Memorias de un portero de noche (39)
La vuelta a Santa Fe me reservaba unas cuantas sorpresas, mis miedos se resolvieron solos. Desde Atenas recibí una triste noticia.
En las grandes rectas de la carretera RN11 que nos llevaba de vuelta a Santa Fe miraba a Flor, casi siempre la sorprendía sonriendo, unas veces mirando por su ventanilla a medio bajar y otras mirándome de reojo, se le notaba dichosa, se había vestido de una forma muy juvenil que le sentaba de maravilla para el estado de ánimo que tenía.
Con una camisa blanca y un pantalón estrecho rojo y un pañuelo anudado encima de la cabeza no parecía la misma, además debajo de las gafas enormes de sol centelleaban unos ojos apenas sombreados que le daban más color a los labios recién perfilados.
A veces la sorprendía acercando la mano a la palanca de cambio esperando a que yo fuera a cambiar de marcha, aunque en aquellas rectas no tenía motivos. Por complacerla dejaba mi mano sobre la suya, ella separaba los dedos para que yo entrelazara los míos con ellos para sentirnos más unidos.
Cuando hacía esto, ella suspiraba hinchando su pecho, incluso su pecho abultaba más, ya me fijé cuando se quitó el sujetador nuevo en la habitación del hotel adonde pasamos la última noche, la prenda, preciosa por supuesto, le devolvía una juventud a sus tetas que era imposible no mirarlas.
Aquel día hacía calor y el aire acondicionado de la camioneta funcionaba a la perfección, no obstante las mejillas de Flor tenían un rubor como manzanas, parecía que estaba acalorada por lo que cuando vi una arboleda al margen de la carretera me desvié, al llegar allí vi el letrero que anunciaba el Río Monje, no era demasiado caudaloso para lo que se acostumbraba por allí pero proporcionaba un ambiente fresco que unida a la sombra del bosquecillo invitaba a descansar un rato.
Entre varios árboles juntos dejé la pick-up, Flor fue la primera en apearse y buscar un lugar idóneo, no tardó en encontrar un claro de vegetación, parecía que no éramos los primeros en descubrirla pues se notaba que ya había formado una “calva” en la maleza y sólo quedaba la hierba.
Flor se sentó en la verde explanada y desde lejos me invitó a acompañarla, la brisa era fresca, comparada con el calor que caía sobre el asfalto, cuando me senté a su lado me miró feliz y se tumbó a lo largo, yo le cogí la mano y estuvimos mirando por encima de las copas de los árboles, las hojas se movían por el viento y entre ellas descubrimos un nido de pájaros hornero.
La vista de aquello parece que inspiró a Flor y recordó lo libre que se sentía, me contó que aquel pájaro daba suerte y le creí, rodó hacia mi dándome un beso en la boca, apoyada sobre mi pecho me fue dando varios besos a cada uno más tierno y suave, sus tetas sobre mi pecho se fundían conmigo y mi mano no tardó en acudir a su culo para ayudarle a subir sobre mí.
Cuando conseguí tenerla encima la abracé y tiré de su camisa sacándola de los pantalones rojos, el cierre del sujetador tardó menos de un segundo en saltar y al momento se incorporó para que la prenda cayera inerte, al volver a recostarse, la dureza de sus pezones me “hirieron” en los míos. Desde la carretera era imposible vernos, la furgoneta nos ocultaba de las miradas indiscretas de los vehículos, incluso de los posibles viajeros de un tren que discurría paralelo a la carretera.
No tardé en abrazarla y darle la vuelta quedando sobre ella. Flor con la excusa de no arrugar su camisa se deshizo de ella y a su vez tiró de la mía para que mi piel se pegara a la suya, pronto entre las dos se humedecieron y me vino una idea, el agua del río era cristalina y los árboles en algunos sitios llegaban casi a la orilla, en otros formaban como una playa de arena y sobre todo que estaba al abrigo de otros árboles. Miré hacia ellos y Flor siguió mi mirada, sonrió con picardía y se escurrió de debajo de mí, cuando me pude sentar ella ya se estaba quitando las sandalias de cuña y tiraba de sus pantalones a la vez que miraba el agua mansa.
Fue tan rápida que no me dio tiempo a reaccionar, como mucho pensé que se mojaría los pies en la pequeña playa, pero cuando vi que a los pantalones seguían unas braguitas de encaje quedé helado, Flor corría hacia el agua dando saltos como una adolescente en su primera salida sin el permiso de sus padres. Cuando se lanzó de un chapuzón pude ver entre sus piernas abiertas la sombra de su coño y su culo, lo siguiente que vi fue asomar su cabeza con el pelo pegado a la cara con una sonrisa de oreja a oreja.
