

Elga al oír gritar a su hija comprendió que tenía la polla de Ngono atravesándola, cuando se deshizo de la ropa que la cubría primero miró que mi polla seguía en su culo aunque ya se había adaptado a ella pero vio a su hija que estaba recibiendo la tranca del negro, todavía tenía la mitad afuera y con espanto vio cómo iba metiéndola a cada empujón.

Las miradas de las dos se cruzaron y aspiraron las lágrimas que les salían, se encogieron de hombros y sonrieron, ya estaban resignadas a recibir aquellas vergas, tanto que cuando se corrieron también quisieron probar cambiando de pija.

Cuando nos cruzamos Ngono y yo chocamos las manos y nos pusimos manos a la obra, a Elga la polla del negro le hizo paralizarse hasta recibirla entera, en cambio Ingrid quiso chupármela antes de que se la metiera, me senté en el asiento de delante de la furgoneta y ella se amorró a mi polla, yo con los pies le acariciaba entre los muslos pulsando el clítoris que le obligaba a abrir las piernas.

Cuando me corrí en su boca, tosió atragantada, su madre le preguntó un poco preocupada qué le pasaba y al levantar la cara y enseñarle la boca llena de leche quiso que Ngono hiciera lo mismo.

No calculó que el negro me ganaba en todo, su polla era una manguera y tenía leche para hacer un queso si quisiera, la llenó de leche hasta tener hipo y como no podía con toda le pidió por señas que terminada de eyacular en su coño.

Ngono lo hizo a gusto pues hundió la polla hasta los huevos y no paró de moverse hasta que la leche rebosó por la vagina, me dedicó su mejor sonrisa al ver que yo tenía empalada a Ingrid, la chica aguantaba a duras penas pero aún así me pedía más fuerza.

Quedamos satisfechos pero la madre nos provocó para ir a bañarnos al estanque y lavar las leches y flujos derrochados, los cuatro entramos en el agua dando saltos y sin más Elga se sentó sobre Ngono que estaba boca arriba e Ingrid se apoyó en la orilla dejándome el culo separándose las nalgas, el agua facilitó que el esfínter se dilatara un  poco y el resto lo hizo mi capullo, se agarró a unas hierbas de la orilla y aguantó la follada de culo viendo a su lado cómo la madre saltaba sobre mi amigo.

Las tetas de la chica se mancharon de barro pero no paré de clavarla hasta que la llené de más leche y su madre no dejó de saltar sobre mi amigo hasta que las hebras blancas salieron nadando de su coño.

Cuando subimos al Peugeot las pollas ya descansaban y al volvernos para despedirnos de las mujeres las vimos abrazadas por la cintura agitando los brazos.

En la recta interminable vimos por el retrovisor a un senegalés en moto que llevaba detrás a un blanco con una lata de gasolina.

Cuando llegamos al poblado de mi amigo quedé sorprendido, esperaba que sería como en las películas, chozas de paja llenas de críos pero era todo lo contrario, en una plaza con piso de tierra muy ordenada había en el centro una casa más grande de adobe y alrededor una serie de casas más pequeñas, luego había unas cuantas calles sin ningún orden urbanístico.

Cuando Ngono paró frente a la casa grande nadie salió a recibirnos, yo esperaba que hubiese una algarabía general pero me explicó que su padre le esperaba en casa, el hijo debía de demostrar respeto y presentarse a él en su aposento.

Ya instruido por el cocinero esperé a que saliera, se oyeron rumores de saludos y al rato salió Ngono a buscarme, en la penumbra curiosamente fresca de la gran sala estaba su padre sentado en un sillón que había conocido tiempos mejores, vestía un ropaje tribal muy colorido, era un hombre ya anciano, lleno de arrugas pero con un semblante serio, a su lado de pie, le acompañaba una mujer muy bella, tenía un parecido innegable con mi amigo que me sonrió nada más verme.

  • Padre, te presento a Josu, es mi hermano, él es la persona que más estimo lejos de mi casa.
  • Acércate Josu, si mi hijo dice que eres su hermano, para mi es suficiente, serás tratado como a él mismo.

