Memorias de un portero de noche (35)

El viaje a Rosario con Flor empezó bien, fue como una excursión que sirvió para conocernos mejor, pero terminó mal, se complicó bastante, para mí sobre todo. Martina adivinó mi estado de ánimo e hizo lo que más necesitaba.

Mi preocupación primordial era demostrar que sabía conducir lo suficientemente seguro para que tanto Flor como su hermano Horacio confiaran en mí y me dejaran la furgoneta, no sólo para el trabajo sino para mi uso privado.  Por eso cuando Flor me propuso llevarla a Rosario me lo tomé como la prueba de fuego, la misión era simple, ir a la ciudad vecina, recoger un mueble antiguo y volver a Santa Fe.

Ni siquiera debía preocuparme demasiado por el estado del mueble pues su destino era ser restaurado por Flor por lo que un golpe o una raya nueva no tendría demasiado problema, aun así metí unas mantas que llevaba para recoger los televisores y unas cuerdas para fijarlo.

Salimos pronto de Santa Fe, a mi lado Flor se notaba emocionada, yo en cambio estaba muy nervioso, pendiente de que no se me calara el motor y no meterme en alguna calle en contra dirección y desde luego no atropellar a nadie.

Para encontrar el destino no tenía problema, Flor conocía bien la ruta y sería ella mi directora de ruta.  Cruzamos todo Santa Fe, “bajamos” por la Avda. 7 Jefes que discurría paralela al río, la zona estaba ocupada por casas de un piso sólo, típicas por toda la zona, que por ser tan plana no tenía necesidad de alzar edificios altos, las distancias en cambio eran largas y como el tráfico no era excesivamente abundante pronto me sentí cómodo.

Flor, además de guiarme por las calles que debía tomar me iba explicando lo más interesante que veíamos, cuando llegamos al puente metálico los edificios eran altos, modernos y rodeados de desvíos y “tréboles” que repartían la circulación en todas direcciones, nosotros seguimos por la avenida de Circunvalación en dirección a la salida de la ciudad, buscábamos la ruta RN11, según me comentó se estaba construyendo una autopista paralela que no pasaría por los pueblos intermedios pero que sería de peaje, a mi no me importaba pues de paso vería el paisaje y me serviría de excursión.-

Una vez salimos de la ciudad ya fuimos circulando hacia el destino, la carretera no era mala con tramos de sentido doble, me llamó la atención al pasar por el aeropuerto de Sauce Viejo que quedaba a nuestra derecha, los pueblos se sucedían, cuando pasábamos por el centro lógicamente íbamos más despacio, yo me había acostumbrado a la palanca de cambio de marchas que salía del salpicadero, era más cómoda que la del Fiat 600 en que me examiné, así dejaba más espacio para moverse en los asientos.

Al pasar por San Fabián repostamos nafta, me llamó la atención el nombre, nosotros le llamábamos gasolina, pero aquí…  a la salida vi un letrero que anunciaba la dirección a Buenos Aires, había más de cuatrocientos kilómetros y a Rosario más de cien.

Flor no dejaba de explicarme cosas, al principio me contaba de Rosario, me dijo que se consideraban más de Rosario que de Santa Fe (provincia), se llamaban a sí mismos “rosarigasinos” me gustó que pusieran siempre la sílaba “Gas” para casi todo, la hermana de Horacio podía ser una buena maestra también, a mi que soy muy curioso, me encantaba su conversación y las rectas interminables se daba para ello.

Le pregunté por sus hijas, no las había conocido todavía porque estaban estudiando en Mendoza, una Enología y la otra Farmacia, pero también me confesó que ya habían cambiado varias veces de carrera, el dinero que les enviaba su madre más el que añadía su tío les bastaba para vivir holgadamente sin estudiar lo más mínimo, aún así siempre estaban pidiendo más para ropa y fiestas.

