Memorias de un portero de noche (43)

Tuve que interrumpir mi visita a Como por un caso urgente, iba a ser padre, fue muy emocionante y empezó a cambiar mi vida, aunque no mucho. En San Felipe pude cobrar mi desquite.

La italiana oía mi conversación telefónica con Andrea mientras seguía relamiendo la polla y no paró hasta dejarla brillante, con pena le dije que tenía que irme y lo entendió, aunque no lo hizo muy conforme, con cara de pena me hizo prometer que la avisaría si volvía sólo al lago.  Cuando subí al Jaguar verde salió a despedirme desnuda como estaba, la vi bajar la escalinata de la entrada, parecía una diosa, con el movimiento de caderas y las tetas saltando fue como una aparición.

  • No quiero que te vayas, necesito tu polla en mi culo.
  • ¿No dijiste que no te la metieron antes?
  • No como tú, quien me lo hizo no supo darme el gusto que tú, mi culo es tuyo.
  • Lo siento pero tengo un compromiso en casa, mi hijo está a punto de nacer.
  • Qué pena, me gustaría que volviéramos a vernos.
  • Haré lo posible, te lo juro preciosa.

Al acelerar el motor noté que hasta el coche se resistía marchar de allí, llegué al aeropuerto de Milán con el tiempo justísimo, ya se había cerrado el embarque y la guapa chica del mostrador se negaba a darme el pasaje, por suerte cuando vio que dejaba el llavero del Jaguar sobre el mostrador cambió de actitud, no sé si sería por la marca del coche o porque pensó que era un pasajero VIP o tal vez porque tendría alguna relación con el guapo chico del garaje.

El caso fue que todavía pude entrar en el avión pese a que ya estaban cerrando la puerta.  La azafata me miró sorprendida al verme llegar corriendo por el finguer pues no era normal que apuraran tanto los embarques, pero al ver que llevaba plaza en Bussines Class , cambió de cara y nada más estabilizarse el vuelo me ofreció una copa de champan.

Andrea me informó en que Clínica estaba Sofía, cuando la llamé desde el Aeropuerto de Atenas, desde allí en un taxi potente y más rápido todavía por la propina que le prometí al chofer, llegué en un momento.  En la sala de espera de maternidad encontré a Andrea y a Susi, las dos me pusieron al corriente precipitadamente, mientras yo las tranquilizaba acariciándoles los vientres.

Frente a nosotros había varias parejas con algunas futuras mamás esperando su ingreso y hombres solos esperando noticias, las miradas que se intercambiaban eran todo un poema, al ver las caricias que les hacía a mis mujeres y al mismo tiempo hablando de la que estaba pariendo en el quirófano.

Andrea me contó que Sofía estaba bastante asustada, pese a que era una mujer fuerte y decidida, la maternidad le asustaba, era una cosa que nunca consideró, ya que su vida profesional estaba organizada desde hacía mucho, pero cuando llegué yo y la embaracé todo se le vino abajo y no me lo recriminó, estaba decidida a tener su hijo sin decírmelo, aunque cuando vio que yo tenía dos casos iguales se animó e hizo planes junto a Susi y Andrea.

Los minutos se hicieron eternos, de haber llegado antes habría entrado en quirófano para acompañar a Sofía en un trance tan importante, por mi parte también quería tener en mis brazos al pequeño Stablos y hacerme cargo de él.  Las puertas de la Sala de Partos se abrían de vez en cuando para llamar a los padres que esperaban y cuando se abrió para nosotros lo adiviné por la sonrisa de la enfermera.  Sofía les había contado, mientras paría, que en la sala de espera había dos mujeres más esperando su día, además del padre de todos los niños.

Lo más curioso fue que la enfermera no venía sola, con ella se asomaron el médico y la comadrona con mucha curiosidad, además con ellos venía otra enfermera que llevaba liado en una mantita a un bebé precioso, tenía un pelo y unos ojos negros iguales a los de su madre, pero el resto era talmente mi cara.

Me presentó orgullosa a mi “primer hijo” los sanitarios me felicitaron y el resto de gente que había en la sala se pusieron a aplaudir, al final tuve que saludar a todos como un torero en la plaza.  Mis mujeres se sorprendieron al ver a la criatura recién nacida que ya miraba erguido como si lo quisiera curiosear todo.  Yo aproveché para pasar a la sala adonde habían llevado a Sofía.