Había poca profundidad y cuando la seguí desnudo como ella la encontré con los brazos abiertos que me abrazaron. Unos besos en el agua hicieron que mi polla creciera como un torpedo, ella saltó y me rodeó la cintura con sus piernas para dejarse caer suavemente, con el agua a los hombros noté como la cabeza de Flor se hundía hasta mi nivel, se estaba clavando la polla al bajar y cuando quedó fijada me volvió a besar.
Estuvo subiendo y bajando hasta que se estremeció, entre temblores fui saliendo hacia la orilla hasta quedarme tumbado con un poco de agua, ella siguió subida sobre mí, moviéndose lentamente. Sus besos eran continuos, era la manera de demostrarme que estaba entusiasmada.
En el claro del bosquecillo terminamos de aplacar nuestro ardor, en un perfecto 69 nos dedicamos las mejores caricias bucales hasta volver a corrernos. Después de un rato de sosiego seguimos viaje hacia Santa Fe.
Por la mañana Andrea nos despertó, nos traía el desayuno a la cama, al abrir los ojos no me lo creía pero al ver la sonrisa que nos dedicaba a Susi y a mí le hice un sitio en la cama y en medio de las dos desayunamos juntos.
Las dos mujeres con sus protuberancias sujetaban la mesita para que los zumos de naranja y mi café no se desparramaran, entre las dos se estableció una divertida tertulia en la que yo sólo me dedicaba a asentir pero en ningún momento se mencionó el motivo de estar los tres desnudos debajo de la sábana. Cuando terminamos se burlaron de mi, pues al salir de la cama lucía una importante erección que no pude disimular.
Quien más se rió de mi fue Martina cuando se lo conté, ella misma predijo lo que podía ocurrir y el tiempo le dio la razón. Como única defensa sólo pude pasar la mano por debajo de su falda al estar sentados detrás del mostrador en nuestra garita, esa noche el relevo fue un poco más dilatado pues hasta que no se corrió con mis dedos no se fue a casa.
Para mí el trabajo no era una obligación, más bien era un hobby, después de trotar toda mi vida por el mundo en diferentes trabajos me servía de relax, no era persona de estar en casa viendo la televisión, ni de leer un periódico con las noticias que nos querían llenar la cabeza, necesitaba algo para distraer mi mente, por la mañana cuando llegaba a casa desayunaba después de una buena ducha y me iba a dormir, cuando mi cuerpo decía “basta” me despertaba y me informaba de cómo iban las acciones.
Durante muchos años y a partir de cuando empecé a ganar dinero me informé y tuve la suerte de que una persona muy allegada a mí fuera una “fiera” de las finanzas, no lo hubiera sospechado nunca pero en cierta ocasión Stablos, mi antiguo Capitán me contó, en una noche de borrachera, que su hija Sofía era una verdadera “broker”.
La joven tras su aparente imagen de artista bohemia resultó ser una atrevida y súper informada sobre cómo invertir y donde, por lo que en el momento que empecé a “tocar pasta” hablé con ella y ahí empezó toda mi suerte. No soy persona de grandes lujos, de hecho, es que vivo en una casa normal y con mis necesidades cubiertas, nadie diría que en Suiza o quién sabe donde hay dólares míos.
Confío a ciegas en Sofía, ella es la que hace y deshace lo que quiere con mi dinero, yo no le pido cuentas ni ella me pide opinión, tiene poderes para hacer y deshacer lo que le viene en gana y lo cierto es que… siempre me da dinero a ganar. Por eso me extrañó que me llamara por teléfono y más por la hora que era, yo estaba en la ducha recién llegado a casa y Andrea me hizo asomar para decirme que había llamado Sofía.
No le di mucha importancia, aunque no era normal, de todas formas mi mujer me dijo que no le dio la sensación de que fuera algo importante, pues simplemente la saludó y le rogó que le llamara yo cuando pudiera.
Lo hice a media mañana, y el tono de voz que le noté no me gustó, por una parte podría ser que hubiera tenido un fallo en alguna inversión y me lo decía apenada, en aquellas fechas la economía mundial estaba revuelta y el dólar por los suelos, a mi no es que me gustara pero sabía que en la bolsa se gana o se pierde con mucha facilidad. No obstante sabía que Sofía tenía un olfato especial y algo de “información privilegiada” por lo que capeaba bastante bien los vaivenes de la economía.
Pero cuando noté el temblor en su voz sospeché que la cosa no iba de dinero. Tuve que insistir bastante pero al fin me dijo que su padre, mi muy querido amigo Stablos, estaba agonizando, el Alzheimer había socavado su salud al extremo de que no la reconocía desde hacía mucho tiempo, el pobre Capitán vivía en estado vegetativo desde prácticamente cuando estuvimos en Grecia con él.
