Memorias de un portero de noche (46) FINAL

Algo verdaderamente horrible pasó que me marcó para siempre, me hizo replantearme la vida y sin más lo hice, conmigo mi familia encontró el sitio ideal para vivir felices, yo gastaba mi tiempo escribiendo mis recuerdos y mirando por mi ventanal al Lago Como.

Al salir por la puerta de Llegadas en el Aeropuerto Internacional  Eleftherios Venizelos en Atenas, me llevé una gran y grata sorpresa, entre la multitud de familiares y amigos que esperaban el otro lado de la cinta vi entre un grupo sonriente, a mis tres mujeres, Andrea, Sofía y Susi, cada una con su niño correspondiente en brazos que alzaron por encima de las cabezas de los demás para que yo las localizara enseguida.

  • ¡Hola Josu, aquí!  Estamos todos esperándote.
  • ¡Hola guapas, ahora estoy con vosotras!

Lo consiguieron y el corazón me latió con fuerza, después de los besos y abrazos para todos salimos hacia el parking, yo esperaba que tomáramos un taxi, pues el Mini de Sofía era todo menos grande para los que éramos.  Mientras pasábamos por delante de los diversos coches aparcados, Sofía pulsó un mando que sacó del bolso y al fondo unos destellos amarillos indicaron donde estaba el vehículo.

  • ¿La parada de taxis no está por allá?
  • Mmm, tranquilo, he traído el coche.
  • ¿El coche, cómo vamos a caber los siete en el Mini?

De momento no comprendí, pero al ver una furgoneta Mercedes de nueve plazas comprendí que era la opción que habían elegido para todos.  Días antes había recorrido los concesionarios de varias marcas viendo los vehículos que se adaptaban a nuestras necesidades, al coche era precioso, con una capacidad estupenda y con los asientos abatibles, por si necesitábamos más espacio para equipaje.

De todo, lo que más me impactó fue el color, entre Andrea y Susi habían elegido un color azul fuerte con unas franjas blancas, era una gentileza para Sofía, pues se podía interpretar como la bandera griega, de hecho, es que al verlo enseguida lo asoció y las abrazó emocionada, según me contaron luego.

  • ¡Toma, estrénalo, sé que estás deseándolo!
  • Nooo, prefiero que lo lleves tú, ya tendré tiempo, déjame al niño que quiero verte presumir de coche.

Sofía me ofreció las llaves para que condujera yo, ella llevaba en los brazos al pequeño Stablos y lo usó como excusa, por eso se quedaron muy sorprendidas las tres cuando le quité al niño y me senté en el lado derecho, dejando que fuera ella la que llevara el coche.

Siempre he considerado a las mujeres tan capaces como los hombres y en aquella ocasión, frente a las tres mujeres, todavía más.  El trayecto hasta casa fue una fiesta, todos cantando (los niños balbuceando también), las canciones que de jóvenes habíamos cantado felices y contentos,  al llegar a casa me esperaba otra sorpresa, habían decorado la casa como si yo volviera de la guerra, sobre todo él dormitorio con luces indirectas, las camas juntas y con una cubitera llena de hielo con dos botellas de champaña cubiertas por una servilleta.

  • Cierra los ojos, te vas a llevar una sorpresa, y que conste que es cosa de las tres.
  • ¡Por favor!... sois incorregibles, ¿y habéis hecho todo esto por mí?
  • Bueno, esta vez lo hemos hecho por todos, por ti y… por nosotras, claro.

Una vez los niños dormidos y debidamente atendidos, me llevaron a la habitación, saltaron a la súper cama y me invitaron a seguirlas, aquella noche fue de las más especiales que he tenido, con el ambiente ideal, luces bajas, un aroma oriental envolvente y la tranquilidad que da el saber que éramos cuatro personas queridas.

