Memorias de un portero de noche (31)

El Jefe se ofreció a enseñarme a conducir, mi torpeza me obligó a confesar mi traición pero me sorprendió con sus argumentos. En el mar embravecido tuve que cuidar a todos los que pude.

El Jefe se lució como nunca, nos llevó a un buen restaurante cerca del río, disfrutó viéndome comer la “Boga al hierro” , yo tenía la intención de pedir una milanesa, ya la había comido en otra ocasión y me encantó, pero el Jefe me quitó la idea y quiso que probara un plato típico de Entre Ríos, no me arrepentí pues el pescado estaba exquisito y además de aquel plato pidió una selección de especialidades.  Magda estaba orgullosa de su marido, éste no escatimó en precio, estaba exultante de contento porque encontró la avería del coche y la reparó él mismo, su “prurito” de buen mecánico estaba demostrado.

Magda se vistió bastante elegante para salir, yo también me había duchado para quitarme el olor a pintura, el jefe parecía otro y luego de cenar paseamos por la orilla del río, su hija había prolongado su estancia en casa de su amiga, Malena insistió para que se quedara a dormir allí y ella no tuvo ningún inconveniente, yo la comprendí de sobras.

Con Magda en el medio de los dos fuimos paseando por la vereda, la noche era especial, la luna se reflejaba en el Paraná y la brisa recorría la llanura, el Jefe estuvo aconsejándome sobre lo que debía hacer en el futuro, Magda se unió a él y me recomendaron que me sacara el permiso de conducir entre otras muchas cosas.

  • Osvaldo, estaba pensando en que podrías enseñarle a Josu a conducir el coche, estoy segura que no te lo estropeará, ya sé la estima que le tienes, pero Josu es muy hábil, así cuando vaya a la academia en Santa Fe le resultará más barato y más fácil el examen.
  • Bueno yo…
  • Sí Josu, debes pensar en el futuro, ya no eres un niño y la vida te llevará por caminos que ahora desconoces.
  • Mi mujer tiene razón, allá a donde vayas te vendrá bien tener el permiso de conducir, cuanto más preparado estés, mejor, ¿quién sabe para qué te puede servir?, a lo mejor tienes la ocasión de comprarte un coche o una moto, te daría libertad y podrías venir a visitarnos, a nosotros siempre nos encantará verte.
  • No es tan difícil, durante la ausencia de Osvaldo lo saco yo para hacer la compra y me viene muy bien y si me lo deja a mí… jajaja.
  • Nooo, no me tildes de machista, lo que ocurre que mi coche es, ¿cómo te diría?, como mi hijo, jajaja, pero puedes disponer de él como quieras, está decidido, hasta que te vayas podemos dar unas vueltas, buscaremos una explanada desierta y te enseñaré bien a conducir, porque en las escuelas sólo te enseñan a aprobar.
  • Gracias, nunca os estaré bastante agradecido, me gustaría abrazaros, no imagináis lo que siento marcharme.

Allí mismo en medio del paseo los abracé a los dos, hacían una buena pareja, yo estaba emocionado y ellos también, a partir de aquel día estuve ayudándoles en todo, aprovechamos para sacar todo del garaje y pintarlo también, me ayudó Osvaldo mientras Magda nos aconsejaba cómo hacerlo mejor.

Curiosamente Magda no volvió a insinuarme nada respecto al día que pintamos las habitaciones, comprendí que cumplió su fantasía y yo cumplí mi promesa de “una sola vez” , fue un caso aislado, lo mejor que quedó además del recuerdo fue una mayor amistad, complicidad y integración familiar, con su hija me pasó algo parecido, éramos como hermanos de verdad, yo sabía de su “amistad” especial con su amiga pero estaba contento porque recordaba que en un principio, recién llegado, me trató con mucha “confianza”, aunque no volvimos a repetirlo.

Las veces que estábamos solos Magda y yo nos tratábamos con total confianza, nos gastábamos bromas pero ya sin doble intención, la naturalidad reinaba en aquella casa y me sentía feliz.