Mientras hablaba con Sofía, a mi lado Andrea adivinaba lo que estaba pasando y a su lado Susi atendía con tristeza, a su vez mi mujer iba informándole de la especial amistad que nos unía, primero con mi Capitán y después con su hija Sofía, ella misma le explicó la relación tan estrecha que tuvimos desde hacía muchos años, lo hizo de una manera tan natural que Susi no le dio la mínima importancia.
No creí que Andrea fuera tan explícita contándole nuestro último viaje, pero sin darle muchos detalles le explicó hasta cuanto habíamos llegado el día de la cena en Atenas con Stablos. No hizo falta hablar mucho, Andrea sabía que no iba a abandonar a mi Capitán en su última singladura y enseguida llamó a una amiga que regentaba una agencia de viajes, le pidió información sobre vuelos a Atenas y cuando se la ofreció le confirmó nuestro vuelo.
Yo asistía apenado y complacido por la iniciativa de Andrea, a lo mejor otra esposa habría puesto reticencias pero ella al revés, se encargó de todo. Lo que no me esperaba fue que al decir el número de pasajes pidiera tres en vez de dos, por su cuenta incluyó a Susi, lo que más me sorprendió fue que la consideró tan de la familia como nosotros y luego de hacerlo me miró buscando mi aprobación.
Por supuesto que la tuvo, miré a Susi y ella no salía de su asombro tampoco, tenía una cara de felicidad contenida que me enamoró, se sintió por primera vez unida a nosotros de una manera verdadera y total. Corrió a los brazos de Andrea para agradecérselo pero cuando llegó ya estaba yo abrazado a ella y la recibimos entre los dos.
Cuando enfilé la avenida de Juan José Paso después de bordear el Estadio por la derecha me sentía el más importante de Santa Fe, incluso la gente se volvía a mirar a nuestro paso, seguramente al ver la pick-up último modelo con el logo de la petrolera, pero para mí era por la mujer que llevaba al lado.
Fuimos recorriendo la orilla del Río Santa Fe, hasta llegar al puente colgante, desde allí nos dirigimos a casa. No imaginaba cómo iba a reaccionar don Horacio cuando nos viera, lo de la furgoneta ya lo sabía y seguro que le gustaría pero al ver a su hermana completamente cambiada, seguramente pensaría que algo muy importante la había cambiado de pensar.
Por suerte, cuando llegamos el profesor no estaba en casa, todavía estaba dando clase y subimos a casa de Flora, al pasar por su habitación se quedó parada mirando su cama pero al fijarse que al final del pasillo estaba la de su hermano suspiró y seguimos adelante, entre la suya y la de su hermano estaban las dos de sus hijas, todavía no las conocía pero por los comentarios que había hecho no me caían bien. La madre, acuciada por su triste historia les daba todo lo que pedían esperado que no pasaran por lo mismo que ella, pero sus hijas eran de otra pasta, quizá la de su padre, pero eso no se sabría jamás.
Mientras Flor preparaba algo para comer yo me encargué de encerrar la furgoneta, en el barrio no pasó inadvertida y los vecinos asomaron la cabeza creyendo que don Horacio había tirado la casa por la ventana. Cuando comimos, procuré evitar la lógica “siesta”, Flor estaba muy motivada pues me ofreció un buen postre y luego preparó un mate bien cargado.
Preferí bajar al taller y adecentarlo para que cuando viniera mi jefe lo encontrara todo en su sitio y que viera que aún así hacía mi trabajo. En los pocos días que falté ya se notaba el desorden que reinaba, estaba claro que el orden estaba reñido con los conocimientos del profesor.
Cuando vino por la tarde ya había comido en la Universidad, al verme me abrazó como si no nos hubiéramos visto en años y me contó todo lo que había hecho en mi ausencia, no se dio cuenta de que en realidad era yo el que tenía más cosas que contar, hasta que apareció Flor como una aparición.
Su hermana había previsto que el encuentro fuera lo más espectacular posible, seguramente para que no quedaran dudas del cambio, el profesor estaba acostumbrado desde siempre a ver a su hermana con un aspecto triste y apenado, por eso cuando se oyeron los taconeos de sus pasos, ya don Horacio levantó las orejas como una liebre.
Flor procuró que no la viéramos toda de golpe, no llegó a asomar una pierna como en las películas, pero procuró hacerse esperar.
