Memorias de un portero de noche (44)

A Miriam le dediqué el fin de semana, tuvo de todo y probó cosas que no había catado. La vecina curiosa me localizó y me abrió nuevos caminos que aproveché con sorpresas. Mí segundo hijo vino al mundo felizmente y se fue normalizando mi vida un poco más

Los ojos de Miriam me miraban fijamente mientras su cabeza oscilaba entre mis piernas, yo de vez en cuando dirigía su cabeza y le imprimía el ritmo que en aquel momento me iba más, quería que aquella mamada fuera única y disfrutarla en toda su duración, estaba contento y la boca de la madre de Elena era mi mejor bálsamo.

Estaba inclinada sobre mí y yo la rodeaba con mis piernas obligándola a dedicarse en exclusiva a su tarea, la mujer no sabía qué hacerme para que me corriera, para mí era una sensación tan grata que no tenía ninguna prisa, sus tetas estaban fuera de mi alcance pero ella se acercaba para “motivarme” pues tenía ganas de terminar, sus labios estaban rojos del roce de mis venas y su lengua ya no tenía saliva.

Cuando le ordené que me diera su culo fue una liberación para ella, se sentó sobre mi dándome la espalda y abrió las nalgas con las dos manos, la visión que tenía de mi polla encarada a su ano moreno me puso como un burro, ella lo notó en la dureza que presentó el glande al momento y se dejó caer para que me corriera dentro de su culo cuanto antes.

La sedosa sensación del recto fue un relajante para mi enervada polla y ella también lo notó por lo que aceleró en sus saltos.  Se dejaba caer tan profundamente que sus nalgas sonaban al sentarse en mis caderas, a cada sentada, de sus lindos y rojos labios salía un gemido que emitía desde lo más hondo de su ser, pero lo hacía a gusto.

  • ¡Por Dios Josu!, ¿Qué te pasa, no te gusto, acaso no estoy lo suficientemente buena para ti?
  • Todo lo contrario, eres una perfecta folladora pero has encontrado la horma de tu zapato y vas a estar follando hasta que caigas rendida.
  • Pues ya no me falta mucho, nunca cogí tanto tiempo seguido con nadie, tú eres incansable.
  • No seas quejica, tu hija disfruta mucho más y no protesta tanto.
  • ¿Has cogido con Elena?, ¡que puta es mi hija… y no me lo dijo!… sólo me dijo que yo te debía una disculpa y pensé que la mejor manera de disculparme era follándote, pero me ha salido rana.
  • Jajaja.  Me alegro que no me compares con tus niñatos, creo que es una prueba de humildad para ti.
  • Sííí, es cierto, con estos chiquillos apenas me corro decentemente, me follan sin ganas y aunque alguno me hace llegar, es tan descafeinado que me alegro cuando termina y se va.

Seguí cómodamente tumbado con las manos detrás de la nuca mientras ella botaba de espaldas a mí con la polla incrustada, hasta que de momento sonó el timbre de la puerta, me molestó porque me interrumpía la enculada voluntaria de la morena pero enseguida me hizo recapacitar y me dio morbo hasta pensarlo.  Imaginé que la guapa vecina se había animado al ver mi polla, a catarla y había averiguado mi apartamento, ya la imaginaba mirándome con ojitos “golosos” queriendo  compartir  mi verga, por lo menos.

Miriam no pudo verme sonreír maliciosamente cuando tuve la idea y al sonar el timbre de la puerta por segunda vez le dije que se levantara pero que no se sacara la polla del culo, ella no comprendió, y menos cuando la sujeté de la cintura y le hice andar delante de mí, agachada con la polla en el ano.

Coordiné mis pasos a los suyos y la llevé por todo el salón agachada con las tetas balanceándose sin dejar salir mi polla de entre sus nalgas.  La postura era, por lo menos, cómica, pero mi intención era demostrarle a mi vecina que mi polla tenía sus habilidades y se hacía de desear, pretendía aprovechar la imaginación de la joven y demostrarle que podía seguirla e incluso superarla en creatividad.

Al cruzar el salón Miriam quiso dirigirse hasta el sofá y dar por terminado el “paseo” pero le cogí de las tetas por debajo de sus brazos y la orienté hacia la entrada como si fueran los ramales de un caballo.

Ya tenía la escena preparada en la mente, me asomaría a un lado de la puerta sin dejar ver el culo de Miriam y cuando ella se insinuara acabaría de abrir la puerta demostrándole que tenía posturas que enseñarle a ella.

Efectivamente, cuando llegábamos a la puerta volvió a sonar el timbre, esta vez con insistencia y me decidí a abrir sin hacerla esperar, no fuera que por un segundo se fuera a su casa de vacío.