El primer día que salimos con el coche, el Jefe me explicó con el capó abierto las diferentes partes del motor, yo ya iba adelantado pues en el barco sabía más o menos cómo funcionaba un motor y aquel me pareció una miniatura pero básicamente era lo mismo, luego en el interior ya fue diferente, los diferentes botones no fueron problema, pues ya los había visto muchas veces pero el tema del cambio de marchas, con el embrague y demás me pareció otro cantar y sobre todo, el miedo a “calar” el motor.

Aunque me explicó que el calarse no tenía importancia y que hasta a los más avezados podía pasarle me propuse que lo evitaría lo más posible.

Ya en la calle, me demostró la “facilidad” de conducir, el Jefe era un experto, no se notaba los cambio de velocidad y parecía andar sobre una nube, estuvimos recorriendo las calles lo más tranquilas posible hasta llegar a las afueras.

Cuando pasamos por la Avenida Larramendi, una calle sin apenas circulación, paró al lado de unos silos, eran unos depósitos inmensos, posiblemente de grano o pienso pues por allí no se veía mucha actividad industrial, había un descampado que estaba habilitado como un campo de fútbol, por lo menos tenía unas porterías, sin redes, claro.

Cuando bajó del coche y me “invitó” a ocupar su sitio me dieron las “temblores de la muerte”

Al arrancar el motor me acordé de Magda, cuando ella lo hizo para comprobar los ruidos, tenía tanto miedo como yo, aunque ella lo superó con su pie izquierdo en mi bragueta.

¡La primera en la frente!, calada y mirada al jefe, éste me sonrió paciente y puso punto muerto, a partir de ese momento ya más tranquilo fui moviendo el coche por el campo solitario. Primero fueron vueltas y más vueltas, luego  salimos a la calle y fui girando por las calles desiertas, las pocas casas que había eran la mayoría almacenes deshabitados y coches no se veía más que alguna furgoneta y vieja.

Al comprobar que ya no se me calaba me dijo que volviera al “campito”, entre los dos palos de la portería me propuso que maniobrara para aparcar, me explicó la maniobra y lo hice o por lo menos lo intenté, al hacer marcha atrás, le di pequeño un golpe en el parachoques, me puse nervioso y aceleré, adelanté y golpeé en el palo que tenía enfrente.

Vi la cara que hizo el Jefe y pensé que me mataba allí mismo, me abracé al volante y esperé que me diera un golpe en la nuca como a los conejos, había golpeado a su coche, su “niña bonita”.

  • Anda, baja, vamos a ver lo que hiciste.
  • Lo siento Jefe, no me lo perdonaré nunca, le pagaré la reparación.
  • Primero veamos lo que pasó.

Bajamos y miramos los parachoques, el de atrás apenas tenía una marca del poste de la portería pero en el frontal se había abollado un poco la calandra del motor.

  • ¡Por Dios Josu!, ¿cómo te ha pasado esto?
  • No lo sé Jefe, ya ve que iba bien, pero al tocar el de atrás me puse nervioso y solté el embrague de golpe hacia adelante y…
  • Ya lo veo, ya, es el primer golpe que recibe mi coche.
  • Lo siento muchísimo, no debió confiar conmigo, soy muy torpe.
  • Eso no lo digas, yo confío mucho en ti, ya lo sabes.

De pronto se me representó todo lo vivido, al oír que se “fiaba de mí” ya no pude aguantar más y empecé a llorar como un crío, él me puso la mano en el hombro y me llevó a un banco de piedra.

  • No pasa nada Josu, todo se arregla, todo menos la muerte, tranquilízate, no te he visto llorar nunca y menos por algo de tan poca importancia.
  • No Jefe, ahora no lloro por el coche, que también lo siento, lloro de rabia, me he portado muy mal con usted, no merezco que me hable ni mucho menos que me tenga en su casa, soy un traidor, un cobarde, una mala persona, ya no puedo más guardar silencio, lo miro y no puedo perdonarme.
  • A ver Josu, me estás preocupando, ¿qué te pasa?, creo que no nos hemos portado mal contigo, yo tampoco tengo queja de ti.
  • Eso lo dice porque no sabe a qué me refiero…
  • Vale, tranquilízate y cuenta.