Con un vestido azul con lunares pequeños, falda con mucho vuelo y cuerpo ceñido y con escote de pico, (algo impensable una semana antes ) nos impactó a los dos, Horacio la miró y me miró, al ver mi cara tan sorprendida como la suya pensó que yo era tan ignorante del cambio como él, eso me gustó pues me quitaba un poco de responsabilidad por el momento, pero sabía que en algún detalle tendría que explicar muchas cosas a mi profesor.
Flor dio una vuelta en redondo en el centro del taller, como estaba despejado de trastos pudo hacerlo como en la pista de un salón de baile de milongas, en la mano llevaba algo, algo que me dio cuando se acercó a mi colgándose del brazo acercándome a su hermano, por un momento me pareció que me arrastraba para pedirle su mano.
A gusto lo habría hecho de no separarnos la edad, era una mujer espléndida que merecía volver a vivir como la persona que era, cuando besó a su hermano éste quedó quieto como si le hubiera besado una actriz de cine en una gala, Flor me pasó el sobre que llevaba y al notar de que se trataba me tranquilicé, le di el fajo de billetes grandes que me dio el Presidente de la compañía y él no comprendió, en un primer impulso lo rechazó.
En su mente consideraba que los que habíamos padecido fuimos nosotros, podíamos haber sido heridos o mucho peor, para él la furgoneta R-4 no contaba, por eso para borrar sus dudas lo llevamos cada uno de un brazo al garaje donde estaba la flamante Pick-up.
En ese momento Flor cambió de lado y se puso al mío, Horacio no acababa de comprender pero la cara de bobo que hacía yo y la felicidad que hacía ella le aclaró todo. Con la mirada me preguntó si era cierto, yo me envalentoné y abiertamente le dije que sí. Lejos de enfadarse me abrazó, para él era un suplicio ver a su hermana desde joven hundida en su tristeza y ahora había renacido como el Ave Fénix, para él lo de menos era cómo, aunque no acababa de creerse que fuera yo el artífice.
Flor no soltaba a su hermano con un brazo pero el otro rodeaba el mío, para romper el momento me deshice de Flor y abrí la puerta de la furgoneta invitando a Horacio a subir, quería que se distrajera del momento de tensión, Flor no me lo puso fácil pues se pegó a mí, tanto que no dejaba nada a la imaginación, incluso mientras le informaba de las funciones de cada botón ella miraba por encima de mi hombro, con el consiguiente aplastamiento de su cuerpo contra mi espalda.
Por la dirección de la mirada de su hermano pude deducir que por el escote de Flor aparecían las protuberancias que nunca salieron, la lencería que se compró y que ni yo había visto todavía impresionaron a Horacio. Flor le dejaba claro que se había liberado de sus traumas y de ahora en adelante iban a cambiar las cosas.
- Observo que habéis traído muchas novedades.
- ¿Te diste cuenta hermano?
- ¿Cómo no? y no sólo en cuanto al coche de Josu.
- Jajaja, bueno, sí, veo que te diste cuenta, jajaja.
- Me alegro por… ti, pero… ¿puedo saber el “alcance” de tu cambio?
Vi el cielo abierto, me estaba dando cuenta de que si no hablaba iba a ser el juguete de Flor, no me habría importado ser su pareja, aparte de la edad era una mujer fascinante pero mi futuro estaba por delante de todo y me apresuré a aclarar mis intenciones.
- No se preocupe profesor, no quisiera que pensara que pretendo nada inapropiado ni con Flor ni con usted, tengo que reconocer que ustedes dos me han tratado mejor que mi familia (nunca la tuve), usted y su hermana son fantásticos. Flor me enseñó muchas cosas durante estos días horribles, pensé que el mundo estaba contra mi cuando nadie me creía, pero Flor me contó un capítulo de su vida que me hizo comprender que siempre hay una salida.
- ¿Así que le contaste…?
- Sí, Horacio, ya no podía más con el secreto, Josu me demostró que es una persona de fiar y se lo dije todo.
- ¿Y qué opinas Josu?
- Que lamento lo que pasó, Flor no se merecía todo esto, le rompieron la vida y desde entonces… menos mal que usted la apoyó.
- Sí, siempre fue mi hermana favorita, cuando éramos jóvenes siempre íbamos juntos, teníamos mucha complicidad, quien no nos conocía pensaba que éramos novios, jajaja, ¡nada menos que novios, jajaja!
- No te rías Horacio, a mi no me habría parecido mal.
- ¿Qué dices Flor?, nunca me dijiste nada parecido, además delante de Josu…
- Precisamente, creo que ya es hora de hablar claro, subamos a casa, quiero aclarar todo de una vez.
Yo no sabía a dónde mirar, jamás me imaginaría el rumbo que tomó la conversación, Horacio, no se atrevía a mirar ni a mí ni a su hermana.