Le conté mi vida por encima, sobre todo mis comienzos, la relación con Hortensia y su hija la suavicé mucho pero con Stablos le fui sincero, luego con Osvaldo y familia, todo ello le encantó, se sinceró conmigo y me dijo que le gustaba como hijo, luego se lo pensó mejor y cambió a “yerno”, le pregunté con cuál de las dos hijas pensaba que coincidiría más y entre risas reconoció que con ninguna de las dos y eso que eran preciosas pero…

También me contó que enviudó muy joven y que se llevaba muy bien con su cuñada, la mujer de Horacio, entre las dos criaron a sus hijas y las mimaron igualmente, la cuñada no podía tener hijos y se volcaba como una segunda madre, cuando también murió, su hermano y ella se resignaron a convivir sin pareja y se quedaron solos.

Le insinué si no pensó en volver a casarse o encontrar otra pareja y me dijo que se acostumbró a dedicarse a sus hijas y hacía tiempo que no pensaba en los hombres y menos en temas sexuales.  Cuando le dije que era una pena que se perdiera su vida en unas hijas que no lo apreciaban encogió los hombros como un mal irreparable, se le notaba apática y resignada a seguir con su vida gris.

Después de pasar por varias poblaciones similares, casas bajas y avenidas anchísimas que denotaban la sobra de espacio fuimos entrando en Rosario, por las calles podíamos ver a grupos de chiquillos jugando al futbol, parecía que había una buena cantera de jugadores para el futuro.

Pasamos por casas y más casas hasta entrar por la Avenida Alberdi, giramos hacia el centro por el Parque de la Independencia, queríamos ver el Monumento a la Bandera, ya en la calle Corrientes, allí los edificios eran de una gran ciudad, yo ya me encontraba seguro con el coche y no iba tan nervioso, en pleno centro me sentía uno más entre los conductores, giré en la calle San Luis, me detuve en un semáforo mirando cómo los peatones cruzaban en masa por su paso en verde.

De pronto por la calle de la izquierda apareció un coche rojo, lo vi de reojo, era grande y venía a toda velocidad, se le había cambiado el semáforo a rojo y no paró, los peatones seguían cruzando y no lo pensé, aceleré y me crucé en su camino para que no hiciera una matanza de gente, el golpe fue tremendo, el coche era un Ford Falcon, me lo dijeron después, la furgoneta recibió el golpe justo detrás de nosotros que nos hizo girar como una peonza.

Cuando dejamos de girar miré a Flor, estaba muy preocupado por ella y por los peatones, ella sangraba por la frente y los peatones quedaron a salvo por centímetros, yo tenía un dolor tremendo en las muñecas pues me había aferrado al volante y había recibido toda la fuerza del golpe.

Los gritos, el vapor del radiador y la confusión fue atronadora, la ambulancia no tardó en llegar y la policía menos, nos atendieron y apartaron a los curiosos, preguntaron qué había pasado y todos ellos testificaron que les había salvado la vida con mi acto, algunos dijeron que el coche parecía que lo condujera “el Chueco”, no entendí nada pero lo repitieron varios.

La ambulancia nos llevó al hospital Provincial de Rosario, en urgencias nos atendieron en un momento, por suerte Flor sólo tenía un rasguño y a mí me vendaron los dos brazos con unos esguinces en las dos muñecas, nos obligaron a pasar la noche en observación.  Yo me preocupé por la furgoneta, un policía me aconsejó que me olvidara de ella pues estaba de siniestro total, me contó que el Falcon lo conducía la señora del presidente de una compañía petrolera, en pocas palabras me dijo que no esperara “milagros”, en mi defensa sólo estaban las declaraciones de los peatones pero ante la “categoría” de la otra persona…

Por insistencia de Flor en el Hospital nos pusieron en habitaciones contiguas, ella pasaba de vez en cuando a la mía preocupándose por mi estado pero la tranquilicé, además de mí, se interesaba por el coche y de su hermano, me dijo que le llamó y le dijo que no nos preocupáramos por nada, que dispusiera de la tarjeta de crédito para lo que hiciera falta.

Nos dieron de alta en la mañana, nos aconsejaron que no viajáramos hasta unos días por si había problemas, además debíamos declarar y poner una denuncia contra la señora del presidente.

En una ambulancia nos llevaron a un hotel cercano, Flor estaba muy preocupada por mí, se sentía responsable por haber venido y quiso estar a mi lado para cuidarme, yo insistí que nos dieran dos habitaciones pero ella despreció la suya y se vino a la mía que era de dos camas, no lo consentí y por fin nos adjudicaron dos habitaciones contiguas con una puerta de comunicación.