Le conté lo que pasó con Magda, los jueguecitos, y que al final, con la tensión concentrada la situación derivó en la follada del día de la pintura.  Él quedó mirando al cielo, estaba serio y yo miraba al suelo, me veía muerto pero sobre todo avergonzado, sólo deseaba salir corriendo y tirarme al Paraná.

  • ¿Sabes una cosa Josu?...  Ya lo sabía, lo sabía todo.
  • Co…  ¿Cómo qué ya lo sabía?
  • Sí y si vamos a hacernos confidencias, yo también tengo que hacerte unas cuantas.
  • ¡Por Dios jefe, máteme ya de una vez!
  • No, Josu no, no mato a nadie, te contaré lo que pasó… la vida en una pareja y más en un matrimonio no siempre es fácil, Magda y yo se puede decir que somos felices pero… a nuestra manera, las largas temporadas que pasé embarcado han minado nuestra relación, cuando lo hice la última vez estábamos muy mal, a punto de separarnos.
  • ¿De verdad?
  • Sí, mi mujer es muy fogosa y para ella las largas temporadas sin mí se le hacen insoportables, no quería que me fuera pero yo insistí, discutimos muchas veces y hasta amenazó con dejarme, en realidad nos queremos pero el estar tanto tiempo separado en el mar lo destruye todo.
  • No lo sabía.
  • En una de la últimas broncas me amenazó con buscarse otro, yo me puse como un animal y al final, acordamos una última prueba, los dos juramos que seríamos fieles hasta que volviera del viaje, cuando vine me aseguró que ella lo había cumplido pero yo no lo hice, ya sabes, en Cartagena de Indias mismo y en otras muchas ocasiones que no sabes, me sentí mal, también rompí mi juramento.
  • Uff.
  • Después del primer día en que cogimos como locos, Magda me dijo que no quería saber nada más de mí, a lo mejor nos oíste.
  • Sí, fue inevitable no hacerlo.
  • Pero después hablamos, me reprochó mi deslealtad y me dijo que se vengaría con la misma moneda.  Yo sabía que en aquel momento lo decía para machacarme y ella seguro que también lo pensaba así, pero te conoció, de pronto le cambiaron los esquemas, ya no tenía ansia de venganza hacia mí, se sentía atraída por tu juventud, por tu soltura y se le fue de la cabeza su promesa, en los siguientes días volvimos a coger como antes, la vi más tranquila y me alegré.
  • Joder Jefe…
  • A mí me gustaba que estuviera más alegre, me demostraba que me seguía aceptando, en ti reencontraba su juventud perdida en mis ausencias y por eso jugaba contigo, yo conociéndote, valoro lo que hiciste, te contuviste y aguantaste carros y carretas, todo esto me lo contó todo, hasta me contó, al volver de Diamante, que habían cogido.
  • Madre mía, Jefe.
  • Conociéndola sé que tuvo muchas dudas y aguantó lo indecible pero te convertiste en una obsesión y lo comprendo.
  • Pero Jefe…
  • Ahora pensarás que no debí consentirlo pero muchas veces hay que valorar más el amor que otras cosas puntuales, en la vida real no es como en el tango “la maté porque era mía”, mi mujer me ama con locura y yo a ella, cuando me lo confesó me aseguró que sólo lo hizo una vez y lo cumplió y eso también te lo tengo que agradecer, te conozco y sé que podías haber intentado y conseguido lo que hubieras querido de proponértelo, por eso soy yo el que también te traicioné, te hemos usado de chivo expiatorio, lo siento de verdad pero luego pensé que eras la mejor persona que podía encontrar y que lo entenderías, ahora me arrepiento, eres una buena persona y no puedo tener en cuenta ese “desliz”.
  • Yo…