Yo no sabía qué hacer y esbocé una reverencia que me salió fatal, la madre sonrió al verme y se adelantó ofreciéndome sus brazos para acogerme, le di un beso en la mano y le agradó el detalle, incluso al padre le sorprendió pues era una muestra de respeto impropia del lugar, cuando miré a Ngono supe que les había gustado y ya respiré tranquilo.

La madre conocía mis costumbres y me dio dos besos en las mejillas, entonces pude apreciar el aroma del perfume francés que llevaba, se lo acababa de regalar su hijo.

De detrás de una cortina apareció una mujer más joven con una fuente de frutas frescas y tuve que coger una manzana preciosa para que no se sintieran airados y entonces el cocinero me presentó a su tía, era guapísima y tenía un tipazo, el vestido coloreado que llevaba ceñido al cuerpo resaltaba su color tan negro como el de mi amigo y su sonrisa era tan blanca como la de él.

Estuvimos un rato hablando del viaje y luego mi amigo les dijo que nos retiraríamos, nos acompañó la tía, salió detrás de nosotros y no dejé de volverme admirando su cuerpo perfecto.

Nos llevó a una de las casas vecinas y nos enseñó nuestras habitaciones, allí nos esperaba la hija de la tía, lógicamente supuse que sería la prima de Ngono.   Si la tía era una belleza, la hija era una escultura de ébano, junto a su juventud tenía la gracia de su madre y un cuerpo más estilizado propio de una top model.

Yo esperaba que nos dejaran descansar un rato para luego festejar alguna comida típica, imaginaba que el hijo iría con sus padres y pasaran unas horas en la intimidad familiar pero al hacernos pasar a la habitación de al lado vi una bañera gigante, más aún que un jacuzzi, de nada sirvió que les explicara que nos habíamos bañado a mitad de camino (sin mencionar a las alemanas) porque tanto la tía como la sobrina dejaron caer las túnicas multicolores al suelo y quedaron desnudas en la orilla de la pila.

Miré a mi amigo, él sonrió mirando a su tía, no demostraba sorpresa sino alegría de volver a verla, cuando se quitó el pantalón la polla la marcaba las 4 de reloj, a mi me hizo mucho más efecto y mi verga marcaba las tres como mínimo.

Las dos mujeres se miraron divertidas e impresionadas, me pareció que sobre todo el centro de las miradas era yo, la polla de Ngono era mayor, estaba circuncidado y era tan negra como el humo, en cambio la mía un poco menos larga pero con un capullo más grueso y cubierto por el prepucio todavía les daba más impresión.

Las dos bellezas entraron en el agua sin apenas removerla, parecía que andaban por la pasarela de un desfile de moda y se arrodillaron en el fondo provocando que sus tetas flotaran al llegar al nivel del agua, era una tentación ver aquellas cuatro maravillas moverse flotando independientes y libres con los pezones salidos.

A nosotros nos pasó lo mismo cuando entramos hacia ellas, las pollas y los huevos quedaron flotando amenazantes como cocodrilos entre dos aguas.

Respeté la prioridad y esperé a ver qué pasaba, imaginaba que Ngono elegiría o mejor abarcaría a las dos pero me sorprendió y mucho cuando se apartó a un lado dejándome a mi frente a las dos, no sabía qué hacer, las dos eran preciosas y las dos me eligieron a mí, una y la otra me rodearon y se frotaron contra mi cuerpo, sus manos me acariciaron con cierta curiosidad y se arrodillaron frente a mí y entre las dos retiraron el prepucio del glande hasta dejar el capullo tan descubierto como el del negro.

Una y la otra se pasaron la polla y la besaron, la lamieron y hasta se la metieron entre los labios gruesos, la madre aspiró y succionó hasta la mitad y cuando se la dejó a su hija, ésta sacó la lengua y dejó la verga sobre ella, no movió la lengua, adelantó la cabeza y fue encogiendo la lengua haciendo desaparecer más de la mitad de polla entre sus labios.