Me encantó verla, esperaba verla desaliñada después del esfuerzo y el sufrimiento del parto pero las enfermeras se habían ocupado, al conocer su caso, en maquillarla y pintarla e incluso perfumarla como si se fuera de fiesta.  La besé muy emocionado y le conté lo lindo que era “nuestro” hijo, al momento la enfermera trajo al bebé y se lo dio, ya se le notaba el instinto materno y el pequeño buscó la teta que enseguida se descubrió y puso a disposición del bebé.

Las enfermeras se tomaron mucho interés para cuidar a Sofía y al niño, me prometieron que no la dejarían ni un momento, pero, aun así, quise estar junto a ella en aquel momento tan importante.  Realmente no pude dormir, aunque mi hijo lo hizo casi toda la noche, Sofía estaba molesta porque le habían cortado un poco en la vagina para facilitar la salida del pequeño.  Por la mañana se empeñaron en que me marchara a casa y así lo hice.

Cuando salí de la clínica tenía un nudo en la garganta, las dos mujeres me esperaban animándome en vez de animarlas yo a ellas.  Era maravilloso el ambiente que teníamos en casa, desde un principio tuve dudas en cuanto a las relaciones de las tres pero fue desde un principio un ejemplo de convivencia.

Casi todas la tardes nos acostábamos a la siesta los cuatro, en la cama gigante de Sofía cabíamos bastante bien, muchas veces estábamos hablando de cualquier tema, nos colocábamos alternos como las sardinas en la lata, hablábamos horas enteras mirando al techo.  Durante aquella época el tema del sexo fue ideal, aunque muy diferente a lo acostumbrado.

Durante las siestas, al mismo tiempo que hablábamos las manos iban de uno a otro sin importar a quién, habíamos llegado a un nivel de entendimiento que no nos importaba más que estar felices, desde el principio nuestra relación fue especial, empezando por nuestra indumentaria.

Fue una idea de Susi, nos contó que un año estuvo en Ibiza, el motivo fue un concierto de un grupo internacional, allí descubrió que era moda vestir con largas túnica blancas, la idea fue aprobada enseguida, compraron tres túnicas de lino con grandes franjas bordadas y del mismo modelo, las tres eran holgadas para moverse cómodamente con sus bombos, el día que se las probaron acordaron regalarme otra a mí, al principio protesté porque no me “veía” dentro de la túnica pero como era más estrecha al final me convencieron.

El caso fue que siempre las llevábamos por casa y pronto nos dimos cuenta de que cualquier prenda sobraba debajo de aquellos sayones, en consecuencia íbamos desnudos todo el día, solamente cubiertos por el vestido blanco.

Por eso cuando nos acostábamos a la siesta colgábamos las respectivas túnicas y quedábamos sobre las sábanas con sólo la piel.  Como decía, al mismo tiempo que hablábamos las manos iban de uno a otro sin importar a quién, a veces caían en una teta o en mi polla, además de cualquier otro sitio, eso no lo hacíamos con intención sexual, lo que pasaba es que si recibíamos una buena acogida, el roce se ampliaba a una caricia.

Era curioso, porque en alguna ocasión coincidían dos manos en el mismo sitio y al mismo tiempo, entonces podían pasar tres cosas, que la mano primera se retirara o que la segunda al notar que estaba ocupado no siguiera o por el contrario eran dos las manos que se unían en la caricia.  Cuando esto ocurría por arte de magia se conjugaba una serie de momentos en el que los cuatro colaborábamos, entre risas y caricias iba subiendo la temperatura y terminábamos empapados de sudor y fluidos.

Recuerdo una vez en especial en la que Susi, que estaba a mi lado con los pies hacia mi cabeza, dejó caer su mano y “casualmente” cayó sobre mi polla, estaba dormida pero ladeada sobre mi cadera del lado de Susi, ésta siguió hablando pero sin soltar la polla, el resultado fue que su mano se fue llenando de carne dura hasta ponerla vertical.

Ninguna de las otras dos se dio cuenta hasta que Sofía vio que de la mano de Susi sobresalía más de la mitad de mi verga y le hizo gracia, Andrea se percató también al grito de Sofía, entre las dos se disputaron la polla y una, creo que fue Sofía, se apoderó del capullo y Andrea se ocupó de los huevos.

  • ¡Eeeh, eso se avisa!
  • Yo quiero también, déjame el capullo a mí.
  • Está bien pero la próxima vez será mío, esta vez me dedicaré a los huevos.

Fue una fiesta, porque  ninguna quería ceder su parte, quise poner paz hurgando en los coños y las tetas de las tres pero lo único que conseguí fue que de caricias pasáramos a lamidas y chupadas, Sofía se tragó el capullo y lo lamió con la lengua dentro de la boca, Andrea aspiraba los huevos y Susi agitaba la polla de arriba abajo provocándome una corrida espectacular que bañó a las tres.