La primera noche cenamos en el restaurante del hotel, yo apenas podía coger el tenedor aunque me apañaba, la carne no podía cortarla por lo que Flor se ofreció a hacerlo por mí. Ya en la habitación insistí que no me ayudara y me dejó a mí aire, cuando vino a verme por la mañana se sorprendió al ver que había dormido vestido, fui incapaz de quitarme la ropa  y me eché sobre la cama con zapatos y todo.

A partir de ese momento ya tomó ella el mando y me dijo que haría lo que ella me mandara, lo dijo con una sonrisa pero no por eso con menos severidad.  La primera orden fue darme una ducha, yo me puse rojo al pensar en las consecuencias, ella no dudó por un segundo lo que debía hacer y lo hizo de una forma “quirúrgica”.

Cerré los ojos para no mirar y cuando me empujó adentro de la ducha entreabrí un ojo y miré hacia abajo, respiré más tranquilo porque me dejó con el bóxer puesto, una vez dentro me frotó con energía, yo no quise mirar para evitar cualquier reacción de quien yo ya conocía pero quizá por eso o porque Flor fue muy rápida mi polla no dio señales de vida.

Cuando me secó, el bulto que escondía entre las piernas apenas se marcaba en la tela elástica pegada a mí.  Pensé rápidamente, no iba a dormir con el calzoncillo mojado pero ella pensó más y mejor que yo y me tumbó en la cama y me cubrió con la sábana y por debajo de ella tiró del bóxer hasta sacármelo por los pies.

  • Esto no lo teníamos previsto, voy a salir un momento y te compro algo de ropa de repuesto, seguramente tendremos que pasar unos días hasta que nos tomen declaración y se aclaren los seguros.
  • ¡Pero yo lo hice por cubrir a las personas, no provoqué el choque!
  • Ya lo sé y la policía también pero ya sabes, los seguros siempre lo lían.
  • ¡Qué desastre, y encima yo soy novato, me echarán las culpas a mí por eso!
  • No creo, la mujer que te dio es más novata que vos o sea que… y vos lo hiciste bien.
  • No sé, ya veremos.
  • Ahora vuelvo, no te vayas.
  • ¿Irme, adonde?
  • Jajaja, es broma, tranquilo, vas sin calzoncillos, jajaja.

Mientras esperaba a Flor me dio tiempo a pensar, la mujer se portaba como una madre, una madre así me hacía falta, a ella también le ilusionaba tener un hijo responsable y me sentía cómodo con ella y su hermano, ya vería cómo eran sus hijas…

Con este sentimiento perdí los reparos que tenía, reconocí que no estaba en condiciones para valerme y ella se ofrecía sin ninguna reserva.  Cuando me tomé el calmante para pasar la noche no pude tragarme la pastilla, tuvo que darme tres vasos de agua para conseguirlo.

La consecuencia fue que a media noche me tuve que levantar al servicio, intenté por todos los medios sacarme la polla y hacerlo como debía pero no podía, como máximo pude conseguir sacarla afuera pero sujetarla para acertar a la taza, era imposible.

No oí a Flor cuando entró en mi baño, me oyó desde su habitación y llegó en el momento que comprendí que la mejor solución era sentarme como las mujeres, el problema era bajarme el slip, ella ya lo había comprendido por lo que se arrodilló delante de mí y tiró de la prenda para que me sentara.

Seguramente serían las ganas que tenía, porque la polla estaba lo suficientemente dura para saltar delante de ella, procuré sentarme enseguida para esconderla pero la polla quedó sobre la taza entre mis piernas, el chorro fue directamente a su camisón y no pude parar hasta que me di cuenta de su cara de sorpresa.

Noté al calor del rubor en mi cara, mi polla parecía una fuente del mejor parque, no dejaba de lanzar un chorro a presión que se estrellaba entre las tetas de Flor.  Ella se lo tomó con humor, estuvo quieta para no mojar el suelo más de lo que ya estaba.

Al ver mi cara quiso quitar importancia y estalló en una carcajada.

