Memorias de un portero de noche (41)

En casa de Sofía fuimos organizándonos, nos quedamos con ella pues prefirieron seguir las tres juntas con sus embarazos. Me enteré de algún detalle de Gisela que no sabía, pero me gustó saberlo. El Presidente de la compañía petrolera me dio la bienvenida a la Empresa de una manera especial y pronto

Cuando se confirmó que yo era el padre de los tres niños, respiré tranquilo, por lo menos en mi “orgullo”, todavía no pensé en lo que se me venía encima pero tampoco había valorado a las tres madres, siempre pensé que una por una eran unas mujeres excepcionales pero al verlas juntas no salía de mi asombro.

Después del sepelio de Stablos la pareja de amigos argentina, dio por terminada su visita a Sofía y decidieron seguir su viaje.   Cuando los llevaba al centro de Atenas para que siguieran su tour por Grecia, Osvaldo me puso al corriente de las últimas novedades de Paraná, me contó que hacía tiempo que “nuestro barco” había cambiado de dueño y después de una reparación demasiado dilatada partió para el servicio fluvial por la zona, del destino de George y del Rojo no sabía nada, imaginaba que la nueva naviera prescindiría de ellos y encontrarían empleo en otro barco.

También me comentaron más explícitamente la “historia” de su hija Gisela, parece ser que siempre estuvo unida a Ylenia desde muy joven, yo eso lo sabía pero lo que me sorprendió fue el comentario de Magda cuando me dijo que parte de la culpa de su situación familiar la tenía yo.

Quedé extrañado, porque no creí que estuviera enterada  del pequeño escarceo que tuvimos nada más conocerla (nos masturbamos juntos) pero según le comentó a su madre, (el día que le anunció su “compromiso” con su amiga), aquel día quiso experimentar el contacto físico con un chico por primera vez porque tenía sus dudas, aquel día vio la ocasión ideal, yo era joven, pero lo suficiente mayor para llevarla de la mano hacia el sexo, me lo puso todo en bandeja para que yo la tratara como una mujer heterosexual, quería saber que era follar con un chico.

Yo no podía creerlo pero vi que Magda se ponía en el lugar de su hija, ella también quiso probar como era follar conmigo aunque su caso era diferente y no paró hasta conseguirlo, pensé que si hubiera sabido antes lo de Gisela la habría animado, incluso ayudado para que cumpliera su curiosidad, quería lo mejor para su hija aunque no la conocía bastante, aun así no quise sacarla de su error.

Al fin, Magda, mientras Osvaldo estaba ocupado con sus maletas, me confesó que no la había cogido nadie como yo cuando lo hice, por lo que estaba segura que si hubiera follado a su hija como a ella, ahora tendría un nieto con padre conocido.

En aquel momento me sentí abrumado porque parecía que el destino me había reservado la “paternidad”, después de muchos años ignorándola, pero preferí que Gisela siguiera con su “peque” aunque sabía que a Osvaldo le encantaría ser el abuelo de mi hijo y a Magda, no digamos.

Todavía estuvimos unos días acompañando a Sofía, la chica estaba afectada por la pérdida de su padre pero se consolaba al saber que descansaba en paz, después de su demostración de afecto que nos dio al dejarnos con las ideas claras. Nos consolamos con saber que la enfermedad no lo siguiera torturando.

Después de una cena en el porche de su casa, frente al Egeo, en la que analizamos nuestra situación convinimos que las tres mujeres deberían seguir juntas pues a las tres les unía un vinculo muy importante, estaban unidas por el mismo objetivo, iban a parir un niño posiblemente por la misma época y se necesitaban unas a las otras para cuidarse y cuidar a los futuros bebés.

Después de barajar varias posibilidades, salió a la conversación mi situación económica, Sofía era muy discreta, siempre lo fue más allá de la confianza y ahora la familiaridad que teníamos, de manera muy profesional me explicó “someramente” como estaban mis “números”.

Esto me hizo concebir una serie de ideas que precisaban estudiarlas detenidamente pero que todavía tenía margen de tiempo para cumplirlas.  No quise comentar con ellas por no alimentar falsas expectativas y seguí con la velada.

Era muy curiosa la compenetración que tenían las tres desde un principio, las tres eran latinas (mediterráneas) y pese la diferencia de idioma no tardaron en entenderse perfectamente, posiblemente “ayudadas” desde dentro de sus vientres.


