Memorias de un portero de noche (36)

Al estar mucho tiempo junto a una persona me di cuenta de que el contacto favorece la comunicación. Flora me confió su mayor secreto, yo me sentí honrado por esta revelación e intenté ayudarle. Andrea me demostró que me quería más allá de lo esperado.

Después de desayunar Flor y yo salimos a dar un paseo, ella me llevaba del brazo por si tenía un tras pies por llevar las manos vendadas, parecía mi madre y me trataba como si lo fuera, preguntamos en Recepción y nos recomendaron que nos acercáramos al Monumento Nacional a la Bandera, no nos pareció que estaba demasiado lejos y decidimos ir paseando por la acera.

Preguntamos a un matrimonio que cruzaba la calle y nos recomendaron que visitáramos también el parque Urquiza, aún estaba lejos, pero teníamos ganas de andar, era inmenso, con calles que los recorrían en su interior y la sorpresa fue que al otro lado llegamos a la orilla del inmenso y omnipresente Río Paraná.

Luego por la Avda. Belgrano, viendo escaparates y edificios modernos, nos acercamos hasta el famoso Monumento a la Bandera.  Antes de llegar nos sentamos un momento a descansar, estábamos agotados, pues la ciudad es más grande de lo que pensamos y las calles interminables, aunque nos animamos a seguir y, un poco más adelante, llegamos hasta una heladería, pedimos uno de dulce de leche y un café helado, aprovechando el descanso pregunté por el servicio, necesitaba aliviar mi vejiga urgentemente y me resultó violento depender de Flor, así que fui sólo y la experiencia… fue un desastre.

Con la punta de los dedos pude bajar la cremallera, pero sacar la polla fue toda una aventura y todavía más enfocarla al sitio, el resultado fue que el suelo quedó encharcado y mis pantalones con un cerco de lo más explicativo.  Tuve que cubrirme hasta llegar a la mesa para que Flor no lo notara y esperé un tiempo prudencial para que se secara y pedir la cuenta, después de pagar nos levantamos, procurando evitar dar el frente a nadie.

Preguntamos y la dependienta viéndonos agotados nos recomendó que tomáramos un taxi hasta el Monumento.  Fue un acierto, en coche no estaba tan lejos pero fue un alivio para nuestros pies.

Quedé maravillado, aquella explanada inmensa y el monumento en sí con su inscripción tan patriótica, me impactó, a Flor le gustó mucho también, nos sentamos al pie de la escalinata y luego de un rato regresamos.

Volvimos por la calle Santa Fe, pasamos por la casa del Bicentenario y Flor me llamó la atención porque en la acera de enfrente estaba el Consulado General de España, me emocionó ver la bandera roja y gualda de mi país al lado de la albiceleste argentina, es un edificio antiguo de la época del Bicentenario, además al lado de los edificios modernos y altos que hay a su alrededor, destaca mucho.

En un bar comimos sendas milanesas, una maravilla y acompañadas con unas cervezas salimos repuestos para seguir caminando por la ciudad.  Nos encaminamos por la calle Córdoba, estaba llena de tiendas de cierto nivel y a partir de un tramo se hacía peatonal, allí se reunía la gente para comprar y pasear mirando escaparates, había un buen ambiente y pasamos la tarde muy a gusto.

Flor no decía nada, pero yo estaba otra vez lleno, la cerveza que acompañó a mi milanesa estaba pidiendo salir y no sólo fue una, sino que para poder remojar semejante delicia tuve que pedir dos.  A media tarde, como Flor me vio que cruzaba las piernas para no volver a la experiencia de la heladería y seguramente porque a ella le pasaba otro tanto, “sugirió” que volviéramos al hotel.

El trayecto del ascensor se hizo interminable y cuando llegamos a la habitación corrí al servicio.  Allí me encontré otra vez con la triste realidad, pero justamente detrás de mi esperaba Flor que viendo mi indecisión adivinó el problema.  Posiblemente porque a ella también le acuciaba la misma necesidad, me espetó.