  • Es la primera vez que se mean en mí, a mis amigas les pasó alguna vez con sus hijos cuando eran bebés pero yo como sólo tuve niñas no me pasó.
  • ¡Qué vergüenza, cómo le puse!
  • Lo cierto es que me has “bañado” bien.
  • No podía parar, no me di cuenta hasta que la vi mojada desde las…
  • Jajaja, lo puedes decir, desde las tetas hasta los pies, y menos mal que te conformaste con las tetas, si llegas a apuntar más arriba…
  • No me lo diga, habría sido horrible.
  • Pues fue una casualidad porque me estás apuntando más arriba del cuello.

Era cierto, la polla una vez descargada se había puesto como un palo y asomaba entre los muslos señalándola como un dedo acusador, estaba descubierta totalmente y el prepucio estaba replegado completamente.  Para más vergüenza latía dando cabezadas y golpes contra el canto del inodoro.

  • Anda levántate, tú también te mojaste el calzoncillo, ¡estamos buenos los dos para un pase de modelos!, jajaja.

Lo hice y al hacerlo le pasé la polla apenas unos centímetros por la cara, le ofrecí el brazo para ayudarla y se levantó con dificultad porque se pisó el camisón con las rodillas.

El camisón le bajó hasta la cintura dejando ver dos tetas que algo caídas asomaban sobre el escote redondo, Flor no aparentaba el cuerpo tan bendecido por la naturaleza, pese a ser madre por dos veces no le había pasado factura o por lo menos, muy “cara” .

No se dio cuenta de que estábamos frente uno al otro, yo con la polla apuntándole y ella con las tetas fuera del camisón con los pezones salidos por el aire fresco.  Actuó con la mayor naturalidad, mis calzoncillos estaban empapados y su camisón… se podía escurrir, su reacción fue rápida y decidida, acabó de abrir el camisón y lo dejó caer al suelo, yo la imité y con un movimiento de caderas me deshice del slip.

Flor recogió la ropa y la metió en la bañera para enjuagarla, al agacharse pude ver entre sus muslos los labios delgados de su coño  y el vello que le llegaba hasta casi la rabadilla, no era abundante pero se notaba rizado y moreno.

Se volvió hacia mí, mi erección era total después de la visión que tuve pero ella no miró siquiera.

  • Entra en la bañera, te voy a enjuagar porque te vas a escaldar.
  • No por favor, no quisiera…
  • Nada, hombre nada, a ver si crees que no he visto nunca algo así, o por lo menos parecido -en voz baja-

Salté a la bañera y quedé de pié con los brazos separados, ella desde afuera me frotó desde el cuello hacia abajo, pensé que lo haría para darme tiempo para que se me bajara la polla pero no fue acertado, la verga cada vez apuntaba más al techo y más todavía cuando llegó al ombligo y más abajo.

Para más afectividad, cogió con una mano la polla inquieta y la sujetó mientras le arremangaba la piel y le frotaba el glande girándolo como una rosca.  No me dio tiempo para avisar, en el momento que soltaba el capullo y frotaba los huevos la polla se irguió a 45º y empezó a disparar leche sobre la barbilla de Flor.

Sólo pudo reaccionar cuando las ráfagas le caían más abajo de su ombligo, le había dejado una serie de gotas en fila desde el cuello hasta el pubis.

  • ¡Ooooh, lo siento Flor!, ¿cómo me pudo pasar? es imperdonable.
  • Tranquilo Josu, la culpa es mía, ya he perdido la práctica, ni recuerdo cuando lo hice la última vez y te aseguro que me aburría haciéndolo, en cambio vos, tenés una vitalidad…
  • Uf, no me había pasado nunca, estoy muy avergonzado.
  • No te preocupes, a veces pasan cosas que…
  • Es que me muero de vergüenza, ¿qué pensará de mí?
  • No te agobies, la culpa no fue tuya, no debí tocar ahí.
  • Que va, usted los hizo para ayudar, y yo la meé y encima me… sobre usted.
  • No pasa nada, ya somos mayores, sólo fue la sorpresa.
  • Mayor razón, debí de controlar.
  • Eso sí, no esperaba esta reacción, solo pretendía ayudar, a lavarte.
  • Claro y no sé que me ocurrió, es la primera vez que… perdone Flor, lo siento mucho.
  • Nada hombre olvídalo ya, déjame sitio para lavarme yo, debí esperar a quitarme el camisón más tarde pero no lo pensé al ya ser… vieja…
  • ¿Usted vieja?, de eso nada, está en la mejor edad, es usted una mujer madura pero muy bien conservada.
  • ¡Qué galante!, te lo agradezco pero no te creo.