Cuando me encerré en mi cuarto con la ropa en la mano me eché en mi cama, acababa de informarme más sobre la conveniencia de aceptar el empleo que me ofreció el padre de Elena, la chica, en la habitación de al lado seguía en su cama empapada de mi leche después de prometerme que iría a visitarme en mi “soledad” de Venezuela, incluso me “amenazó” con que su madre también iría con muy buenas intenciones.

Quedé pensando en Flor y Horacio, los hermanos encontraron por fin su estabilidad en su compañía, al estar en pareja sus vidas se complementaron, a la vista del público seguirían igual, incluso cara a sus hijas posiblemente no tuvieran que dar demasiadas explicaciones, yo estaba seguro que les iría muy bien.

Al día siguiente me desperté tarde, fue Carol la que llamó a mi puerta al saber por Elena que llegué sin avisar, la venezolana le contó por encima mi decisión de cambiar de rumbo, fue muy gracioso, porque sin avisar entró como un huracán y se echó en mi cama, no me dejó hablar, estaba muy contenta por mí, aunque me confesó que siempre tenía la esperanza de repetir la tarde de las palomitas.

Nos reímos los dos y acordamos hacer una despedida especial, incluso me insistió en incluir a Elena para que la “fiesta” fuera inolvidable, mientras para demostrar su “interés” buscó entre la sábana y no paró hasta cogerme la polla y ponerla a su gusto, luego entre risas le dio un beso y guiñándome un ojo salió de mi habitación tan veloz como vino.

Cuando volví al taller del profesor lo encontré cambiado, ya se notaba el toque femenino, Flor había limpiado con esmero las estanterías y ordenado las herramientas, incluso puso unos visillos para aislar la zona reservada para las reparaciones.

Esto fue gracioso porque cuando fui, todavía no había abierto y no hice ruido al entrar, los oía detrás de la mampara y cuando los vi los sorprendí en una postura muy difícil de explicar unos pocos días antes, Flor estaba sentada en el banco del taller, de espalda a un televisor abierto, su hermano el técnico estaba concentrado en su oficio, sentado en su silla giratoria mientras Flor con los pies en los reposabrazos y la falda por la cintura dejaba a la vista todos sus “circuitos” a disposición de la lengua de Horacio.

En otras circunstancias cualquiera de los dos o mejor de los, nos habíamos sorprendido, si no escandalizado, pero aquel día Flor me miró y me lanzó un beso al aire, Horacio al escucharme intentó girarse también para saludarme pero su hermana le sujetó la cabeza con sus muslos para que siguiera hasta “fundirle los fusibles”.

No tardó en conseguirlo, entre otras cosas porque me pidió que me acercara y se abrió la bata que llevaba dejándola caer sobre el mostrador.  Le estuve chupando los pezones hasta que en un grito agónico se corrió en la cara de Horacio que ávidamente tragó la avalancha de su hermana.

Cuando Flor bajó desnuda del mostrador se arrodilló sobre su vestido en el suelo y con uno a cada lado nos sacó las respectivas pollas y alternativamente o conjuntamente se las fue metiendo en la boca hasta hacernos eyacular en ella.

Me sorprendió la naturalidad que demostró en todo momento, esto me alegró porque los vi muy metidos en su nueva situación.  Luego acerqué una silla y compartimos unos mates mientras les contaba mis adelantos.


En Rosario el Presidente, que se llamaba Julio, Don Julio para todos los demás, desde el primer momento me trató de una forma excepcional, pretendía que fuera su hombre de confianza y después de comentarme mi cometido y sobre todo mis condiciones económicas quiso que mi entrada en la empresa fuera por la puerta grande , antes alabó mi actitud respecto a su mujer, él estaba informado de sus “aficiones” respecto a los jóvenes mancebos, en confidencia me aseguró que no le importaba demasiado y para convencerme llamó a su secretaria Daniela.

La joven demostró su diligencia entrando inmediatamente en el gran despacho por una puerta disimulada, llevaba una bandeja con café.  A Daniela, la secretaria particular de Julio ya la conocía de vista, cuando fui por primera vez la vi sentada en su mesa a la entrada del despacho del Presidente, me impactó su profesionalidad, por supuesto tenía un cuerpo escultural pero entonces yo no estaba en condiciones para ir mirando culos, cuando entró en el despacho de su jefe lo hizo como si ya supiera lo que tenía que hacer, él, simplemente le había ordenado que viniera a su despacho, por eso me sorprendió todavía más.