Se acercaron tanto hacia mí que rozaron sus tetas con mis manos, no tuve más que girarlas y llenarlas de carne dura, negra y caliente.

Ngono miraba divertido mi apuro, una vez hechas las “presentaciones” se unió a la fiesta pero no eligió a ninguna de las dos, alternábamos a cualquiera de ellas, hasta que sentí que las manos de una de ellas me rozaban con una esponja natural, me untó algún tipo de jabón oloroso y me envolvió de espuma, mis manos intentaban acariciar a la más cercana y ellas no lo evitaban hasta que quise tocar un coño, su propietaria se deslizó evitando la caricia, noté que tenía una melena de rizos cortos y esto me cortó un poco, creí que me había pasado y quedé a la expectativa.

Simplemente habían acabado de bañarnos, nos secaron con unos lienzos y por unos escalones salimos a otra habitación contigua, allí habían dos camas altas, parecían de masaje y nos tendimos sobre ellas, madre e hija quedaron entre las dos camas y se alternaba en el reparto de lociones y aceites, cuando vi la polla de Ngono que se elevaba como un poste de telégrafos, sentí que la mía era masajeada con dulzura, también se fue elevando hasta que la dejé de ver, me pusieron un paño sobre los ojos y sólo sentí las sensaciones en todo mi cuerpo.

Nunca sospeché que tuviera tantos puntos erógenos en mi piel, a mi lado sólo oía el roce de los pies desnudos de las chicas y los gemidos de mi amigo, me abandoné y dejé que fuera quien fuera sacara de mi hasta el último aliento.

Apenas podía distinguir qué mano era la que me agitaba la polla o qué boca era la que absorbía mis huevos hasta llenarse por completo.  Cuando noté a mi lado el tacto de unos pies no pregunté sobre sus intenciones pero al roce de unos pezones en mi pecho se unió al sentido de presión de los labios del coño de una de ellas, obligando que entrara en su interior, no llegó a saltar, simplemente era un movimiento de vaivén que se dejaba caer o salía sin dejar que me relajara ni un segundo.

Mi amigo y vecino se corrió antes que yo, oí como salía la leche y era absorbida por una boca que tragaba a duras penas, yo esperaba que me chuparían la polla como final de fiesta pero el coño que se movía sobre mí no se apartó cuando noté que la oleada de leche me salía a presión, simplemente se quedó esperando con dos centímetros de polla afuera y cuando ya iba terminando de salir se hundió del todo y dio una serie de últimas clavadas rápidas que reactivaron la erección hasta volver a correrme sin parar.

Cuando me quitaron el paño de los ojos me costó un poco adaptarme a la luz, a cada lado de mi cama estaban madre e hija, las dos tenían restos de leche en la boca y en el coño y sonreían, casi a mi lado estaba el cuerpo negro de Ngono tan satisfecho como yo, alargó la mano y chocamos los puños.

Yo había dado por terminado el masaje pero las chicas nos ayudaron a bajar de las camas y quedaron de pie en la puerta, no esperaba la reacción de mi amigo cuando cogió mi mano y la unió a la de la hija, él abrazó por el cuello a la madre y nos fuimos a nuestras habitaciones.

Nunca había comido un coño de una mujer de color, entre los labios negros ligeramente poblados de vello brillante veía el clítoris y los labios menores de color fucsia, me atraía el color, el sabor y sobre todo el efecto que le hacía sentir, me pareció que no era costumbre allí el que le comiera el coño un hombre y lo disfrutó con una corrida inesperada que me inundó la cara, ella se preocupó al ver cómo se escurría el líquido por mis ojos pero le quité importancia separándole las nalgas y lamiéndole el culo.

La chica gritaba de placer, su madre se oía en la habitación de al lado con mi amigo, entre las dos se contaban las novedades que sentían, su madre se admiraba al saber a lo que la estaba sometiendo pero cuando tuvo el ano mojado y metí un dedo gritó como asustada, su madre se asustó también y le preguntó en su dialecto que pasaba, ella le contestó y se oyó a mi amigo que tranquilizaba a su madre, a partir de entonces, la chica confortada y animada por mi amigo aceptó con resignación cuando sustituí mis dedos por mi polla y la hundí entre varias intentonas.