Flor entró en la bañera cuando le hice sitio, yo me pegué contra la pared y ella con la manguera se fue quitando los goterones de semen que ya se le estaban secando sobre la piel, algunos se resistían en soltarse y al dirigir la presión sobre las tetas los pezones se le marcaron sin pudor.

Mantuve los brazos en alto para que me secara el cuerpo, miré hacia otro lado para evitar que la polla volviera a empinarse pero el espejo me traicionó, la vi de espaldas, tenía un culo que aunque un poco lacio se mantenía alto y redondo.

Cuando salí del aseo seguía con las manos en alto y con la polla hacia adelante, ella se quedó secándose y enjuagando la ropa mojada.

Me acosté desnudo y al rato la vi pasar a su habitación, llevaba los brazos cruzados cubriéndose las tetas, me preocupé por si se ofendió, respetaba mucho a Flor, la mujer me demostró desde el primer día un afecto especial y desde luego nunca tuvo ningún detalle que pudiera considerarlo fuera del respeto mutuo.

No podía conciliar el sueño, en mi mente se habían quedado grabadas las imágenes de Flor, una y otra vez la veía con los brazos abiertos por la sorpresa mientras recibía mi chorro caliente que haciendo curva le iba regando el camisón.

Pero lo que más me sorprendió fue la naturalidad que demostró al no dar importancia al hecho de mearla de arriba abajo, pero enseguida se me agolpaban las imágenes de la otra cara, todavía más alucinada al ver las ráfagas de semen que le llegaban a la cara y al cuerpo, quedó helada manteniendo la polla en su mano como si no tuviera nada que ver.  En estos pensamientos estaba cuando la oí desde la otra habitación.

  • ¿Josu, duermes?
  • No, no puedo.
  • Ni yo.
  • ¿Por qué?
  • Me siento culpable.
  • Y yo.
  • No deberías, fue culpa mía.
  • Ni lo piense, soy un boludo.
  • No digas eso, eres un chico muy cabal.
  • No lo crea pero le respeto mucho, no sé si podré mirarle como antes.
  • No digas eso, lo sentiría mucho, no debe afectarnos.
  • ¿Se lo dirá a su hermano?
  • ¿Estás loco?, ni pensarlo.
  • Tampoco se merece una falta de respeto así, creo que confía en mí.
  • Claro tonto y yo más, el que haya pasado esto no significa nada.
  • Es muy generosa conmigo.
  • Y vos, ¿sabés una cosa? Desde que viniste ha entrado aire fresco en nuestra casa, noto a mi hermano más hablador, más activo, más…
  • Me alegro, yo también estoy muy a gusto con ustedes.
  • ¿Te puedo decir algo más?
  • Claro, diga.
  • No nada, es una tontería…
  • Por favor, diga lo que sea.
  • No importa, era una pavada.
  • No me deje así, ahora sí que no voy a poder dormir, sé que está enfadada conmigo.
  • Nooo, de verdad, sólo que…
  • ¿Ve?  Ya no confía en mí, estoy seguro que cuando veníamos a Rosario me habría dicho cualquier cosa.
  • Mmm, puede ser pero…

Se hizo un silencio largo, yo me removía en la cama inquieto por muchas razones, la conversación en la oscuridad no había hecho más que empeorar las cosas, sabía que Flor estaba enfadada aunque intentaba quitar importancia, pensé que a lo mejor era ella la que temía que le contara a su hermano lo que pasó en el aseo, al rato ella seguía moviéndose igual que yo.

  • ¿Josu, duermes?
  • No puedo dormir, Flor.
  • ¿Por qué?
  • Usted ya sabe.
  • Lo siento, soy una inconsciente, no debí…
  • No diga eso, si no hubiera chocado el coche…
  • Nooo, Josu no te atormentes, no sé cómo convencerte.
  • Lo siento pero me siento fatal.
  • Déjame demostrarlo.
  • No creo.
  • Déjame hablar contigo, ¿te parece?
  • Lo que quiera pero…

Oí el ruido de la cama en la habitación contigua y los pasos desnudos de Flor cuando entró en la mía. Noté el peso de su cuerpo en mi colchón y su mano buscarme en la oscuridad, cuando me localizó se tumbó a mi lado, yo le hice sitio y seguí mirando al techo.