  • Sí, tú, juraste que sólo lo harías una vez y lo cumpliste, ella consiguió su fantasía, me lo dijo y quedó saciada, no sé si también cumpliría en su interior su “promesa de revancha” pero lo cierto es que nos queremos más que antes, sin resquemores por ninguna parte.
  • No sé qué decir, estoy seguro de que no tuvo ninguna intención de vengarse, dudó hasta el último momento, me alegra que se lo haya tomado así, no podía dormir, aunque hay más…
  • ¿Sí?, no me digas…
  • Sí… ¿recuerda la advertencia que me hizo cuando vine, respecto a su hija Gisela?
  • Claro, te dije que no te acercaras… jajaja.
  • No me río, tampoco me porté bien.
  • Ese caso es diferente, mi hija es muy joven y conociéndote…
  • Sí pero debí hacerle caso.
  • Bueno, en realidad casi lo hiciste ¿no?
  • ¿Por qué dice… casi?
  • En el caso de Gisela la cosa es distinta, mi hija es aún demasiado joven, pero tiene un desarrollo muy adelantado, la pubertad le llegó mucho antes de lo normal, muchísimo antes y lo malo es que no tiene una sexualidad definida o por lo menos todavía no.
  • ¿Es que sabe algo?
  • Sí, también lo sé todo, Malena se lo comentó a Magda, una noche las pilló en su casa, estaban desnudas en la cama de su habitación haciendo un 69, las dos se comían las vaginas como en una película porno, se enfadó mucho y las hizo confesar, le contaron todo, las dos también tienen sus dudas, no tienen claro si son hetero, homo o bisexuales, a Gisela le gustaste cuando te vio la primera vez, eras un chico, estabas en su casa y nosotros estábamos cogiendo duro en nuestra habitación, la mezcla fue explosiva y ella quiso saber cómo era estar con un chico, estaba dispuesta a que la desvirgaras y la cogieras para sentir una pija.  Gisela tiene buen gusto, pero cuando tú la frenaste ella se refugió en los brazos de Ylenia y encontró el calor de una mujer, todavía sigue entre dos aguas, Magda y yo esperamos que se incline por los chicos, pero… ya decidirá, el que se coman los coños es un detalle sin mucha importancia, luego puede cambiar o… no.
  • Madre de todos los Santos, y yo rompiéndome la cabeza… de todas formas yo no me porté bien.
  • Bah, no pienses más, las cosas se hacen por bien, pueden parecer fuertes a primera vista pero si se explican…
  • En fin… no sé qué opinará su mujer de todo esto.
  • No te preocupes, ya lo hablamos, queríamos reunirnos los tres y aclararlo todo para que no tuvieras remordimientos, para ella ya está todo olvidado, aunque todavía le duele el culo, jajaja y por mi hija ya ves, no te guarda ningún rencor.
  • Bufff, me ha quitado una losa de encima, con Malena ya sufrí mucho por si rompía su amistad con su marido.
  • En eso sí te doy la razón pero él no se merece otra cosa, y somos lo suficiente amigos para decírselo a la cara si se tercia, de todas formas él es mucho peor y según parece su mujer no le importa mucho.
  • Uy, y el coche, eso sí que no se puede perdonar.
  • ¿Cómo que no?, en el garaje tengo de todo, hasta puedo retocar la pintura, lo único es que me tendrás que ayudar.
  • Eso por descontado.
  • Listo pues, sube y cuidado, ahora vas a llevar el coche hasta la puerta de casa.
  • ¡Nooo, no quiero más sustos!
  • Sí, quiero demostrarte que no te guardo rencor y… además a partir de ahora nada de Jefe, me llamo Osvaldo y quiero que seamos amigos de verdad, de tú a tú.
  • Como quieras Osvaldo.
  • Así me gusta Josu, arranca el motor y mete la primera.