  • Vamos Josu, no pienses tanto, sabés que no estás en disposición de elegir, te ayudo y acabemos pronto, a mí también me urge.
  • Lo siento Flor, no quería decírselo pero… en la heladería fui y... fue un desastre.
  • Ya lo vi, aunque no quise decir nada para no apenarte, pero para algo estoy aquí y… no vengás con excusas, dejame ayudarte.
  • Flor, es que es muy violento, piense que yo… y mi…
  • Tonterías, cuando hay que hacer las cosas se hacen y chím pum, ya está.
  • Está bien pero me dará mucha vergüenza.
  • No pensés en eso ahora, sólo te pido un favor, esto no lo hice nunca, así que, tenés que indicarme cómo hacerlo.
  • Está bien, no es difícil, usted haga lo que le diga.
  • Bueno, ¿a dónde me pongo?
  • Póngase a mi derecha, desde ahí llegará bien.
  • ¿Así te parece bien?
  • Sí, muy bien, mejor un poquito atrás.
  • ¿Así ya te cuadra? Josu, me estoy… igual que vos.
  • Uy, perdone, vamos allá, primero… baje la cremallera pero… con cuidado.
  • No te preocupes, no te pillaré tú… cosa.
  • Así, ahora busque entre el calzoncillo.
  • Ya, hasta ahí llego, no me hagas tan tonta.
  • Tire con cuidado, no es de goma.

Flor, con dos dedos pellizcó el prepucio y fue tirando hasta  sacar la polla lacia, una vez fuera me miró esperando la siguiente instrucción.

  • Ahora… uf, me da mucho apuro.
  • Vamos Josu, no puedo aguantar más.
  • Está bien, retire la piel hacia atrás para que el chorro salga recto.

Flor lo hizo sin comprender el objetivo y con bastante fuerza, el capullo se dobló hacia arriba y quedó mirándola a la cara, tuve que hacer un gran esfuerzo para frenar lo que ya venía de camino para no repetir lo de la noche anterior.  Cuando ya cogió la polla desde un poco atrás fui aflojando con cuidado y ella fue dirigiendo el chorro con más o menos puntería.

  • ¡Qué curioso!, noto en los dedos cómo sale el chorro, esta calentito y suave.
  • ¡Mmm, que descanso!, me estaba orinando desde hace un rato.
  • ¿Pero… cómo puedes tardar tanto?, al oírte a ti aún me dan más ganas a mí, ¡apura pronto!

Flor desde mi costado fue abanicando repartiendo como una regadera a la vez que me sujetaba de la cintura para más seguridad, cuando la presión fue bajando me miró preguntando…

  • Tranquila, ya se acaba, ahora cuando termine de salir sacúdala para escurrirla.
  • ¿Así?
  • ¡Sííí, pero por favor no tan fuerte, que parece una campanilla en misa!

La mujer terminó de sacudirla y sin más me apartó y se sentó en la taza bajándose las bragas disimuladamente sin esperar a que yo me saliera, cuando me di cuenta me retiré discretamente.

Nos arreglamos un poco, mejor dicho, ella me peinó y en el comedor cenamos, al terminar el camarero nos preguntó si nos servía algún café en la sala de estar pero le dijimos que no, porque estábamos rendidos del paseo.

Antes de acostarme Flor ya vino para repetir la maniobra, ya sin rechistar me puse frente al servicio y ella con la experiencia que da la segunda vez me relajó la vejiga, luego abrió la cama y me acosté, ella hizo lo propio en su habitación contigua dejando la puerta de comunicación abierta.

En plena oscuridad, al rato de estar tumbados, dijo…

  • ¿Josu, duermes?
  • No, todavía no, estoy tan cansado que no puedo dormir.
  • A mí me pasa igual, ¿sabes una cosa?
  • No, dígame.
  • Te estoy muy agradecida.
  • ¿Por qué?, en todo caso sería yo el que debía estarlo y la verdad es que lo estoy y mucho.
  • No lo digo por eso, es que me siento a gusto contigo, nunca había estado tanto tiempo conversando con un hombre sin reparos.
  • No diga eso, no me lo creo, si usted estuvo…
  • ¿Josu, puedo pedirte algo?
  • Claro Flor, lo que sea.
  • Es que me gustaría contarte algo muy importante para mí, y así desde tan lejos me da no sé qué…
  • Si quiere vengase a mi habitación.
  • Eso quería decir, gracias.