La noche me guardaba más sorpresas, tras los primeros besos y caricias tuvimos unos momentos de mimos cariñosos para de pronto estallar en una explosión de sexo desenfrenado, bajo la tenue luz estratégicamente disimulada, un conjunto de brazos, piernas y cuerpos desnudos se mezclaron sin orden ni concierto, lo más sensual fue que no sabíamos a quien pertenecía la piel, todos estábamos “ocupados”.

La vez anterior las tres se ocuparon de mí, pero ahora yo no sabía en qué agujero estaba mi polla, ni me importaba, los besos se oían a mi alrededor seguidos de lamidas o chupadas, con gemidos y suspiros, las mujeres, lo mismo que yo, procurábamos ofrecer el máximo placer a quien tuviéramos a nuestro alcance.

  • ¡Aaaah, que coño más jugoso!, ¿de quién es?
  • ¿De verdad te importa?  Para qué quieres saberlo…
  • Tienes razón pero tuyo no es, éste está más tierno, jajaja.
  • No me distraigas, que la lengua que me come el clítoris es una locura, mmm.

Yo distinguía las vaginas de las tres, sobre todo la de Susi, además de estrecha, era la más jugosa aunque también la menos experta, Andrea, mi mujer había aprendido mucho desde el día que la desvirgué en su casa.  En cambio Sofía era una maestra en el dominio de los músculos pélvicos, estar dentro de ella era sinónimo de un masaje de polla, al mismo tiempo que follaba con una pasión mediterránea.

Las tres mujeres había llegado a un grado de amor, comprensión y complicidad que el concepto de “genero” yano tenía mucho sentido, se “trataban” entre ellas lo mismo que lo hacían conmigo, todos nos empeñábamos en dar placer y recibir lo que nos ofrecían las demás.

Cuando los orgasmos nos agotaron, sobre todo a mí, ya que en Como pasé una noche movidita, nos relajamos y tomamos el champan y unos bombones que trajo Susi, entre risas y bromas les conté los trámites que realicé, les conté lo bien que me trató la agente inmobiliaria (profesionalmente) y las ideas que me dio para mejorar mis cambios en la casa.

Luego, después de que las conversaciones decayeran, ya a altas horas de la noche nos fuimos durmiendo entrelazados, era una imagen muy bella ver a los cuatro en cualquier posición, en completa armonía.  Acordamos que cuando estuvieran las obras adelantadas haríamos una visita por si surgía alguna idea más sobre la marcha.


De Venezuela me llevé sólo una maleta con lo imprescindible para la primera toma de contacto en la nueva empresa, mi jefe Don Julio, el padre de Elena, no me mintió, en el norte de Europa, el clima, las condiciones de trabajo y el ambiente era tan extremos que bien me iba a ganar el dineral que me pagarían en dólares americanos directamente a mi cuenta en Suiza.

Embalé mis pertenencias en San Felipe, en previsión por si me hacía falta algo en las Islas Lofoten y lo guardé en un “trastero” alquilado, lo peor fue el tener que vender mi pick-up, estaba en perfecto estado, primero porque lo cuidaba como si fuera un hijo y además porque apenas lo usaba.

El avión me llevó directamente a Oslo, con escala en Frankfurt, cuando salí de la terminal del aeropuerto Oslo-Gardermoen quedé impresionado y no sólo por el tamaño de las instalaciones, sino por su modernidad y limpieza y todavía más por sus servicios, pero todo eso se borró cuando traspasé la puerta de Llegadas hacia el exterior, hasta entonces no había salido al aire libre desde que embarqué en Caracas, había previsto que la temperatura no sería nada parecida, pero la realidad era mucho más cruel.

Un cielo gris, casi negro, un viento helado, una llovizna de casi nieve, que no recordaba ya desde la niñez en mi ciudad natal, me recibió de sopetón sin avisar y aunque me había pertrechado con un chaquetón de abrigo me dio la sensación que estaba desnudo.

  • Brrr, ¡joder, que frío, me voy a helar!, antes de nada voy a buscar una tienda para comprarme algo que caliente el cuerpo.