Cuando volvimos a casa mi primera reacción fue abrazar a Magda, los dos se rieron de mí pero yo me quedé más relajado que al pisar el suelo, ese día nos hizo una comida especial en honor a mi primera clase.

Los días sucesivos fueron mejorando, Osvaldo se había propuesto enseñarme a conducir bien, él tenía la teoría de que en las autoescuelas solamente enseñaban a aprobar el examen y era cierto, luego lo comprobaría.

En la cochera reparamos los pequeños golpes, en realidad apenas se marcó y con unos golpes de martillo todo volvió a su sitio, la habilidad de Osvaldo quedo demostrada una vez más.

Un día me dejó que metiera el coche en el garaje, hice muchas maniobras pero lo logré, tuve mucho cuidado en no rayarlo y así darle una sorpresa a su mujer.

La sorpresa nos la dio ella a nosotros, al llegar no presentó a una visita esperada pero no por eso menos temida, su hermana Carol vino a vernos, de paso para contarnos las noticias que tenía respecto a mí.

Las cosas habían avanzado mucho, ya había una habitación libre en su piso de alquiler y el profesor de electrónica se había animado para que le ayudara, también las clases podían recibirme, al principio estaría de “oyente” hasta ver dónde colocarme, pero ya era un adelanto.

Estuvimos todo el día hablando del mismo tema, todos me daban consejos, hasta Gisela me orientaba sobre lo que debía hacer.

Por la tarde salimos a comprarme algo de ropa y calzado, quería dar una buena impresión, yo andaba delante con Osvaldo y Gisela, detrás las dos hermanas hablaba de sus cosas, yo me volvía para ver si nos seguían, pues se paraban mucho para ver escaparates pero una vez de tantas vi que sonreían mientras me miraban, me dio la impresión de que hablaban de mí.

Carol se acostó con su sobrina, esa noche apenas dormí pensando en el gran salto que iba a dar, lejos del “paraguas” de Osvaldo y Magda me sentía desprotegido pero me sobrepuse pues tenía confianza en salir adelante.

Por la mañana salimos en el R-12 hacia Santa Fe, Magda bromeó pidiendo que llevara yo el coche, Carol al ver mi cara se rió con ganas, Osvaldo me iba “instruyendo” sobre cómo debía situarme en los diferente cruces y sobre todo cómo circular por el túnel subfluvial, nunca habría esperado circular por debajo de aquel río tan inmenso que parecía un mar, cuando salimos a la otra parte ya era la provincia de Santa Fe, la capital estaba muy cerca y la primera sorpresa fue ver el puente colgante que cruza paralelo al que íbamos nosotros.

Dimos una vuelta sin bajar del coche para que me diera una idea de la ciudad, era preciosa, con edificios altos en el centro pero guardaba la geometría de las ciudades nuevas, cuadriculadas en la mayoría y casas con poca altura fuera del casco comercial, pues había espacio de sobra y sobre todo rodeada de ríos y canales por todas partes.

La casa de Carol estaba cerca de la Universidad Tecnológica Nacional y allí nos dirigimos, era una casa con una planta en el primer piso, parece que en el bajo vivían los propietarios y al llegar nos los presentaron, él era un señor calvo bajito y con buena panza, su mujer delgada y más alta, los dos muy simpáticos y cariñosos.

Nos enseñaron la casa y mi habitación, solamente recibían a estudiantes femeninas, pero en mi caso hicieron una excepción al ir recomendada por Carol, además de ella vivía una profesora de la universidad, era venezolana que en aquel momento estaba de vacaciones en su país, aunque de normal apenas se le veía, pues tenía otras ocupaciones además de la Facultad.

Después de dejar mis cosas en la habitación salimos a ver los alrededores, estuvimos paseando por la orilla del mar o eso parecía, me aclararon que aquel “mar” era el Río Laguna Setúbal, no se veía la otra orilla, era inmenso o eso me pareció a mí, estaba tan contento y agradecido que los invité a cenar en un sitio precioso a la orilla del lago con un tejado de paja como si fuera Haway, allí me empeñé en pagar la cuenta y cuando volvieron a Paraná se me hizo un nudo en la garganta.


