Memorias de un portero de noche (38)

Al final los problemas en Rosario se fueron resolviendo, no sin sorpresas. En casa también se me fueron las dudas, bien aconsejado por Martina.

Por la mañana esperaba reanudar lo que hicimos por la noche, pero me llevé otra decepción, ya que Flor también se había levantado y duchado, incluso había preparado las ropas que trajimos, muy pocas por cierto, pues pensábamos hacer un viaje relámpago.

  • Ya te dejé la ducha libre, apurate ya que debemos dejar libre la habitación pronto y antes bajar a desayunar, por fin hoy termina nuestra mala aventura.
  • Yo no diría tan mala, parece que fue un sacrificio por tu parte.
  • ¡Ooooh Josu!, no por Dios, no me refería a eso, lo decía por el golpe y todo lo demás.
  • ¿Todo, todo lo demás?
  • Por favor Josu, vos me entendés, lo “otro” que te refieres no lo olvidaré nunca, te lo juro.
  • Jajaja, me alegra haber sido de utilidad.
  • No digas eso, parece que me hiciste un frío favor.
  • Nooo, de frío nada, jajaja y de favor menos, dejémoslo en una preciosa experiencia.
  • Eso sí, una experiencia maravillosa, pero ahora bajemos rápido, que el restaurante lo cierran pronto.
  • ¿Entonces hoy no me “lavas”?
  • No seas boludo, ya sé qué clase de lavado querés, jajaja.

Me dio una palmada en el culo para animarme a ducharme y yo tiré de su toalla, dejándola desnuda, a ella le faltaron manos para cubrir sus desnudeces, cuando se dio cuenta de que ya no eran secreto para mí, dio una vuelta en redondo mostrándome toda su anatomía.

Recordando lo vivido recientemente, durante toda mi ducha la polla se mantuvo horizontal, pero me distraje oyendo una gran bronca que se oía a través de la pared, en la habitación de al lado, parecía ser una pareja, ella por lo que fuera no estaba contenta con la dedicación que él le ofreció, en pocas palabras, le recriminaba que no la hubiera cogido como a ella le gustaba, imaginé que sería una jovencita con un viejo verde.

Cuando salí de la ducha se lo conté a Flor, ya se había puesto la ropa interior y deambulaba de una habitación a la otra arreglando un poco las camas, la abracé por detrás y cogiéndole las tetas la llevé hasta el baño para que oyera a los vecinos, se sorprendió mucho porque en su cabeza no entraba que un hombre no dejara satisfecha a una mujer, quizá por eso mientras pegábamos las orejas a la pared me agarró la polla y la mantuvo dura para asegurar su teoría.

Con las dos bolsas en la mano salimos de la habitación, al mismo tiempo de la puerta de al lado salieron dos personas, eran sin duda los vecinos que discutían, Flor me miró sorprendida y yo hice lo mismo no menos extrañado.

El hombre en cuestión era más joven que yo o eso parecía, era un mozalbete muy bien vestido pero con una cara de imberbe que asustaba, en cambio la señora era un monumento de mujer, alta, escultural, con unas tetas explosivas y unas caderas más que voluminosas, recordé a la ex miss colombiana, sin duda era caribeña y no sólo por el acento.

Su cara era sencillamente preciosa, a todo eso añadía que vestía de una forma que no escatimaba resaltar todas sus beldades, una blusa blanca de licra con un escote de “barco” de hombro a hombro del que se desbordaba un volante que caía sobre sus generosos pechos que vagaban libres debajo de la leve prenda, que no disimulaba los pezones oscuros pese el intento del bonito volante plisado.

Una falda de tubo estrecha, un poco por debajo de las rodillas que parecía que era más alta porque llevaba unos tacones destalonados de 15 cts. mínimo terminaba de hacerla más espectacular.

Casualmente se sentaron muy cerca de nosotros en el restaurante del hotel, mientras desayunábamos pudimos oír el motivo de la discusión.  Claramente la señora había contratado a un scort y después de pasar la noche con él no le había proporcionado ni un mísero orgasmo, el joven estaba más pendiente de su Rolex de oro y su cordón de oro que colgaba de su pecho lampiño, que de la hembra que tenía al lado.