Busqué un hotel y antes de llegar a él tuve que comprarme ropa adecuada para el frío y el agua.  A la mañana siguiente en un avión privado de la compañía me trasladé a las islas Lofoten, la impresión que me dio, dejó a Oslo como un paraíso, el viento era un vendaval helado, el sol inexistente y sobre todo el carácter de la gente, ya en el avión me di cuenta del cambio, de un país tropical a otro en el Círculo Polar era abismal y eso que acababa de llegar.

En un barco, también de la compañía, me llevaron a la torre de prospección principal, costó un buen rato desembarcar, pues el mar embravecido hacía muy difícil coincidir la embarcación  con la plataforma primera, que se usaba como muelle, hasta la superior adonde estaban las instalaciones de Dirección, las olas se estrellaban contra los pilotes que anclaban la estructura al fondo del mar.

La escalera fue interminable hasta que por fin llegué a la oficina, me recibieron tan fríamente como el ambiente que había en el exterior, pese a la buena temperatura que había, el Encargado fue conciso, me señaló mi oficina y me dijo que estaba a mi disposición, lo dijo de una forma tan impersonal que no lo creí.

  • Buenos días señor Josu, estábamos esperándolo, bienvenido, le enseño su camarote.
  • Gracias no se moleste, primero me gustaría ver cómo es todo esto.
  • Como quiera, usted manda…

Antes de salir de mi oficina pegué en la pared, en el frente a mi mesa, una fotografía grande de una playa caribeña con palmeras y cocoteros, eso me dio el suficiente valor para salir y empezar a reconocer mi nuevo “terreno” de operaciones.

Desde aquella torre se controlaban doce más, desperdigadas por el Océano, sobre el diagrama vi lo lejanas que estaban y que la única manera de visitarlas era por medio de una lancha pequeña o con suerte en el helicóptero que venía a veces al mes.

En Maracaibo tuve que luchar con el personal duro, estaban acostumbrados a luchar entre ellos y las duras condiciones del trabajo, pero tenían la ventaja que luego estaban deseando divertirse y cantaban y bailaban canciones de salsa o merengue al son de alguna guitarra o maracas, aquí no había nada de eso, la mayoría de trabajadores parecía una horda de vikingos que acababa de tomar la torre por asalto.

Eran hombres extremadamente duros y fríos, quizá forzados por el ambiente, pero para mí era horrible ver aquellas miradas hoscas todo el rato.  Me dediqué a observar a todos y con mi vista clínica los fui catalogándolos por grupos.  Todos eran más o menos iguales y a través de la bruma constante no se diferenciaban nada, cuando salían de turno se enzarzaban en broncas casi siempre motivadas por alguna copa de más, aunque el alcohol estaba prohibido, pero…

Cuando entré en la sala de Control me pareció un oasis en el desierto, había sólo dos hombres mirando los diferentes monitores, en cada uno de ellos se observaba las diferentes secciones de trabajo y desde allí se controlaba todo, estuve un rato sentado detrás de ellos, viendo lo que hacían, se estaba caliente y de paso me fijaba cómo eran aquellos hombres tan diferentes.  Nunca me han preocupado las tendencias sexuales de las personas, respeto a todas si hay acuerdo, por eso nunca pensé en que, en aquellas condiciones tan duras, como en Maracaibo, también hubiera personas con gustos diferentes.

Este pensamiento me lo inspiró al fijarme en las espaldas de los dos hombres del Control, uno era grueso, grande, enormes espaldas, peludo, como un oso y con unos brazos como mis muslos, en cambio era bastante pacífico para su imagen, a su lado el otro era totalmente diferente, era delgado, aniñado y frágil, aunque sus brazos eran musculosos posiblemente por los efectos del gimnasio y su carácter era irascible, por cualquier cosa saltaba y maldecía, daba miedo estar a su lado porque parecía que iba estallar en cualquier momento.