Al momento noté el peso de la mujer a mi lado, al tumbarse oí un suspiro de conformidad y se acercó.

  • A mí también me gusta su conversación.
  • Es que tengo una cosa que contar, no la sabe nadie pero creo que puedo confiar en vos.
  • Si es tan importante, puede confiar en mí, soy muy discreto.
  • Gracias, el caso es que no sé cómo me das confianza, no estoy acostumbrada a confiar en nadie y nunca quise contar esto, pero me quema por dentro.
  • Tranquila, cuénteme.
  • Quería decir que me siento a gusto a tu lado, es la primera vez que estoy tan cerca de un hombre.
  • Querrá decir de conversación porque físicamente…
  • Como quieras, pero para mí es una sensación nueva.
  • Bueno, a veces no elegimos las compañías, pero la entiendo.
  • Sí, al sentirte a mi lado siento curiosidad, siempre me pregunté cómo sería.
  • Mmm, bueno, creo que somos todos igual, unos más o menos pero al final…
  • ¿Me pregunto si me dejarías tocarte?  No pienses mal, simplemente es sentir la sensación del tacto, de la piel, sólo eso.

No llegué a contestar, la mano de Flor pasó por mi pecho haciendo círculos entre mi vello, yo pensé que la mujer quería sexo pero no llegué a asimilarlo por lo que me dijo después.

  • Gracias, eres muy buena persona, otro hubiera pensado que pretendía otra cosa.
  • Nooo, que va, ni pensarlo, ¿cómo iba a pensar eso?
  • Lo cierto es que nunca pude apreciar la sensación de otra piel, dicho así suena mal pero es verdad.
  • Por mi no se prive, siga, siga lo que quiera.

Flor siguió pasando la mano por el pecho y el estómago, yo no sabía que pensar y mi polla tampoco, cuando su mano llegó a mi ombligo la polla dio un salto y empezó a crecer pero ella volvió a subir y mi “amiga” volvió a su letargo un poco decepcionada.

  • Es una sensación rara, siempre lo había imaginado pero…
  • Bueno, a mí me pasaba igual las primeras veces pero luego ya.
  • Qué suerte, para mi es la primera.
  • No entiendo, aunque creo que estuvo casada, así que…
  • No lo entenderías, mejor que no te lo cuente.
  • Mujer, ahora que estamos de confidencias, bien podría contarme algo, aunque sea un poquito nada más.
  • No sé, es que es muy íntimo, no lo sabe nadie más, ¿te puedo pedir otro favor?
  • Claro, lo que quiera, ya lo sabe.
  • ¿Puedo tocar… ahí?
  • Si es adonde yo creo, por supuesto, ya lo hizo varias veces, hoy incluso dos.
  • Sí pero no es lo mismo, sólo es para notar el efecto.

Notaba el calor del cuerpo de la mujer en mi costado, llevaba el camisón y yo sólo los calzoncillos pero cuando su mano se acercó a mi polla se giró un poco más hacia mí y sus tetas se aplastaron contra mi brazo, yo me bajé el calzoncillo hasta las rodillas esperando algo bueno.

  • ¡Qué sensación más tierna!, siempre creí que sería una cosa sucia, desagradable o vergonzosa pero vos la hacés dulce y cariñosa y tan natural…
  • Nunca lo vi así pero si usted lo dice, me da la impresión de que no tiene muy buenos recuerdos.
  • No, ninguno.
  • Pero mientras estuvo casada y hasta enviudar…
  • No … -con voz apenas audible- nunca, nunca estuve casada.
  • ¿Cómo, que nunca estuvo casada?
  • No, nunca.
  • Entonces… por lo menos estaría con su novio o con otro hombre.
  • No, jamás estuve con ningún hombre.

La mano de Flor recorría mi polla como si acariciara el lomo a un gatito y lo cierto es que ella se lo tomaba como si así fuera.

  • ¡Por Dios Flor, no quiera hacerme más tonto de lo que soy, que usted tuvo dos hijas, y lo del Espíritu Santo no me lo acabo de tragar!
  • No, pero es cierto, nunca me acosté con ningún hombre, por eso todavía soy virgen.