El barco surcaba las aguas del mar Jónico con tranquilidad, las fiestas se sucedían y lo pasábamos muy bien, teníamos atracciones y concursos, todo iba bien hasta que cruzamos el estrecho de Messina, pasamos entre la península de Italia y la isla de Sicilia, a lo lejos vimos el humeante Etna, el volcán que periódicamente se despertaba y amenazaba con sus erupciones.

El tiempo cambió al cruzar el Mar Tirreno, las nubes de levante dejaron el mar picado y gris, yo como sabía lo que pasaba pregunté al sobrecargo, el pobre no aguantaba las marejadas y estaba como loco, me confesó que se avecinaba una tempestad pero no querían anunciarlo para no preocupar al pasaje.

Me asomé a mi balcón, las olas salpicaban pese a estar en una cubierta muy alta pero la espuma nos regaba las cristaleras.  Al poco tiempo ya el barco se zarandeaba bastante, me asomé a la borda y vi que habían desplegado los estabilizadores que llevaba ocultos en los costados, se notó bastante pero la tormenta siguió arreciando y a las dos horas el imponente barco parecía una barca de pesca.

Andrea se tumbó en la cama, presa de mareos, a cada momento devolvía y volvía a tumbarse, de la habitación de al lado vino Daniel, tenía la cara de color de cera, me hizo ir a ver a Susi, ésta no estaba mejor, estaba blanca, me acordé del blancor de su piel cuando la luna le iluminó el cuerpo desnudo por atrás cuando la follaba en la proa, ahora no parecía la misma.

Les recomendé que bebieran mucho líquido, aunque no lo retenían y fui a buscar Biodramina para los tres, por el pasillo encontré a algunos pasajeros que estaban atemorizados, se agarraban a los pasamanos preguntando a todos los que se encontraban si había peligro y yo les conté que era un marino experimentado y que aquello no era más que “marejadilla”, no sé si los calmé o si los espanté, pero seguí hasta la farmacia que era el único sitio abierto.

Las olas se estrellaban contra la cristales de adelante, desde allí cuando el agua se escurría, pude ver el molinete de las anclas, adonde unas horas antes había cogido a Susi hasta llenarla de leche, imaginé que las olas querían limpiar la cubierta de toda huella, también imaginé que en popa haría lo propio con las de Andrea y Daniel.

  • Lo siento Josu, hoy no estoy para nada, siento no poder hacerte ni siquiera una paja, estoy fatal.
  • No te preocupes mi vida, sé cuando es el momento y cuando no, ahora cuídate.
  • ¿Y cómo es que tú no te mareas?
  • Porque ya estoy acostumbrado, recuerdo que cuando pasábamos por el Triángulo de las Bermudas…
  • Déjalo, no me cuentes penas, bastante tengo yo con las mías.
  • De acuerdo, tómate esto y procura dormir, voy a ver a la parejita de recién casados, creo que tampoco están muy contentos.

Me asomé al camarote vecino, Susi estaba en el cuarto de baño agachada sobre el lavabo, se había quitado el camisón porque estaba sudada de los esfuerzos al devolver, mostraba la espalda y el culo, lo comparé con el mismo que tuve en la proa y no me pareció nada parecido, Daniel estaba desparramado en un sillón, él mismo me indicó adonde estaba su mujer y los compadecí a ambos.

Me acerqué a Susi, le tomé la frente con la mano y la sujeté fuerte para que le aliviara las sienes al devolver, tenía los ojos rojos por los esfuerzo, con las tetas apoyadas en el canto del lavabo no era ni sombra a la chica que había desvirgado hacía pocos días, ahora los pezones estaban hundidos y mojados de todo lo que le salpicaba.