Se volvió a correr, esta vez ya no se reprimió y me duchó completamente y yo la llené de leche hasta rebosar, cuando terminamos agotados fuimos a la habitación de al lado, su madre estaba saltando sobre mi amigo con la enorme polla clavada en su culo y la hija se asomó admirada de cómo se sentaba sobre él, esperó hasta ver la cantidad de leche que reventó de la polla de Ngono cuando su madre se incorporó, yo aproveché para lamerle el coño a la madre y ella se abrió de piernas hasta rociarme otra vez.

Los cuatro volvimos a la pileta y nos aseamos, las dos mujeres salieron antes que nosotros, nosotros con las pollas como periscopios estuvimos comentando la experiencia.

  • ¿Qué Josú, te ha gustado la hospitalidad de mi familia?
  • Ya lo creo, aunque no acabo de entender el parentesco…
  • Jajaja, es fácil, te explico, mi tía en realidad no es hermana de mi madre, es la segunda mujer de mi padre.
  • ¿Cómo puede ser? y tu madre…
  • Tan contenta, mi padre necesita follar todas las noches, es un ritual y lo hace sin fallar.
  • Entonces una noche le toca follar a una y otra a la otra.
  • ¡Qué va!, ¿no has visto las otras casitas?  Siento no tener tiempo pero me gustaría presentarte a las otras mujeres.
  • ¿Más esposas? ¿y están tan buenas como estas?
  • Bueno, no tienen tanta experiencia porque son más jóvenes pero se esfuerzan por aprender, jajaja.
  • Entonces tú prima…
  • Jajaja. No es mi prima, es mi hermana, su madre fue la primera mujer que me enseñó a follar, fue mi tutora del sexo, mi padre se lo recomendó y no me ha ido mal.
  • ¿Y la hija?
  • Cuando tuvo la edad también, las follaba a las dos antes de embarcarme, cada vez que vuelvo mi madre les avisa para que se preparen para mí y como dijo mi padre, tú mereces lo mismo que yo, por algo eres mi “hermano”, jajaja.
  • Pues no sabes lo que agradezco ser tu hermano blanco, jajaja.
  • A mí me pasó lo mismo en Odesa, demostraste que me apreciabas mucho al dejarme ir contigo.
  • No fue nada “hermano”,  jajaja.

Cuando salimos de la pileta nos pusimos una túnica tribal, a mi me parecía que iba disfrazado y tan blanco parecía irreal, en cambio todo el resto de la familia estaban encantados con mi aspecto, sobre todo porque no me puse ropa interior y cuando andaba la polla se notaba ostensiblemente, la madre de Ngono me dedicó unas miradas nada inocentes e incluso me dio un par de roces con la mano que calibró el diámetro de mi polla.

Al volver al puerto nos pitaron desde un coche y vimos entre la vorágine de tráfico a la furgoneta de las alemanas, las dos nos lanzaron besos al aire y se mordieron los labios a la vez.


Esto que me pasó en Senegal me recuerda que una noche cuando Martina me relevó, me comentó que habían llegado unos inquilinos nuevos, el hecho no era nada extraordinario pues los bloques de viviendas albergaban multitud de familias y muchas de ellas iban cambiando de lugar.

Pero Martina ya me conocía lo suficiente, pues su coño y su culo sabían de mis debilidades, por eso insistió para que estuviera pendiente y que le comentara después, porque tenía una sensación rara.

Esa noche no me preocupé o mejor tuve mejores cosas que hacer, cuando me quedé sólo me conecté a mi tablet, hice un barrido por las diferentes señales wi-fi liberadas por mi compañero el informático, la inmensa mayoría eran familias que estaban en sus casas, unas con niños o viendo la televisión o incluso acariciándose debajo de la ropa mientras comían palomitas de maíz.

