Memorias de un portero de noche (30) real

La visita al Capitán Stablos fue emocionante. Por fin Magda cumplió su “juego” y yo con ella, el resultado fue un empate técnico.

(Anteriormente)…  Fuimos a visitar a mi antiguo Capitán, el griego Stablos, su hija Sofía nos invitó a cenar y después de la sobremesa…

EL Capitán Stablos siguió con Sofía, ésta vez su hija recibió la polla de su padre en el coño, mi mujer le dio la mano como muestra de empatía y cuando las dos se corrieron lo hicieron unidas por un sentimiento especial, yo admiraba a Stablos, no parecía el mismo que un momento antes y seguía todo lo que hacía él.  Parecía que teníamos una compenetración que a las mujeres no les pareció nada mal.

Esta vez Sofía recibió la descarga de su padre sin apenas darse cuenta, estaba en pleno orgasmo cuando Stablos se envaró y le bombeó su semen espumoso.  Yo hice lo propio con Andrea unos minutos después, justo cuando Sofía intentaba sacar de su vagina los cuajos de leche.

Nos sentamos en el sofá para reponernos, hasta que el Capitán dio muestras de estar cansado, parecía que le ganaba el sueño y decidimos llevarlo a su cama, Sofía lo abrigó y al momento estaba durmiendo.

  • Lo siento, no sé qué pasó, ha sido todo tan surrealista y tan imprevisto que me vi desbordada, mi padre no es así, nunca lo vi tan excitado, parecía que no era él, cuando vi que te abrazaba confundiéndote con mamá lo encontré hasta lógico, porque de verdad, eres talmente su fotografía, a mí también me habrías confundido.
  • No te preocupes, también me hizo ilusión que me confundiera pero…
  • Sí, pero cuando vi que te arrodillaba y sacaba su… uf, qué grande la tiene… no sé que pensé, no me lo creía, perdona si no lo evité, no pude reaccionar.
  • Ni yo, en ese momento estaba aterrada, no sabía qué hacer, Josu estaba igual que todos, yo esperaba su consejo pero no me dijo nada.
  • Te pido perdón, veía a Stablos y no lo reconocía, fue todo tan rápido… aunque cuando pensé en lo que fue y lo que está pasando ahora me compadecí, reconozco que fui egoísta y no pensé en ti.
  • No te preocupes, recordé lo que me dijiste, comprendí  que lo primordial era que se sintiera feliz, tampoco quise que sufriera un desengaño y a estas alturas no le di importancia a nada más.
  • Es cierto, en esos momentos no piensas en nada, hasta yo me sentí conmovida y cuando le vi la polla tan dura y deseando follar no me importó colaborar, lo que no sospeché que a mi madre le gustara tanto que se la metiera en el culo y lo sufrí en el mío.
  • Debió ser doloroso, a mi me gusta cuando me la mete Josu, lo sabe hacer muy bien y es delicioso.
  • Y a mí, cuando nos conocimos lo hacíamos indistintamente, desde entonces ya no volví a hacerlo, no encontré a nadie como él, te felicito, has tenido mucha suerte en encontrarle.
  • Ya lo creo, es un hombre ideal y me alegro de conocerte, sé que ha hecho felices a muchas mujeres y encontrarse con una de ellas me hace sentir orgullosa.
  • Vale chicas, me vais a ruborizar, lo cierto es que me habéis dado una lección, sois unas verdaderas mujeres, lo que hicisteis es maravilloso, hacer feliz a un hombre bueno cuando necesitaba una explosión de amor.
  • Gracias a ti que lo comprendiste, por un momento pensé que lo impedirías a toda costa, no es normal que se dé una situación tan extrema.
  • Pero con vosotras no tenía dudas, fuisteis tan cariñosas, tan sensatas que el sexo pasó a un plano insignificante.
  • Andrea… me gustaría pedirte un favor, comprendo que no es normal pero hoy nada es normal.
  • No hace falta que digas más, lo entiendo y puedes contar con ello, sé que te apetece follar con Josu, ha demostrado querer mucho a tu padre y quieres recordar éste momento.
  • Sí, gracias por comprenderme, quisiera hacerlo por última vez… pero no quiero hacerlo sola, quiero que me acompañes, se merece que las dos le demos lo mejor de nosotras, nuestro cariño ya lo tiene, ahora le daremos juntas todo el placer que podamos.
  • Estoy deseándolo.
  • Me vais a hacer llorar y no es fácil con la polla como la habéis puesto hablando de mí.
  • Vamos a mi habitación, mi cama es grande y cabemos los tres.

