Memorias de un portero de noche (33)

Ya en casa volvimos a la vida normal o eso creíamos, en realidad mi vida dio un giro de 180º. En Santa Fe fui ambientándome y ampliando mi círculo de amistades.

Al llegar a casa nos sentíamos felices, el viaje fue muy feliz, bueno excepto la tormenta, aunque yo tampoco tenía queja, la cubana me alegró el trance, después de descansar salimos a cenar afuera, quería aprovechar las vacaciones hasta el último minuto.

Por la mañana fuimos a comprar a un mercadillo, la nevera, como era de esperar, estaba tan vacía que hacía eco, el mercado al aire libre estaba plagado de paradas con todas clases de artículos, desde frutas a ropas, además de plantas y cachivaches de cocina.

Estando mirando unas cortinas para nuestra habitación se nos acercó una gitana, llevaba un manojo de claveles y se los ofrecía a todos, sabía que los hombres éramos más facilones para comprar y nos agobiaba.

  • Payo, cómpreme unos claveles, que sólo me quedan estos.
  • No gracias, sólo vamos mirando...
  • Pero eso no tiene nada que ver, ¡cómprele claveles a su mujer, que es muy guapa!
  • Gracias pero vamos de paso, no sabría…
  • ¿Pero no ve el churumbel (niño) tan guapo que le va a dar tu mujer?
  • ¿Qué churumbel? Yo no tengo hijos.
  • Eso no lo sé pero su mujer está esperando uno, además será un niño precioso.
  • Vaya, lo que tiene que decir para vender los claveles.
  • No, nada de eso, los claveles son lo de menos, si sabré yo cuando una mujer está embarazada…
  • De eso nada, mi mujer no está…
  • Que sí, se lo digo yo, su mujer está preñada, de no hace mucho, ¡tome este clavel, se lo regalo yo, para que vea!
  • Lo que hay que oír, venga deme todos los claveles, por no oírla…
  • Tome señorito, acuérdese cuando lo tenga en sus brazos, cuando le coja su dedo y lo mire, se acordará de mí.

Andrea nos miraba divertidos, al final la gitana había ganado la batalla y me vendió los claveles, con toda ceremonia se los entregué a mi mujer delante de la gitana y ésta se fue contenta, no sin hacerle una señal a Andrea frotándose la tripa.  Nos reímos los dos cuando la mujer se perdió entre la multitud, aunque al poco rato la vimos a lo lejos con otro ramo de claveles igual, intentando convencer a otro hombre.

Una vez ya organizada la casa y después de sacar la ropa de la maleta y colgarla en los armarios, nos sentamos en el sofá comentando las incidencias del crucero, sentimos no haber podido visitar Venecia como se merecía, pero la lluvia lo trastocó, también la tormenta en el mar, comentamos las veladas en el baile.

No hicimos mención de mi “excursión” por la cubierta con Susi, la escena de la película en la proa del barco estuvo ideal y más todavía la follada que tuvimos escondidos en el molinete del ancla, Andrea no me hizo ninguna alusión a esto y yo tampoco le pregunté sobre su “hasta” la popa con Daniel.  Tampoco le comenté nada sobre la mancha de semen que lucía su vestido en la noche en cuestión.

Estos “detalles” los dimos por buenos en el viaje y para corroborarlo allí mismo en el sofá se sentó sobre mis rodillas y me ofreció sus tetas, se las comí ávidamente, hasta que bajó y se arrodilló delante de mí, me bajó los pantalones y me comió la polla, no se conformó con eso pues volvió a subir sobre mis muslos y se sentó con cuidado en mi verga empinada hasta hundirla en su coño.

Hasta la hora de cenar estuvimos follando a ratos, cuando descansábamos hablábamos y nos reíamos como dos jóvenes recordando a la gitana.