- Sentaos… desde siempre tú fuiste, además de mi hermano, mi amigo, mi confidente, la persona en quien apoyarme, con quien hablar de mis cosas.
- Y tú también de mí, siempre supiste lo que me pasaba, mis dudas, mis penurias.
- Ya lo creo, pero cuando me pasó lo mío todo se quebró, parecía que me abandonabas.
- Ni pensarlo, sufrí como si me hubiera pasado a mí, pero no podía demostrarlo, actué como todos los demás, escandalizándome como todos los que sólo aparentaban.
- ¿Y qué ibas a hacer?, ya era irreparable.
- No, por mi cabeza pasaron pensamientos muy negros, a cada momento imaginaba a aquellos energúmenos cogiéndote, mientras estabas semi inconsciente, con aquellas brujas chillando y animándolos.
- No me lo recuerdes…
- Sí, tuve momento en que pensé en ir a por ellos, pensé en buscarlos y primero hacerles contar su versión, su última versión pero cuando nacieron las niñas …
- Sí, menos mal que estabas casado.
- Sí, casado, que ironía, me casé solamente para cubrirte, desde que supe que estabas embarazada pensé que hacer para que tus hijas tuvieran una familia lo más normal posible, nuestra familia siempre fue muy respetada y no podía pasar todo esto y menos a ti.
- La pena es que no tuvierais hijos.
- ¡Hijos!... habría sido un milagro…
- ¿Por qué?
- ¿No te lo imaginas?... a la pobre Alba nunca la toqué, no podía, estaba asqueado, ella se resignó pronto, cuando le conté que estaba enamorado de ti lo comprendió pero cuando le dije que sólo era un amor platónico, comprendió que no tenía futuro como esposa.
- ¿Quieres decir qué…? Nunca dijiste nada, ni lo sospeché.
- Hicimos un trato, los dos lo cumplimos, yo la respeté y la traté como a la mejor esposa y ella pudo satisfacer sus necesidades de forma discreta.
- ¿Entonces aquellas clases de repaso con alumnos especiales…?
- Sí, muy especiales. Mientras estaban en “clase” yo pensaba en ti.
- ¿En mí?, podías haberme dicho, yo también pensaba en tí.
- Pero no podía ofrecerte lo que físicamente necesitabas…
- A lo mejor de momento no pero ahora ya he comprendido muchas cosas, Josu me ha enseñado cómo es un hombre, se lo tengo que agradecer a él.
- Pero yo no soy… como él.
- No lo creas, en estos días aprendí mucho de las personas, para ser feliz no todo es coger como hicieron conmigo, ahora sé hacer el amor y contigo lo podría hacer y estoy segura de que te haría feliz, en todos los sentidos.
- ¿Josu, no dices nada, crees que sería posible, aconséjame?
- Tu hermana tiene razón, creo que es hora de hablar claro, Flor tenía unos traumas muy fuertes, no sabía nada de lo que es un hombre, ni como persona y creo que le enseñé que no todo es violencia ni penetración, estoy convencido de que junto a ella podéis aprender a vivir felices, hablando y conociéndose podréis vencer vuestros miedos, estoy convencido de que los tuyos son infundados, con Flor verás el camino.
- No sé, he vivido reprimido toda mi vida.
- Igual que yo, Horacio, es hora de que empecemos a vivir, lo tenemos todo a nuestro favor.
Para mí también se me despejaba el horizonte, estaba seguro de que Flor, querría que me mudara a su casa y siguiéramos viviendo juntos, su sexualidad estaba desbordada y tenía todo el derecho en recuperar el tiempo perdido, lo malo era que yo tenía otros planes, quería medrar en la vida y después del anuncio del empleo más aún, ahora podía dejar a los hermanos empezar una nueva etapa, seguro que Flor, le enseñaría poco a poco lo que debía ser una pareja como tal, era inteligente y le iría pidiendo progresivamente como yo le hice a ella y ganas de follar tenía muchas.
- Me hacéis muy felices compartiendo todo esto con vosotros, hasta ahora me consideraba de vuestra familia pero ahora conociendo vuestro secreto ya soy todavía más, ahora ya puedo dejaros tranquilo de que seréis felices, me marcharé para que empecéis desde ya.
- Te lo agradecemos Josu pero te quiero pedir un favor especial, ya sabes que soy novata, me falta mucho que aprender, me gustaría que… no me atrevo a pedírtelo.
- Yo sí, nos gustaría que te quedaras unos días con nosotros, serás nuestro mentor, para mí me enseñarás cómo tratar a una mujer, a mi hermana ya sé hacerlo pero a la nueva Flor…
- Eso mismo, para mi Horacio será el hombre que nunca tuve, un hombre especial… al principio pero mi hombre.