Los dos miraban los monitores, éstos controlaban las diferentes actividades de la torre, de vez en cuando gruñían y acercaban haciendo un zoom sobre una pantalla para ver más de cerca lo que ocurría.  En uno de aquellos monitores se apreció un revuelo de hombres, parecía que había un tumulto o quizá un accidente, por eso agrandó la imagen y pudimos ver cómo un grupo de hombres enormes rodeaban a otro que se defendía como gato panza arriba, el “oso” cogió el micrófono y dio dos berridos que calmaron al grupo, cada uno se fue a su sitio murmurando maldiciones, quién sabe a quién.

El compañero se levantó de la silla y lanzó al monitor unos bramidos que casi funden la pantalla, me impresionó aquello, porque parecía que iba saltar sobre el grupo, pero el “oso” lo calmó.

  • Vale ya Erik, que no te oyen, ya les dije lo que merecían, ya se calman.
  • Un día saldré yo de esta pecera y los tiraré al mar a todos.
  • Jajaja, más vale que no, con lo delgado que eres te llevaría el viento por encima de la barandilla.
  • ¡Cállate, oso grizzly o serás tú el primero en saltar la valla!
  • Grrr.

Yo observaba callado tomando nota mentalmente, aquellos hombre sólo necesitaban una excusa para saltar unos sobre otros.

Pasé unos día horribles recorriendo las diferentes torres, casi todas eran igual, hombres aguerridos, algunos tenían cara de mercenarios de mil guerras que se habían escondido en aquellas inmensidades olvidadas buscando refugio.

Un día volvía de inspeccionar la más lejana de todas cuando vi que en el helipuerto había una pelea, el piloto difícilmente pudo posarse, pues la ferocidad de algunos hombres era total, tuvo que hacer una maniobra arriesgada hostigándolos con los patines para separarlos, claramente vimos que todos ellos acosaban al de la otra ocasión, que se defendía apurado de ellos.

Cuando el aparato estaba a un metro de altura salté al lado del acosado y planté cara a los demás poniéndome espalda con espalda con el que estaba en problemas graves,  al fin apoyado por la voz del hombre de control, el delgado, los atacantes se disolvieron, no sin jurar que se vengarían.

Al entrar en la sala de control, le di las gracias el flaco, éste como toda contestación me lanzó un gruñido, el oso me miró disculpándolo, desde aquel día me fijé más en ellos, era curioso que el más feroz a la vista era el más prudente, el otro parecía dispuesto a matar a alguien a la mínima ocasión.  Yo procuraba confraternizar con ellos cuando estábamos en la cantina, allí se explayaban, pero conmigo no querían ningún trato, en cierto modo lo agradecí porque sabía que en algún momento tendría que enfrentarme seriamente con ellos.

La ocasión no tardó en ocurrir, aquella vez me encontraba en un nivel inferior de donde estaban ellos, el mar entre espuma se estrellaba contra el muelle, aquel día estaba especialmente furioso.  Vi pasar una sombra que caía desde la plataforma de producción, me pareció un saco, pero al mirar abajo vi entre la espuma dos brazos que asomaban sin poder agarrarse a la escalera de hierro.

No lo pensé y me quité las botas y el chaleco de lana y me tiré al agua, cuando salí a la superficie, no vi nada, la plataforma parecía un edificio gigante que no dejaba ver el cielo gris, me revolví buscando al que cayó cuando sentí que me tiraban de los pantalones, me cogían de los camales y no soltaban, me vi perdido al no poderme agarrar a algo sólido y metí la cabeza debajo del agua buscando al que me hundía hacia abajo.

Los ojos de terror que vi no los había visto nunca, más que redondos eran hexagonales y me rogaban que le ayudara.  Tiré del gorro de lana con la intención de cogerle del pelo y salir, pero llevaba el pelo cortado al rape, no obstante, pude rodearle el cuello por detrás y salir, el agua helada nos estrellaba contra los hierros, pero en un impase entre dos olas pude alcanzar la escalera.