  • Jajaja, no se me olvida la dichosa gitana, era una buena vendedora.
  • Y que lo digas, hasta sacó el truco de la embarazada.
  • Jajaja, menos mal que yo ya…
  • Mmm, eso no lo digas porque méritos para eso si que haces.
  • ¿Quieres decir que follamos mucho?
  • Mucho y bien.
  • ¿Tú pensaste por un momento que fuera verdad?
  • ¿El qué?
  • ¿Qué va a ser?  Que estuviera embarazada de verdad…
  • Jajaja, ni por un momento, ya no tengo edad para esas cosas ¿me imaginas a mí empujando un cochecito de bebé?  Jajaja.
  • Tampoco eres tan mayor…
  • ¡Vaya que no, parecería su abuelo en vez de su padre!
  • ¡No digas tonterías, si pareces un mozalbete!, por lo menos en esto…
  • ¿Te refieres a esto?

Andrea entre bromas me cogió la polla que descansaba enterrada entre las piernas y la puso de pié, pero se tumbó pesadamente, no se dio por vendida, agachó la cabeza y se la metió en la boca, sentí su lengua meterse entre el capullo y el prepucio y al momento la tenía dura como un rato antes.

Esta vez fue ella la que se puso de rodillas en el canto del asiento y yo entre risas me tuve que levantar y empotrarla contra el respaldo.  A las risas le siguieron los gemidos y luego los bufidos míos, se corrió y yo aunque tardé bastante más, también me vacié en su coño.

Al día siguiente lo pasamos tranquilos, salimos por la tarde a pasear por tierra firme, sentíamos placer en pisar fuerte, sin vibraciones en los pies y luego volvimos pronto para cenar, las vacaciones se habían acabado y esa noche ya tenía que reincorporarme a la portería.

Martina me recibió con dos besos de antología, me felicitó por lo bien que lo pasamos y me comentó las pocas novedades que hubieron, estuvimos un rato comentando, ella parecía no tener prisa y lo agradecí, mi compañera era una mujer que hablaba con los ojos y su sonrisa enamoraba sólo de verla, le conté lo de la gitana y se rió conmigo.

  • Puedes estar tranquilo, a ti ya no te cazan, no te veo con un crío llorando a rastras para llevarlo al colegio, jajaja.
  • Eso le dije yo a Andrea.
  • ¿Y qué opina ella?
  • Se rió más que yo, dice que ya no sirve, jajaja.
  • A ver si son excusas y seas tú el que no sirve…

Martina entre risas alargó la mano para cogerme la polla remarcando su frase pero al acordarse de que yo estaba comprometido se contuvo a punto de agarrármela.  Me di cuenta de la cara que puso al frenar en seco, no quise desilusionarla, le cogí la mano y la llevé a mi bragueta que ya presentaba un bulto más que respetable.

  • No te preocupes Martina, de momento todavía “sirvo” y a propósito…  esto que tienes en la mano todavía no lo has probado como debe ser y yo cumplo mis promesas.
  • ¿De verdad, puedo tener esperanzas todavía?
  • Claro mujer, lo cortés no quita lo valiente.
  • Pero Andrea…
  • No te preocupes, le expliqué mi “carácter” y lo ha comprendido bastante bien.
  • Eso lo dirá con la boca pequeña.
  • Nooo, lo hemos demostrado, no te preocupes.
  • No sé si creerte.

No se lo creería, pero mientras hablábamos no me soltó la verga, que entre sus dedos fue creciendo hasta hacerle notar las venas hinchadas, yo para convencerla llevé mi mano entre sus piernas y le tiré del camal elástico de sus bragas para demostrarle que sabía a dónde dirigirme en el futuro.  Cuando ya se iba se volvió y me dijo.

  • ¡Ah se me olvidaba!, el otro día vino una chica, era una estudiante francesa, preguntaba si sabía de algún piso para alquilar, pensé en ti, bueno en Andrea, a lo mejor le interesaría alquilar el suyo, como ahora vive contigo…
  • No sé qué pensará ella, es cosa suya pero se lo diré, gracias.

A la mañana siguiente cuando llegué a casa lo primero que hice fue asomarme a la habitación, no encontré a mi mujer pero oí que estaba en el baño, cuando me asomé la encontré de rodillas intentando devolver, al momento me acordé de la gitana y me recorrió un escalofrío por la espalda.