Ella le recriminaba que para el dineral que le costó no había cumplido las expectativas, se lo decía claramente y con la voz tan alterada que nos enterábamos todos alrededor.

Flor no acababa de comprender, me miraba y me cogía la mano como muestra de agradecimiento y valor de lo que vivió conmigo y de vez en cuando se asomaba para ver si mi bragueta denotaba algo y cuando vio que en efecto se había motivado con su roce en mi mano, se sintió feliz.

Cuando salimos del hotel, todavía quedaron discutiendo, dejamos las bolsas de la ropa en Conserjería y pagamos la factura, la tarjeta de don Honorio cumplió perfectamente.  Habíamos proyectado acercarnos a la estación de trenes, ver los horarios y hacer tiempo dando un paseo pero de pronto recordé el motivo de nuestros problemas y me indigné al tener que dar un paso atrás  ante tal injusticia.

Se lo dije a Flor, estaba decidido a averiguar la dirección de la señora que nos golpeó y decirle cuatro cosas, posiblemente no sacaría nada en claro, aunque por lo menos me quedaría tranquilo.  A Flor no le pareció bien, estaba decidida a dejarlo pasar, pero insistí y ante mi tozudez me dejó por imposible.

Quedamos que mientras yo iba a mi “misión imposible” ella aprovecharía en comprarse ropa nueva y algún capricho, su hermano le dijo que dispusiera de la tarjeta de crédito como quisiera y que comprara lo que le gustara, era una manera de ofrecerle los regalos que nunca se le ocurrió hacerle.

Nos despedimos y pregunté la dirección de la empresa petrolera que me dijo el abogado, no tenía más información pero seguro que allí la conocerían.  La dirección era en la zona más moderna, era el barrio financiero y estaba plagado de altos edificios de oficinas.

Iba distraído buscando en el horizonte algún anuncio de la compañía de petróleo cuando desde atrás me tocaron en el hombro.  Por un momento creí haber visto a una diosa, tardé un poco en situarme, detrás de mí había un rostro precioso, una belleza que empezaba en la cabeza y terminaba en los pies y lo mejor era que la conocía.

  • ¿Elena, qué sorpresa, qué haces por aquí?
  • Jajaja, eso mismo te iba a preguntar, hace días que no te veo por casa, le pregunté a Carol y está tan extrañada como yo, porque desapareciste sin más.  Pensábamos que te habías ido con alguna argentina rica, jajaja.
  • Nooo, nada de eso, el caso es una larga historia, pero se complicaron las cosas mucho y estoy tratando de poner orden porque no me gusta que me atropellen.
  • Eso está bien.
  • ¿Y tú qué haces en Rosario?
  • Vine por una cita.
  • ¿Has quedado con el bombero aquí?, jajaja.
  • Nooo, el bombero no, el bombero ya es historia.
  • No me digas que ya no te gusta su “manguera”, jajaja.
  • No te lo creerás pero ahora tengo dificultades para que alguien me guste, después de la tarde de palomitas que tuvimos me dejaste marcada, jajaja.
  • No te creo… pero vamos a tomar algo, te invito… si no tienes mucha prisa con tu cita con un… ¿un ejecutivo esta vez?  Jajaja.
  • Bueno, lo haré esperar un rato.

Nos sentamos en la terraza de una cafetería, nada más pedir las consumiciones me preguntó que era aquello que me tenía preocupado.  Le conté con pelos y señales todo lo que nos pasó, excepto mis noches con Flor, ella se mostró muy interesada y me animó a buscar alguna solución, se mostró indignada con la reacción de la señora y me dijo que le preguntaría a su “ejecutivo” si habría alguna solución.

Elena era muy vehemente al hablar y movía mucho los brazos, la venezolana unía su belleza a su juventud y su resolución, yo me quedaba perplejo y embobado oyéndola, parecía que mi causa era la suya y mis ojos se perdía en su rostro impecablemente maquillado y en la solapa de su camisa que se abría y cerraba de una manera mareante.

  • ¿…Me comprendes Josu?  Eso es lo que yo haría.
  • ¡Ah, sí claro!
  • Me parece que no me escuchabas, estabas como ausente… mmm, ya sé adónde mirabas, ¿por aquí, tal vez?