Ellas no se quedaron indiferentes pues mis manos primero y mi lengua después recorrió todo lo que encontré a la sombra de sus panzas.

Por la noche ya íbamos a nuestras camas, normalmente yo dormía en mi habitación con Andrea, Sofía quedaba en la suya grande y Susi dormía en la otra que aunque era más pequeña daba al Adriático.

Tal era la confianza que había que si alguna de ellas estaba demasiado “motivada” las otras dos se retiraban de la contienda y me recomendaban que la acompañara a su habitación donde dejábamos libres nuestros deseos más íntimos.

  • Andrea, ¿qué te parece si esta noche dejamos solos a Susi y Josu?, parece que necesita un poco más de “cariño”, se le nota que está muy sensible.
  • Jajaja, claro, lo que está es más caliente que una burra, necesita la polla de mi marido para ella sola, ¿Qué opinas Josu?
  • Que tendré que sacrificarme, jajaja, ¿vamos Susi?
  • Encantada, os lo agradezco mucho, estoy en mi día catorce, jajaja.

Susi me llevaba de la mano cuando entramos en su habitación, se notaba que tenía ganas de follar conmigo con mayor intimidad, estaba mimosa, si no estuviera a punto de parir hubiera pensado que estaba ovulando, cuando subió a la cama, no sin dificultad, me ofreció la mano para que la siguiera.

Al verla tan “animada” quise meterle la polla sin más, a lo misionero, pero ella tenía otros planes, estaba muy sensible y romántica, puso la mano sobre su coño para impedir que la penetrara nada más subir y me abrazó, me llenó de besos y comprendí que quería un preludio más suave.

  • ¿Sabes una cosa Josu?, me acuerdo mucho de la vez que me follaste en el barco, fue un momento maravilloso.
  • A mí también me lo pareció, estabas preciosa, la brisa en tu cara con el cabello al viento, tu vestido vaporoso volaba dejando tus piernas a la luz de la luna.
  • Hmmm, no me olvido, cuando me abrazaste por detrás me sentí feliz y libre como la chica de Titanic.
  • Bueno, eso de libre…
  • Sí, libre del todo, no me acordé de Dani, mi marido, que se quedó en el Salón de baile con Andrea.
  • Creo que eso no fue exactamente así, me parece que ellos también hicieron una “excursión” a la popa del crucero… y a saber…
  • Jajaja, te noto cierto tono de celos…
  • Nooo, bueno a ti te lo puedo decir, cuando estuvimos en la proa del barco, me sentí muy bien al verte tan feliz, no olvides que te había desvirgado, aunque en principio fue “un favor” animado por Andrea.
  • Una chica especial, Andrea…
  • Sí, me pidió que te hiciera mujer para que tu marido siguiera follándote, como era su deber, en realidad fue una obra de caridad, no era la primera que hicimos, el caso es que aquella noche al verte tan angelical, tan dichosa y tan libre no pude menos que abrazarte por detrás.
  • Lo recuerdo, cuando sentí tus manos en mi cintura me dio un escalofrío.
  • Al juntar mis manos sobre tu estómago, dudaba si me rechazarías, yo también estaba emocionado y me aventuré a subir las manos buscando tus tetas.
  • Jajaja, no veas cómo se me pusieron los pezones, me dolían de tan duros.
  • Ya lo noté y te diré que mi polla casi me rompe la cremallera del pantalón, jajaja.
  • Sííí. Cuando te pegaste a mí la noté en mi culo, la carne de gallina me recorrió todo el cuerpo.
  • Por un momento maldije el vestido vaporoso que llevabas, habría preferido unos leggins o algo más ceñido, jajaja.
  • Aun así me quemaba tu calor, por eso cuando me besaste en el hombro, ya supe que ese calor pronto lo sentiría en mi coño.
  • Me habría gustado que estuvieras desnuda, allí mismo con los brazos en cruz te habría metido la polla entre las nalgas, jajaja.
  • Nooo, del susto me habría caído por la borda, jajaja, pero me encantó cuando me llevaste hasta la sombra de la maquinaria aquella, tenía miedo de que nos vieran desde el puente.
  • Jajaja, estarían haciéndose una paja de envidia.
  • No seas malo, pobres marinos, el caso es que allí escondidos me follaste salvajemente, era lo que más deseaba en aquel momento.
  • Sí, yo tampoco pensé en mi mujer, para mí en ese momento sólo estábamos tú y yo, aunque…
  • ¿Qué quieres decir?
  • Que luego descubrí que tu marido y Andrea estuvieron en la popa, que también es muy romántica.
  • Bueno, la noche era propicia.
  • Sí pero cuando vi el vestido de mi mujer… llevaba una mancha de la leche de tu marido que…
  • Jajaja, ¿no me digas que pensaste?...
  • Claro, ¿qué podía pensar?, nosotros follamos como locos, pero a mi mujer también le gusta igual que a mí y tu marido necesitaba aprender, no me extrañaría que follaran como lo hicimos nosotros.
  • ¡Qué egoísta, no pensarás que tú eres el único que le gusta follar….jajaja!
  • Claro, eso lo dices porque luego tu mujer no se embarazó, enseguida sospeché que fue tu marido y no yo el que la preñó.
  • Jajaja, ¡qué tonto, habérmelo preguntado!
  • ¿A ti?
  • Claro, mi marido me contó lo que pasó,
  • ¿Es cierto, y… que te contó?
  • Jajaja, no te lo voy a contar, me lo contó en secreto.
  • No me jodas, si no me lo cuentas no te meto la polla esta noche.
  • Nooo, eso sí que no, jajaja, deja que te la ponga dura ya.