Me senté de golpe en la cama, en la oscuridad abrí los ojos intentando averiguar si estaba soñando o qué.

  • ¿¿¿VIRGEN??? ¡No me diga que también la visitó el Arcángel San Gabriel, jajaja, eso sí que es bueno!
  • ¡Josu, eres igual que todos, no voy a contarte mi secreto, me equivoqué con vos, lo siento, me vuelvo a mi cuarto!

Toda indignada, quitó la mano de mi polla y se levantó quitando la sábana de un tirón desapareciendo en la oscuridad, al momento la oí llorando en su cama.

No entendía nada, aquella mujer, tan sensata como parecía en un principio, me pidió pasar la mano por todo el cuerpo como si hubiera descubierto un tesoro, hasta me tocaba la polla como si fuera un peluche y luego me dice que era virgen, después de tener dos hijas o es que estaba loca o es que se burlaba de mí, pero luego me picó la curiosidad y una mezcla de pena por ella y la llamé.

  • ¡Flor, perdóneme!, pero comprenda que me dice unas cosas que… no son fáciles de entender, me gustaría que confiara otra vez conmigo, le prometo que la escucharé.
  • No, lo dices para reírte de mí y es muy serio, mi historia es triste pero es verdad y no se la voy a contar a cualquiera que se burle de mí.
  • Se lo prometo, mejor, se lo juro, no me reiré, pero por favor cuéntemela.
  • No sé si confiar en vos otra vez.
  • Sí Flor, no se arrepentirá, si quiere voy yo a su lado.
  • Está bien pero como te rías ya no te volveré a hablar nunca más.

Fui descalzo hasta su habitación, al bajar de mi cama me di cuenta de que iba a tropezar con mis calzoncillos y terminé de quitármelos, cuando subí a su cama procuré no pegarme a ella, por si acaso se ofendía, aunque fue ella la que lo hizo al notar mi peso.

  • A ver Flor, no se lo tome a mal, pero me contaron que era viuda, que tiene dos hijas ya mayores y ahora me dice que no se acostó con ningún hombre, que no estuvo casada y que es virgen, sólo me falta que me diga que tampoco tiene dos hijas y entonces la entenderé.
  • Lo de mis hijas es cierto y todo lo demás también, nunca estuve casada, ni me acosté con ningún hombre…
  • Pues soy todo oídos, cuente qué misterio es ese.
  • Empezaré por el principio…

Flor se relajó, se acercó a mí de lado y volvió a poner la mano donde la vez anterior, la colocó sobre la polla como si la estuviera protegiendo de algo y acomodó su cara junto a la mía, sus tetas rodeando mi brazo entre ellas, aún así no estaba cómoda del todo, parecía que la historia iba para largo y de un tirón se deshizo del camisón por la cabeza, luego volvió a la misma postura y entonces sí que pude apreciar su calor corporal y mi polla empezó a ganar volumen.

  • Emmm… mi familia siempre fue gente culta, mi abuelo y mi padre eran catedráticos en la universidad, mi madre era ginecóloga y mi hermano ya lo sabes, es muchas cosas, profesor de la universidad y técnico de electrónica y todo lo que se proponga.
  • ¿Y usted?
  • Yo soy maestra, bueno debería serlo, estaba estudiando Educación cuando me pasó… todo lo malo.
  • Cuente pues.

Flor se apretó a mí todavía más, dispuesta a contarme con pelos y detalles su vida, pasó una pierna por encima de la mía y su mano quedó quieta cubriendo mi verga semi dura.  No hizo ningún gesto al notar el cambio, lo único que hizo fue mover los dedos según hablaba, pero sin ninguna intención.