Me pilló encandilado mirando su piel morena que se perdía en un canalillo profundo, las tetas se movían como si tuvieran vida propia, sujetas por el mínimo sostén blanco, eran una visión celestial.  Para premiarme soltó un botón más y tiró del sujetador hacia afuera hasta que apareció el pezón ya erecto, me miraba a los ojos y luego al pantalón y rió al ver que había tenido éxito.

  • Jajaja, tenía mis dudas, ahora ya sé que el bombero no tenía nada que ver contigo, jajaja.
  • Ya tengo muchas ganas de volver a comer palomitas contigo, jajaja.
  • Y a mí, a veces sueño con entrar a tu habitación y pasar una noche entera pegada a ti.
  • ¿No tienes bastante con  tus juguetitos?
  • Jajaja, ¿los oyes?, no, mi preferido es tu juguete, este que toco.

Elena disimuladamente puso la mano sobre mi pantalón y apretó fuerte, me hizo aspirar aire y no los solté hasta que ella aflojó el puño, los dos nos reímos a la vez, aunque la demás gente no sabía de qué.

Elena me dijo que ella también iba a la misma dirección que yo, era un edificio de muchos pisos , estaba dedicado a oficinas de muchas empresas importantes y cuando subimos en el ascensor me regaló un beso en la boca que duró dos pisos, cuando salió se estiró la camisa que yo le había desarreglado mientras ella me besaba.

Bajé en el piso siguiente que ella, el ascensor daba a un corredor en el que cada puerta estaba ocupada por una empresa, las había de todas clases, bancos, seguros, compañías de cereales, navieras, incluso agencias de viajes.

Estuve recorriendo todo el pasillo de cabo a rabo y no encontré nada, le pregunté a una señora de la limpieza y me indicó que en aquel piso no había ninguna petrolera, aunque me aconsejó buscar más abajo.

Ya iba desanimado cuando en el piso de abajo encontré una empresa que parecía dedicada a los combustibles petroleros, en la puerta ponía “Entre sin llamar” y lo hice.  En una sala inmensa había una serie de cubículos de los que salía un murmullo de conversaciones telefónicas y tecleos de maquinas de escribir, la chica que había en recepción me preguntó que deseaba y al decírselo sonrió irónicamente, había preguntado por el Presidente nada menos y me preguntó si tenía cita previa y al decirle que no casi se troncha de risa.

Entonces ya me indigné y le dije que no me iría de allí hasta que no me recibiera, las cabezas empezaron a asomar de sus cubículos,  el ambiente se estaba calentando, incluso los empleados ya tomaban parte en la discusión.

Ya iba a llamar a Seguridad cuando el interfono preguntó que era aquel escándalo, la chica visiblemente nerviosa respondió que un pelotudo violento intentaba hablar con él, sin cita, él le preguntó si tenía mal aspecto y le dijo que me dejara pasar.

Mientras avanzaba por un largo pasillo me di cuenta de la gente tan “guapa” que había en aquella oficina, hasta llegar a la secretaria del Presidente, que era todavía más “de todo” que las demás, parecía que alguien las escogía deliberadamente porque todas eran perfectas.

Cuando me pasaron al despacho éste parecía un salón, delante de un gran ventanal que asomaba a la ciudad y al Paraná estaba la mesa gigante del Presidente con su lamparita verde y sus papales debidamente ordenados.

Lo que más me sorprendió fue, que el jefe apenas se veía detrás de su mesa, vestía un traje impecable y cuando me acerqué a él para darle la mano me dio un shock.

Pareció que se bajaba de una tarima porque mediría como máximo metro y medio, pero denotaba una clase y una educación exquisita, pero todavía no había visto lo mejor, delante de su mesa había dos sillones con el respaldo alto y cuando fui a sentarme en uno de ellos vi que estaba ocupado.

  • ¡Elena!  ¿Tú aquí también?
  • Eso digo yo, ¿qué haces aquí?
  • Yo vengo a hablar con el presidente de la compañía, ya te conté lo de su mujer…
  • ¡No me digas que era aquí adonde venías!
  • Claro, quiero solucionar este atropello como sea, se lo explicaré a él y espero sea justo y me comprenda, porque aquella señora…

Del otro sillón apareció una cabeza muy linda, no le hice mucho caso y me volví a Elena con ojos de no entender nada.