La rubia, aparte de sus facciones delicadas, era alta y delgada, vestía una falda de tubo estrecha hasta por debajo de las rodillas y una blusa de seda estampada con un broche que cerraba “castamente” las solapas, de su cuello colgaba una cinta de seda con una identificación que le daba un aire de lo más sofisticado, ni que decir tiene que llevaba medias de verano con costura y calzaba unos zapatos de tacón muy altos y finos destalonados, que le daban un movimiento a su culo respingón que mareaba.

No estaba repuesto del “scaner” que le hice a la chica mientras dejaba la bandeja en la mesita cuando entró por la misma puerta otra chica, ésta completamente distinta, inmediatamente me di cuenta de que pertenecía a otro nivel porque en ella todo era diferente, lo primero que me di cuenta, aunque no se crea fue en la cinta que llevaba en el cuello, era de otro color y pensando en la estricta organización de la empresa supuse que era de otra sección, llevaba otra bandeja, esta de licores.

No pregunté, porque la joven ya estaba al lado de Daniela, cuando ésta se incorporó, la imitó dejando su bandeja al lado, mientras la pude observar, era muy morena de piel y por supuesto de pelo, con una melena leonina rizada hasta lo inverosímil parecía una típica mujer tropical, además su forma de vestir, con unos pantalones elásticos y una camiseta con un adorno tribal me confirmaban que tenía orígenes caribeños, en cuanto a sus rasgos, sus gruesos labios, su dentadura blanquísima y sus ojos color café apenas distraían de sus ampuloso culo y sus generosas y duras tetas que le daban al diseño de su camiseta un efecto tridimensional que mareaba.

Desde un principio me percaté que no era la primera vez que aparecían por aquella puerta disimulada, cuando estuve con su mujer y su hija no la llegué a distinguir, pero su manera de moverse y comportarse parecía ser de una coreografía muy estudiada.

Claramente Don Julio reservaba su derecho con su secretaria, Daniela era un plato exquisito que no estaba al alcance de cualquiera, la otra joven, no menos atractiva, debía ser parte de una colección, posiblemente adecuada a la ocasión y seleccionada por Daniela para su cometido según las características de la visita.

Cuando las dos se arrodillaron frente a nosotros, sentados en los amplios sillones de piel, estaba claro cual me tocaría, los delicados movimientos de Daniela contrastaban con las maneras pícaras y sensuales de Ofelia, que así resultó llamarse la mulata.

En un principio me decepcionó ver a las dos inclinadas sobre nosotros tirando de nuestros pantalones, yo gustosamente me los habría quitado pero al ver la actitud pasiva de Julio preferí no anticiparme.  Estando una al lado de la otra y después de habernos bajado los pantalones, sin llegar a tocarnos, la mulata acudió a Daniela y le desabrochó el “dije” que le cerraba la blusa, yo esperaba que aparecieran dos tetas hermosas y exuberantes pero el vacío que quedó me sorprendió.

Ofelia siguió tirando de la blusa para sacarla de la cintura de la falda, muy apretada por cierto, y cuando se la pasó por encima de la cabeza pude ver que lucía un precioso sujetador blanco, realmente era una monería, aunque no tenía ninguna función, la mínima prenda no sujetaba, simplemente rodeaba por debajo de las pequeñas y perfectas tetas simplemente como el marco “passepartout” en un cuadro para destacar y realzar la belleza del lienzo.

Julio me miraba de reojo observando mi reacción, estaba claro que quería impresionarme con aquella bienvenida, yo puse cara de “pocker”, quería demostrarle que con aquella demostración no me iba a deslumbrar.

Daniela esperó que su compañera la terminara de ayudar, ésta buscó el corchete de la falda de la secretaria y tiró de él hasta que apenas se abrió, la cintura de la chica era tan estrecha que la falda simplemente se acoplaba a su contorno.

Ofelia la dejó abierta y se inclinó hasta la orilla de abajo y tiró de ella lentamente, la prenda fue bajando tan despacio que el corazón se me fue acelerando según dejaba la piel blanca al descubierto.