  • Yo estudiaba en la Universidad de Mendoza, como mis hijas pero en Magisterio, era la primera en todo, mi obsesión de siempre fue la de estudiar, quería ser más que mi familia, ser la más inteligente y seguramente lo era, pero me olvidé de todo, metida entre libros, no viví mi adolescencia, siempre estudiando, sin pensar en otra cosa.
  • ¿Entonces no tuvo juventud, no pensaba en los chicos, en bailar, en… el sexo?
  • En la práctica no, en cambio sabía más que nadie pero sólo en la teoría, me leí todos los libros de la biblioteca de papá y mamá, cuando tuve la regla mi mamá quiso explicarme todo y lo de los chicos, pero ya sabía tanto como ella y no lo volvió a intentar.
  • Eso lo puedo entender pero lo de su matrimonio y las hijas…
  • Deja que lo cuente seguido, para no dejarme nada.

La mano de Flor iba de mi pecho a mi polla, pasando por el pubis que enredaba los dedos con el vello, no le daba ningún sentido erótico, lo hacía como un descubrimiento como si se lo hubiera encontrado.

  • Antes de terminar el último curso, mis compañeras hicieron una fiesta, yo por supuesto era virgen, la única entre todas, claro, en la fiesta se bebió, se comió y… se cogió y no una ni dos, todas lo hicieron como si nada, la única que no lo hice fui yo, estaba cohibida al verlas, hasta que entre todos me ofrecieron bebida, yo no tenía costumbre y ellas me animaban a beber y beber.
  • Bueno, una borrachera es hasta saludable a esas edades.
  • La mía no, casi perdí el conocimiento y cuando desperté estaba desnuda, y… llena de semen por todas partes, las chicas se reían y ellos se burlaban, entre sus risas me enteré que ya no era virgen, por mi concha pasaron todos los chicos o eso creo.
  • Entonces lo de virgen…
  • Para mí sí, yo no cogí con nadie, no me acosté con ninguno de ellos, todos ellos me cogieron a mí sin yo querer y no me enteré, eso si no me mintieron, nunca me dijeron si fueron todos o sólo algunos.
  • Bueno lo siento, hasta ahí lo podría entender pero luego, el tener una hija… y menos  dos hijas, no me diga que no aprendió la lección.
  • De la “fiesta” salí embarazada, mis padres, unas personas muy respetadas se hundieron de tristeza, me sacaron de la carrera y me trajeron a Santa Fe, allí tuve a mis hijas.
  • ¿Sus hijas, no fue una hija solamente?
  • No, tuve mellizas, por eso no hubo una segunda vez.
  • ¿Y no se casó?
  • No ¿con quién?, ¿quién se casaría con una… y con mellizas?, inventamos lo del matrimonio, por mis hijas y por mis padres y creo que también por mí, mi hermano me acogió en su casa, es más joven, pero estaba casado, no podían tener hijos y criaron a mis hijas como suyas hasta que mi cuñada tuvo un aborto y murió, desde entonces vivimos juntos y a mi manera soy feliz.
  • Así que es verdad… no estuvo con ningún hombre.
  • Eso es, por eso te pedí que me dejaras tocarte por lo menos, saber a que huele un hombre, su tacto, su sudor, su sabor, no tenía ni idea, puede parecerte indecoroso pero pensé que eres una persona especial que sabría comprenderme.
  • Por supuesto, ¿así que cuando me duchó…?
  • Claro, no pensé que con sólo tocar un poco el pene pasaría algo así, siempre creí que eso era a costa de insistir mucho.
  • A veces pasa, depende de la situación.
  • Sí, ahora me doy cuenta, la tuya no está parada como aquel día.
  • Eso depende, a veces cambia de pronto.
  • Me gustaría notar cómo se transforma.

En la oscuridad más completa, los dos desnudos, en una cama de matrimonio de la que sobraba más de la mitad, con sus tetas incrustadas en mi brazo me animé a preguntar….

  • Así que… ¿es cierto que no ha tenido sexo nunca?
  • Sí.
  • ¿Ni ha tenido un orgasmo?
  • No… bueno… eso no lo sé seguro.
  • No diga que no sabe si se corrió alguna vez…
  • No, cuando estuve dando de mamar a mis hijas lo hacía a las dos a la vez, tenía mucha leche y lloraban sin parar, no tuve más remedio que ponerme a las dos a la vez porque mamaban con avidez.
  • Eso es normal.
  • No tanto, al principio todo iba bien pero las niñas se acostumbraron a la leche y de mayores seguían mamando, me daba pena quitarles la teta y seguí aun cuando les salieron los dientes…
  • Jo, qué miedo.
  • Sí, yo tenía los pezones grandes y más que se quedaron después de eso, fíjate…

En la oscuridad, Flor se separó un poco, me cogió la mano y la llevó a uno de los dos, el que estaba sobre mi pecho, palpando toqué un pecho suave como la seda, me llevaba con cuidado hasta que noté la areola, era ancha pero el pezón era largo, grueso, áspero y duro, el otro se clavaba en mi costado como un dedo acusador.