  • Sí, es Marian, mi madre.
  • ¿Tu madre, si es…?

La señora era guapísima, digna de Elena pero lo más impactante fue reconocer a la dama que discutía con el joven en mi hotel.  Ésta me miró con curiosidad hasta que me reconoció, entonces miró preocupada a su hija, entre las dos miraron al Presidente y Marian le pidió ayuda a su hija.

El Presidente no tenía mucho tiempo y me dijo que me sentara en una silla entre las dos mujeres, él mismo las presentó como su mujer y su hija, entonces comprendí muchas cosas pero me centré en lo mío.

El ejecutivo me escuchó con atención aunque por momentos se iba poniendo rojo, Marián se ponía blanca y Elena me miraba intrigada.

Cuando terminé de contar mi historia, el presidente salió de su mesa y se encaró con su mujer.

  • ¡Así que el coche lo estrellaste contra un poste de un semáforo por culpa de un perro!, vaya mujer mentirosa, no me extrañaría que tuvieras más secretos a mis espaldas.

La mujer estaba lívida intentando poner excusas, yo sabía que mi causa estaba perdida de antemano pero de Elena no tenía idea cómo reaccionaría al saber que su madre era así, no me extrañaba que supiera que iba con jovencitos, eso hasta lo podía comprender, pero lo que me hizo a mi…

Elena claramente se puso a favor mío, le dijo a su padre que debía darme una gratificación importante, me conocía, le contó que era compañero de hospedaje, omitió lo de las palomitas, aunque a su madre le habría gustado saberlo.

El hombre daba vueltas por el gran despacho y cada vez que pasaba delante de Miriam la miraba con ojos inyectados en sangre.

Yo ya estaba arrepentido de haber ido, estaba claro que en aquella familia se tapaban unos a otros y el tonto era yo.  Cuando ya estaba dispuesto a levantarme e irme el Presidente habló con el comunicador a su secretaria.

Cuando la vi entrar tragué saliva, Elena sonrió al verme, parecía que el Presidente seleccionaba el personal a su gusto, (y al mío), iba vestida con seriedad pero el cuerpo que cubría aquel uniforme elegante no era corriente.

  • Señorita Daniela, dígale a la Jefa de Personal que quiero hablar con ella y de paso al Jefe de Mantenimiento también.

La chica dio la vuelta mostrando un culo que le nacía de la cintura y dejó un halo de perfume que llenó el despacho.

  • Señor Josu, haga el favor de esperar afuera, necesito hablar un momento en privado con mi esposa y mi hija.

Salí a la sala de espera frente a la secretaria, ésta me dedicó una serie de sonrisas que me hacían estar muy a gusto en la empresa, al momento pasó entre los dos otra mujer, ésta mayor, más o menos de la edad de Flor, pero mucho más arreglada y elegante, cuando entró en el despacho se oyeron los gritos que le daba el Presi a Marian, ésta balbuceaba sin poder hilar una frase entera.

A Elena le conté en la cafetería la escena de la guapa mujer con el gigoló y nos reímos mucho los dos, ella también me alabó respecto a mi “actuación” pero ahora sabiendo que su madre era la “insatisfecha” estaba totalmente al lado de su padre.

Esperaba ver al Jefe de Mantenimiento como un hombre mal vestido, lleno de grasa y sin afeitar pero cuando apareció aquel tipo con aire de modelo de ropa cara no lo comprendí, estuvo pocos minutos en el despacho del Jefe y cuando salió se puso a coquetear con la secretaría, debía tener buen cartel porque ella se deshacía en carantoñas con él.

Cuando Daniela me abrió la puerta del despacho, la escena era diferente, en los momentos que se abrió la puerta se oyeron amenazas de quitarle la tarjeta oro a su mujer, Daniela me miró diciendo que había buena tormenta en el despacho.

Marian estaba de pie esperándome, vigilada por su marido vino a mí y me pidió perdón, me dio dos besos (a lo español) y largos, noté que aquella blusa era de buena calidad porque las tetas que se aplastaron contra mi pecho la ponían a prueba, en sus ojos unas lágrimas como puños, (no puedo asegurar si sinceras) pero por lo menos convencieron al Jefe.