Cuando se enganchó un poco pensé que hasta ahí llegaba mi visión pero sólo era el liguero blanco que sujetaba las medias, las suaves nalgas aparecieron apenas delimitadas por un hilo que se incrustaba entre ellas, seguramente con toda la intención Ofelia le dio la vuelta a Daniela para que la viéramos al completo.

Decididamente era una escultura de mármol blanco, el triángulo que apenas cubría el nacimiento de los labios del coño era tan trasparente que dejaba traslucir la raya vertical.  Al caer la falda al suelo, Daniela sacó un pie y luego otro y nos sonrió, quedando mirando a su jefe, esperando su aprobación.

Cuando éste escorzó una sonrisa se dio por pagada y giró hacia Ofelia, el espectáculo fue radicalmente diferente. La mulata estaba preparada cuando Daniela rodeó la cintura de su compañera, yo esperaba que le quitara primero la camiseta decorada pero Daniela quiso hacer las cosas bien, conocía las “virtudes” de Ofelia y empezó a tirar de los pantalones elásticos.

No había bajado ni cinco centímetros cuando pensó otra cosa y despejó las bandejas de la mesita, Ofelia comprendió enseguida su intención y se sentó en la mesa baja, luego se echó hacia atrás dejando las piernas colgando.

Daniela volvió a tirar de sus pantalones y ésta levantó su orondo culo y permitió que la prenda resbalara por sus nalgas, la piel morena de la chica no tuvo interrupción, esperaba ver otras braguitas minúsculas y las busqué entre sus piernas pero cuando ya los camales salieron por los tobillos, Daniela los cogió con las dos manos y separó piernas de la mulata y nos dejó ver lo que escondía entre ellas.

Los labios carnosos depilados al abrirse mostraron el color rojo carmesí del interior de un coño brillante y poblado de un clítoris bastante desarrollado y unos labios menores que nacían de él hasta abrirse en la entrada de la vagina fucsia.  El efecto en mí fue el previsto por Daniela, la polla se me levantó por iniciativa propia y miré a su jefe, éste volvió a sonreír y Daniela metió un dedo en el coño de Ofelia y me lo dio a probar.

Cuando se acercó a mí con el dedo corazón brillante de jugo de Ofelia sentí los olores de ambas, el perfume caro de Daniela, sin duda francés y el aroma penetrante del coño de Ofelia, cualquiera de los dos era capaz de mantener la polla vertical y después de lamer el dedo largo y delgado de Daniela me recosté en el sillón.

Daniela era una magnifica Maestra de Ceremonias, al verme con las piernas estiradas y la polla como un obelisco comprendió que estaba complacido y levantó a Ofelia y la acercó a mí, esta me rodeó con sus piernas y se arrodilló en mi asiento, pensé que se iba a sentar en mí pero Daniela no había acabado, a muy poca distancia de mi cara fue tirando de la camiseta de la mulata y justo ante mis ojos dejó salir dos tetas impresionantes, nunca habría adivinado que no llevaba nada que las mantuviera en su sitio, las dos vibraron al verse libres y sin caer ni un milímetro quedaron apuntando los negros y ásperos pezones a mis pupilas.

Cerré los ojos porque no había parpadeado en todo el rato cuando sentí un calor húmedo en mi polla, Ofelia se estaba sentando tan suavemente que apenas sentía más que la presión ondulante que hacía con sus músculos pelvianos.

La curiosidad me pudo y giré la cabeza, a mi lado Daniela se había vuelto de espaldas a Don Julio, y apoyando las manos en los brazos del sillón iba descendiendo lentamente, cuando ya estaba tocando su culo con la gruesa polla del Presidente, éste tiró del hilo blanco del tanga de Daniela y lo enganchó en una de sus finas nalgas.

Al sentirse despejada siguió bajando, no vi que se lubricara ni separara sus nalgas al sentarse, sólo una mueca al notar que la gruesa talla le forzaba el esfínter hasta obligarlo a dejarle entrar.  Ofelia comprendió mi interés y al separarse un poco de mí, dejó espacio para que mirara, mis dedos atraparon su clítoris erecto y lo descubrieron de su capuchón.