La sorpresa fue mutua, la cara del empleado de VIASA, (la compañía aérea venezolana) era todavía más alucinada que la mía, yo iba desnudo totalmente y con una postura especial, con la pelvis adelantada en arco, pues quería que mi polla estuviera bien clavada en el culo de Miriam, por mi parte ver a aquel joven fornido moreno con el uniforme de la compañía y su gorra con el logo de Viasa me descolocó por un momento.

  • ¡… Emmm!  ¿Quién es usted, que desea?
  • ¿Está aquí doña Miriam, la señora del presidente de la petrolera?
  • Pues…
  • Es que le traigo su maleta que se extravió en el aeropuerto, vengo con el encargo de mi jefe de entregársela en mano y pedirle mil excusas por el fallo.
  • ¡… Sí, estoy aquííí!

Abrí la puerta maquinalmente, poco a poco el empleado de la aerolínea fue descubriendo las nalgas de Miriam, su cintura, su espalda agachada y las tetas que colgaban por debajo, luego su pelo que cubría su linda cara y por último sus ojos alegres que lo miraban con si no pasara nada.

Quise demostrarle que no era el mejor momento para formalidades administrativas y saqué media polla del culo de la morena, el chico lejos de intimidarse levantó el pulgar apoyando mi actividad, por otra parte Miriam ni se levantaba ni intentaba sacarse de su culo mi barra caliente por lo que tuve otra idea “macabra”.

Miré con descaro la bragueta del mozo y confirmé lo que suponía, un bulto largo y grueso se marcaba debajo del camal izquierdo y me hice a un lado invitando a pasar al joven que cargó con la voluminosa maleta y la dejó en el recibidor.

La cosas sucedieron rápidamente, él se colocó delante de Miriam y ella tiró de sus pantalones que por llevar elástico bajaron sin problema, la polla que saltó me asustó hasta mí, la tenía arqueada a la derecha como una banana gigante, pero no fue problema para Miriam, la cogió de la base y siguió la curva que hacía hasta llegar al capullo redondo como una bola de billar.

Miriam quiso que viera desde atrás de su culo lo fácil que le resultaba y después de escupirle el capullo sin prepucio se lo tragó, no sin algo de dificultad.  El empujón que dio el moreno repercutió hasta mí, que me hice fuerte y recibí el culo de Miriam hasta hundirle la verga entera hasta los huevos, ella no se inmutó y tragó la verga del mulato hasta tocar con la nariz la maraña de pelos rizados como el astracán.

Por encima de Miriam chocamos los cinco con una “americanizado”give me five y los dos a una empujamos y salimos hasta hacer desaparecer las vergas en Miriam.  Ésta no protestaba, al contrario aún sin poder hablar, gruñía y jadeaba sólo para respirar, la baba le salía por la comisura de los labios de la boca y por los de la vagina, no llegamos a entrar en el apartamento, detrás de la puerta la tuvimos empalada hasta que se corrió un par de veces, en la primera intentó arrodillarse pues le fallaban las piernas pero yo de la cintura y el mulato de las tetas la sostuvimos hasta el segundo orgasmo.

Éste fue brutal pues coincidió con las corridas de ambos, con la mirada nos pusimos de acuerdo y cuando ella más atacada estaba por su orgasmo nos corrimos los dos, el mulato perecía que no acababa nunca, ella tragaba y tragaba sin parar pero no le daba abasto, yo por mi parte le llenaba el recto que con el esfínter apretado no perdió ni una gota de semen.

Una vez tragado el semen del moreno Miriam se dedicó a relamer aquella polla con el capullo romo, él aprovechó en recitarle la letanía de excusas y perdones que traía aprendida de su jefe y que le había ordenado que soltara en directo a la importante clienta.

Cuando me retiré yo, el cuajo de leche que le salió del culo resbaló por sus muslos hasta los tobillos, ella comprobó que salía blanco y se acarició el clítoris con la leche, como fin de fiesta.

Cuando quisimos darnos cuenta el mozo se había subido los pantalones y había marchado sin hacer ruido, supongo que consideró la mamada como una propina especial.

De allí fuimos a la ducha, la ropa que traía cuando vino todavía estaba en el suelo mojada, la apartó a un lado y se duchó, por detrás le estuve pasando la esponja natural entre las nalgas que todavía destilaban mi leche a espumajos.  Me rodeó con los brazos y me dijo.

  • Gracias Josu, ha sido fantástico y el regalo que me has dado al final fue la guinda del pastel, nunca me habían cogido así y no lo olvidaré nunca, te lo prometo.
  • Me alegro que te haya gustado, reconozco que ha sido improvisado pero te merecías una verga como la del mulato.
  • Sí, era enorme, pero la tuya es especial, no me extraña que a mi hija le encante igual.
  • Tu hija es una maravilla de mujer, digna de su madre.
  • Gracias, eres un sol.