Elena nos miraba sonriendo, sabía lo que estaba pensando cuando me besaba su madre y lo gozaba, ella también colaboró dándome otra tanda de besos, estos me gustaron todavía más porque procuró dármelos tan cerca de la boca que parecían uno largo.

El presidente prefirió pasar al lado de su mesa, allí era más alto, quizá por algún taburete y muy ceremonioso, me dio un sobre y otro con algo duro, no pude tantearlo y me dijo algo que me dejó pensativo,

  • Muy bien muchacho, sólo puedo pedir disculpas de parte de mi señora y mías, claro, sé que no podemos remediar las molestias, pero en parte quisiera que este dinero ayude a paliarlas, en el otro sobre hay unas llaves, le ordené al Jefe de Mantenimiento que preparara un coche de los últimos que nos llegaron, disculpe si lleva nuestro logo, espero que le sirva, es suyo.
  • Wow, la verdad no quisiera ponerle en un aprieto, sólo pretendía sentir que hice bien para evitar un desastre mayor.

El Presidente dio la vuelta a la mesa y pasó su brazo por mi hombro y me llevó al ventanal, atrás quedaron las dos bellezas.

  • Por eso, pudiste acabar mal y eso te honra, no es fácil encontrar personas así… a propósito…  Josu, ¿a vos te importaría viajar?
  • Pues… no, llevo toda mi vida viajando, ¿por qué lo dice?
  • Es que Elena me contó lo buena persona, inteligente y formal que sos y gente a sí necesito conmigo, precisamente tengo un problema en San Felipe, en Venezuela, somos de allí y me hace falta una persona que me controle aquello, si vos te animás, el sueldo será de tu aprobación seguramente y…

Miré a Elena, que sonreía satisfecha, estaba seguro que era obra suya, su padre me estaba ofreciendo un empleo con un buen sueldo, por una parte sentiría dejar Argentina y más a mis amigos, pero una ocasión como aquella…

Abracé al Presidente, el hombre me devolvió el abrazo, se notaba que necesitaba estar acompañado por gente sincera, aquella empresa de “bellezas” era un reflejo de que quería sentirse admirado y querido y posiblemente así era pero…

Cuando llegué al sótano ya me esperaba el Jefe de Mantenimiento, a su lado un Pick-up último modelo, el Jefe insistió que el coche era para mi, el dinero podía destinarlo para lo que quisiera y enseguida pensé en Don Honorio, de todas formas a él el coche no le hacía papel y podría comprar lo que quisiera, de todas formas le haría un buen regalo a Flor, la mujer me había enseñado que las pequeñas cosas pueden tener un valor incalculable.

Habíamos quedado en el centro, aparqué el coche en una plaza y fui a buscar a Flor, no había llegado todavía, me senté en una pastelería y pedí un dulce de leche, me encantaba este postre y casi siempre lo pedía, además de los helados.

En la mesa de al lado había un mujer preciosa, con unas gafas de sol inmensas, un pelo recién de peluquería y vestida elegantemente, no dejaba de mirarme y me ponía nervioso, lo hacía fijamente y pensé que sería otra como Marian, posiblemente quería una buena polla pero la mía no estaba en venta.

Cuando ya me terminé el dulce de leche pedí un helado de tres bolas, parecía una montaña y entonces la señora de al lado se levantó y sin pedir permiso se sentó en mi mesa.

  • Hola, buen mozo, ¿me podés invitar a algo bueno?
  • Emm, lo siento estoy esperando a una persona muy importante para mí, que llegará en cualquier momento.
  • Mmm, seguro que no será tan “importante” como yo.

Se puso de pie y pasó los brazos hacia atrás,  tuve que reconocer que tenía un tipo brutal, no tanto como las que acababa de ver pero casi, al sentarse procuró inclinarse tanto que por el escote pude ver sus tetas que salían por arriba del sujetador negro.

Yo estaba violento, no dejaba de reconocer lo buena que estaba aquella señora pero Flor era mi mujer en ese momento, aunque quizá en otro…,  la señora no dejaba de provocar, se sentó a mi lado y cuando acercó la silla mostró la raja del vestido y las medias elásticas.