Pero no pude resistir la tentación y busqué a la mamá del niño travieso, la señora, a sabiendas de que podía verla se arreglaba para estar por casa como si fuera a salir, su marido estaba extrañado pero contento, se ponía la mejor lencería y procuraba ir por la casa con su teléfono móvil dejándolo enfocado hacia ella.

Así podía seguirla a cualquier lugar adonde fuera y esa noche eligió darse un baño, dejó el teléfono sobre el lavabo y se desnudó lo más sexi que pudo, delante de la cámara revisó sus pezones mirando y remirando como si buscara algún pelillo para quitárselo con la pinza, provocó que le salieran como faros y los lamió como si lo hubiera hecho yo.

No escatimó acompañar la cámara entre sus piernas, aprovechó para depilarse el coño repasando los labios con cuidado de no cortarse con la maquinilla, tiraba del clítoris apartándolo para apurar hasta el mínimo rizo.

Al descubrir la capucha lo frotó hasta ponerlo duro y brillante y luego buscó el bote de laca del pelo, no era el tamaño menor pero con la ayuda del aceite de su hijo se lo metió en el coño, lo dejó sobre un taburete y fue sentándose sobre él, lo vi en primer plano pues dejó la cámara también sobre el taburete y pude ver como la vagina se doblegaba ante el tamaño del bote.

Me impresionó pensando cuando fuera yo el que metiera la polla en aquel coño y se me puso preparada para la ocasión.  Con el bote en el coño se acarició el clítoris, primero con sensualidad y luego con desespero, agitándolo con toda energía hasta correrse entre estertores, al final miró a la cámara y le dio un beso dedicado a mí.

Seguí buscando hasta que di con una señal desconocida hasta entonces, supuse que sería la nueva familia y abrí la App que me instaló mi compañero.   Martina me había informado que era un matrimonio y la hermana de ella, imaginé a una familia de lo más normal y estuve a punto de desistir pero cuando me conecté con la cámara del ordenador que estaban mirando me preparé sin mucho interés.

Deduje que era una pareja de lo más corriente, nada más ver al marido perdí todo interés, era un tipo bajito, calvo y con barriga, no era muy mayor pero lo parecía, su mujer no era más sexi que él, tenía un cuerpo menudo aunque tenía unas tetas abundantes y como su marido, tenía algún kilo de más, con pelo corto y sin arreglarse mucho, cosa normal porque estaban en casa y a esas horas…

A la cuñada no la vi, debía estar en otra habitación pero no me preocupé pues la cosa se animó un poco cuando se sentaron juntos en el sofá con el ordenador sobre las piernas, la cosa empezó de lo más normal, unos besos de compromiso, unas caricias más o menos de trámite y luego la mano de él metiéndose en el escote de ella.

Seguí el itinerario de los nudillos de sus dedos debajo de la blusa, distinguí que no llevaba sujetador porque entre los dedos apareció el inconfundible bulto del pezón y de una teta pasó a la otra.  Cuando ella se unió a las caricias dejaron el ordenador en la mesa de enfrente, que los abarcó a la vez en el mismo plano, me acomodé en mi silla alta dispuesto a ver los progresos de la pareja.

Inicialmente fue el marido el que comenzó a acelerar el instinto sexual de la esposa, a ella le costaba arrancar pero cuando una mano de él despareció debajo de su falda con dirección ascendente la mujer se puso más melosa, ya lo abrazaba y lo besaba a la vez que iba recostándose en el sofá separando las piernas.

En mi tablet se mostraban los progresos del marido, el bulto de la mano recorría la entrepierna de ella sin obstáculo, con las piernas completamente separadas con una de ella sobre las de él podía mover los dedos recorriendo cualquier objetivo que se propusiera.

La señora no se quedó quieta y después de obsequiarlo con una serie de besos que también le sirvieron para motivarse buscó por la cintura del marido, sabía adónde buscar y él le facilitó el camino echándose hacia atrás, la cremallera sonó con su “zip” característico y el bulto aprisionado apareció en escena.