Me dio un pico en la boca y salió de la ducha, yo me relajé, me enjaboné y estuve un buen rato debajo del agua, cuando salí mi sorpresa fue ver a Miriam ya arreglada, se había maquillado y pintado los labios con rojo fuego, incluso había sacado de mi armario la ropa que le gustó y la largó para que me la pusiera.

Cuando salimos a cenar por la avenida principal, donde yo vivía, todo el mundo se volvía a mirarnos, ella colgada de mi brazo con sus tacones de vértigo, que sonaban en el piso y su atuendo de un sexi subido, llamaba la atención hasta las personas que viajaban en los autobuses urbanos.

Eso no fue nada comparado a cuando entramos en la zona de restaurantes, era la parte antigua de la ciudad, allí se reunía la gente “guapa” a ver y dejarse ver, todos se conocía de sobra y al verme llegar con aquella preciosidad del brazo fue una sensación, lo curioso es que la gente, más que admirarla a ella, me envidiaban a mí, en todo San Felipe conocía a Miriam y no solamente por ser quien era, la mujer del presidente, sino que su fama la precedía por sus delicados gustos juveniles.

La llevé a una coctelera que frecuentaba en mis tardes-noches libres, allí me conocían de sobra pero al verme con Miriam, gané muchos puntos en popularidad, el murmullo corrió por todo el local pues ella no ocultaba su “afecto” por mí, no dejaba dudas sobre nuestra relación, aunque todos sabían que estaba casada y con quién. Los hombres de cierta edad me felicitaban palmeándome la espalda, mientras que los jovencitos se reunían en corros y me fulminaban con la mirada, cargados de envidia.

Por eso me extrañé mucho cuando noté el roce suave de unos dedos pasando de hombro a hombro por la espalda y un susurro en el oído…

  • Que no me entere que ese culo pasa hambre.

Me volví intrigado y me encontré con la mirada profunda de unos ojos negros y unos labios carnosos que no reconocí hasta que su mano me cogió la polla por encima del pantalón y me señaló a Miriam.

  • Hola, perdona que no te haya reconocido, así en las distancias cortas todavía estás más buena que por la ventana.
  • Y más, si estuvieras encima de mí, o… debajo.

Aquella mujer era un espectáculo, miré de reojo a Miriam que estaba entretenida dando vuelta a la aceituna del Manhattan y las comparé a las dos, me vi en dificultades en valorar más a una que otra, Miriam llevaba ventaja de momento, porque ya sabía cómo follaba pero la desconocida…

Aquella mujer no se quedó mucho a mi lado, sabía quién era mi acompañante y no quiso inmiscuirse pero al mandarme un beso al aire con los labios apretados intuí que no sería la última vez que la vería.


La llegada de Sofía a casa con el bebé fue un espectáculo, Susi y Andrea le habían preparado un recibimiento de heroína, con guirnaldas y globos en las paredes y el consabido letrero de ¡BIENVENIDOS A CASA! (en griego, naturalmente), a partir de entonces, el pequeño Stablos fue el bebé más atendido que existía, entre las tres no dejaban que llegara a manchar el pañal, estaban tan atentas que el crío vivía como en una nube.

Además era un niño muy risueño y se hacía de querer, no lloraba (sólo lo justo) para pedir su ración de teta y luego todo eran sonrisas y largas dormidas.

Un día fue curioso…, acostumbrado a que cualquier mujer le cambiara el pañal, se le notaba disfrutando cuando le aseaban y le ponían crema en las nalgas, y en la pollita tuvo sus consecuencias, pese a su corta edad demostró que se le ponía dura y no sólo eso sino que le aumentaba bastante más de lo esperado.

Esto provocó que entre bromas y risas, a Susi se le ocurrió que me parecía a mí, en la polla claro, así que estuvo tocándola con los dedos y el crío le demostró que era hijo de su padre, como consecuencia a Andrea le inspiró en agacharse entre las piernecitas del niño y chuparle la pollita, esto desató una risa general, así las cosas, las otras dos no quisieron ser menos y ambas también le chuparon con cuidado. El niño se agitaba como si comprendieran lo que le estaban haciendo y yo tuve que intervenir entre bromas sacándome la mía, poniéndola entre las caras de ellas.

  • ¡Ya podréis con el niño, como se nota que no puede defenderse, si queréis meteos con una de mayor…!

No debí decirlo, porque las tres dejaron a Stablos Jr. en  su cuna y se lanzaron sobre mí, no tardaron en dejarme tan desnudo como mi hijo vino al mundo y cada una me dedicó su mejor voluntad en comerme la polla, fue muy divertido, incluso cuando me corrí al aire y las bauticé a las tres de leche.