  • Bombón, no me digas que vas a desperdiciar todo esto…
  • Lo siento, reconozco que el bombón es usted, pero… ya le dije que espero a una persona encantadora también y soy hombre de palabra.
  • Esa… persona, ¿es tan especial?
  • Más que eso, es un ángel recién caído del cielo.
  • No será para tanto, seguro que, a ella, vos no le parecerás tanto.
  • No lo sé pero con que piense lo mismo de mí que yo de ella, ya estoy contento.
  • ¿Y no te la llevarías a un hotel para… cogerla?
  • Mm ya que lo dice, sí, me encantaría, pero es una mujer que se merece más que eso.
  • Yo creo que me conformaría con eso… por el momento, ¿vamos?

Cuando se quitó las gafas panorámicas me di cuenta de que aquella mujer de bandera era Flor, mientras yo estaba “peleando” con Elena, Miriam y el Jefe, ella fue a una esteticien , a la boutique y cargó todo a la tarjeta, se había transformado totalmente, ahora no podía cerrar la boca al verla.

Su forma de hablar, intentando probarme y seducirme me engañó porque no la creí capaz de eso, pero cuando me dijo que había alquilado una habitación de matrimonio para pasar otra noche juntos me ganó, me contó que lo había consultado con su hermano y no puso ninguna objeción, en principio no le hice buena cara por su pretendido engaño y ella lo notó.

  • Perdóname Josu, no quise ofenderte, sólo quería ver tu reacción al ver el cambio que me hicieron, lo hice por ti, haría cualquier cosa por ti.
  • Gracias Flor, reconozco que me estaba enfadando, no me gusta que nadie me ponga entre las cuerdas, por un momento imaginé que eras como la señora del hotel, te ruego que no lo vuelvas a hacer, tú estás muy por encima de esa clase de personas.
  • Ahora entiendo mi error, te prometo que no volverá a ocurrir.
  • Tampoco te apenes, realmente estás muy bella pero no más que sin todos los adornos que llevas, aunque te sientan muy bien.

Fuimos al parking y le enseñé el pick-up, se alegró mucho y le di el sobre con el dinero, no quería cogerlo, pero insistí hasta que accedió, con la condición de que iríamos a cenar a un restaurante de lujo, de paso me enseñó alguna “cosilla” que me compró, además de ropa un buen reloj de pulsera, me negué pero me convenció dándome un beso en plena calle que hizo silbar a más de cuatro.

La cena fue espectacular y luego en el hotel, cuando se quitó toda la ropa volvió a ser la Flor que yo conocía, me pidió un favor, en esta ocasión quería ser ella la que me follara a mí, me encantó la idea y cuando me puso en medio de la cama de 2X2 me dispuse a pasar una noche de las Mil y Una.

Flor hizo la misma ceremonia que le hice yo, me fue besando por todos lados hasta ponerme los brazos en alto y las piernas separadas, su boca se volvió una locura, el instinto le mandaba besar, lamer y chupar de todas formas, algunas de ellas todavía sin experiencia pero le ponía voluntad.

No le tuve que decir nada, pero cuando se subió sobre mi dudó que hacer, fue todo un descubrimiento para ella sentarse sobre mi y frotar su clítoris con mi polla tumbada, la miraba asomar entre sus labios y perderse entre ellos, la notaba discurrir entre su concha desde el pubis hasta al ano y no la dejaba entrar en ningún agujero, incluso cuando se encajaba en alguno de ellos se incorporaba y recolocaba él capullo.

Me sentía palpitar el glande a su paso igual que yo su clítoris, cuando notaba que me aceleraba se adelantaba y me ofrecía sus tetas que colgaban hasta mi boca.  Era una delicia esperar aquellas frutas maduras, meterla en mi boca y morderla, ella tiraba de su teta hasta que su pezón parecía un embudo, luego soltaba y volvía a probar con la gemela.

Cuando se “equivocó” y el capullo se le metió en el coño abrió los ojos como si hubiera roto algo, me miró y al ver que le sonreí se dejó caer suavemente, miré entre las piernas y vi cómo la barra de carne iba desapareciendo entre sus labios.