La levanté y le toqué la frente con la mano, ella me miró agradecida, me acordé de Susi en situación parecida, también recordé las tetas de la joven al agacharse Andrea, dejándolas ver colgando, por un momento olvidé la mala cara que tenía pero enseguida reaccioné y la llevé a la cama.

Para que se distrajera un poco le conté algunas cosas del trabajo y del recibimiento de Martina, obvié lo de la agarrada de polla, que fue cosa mía pero le conté lo de la posibilidad de alquilar su piso.

Nunca hablé del tema económico, lo cierto es que no soy muy de pensar en eso, con tener lo suficiente para comer y vivir me basta, pero en mi caso no era así del todo, aunque más adelante lo ampliaré puedo decir que en tiempos hice inversiones, muy bien aconsejadas por Sofía, la hija de Stablos.

Me fiaba totalmente de ella, era economista y a su padre también le invirtió en cosas que yo no me enteré claramente pero el caso es que daban buenos dividendos, creo que las inversiones estaban en Suiza, aunque no lo tengo muy claro pues ella sabía en cada momento adonde producían más beneficios.

Se lo conté a Andrea para demostrarle que yo no quería ni necesitaba que ella se ocupara de aportar dinero a la pareja pero insistió para contribuir porque así se sentía más tranquila.  A mí no me importó pero le dejé bien claro que yo no influiría en nada, aunque la apoyaría en todo.


En el tiempo que estuve en Santa Fe aprendí mucho de la convivencia y sobre todo al ser con mujeres, con sus peculiaridades, Elena era una belleza de mujer, una mujer de bandera como se suele decir y ella lo sabía y lo disfrutaba, no solía traer a nadie a casa, a mi me resultaba inaudito pues sabía que le gustaba mucho divertirse, de hecho muchas noches o mañanas, venía con signos de haber dormido poco o no haber dormido, imaginaba que lo había pasado bien y el hombre que la acompañara todavía mejor.

Carol era diferente, era más joven que Elena pero con otros gustos, era más de grupo de amigos, le gustaba ir con varios chicos y chicas, hacer sus fiestas y pasarlo bien sin más complicaciones.

Desde mi habitación podía oír a la dos, los tabiques me “contaban” cosas como si fueran transparentes, muchas noches la oía a Elena, tenía varios juguetes que, en las noches en que se sentía caliente no paraban de zumbar, los gemidos y jadeos me ponían a mil pensando qué estaría haciendo y adónde se estaría metiendo alguna de aquellas maquinas infernales.  En cambio Carol era más discreta, también se masturbaba y no poco pero sus orgasmos eran… más delicados, más callados, apenas un leve suspiro o un gemido casi inaudible.

Cuando una de las dos se ponía caliente yo las escuchaba poniendo un vaso en la pared y oyéndolas me hacía unas pajas de antología.  Estaba deseando poder compartir aquellos coños en la mejor ocasión pero no se daba y no quería forzar la confianza de ambas.

Aquella semana no había dejado de llover en todo los días pero fue el sábado precisamente cuando ya desde la mañana cayó un torrente de agua que desbarató los planes de ambas, Elena había quedado con un fornido bombero que tuvo que volver al cuartel reclamado por las urgencias que surgían y Carol quedó para ir al cine con unos amigos y también se le anuló el plan.

Me iluminó una luz en la cabeza cuando las oí, bajé a la tienda que había tres puertas más abajo y compré unas bolsas de palomitas de maíz y unos botes de fernet con cola, iba empapado cuando subí y me cambié al pijama, me propuse ofrecerles algo para distraerlas, ya que no tenía ni una baraja para jugar a algo por lo menos veríamos alguna película y comeríamos palomitas hasta reventar.

Con la lluvia vino una tarde fría y destemplada, en el salón común preparé el televisor frente al sofá y las convencí para que viéramos una sesión de lo que nos quisieran poner, mientras fui a la cocina y en una sartén hice un bol grande de palomitas blancas con sal.

Estaban resignadas a aburrirse como ostras, pero saqué mi manta de la cama y la puse sobre nuestras piernas y sobre ella el bol de palomitas.  Todos nos pusimos cómodos para pasar la tarde y sentado entre las dos sujeté el bol para que ellas pudieran suministrarse.