Con el tiempo había cambiado de cama, ahora era de dos por dos y cuando subieron las dos me dieron las manos para recibirme, ambas me dieron unas muestras de amor que desconocía hasta ahora, Andrea me sorprendió porque me compartió con su ya amiga del alma, Sofía también contó con ella para que fuera una noche inolvidable.

Yo me dupliqué en caricias y atenciones, a las dos las traté lo mejor que pude, tuvimos muestras de sexo tranquilo, sosegado que nos hicieron corrernos varias veces.  Tan compenetradas estaban hacia mí que quise que ellas también sintieran el efecto de sus caricias, cuando las dos me estaban mamando la polla alternaba el capullo con el tronco o los huevos, yo acariciaba las tetas de ambas y al ver sus bocas tan cercanas guié las caras para que las unieran con mi polla en medio.

Las dos lamieron a la vez acercándose al capullo y cuando coincidieron en él me aparté y siguieron comiéndose las bocas, mis manos acudieron a sus coños y agitándoles los clítoris a las dos se corrieron a la vez con las lenguas unidas.

A las dos les comí los coños y las dos me montaron, se ayudaron a meterse la polla por donde prefirieron y ya de madrugada nos quedamos dormidos.

Apenas pasó una hora cuando oímos a Stablos llamar a su enfermera, corrimos a su lado y lo encontramos destapado y medio caído de la cama.

  • ¿A dónde está la enfermera? ¿Por qué no está conmigo cuidándome?  Y… ¿Qué hacen ustedes desnudos en mi casa?
  • Pero papá ¿qué te pasa, ya no te acuerdas?
  • ¿De qué tengo que acordarme?  Hagan el favor de cubrirse, ésta es una casa decente, ¿qué diría mi mujer si les viera?, menos mal que no ha vuelto, se fue a comprar unas cosas, pero no tardará.
  • Capitán ¿no me conoce?  Soy Josu, su grumete.
  • ¿Qué grumete ni que porras? Y usted… ya es mayor para ir en pelotas por mi casa con esas… más vale que no lo diga.
  • ¿Entonces no recuerdas nada de anoche, papá?
  • Claro, cuando mi enfermera se fue me dijo que no me destapara y ya ves, casi me caigo, debí de soñar, pero no me acuerdo de nada.

Salimos los tres desnudos y muy tristes, por un momento pensamos que el Capitán había vuelto a la realidad, no nos importaba que hubiera reconocido a su hija y que se diera cuenta de que la había follado por todos lados, a mí tampoco me hubiera importado que hubiera descubierto que le prestaba a mi mujer, a ella tampoco le importó hacer feliz a mi amigo pero nada de eso ocurrió, el Capitán estaba condenado al olvido, sólo le deseé que tuviera momentos de cordura y me recordara en aquellos días felices en el barco, pero eso no estaba en mis manos, ni en las de nadie.

Con tristeza nos vestimos en el dormitorio de Sofía, a Andrea le regaló un collar de conchas del Mar Egeo, le dijo que eran de la Isla de Lesbos, le hizo mucha ilusión y la invitamos a pasar unos días con nosotros cuando pudiera, Sofía miró hacia la habitación de su padre insinuando que hasta que el no faltara no lo abandonaría, los tres lloramos por él y nos abrazamos, el olor de las dos mujeres me llenó de emoción y las volví a besar.