Nunca cabalgó antes de ahora, ni en caballo ni en burro, pero demostró tener una agilidad innata, se hundía la verga hasta los huevos y la sacaba justo hasta la punta del capullo, había cogido la medida y lo hacía sin miedo.  Iba a preguntarle cómo estaba cuando se dejó caer sobre mí, el temblor que la recorrió no me engañó, buscó mi boca y durante todo el tiempo que la atenazó el orgasmo me estuvo besando con lengua.

Me preguntó qué era lo que más me gustaba que le hiciera y me encogí de hombros, aquella noche no apagamos la luz, ella fue la primera en sugerirlo y a mí me daba morbo ver cómo sentía el placer.  Las caras cuando se corría era un poema, se derretía y lo notaba en lo más hondo.

Me dedicó un buen rato de mamadas, por instinto adivinaba lo más erótico que podía hacer y lo hacía a la perfección, al notar que mi polla palpitaba peligrosamente cambiaba y me dedicaba otras caricias, cuando se volvió de espaldas y me enseñó su culo vi los hoyuelos de las caderas, pensé que quería que admirara sus todavía redondas caderas pero el ver resbalar mi polla entre sus nalgas fue el mejor espectáculo, hasta que paró y se irguió un momento, buscó, apuntó y cuando lo tuvo a tiro se sentó suavemente metiéndose ella misma mi verga por su culo “casi” virgen.

Sin sacarla dio la vuelta y quedó frente a mí, entonces empezó a reír de felicidad, le pregunté por qué se reía tanto y me contó que se burlaba de sus amigas, ninguna de ellas habían disfrutado jamás de una pija como aquella, ni la habían chupado y menos metérsela por el culo, todas hablaban de oídas, veían porno para hacerse la ilusión pero no pasaban de un triste polvo sabatino.

Flor en cambio era libre, valió la pena esperar, ahora sabía lo que era COGER y lo hacía libremente, sin que le dijeran cómo ni cuándo, ahora recibía y daba con igual placer y así sería de ahora en adelante y eso me lo debía todo a mí, por eso cuando me corrí no sabía qué hacer con mi leche, la bebió, la esparció por sus tetas y por la cara como si fuera una loción especial.

La noche se hizo corta, no dormimos en todas las horas, pero hablamos, follamos y reímos como nunca habíamos hecho ninguno de los dos, una vez que Flor se sintió segura con su atraso sexual le demostré que ahora me tocaba a mí, le hice un compendio “corregido y ampliado” de toda mi experiencia, sin mediar palabra, empezando desde un principio.

Una por una le demostré todo lo que sabía del arte amatorio (que no era poco) y ella disfrutó plenamente, le descubrí puntos erógenos que ni imaginaba que tenía, a cada uno de ellos le saqué el máximo partido y cuando ya nos pilló el amanecer Flor era una de las mujeres mejor folladas que conocí, ella ayudó mucho, no fue mérito solamente mío, pero quedamos exhaustos igualmente.  Por la mañana fuimos a recoger el mueble que vinimos a llevar, lo cargamos en la caja de la camioneta con el logo de la compañía y tomamos la carretera de regreso a Santa Fe.

De camino no dejaba de pensar en qué le diría a Don Horacio, sobre el accidente no tenía problema, ya se solucionó todo más que bien, sobretodo porque no hubo heridos, el problema real era que diría al ver a su hermana, ahora Flor era completamente diferente a la mujer que venía en el Renault 4 L, ahora era una mujer feliz, abierta, habladora, se le notaba a la legua que la transformación no era sólo de indumentaria y a poco que pensara intuiría que yo tenía mucho que ver en ello.

Otro motivo de preocupación era contarle la importante propuesta de empleo, el profesor había puesto su confianza en mí, ya no era solamente la relación de profesor-alumno, ahora era de la familia, y abandonarlo sin haber cumplido mi pretensión de aprender a su lado me hacía sentirme mal.


A Martina le contaba todo lo que pasaba en casa, por eso cuando le conté la alegría que me dieron las dos mujeres juntas no se extrañó.