Sin más comentario, Susi se agachó sobre mi polla y la lamió hasta que se mantuvo tiesa, luego la metió en la boca y acabó poniéndola como un bate de baseball .

  • Vale, ya la tienes cómo te gusta, ahora desembucha, ¿Qué te contó tu marido?
  • Jajaja, no se te ha olvidado ¿Eeeh? Espera, métela con cuidado, la tienes demasiado grande… así.  Emmm, pues no es nada del otro mundo… cuando salieron a cubierta, Dani no sabía adónde poner las manos, estaba cohibido y nervioso, tu mujer lo notó y se abrazó a su cintura, luego apoyó la cabeza en su hombro y así le dio confianza.
  • Joder con Andrea…
  • Sí, Dani se animó y pasó el brazo por el hombro, ella le cogió la mano hasta dejarla caer sobre su escote, ¿te acuerdas el vestido que llevaba aquella noche?
  • ¡Claro, no lo podré olvidar nunca!
  • Exacto, llevaba un escote de vértigo y no hace falta que te recuerde que no llevaba nada debajo, ¿verdad?
  • Nooooo, sigue.
  • Imagina… lo lógico, la mano de Dani se fue aventurando debajo de la tela hasta que alcanzó a coger la teta de tu mujer.
  • Brrrr.
  • ¡Vaya con Josu, no te creí tan celoso!
  • No son celos, es… por lo que seguramente seguiría luego.
  • Aaaah, ya entiendo, así que no hace falta que te diga que la mano rodeó la teta hasta tenerla entera, con el pezón entre los dedos Andrea se calentó como una burra.
  • Mmm no digas eso.
  • Es verdad, Dani me dijo que no imaginaba que Andrea fuera tan caliente.
  • ¡Jodeeer!
  • El caso es que llegando a la popa Andrea se paró y se apoyó en un rincón de la cubierta, Dani todo nervioso le sacó las tetas y se las chupó hasta hacerle daño en los pezones.
  • ¡Qué bruto!
  • No temas, ella no se quejó lo más mínimo.
  • Ya la conozco, es su punto más sensible.
  • No creo, cuando le besó en el cuello Andrea notó la dureza de la polla de mi marido y le rodeó la cintura para sentirlo cerca.
  • ¡Qué puta! Uf, perdón.
  • Jajaja, no olvides que en ese mismo momento tu polla me llegaba hasta la garganta, jajaja.
  • Vale, tienes razón, sigue, seguro que la preñó de dos pollazos.
  • Nooo, paciencia, Dani estaba muy nervioso, sabes que tenía el gatillo flojo, enseguida se corría, por lo menos conmigo, pero Andrea es mucho más experta que yo y le hizo durar….
  • ¡Qué mujer la mía!
  • El caso es que le alternó una serie de caricias que llevaron a Daniel al máximo nivel pero sin dejarlo acabar.
  • Ufff, vaya con mi mujer.
  • ¿A ti no te lo hace?
  • Claro, eso y más, por eso te lo digo, porque sé de lo que hablas.
  • Le mamó la polla, los huevos y hasta le metió un dedo en el culo, jajaja a Dani no le habían hecho eso nunca y casi se le corre en la cara, imagina, jajaja.
  • ¡Qué gracia! Brrr.
  • A Dani le faltaban manos, no sabía que tocar ni cómo, ella le tuvo que guiar a que le metiera mano en el coño, por cierto Dani me contó que lo tenía depilado y con los labios muy cerrados, pero ella separó las piernas y le enseñó cómo acariciarle el clítoris.
  • ¡Qué lista es mi mujer!
  • Entonces mi marido tuvo una idea, tenía la polla a reventar y quiso follarla pero tu mujer se quedó pensando un momento.
  • ¡Se arrepentiría, seguro!
  • No creo, estaba muy cachonda, lo que hizo fue subirse el vestido de noche y se bajó un poco las bragas, cuando Dani le vio el coño pelado y carnoso no pudo aguantar y se arrimó hasta pasarle el capullo entre los labios, estuvo frotándose contra el coño, mientras ella se sostenía el vestido para que no se lo manchara, él le frotaba el capullo abriéndole los labios sobre el clítoris, a ella le encantaba y le atrapaba la verga entre los muslos,  pero cuando él se corrió sin avisar, los chorros saltaron hasta el vestido.
  • ¿Quieres decir que no se corrió dentro del coño de Andrea?
  • No, claro, aunque hubo momentos que el capullo se le enganchaba en la entrada de la vagina pero… ¿Qué pensaste, no digas que estabas preocupado porque la hubiera preñado?  Si no podía…
  • ¡Eso no lo sabían todavía, ni él ni ella ni menos yo, cojones, menudo susto he pasado este tiempo!
  • Bueno, eso ya te lo dije cuando conté que a mí me preñaste tu.
  • No es lo mismo, caray.
  • ¿Cómo que no? Vaya machista, tú me preñas a mí y tienes miedo que mi marido lo hiciera a tu mujer, pues vaya, además te diré lo que le dijo a Dani, le agradeció la corrida que le proporcionó follándole el clítoris pero le confesó que no podía olvidar lo que te quería a ti, le recomendó que me follara a mí igual que hizo con ella y le aseguró que me volvería loca, de todas formas, para mi tú eres el mejor, con diferencia.
  • No te enfades, reconozco que no está bien pero no lo pude evitar, ahora ya lo he olvidado, jajaja. De todas formas gracias por contármelo todo, me has hecho mucho bien.
  • Mmm eso espero, porque esta tripa es por tu leche, por cierto… ¿por qué no me das una inyección con tu polla para que se me pase este ardor que tengo aquí abajo?
  • ¿Cómo no, cómo quieres ponerte, es por Josu Jr., sabes?