Desde arriba escuché gritos de maldiciones, me decían que lo dejara ahogarse, se reían y nos escupían.  Esto fue lo que más me indignó, después de acosar a aquel joven encima lo querían muerto, cuando llegamos arriba el único que vino a socorrernos fue el delgado de la torre de control,  su boca parecía la entrada del infierno y cuando desaparecieron por la puerta del almacén todos quedaron mirándose unos a otros, yo les di mi reprimenda jurándoles que esto tendría consecuencias con la ley, pero creo que le hicieron más caso al delgado del control que a mí.

En todo el día no vi ni al que se cayó ni al otro, el de control, el oso me dijo que mejor no preguntara cuando volviera, porque al primero que se echara a la cara lo destrozaría.  Me lo creí, pues yo estaba tan indignado como él, por poco el joven había muerto o congelado o ahogado entre las olas, ahora tendría que buscar al cabecilla de aquella manada y denunciarlo a la policía.

Aquella noche fue conflictiva en muchas cosas, los fallos y las averías se sucedieron y al haber un hombre menos en control tuve que correr de un sitio a otro hasta muy tarde.  Cuando pude ir a cenar ya no quedaba nada y agotado, helado y desmayado me fui a mi camarote.  Ni encendí la luz, en lo pequeño del recinto privado, mi único Shángrila, se estaba confortable, hacía calor, no como en el pasillo o mucho menos fuera, por eso me duché sin luz y todavía a medio secar me metí en la cama de un salto.

A veces los segundos parecen larguísimos, al echarme en la litera, notar calor y saltar al suelo, fueron fracciones de segundo, palpé la cama y noté un bulto suave y caliente, busqué la luz y encendí.   No supe que pasaba, sólo asomaba un pelo a rape, las cejas y los ojos, esta vez ya no expresaban terror.

Por un momento recordé, el ambiente, el tiempo aislado en la torres sin bajar a tierra, las necesidades sexuales, recordé el dicho en las cárceles de hombres, “si te echan el jabón al suelo de la ducha, no lo cojas” .  Pensé que aquel chico estaba agradecido y quería demostrármelo, era joven y lo único que tenía sería su cuerpo, pero no me dejé llevar, yo no era así y quise dejarlo claro, con una mano le negué su idea y con la otra tiré de la manta para que saliera.

Lo que vi me dejó helado, debajo de aquellas cejas vi unos ojos verdes preciosos y más abajo unos labios carnosos y un cuello joven, sus brazos cubrían el resto del cuerpo y no pude ver nada más que los muslos, blancos y redondeados, pero todavía no era todo, más abajo había otra cabeza, esta sí que la conocía, era la del chico de control, su mirada no era la acostumbrada, ahora me sonreía divertido por mi ofuscación.

Sobre este no me dejó dudas, tenía un cuerpo delgado pero firme y musculado y una piel también blanca aunque llena de pecas y más abajo vi que apenas podía ocultar un par de tetas que su mano (ni la mía) podrían abarcar.

La manta acabó de descorrerse y pude ver los dos cuerpos, eran dos mujeres, sus cuerpos no lo podían negar, la primera acabó de separar los brazos y pude ver que sus tetas eran más pequeñas que la segunda, estaban rojas de marcas de haber estado vendadas, seguramente para disimularlas.  Las dos pegadas me dejaron sitio para que volviera a entrar y al hacerlo separaron las piernas dejando ver sus coños, para aclarar cualquier duda que me quedara sobre su sexo.  Apagué la luz y me metí en mi cama.

Noté como una se ponía a un lado y la otra quedaba adonde estaba, entre las dos me cubrieron con sus brazos y piernas y me dieron calor...  olían de maravilla, en aquel antro hostil el olor era normalmente insoportable, aunque ya me estaba acostumbrando, el olor a sudor, a aceite hidráulico y a petróleo crudo, eliminaba cualquier perfume.