Cuando llegó el taxi seguimos mirando hacia atrás hasta que perdimos de vista la casa blanca con puertas y ventanas azul intenso, tan típica griega, a Stablos, nunca más volvería a verlo.  En el barco nos duchamos y cuando caímos a la cama Andrea subió sobre mí y tomó posesión de sus legítimos “dominios” .


Terminamos de pintar la habitación de matrimonio en silencio y pasamos a la mía, en ésta no quitamos el colchón de la cama pues había espacio de sobra, apenas nos mirábamos temiendo avergonzarnos, yo encima de la escalera esperaba que Magda me pasara el pincel untado de pintura.

Al no mirarla cogí mal la brocha y se me resbaló, ella ya la había soltado y después de dar dos vueltas en el aire repartiendo pintura como un abanico cayó sobre el hombro de Magda, me sentí horrorizado, deseé que se me tragara la tierra pero no, allí estaba ella con las manos abiertas sin saber qué hacer, la pintura plástica se le metía por el cuello a chorros y el pincel le había salpicado toda la bata.

Bajé de la escalera de dos en dos peldaños y rápidamente abrí los botones de la bata, la pintura se le escurría sobre el pecho izquierdo y el canalillo sin llegar al derecho, con un trapo húmedo limpié lo que pude pero cada vez extendía más y más la mancha, ella no se atrevía a tocar y me dejaba porque yo me apañaba bien.

Pero cuando llegué al canalillo separé las tetas y no pude resistir más, acerqué la boca al pezón derecho y aspiré, oí el gemido de Magda y el susurro.

  • No Josu, no, por favor, eso no, no, te lo ruego, déjame, no sigas.
  • No me digas que no, no puedo creer que no quieras que te bese.
  • No por favor, no lo hagas, no está bien, lo sabes, lo sé, lo sabemos los dos.
  • No puedo resistir más, me aguanté hasta ahora, me vuelvo loco de ganas de tenerte.
  • Eso nunca, a mí también me gustaría pero no debemos, no debo, estoy casada.
  • Ya lo sé pero ahora ya no me importa, estamos solos, solos tú y yo, lo demás no cuenta.

Estaba desnuda frente a mí, con la bata abierta me mostraba todo su cuerpo y acabé de quitarle la prenda, la abracé sin importarme la pintura que todavía le manchaba la parte izquierda, bajé la cremallera del pantalón y la polla salió disparada de frente, se incrustó entre los muslos de Magda y ella gimió llorando.

  • No Josu, no lo hagas, no podemos, no me la metas, por Dios.
  • No puedo dejarte, quiero tenerte, quiero que seas mía aunque sólo sea una vez.
  • No, ¡Dios mío! ¿Qué voy a hacer contigo?
  • Nada, déjame metértela en la concha.
  • Nooo, en la concha no, eso nunca.
  • Entonces déjame que te abrace, te pasaré la polla entre las piernas.
  • No sé, eso no está bien.
  • Piensa que es un juego, a ti te gusta jugar, éste será mi juego.
  • No sé, me da miedo que no puedas parar.
  • Sííí, lo haré, te lo juro, sólo te pasaré la polla entre las piernas.
  • Josu por Dios, no me engañes.
  • No te preocupes, ¡mira… así!

Le puse el capullo en el pubis, presioné pero no pude pasar, el triángulo negro me lo impedía, era tan pequeño como una tarjeta de crédito pero lo suficiente gigante para no dejarme pasar, desesperado le bajé los hilos hasta las rodillas, ella en un impulso de resistencia cruzó las piernas haciendo todavía más difícil que pudiera hacer lo que quería.

Cambié de táctica, le besé el cuello por la derecha, luego la oreja y fui bajando al hombro, Magda al no ver tanto peligro me dejó moviendo la cabeza a los lados para que llegara mejor.  Cuando la besé en la garganta gimió y noté que separaba un poco las piernas, ya estaba cediendo, pero no lo suficiente.