Ya se me había olvidado lo de la mancha de leche en el vestido de Andrea, pero siempre me quedó la duda, ahora ya aclarado me tumbé en la cama boca arriba para que Susi se sentara sobre mí y se metiera la polla a su gusto.

Tuve una corrida apoteósica, hasta ella lo notó y se rio con sorna, pues sabía el motivo, procuró quitarme los malos pensamientos de mi cabeza dando vueltas con su coño sobre mi polla como si fuera un molinillo de café hasta sacarme las últimas gotas de leche, ella hizo lo propio, se corrió mientras giraba sobre mí, pero no paró aprovechando que mi polla estaba tan dura que estaba a punto de explotar, sabía que en un tiempo no iba tener oportunidad de follar tan intensamente.

Cuando llevé a Sofía y al niño a casa, las mujeres ya tenían todo preparado y entre ellas la atendieron como si fueran profesionales de maternidad.  Al final de semana Sofía pensó que pasarían un tiempo de cuarentena si las mujeres iban pariendo y nos convenció para que Andrea y Susi nos acostáramos los tres juntos.

Querían hacer una despedida antes de ser madres, acertadamente habría de pasar un tiempo prudencial antes de volver a hacerlo aconsejable.  Entonces fuimos a nuestra habitación, Andrea subió pesadamente y ayudó a Susi, ésta por su juventud lo hizo más alegremente y quedó a medio subir, quedó de rodillas con los pies fuera y yo me acerqué por detrás, con ánimo de “ayudar” a subir.

Ninguna de las dos lo esperaba, pero cuando Susi gritó Adela se enteró que le había hundido la polla a la joven sin tocarla. Hubieron escenas de celos (de broma) en la que las dos se disputaban mi verga, tuve que follarlas a las dos debidamente, los coños estaban a punto de parir y ésta fue la última ocasión que lo hicieron, yo tenía cuidado en no “dañar” a los nonatos pero ellas insistieron en que las follara hasta lo más hondo.