Nunca me fijé en lo malas que pueden ser las películas que hacen en televisión, cambiábamos de cadena en cadena y cada vez eran peor.  Carol se aburría mucho y quiso volver a su cuarto y dormir una siesta de pijama, la convencimos y seguimos viendo la película.

Elena estaba sentada a mi derecha, y por lo tanto a Carol la tenía a mi izquierda, las tres manos acudían al bol de las palomitas por inercia, la película era en blanco y negro, en realidad era una película muy buena, de lo mejor en género negro, “El Tercer Hombre” ambientada en Viena en la época de la guerra fría.

De vez en cuando nos mirábamos y unos a otros nos consolábamos por el aburrimiento que nos aplastaba.  Al volverme hacia Elena me fijé que la camisa de algodón que llevaba tenía ahuecadas las solapas y por ellas se veía un buen trozo de carne morena, entre las dos tetas se perdía un abismo que prometía llegar hasta el fondo de su alma, una vez de tantas en las que me embelesé con la vista me miró y me sonrió condescendiente.

Carol no pudo resistir el aburrimiento y se recostó en su reposa brazos, dejó las piernas cruzadas a mi lado, cogió un almohadón y lo cruzó con los brazos sobre su cara para no ver luz y se durmió, Elena y yo seguimos viendo la película sin interés, en otro momento que volvió a pillarme mirando por su escote mal cerrado me sonrió con cierta ironía y al poco desabrochó un botón, ahora ya podía ver directamente sin bizquear y me animé a seguir mirando más descaradamente.

Las palomitas se fueron acabando y las dos manos hurgaban en el bol, cuando Elena iba a rebuscar me di por harto y retiré el bol hacia mis rodillas, la mano abierta de Elena bajó directa a lo que ella creía que era el bol y se encontró el bulto que debajo de la manta aparecía por resultado de mis miradas furtivas.

Rápidamente apartó la mano, pero la curiosidad pudo más que ella y apartó la manta para asegurarse de lo que creía haber tocado.  Sus ojos ya no eran de ironía, los abrió al ver la tela tirante del pantalón de pijama, pasó la mano como lo hubiera hecho por el lomo de un cachorro de gato y me miró preguntando si aquello era cierto.

  • ¿De verdad esto es todo tuyo?, ¡Y yo que estaba triste pensado en mi bombero!
  • No sé si será comparable a la de tu bombero pero esto es lo que hay.
  • Mmm, no te mentiré que mi chico tiene una buena “manguera” pero tú no pareces quedarte atrás, ¡déjame ver!
  • No tengo problema pero piensa que Carol está con nosotros.
  • No te preocupes, Carol duerme como un tronco.
  • No sé yo… parece que estudia demasiado…
  • ¡Ooooh, que tienes aquí, está chévere!

Elena soltó el botón que me forzaba la polla doblándola inmisericorde que saltó hacia arriba al notarse libre.  La miré como quien hizo una travesura señalando a Carol, ella me tranquilizó haciéndome mirarla, la hermana de Magda seguía con su almohadón pero al tener los brazos sobre la cabeza tenía la camiseta subida, tanto que asomaba el nacimiento de sus tetas.

Elena notó en su mano el efecto que me produjo, ya sin temor, cogió la verga y la despejó de piel, lo hizo varias veces y se acercó a mí, pasé mi brazo por su hombro y “casualmente” mi mano cayó sobre su pecho derecho, mis dedos apartaron a solapa de su camisa y descendieron buscando el pezón.

Mucho antes de llegar noté la aspereza de la areola que era exageradamente ancha, la rodeé y al llegar a su parte baja noté en la palma de mi mano la presión del pezón que pugnaba por salir.

Ninguno de los dos siguió interesándose por el final de la película, Elena se dedicó a frotar el capullo girándolo como si tuviera rosca, su cabeza fue resbalándose por mi pecho, su melena rizada azabache me cubrió la cara y sólo me quedó seguir aventurándome por sus tetas.