- No sé qué decir, eso no lo tenía previsto.
- No digas nada, hasta que te vayas puedes quedarte en casa, nadie tiene porque saber si somos, uno, dos o tres, ¿te parece bien?
Las cosas se sucedieron rápida pero suavemente, me quedé unos días con ellos, al principio éramos como una familia normal, hasta que Flor decidió que era el momento de “iniciar” a Horacio.
La mujer me demostró su instinto femenino, trató a su nuevo hombre como si lo “conociera” de toda la vida, del trato fraternal fue entrando en caricias y besos que parecían tan lógicos que a cualquiera le habría parecido naturales.
Cuando un sábado Flor preparó una cena especial, intuí que esa sería la prueba, no se vistió sexi, apenas se pintó los ojos y la indumentaria fue apenas provocativa.
Sentados en el gran sofá que siempre sirvió para que cada uno viera la tele desde una esquina, ahora se sentó entre nosotros dos, a él empezó a acariciarlo con mucho tacto, al principio se le notaba rígido pero ella apretaba y aflojaba según lo notaba, yo apenas miraba, no quería que se sintiera incómodo pero me acercaba a Flor por si necesitaba ayuda.
El gran descubrimiento fue, cuando debajo de la bragueta de Horacio apareció un bulto que Flor no pasó por alto, a partir de ahí le hizo sentir orgulloso a Horacio, el ego del profesor fue en aumento hasta que consintió que Flor descubriera el motivo de la carpa.
La sorpresa fue mutua, Flor quedó prendada de la polla que presentaba su hermano, no era excesivamente larga pero era muy gruesa, para ella, la mía que era su modelo hasta ahora, fue un descubrimiento, cuando su hermano se sintió adulado se fue soltando hasta quitarse los pantalones, Flor se arrimó a él hasta que le cogió la mano y la llevó a sus tetas.
Yo detrás de ella pasaba la mano por la cintura hasta bajarla a su culo, su hermano no me veía pero a ella le servía de estímulo, cuando mi mano se escurrió por debajo del vestido comprobé que llevaba unas bragas pequeñas, me alegré pues adiviné que a la vez que quería impresionar a su hermano, le quería hacer el honor de dejárselas quitar por él.
Horacio no se esperaba esto de su hermana, pero al agacharse sobre su polla y metérsela en la boca aspiró aire como espantado. Era la primera vez que le chupaban la polla, por lo menos que yo supiera por una mujer, por lo que deduje que no era homosexual, sólo reprimido igual que ella posiblemente por el mismo suceso.
La oí carraspear, la polla de Horacio no era fácil de tragar, pero ella estaba decidida, al inclinarse sobre su regazo, él buscó el cierre del sujetador por encima de la ropa, yo le ayudé, lo solté y las tetas le cayeron en las manos, Horacio me guiñó un ojo agradecido y pasé las manos por las caderas redondas de Flor, hasta llegar a las nalgas elevadas por la postura. Noté que ella me facilitaba la caricia y separaba una pierna para que mis dedos siguieras el paseo, el índice buscó su vagina, el corazón al clítoris y el pulgar… después de unos rodeos se coló en el ano.
El gemido de Flor fue apagado porque aspiró aire y el poco trozo de polla de Horacio que quedaba desapareció en su boca, casi no podía respirar pero no soltaba su presa. Horacio estaba encantado, sus manos amasaban las dos tetas al mismo tiempo y ella con unos movimientos se había deshecho del sujetador, dejando libres aquellas maravillas.
Cuando se enderezó todavía tenía los labios con el diámetro de la verga de su hermano, éste le había abierto el vestido y chupaba los pezones ansiosamente, Flor le dejó hacer, se quitó la parte de arriba del vestido y amamantó a su hermano.
El culo de Flor se movía en círculos motivados por mis dedos, una mano de la mujer fue a buscar mi polla y la encontró fuera del pantalón, yo creí que querría chuparla igual que a Horacio pero se puso de rodillas dejando sus tetas colgando sobre la cara de su hermano que se tumbó en el sofá.
La falda de Flor subió hasta los riñones, no le bajé las bragas porque eran el trofeo de Horacio pero las hice a un lado y vi los labios mojados. Flor no soltaba mi polla e impedía que se la metiera por detrás pero no me quejé porque me estaba pajeando de una manera deliciosa y sobre todo porque lo hacía a escasos centímetros de la cara de Horacio.
Al lamer el coño de Flor, saboreé el flojo que manaba, mi pulgar había dilatado el culo y estaba tan relajado que pude apuntar a lengua y meter un poco, ella se dejó caer sobre su hermano metiéndole los pezones en la boca sin dejarle respirar casi.