Después de varios esfuerzos inútiles la llevé a la cama sujetándola de la cintura, pasamos al lado de Daniel, el joven marido nos miró con ojos ausentes, él también estaba empapado y no de agua, acosté a Susi, yo me mantenía en equilibrio como en una atracción de feria, al arropar a la joven la vi desnuda de cuerpo entero.

De ser otra situación la polla se me habría alborotado y me las habría ingeniado para hacerle pasar un buen rato con mi polla, no me habría importado tener como testigo a su marido pero ahora era diferente, cuando salí le di una toalla a Daniel, la necesitaba imperiosamente y cerré la puerta.

Me encontraba bien, pensé en buscar algún sitio que pudieran servirme una copa, me acordé de los combinados que me preparaba George, cuando teníamos mala mar sabía cómo cuidarnos, ahora estaba todo cerrado.

Al volver un pasillo me encontré a una camarera, le pedí algo para tomar y ella se sorprendió.

  • ¡Creo que es el único que está en pié en todo el barco!
  • Es que fui marinero en un barco mercante más pequeño, que se movía mucho más cuando el mar se encabritaba.
  • Jajaja, entonces ya somos dos, a mi me gustan las tormentas y si hay relámpagos mejor.
  • Que valiente, así me gustan las mujeres.
  • ¿De verdad le apetece una copa?
  • Por supuesto y si es de ron, mejor.
  • En esto sí que le puedo ayudar, venga conmigo, en mi camarote tengo lo necesario para hacernos unos mojitos.
  • Mmm, los mojitos… cuánto tiempo sin probarlos…
  • Pues yo hago los mejores y si le apetece un daiquiri, también soy especialista.
  • Mmm no puede ser, usted es un ángel.
  • Sí, un ángel cubano.
  • ¿Usted es cubana?
  • De la misma Habana, sí señor.
  • Pues no hablemos más, la sigo.

Bajamos cinco pisos, los ascensores no funcionaban pero llegamos a la zona del servicio, en su estrecho camarote interior me sirvió uno de los mejores mojitos que probé nunca, al cuarto le dije que lo quería servido en su boca y el sexto me lo sirvió en su coño, era mulata y sus labios manaban el combinado que se escurría por su ombligo, yo lo esperaba con la lengua entre sus labios oscuros y lo repartía por su clítoris color canela.

Me quiso agasajar y con sus generosas tetas café me hizo una paja que tuve que parar para no llenarle la cara de semen, tenía unos labios tan carnosos que era una lástima ensuciar, a cambio se los besé hasta quedarme seco de saliva.

Cuando me dejé caer sobre ella sus piernas me rodearon los riñones y presionaron hacia ella obligándome a hundirme y quedarme allí, las olas del mar nos hacían rodar en la cama y la polla entraba y salía al ir y venir.

Cuando se corrió me abrazó y rodamos los dos juntos, aún así no me soltó y al quedar arriba se movió hasta vaciarme en ella.

La botella vacía de ron rodaba por el suelo, la menta se había acabado y el hielo derretido pero mi polla seguía bombeando entre sus nalgas, aquel culo era difícil de conseguir porque era tan duro que llegar a su agujero precisaba de una postura especial, tuve que ponerla con la cabeza en el suelo y las piernas abierta encima de la cama, me puse como una tijera y me clavé en aquel culo que pedía carne.

Esta vez me corrí antes que ella y al sacarla la leche se escurrió al revés, desde su coño hasta sus tetas, las dos le cubrían casi el cuello al estar cabeza abajo y esperó a que le gotearan por los pezones para lamerlos.

La tormenta seguía cuando volví a mi habitación, la luz estaba apagada y por la cristalera no se veía más que los relámpagos y el agua que salpicaba y se escurría con fuertes golpes.

Me senté en un sillón y me cubrí con una sábana para no molestar a Andrea, ella al fin pudo conciliar el sueño agotada por el mareo.  La tormenta todavía seguiría hasta el día siguiente, la camarera me dijo que la previsión era que duraría hasta pasar Mallorca.

Continuará.

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Gracias.