Días después recibí una llamada desde Como, era la chica de la inmobiliaria de la casa, me dijo que ya tenía los papeles listos para firma, me explicó claramente que sería conveniente que fuera con el ánimo de estar algunos días allí, porque debíamos ir al Notario, al Registrador de la Propiedad, seguros, etc., etc.

Yo sospeché de la intención que lo decía, quería estar alguna noche conmigo, pero me descolocaba que no contara con su marido, hasta que me aclaró que su marido, el Gestor, lamentaba no poder acompañarme personalmente, pues debía ir unos días a Ginebra a gestionar una inversión.

Las tres me miraron apenadas e ilusionadas a la vez por la ausencia por unos días pero las contenté al enseñarles las fotos de la casa.  La única que me miró con cierta sorna fue Andrea porque notó que se me iluminaba la cara cuando hablaba de quedarme unos días allí.

Ya tenía el pasaje comprado para Milán cuando Susi nos dio el aviso, había roto aguas, rápidamente hicieron los mismos protocolos que con Sofía, al momento ya estaba la ambulancia en casa, Andrea subió con ella atrás y yo al lado del conductor, la ambulancia volaba por las calles estrechas de Atenas hasta la Clínica, yo le rogaba que no fuera tan rápido porque no había tanta urgencia pero el joven quiso demostrar que conocía su oficio.

Cuando nos recibieron en la Clínica, nos miraron con sonrisas cómplices, ya estaban al tanto de que las tres esperaban un hijo mío y tenían más curiosidad que si hubiera sido una actriz famosa.

Me empeñé en acompañarla al paritorio y me hice el “macho” cuando me puse la bata verde, la pobre Susi tenía más miedo que siete viejas y Andrea la consoló hasta la puerta del quirófano, los médicos la observaron detenidamente y después de intentarlo varias veces decidieron.

Cuando me anunciaron que debían hacerle una cesárea me tuve que sentar porque me mareaba, pensaba en el niño, en el dolor, en la sangre, uf, caí como un saco, sólo sé que cuando desperté estaba tumbado en una camilla con las piernas en alto y Susi ya no estaba, se la habían llevado al quirófano.

Tuve que salir a la sala de espera y aguantar las bromas de Andrea y por añadidura de los demás padres que esperaban, de todas formas cuando se cansaron ya nos preocupamos por la joven primeriza,  no tardaron demasiado en aparecer con el niño en brazos, mi segundo hijo, llamado Josu Jr. También se parecía a mí aunque mucho menos que Stablos, me alegré porque Susi era una preciosidad de mujer.

Esta vez fue Andrea la que insistió en acompañarla por el tema de los puntos y demás, yo no me atrevía, todos se burlaron de mí y tuve que reconocerlo, aunque no era impresionable, el pensar en el dolor de una persona allegada me ponía mal cuerpo.

El viaje de Como tuvo que aplazarse con la decepción de la chica italiana, la ocasión era especial porque su marido estaría ausente varios días y yo… podría follarla como ella sabía y quería.

En casa la actividad se multiplicó, ahora eran dos culitos, dos pollitas y mucho más que no paraban de funcionar como relojes, era un sin vivir preparando los pañales, la ropitas y las cunas, aunque teníamos momentos jocosos, cuando a Susi le “subió” la leche, Andrea quiso probarla, era hipnótico ver manar el precioso líquido blanco de aquellos pezones tan tiernos y rosados.

Los de Sofía eran morenos y más ásperos pero un día Andrea quiso probar las leches, y comparar, para ella era un misterio que ya le saliera por los pezones antes de nacer su hija, la pequeña  Susi, y pasó lo que tenía que pasar, una degustación general de leche materna.

El juez fui yo, elegido por unanimidad (y porque no había nadie más), me taparon los ojos entre las tres, se habían desnudado de cintura hacia arriba y con los tres pares de tetas hinchadas me dieron a probar, primero lo hicieron en unos vasitos de cristal, a mí me parecieron igual o casi, pero les hice durar la demostración hasta que pedí beberla directamente.

Ellas no sin ganas de seguir la broma consintieron y pasamos la tarde entre dudas y pruebas, chupando las tetas de las tres, se me unieron también ellas, pues no se convencían de mi veredicto por lo que los cuatro probamos todas las leche, y digo todas porque al final las tres quisieron comparar con… la mía y lo hicieron paladeando y chasqueando la lengua cuando me corrí sobre sus bocas.