El beso que me regaló Ofelia en agradecimiento no lo olvidaré nunca, su boca, tibia, húmeda y salada se pegó a la mía solamente para dejar entrar su lengua que me llegó hasta el paladar.

Me rodeó el cuello con sus brazos y fue moviéndose, primero en círculos y cuando tuve la polla mojada empezó a subir y bajar.

Daniela no lo hizo así, de primeras y nada más clavarse la polla de su jefe en el culo hasta los huevos empezó a cabalgarlo hasta casi sacarla para volver a caer ya sin apoyo de sus manos.

Julio recostado como yo, sólo se dedicaba a sujetarla de la cintura para que cayera vertical y no le rompiera la polla, las tetas de Daniela apenas se movían y cuando lo hacía era de lado a lado, en cambio las de Ofelia era como las olas del mar, mareaba el verlas pasar por mi cara.

Cuando pude atrapar un pezón al vuelo, no lo dejé pasar, lo mordí y gritó, nadie le hizo caso, ni siquiera Daniela, que seguía saltando sobre su jefe.  Ofelia sin esperarlo se corrió entre grandes gemidos, inconscientemente le había mordido en su punto erógeno más fuerte, según ella dijo entre gemidos mucho más sensible que su clítoris.

Daniela siguió a lo suyo, el Jefe estaba bastante excitado y ella sabía su límite y cómo tratarlo, cuando le agarró las tetas erguidas y duras por detrás de los brazos, la secretaria se quedó inmóvil sentada y clavada el regazo del Presidente, éste la llenó de leche entre un murmullo de exclamaciones de placer en varios idiomas.

Daniela esperó a que las palpitaciones de la verga de Julio cesaran hasta notar en su culo cómo se deshinchaba para levantarse con una mueca de conformismo, Ofelia se había sentado en el suelo a mi lado recuperándose de su orgasmo y la miró, la rubia pareció envidiarla en secreto por eso cuando Julio le dio una palmada en el culo para llamarle la atención se volvió resuelta a volver a su sitio en la oficina.

Pero el Presidente quiso premiarla y de paso homenajearme a mí, con un leve gesto le señaló mi polla que seguía cargada apuntando a la lámpara, al momento se le iluminó el rostro, ilusionada se puso en la misma postura que Ofelia, arrodillada en mi asiento con una pierna a cada lado mío, esperé que se hundiera mi polla por su culo ya dilatado, era la mejor idea pues, aventajaba a Julio en tamaño, pero ella eligió bien y no dejó pasar la ocasión, vi como con disimulo se mojaba los dedos con saliva y los pasaba por el coño.

Al momento onduló la cintura hasta que notó que estaba en el buen camino y sólo tuvo que dejarse caer.  Miré a Don Julio que con la mirada le pedía su opinión sobre lo que la llenaba y ella levantó el pulgar en señal de aprobación.

Se notaba que los besos no entraban en el menú, al Jefe sólo le gustaba metérsela en el culo y ella al sentir mi verga a su disposición lo agradeció como un “incentivo” de su Jefe y se dedicó a disfrutarlo, me llenó de besos y me dedicó todas sus armas amatorias, se corrió más de una vez, a veces calladamente, íntimamente como si sólo estuviera ella, y otras explosivas haciendo participes a todos de su goce.

Cuando salí del despacho llevaba los pasajes de avión desde Rosario a Buenos aires, de allí a Caracas y luego enlazaría hasta San Felipe, en otra carpeta llevaba la orden de embarque del Pick-up, lo dejaría en un almacén del puerto de Rosario donde lo meterían en un contenedor y lo dejarían en el puerto de Maracaibo, cuando ya estuviera instalado en San Felipe iría a recogerlo, mientras tanto, inspeccionaría las oficinas de la petrolera.

En San Felipe Yaracuy me tenían reservado un apartamento en lo más alto de un edificio en la Avda. 5 Libertador, muy cerca de donde estaba la sede de la compañía, en aquella avenida estaban representadas todas la industrias de la zona que no eran pocas, allí se veían letreros luminosos desde las grandes multinacionales de refrescos a industrias jugueteras o textil o infinidad de químicas.

Empecé al día siguiente de llegar, ya tenía un plan trazado y empecé desde abajo, vigilé y comprobé los motivos de las deficiencias que encontraba, tenía poderes omnipotentes, incluso estaba a un nivel por encima de los jefes de allí.  Unos por conveniencia y otros con menos agrado todos tuvieron que rendirme cuentas de su trabajo.