Flor no me soltó la polla cuando gateó sobre Horacio, adiviné su intención al ver que se quitaba el vestido de una vez y quedaba solamente con la braguitas, el gateo terminó cuando la cabeza de Horacio quedó entre los muslos de Flor y la boca de ésta sobre la polla de él.
La insinuación no podía fallar, se inclinó sobre su polla y la tragó hasta los huevos, él cogió las bragas desde la cintura y las bajó hasta las rodillas, yo tiré de ellas hasta continuar hasta los pies y sacarlas.
Flor fue separando las rodillas hasta que el coño depilado el día anterior para mí se acopló con la boca del profesor. Para él era néctar de los dioses (igual que para mí), y absorbió desde el clítoris hasta la vagina, Flor gimió al sentirse pegada a la boca de su hermano pero no soltaba mi polla, es más, tiró de ella en dirección a sus nalgas.
Sólo la soltó cuando separé las dos nalgas redondas y escupí entre ellas, los ojos de Horacio miraban con atención la maniobra, sobre él la sombra de mi polla y los huevos pegados a ella oscilaban sobre su frente en dirección horizontal, noté como se apartaba dejándome el coño libre para que entrara.
Me gustó el detalle, no era posesivo, pero yo no llevaba el mismo rumbo, la polla siguió sobre su frente hasta apuntar al agujero que parpadeaba sobre el coño. Creo que no se lo creía, pero cuando vio que el capullo se aplastaba contra aquel agujero oscuro y que pese a la resistencia natural iba ganando terreno, quedó con la lengua quieta esperando el resultado.
Flor protestó por la falta de atención de su hermano mordiéndole el grueso capullo, él la entendió y su lengua agitó locamente el clítoris, lo que le causó un placer irrefrenable, como consecuencia su esfínter se relajó y sin esfuerzo entré en su culo hasta que mis huevos se pegaron a la frente de Horacio.
Fue un campaneo, pero la lluvia que recibió Horacio le hizo olvidar el golpeteo de mis cojones. El orgasmo de Flor fue exagerado, se estaba comiendo la polla de su hermano y recibiendo la mía en su culo además que Horacio le volvía loca con su batida de clítoris.
Horacio no pudo más, pellizcó las tetas que seguían colgando y balanceando desde el pecho de su hermana y soltó toda la leche acumulada desde sabe Dios cuando. El ahogo de Flor fue lógico, aquella cantidad de chorros no era normal, quería abarcar aquella pija como un tubo que le forzaba los labios y tragaba a la vez para no dejar salir ni una gota.
Me emocioné al ver aquellos hermanos tan unidos que no esperé más y de un empujón quedé pegado y tieso al culo de Flor, imagino que Horacio vería desde su posición baja cómo mis huevos trasegaban leche al culo de su hermana y ésta comprimía el esfínter para ayudar a ordeñarme.
Caímos como un castillo de naipes, Horacio fue el último en ser liberado y cuando lo vimos aparecer debajo del cuerpo de su hermana tenía una sonrisa angelical.
- ¿Lo hice bien hermana?
- Lo hiciste de maravilla Horacio, eres un hombre de pies a…
Flor le dio un cachete en la polla que todavía seguía oscilando como un obelisco, él se sintió halagado y movió la polla presumiendo, Flor le quiso dar el último homenaje y se sentó sobre él. Cuando lo hizo me miró con ojos espantados, la polla no le cabía, acostumbrada a la mía estaba mentalmente preparada pero la de Horacio era el doble de gruesa, si bien se terminaba pronto.
Cuando volvió a correrse con su hermano él quiso emularme y meterla en aquel culo soñado, pero ella se negó con muy buen criterio, haciendo la señal de tiempo muerto, como en el básquet. No quise insistir, cuando nos sentamos ella salió hacia el baño, mientras Horacio me abrazó, con las dos pollas en alto estuvimos felicitándonos y de mutuo acuerdo convinimos en terminar la primicia como debe ser.
Cuando volvió Flor, nos vio tan compenetrados que lo primero que hizo fue taparse con las manos el coño y el culo mientras se reía con una risa nerviosa, al acercarnos ya sabía que iba a aprender algo nuevo. Horacio y yo lo habíamos echado a suerte, estaba claro que ese era su día y a él le tocó el culo de su hermana, aunque yo le concedí el honor con la condición de dilatarlo previamente con mi polla.
Flor gritó bastante pero creo que lo hizo como homenaje a su hermano, porque mientras lo hacía me sonreía y me masajeaba la polla con sus músculos pélvicos. Las tetas de la mujer me tocaron a mí y no las abandoné ni por un momento, al final conseguimos un hito, nos corrimos los tres a la vez, ella saltaba sobre mí y su hermano la embestía con fuerza chapoteando sus huevos contra los míos.