  • Perdona pero el hablar en la distancia no me gusta, parece que estemos presos.
  • Sí, es frío.
  • Sólo quiero convencerte de que no tienes nada por lo que sentirte apenado, yo sí que soy responsable, no debí pedirte que me trajeras.
  • ¡Ahora sí que sí, me dice que yo no y ahora se culpa por haber venido!, al final la culpa será por cualquier cosa, lo cierto es que las cosas pasaron y ya está, ahora debemos solucionar las cosas, estamos aquí pendientes de que nos tomen declaración, la policía, los seguros y demás y nos volvemos a Santa Fe.
  • Sí, ojalá pero vos no estás para conducir, no lo olvidés, debemos esperar a que te den el alta.
  • Joder, en eso no pensé, además no tenemos coche, ¿con qué vamos a volver y… qué le diré a don Horacio?
  • No tengas miedo, es muy comprensivo, además lo de menos es la furgoneta, lo importante es que no nos haya pasado nada malo.
  • Sí es cierto, bueno, vamos a dormir, es lo mejor, mañana veremos que solucionamos.
  • Está bien, gracias por dejarme estar contigo.
  • Al contrario, me ha gustado mucho su detalle.
  • Es lo menos, a mí también me hacía falta tú compañía.

Flora se volvió hacia el otro lado, la cama no era ancha y yo me tuve que colocar detrás para no salirme, dejé un brazo a lo largo de mí y ella al notarlo me cogió la mano y la pasó sobre su cintura.

El calor que daba y el ritmo sosegado de su respiración acabaron por vencer mi sueño.  A media noche me desperté por el calor que sentía, estaba pegado a Flor por atrás, hasta entonces no había caído de que los dos seguíamos desnudos, ella no me había soltado la mano y la había llevado entre sus tetas y al darme cuenta la polla se despertó, procuré no tocarla pero fue inevitable, se fue alargando hasta pegarse entre sus nalgas.

No me moví, esperaba que se despertara de un momento a otro y montara en cólera pero sólo se movió un poco al notar mi aliento en su nuca, se estremeció y se “abrigó” todavíamás apretándose a mí.

Me dormí plácidamente, era posiblemente la primera vez que había dormido pegado a una mujer sin tener sexo, esto todavía me unió más a aquella mujer que me trataba con tanta confianza.


La vida en mi casa, con Susi de invitada, transcurrió mejor de lo que suponía, las dos mujeres hicieron una piña, la dos tenían lo mismo en que preocuparse y se cuidaban mutuamente, las veía comentar continuamente sus sensaciones, sus progresos y compartían informaciones sobre sus respectivos embarazos.

Más de una vez las veía enseñarse sus vientres, cada día más hinchados y comparar, vigilaban si les salían estrías, miraban los ombligos, los cambios en las tetas y las molestias propias de su estado, yo asistía como invitado de piedra porque poco podía aportar más que opinar como juez “imparcial”.

Andrea lo llevaba un poco peor, las angustias le sentaban mal, estaba todo el día mareada y Susi le recomendó que estuviera el mayor tiempo posible descansando, yo seguía acudiendo a mi trabajo, así por las noches me quedaba más tranquilo al tener compañía en casa.

Estuve pasando una temporada más calmado sexualmente, al ver a Andrea sufrir sus molestias no me atrevía a pedirle sexo, tampoco a Susi desde luego, y no porque a la chica le sentara mal el bombo sino porque consideré que con preñarla ya “hice” bastante.

Mis “visitas” por las cámaras de las vecinas ya no me atraían tanto, seguí mirando, pero ya no era igual, la madre del niño seguía aprovechando para enseñarme lo que me estaba perdiendo, igual que la abogada, ésta ya se insinuaba con todo descaro, cuando venía con el marido procuraba agacharse o rozarse conmigo para que le viera las tetas o le tocara el culo, el marido parecía indiferente o más bien displicente.