Una vez establecido recogí del garaje mi furgoneta que continuaba con el logo de la compañía, esto todavía levantó más ampollas entre los empleados de cierto nivel pero no me importó, la bienvenida que me dio don Julio me apoyaba moralmente y la carta de presentación que llevaba era como el “azote” divino.

El aeropuerto de Maiquetía se convirtió casi en mi casa, de allí a Maracaibo volaba continuamente, pasaba más tiempo allí que en San Felipe, cuando terminé la limpieza en las oficinas empecé por el “tajo” de trabajo, en poco tiempo las plataformas de los pozos en el Lago fueron mi segundo hogar, allí hombres rudos, acostumbrados a imponer sus normas, me lo pusieron difícil muchas veces pero aprendí a mantenerlos a raya.

Mi bisoñez la tuve que sustituir muchas veces por la fuerza y la confianza que me dio Don Julio con sus chicas, no podía decepcionarlo, también tenía motivos que me animaban a no rendirme ante la presión de los veteranos, uno era la promesa de Elena de venir a mi apartamento durante sus vacaciones, me imaginé paseando por San Felipe del brazo de la hija del Súper, las lenguas viperinas rabiarían y si además tenía la ocasión de recibir a la mujer del Presidente ya tendría a todos a mis pies.


Sofía demostró tener una gran determinación, inmediatamente incluyó a mis dos mujeres en su seguro médico, las consultas y revisiones con los ginecólogos se sucedieron como si fueran en mi ciudad, las dos se vieron tan arropadas que no añoraron la distancia, no tuvieron problemas con el idioma ni con el trato.

Yo me dediqué a buscar una residencia definitiva, Sofía me anunció muy alborozada del dineral que había ganado con unas acciones de una compañía de redes informáticas, además había hecho una inversión en empresas de tecnología militar, ya que se enteró horas antes por un soplo, que la U.S. NAVY les habían adjudicado unos importantísimos contratos.

Pasé unos días buscando, por Google Maps, sitios bonitos, tranquilos, bien comunicados y de una categoría que me pudiera permitir.  El círculo se iba cerrando sobre Italia, o quizá sobre Suiza, al fin encontré una casa en el margen del Lago Como que prometía, el truco era como siempre gracias a Sofía, el propietario necesitaba dinero urgente, pues el fisco americano iba detrás de él.  La operación fue rápida, el Agente de Sofía pidió informes y como todo estaba en orden (por poco tiempo) hice la reserva.

En casa de Sofía el ambiente era igual que la mía, la mujer griega con un carácter tan mediterráneo como nosotros se adaptó a nuestra compañía y pronto se movió como mis dos mujeres, las tres se unieron en una piña con el centro de atención de sus respectivos embarazos y andaban frecuentemente compitiendo en mostrar su avances (faldas arriba) o vigilando el goteo prematuro de leche materna.


Los días pasaron rápido, cuando coincidía con Elena me preguntaba si su padre le había hablado de mí, cuando lo hacía estaba entusiasmado, los informes de su hija, más mi actitud le habían convencido de mis aptitudes, yo por mi parte estaba dispuesto a no decepcionarlo y más al saber que su mujer también estaba interesada en mis “virtudes” .

Unos días antes de marcharme le pregunté a Carol cuándo le venía bien celebrar una cena de despedida, conocía su agenda bastante ocupada con amigos y amigas, por lo que me dijo que entre semana no podía ser porque tenía un compromiso, a mi me pareció perfecto pues mi intención era festejar la despedida sin prisas, después de una cena perfecta.  Carol prometió avisarme cuando estuviera libre.

Mientras tanto fui ultimando detalles, en casa de Horacio procuré ponerme al día en cuanto los cobros a morosos y salvo unos pocos que, por distintas circunstancias eran imposibles de cobrar, aligeré la carpeta de recibos pendientes.

En efecto, Carol me llamó al taller una tarde para decirme que al día siguiente, un sábado, era el día ideal para celebrar dicha cena, lo dijo con un tono misterioso, supuse que habría quedado también con Elena para rememorar, esta vez los tres, la tarde de las palomitas.