Así lo hice y me corrí en ellas las veces que pude aunque ellas me ganaron, cuando terminamos seguimos acostados juntos toda la noche, a media noche Susi todavía tuvo ganas de comerme la polla, cosa que agradecí, aunque no la correspondí.

Sofía nos oía desde su habitación y lamentaba no poder estar con nosotros, le prometimos ir con ella y entre todos proporcionarle un orgasmo especial, “sin acercarnos al coño” entre las dos mujeres y yo éramos capaces de proporcionarle las caricias necesarias para que se corriera pero preferimos dejarlo para más adelante.


La vida me cambió de forma radical, con mi juventud no estaba acostumbrado en lidiar con aquellos energúmenos, los trabajadores de las torres de prospección era gente acostumbrada a que nadie les dijeran qué y cómo hacer las cosas, su experiencia era su seguro y en realidad las cosas no les iban mal pero cara a la empresa habían detalles que no se podían permitir, y ahí entraba yo, un bisoño que con poca experiencia y muy buena voluntad intentaba imponer mis ideas a fuerza de demostrarles las ventajas.

Con aquel ambiente enrarecido en cualquier momento podía estallar una pelea, cada uno cogía lo que tenía a mano, una cadena, o una llave gigantesca e imponían sus razones de manera drástica, yo queriendo dialogar me tuve que imponer con las amenazas de despidos, sólo lo hice en un caso y fue con el más conflictivo, un tipo malcarado, curtido en varias cárceles caribeñas que aunque trabajando bien, daba más problemas que beneficios.

Los demás no daban crédito que aquel matón, el líder de todos fuera despedido y aunque me amenazó de muerte delante de todos no me arrugué y me enfrenté a él.

Todavía me temblaban las piernas cuando dio un portazo en la oficina que dobló las bisagras de la puerta, antes me había cogido por las solapas de mi camisa amenazándome pero en un momento de rabia le asesté una patada en los huevos que lo inmovilizó, nadie osaba hablar y él, rojo de ira, cuando pudo respirar me soltó y desapareció.

La tensión se palpaba en el ambiente, de pronto sonó mi teléfono y con toda mi ira miré el número. Llegué a pensar que sería una llamada anónima porque no reconocía el número pero cuando oí una voz femenina quedé desubicado.

  • ¡Hola querido! ¿eres Josu?
  • Pues… sí, soy Josu, ¿Quién llama?
  • Hola soy Miriam, ¿te acuerdas de mí?
  • No, la verdad es que no.
  • Eso se puede solucionar, ¿Cuándo vuelves a San Felipe?
  • Si no pasa nada esta noche, llegaré tarde pero llegaré.
  • Vale, te espero.
  • ¿Adónde me espera?
  • ¡A donde va a ser, en tu apartamento!
  • ¿En mi apartamento, es que sabe adónde vivo?
  • Claro, estoy sentada en tu sofá, y si te soy sincera, mojada, acabo de darme una ducha y no sé qué ponerme, me han extraviado la maleta en el aeropuerto y no saben cuando me la van a localizar.
  • ¿Quién le ha abierto mi casa?
  • Jajaja, no sabes lo que puede una mujer como yo.
  • Bueno, no tengo ganas de hablar, hoy tengo un mal día.
  • Está bien, te espero.

Durante el vuelo en el Fokker no pude adivinar quién podía ser aquella mujer, no me dio tiempo a preguntar quién era y la verdad no me importaba, en cuanto llegara la tiraría a cajas destempladas, si había podido con el “gorila” aquella mujer no iba a ser un problema.

Mi casa además de un remanso de paz, después de estar en Maracaibo luchando con personas difíciles de manejar, era el sitio donde yo quería evadirme de todo, en San Felipe no había el ambiente de los campos petrolíferos, era un lugar especial, tranquilo, importante en cuanto a negocios y a efectos financieros pero para mí era como mi Shangri-la.

Desde el aeropuerto fui directo a mi apartamento, llevaba un humor de perros que no pude disimular cuando me despedí de la azafata, era una preciosidad, que a fuerza de viajar con ella frecuentemente llegué a tener una gran confianza, mi amistad con ella, producto de vernos con tanta frecuencia, me beneficiaba en conseguir las mejores atenciones en el pequeño avión.

Aquel día me miró preocupada y cuando iba a preguntarme qué me pasaba le corté con la mirada injustamente y bajé la escala del avión de dos en dos escalones. En el aparcamiento estaba esperando mi pick-up, lo utilizaba mayormente para mi servicio en San Felipe porque cuando llegaba a Maracaibo tenía a mi disposición un Jeep 4x4.