Esa noche de sábado se prolongó hasta muy tarde pero la pareja de hermanos estaba por fin unida para siempre.
Cuando embarcamos en Barajas con destino a Atenas Airport íbamos preocupados, el estado de Stablos me apenaba sobre todo por la enfermedad tan cruel, recordaba las lagunas de memoria, al final era al contrario, de vez en cuando recordaba algo y como era tan vehemente lo creía todo a pies juntillas, esto me hizo recordar la noche que pasamos los cuatro para complacerlo, no me arrepentía de nada, porque Stablos se merecía todo.
Acordamos que como Sofía no debía separarse de su padre, yo como conocedor de su domicilio de sobra alquilaría un coche que nos llevaría a los tres a su casa, aquella era muy grande y luminosa y estaba en un paraje idílico.
Al aterrizar en la capital griega buscamos la oficina de los Rent a car , elegí un coche grande porque llevábamos bastante equipaje, (no lo entenderé nunca), la idea era estar los días que hicieran falta, yo pedí permiso en el trabajo y me cubrieron con un becario.
Cuando ya estábamos terminado los trámites oí que me llamaban por mi nombre, aparte de Stablos no conocía a nadie y menos que me hablaran en español, al darme la vuelta me encontré con la sonrisa de mi Jefe y amigo Osvaldo, que además no estaba sólo, a su lado la bella cara de Marga, su mujer.
Mi Jefe había perdido bastante cabello y su bigote era más blanco que negro, en cambio Magda apenas presentaba arrugas, solamente algunas en el canalillo de las tetas, me fijé porque ella respiró hondo cuando nos besamos, nos besamos todos, a la costumbre argentina, noté el abrazo y beso de mi Jefe, era un buen tipo que me ayudó en todo en mi vida.
Les ofrecí mi coche, él iba a tomar un taxi pero como íbamos al mismo sitio los convencí, cuando salieron por Salidas Internacionales no se veían detrás de un carrito de equipajes.
- Jajaja, ¿os trajisteis a Paraná entero o es que llevas a Gisela escondida?, por cierto… como está vuestra hija.
- ¡Oh, muy bien, no la conocerías!
- Seguro que no, estará hecha una mujer, y… ¿ya sois abuelos?
- Emmm, pues… sí, ya somos abuelos, sí, un niño precioso. Hugo.
- Lo dices como si…
- Bueno a ti no te vamos a engañar, sí, tiene un hijo pero el niño no tiene padre.
- O sea, que se han separado.
- Pues… no, tiene pareja pero… ¿Te acuerdas de Ylenia?
- Claro, mmm y de su madre, jajaja.
- Pues, es su… mujer.
- Aaaah, ya, o sea que siguen juntas…
- ¿Es que ya lo sabías?
- Bueno lo intuía, pero es igual, lo importante es que sean felices.
- Eso sí, jajaja y tengo un nieto, muy lindo, por inseminación, ya sabes…
- ¡Qué más da! ¿Y vos Magda, cómo vives?
- Mmm, del recuerdo Josu, del recuerdo, jajaja.
- ¡Por cierto, que poca delicadeza, no os presenté debidamente!, aquí mis mejores amigos de Paraná, Osvaldo, mi Jefe de Maquinas en el barco en que estaba embarcado, la persona que me enseñó… casi todo.
- ¡Bah, no es para tanto, Josu fue un buen ayudante, aprendió enseguida, jajaja!
- Y aquí, estas dos bellezas son mis… bueno Andrea y Susi, mis dos “amores”, jajaja.
- Bueno me presentaré yo, Josu se olvida pronto de mí, soy Magda, la mujer de Osvaldo, para mí Josu es como… el hijo que tanto deseé.
- Jajaja, no será para tanto, ya soy muy crecidito para mamar.
- Mmm, no tanto, jajaja y… ¿tus “amores” tienen una enfermedad contagiosa? Jajaja.
- Otra vez pido perdón, las dos están en el mejor “estado” pero no es contagioso, se curarán muy pronto, ¿verdad?
Andrea y Susi se lo tomaron a broma, captaron la amistad y confianza que teníamos y las dos se acariciaron los bombos presumiendo al mismo tiempo, aunque a ninguna de ellas se les pasó por alto lo de “que no era demasiado mayor para mamar”
Nos reímos todos, unos por unas cosas y otros por otras.
- Vale, chicos, vamos a ver al Capitán.
- ¡Qué pena, con lo bueno que era…!
- Sí, pero ahora el Capitán soy yo, ¡tripulación, embarquen en el coche, jajaja!
Continuará.
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Gracias.