Aquel sábado estuve ocupado, la tarde anterior, procuré repartir con mi pick-up los aparatos que Horacio, con su nuevo ánimo había adelantado, milagrosamente Flor le había inspirado vitalidad y ganas de vivir y se ocupó de reparar los televisores que se estaban acumulando.

Aquella noche la pasé en casa de la pareja, cenamos poco porque estábamos agotados y yo antes de que a Flor se le ocurriera una sobremesa “especial” me fui a dormir.   Madrugué y lo primero que hice fue sacar el coche y llevarlo a un lavadero, allí encargué que lo dejaran impoluto por dentro y por fuera, como si fuera nuevo, que lo era.

Quería impresionar a Carol llevándola a un buen restaurante, Horacio me había pagado generosamente mis horas extras, ya que ahora no tenía dificultades económicas, tanto por la gratificación del accidente además de los cobros desahuciados.

Cuando volví a mi casa no me asomé siquiera a saludar a Carol, quería darle la sorpresa con la ropa nueva que me compré para la ocasión, me duché y en mi cuarto esperé a que se hiciera una hora propicia para pasar a por ella.

Desde la habitación de Carol me llegaban murmullos y risitas, me estaba imaginando a Carol y Elena haciendo lo mismo que yo, poniéndose sus ropas más llamativas para impresionarme, mi polla lo comprendió enseguida y ya con sólo oírlas a través de la pared se dio por enterada.

Cuando consideré que ya era una hora prudente, ya que la reserva del restaurante junto al río estaba confirmada, llamé a la puerta de la habitación de Carol, inmediatamente se hizo el silencio y se oyó la voz de la hermana de Magda rogándome un poco de paciencia, me confirmó que estaba acompañada y a punto de arreglarse para mí.

Se hizo esperar, yo no estaba acostumbrado a esperar a una mujer pero me di cuenta de que ya era hora de ir acostumbrándome, estaba nervioso pensando qué podían estar haciendo las dos para ponerse lindas, si cualquiera de las dos aun desnudas y recién levantadas eran unas bellezas.

Por fin sonó un toque de nudillos en mi habitación, me estiré la ropa para estar perfecto y abrí, ante mí Carol estaba preciosa, no le faltaba detalle, la cara perfectamente maquillada con los labios pintados de rojo, ella que alguna vez la vi un poco arreglada para salir se ponía un color rosa pálido, los ojos con sombra y los pómulos con un colorete que parecía una manzana, de cuerpo no pude decir nada más que abrir la boca, ella se rió al verme pues no dejaba de mirarla de arriba abajo.

  • ¿Qué tal, te gusta lo que ves?
  • Wow, eres como una aparición, no te puedo mentir, a veces pareces poco interesada en tu físico, si bien yo sé que eres una chica muy linda pero…
  • No te esfuerces Josu, ya veo que te gustó, pero espera a ver la sorpresa que te tengo reservada…

Conociendo a Elena me esperaba que se hubiera superado, era difícil pues a su belleza natural, venezolana, caribeña, ojos inmensos y labios carnosos no le hacía falta el más mínimo aderezo para estar arrebatadora, por eso quedé esperando al otro bellezón , con la intención de alabar lo que era obvio por compromiso, pero…

  • Perdona Carol… no comprendo, ¿no venía Elena, has traído a otra amiga?, veo que no es menos guapa pero no lo esperaba, así sin avisar…
  • Jajaja, por Dios, Josu, ¿no me digas que no conoces a esta jovencita?
  • Oye, sin menospreciar… esta señorita no es una chiquilla, es toda una mujer… como vos.
  • Bueno…  No te burles…  ¿De verdad no me reconoces o es que no te acuerdas de mí?
  • Mmm.  ¡GISELA, OH!  ¿Qué haces aquí?, bueno lo siento, bienvenida, no sabía nada, estoy asombrado.
  • Jajaja, ¿tanto cambié?, bueno, en realidad sí, un poco, pero espero que sea para bien.
  • ¿Cómo para bien?, si estás preciosa y no es que antes no…
  • Josu, ya está bien de piropos, aceptá que no la reconociste.
  • Claro que no, está cambiadísima, más mujer, más… y además más…
  • Si claro, eso es evidente, más de todo, jajaja.
  • Me alegro que te guste, me dijeron que te marchas y quería despedirme.

Continuará.

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Gracias.