Al no poder ver hacia adelante miré a Carol, seguía durmiendo pero se había movido algo, ahora había estirado las piernas poniéndose más cómoda, dejé por un momento la teta de Elena, por si tenía que recomponerme pero seguí al ver que no hizo más que dejar una pierna pegada a mi culo y la otra caída en el suelo.

La cabeza de Elena fue bajando lentamente como si estuviera mirando por un microscopio, con el capullo casi en sus ojos, mi mano ya alcanzó su teta izquierda y pude comprobar que no hacía falta frotarle el pezón pues estaba tan duro como su gemelo, pero se levantó de improviso, creí que me había propasado con aquella belleza venezolana y quedé quieto, me miró con semblante cómplice y me señaló la polla, ¡le gustaba!

Saqué el culo hacia la orilla del asiento y me puse cómodo, Elena antes de volver a bajar la cabeza me señaló a Carol, ésta seguía con los brazos cruzados sobre el almohadón en su cabeza, con las tetas asomando por debajo de la camiseta y además dejando una vista ideal entre los camales de su pantalón corto.

Al ver la cara que puse Elena sonrió satisfecha, podía distinguir los labios del coño de la argentina, la leve tela dejaba pasar la suficiente luz para iluminar la raja que partía en dos sus muslos.  No quiso despreciar el afecto que me produjo en la polla y sin más inclinó la cabeza.  La sensación de calor húmedo que rodeó mi capullo me hizo suspirar por eso la empujé de la melena hasta notar su nariz en mis muslos.

La belleza se acomodó dejando que pudiera encontrar sus tetas con comodidad, con una mano las junté y presioné los pezones alternativamente, con la mano izquierda imprimía en su cabeza el movimiento que me gustaba hasta que ella lo mantuvo obediente.

No podía dejar de mirar la entrepierna de Carol, claramente se la veía desde el pubis hasta perderse entre las piernas, aventuré la mano hacia ella pasándola por la rodilla previniendo “malos entendidos”, no se movió y seguí subiendo por su muslo.

Elena siguió comiendo aquella polla vertical, lo hacía con una maestría diabólica, se paraba al llegar al capullo y rodeaba con la lengua hasta sentir mis palpitaciones, luego bajaba lentamente hasta tocar los huevos con los labios, aprisionaba la lengua contra su paladar, esperaba mis latidos y volvía a empezar.

Tiré de la camisa de Elena que salió de su minifalda, se estiró tumbada sobre el sofá apoyando sobre mí solamente su cabeza, ahora tenía las dos manos libres, a mi izquierda seguía tanteando con cuidado a Carol, ésta continuaba durmiendo pausadamente mientras que Elena se revolvía para que siguiera recorriendo su piel.

Cuando pude llegar a la orilla de su corta falda sólo tuve que tirar hacia arriba, hasta la cintura, los muslos morenos, torneados y duros me guiaron hasta a donde yo quería, fue una sensación rara, nunca lo habría esperado pero el sentir en una mano los labios carnosos de Elena, mojados y calientes y en la otra la fina línea que apenas se dejaba entreabrir, aquellos labios que acariciaba sin permiso hicieron que se atragantara.

Le atrapé el clítoris erecto, era grande, voluminoso y carnoso, parecía un micro pene pues hasta le notaba el pequeño prepucio, mientras que el de Carol era apenas una protuberancia arrugada que se escondía temerosa.

Mis dedos se perdieron en la holgada vagina de la venezolana, que levantó las caderas para que los metiera lo más hondo que pudiera, lo hice hasta no poder más y rellené con todos los dedos que pude.

Cuando pasé el dedo entre la abertura de Carol, sentí su clítoris despegarse de sus labios, esto me asustó, pues subió la pierna que le colgaba al suelo y la puso sobre el asiento a mi lado, pegó juntas las palmas de los pies y separó las rodillas hasta dejarlas horizontales.

¡Ahora sí! , ahora sus labios se abrieron dejando el clítoris abandonado en el centro de ellos, sin protección y a merced de mis acaricias, fui con mucho cuidado, mientras mi mano derecha se hundía en el coño de Elena la izquierda iba con “pies de plomo” para no despertarla.