La que sí hizo un cambio fue Eva, la chica según pasaban los días iba adquiriendo una experiencia en su webcam que era la reina indiscutible de la red, nada más conectarse había una procesión de mirones que se iban a su sala.

Se había especializado en una forma de actuar, de hablar y sobre todo de provocar con una apariencia infantil e inocente que nos llevaba a todos por donde quería, al contrario que otras solamente se desnudaba al final, cuando las arcas estaban llenas de monedas, de vez en cuando aparecía algún mirón extraordinariamente “generoso” y le dedicaba un “privado” que lo desangraba del todo, luego seguía hasta subir la temperatura al máximo, los juguetes que tenía y cómo los usaba eran las delicias de todos que mientras con una mano aportaban dinero con la otra se pajeaban sin parar.

Martina era mi confidente, sabía lo que hacía por las noches, llegué a grabar alguna actuación cuando era especial y luego se las mostraba, ella se reía diciendo lo “primitivos” que éramos los hombres, yo tenía que darle la razón porque fui actor en alguna ocasión.

Como  deferencia a mí me justificaba porque sabía que estaba pasando una temporada de “sequía” en casa, no le conté lo de Susi pero Martina era mujer con más de siete sentidos y se figuró algo, no del todo pero suponía que me follaba a la joven, para que no pensara “demasiado” mal tuve que demostrar mi “honradez” contándole la verdad, al principio no me creyó, me dijo que era un fantasioso, me comparó con Wald Disney, jajaja, se rio de mí lo que quiso pero cuando le di pelos y señales del crucero ya me tomó en serio.

Una mañana cuando estaba a punto de salir de casa recibí una llamada suya, me dijo que estaba desesperada, me contó que se le había inundado la casa, la lavadora no dejó de entrar agua hasta rebosar y cuando volvió de la compra estaba como el mar.

Me ofrecí a “ver” qué podía hacer y corrí a su casa. Cuando me abrió la vi apurada, llevaba un batín y el pelo mojado, imaginé lo peor y cuando me llevó a la cocina me quedé helado, en medio de la cocina estaba la mesa montada con un mantel nuevo y sobre él un desayuno perfecto, tanto en cantidad como en calidad.

  • ¿Y la inundación?
  • Eso luego, ahora relájate y disfruta, sé que te gusta almorzar bien y luego te daré otra cosa que también te gusta.
  • ¿Y la lavadora, el agua y todo eso?
  • Bueno… algo tenía que decir para traerte aquí, no quería que pareciera un rapto, jajaja.

Martina se soltó el pelo húmedo pero no se quitó el batín, no por lo menos hasta que no terminamos de desayunar, cuando lo hicimos, me cogió la mano y me llevó a su habitación.

  • No pienses mal, no quiero distraerte de tus “obligaciones” hogareñas, tus “mujeres y tus hijos” son lo primero pero te noto tenso y conociéndote sé lo que necesitas y... yo también.
  • La verdad es algo que teníamos pendiente pero así, sin pensarlo…
  • Es lo mejor, lo improvisado sale mejor.  Ven a mi cama.

A Martina no la vi nunca desnuda, suponía que estaría bien, una chica casi en los treinta, culta y con buen gusto la imaginaba perfecta para follar pero cuando la vi de cuerpo entero sobre la cama y llamándome me convencí de que era el mejor regalo que podía hacerme.

La libido se me disparó,  olvidé a la abogada, la mamá e incluso a Eva, allí delante de mí estaba una belleza con un cuerpo espectacular y sobre todo lista a darme todo lo que pidiera.

Quise que la mañana fuera digna a la dama y desde un principio le dediqué mis mejores atenciones, me tomé mi tiempo y la llené de besos, caricias y desperté en ella a la fiera que malamente escondía.  Con mi dilatada experiencia le provoqué varios orgasmos, o quizá sería uno continuo, yo mismo me admiraba, hasta pensé en que podía ser ninfómana porque no se cansaba de pedir más y más.

Lo que más me gustaba de ella era sus ganas de colaborar, se ofrecía a cualquier cosa y adivinaba lo que más prefería en cada momento, se me anticipaba a cualquier sugerencia que podía hacerle para satisfacer mis deseos.  Una de las cosas que más me sorprendieron fue que al acariciarle el culo con el dedo húmedo, ella mismo escupió en mi glande y se separó las nalgas sentándose sobre mí.