No sé que esperaría Miriam cuando me vio entrar pero pasé de largo por su lado, incluso la rocé con un ligero empujón, tiré el trolley a un rincón y fui derecho a la ducha, desnudo frente al espejo me di cuenta de la marca que me hizo el gigantón en el pecho al querer levantarme y todavía me enfurecí más.

El agua no me hizo mucho efecto, lo que realmente me lo hizo fue la sensación del tacto que sentí en la polla lacia que colgaba inerte.  El jabón en los ojos no me dejaron ver lo que pasaba pero cuando enfoqué el chorro en mi cara pude ver a escasa distancia los ojos más bonitos que veía desde hacía mucho.

Frente a mi o mejor dicho pegada a mi estaba una belleza de mujer y lo que más me llamó la atención fue que la vi vestida completamente, al pasar a su lado no vi más que una sombra con un vestido chaqueta blanco y una melena negra que llenaba de rizos una cara con una sonrisa.

Ahora su cara era diferente, me miraba intensamente, el “rimmel” de los ojos se había corrido y manchaba sus mejillas y el maquillaje se había ajado, lo único que no había cambiado eran los labios pintados de rojo brillante, eran carnosos y al estar entreabiertos mi mirada se perdió entre ellos.

Posiblemente no habría pasado nada, pero cuando vi asomar la lengua y pasearse entre ellos para luego moverse como la de una serpiente cascabel olvidé al gigantón, que estaría en Maracaibo, todavía dolorido de la patada en los huevos que le propiné.

El apartamento que me reservó la compañía era fantástico, estaba en un piso muy alto de uno de los rascacielos de la avenida más popular de San Felipe y por sus ventanales desde el suelo al techo podía ver toda la ciudad e incluso los montes verdes que la rodeaban.

Antes de salir de la ducha vi caer al suelo la ropa de la mujer, una a una todas las prendas carísimas iban amontonándose en la ducha bañándose por completo, la mujer no habló, sólo se arrodilló frente a mí y me propinó la mejor mamada que recuerdo, todavía no la había reconocido hasta que levantó los ojos para mirarme con la cara llena de leche, entonces me di cuenta de que era la madre de Elena, estaba en una actitud sumisa, había sacrificado su ropa elegante y mi desprecio inicial y encima se arrodillaba hasta llenarse la cara de chorros de leche caliente que no quiso esquivar.

No me conmovió, a mi mente me vinieron las imágenes del Falcon que nos partió casi nuestro Renault 4, también los problemas que tuvimos, el susto, el miedo a perder el coche y sobre todo las dificultades que pusieron los seguros.

Estuve muy preocupado por Flor, por su hermano y por la furgoneta y ahora tenía la causante de todos mis males a mis pies con la polla en la boca relamiéndome hasta dejarme limpio.

Desde la ducha hasta el gran ventanal llevé a Miriam cogida del pelo ahora liso por el agua, ella sollozaba porque no imaginaba mis intenciones, la vista de la ciudad a ras del suelo no ayudaba a tranquilizarla y cuando estuvimos pegados al cristal le acerqué la cara a la fría superficie.

Pegada a la ventana había una mesa también de cristal que todavía daba más sensación de vértigo y sobre ella la empujé dejando las tetas aplastadas sobre el tablero trasparente y las piernas colgando.  Con mi pie separé los suyos todo lo que pude, Miriam no dejaba de gimotear pidiéndome explicaciones sobre mis intenciones.

Con una mano le sujetaba las muñecas a la espalda y con la otra le mantenía la cara pegada a la mesa, las tetas aplastadas dejaba ver los pezones planchados por debajo de la mesa.

Estaba lleno de ira, la bronca con el energúmeno me había llevado al límite, en mi cabeza rondaban todas las opciones respecto a él, podía echarlo fulminantemente pero reconocía que era un buen operario, aunque lo que más importancia tenía era que era un líder, me interesaba tenerlo de mi parte porque su equipo le seguiría como las abejas a su reina. Mi cabeza no estaba para delicadezas, necesitaba encontrar soluciones y la presencia de aquella bella mujer en mi casa no me ayudaba.

Quien me ayudó y mucho fue una persona desconocida, desde el bloque de apartamentos de enfrente, un edificio gemelo al mío me llegó un reflejo, en un principio no me percaté pero al repetirse insistentemente tuve que mirar, era el fogonazo del sol reflejado en un espejo, no dejó de hacerlo hasta que puse atención y miré hacia allí.