Volví a chuparle las tetas, ahora me había manchado al abrazarla y ya tenía muy poca pintura en la izquierda que también lamí pese al gusto a pintura pero el pezón me supo a gloria aún pintado de blanco, estaba tan salido que me raspaba el paladar.

Cuando la volvía a abrazar la polla apenas entraba entre los muslos y empujé, no era posible pero me separé y escupí al capullo;  Magda al verlo temió que rompiera mi juramento y siguió cerrando los muslos pero mi polla resbaló hacia sus labios, lubricada con mi saliva se fue abriendo paso entre ellos.

La resistencia de Magda duró hasta que el capullo rozó su clítoris, noté en su espalda un leve estremecimiento y sus piernas se destensaron, así pude avanzar hasta notar la humedad que despedía su vagina, con mucho pesar seguí como le prometí y seguí hasta sentir el frescor de sus nalgas, había asomado por detrás de ella.

La vuelta fue más fácil, contaba con su “confianza” en mí que ya me había ganado y cuando volví a empujar la humedad se repartía por todo el coño, aún así los temblores en su vientre denotaban su desconfianza.

  • ¡Cuidado Josu, ten cuidado y no pases de ahí!
  • Tranquila, seguiré rozándote solamente pero… ¿te gusta?
  • No seas boludo, claro que me gusta, me moría pensando cómo sería notar tu fuego en mi concha.
  • Pues todavía es pronto, sólo te rocé.
  • Y no vas a pasar de ahí, ¡me lo prometiste!
  • Sí, claro, no te preocupes.

Mis caricias se iban concentrando en los puntos que sabía que le gustaba, le cogía las tetas de abajo hasta arriba apretándolas hasta formar un embudo con sus pezones, ella echaba la cabeza hacia atrás para que yo la besara en el cuello, al besarle nuestros pubis se pegaban y mi polla le rozaba la entrada de la vagina peligrosamente, notaba cómo se encajaba en ella, para soltarse de pronto sin llegar a entrar.

Cuando esto pasaba notaba que Magda retenía el aire esperando lo “peor”, cada vez que pasaba por allí era una terrible incógnita, yo deseaba entrar y ella “esperaba” que no lo hiciera.

  • ¡Oooh, Dios…!
  • ¿Qué te pasa Magda?
  • Que tienes la pija muy grande y dura, me sale por detrás.
  • Eso no te viene de nuevo, ya la tuviste en la mano muchas veces.
  • Sí pero era un juego, me gustaba sentirla en la mano, es curioso notar cómo palpita, como crece y…
  • ¿Y cómo llora?
  • No digas eso, eso fue un accidente, no lo esperaba.
  • ¿Te gustaría repetirlo?
  • ¡Sí!... ¡Digo no!, ¡no me gustaría!
  • No mientas, apostaría que te gusta sentirla en la concha.
  • Bueno, así como está si pero más allá…
  • ¿Cómo?… ¿así?

Doblé un poco las rodillas y la verga tomó un ángulo ascendente que facilitó que el glande entrara en su cueva.  Magda abrió los ojos desmesuradamente, ahora no protestó pero quise hacerla sufrir un poco más.

  • Lo siento, ha sido sin querer, la saco enseguida.
  • No, espera, bien pensado no ha pasado nada, no la metiste.
  • Tienes razón sólo me asomé, a mí también me gustan los juegos, por ejemplo…

Sin dejar de empujar la barra iba entrando unos milímetros, ella suspiraba pero no protestaba, me intrigaba saber cuándo consideraría que se la estaba metiendo de verdad.  Cuando salí separó un poco las piernas un poco decepcionada.

  • ¿Ya no juegas?
  • No, sólo quiero medir hasta dónde puedo llegar.

Metí la mano en su coño y alargué los dedos hasta el agujero, ella, ya confiada separó más las piernas, entonces pellizqué el botón brillante y lo froté con dos dedos, Magda se abrazó fuerte a mi cuello separando mucho más las piernas, ahora ya podía meter toda la mano a lo ancho, y todos mis dedos se ocuparon de algo.