La polla no tardó en reaccionar, ella seguía con su otra mano sobre ella y tuvo que ir separando los dedos para dejar que creciera hasta que la pudo rodear con todos los dedos juntos.

  • Si que tiene un pezón grande, nunca toqué ninguno igual.
  • Como te decía, las dos chupaban de ellos, hasta sacarme toda la leche, mientras yo sentía que me humedecía, no sabía por qué motivo, pero me gustaba que chuparan así de fuerte, aunque a veces me mordían con los dientes.
  • ¡Qué fuerte!
  • Sí, algunas veces me daba un escalofrío y me estremecía, sentía un calor fuerte ahí abajo y… pienso que podría ser como un orgasmo pero no lo sé seguro.
  • Podría ser, a muchas mujeres les pasa, se corren con sólo chuparle las tetas.
  • Yo todo eso lo desconozco, ahora ya es tarde.
  • No lo crea, lo mismo que hoy descubrió la sensación nueva de tocar, puede que…
  • Y no sabés lo que te lo agradezco, para mí ha sido un sueño, leí mucho sobre sexo pero el tocar, el oler… todo eso lo perdí.
  • A mí me pasó lo contrario, no tuve una madre que me explicara nada, no estudié, a mi padre no lo veía más que para reñirme así que tuve que aprender en la calle, de mis amigos, ¿no habló con alguna amiga sobre lo que sentían al coger?
  • A veces, pero ellas sólo hablaban de pijas y correrse hasta mearse y como chupar unas pijas enormes, yo nunca les creí, eran muy exageradas y mentirosas, pero, ¿vos pudiste aprender todo sobre el sexo?
  • No, sólo aprendí a follar, a comer coños, a meterla por todos lados, pero no la sensación que me ha hecho sentir hoy con su mano, tan inocente, tan íntima, sentir su roce, su calor y sin pensar en sexo ha sido maravilloso.
  • Me alegro, nunca creí que podría oír a un hombre tan sensible decirme eso y… sobre todo, notar su reacción en mi mano.
  • Lo siento, no fue mi intención, mi polla, a veces o, mejor dicho, siempre va por libre, a veces me causa serios problemas como el otro día, jajaja.
  • Jajaja, ahora que lo pienso… me gustó, sí, me gustó ver cómo tu leche saltaba de pronto a mis tetas y casi hasta mi boca.
  • ¿Qué habría pasado si se le mete en la boca?
  • No lo sé, no me lo imagino, debe ser otra sensación nueva.
  • Pues… si quiere un consejo no mueva tanto la mano porque puede volver a pasar y aquí en la oscuridad no sabemos a dónde caerá la leche, jajaja.
  • ¿Josu, me creerías si te digo una cosa?
  • Seguro que sí.
  • No me disgustaría que volviera a pasar, ahora ya estaría preparada.
  • ¿Y no se apartaría?
  • No lo sé, a lo mejor me quedaría quieta para ver que se siente, ¿huele bien, a que sabe?
  • A cada hombre le huele y sabe de forma diferente pero a las mujeres casi siempre les gusta, aunque hay otras que…
  • ¿Podrías hacer una cosa por mí?
  • No sé, a ver…
  • Sólo me gustaría probar, si quieres te sacas una gota y la pruebo, es curiosidad… si no te sabe mal.
  • No sé tampoco si podré.
  • Con una gota me basta, sólo por probar.
  • Si me ayuda a lo mejor me puedo concentrar.
  • ¿Qué tengo que hacer?
  • Lo mismo que cuando hice pis.
  • ¿Así?
  • Sí, pero en vez de sacudirla de arriba abajo hágalo de adelante a atrás.