Pero mi camarote era una isla en aquel infierno y ahora olía a jazmines.  No me dio tiempo a deleitarme con el olor pues la chica que salvé me pasó una pierna sobre mi y rozó con la rodilla mi polla todavía blanda, la otra, la de control se puso a chuparme los pezones con lo que la segunda notó el cambio en mi verga.

  • Es mi hermana Greta, nadie lo sabe, gracias por salvarla.
  • ¿Nadie lo sabe y qué hacéis aquí?
  • Queremos trabajar, somos buenas en nuestro trabajo, hemos trabajado en otros sitios, una vez en Arabia, allí el problema era otro, pero como aquí, nunca hemos visto tanto salvaje.
  • Pues si supieran que sois mujeres…
  • Jajaja, imagina, si vieran lo que has visto tú…

Me llevó la mano a su teta, con las tetas que he tocado, lamido y chupado en mi vida aquella me pareció la mejor, alargué la otra mano y busqué la de su hermana, era más pequeña, pero tan dura que tuve que buscar el pezón para pellizcarlo.

  • Ya no tengo dudas si sois mujeres…
  • Pues todavía no has visto lo definitivo, podríamos ser travestis… ¿verdad Erika?

Erika levantó una pierna y cogió mi mano, tuvo que tirar de ella porque estaba aferrada al pezón y la llevó entre sus piernas, allí el calor era sofocante, los labios mojados se abrieron para dejar paso a mis dedos curiosos que en busca de la verdad entraron de dos en dos en su vagina.

La de control me cogió la polla y se la llevó a la boca, aspiró y le entró hasta la garganta, yo busqué entre sus muslos y lo que encontré fue un clítoris muy desarrollado y duro, no lo pensé dos veces y metí la cabeza entre sus piernas que ya se abrían para mí y lo lamí con avaricia.  Allí mismo, en aquella postura casi de 69 se corrió, Greta lo notó y acercó su cara a la mía, entre los dos nos bebimos los jugos que manaban de su coño. Luego con las bocas llenas nos intercambiábamos los fluidos.

Cuando notó que mi polla quería vaciarse le dejó sitio a su hermana, quería que se le pasara el susto del agua y ésta se subió sobre mi mientas la otra me aguantaba la polla vertical, cuando se sentó, hizo la misma mirada de miedo que cuando la encontré en el agua, pero esta vez se sentó de golpe y se clavó la polla entera.

En la cama los movimientos eran lentos, una chica ayudaba a la otra y entre las dos me hacían flotar en el aire, cuando la de control acercó sus tetas a mi boca, Greta se las cogió levantándole los pezones para que no tuviera que buscarlas, me las puso delante y sólo tuve que abrir y aspirar.  No paró de moverse sobre mí hasta que se corrió, me estrujó la verga y se salió dejándole el sitio a la de control, aquel coño sí que era experto, la imaginé haciendo ejercicios de gimnasia, sería una loba, siempre queriendo machacarse más y más, ahora se lucía conmigo.

Las dos hermanas se conocían bien y cuando Erika se salía hasta fuera casi, Greta me sujetaba la polla vertical para que al bajar no me la torciera, pero eso era lo que yo pensé, en realidad era para guiarla al agujero vecino, después de algunas intentonas apuntó de lado y la polla entró suave y lubricada con sus jugos en el culo más tierno que recordaba, no tuve que hacer nada, ella lo hizo todo, estaba tan relajada que el esfínter se adaptó a mi diámetro sin problemas y noté el paso por él hasta besar mis huevos.

La hermana me dejó sus tetitas para que me distrajera, las lamí y mordí hasta casi hacerle daño, no se quejaba mientras me llenaba la boca a besos.  Esperó a que Erika se corriera con la polla en el culo y cuando ésta empezó a gemir y suspirar se acercó a su coño y le lamió el clítoris hasta que la de control estalló en un grito de victoria, se había corrido como hacía mucho, no dejó de saltar sobre mi hasta me ya no pude resistir más y me vacié en su culo.