El tema del sexo, estaba aparcado o por lo menos limitado, las demostraciones cariñosas de tetas erala único que podía aspirar, mi libido no aspiraba a más, sabiendo que la cosa iba para rato, por eso me alegré tanto cuando me dijeron que Susi sería la primera en estar accesible pues al haberle hecho la cesárea, su coño estaba disponible y salvo las molestias y los puntos pronto follaría con ella, las demás tendrían que esperar.

Efectivamente, tuvimos que reajustar las costumbres sexuales, ellas, a mí me “atendían” de todas las maneras pero yo con ellas no podía hacer lo mismo, aunque la inventiva no me faltaba, siempre tenía que frenar cuando mi polla quería empotrarse en un coño, así y todo  muchas noches, cuando los niños ya dormían en sus cunas, nos íbamos a la habitación grande, la de Sofía y dejando a los niños en la de Susi nos entregábamos a unas “reuniones” en las que cada cual ofrecía todo lo que podía.

Durante la cuarentena aconsejable después del parto, Sofía evitó todo contacto vaginal, aunque todo hay que decirlo, analmente hacía algún intento, Susi lo tuvo más fácil, y pudo adelantar su recuperación y en cuanto le quitaron los puntos del vientre ya empezó a incorporarse a la vida normal, en espera a que Andrea llegara a traer al mundo a su niña Susi.

Los médicos le aconsejaron evitar las penetraciones profundas y eso limitó bastante los coitos pero demostró su buena voluntad y algo sí que intentamos.   Cuando pasó un tiempo prudencial contacté con la chica de Como, ésta se alegró mucho, pues su marido estaba en Estados Unidos en la subasta de un rancho tejano.

No puedo negar que tenía muchas ganas de pasear con el Jaguar, que tanta suerte me dio la vez anterior, ya me imaginaba llegando a la mansión y verla bajar las escalinatas moviendo las caderas y las tetas, como un anticipo de lo que me esperaba.

Aquel día ya en Milán, todavía no había pasado a por el Jaguar verde descapotable cuando recibí una llamada desde casa, era Susi que visiblemente nerviosa me anunciaba que la ambulancia estaba en camino para recoger a Andrea, mi mujer había empezado con las contracciones y toda la “maquinaria” había empezado a rodar y yo hice lo mismo, di media vuelta y en el próximo avión volví a Atenas.


La joven desconocida pasó por detrás de mí y me rozó la espalda con las tetas, lo noté perfectamente porque la camisa que llevaba yo y el vestido de licra que lucía ella marcaban cualquier arruga y los pezones de ella me dejaron unas marcas paralelas en la espalda.

La chica se fue al otro extremo de la barra, desde allí me miraba sin pestañear, yo la observaba de reojo pero no perdía detalle de lo que hacía, pidió un daiquiri y cuando se lo sirvieron se levantó de su taburete y se presentó de frente a mí, vi cómo me ofrecía su bebida como una invitación, yo estaba violento porque Miriam, ya llevaba varios Manhattan y le estaban haciendo efecto no estaba muy pendiente.

La “vecina” insistía para que dejara a Miriam y me fuera con ella, yo me resistía porque no acostumbro a tratar mal a mis acompañantes y menos femeninas y le dije con la mirada que no, la reacción suya me dejó helado, por su impresionante escote derramó el bebida alcohólica.

Pude ver cómo se extendía la mancha del coctel entre sus tetas y el estómago, era un espectáculo erótico ver como cerraba los ojos sintiendo el helado licor, y cuando le llegó al pubis pasó la mano presionando la tela que se marcó contra los labios del coño dándome a entender que no llevaba nada.

La expresión que hizo cuando el alcohol le inundaba el coño fue como una combinación de ardor y placer, yo la sentí como si me pasara a mí y desde ese momento me prometí que mi lengua saborearía aquel coño “borracho”.

La ocasión se presentó en el aeropuerto, cuando esperaba en la cola de embarque, en la cola de al lado escuché en voz más alta de lo normal advirtiéndome que me equivocaba de destino.

Me volví y la vi sonreírme con picardía, miré la pantalla de información y vi que ella se dirigía a Caracas, rápidamente pensé y desde el teléfono llamé a mi compañía y les dije que ese día no iría a Maracaibo, porque me iba a Caracas a resolver un asunto personal.

Me pasé a la otra cola saltando las cintas de separación y al llegar a su lado el beso en la boca que  me dio causó tal conmoción que los viajeros que iban detrás dejaron colarme y pasar con ella, por supuesto nos sentamos juntos y durante el vuelo además de caricias veladas me contó que trabajaba en una embajada y que iba a Caracas para hacer una gestión y luego estaría libre todo el día.

La chica se llamaba María Gabriela, pero prefería que la llamara Gabi, me lo dijo cuando bajábamos la escalerilla del avión y allí mismo en el rellano de la puerta nos dimos otro beso que provocó el aplauso de los que se agolpaban para salir.