Andrea y Susi se entendían de maravilla, competían por mirarse los cambios, las dos tenían un buen bombo y vivían por sus embarazos, a mi me encantaba verlas, las dos con la mínima excusa se ilusionaban y levantaban sus faldas para comentar cualquier novedad, yo estaba acostumbrado a verles los vientres y hasta las tetas a cada momento.

Pero mi vida sexual o mejor dicho la de Andrea y mía no era de lo mejor y no era culpa de ella, aunque las preocupaciones del embarazo la habían absorbido, intentaba compensarme de otras maneras, la ginecóloga le aconsejó que no tuviéramos sexo con posturas demasiado “profundas”.

Aquello delimitaba bastante, yo no me atrevía a meterle la polla a lo perrito o a la cucharita y si lo hacíamos al misionero, se quejaba si me apoyaba sobre ella, la solución de que me montara tampoco era la mejor porque si se emocionaba demasiado o se descuidaba, se sentaba de golpe sobre mí, se clavaba la polla hasta los huevos y también le dolía.

Una solución posible eran las pajas, las mamadas también se fueron restringiendo porque le daban nauseas, el semen le producía arcadas y… en fin.

Una noche me estaba haciendo una paja y yo a ella también, la cosa no iba del todo bien, ni ella le ponía mucho afán ni yo tampoco, hasta que de la pared de al lado oímos unos gemidos que nos hicieron relajar lo que llevábamos entre manos y poner atención.

En un principio pensamos que era de la casa de al lado, pero como vivía un matrimonio mayor lo desestimamos, se oían gemidos y jadeos, nos gustó oír como disfrutaba de sus orgasmos, pero no supimos seguro quién era hasta que oímos claramente que al correrse llamaba a su “deseado” amante y cuando nombró a Josu, en un largo y agónico gemido soltamos la polla y el coño.

Al momento retornamos la tarea y en un momento nos corrimos los dos.  Aquella noche soñé que follaba y al despertar no me acordaba de nada, pero mi mujer me lo recordó, me contó que me había pegado a su culo y entre sueños le había metido la polla entre sus nalgas, ella se colocó para que siguiera hasta que le metí la polla por el culo.

Andrea ya tenía la suficiente experiencia para dilatar su esfínter a voluntad y cuando le metí la folla hasta el fondo de un sólo golpe grité el nombre de Susi.

Cuando me lo contó creí morir, nunca me pasó nada parecido, desde que vino la joven la consideré como una hija, un ser asexuado, o algo así pero al oír que ella fantaseaba conmigo mi subconsciente despertó aunque fue Andrea la que se enteró en vivo y en directo.

Lo más curioso es que no me regañó, yo esperaba una gran bronca, a mí y a Susi, pero nada de esto ocurrió, al revés, a la mañana siguiente escuché a las dos hablar, lo hacían bajito y eso fue lo que me llamó la atención, el secretismo y puse atención, hablaban de mí y no de enfado.

El día de mi cumpleaños me ofrecieron una tarta con un velón único porque según dijeron era muy incómodo soplar un “montón” de velas, por la noche hice fiesta en el trabajo y yo iba preparado para hacer una excepción con Andrea y hacerle una mamada de coño especial.

Al parecer ella también tenía el proyecto de darme una “alegría” y cuando nos acostamos, después de unos besos preliminares bajé entre sus muslos y su tripa, con dificultad encontré su coño recién depilado y me apliqué a él, sabía a gloria y no paré hasta oír cómo se corría.

Ella no esperó, me cogió la polla y la chupó como sólo ella sabía hacerlo, pero yo era “gato viejo” y le apliqué mis técnicas secretas, le hice una combinación de mordiscos y chupadas de clítoris que tuvo que gritar cuando volvió a correrse.

Gritó mi nombre, yo pensé que sería en compensación al grito de guerra de Susi, pero entonces me di cuenta de que cuando gritaba claramente, ¡Josu, me corrooo! , yo seguía notando cómo me chupaba la polla entera.