El pulgar y el índice frotaron el clítoris, el corazón y el anular entraron con toda libertad en su vagina hasta adonde pudieron y el meñique buscó más allá, que aún sin poder llegar a su destino noté que no era mal recibido.

Me agaché delante de ella y le besé el ombligo, noté como acercaba el pubis esperando que fuera mi próxima parada y lo fue, con la lengua recorrí la áspera superficie depilada hasta llegar a sus labios, Magda me sujetó la cabeza, por un momento pensé que sería para retirarme, pero no, al contrario, fue guiándome por adonde más le gustaba.

Cuando la lengua partió en dos los labios, Magda cogió cada uno con dos dedos y los separó dejándome el panorama del clítoris hinchado y duro, desde allí partían dos labios menores que se perdían hasta la entrada de la cueva.

La postura no era nada cómoda, la cogí de las caderas y la fui empujando hasta mi cama, al rozarla con las piernas ella misma se sentó para después echarse para atrás dejando los pies en el suelo.

Los separé sin ninguna resistencia y de rodillas trepé con la boca lamiendo sus muslos hasta llegar al coño, la respuesta de Magda fue instantánea, levantó los pies hasta cogerlos con las manos dejándome un mapa de “países” que visitar.

Lamí desde el pubis hasta el culo, al llegar allí dio un pequeño grito para nada doloroso, mis dedos me ayudaron tanto metiéndolos en el coño, como preparando el agujero plisado, mis mejillas se adaptaron al coño mientras la lengua recorría a derecha e izquierda sin separarme, entraba todo lo que podía en su cueva y sacaba el flujo que manaba en abundancia.  Ya tenía el coño rojo de chupar y lamer cuando le miré a los ojos y le dije serio.

  • Quiero comerte las tetas.
  • ¡Tómalas, son toda tuyas!

Arrodillado me había soltado el pantalón y cuando trepé sobre ella para comerle las tetas la polla fue resbalando hasta su concha, ella no lo esperaba pero yo sí y no me entretuve, bien apuntada entró entre sus labios mojados y calientes y sin apenas resistencia se notó llena de carne.

Más que un gemido fue un aullido, se vio sorprendida pero ya era tarde, ahora ya sabía lo que era mi polla en su concha y no pensaba exigir que la sacara, empujé fuerte, la desplacé sobre el colchón hasta subirla del todo, notaba su útero aplastado por mi capullo, los huevos los tenía pegados a sus labios y en mis manos tenía sus tetas, no la dejé protestar porque la besé hundiendo mi lengua hasta el paladar, además le metí y saqué la verga varias veces seguidas para confirmarle que la estaba follando.

Ella lo sabía y bien, vi que se le escapaban dos lágrimas por las mejillas, no le pregunté si eran de alegría o disgusto pero seguí cogiéndola, cuando noté que me abrazaba con los brazos y con las piernas ya no tuve dudas, estaba entregada y entonces se lo pedí.

  • Eres un sueño de mujer y hoy lo he cumplido.
  • ¿Qué quieres decir?
  • Que estoy deseando tenerte así desde casi el día que llegué, cuando la primera vez me cogiste la polla jugando.
  • Jajaja, sí me acuerdo, hacías una cara tan…
  • No imaginé que algún día estaría dentro de ti y ese día ha llegado.
  • Sí, te confieso que en mis juegos también me mojaba, tienes una pija demasiado buena para no desearla, pero no podía…
  • Hasta hoy, por fin has consentido que cogiéramos.
  • Bueno, me ha costado mucho, pero la idea de perderte me ha roto las defensas, no sé que voy a hacer ahora, sabiendo cómo me tratas.
  • No te preocupes, siempre que pueda lo repetiré, mi pija es tuya.
  • No, hemos quedado que sólo sería una vez.
  • Entonces vamos a hacerlo de verdad, date la vuelta.