Noté que no fue fácil porque cerró los ojos apretando fuertemente pero respiró aliviada y contenta al notar que me había regalado su culo y que yo estaba feliz, e incluso más todavía cuando me iba a correr en él me pidió que me esperara y levantándose se tragó la verga hasta llenarse la boca recién sacada de su culo.

Sospeché lo que había hecho, se anticipó antes de que llegara yo y se puso un enema, estaba limpia y me ofreció una mamada que me impresionó al recoger mi leche en su boca para que no se perdiera en su recto.

La mañana se me hizo corta, Martina me dedicó todo un repertorio sexual, punteó toda la lista de posiciones, caricias y lamidas y chupadas, yo no quedé atrás pues sólo con verla me tenía como un burro.

Caímos los dos agotados pero contentos, sudados, pegajosos de flujos y leche, ya casi a medio día sacó de la nevera un ponche que había preparado en previsión, yemas de huevos con vino dulce y miel y un buen chorro de whisky.

Le bebí como si fuera agua y me sentí nuevo en un momento, la visión de aquella mujer, tan ardiente y sobre todo tan generosa me produjo una erección inesperada pero ella cuando vio mis intenciones me besó en la punta y me trajo mi ropa para que volviera a mis obligaciones.

  • Me ha encantado, ¿ves como lo imprevisto es lo mejor?
  • Won, nunca pensé que eras tan…
  • Mmm, puedo serlo más todavía, lo de hoy fue para animarte un poco, estaba sufriendo por verte tan apagado.
  • Debe ser por la responsabilidad.
  • Sí, ya lo noté, jajaja.

Cuando llegué a casa, mis “mujeres” me notaron satisfecho y lo acusaron porque había hecho un buen trabajo.


Cuando desperté en mi habitación estaba sólo, Flor, se había levantado antes y estaba en la bañera, llamé en la puerta con los nudillos y me lo confirmó, aunque dijo que si me urgía que pasara.   No quise hacerlo, respeté su intimidad y me entretuve mirando por la ventana, la ciudad ya había despertado y por la calle el bullicio subía hasta mi ventana.

Cuando Flor salió iba liada con una toalla gigante, pasó con paso rápido como las guéishas y desapareció en su cuarto, yo entré en el baño y me duché como pude, había un olor a su perfume que me recordó a la visión del día anterior, pero tuve que apurarme pues sonó el teléfono que nos avisó que nos esperaba un policía en el hall del hotel.

Cuando bajamos todavía no habíamos desayunado pero no le hicimos esperar, Flor estaba desconocida, parecía mucho más joven, pues se había maquillado un poco y perfumado un mucho, en la frente lucía todavía el apósito que le pusieron en el hospital y yo con las dos manos vendadas  tuve que ser ayudado por aquella mujer tan… solícita.

El policía nos preguntó otra vez por nuestra versión del accidente, inocente de mi le conté que lo hice a propósito para evitar que atropellara a la gente que cruzaba, al oír mi versión torció el gesto, Flor me miró preocupada, parecía que las cosas se estaban estropeando para nosotros y cuando se fue nos miramos preocupados.

  • Lo siento Flor, no pensé en la forma de contarlo, lo hice como me salió del alma.
  • Sí, claro pero a veces no se puede ser tan sincero, parece que al agente le quedó claro solamente que lo hiciste a propósito.
  • Sí pero lo hice para evitar males mayores, en estos momentos podían haber muchos heridos o tal vez…
  • Tienes razón, no te preocupes, a lo mejor él también lo piensa así pero por la cara que hizo…
  • Madre mía, en qué lío les metí, ahora Horacio se quedará sin furgoneta y a mí…
  • Tranquilo no pienses en eso ahora, la señora también era novata conduciendo.
  • Pero es una persona muy influyente, ya sabe…
  • Si, es cierto y eso pesa.
  • Me siento fatal.
  • Y yo, pero seamos positivos, vamos a desayunar.
  • ¿Tiene hambre?, yo no.
  • Ni yo tampoco.

Continuará.

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Gracias.