Se inclinó sobre él procurando que no dejara de acariciarla y apenas apareció el capullo se lo tragó, fue buscando con la boca entre el pantalón de él hasta llenársela de polla.  Yo me había conformado con la escena, después de ver a la mamá del niño que me puso como un burro con sólo pensar que algún día podía ser yo el que la viera en directo, aquella escena me servía de postre.

Cuando la mujer fue cediendo al empuje del marido y fue recostándose en el sofá, él se despojó de los pantalones y de los calzoncillos, el hombre no era ninguna cosa excepcional en cuanto a polla pero a la mujer no le pareció poca pues gimió al notar que le entraba de un sólo golpe, se notaba hasta detrás de mi pantalla las ganas de follarla que tenía y lo demostró, nada más clavada en el coño de la mujer no dejó de mover el culo empujando hasta hacerla gemir y jadear.

Yo me daba por satisfecho, al fin la noche se había “arreglado”, no me tenía por un voyeur empedernido pero una vez con la posibilidad de elegir me sentí complacido, por eso cuando ya iba a pulsar el botón OFF para apagar el aparato algo hizo detenerme, vi una sombra en la pared, había entrado una persona en el salón y deduje que sería la cuñada de él, me extrañó que no respetara la intimidad de la pareja pero por otra parte lo encontré hasta lógico si convivían juntos, posiblemente no era la primera ni la última vez que los veía follar.

La escena era por lo menos curiosa, ella ya sin ropa recostada en el brazo del sofá con una pierna sobre el respaldo y otra colgando al suelo recibía los envites del marido que había cogido un ritmo endiablado, desde el ángulo que los veía se podía observar cómo le entraba la polla en el centro del coño, la espuma que rodeaba el tronco al salir se deslizaba hasta mojar el culo llegando a la tapicería.

La sombra deambulaba por el salón sin mostrarse, yo estaba más pendiente de ella que de la pareja folladora, Marina no me había adelantado nada sobre los nuevos inquilinos y eso me movía la curiosidad, por un momento muy breve la sombra pasó por delante del ordenador cubriendo a la pareja que seguía follando, la imagen salió desenfocada y oscura pero enseguida volvió a enfocar el culo del hombre y las tetas de la mujer.

Ésta las tenía algo caídas, no me había fijado hasta ahora pero como le descansaban en los costados pude ver cómo se balanceaban con los empujes del marido.  Ya estaba aburrido de ver tanto culo masculino, (eso no era mi “ilusión” precisamente) y ya desistí de ver cómo acabaría la follada, me pasaba igual que en mi etapa “pornoadicta”, casi nunca llegaba a ver el final pero en ésta ocasión tenía el morbo de la sombra y valió la pena esperar.

La figura volvió a salir y ésta vez más nítida, se sentó en el sofá a los pies del hombre y se dedicó a ver lo que salía en el ordenador, posiblemente una serie, al verse la figura completa quedé pasmado, la sombra resultó ser una chica mulata, recordé a George que era negro de verdad pero aquella chica era color café con leche aunque, a diferencia de mi antiguo amigo, ella era mujer y con una figura fantástica.

Tenía una cara preciosa, unos labios rojo brillante que pedía besarlos y unos ojos tan oscuros que la pupila parecía una moneda.  Al apoyarse indolente en el sofá pude intuir las tetas que le salían por el escote cruzado de su vestido, eran unas tetas redondas a punto de reventar que sólo por eso valía la pena aguantar hasta el final.

La pareja siguió follando indiferente, el hombre demostraba un aguante envidiable, quizá por eso a la morena la pareció más interesante que la película que estaba viendo.

Se volvió hacia su vecino de sofá y vio el movimiento basculante de los huevos colgando, alargó la mano y los sostuvo amasándolos como si fueran bolas chinas, al hombre no le pareció mal, se volvió y la animó para que siguiera con el masaje, ella amplió hasta coger la polla cuando salía y empujarla hacia adentro cuando amenazaba doblarse.