Magda obedeció y rodó sobre sí misma, me ofreció el culo y dejó que le separara las piernas, estando abiertas volví a meter la cara entre ellas y lamí el coño primero, estaba anegado, pero cuando subí a su culo noté que las nalgas se endurecían, aunque no las juntó, las separé con las manos y lamí en todas direcciones.  Magda ladeó la cabeza en el colchón y me pidió…

  • Cogeme Josu, haceme lo que te plazca.
  • Sí, Magda te voy a hacer feliz.

Resbalé sobre su espalda y al llegar a su nuca la besé, el pelo se le erizó y las mejillas se ruborizaron, la polla entró en su coño tan suavemente que apenas se movió, solamente un  poco para reconducirla entre sus pliegues, cuando la saqué después de unos cuantos empujones apunté al culo.

  • Josu, te equivocas de sitio.
  • No Magda, no me equivoco, si te voy a follar una vez solamente, quiero hacerlo por todos los agujeros.
  • ¡Dios, nunca me la metieron por el orto!
  • Ya es hora de que lo hagan y…  ¿Quién mejor que yo?
  • Sí, eso sí pero ten cuidado, no me hagas daño.
  • No te preocupes, sé lo que hago.

Vi cómo se cogía al colchón, lo estrujaba con los dedos y pegaba la cara en él para que no se oyeran sus gritos, lo más difícil de pasar fue el glande, estaba tan hinchado que pese a estar lubricada y algo dilatada tuve que imponer la fuerza para entrar, ella con los pies pataleaba en mi culo intentando que desistiera pero estaba demasiado decidido a que aquel culo fuera mío.

Lloraba quejándose de que le había partido en cuatro el culo pero lo más difícil ya estaba, el esfínter se cerró con fuerza al pasar mi anillo y quedé prisionero, no tenía más escape que seguir hacia adentro y eso hice.

Magda empezó a gritar y a insultarme, pero cuando le dije que se relajara para salir no lo consintió, sólo quería que siguiera, pasase lo que pasase, envié otro salivazo al tronco y seguí, ella gritaba como una loca, le hacía mucho daño hasta que la convencí para que colaborara.

Se fue tranquilizando y noté que el esfínter me dejaba libertad, fui tanteando poco a poco, hasta encontrar el itinerario del recto y la polla se deslizó tan suave que cuando le tuve toda adentro le pareció poca.

Así como estaba boca abajo sobre el colchón se corrió, gimió como un animal herido, me extrañó que no lo hiciera como con su marido pero recordé que nunca lo había hecho por el culo, ahora estaba corriéndose por primera vez con una pija en el trasero.

Estuve moviéndome suavemente mientras le duró el orgasmo y ella sola dio la vuelta.

  • Cogeme por delante, quiero tu pija en mi concha.
  • Lo estoy deseando Magda.

Me dejé caer sobre ella a lo misionero, con los codos hincados y las manos en las tetas le fui metiendo la polla hasta el fondo en tres movimientos, ella giraba las caderas para sentirme en todo sus rincones y al poco me clavó las uñas en la espalda.

  • ¡Me corro Josu, me corroooo otra vez!
  • Hazlo, me gusta verte.
  • ¿Y vos? ¿Cómo podés aguantar tanto?
  • Porque estuve esperando mucho y quiero hacer este momento inolvidable.
  • ¡Oh Josu me muero, me matas con tu pija!, no podré aguantar tanto gusto.
  • Sííí, sí que puedes y luego te llenaré de leche.
  • Nooo, eso no, no te corras adentro de mí.
  • ¿Por qué, no tomas anticonceptivos?
  • Sí,  pero es que me sentiría mal, me parecería que engaño a Osvaldo y eso sí que no.
  • Me parece “lógico” jajaja, ¿entonces adonde prefieres que la eche?
  • Adonde quieras, menos en la concha.
  • ¿Te gustaría que te llene la boca?
  • Como quieras, me la beberé si te apetece pero en la concha no.
  • De acuerdo entonces abre la boca.
  • ¿Saco la lengua?
  • No, quiero que te metas la polla lo más honda que puedas, quiero notar la punta en tu garganta y llenártela de leche caliente.