La hermana pasó de su clítoris a su culo cuando se iba levantando, según iba apareciendo mi tronco, lo iba lamiendo hasta que salió el capullo, lo rodeó con los labios y se lo tragó, me lo dejó limpio y brillante, mientras por su mejilla se escurría la leche que le manaba del culo de su hermana.

La noche fue corta, estuvimos toda la noche follando, no descansamos ni un momento, sabíamos que aquello no podía salir a la luz y antes de que empezaran los turnos salieron sigilosamente de mi cama y mi camarote.

  • Adiós Josu, nunca olvidaremos lo que hiciste por nosotras, antes y ahora.
  • No tiene importancia, sois unas mujeres maravillosas.
  • Espero que podamos repetir esta noche.
  • Por mí no quedará.

Los siguientes días no fueron mejores, parecía que el odio se había extendido por el personal y todos buscaban pelea, sobre todo hacia el “joven” de siempre.

Los primeros rumores se extendieron despacio, pero cada vez más a menudo, en el ambiente se respiraba testosterona como la niebla, unos decían que el chico era homosexual, otros, los más, querían averiguarlo, otros, querían violarlo, el oso de control opinaba que estaba muy bueno y que no le importaría llenarle el culo, “el compañero” lo miraba con odio, pero disimulando, sólo haciendo algún comentario, eso parecía aunque en su caso era verdad, me miraba de soslayo para que recordara la noche en mi camarote y me miraba mi polla que se marcaba en mi pantalón, cuando el oso no la veía cogía sus tetas aplastadas y las levantaba.

La situación se hacía insostenible hasta que pasó la desgracia, una mañana que yo estaba en otra torre acorralaron en el almacén de material al “chico”, no pudo hacer nada, aunque con una barra de hierro hirió a dos de los más grandes, pero ante la avalancha no pudo evitar que lo atraparan, lo desnudaron para follárselo, creyendo que era un muchacho joven, estaban histéricos queriendo meter la polla adonde fuera y lo que se encontraron… fue un coño tierno y jugoso.

Fue horrible, una violación grupal, todo metieron, clavaron y se corrieron en su coño y su culo, sin dejar su boca, pasaron todos y cada uno,  hasta el oso se apuntó sorprendido, pero no desdeñó el culo de la chica.

Cuando su hermana vio por el monitor lo que pasaba dejó todo, el oso ya venía subiendo su bragueta satisfecho, al llegar al almacén la sujetaron, quedaban pocos para terminar, uno de ellos la sujetó por debajo de las axilas y notó algo raro, sus tetas la traicionaron y el bruto se dio cuenta, en dos tirones le quitó el anorak y le arrancó las vendas.  Todo volvió a empezar, la cola con las pollas duras, la leche derramándose sobre ellas, las llenaron de moratones y vejaciones y cuando todos se cansaron...  lo más horrible, las arrojaron al mar.

Me enteré cuando volví, las luces azules centelleantes en el helipuerto me dieron un mal presagio, el helicóptero de la policía, luego los interrogatorios, todos coincidían en lo mismo, un golpe de viento fue el causante.  Esa noche no dormí nada, pensando en las dos hermanas fui a la sala de control, los monitores encendidos seguro que fueron testigos del horror, pero no pude encontrar nada, busqué cintas de seguridad, seguramente el oso lo había borrado todo.

Cuando volví a mi camarote hice mi maleta, había tomado una decisión, lo dejaría todo, me iría a una ciudad desconocía, a un sitio que no me recordara mi pasado, buscaría algo para distraerme, aunque no tenía problemas de dinero, viviría de mi sueldo y tranquilamente,  sin preocuparme por nadie, no me importaba si ya no follaba más.

Las fuertes corrientes marinas hicieron imposible recuperar los cuerpos, muchos años después, en las noticias “curiosas”, en la televisión dijeron que habían encontrado, entre dos témpanos de hielo a dos esqueletos de mujer abrazados, suponían que serían de alguna expedición antigua, yo lloré en recuerdo de aquellas hermanas.