La primera sorpresa que me dio Gabi fue que, aunque era un vuelo doméstico  y sólo llevábamos equipaje de mano, no salimos del aeropuerto como el resto de los viajeros, sino que fuimos por la puerta del personal diplomático.

En un coche negro recorrimos las distancia que nos separaba de la capital hasta la embajada de Rusia, me sorprendí por los saludos respetuosos que le prodigaban y cuando llegamos a la puerta de un despacho, la secretaria se apresuró a avisar de nuestra presencia.

Los saludos, una vez cerrada la puerta del despacho fueron de lo más efusivos, parecía que Gabi tenía mucha amistad, incluso mucha intimidad con la que según el letrero sobre la mesa anunciaba la Agregada de Industria y Comercio de Ucrania.

Los besos y abrazos fueron muy cariñosos hasta al momento en que se separaron y Gabi me presentó a la mujer bellísima que estaba detrás de la mesa de despacho, ésta se interesó por mí de una manera superficial pero por atención a su amiga me miró con cierto interés, hasta que…

  • ¡JOSU! ¿eres tú?
  • ¡Nadia, vaya sorpresa, es el último sitio que podía esperar verte!
  • Me alegro mucho de encontrarte otra vez, ¿cómo estás?
  • Muy bien, ya ves, rodando por el mundo, pero tú….
  • Sí, salí de Odesa y después de terminar varias carreras universitarias e idiomas me nombraron para éste puesto, aunque me ocupo sólo para los asuntos de Ucrania.
  • ¿Y tu madre?, creo que se llama…
  • Amia, se llama Amia, está muy bien, se separó de mi padre y se casó otra vez en Odessa, se alegrará mucho de saber de ti, en realidad el que esté yo aquí te lo debemos a ti, cuando viniste a casa nos animaste a luchar y conseguir mejorar la pobre situación que teníamos.

Los ojos de Gabi eran inmensos, pero ahora no los podía cerrar de sorpresa, al ver cómo nos tratábamos Nadia y yo, hasta entonces ella se consideraba dichosa de tener una amistad tan importante como Nadia pero yo parecía que era mucho más conocido que ella.

Nadia llamó a su secretaria, una chica alta, claramente también de raza eslava, ojos azules y rubia, casi albina y un cuerpo de escándalo.  Le dijo que se tomaba el día libre para solventar un asunto importante y salimos de la embajada como si fuera nuestra casa.

Nada más asomar por la puerta, el chofer abrió la puerta del feo coche de procedencia rusa, pero Nadia renunció a él y nos llevó a un garaje oculto, adonde tenía su coche privado, un Chevrolet de construcción nacional, salimos hacia la avenida que nos llevó al teleférico, era una atracción famosa que siempre enseñaban a los recién llegados y desde la cual se podía ver todo el valle que ocupa la capital de Venezuela.

Me encantó el trato de la gente y todo lo que me enseñaron y desde luego la comida que me ofrecieron las dos chicas, me llevaron a un restaurante en lo alto de la montaña desde donde se podía ver toda la capital, la cocina tiene influencia de muchos países de Europa pero como curiosidad me pidieron Arepa y Hallaca, dos especialidades del país que me encantaron.

La sobremesa fue corta y después de recordar nuestras vivencias, le quedó claro a Gabi que nuestra relación iba más allá de unas conversaciones, esto la animó a proponer que siguiéramos hablando en el apartamento que Gabi tenía en un barrió elevado en la ladera de la montaña.

El coche de Nadia no tardó en llevarnos al apartamento y al llegar pude admirar el buen gusto de la venezolana.  Se notaba que no era la primera vez que Nadia estaba en aquella casa porque enseguida sacó bebidas y sirvió sobre una mesa lo que preferimos tomar.  A la frase de “poneros cómodos” de Gabi, las ropas volaron por los aires, tanto ella como Nadia y cómo no yo mismo, estábamos deseando revivir momentos frescos en la memoria.

Las chicas estaban emocionadas, parecía que no era la primera fiesta que se celebraba allí, las vistas eran fabulosas, desde la ventana se podía ver el cielo azul y el verdor de las montañas y sobre todo las siluetas de las dos chicas que sólo llevaban la lencería que todavía realzaba más la belleza completamente diferente de las dos mujeres.

Las dos tenían buenas referencias de mí, unas físicas y otra visuales, pero las dos satisfactorias.

No hubo muchos preliminares, estábamos calientes nada más salir de San Felipe y el encuentro con Nadia no hizo más que aumentar el deseo de montar un encuentro sexual.