  • Normal, yo habría hecho lo mismo.
  • ¿Quieres decir que no es extraordinario lo que hicieron?
  • Claro que sí, pero eso sólo lo pueden juzgar las persona involucradas, tú eres especial como hombre pero ellas no son menos como mujeres, la circunstancia de que sean dos y tu uno sólo es un número, fíjate lo bien que llevan que seas el padre de los dos bebés, para ellas lo más importante son esas personillas y sobre todo la persona que se las dio, tu eres su héroe, independientemente de otras circunstancias.
  • Wow, me dejas con la boca abierta, no creí que lo que pasa en mi casa lo entendiera nadie.
  • Todo depende de lo abierta que tengas la mente, para ti debería ser normal, ¡qué más te da que sean una que dos!, las dos te quieren, Susi, no te lo dijo aún pero está loca por ti.
  • ¿Quieres decir?
  • Claro tonto, ¿estás ciego?
  • Pero Andrea…
  • Ella también, además es muy madura, te quiere por lo que eres y lo que representas, a ella le hace mucho bien que seas como eres.
  • Sí pero… ¿cómo debo tratarlas a las dos?
  • Como si fuera una, a cada una debes darle lo que necesita en cada momento, no ningunear a ninguna, ni demostrar preferencias, ni ninguna prioridad, ellas ya saben su sitio adónde está.
  • ¿Entonces no tendrán celos una de la otra?
  • No, ¿por qué?  Si las tratas como lo que son, las madres de tus hijos… lo hecho, hecho está y a cada una la vida las llevó por un camino diferente y al final se encontraron con tu…
  • ¿Con mi polla?
  • jajaja, nooo pero sí, tú las uniste y ellas se lo han tomado como personas civilizadas, ojalá todo el mundo fuera así.
  • ¿Sabes qué?...
  • No, pero me lo imagino, te has quitado un peso de encima, te dije lo que querías oír y no debes sentirte mal por eso y tú, ¿sabes qué?...
  • No, ni idea.
  • Pues… que me gustaría ser parte de esta historia, me gustaría que me follaras ahora.
  • ¿Aquí, en la garita?
  • No, en la sala de contadores.
  • ¿Cómo lo sabes?
  • Jajaja, no creerás que no lo pensé más de dos tardes cuando me hacía el relevo.
  • Pues… vamos, me has alegrado el día, te voy a follar para que te vayas a casa bien llena.
  • ¿De leche?
  • Por supuesto, jajaja.

Cuando llegué a casa, mi mujer estaba acostada todavía, no durmió bien pero aún así me quiso hacer una mamada, no notó el olor del coño de Martina porque me duché nada más llegar, ya me iba a correr cuando me dijo que estaba preocupada por Susi.

  • ¿Qué le pasa, está enferma, el niño está bien?
  • Sííí, tranquilo sólo es que la veo… triste, no sé, parece que le falta algo.

Mi mujer me mamaba la polla y sólo lo dejaba para hablar, yo mientras le acariciaba el clítoris y ella lo agradecía, así parecía se le aliviaba su jaqueca, al rato de acariciarla se corrió y se relajó, no soltó mi polla pero ya no la movía igual, hasta que entre sueños sólo me dijo…

  • Creo que ya sé lo que le pasa a Susi, le falta una compañía, creo que debes ir con ella, la debes tratar como sólo tú sabes, te lo agradecerá, ya verás, está loca porque vayas.
  • ¿Estás segura?, pensaba que estando tú… no sé cómo decirlo.
  • Calla tonto, ¿a estas alturas me vienes con esas?, anda ve y hazla disfrutar, lo que le pasa es que está necesitada de una buena verga y la tuya es la mejor.

Cuando dejé la cama mi mujer ya roncaba, fui a la habitación de al lado y entreabrí la puerta, vi a Susi con los ojos cerrados, estaba pajeándose con las dos manos a la vez y no podía correrse, se le notaba agobiada al no poder conseguirlo pese a tener los dos dedos adentro, se le notaba abstraída imaginando cosas, le quité las manos del coño y lo lamí de abajo arriba.

El suspiro que dio resonó en toda la casa, levantó los brazos sobre la cabeza y abrió las piernas, estuve lamiéndole el coño procurando no molestarle la barriga, sólo gimió y jadeó hasta que se corrió, luego dio la vuelta y me presentó el culo y tirando de mi polla me dijo.

  • Ahora fóllame el culo, ponte detrás, así me entra más hondo y no me molesta ni a mí ni a Josu.
  • ¿A mí?
  • Noooo, a tu hijo.

Continuará.

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Gracias.