La cabeza de Elena subía y bajaba sobre mi cada vez más deprisa, mi mano se humedecía con sus jugos, sacaba los dedos impregnados de espuma blanca que contrastaba con su piel todavía más morena pese ir completamente depilada.

Carol me raspaba las yemas de los dedos, su vello apenas de un milímetro me guiaba desde el pubis por el canto de los labios a su agujero, probé varias veces, rodeé con cuidado antes de presionar con el dedo medio para ir metiéndolo despacio.

Mi mano derecha ya chapoteaba en el coño de Elena, sus jugos resbalaban hasta perderse entre sus nalgas, yo intentaba recogerlos y volverlos a meter en su vagina pero era imposible retener aquella riada, cuando pude llegar hasta lo más lejano noté que se detenía, ya no mamaba la polla, quedó paralizada y al momento comprendí el porqué, fue una explosión en su cuerpo, una descarga recorrió desde su pelo a los pies, levantó las piernas y mi dedo se perdió entre la humedad por el orificio negro y áspero que se contraía.

No lo saqué, al revés, metí el pulgar y Elena plantó los pies en el asiento y levantó el culo hasta arriba.  Todos mis dedos estaban en su interior, los movía con prisa para que no perdiera tensión, se estaba corriendo como una perra entre mis dedos al mismo tiempo que me chupaba la polla con desespero.

Carol no se movía, lo único que hizo fue juntar las rodillas un momento para volverlas a separar como antes.  Apenas noté algo de humedad cuando me aventuré con otro dedo, en contra de lo que esperaba lo metí sin ningún efecto en el coño de Carol, sólo al meter el tercero me di cuenta de que debajo de su camiseta se le marcaban los pezones en unas puntas separadas.

Elena no pudo aguantar más, se incorporó y se sentó sobre mí dándome la espalda, vi cómo se sentaba despacio hasta notar mi capullo entre sus labios menores y bajaba de golpe.  Temí que su gemido despertara a Carol, ésta seguía durmiendo debajo del almohadón con la respiración algo agitada.

Elena saltaba apoyando las manos en mis rodillas, yo le sujetaba las tetas con mi única mano libre, eran dos peras redondas y juntas que se bamboleaban a los lados a la par.  Las notaba ir y venir alocadamente, caían pesadas cuando ella se clavaba mi polla sin miedo, gemía y jadeaba como herida pero seguía sin parar.

Me asusté cuando Carol cerró las piernas de golpe, me cogió el brazo prisionero por lo que me mantuve quieto, no tuvo mayor efecto pero duró varios minutos, sus brazos no se movieron, su respiración siguió un poco agitada pero nada escandaloso, cuando aflojó las rodillas mi mano estaba mojada de blanco pero ella seguía durmiendo.

Elena se recostó hacia atrás, apoyó su cabeza en mi pecho y volvió la cara hacia la mía, la fui besando desde la nuca hasta la mejilla, casi me trago el pendiente que lamí y al llegar a sus labios pintados de rojo le mordí el inferior, noté su lengua en la mía y luego le dije al oído.

  • ¡Elena, si no quieres que te llene de leche levántate!
  • ¡Ni muerta!
  • ¡Me corro Elena!
  • Ya tardas, no sé como lo haces, pero me corrí dos veces antes, casi me muero de gusto.
  • Siento no ser el bombero.
  • ¡Na guara, serás templao!, no sabes lo que dices, estoy que no me puedo agachar, me tienes empalada, mira que tuyuyo me sale en la panza.
  • No será para tanto.
  • Si se enteraran mis panas de la universidad tendrías una docena de ellas a punto de darles un soponcio por ti.
  • ¡Elena, no te olvides de lo que te dije, te voy a llenar de leche!
  • No, eso no, no quiero volver a San Felipe con un bombo.
  • Entonces levanta y salte, tengo una idea.