Me corrí nada más pensar que aquella boca que me lamía el capullo podía ser de Susi y me corrí en ella, oí sus gárgaras tragando la riada de leche que le llegaba pero no dijo nada, entonces adelanté la mano y rocé otra panza más suave que estaba a mi lado, el coño tan tierno como la mantequilla se deshizo al tocarlo y después de unos roces en el clítoris me llenó la mano de flujo pegajoso.

Susi no habló, pero suspiró cuando le metí un dedo en su culo apenas rugoso, con un dedo en el coño y otro en el culo volvió a correrse y ésta vez sacó la polla de la boca, gritó mi nombre y luego sonó un beso, me di cuenta de que no lo di yo, era un beso de agradecimiento que se daban Andrea y Susi, entre las dos me había hecho feliz y me volví correr ésta vez sin mirar y acerté a sus caras besándose.

Hasta entonces mi concepto de bigamia era impensable e irrealizable, pero a partir de ese momento empecé a considerarlo.


Las caricias de Flor fueron cambiando a suaves besos sobre mi piel, de los hombros pasó a los brazos y de allí a mi pecho, no soltaba mi polla que iba creciendo según progresaba, cuando aspiró con sus labios mi tetilla la polla dio un gran avance y ella la apretó con fuerza, pareció como si evaluara el cambio y después de recorrerla a lo largo y lo ancho aflojó el puño.

La cabeza de Flor fue bajando y al llegar al ombligo se detuvo, la vi dudar y le puse la mano en el cogote invitándola suavemente a seguir bajando pero ella se resistió, entonces recordé su intención, sólo pretendía probar mi leche y tuve que cambiar de táctica.

Mi mano localizó su brazo en la oscuridad, su axila y más allá el nacimiento de una teta, seguí adelante y después de poner saliva entre mis dedos busqué aquél pezón tan sensible apenas investigado.

Si la primera vez su tamaño me sorprendió ahora estaba casi el doble que antes y lo retorcí como el dial de una radio.  Flor cambió de postura pero para bien, se puso de rodillas, yo no la vi pero noté sus piernas a mi lado y busqué debajo de su pecho las dos tetas que colgaban, las rodeé para evaluar su volumen y busqué los pezones, a los dos les apliqué el mismo tratamiento hasta que la cara de Flor se apoyó rendida contra mi vientre.

Ella no esperaba lo que hice, le toqué la pierna, pero no comprendió hasta que me escurrí entre sus muslos y fui besándolos por el interior.  Como fue separándolos fui progresando hasta que noté su coño sobre mi cara.

Aquel coño que una vez vi en la ducha ahora estaba a centímetros de mi boca, pero no lo lamí, esperé y como ella no avanzaba levanté la cabeza y di un beso en sus labios cerrados, ella me imitó y le dio un beso a mi capullo, comprendí que era tan tímida que necesitaba que la llevara “de la mano ” y a partir de entonces cada beso, cada lamida o cada chupada que le daba en el coño ella lo repetía en mi polla.

En otras circunstancias habría pedido la “foto finish” para averiguar cuál de los dos se corrió primero, a la ducha de jugos que me cayó en la cara le correspondió los chorros de leche que le llenaron la boca, yo no me separé de su coño y tragué toda la espuma mientras que ella tragó sin parar todo lo que le iba llegando a ráfagas.

Empezó a temblar nada más rociarme y separó las piernas cayendo sobre mi cara, casi no me dejaba respirar, sus labios abarcaban mis mejillas pero ella dejó caer su cara sobre mi polla que se hundió entre sus labios hasta los huevos.

Permanecimos un momento así, nuestros cuerpos vibraban al unísono, yo sentía cómo palpitaba su clítoris en mi bosa y ella mi capullo en su paladar.  Cuando por fin pudo moverse giró sobre sí misma y apoyó su cabeza en mi pecho, dejó una teta sobre la mía y una pierna entre las dos mías, su mano no abandonó a mi polla que caía hacia un lado.

Su boca buscó mi oreja y después de morder mi lóbulo, me susurró.

  • Josu, gracias por todo, ha sido maravilloso, ya lo sé todo.
  • La maravilla eres tú y todavía te falta lo mejor.

Continuará.

Si les gustó valoren y comenten.

Gracias.