La mujer se corrió mojando la mano de la mulata pero ella siguió guiando la verga del hombre que volvió a tomar dureza.

La película no debía ser nada del otro mundo pues la mulata se cansó de ella y dedicó toda su atención a la pareja de su lado, el hombre no parecía tener prisa y seguía follando a un ritmo regular, a la morena le gustó acompañarlo y empezó acariciando las nalgas del hombre y con la espuma que recogía de su polla mojaba entre las nalgas, cosa que no desagradó al cuñado.

Le separó las nalgas y remojó el ano peludo del marido hasta meter la primera falange, el movía el culo y no parecía que le disgustaba, entonces parece que la morena se decidió y metió otro dedo, ya el ritmo era loco y a la mujer le encantaba pues estaba a punto de correrse otra vez.

Cuando la morena se levantó se volvió de espaldas a la cámara y dejó caer el vestido, se me paró el corazón, llevaba un tanga tan fino que desaparecía entre las negras nalgas y al soltar el cierre del sujetador éste saltó sobre la espalda del cuñado, la morena se inclinó sobre la pareja, imaginé que quería darles la sorpresa y colaborar, al fin y al cabo era su hermana (aunque no se parecía en nada) , la vi apoyar con cuidado sus duras tetas sobre la espalda del cuñado y cogerle las tetas a su hermana.

Recuperé el interés, quería saber en que terminaba la noche y cuando vi que ella empujaba al mismo ritmo que el cuñado me gustó la empatía que demostraba para dar placer a su hermana, ésta soportaba la polla y el empuje de los dos aunque no se dejara caer pero su coño era de su marido y las tetas de su bella hermana.

Se volvió a correr y pidió descansar pero él no quiso ni pudo, cuando la morena se incorporó un poco para dejar recolocarse en el coño de su mujer lo vi todo.

La morena se volvió hacia la cámara lo suficiente para mostrarme el culo del marido, éste tenía entre nalga y nalga una polla casi como la mía, la morena tenía una verga mucho mayor que la de él y lo empalaba obligándolo a seguir follando.

Apenas la sacó casi del todo la volvió a hincar y él a su vez a su mujer, ésta ya no aguantaba más, tenía el coño ardiendo y no de placer y el marido le propuso algo que no tuvo más remedio que aceptar, éste apenas le dejó sitio para darse la vuelta y apoyó las tetas sobre el reposabrazos del sofá, el marido le escupió en el culo y ella separó sus nalgas con las manos, entró en el culo de su mujer entre los gritos de ésta y las risas de la morena.

Costó un poco pero cuando los movimientos se acompasaron la mujer dejó de gritar y empezó a gemir, mi polla agradeció la escena, parecía un tren a todo vapor, la morena era la que marcaba el compás y el marido la hundía en el culo de su mujer, la tetas aplastadas le servían de amortiguadores y las de la morena se paseaban por la espalda peluda del cuñado, los pezones deberían estar encantados con el tacto de los pelos de la espalda porque arañaban más que acariciaban.

Nunca vi una explosión a tres a la vez, la morena dio un golpe adelante quedándose quieta llenando de leche blanca el culo del cuñado, este a su vez llenaba el de su mujer que babeaba por su coño con espuma blanca.

Cuando se sentaron tuvieron que poner una toalla seca en el asiento del sofá, pude ver a los tres de frente, la mulata había quedado en el medio y la pareja le estuvo chupando las tetas, él no tardó en inclinarse sobre la entrepierna de la morena y se tragó el capullo fucsia que seguía vertical, su mujer siguió con las tetas de la hermana que quedó con los brazos extendidos en el respaldo recibiendo cómodamente el trato especial de la familia.

Cuando la morena levantó el culo de la toalla, de su polla empezó a brotar leche en la boca del cuñado que a duras penas pudo ir tragando.

Imaginé que el ordenador estaría usando su batería porque de pronto se apagó dejándome a oscuras, pero con un buen sabor de boca o mejor dicho con mi polla tan dura como la de la negra.

Continuará.

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Gracias.