Era otro apartamento gemelo al mío y desde él una joven me llamaba la atención de la manera que podía, no estábamos a mucha distancia pero pude ver cómo braceaba y me señalaba a la mujer que tenía bloqueada sobre la mesa de cristal.  Con un signo le pregunté malhumorado qué quería y ella me contestó de manera muy gráfica.  Se quitó el albornoz blanco que llevaba y quedó tan desnuda como nosotros.

De una manera bastante obscena me dijo que le gustaba lo que veía, yo asentí y le enseñé el pulgar hacia arriba pero ella quiso ayudar más y me sugirió lo que debía hacer.  Claramente me señaló el culo, yo le interpreté que quería ver cómo la follaba pero ella negó desesperadamente y se puso de espaldas pegando las nalgas al cristal.

Con una mano cogió una zapatilla y se golpeó ella misma, cuando le cogí la idea le sonreí y le confirmé su sugerencia, con mi chancla de la ducha le asesté dos golpes a Miriam que desprevenida empezó a gritar, después de eso la vecina me animó a que siguiera y lo hice.

Cuanto más le daba la joven seguía dándose ella misma, su culo no estaba tan rojo como el de Miriam pero casi, así me tuvo un buen rato alternando  las nalgas, a mi me divertía por el empeño que ponía pero me sorprendió cuando se agachó enseñándome su culo abierto y con un tubo de pasta dentífrica se sodomizó.

Se volvió para ver si me había enterado y sonreí por su idea. No hizo falta escupir, lubricar o abrirle las nalgas a Miriam, el agua que se escurría de la melena negra fue suficiente para que el capullo entrara no sin dificultad.

Los gritos debió oírlos la linda vecina porque levantó los brazos jubilosa, a partir de entonces tomé la iniciativa y ella se sentó frente a su ventana y se masturbó con todo lo que tenía a mano, vi desaparecer el tubo de pasta y el cepillo del pelo en su coño y en su culo, aún le faltaron dedos para meterlos por sus agujeros mientras yo follaba a Miriam, haciéndole pagar los malos ratos que me debía.

  • ¿Qué haces desgraciado?, encima que vengo a verte en son de paz.
  • ¿Ahora son de paz?, he pasado muchos malos ratos por tu culpa, ahora vas a recibir el trato que te mereces, te voy a follar hasta que me canse y vas a pagar con todo lo que le reprochabas a tus “niños”
  • Esos no sabían coger, yo tenía que enseñarles, hasta les tiraba de la pija para que me la metieran por el agujero, jajaja.
  • Pues ahora ya le tienes clavada por el agujero.
  • ¡Pero ese no salvaje, ese no!
  • Yo decido adonde meto mi polla y si me ha gustado tu culo pues… ahí la tienes.
  • ¡Por favor, no me la metas tan honda, me rompes el culooo!
  • Si pudiera te metería hasta los huevos, me debes muchas como esta.
  • Y te las pagaré, pero no me mates con eso, por favor…
  • Tarde lo pides…

Cuando cambié de agujero la vecina también lo hizo y con una botella de coca cola, se había tumbado en su mesa de cristal, gemela a la mía y con las piernas abiertas me demostraba que la botella desaparecía casi toda entre sus labios mojados.

Me enseñó las babas que salían de su coño y goteaban del cuello de la botella y luego la chupó, yo saqué la polla y le demostré que no la envidiaba porque tenía brillante hasta los huevos, ella me decía que envidiaba a Miriam y me propuso que cambiáramos, me negué, ese día era de castigo, y aquella mujer merecía otro trato diferente.

Cuando vio que le metía la polla en la boca y se la llenaba de leche la vecina se volvía loca y pegaba su lengua en el cristal de la ventana enseñándome la lengua, estaba claro que no tardaría en visitarla.

A Miriam, la tuve todo el día ocupada, la obligué a servirme de esclava todo el día, al principio se sublevaba porque estaba acostumbrada a mandar en sus chicos, pero luego lo hizo con gusto y la recompensé con varios orgasmos.

Mi enfado fue amainando y más cuando recibí una llamada inesperada, era el bruto de la planta petrolífera, me pedía perdón y me juraba fidelidad absoluta, había comprendido su error y reconocía mi autoridad, además y lo más importante era su promesa de que su equipo sería modelo para los demás.  En un principio me hice el duro, aunque botaba en mi casa, luego fui condescendiente y al final, le comenté que me pensaría su oferta de paz.

Cuando colgué el teléfono fui hacia Miriam, mi semblante era diferente, aún así cuando me acerqué a ella me tumbé en la mesa de cristal y le ordené…

  • ¡Cómeme la polla hasta que te diga que pares!

Continuará.

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Gracias.