Así lo hizo, escondió los dientes y fue tragando la polla espumada hasta que toqué la campanilla, los ojos se le llenaron de lágrimas pero no dejó de mover la cabeza hacia mí sin parar hasta que mi polla empezó a bombear leche, fue tragando todo aunque le dio alguna arcada y le salió por la nariz.  Cuando ya no me quedó nada la sacó y me mostró la lengua limpia, había cumplido su palabra.

La pintura no había acabado, por eso nos duchamos rápidamente y cuando casi era medio día volvimos a la tarea, ella se cambió de ropa y subí a la escalera, casi a la hora de comer sonó el teléfono, era su hija,  decía que como había mucho lío en su casa se iba con su amiga, Malena ya lo sabía y contaba con ella para la comida.

Magda vino hacia mí, me empujó a la cama y me bajó los pantalones de su marido, tiró la blusa que llevaba y la falda ancha al suelo y subió sobre mí, apenas esperó a que mi polla alcanzara un mínimo de dureza, a empujones la cogió y la empotró en su coño, luego se sentó, una vez adentro se movió hasta sentir que ya se tenía sola y empezó a cabalgarme.

Me dediqué a chupar sus tetas cuando podía alcanzarlas, ella me las “robaba” y se reía como una chiquilla, volvía a jugar, esta vez el juego era más “divertido”, ahora yo también jugaba, no sólo ella, me cogí a sus caderas levantando la mía para que se clavara más hondo la verga.

La vi correrse sin dejar de saltar sobre mí, reía y disfrutaba de mí polla como un juguete, le avisé de que si no paraba me iba a correr, pero su risa era más fuerte que mi voz y no pude aguantar, me vacié en ella cuando se dejaba caer de golpe, por un segundo se quedó aturdida, pero al instante reanudó la “carrera” a galope tendido hasta volverse a correr, esta vez, mojándome hasta el pecho.

Cayó agotada sobre mí, resbalaba con sus líquidos entre los dos y estuvimos escuchado nuestros corazones hasta que se fueron calmando, ya estaba la tarde avanzada cuando volvimos a la pintura, aun así seguimos con las bromas, las manos se nos perdían en su tetas o en mi polla pero al final vimos que la pintura no había quedado nada mal, para ser dos aficionados.

Limpiamos todas la gotitas y montamos los muebles, para cuando volvió Osvaldo la casa estaba impoluta, olía a pintura pero lucía como nueva.

  • ¿Pudiste reparar la avería?
  • ¿Lo dudabas, todavía no sabes que marido tienes?
  • Nunca lo dudé, eres el mejor. ¿cómo fue la comida?
  • Mmm, George me hizo un homenaje, ¡Ah Josu, me dio recuerdo para ti!
  • Me alegro, ¿qué te parece la pintura?
  • Perfecta, estando ustedes de pintores no se podría mejorar.
  • Gracias, es el mejor elogio que podías dar.
  • ¿Cenamos?
  • Cuando quieras, no tardaré en prepararla, porque todavía no comimos.
  • No te preocupes, vamos a cenar fuera, los invito a un restaurante, estoy contento con la reparación, ¿qué les parece?
  • Nos parece perfecto, me voy a pedir una “milanesa” King Size.
  • Eso no lo digas hasta que no veas cómo son.
  • Es igual, estoy desfallecido, jajaja.

Al poco de embarcar oí los gritos de los estibadores desde el muelle, estaban largando amarras, recogieron las pasarelas, desde el puente les daban órdenes para que soltaran cabos y los remolcadores se acercaron con cuidado, el barco no tardó mucho en separarse del muelle con su hélice de proa, la vibración de los motores se sintieron en los pies y un gran remolino se agitó en la popa.

Todavía llegamos a tiempo para el baile de despedida, Andrea se vistió de largo, se puso el collar que le regaló Sofía, yo estrené una chaqueta blanca, parecía un smoking que Andrea había previsto, me sentía elegante y le di el brazo a mi mujer cuando entramos en el Gran Salón.