Le puse la mano en la boca porque supuse que mi idea no le iba parecer chévere, pero cuando lo hizo mi polla ya empezaba a manar leche, así que la cogí de la cintura y la senté obligando a que mi polla hiciera dos cosas al mismo tiempo, lubricar y dilatar aquel culo tan orondo.  Hice bien en taponarle aquella boca tan sensual porque de ella salieron insultos que no pude comprender, debían ser típicos de la región venezolana de Yaracuy.

Cuando me escurrí completamente dentro de ella la dejé levantarse, hacía cara de arrecha pero cuando sintió que me había salido se volvió para ver mi polla y volvió a sentarse sin importarle su agujero maltrecho.

Elena movía el culo con fuerza, apretaba mi polla con su esfínter y me producía un placer brutal, sobre la marcha volvió a endurecerme la verga hasta el máximo y lo agradeció sentándose haciendo círculos, le puso todo su ardor y en pocos minutos se volvió a correr entre gemidos sin sordina.

Me preocupé de que se despertara Carol pero la argentina se había girado en posición fetal, y dormía feliz abrazada al almohadón. Elena con sus músculos pelvianos me masajeó la polla en su culo hasta hacerme eyacular otra vez, cuando notó que flojeaba se levantó, me miró, me lanzó un beso al aire y salió con dirección a la ducha moviendo las nalgas provocativamente.

Quedé sentado con la polla a un lado de la pierna, mojada, roja y brillante, a mi lado Carol seguía dormida de lado, sus tetas asomaban por debajo de la camiseta subida hasta el cuello, miré mi verga y pensé que Carol merecía lo mejor y en ese momento no podía ofrecérselo.

Apagué el televisor y estuve pensando en que empezaba una nueva singladura, el taller de televisión, procuraría aprender todo lo que supiera el profesor, pondría en marcha la furgoneta, trabajaría duro aprovechando las oportunidades que se me presentaban y sobre todo estudiaría con interés, me haría un futuro, de eso estaba seguro, el lunes empezaba mi nueva historia.


En casa llevábamos la vida lo mejor que podíamos, Andrea las mañanas las pasaba regular, acordamos que sería conveniente pedir cita al médico para que le recetara algo para aquellos mareos que le duraban desde que desembarcamos, yo sabía que después de una experiencia así quedaba una “resaca” fuerte pero aquello se pasaba de la raya.

Una mañana después de volver del trabajo me duché y cuando salí ya tenía preparado el almuerzo, Andrea sabía que para mí el almuerzo de media mañana era la mejor satisfacción culinaria.  Estaba a mitad cuando sonó el teléfono, normalmente siempre me llamaban a mí porque a ella no la conocía casi nadie o eso pensé, al estar yo ocupado fue ella la que cogió la llamada.

  • ¿Si, quién es?
  • Jajaja.
  • ¡Diga!  ¿Quién es?
  • ¡Andrea!, ¿qué, no me conoces?, soy Susi.
  • ¡Hola Susi, cuanto me alegro de oírte!, precisamente el otro día comenté con Josu, cómo os iría en el nuevo estado.
  • ¿Estado?, jajaja, ¡pues lo habéis acertado, sí, estoy en estado, en estado de buena esperanza, estoy embarazada, preñada, sííí!, jajaja
  • ¡No digas!, enhorabuena, ¿desde cuándo?
  • Desde ahora mismo, vengo de la farmacia de comprarme un Predictor, me hice la prueba y me da POSITIVO, jajaja.
  • Pues Daniel estará encantado, me imagino que más feliz que una perdiz, jajaja.
  • No lo sabe aún, se lo diré pasado mañana que es nuestro aniversario de novios.
  • Espero que sea un día especial, jajaja, ten cuidado al celebrarlo, no te preñe otra vez, jajaja.
  • No, jajaja, ya voy servida, bueno te dejo, dale muchos recuerdo a Josu, dile que me acuerdo mucho de él, es muy especial para mí y tú también, claro, jajaja, adiós Andrea.
  • Adiós, guapa, me alegro mucho de la noticia.

Mi chica estaba pletórica contándome la noticia, era una felicidad que la pareja hubiera empezado con buen pié, los comienzos fueron malos pero gracias a nosotros, especialmente a mí la cosa se enderezó, ahora iba a ser mamá y Daniel sería el papá más feliz del mundo.