Las sensuales chicas, cada una con sus costumbres se mezclaron e hicieron una combinación explosiva, el cuerpo de mi vecina Gabi al verlo de cerca ganaba todavía más y ella se encargó de que lo apreciara en directo, pronto me puso sus tetas al alcance de mi boca y dejó que Nadia se ocupara de mi polla que casi la tenía olvidada.

No tardé en recordar la época que conocí a Nadia, ella también lo hizo, cuando se tumbó sobre mí me susurró si me acordaba cuando me dio calor y me reanimó en su helada casa de Odessa, la entonces adolescente después de darme calor con su cuerpo bajó hasta mi polla y la cuidó hasta ponerla tan dura como el barrote de la cama.

Gabi estaba admirada de la demostración de ternura de la que creía llegada del frío Mar Negro y se acercó cuando vio que entre sus delgados muslos aparecía mi polla, admiró cómo Nadia se incorporaba sobre mi y se iba sentando con cuidado hasta abrazar mi polla con sus labios hasta hacerla desaparecer en su coño depilado.

Cuando Nadia se sentó dejándome sus tetas blancas a mi alcance, la morena Gabi se acercó a mí y muy cerca de mi cara separó los labios de su oscuro coño enseñándome el clítoris que ya estaba hinchado y brillante.  Como no llegaba, pasó su torneada pierna sobre mi cara y de frente a Nadia fue agachándose hasta dejar sus labios abiertos precedidos por un fuerte aroma a mujer caliente al alcance de mi lengua.

Quedé con la lengua fuera como un pajarillo esperando su comida, Gabi no llegó a acercarme su coño, mientras Nadia seguía moviéndose sobre mi polla en su interior, lo hacía con una calma sorprendente, paladeaba el momento a la vez que tiraba de sus pezones.

Yo estaba pendiente de las dos, por una parte, me gustaba recordar aquella vez que una jovencísima Nadia me ofreció su calor y su cuerpo para revivirme, pese al frío que reinaba en su destartalada casa, incluso su madre vio con emoción cómo me montaba y me ofrecía lo poco que tenían.

Gabi se sentó frente a mí, me extrañó bastante porque tenía en la mano un gran dildo , yo pensaba que con mi polla podría contentar a las dos, pero ella indudablemente prefería su juguete.  Cuando quise quitárselo lo evitó con un movimiento rápido y una sonrisa enigmática, no lo comprendí hasta que con la mirada me recomendó que me dedicara a Nadia, porque ella prefería “mirar”.

Apenas me había distraído con Gabi, pero le hice caso, Nadia se esforzaba por procurarme el máximo placer y al notar la dedicación que me daba noté como mi polla volvía a la dureza que merecía.  Ella se dio cuenta enseguida y me lo agradeció con una dulce sonrisa, ya que mi verga ya amenazaba con salirse de su coño medio blanda por culpa de Gabi.

Decidí “ignorarla” y dedicarme a la eslava, ésta al saberme suyo en exclusiva me dedicó un masaje de músculos pélvicos que me subieron al cielo, sus tetas menudas pero duras se balanceaban sobre mi cara marcando el ritmo con sus pezones como un metrónomo, con la boca inconscientemente seguía el vaivén de aquellos regalos, babeando al pensar el gusto por chuparlos.

De reojo pude ver a Gabí, ésta había acercado una silla al sofá y sentada en ella y con los pies a mi lado me enseñaba, con las piernas de par en par, su coño que ya se había tragado más de la mitad del dildo , decididamente a Gabi le encantaba mirar, a veces se movía para admirar el coño de su amiga tragando mi barra de carne, entonces vi como imitaba a Nadia, hacía los mismos movimientos que ella y con su polla de látex se follaba al mismo ritmo.

Quise comprobar hasta dónde quería llegar y le sugerí a Nadia que se sentara sobre mí, pero de espaldas, ésta lo hizo con arte, sin sacar la verga de su coño giró y me mostró sus caderas delgadas y su “rosario” de vertebras, cuando le propiné una fuerte palmada en una nalga Gabi gimió como si se la hubiera dado a ella.

Gabi se puso de rodillas en su silla poniéndose a mi alcance, no me contuve al darle otra palmada más fuerte y ella gimió entre dolor y placer, y así las fui repartiendo a las dos, por cada palmada que la daba a Nadia ésta recibía dos.

Al sujetar a Nadia por la cintura y tirar de ella hacia arriba, apenas lo hizo suavemente hasta notar que la polla quedaba en entre sus labios, comprendió enseguida y puso sus manos en mis tobillos, con dos impulsos moví mi capullo entre sus labios hasta salirse por detrás, abrí sus nalgas y ella fue reculando con el capullo rozando su perineo hasta quedar en la misma entrada de su agujero palpitante.