Le mandé una carta de renuncia a D. Julio, mi jefe, no contesté a Elena cuando me preguntó que pasó, quise cerrar todo un capítulo de mi vida, no quería caer en una depresión por lo vivido, me sentía culpable y hundido, busqué empleos y lo mejor que encontré a mi medida fue un trabajo nocturno, en que nadie me preguntara ni me complicara la vida, lo hice para no pensar ni volverme loco y me escondí del mundo en una comunidad de vecinos anónimos… hasta entonces.


Las obras en la casa de Como no tardaron mucho, como les prometí, llevé a mi familia desde Grecia en la Mercedes como en una excursión, fuimos despacio, de turismo y parando en todos los sitios preciosos que encontrábamos, cuando Andrea conoció a la agente de la inmobiliaria enseguida se dio cuenta que la había follado, pero no dijo nada, sonrió y me apretó la polla, (que ya estaba morcillona).

Pasamos unos días en un hotel cercano y sobre la marcha, viendo otras mansiones fuimos tomando nota para hacerlo en mi casa también.  Cuando al fin hicimos el traslado, un camión de mudanza sólo llevó lo preciso, el resto era nuevo porque en Atenas se quedaba la casa montada para cuando quisiéramos volver de vacaciones.

Una sorpresa de las que me hicieron mis mujeres en cuanto a la casa de Italia fue en complicidad con la Agente, imagino que todas se habrían dado cuenta de que también había probado mi verga y eso hizo que opinara también, en el despacho que me destiné dejaron una pared con un gran ventanal, atemperado para los fríos invernales, desde allí podría pasarme mis años de mayor, haciendo mis cosas, entre ellas escribir, nunca lo había hecho, pero cuando me sugirieron que mi vida podía interesar a alguien me decidí a escribir mis recuerdos, mis memorias, que posiblemente a algunos les parecerán exageradas o irreales, pero palabra de marino que son ciertas.

Los niños crecieron en una familia feliz, fueron a unos colegios especiales, yo quería que para estudiar una carrera fueran a Suiza, mis mujeres estuvieron de acuerdo, al final ellos habían elegido lo que les gustó, son todos unas personas admirables, de ideas muy liberales, acostumbrados a lo que ven en casa son muy discretos, nunca han preguntado sobre la relación de las tres madres conmigo.

Ahora ya no follamos con tanta asiduidad, lo hacemos más pausadamente, pero no por eso con menos amor, gozamos con otras cosas, caricias, miradas, sonrisas, cualquier cosa que nos hace erizar la piel.

La más joven de las tres, Susi se hizo diseñadora de ropa, con mucho éxito, va a las ferias de moda, a veces la acompaño, todos creen que soy su padre y cuando me besa se oye un murmullo, a la prensa siempre le gusta hablar y nosotros le damos motivos.  Sofía sigue con sus negocios, es una empresaria modelo, lleva una asesoría fiscal y de inversiones, está muy considerada en su sector.

Mi mujer Andrea cuida de todo, de la casa y de que seamos felices y… lo consigue con creces, a veces corrige mis relatos y se calienta leyéndolos, me dice que me invento cosas, pero cuando le saco la polla y le apunto se rinde y confiesa que bromeaba.

Yo después de terminar mis memorias no sé qué es lo que haré, el caso es que he visto una embarcación en el lago que me gusta mucho, es de un magnate de Arte, es Anticuario y Marchante y lo mejor es que tiene una hija que está pidiendo que algún maduro le meta la polla por todos los agujeros.  Me estoy planteando el hacerle una oferta, pero con la condición de que antes me enseñe a navegar, imagino que se lo encargará a su hija y con lo ancho que es el lago….

FIN

Espero que les haya gustado, si es así, me harán feliz comentándolo.

Hasta otra,

Gracias.

Tauro47