Me alegré mucho por ellos, era una pareja joven, que se querían mucho, con todo el porvenir por delante y a esa edad se puede llevar todo, un bebé es una responsabilidad muy grande, siempre pensé que yo no estaba capacitado para asumir esa tarea, respiré aliviado al saberme excluido de esa carga.

De pronto algo me sacudió el cerebro, mi “demonio” particular me metió un mal pensamiento, como una ráfaga, en mi cabeza me hice a la idea de que yo ya era un veterano, que había luchado en mil lides y siempre salí victorioso, en cambio un chico joven, apenas un mozalbete, con su vigor había preñado de primeras a su mujer, me llegó un mal presagio… ¿tendría razón la gitana?, y lo peor, ¿sería mío el niño que llevaba adentro, o… de Daniel?

Maquinalmente fui al armario de mi mujer, busqué el vestido que llevaba en el baile del crucero, lo primero que vi fue el círculo acartonado de la mancha de semen, me lo puse sobre mí para calcular el lugar y no fallé, estaba precisamente delante del coño de Andrea.

A partir de ahí una nube de preguntas me envolvieron, ¿la habría follado como yo hice con su mujer, pero con más tino? ¿Me habría castigado el destino de una vez por todas?  Nunca fui un santo pero así de sopetón…

Al oír los pasos de Andrea colgué el vestido en su sitio, no sin antes oler la mancha para asegurarme, no olía igual que mi leche pero indudablemente era semen y muy espeso, cerré el armario justamente cuando Andrea iba a entrar y disimulé “alabando” la puntería de Daniel.

Apenas pasaron tres días cuando recibimos otra llamada, era de Susi otra vez pero muy distinta a la anterior.

  • ¡Hola Susi, qué alegría que me llames otra vez!
  • ¡Buuuua…!
  • ¿Qué pasa Susi, no te comprendo? -Se la escuchaba llorar a través del teléfono- Por favor Susi, háblame, dime lo que te pasa.
  • ¡Un desastre, no te lo puedes imaginar!… ¡buuuuaaa!
  • A ver, tranquilízate, dime lo que sea.
  • Mi marido, Daniel se ha ido de casa.
  • ¿Cómo que se ha ido de casa, es que no le dijiste lo del bebé?
  • ¡Síííí, por eso!
  • Cada vez te entiendo menos ¿qué pasó?
  • Cuando se lo dije se alegró, snif.  Luego fuimos a su casa, cuando se lo dijimos a sus padres se enfadaron mucho, yo no sabía por qué, ni él tampoco hasta que nos contaron una historia que no sabíamos.
  • ¿Historia, cual?
  • Su madre contó que desde pequeño sufre unos problemas de tiroides, como prevención le hicieron un examen de espermatozoides y… snif, es infértil snif, ¡INFERTIL, BUAAAA!
  • ¿QUIERES DECIR QUE…?
  • No sé qué pensar.
  • Pues tú sabrás, a no ser que…
  • No lo sé Andrea, no estuve con nadie más.
  • Perdona Susi, me he quedado atónita, de todas formas no te preocupes, tu marido volverá.
  • No, su familia es muy creyente y quieren anular mi matrimonio, él va a volver al Seminario, ¡buaaaa!
  • No será para tanto y… ¿tus padres que dicen?
  • Mis padres peor, dicen que no lo tenga y que me olvide.
  • No, eso nunca, no lo pienses siquiera, ya pensaremos en algo, te dejo, que tengo la comida en el fuego.

Lo de la comida era mentira, era que las piernas no la sostenían en pie, yo estaba oyéndola al lado de Andrea y no podía pensar, el destino me estaba gastando una broma macabra, si Daniel era infértil… ¡Dios, que desastre! , en mi vida me preocupé, salvo algún caso, de la posibilidad de que mi polla pudiera producir esa consecuencia, a todas las follé sin pensar en las consecuencias, a otras les llené el culo de leche para evitar algo así, pero con la mayoría no lo hice y nunca tuve problemas pero ahora…

Continuará

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Gracias.