Gabi miraba hacia atrás y trataba en hacer lo mismo, vi cómo el dildo colgaba de su coño por la mitad y cuando ella misma separó con las dos manos sus rollizas nalgas, vi la ocasión y saqué el juguete realista, y húmedo como estaba lo pasé entre el canal que me invitaba Gabi y lo hundí hasta casi la mitad.

  • ¡Diooos, me matas!  Eso no lo esperaba.
  • No me lo digas, a sea, que tú animas a los demás pero te quedas en tierra, creí que cuando follaba a Miriam estabas deseando estar allí para recibir tu parte.
  • Bueno… en el fondo es así, pero…
  • ¿Qué pero hay?
  • Pues… que nunca estuve con un hombre, a mi me gustaría pero me da miedo, lo siento.
  • ¡Es increíble! ¿Y qué prefieres, meterte este trasto a esto…?

Al mismo tiempo que lo decía saqué la polla y la blandí como un sable, la mirada que le dirigió me hizo comprender que se moría de ganas de follar conmigo pero estaba traumatizada y sólo podía con el sucedáneo.

Quedó como hipnotizada mirando el brillante capullo, le pasé las manos a Nadia por la cintura y la atraje hacia mí, de espaldas fue recostándose sobre mi pecho, dejando sus piernas plegadas y abiertas.

Le saqué el látex del culo de Gabi y le dije que se pusiera entre mis piernas, lo hizo sin mucha convicción pues veía mi polla vertical entre los muslos de Nadia, le ordené que le chupara el coño a Nadia.

Comprendí enseguida que no era un problema, seguro que lo había hecho multitud de veces pero mi intención era dar el paso decisivo, no tardó en decidirse y se lanzó al coño de Nadia que abrió todavía más las piernas, esta faceta no la conocía de Nadia pero me gustó, la boca de Gabi debía ser muy experta.

No hizo caso de mi polla que le rozaba la mejilla, se cebó con los labios mojados de Nadia, pero ésta me captó la idea y le sujetó la cabeza, en principio la guiaba por sus labios pero pronto la fue dirigiendo a la verga que esperaba como un asta de bandera.

Nadia se incorporó sentándose sobre mí, esperó a que Gabi estuviera loca comiéndole aquella fruta deliciosa y con una mano me agarró la polla y la metió en la boca de Gabi.  La venezolana morena quedó paralizada pero Nadia no le dejó pensar, con las dos manos le agarró la melena negra y le marcó el ritmo.

Hasta que se acostumbró sollozó un poco pero cuando le cogió el gusto, noté que su lengua me aprisionaba contra su paladar.  Poco a poco dejé de notar el roce de los dientes de Gabi y sentí la aspiración que me tragaba hasta el paladar.

Cuando Nadia tiró de su cabeza hacia ella, Gabi la siguió como un cordero, la ucraniana volvió a tumbarse sobre mí de espaldas, la sujeté por las tetas para que siguiera con su plan y cuando tuvo sobre si misma a su amiga me dijo que le apuntara la polla adonde quisiera.  Era cierto, la morena estaba vencida y encelada, respiraba agitadamente sin saber muy bien qué iba a pasar.

Suavemente Nadia fue dejándole espacio hasta dejarla sobre mí y ocupó su sitio entre nuestras piernas, las de Gabi las separó a mis costados dejando sus agujeros a mi disposición y me preguntó…

Me encogí de hombros, a mí me daba igual, por eso le dejé la decisión a Nadia que quiso empezar por lo “suave”. El coño depilado de Gabi me recibió tan lubricado que apenas me notó, solamente cuando los huevos chocaron con su culo sintió que estaba clavada hasta el fondo, la noté temblar, se estaba corriendo por primera vez con un hombre y lo disfrutaba.

Ella misma se movió como loca al notar que el orgasmo la recorría por completo, sus tetas aplastadas y mojadas de sudor me salían por los costados, Nadia sólo controlaba que no se saliera la polla que se hundía y salía de tope a tope.  Al ver que los jugos de Gabi desbordaban su coño hasta su culo sacó mi verga de su coño y la hincó en su culo todavía dilatado por el dildo .

  • ¡Ooooh, que pinga!  Es chévere, no se perece nada al plástico ese.
  • Ya te lo decía amiga, disfruta de esta maravilla.
  • Me encanta que te guste, de todas formas no me ofenderé si las dos os organizáis para llevarme al cielo.
  • Eso está hecho, amor.

A partir de entonces Gabi seguía a pies juntillas lo que hacía Nadia, ésta le enseñaba las ventajas de una polla caliente y cuando, por fin, me “dejaron” correrme, las dos esperaron la lluvia de leche con sus bocas.

Continuará.

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