En una mesa esperaban Daniel y Susi, habían reservado el sitio y nos sentamos con ellos, la joven le contó a mi mujer que estaba muy agradecida con nosotros, especialmente conmigo, su marido había superado sus complejos y follaban todas las noches, estaban decididos a tener hijos lo antes posible y más que él no era partidario de condones ni pastillas.

Andrea me confesó que pensaba sacar a bailar a Daniel y me guiñó el ojo, me gustó, era un anuncio más que una solicitud y a la vez una idea para mí, hacíamos una buena pareja, se había adaptado a mí perfectamente.

Me acerqué a Susi y le pregunté al oído si le apetecía dar un paseo por cubierta, ella aceptó encantada, hacía una preciosa noche de luna llena que se reflejaba en las aguas tranquilas,  con la brisa de cara paseamos hasta la proa y apoyada en el torrotito con los brazos en cruz, como en la película de Titanic,  gritó a los cuatro vientos que era muy feliz.

Yo detrás de ella la sujeté por las tetas, la mantuve abrazada mientras ella gritaba, hasta que se volvió y me besó en la boca, la ayudé a bajar de allí y detrás del molinete del ancla nos volvimos a besar, me buscó la polla y se arrodilló para chupármela, le dejé hacer hasta que la levanté y la apoyé contra la máquina, levanté su vestido de noche, la brisa se lo subió hasta la nuca y la luna iluminó su blanca espalda, le quité las bragas y me las guardé, allí mismo la follé y le llené el coño de leche.

En aquel momento pasábamos cerca de Santorino, las luces del bonito pueblo, pegado al acantilado del antiguo volcán, daban el aspecto de un Belén, en la cala que se formaba había dos cruceros más que al vernos pasar nos saludaron con sendos bocinazos que fueron contestados desde el puente.

Cuando volvimos al salón esperamos a mi mujer y a su marido, al rato volvieron, ellos también habían salido a cubierta, era una noche romántica y habían preferido asomarse hasta la borda de popa, estuvieron admirando la estela de espuma que dejaba el crucero tras de sí al surcar el mar.

En el Salón totalmente engalanado nos divertimos mucho, reímos, bebimos y bailamos toda la noche, de vuelta en nuestro camarote le mostré a Andrea las bragas de la chica y ella me enseñó la mancha de semen de Daniel en su vestido, nos reímos y terminamos la noche cómo mejor sabíamos.

Ya de madrigada cuando el sol aparecía por el horizonte me desperté a mi lado vi a Andrea que me observaba apoyada en su codo.

  • Buenos días cariño, ¿te pasa algo, por qué me miras así?
  • Sí mi amor, estoy triste, creo que te he fallado.
  • ¿Por qué lo dices?
  • No sé, temo que pienses mal de mí, hice cosas que no pensé hacerlas nunca.
  • ¿Cómo cuales?
  • Ya sabes, cuando estuve con Susi, perdí la noción por un momento, me dejé llevar y tuve momentos de sexo con ella, también lo volví a hacer con Sofía, no me lo perdonaré nunca.
  • No te preocupes cariño, yo también pensé en eso, recuerda que yo estaba allí a tu lado y te confieso que en un principio me sorprendí pero vi el cariño que desprendías, mucho mayor que las demás consideraciones, yo también quería pedirte perdón.
  • ¿Tú por qué a mí?
  • Por dejar que Stablos te follara, para mi tu eres la primera y no me gusta compartirte y menos en mi presencia pero…
  • Eso mismo digo yo, pensamos igual, hay que valorar el momento, pienso que a Sofía también le impactaría ver cómo su padre me metía la polla y más aún cuando la enculó a ella misma.
  • Sí y las dos demostrasteis una gran comprensión.
  • Y tú, lo siento.
  • Olvídalo, recuerda el dicho “Lo que pasa en el Crucero, queda en el crucero”

Continuará,

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Gracias.