Memorias de un portero de noche (30)

Cumplí un deseo secreto y soñado desde hacía muchos años, en Atenas me reencontré con Sofía y con su padre. En Paraná aprendí un poco de mecánica y pintura mural. Cumplí un deseo secreto y soñado desde hacía muchos años, en Atenas me reencontré con Sofía y con su padre. En Paraná aprendí un poco de

La salida del crucero del puerto de Venecia fue espectacular, nos cruzamos con otro barco que entraba en ese momento, los dos se saludaron con unos bocinazos pues eran de la misma compañía, enseguida comprendí porqué a los venecianos de a pie no les gusta demasiado que vayan tantos turistas, por una parte, es una fuente de ingresos fantástica, pero por otra es imposible vivir en la ciudad, por lo menos en la parte anegada.

Era escandaloso el ruido de las ruedas de los troleys , (las maletas con ruedas) que arrastrados por los visitantes que recorren en manadas las estrechas calles de los canales haciendo un ruido infernal en los ladrillos de las aceras, no tardarán en prohibirlos, ya se oyen rumores. Esos días como estaba lloviendo no se notaba tanto pero con la llegada de los nuevos turistas volvería todo a repetirse.

Pasamos por toda las costa de Croacia, el azul del cielo y del mar era especial, ciudades históricas como Split o Dubrovnik la hacen famosa además de las innumerables islas que salpican su extensa costa, el tiempo volvió a ser espléndido y aprovechamos para subir a cubierta, el sol nos puso morenos y Andrea se animó a hacer toplees , a decir verdad todas lucían las tetas en las hamacas, era tanto el muestrario que no me causó la mínima sensación aunque a alguno se le veía arrimado a la barandilla de la borda para disimular la erección que los delataba.

Navegábamos rumbo a Atenas, no le conté a Andrea mi esperanza de encontrar a Sofía, era tan improbable que no quise comentarle nada, por eso cuando desembarcamos en El Pireo lo primero que hice fue llamar a un taxi para que nos llevara a la zona por la que antiguamente  se movía la hija de Stablos.

En las callejas por donde en otro tiempo paseé cogido de la mano con la bella Sofía busqué disimuladamente por las tiendas y restaurantes.  Al cruzar distraído una calle me asusté por el frenazo que oí detrás de mí, Andrea iba un poco retrasada, me vio desde la acera y me gritó, al volverme vi un coche que me recordó a Sofía, era un Mini, pero no le di importancia porque el suyo ya debía estar en la chatarra desde hacía tiempo.

El modelo era antiguo pero estaba tan bien conservado como si lo hubieran sacado del concesionario por la mañana, la señora que conducía me maldecía detrás del parabrisas y le pedí disculpas a la vez que saltaba a la acera.

Al segundo me volvió a pitar y ya me giré con mal genio, el coche me había seguido y de un golpe en el bordillo casi me atropella.

  • ¡Josu!, ¿Josu, eres tú?
  • ¿Quién me llama?, ¿es a mí?
  • ¡Hola!
  • ¿Quién es usted?
  • ¿Ya no me conoces, tan vieja estoy?
  • ¡¡¡Sofía!!!  Qué casualidad, nunca pensé encontrarte otra vez,-mentí como un bellaco-
  • Sí que es casualidad.  ¿Cómo es que estás por aquí con esa pinta de “guiri” (turista paleto)?
  • Pues ya ves, no vengo sólo, vamos de crucero, espera que llegue mi pareja y te la presento.

Al momento llegó Andrea que venía algunos pasos detrás, se detuvo correctamente en el semáforo y se unió a nosotros con cara extrañada.

  • ¡Fíjate Andrea, te presento a una antigua amiga, se llama Sofía!
  • ¡¡¡¡MAMÁ!!!!
  • ¿Cómo?
  • ¿Qué dices Sofía?
  • Tu… mujer… es igual a mi madre de joven, es exacta, parece su fotografía.
  • No puede ser, conocí a tu madre y no se parecía nada a ella.
  • Pues casi me desmayo al verla.
  • Jajaja, esto sí que está bien, o sea ¿que soy igual que su madre?
  • Por favor no me llames de usted, soy Sofía, la hija del Capitán Stablos.
  • Sí, eso me faltaba decir, Stablos era el capitán del barco en que estaba embarcado hace años, ¿por cierto, todavía vive?
  • Sí, ya está mayor pero se conserva bien, es fuerte, si no… con el Alzheimer…
  • Cuánto aprecio a tu padre, me gustaría verlo… si se puede.
  • Claro, precisamente iba a invitaros a mi casa, bueno tú ya sabes adonde es, jajaja espero que te acuerdes.
  • Uf, hace ya tanto tiempo…
  • Fueron tiempos muy felices, ¿verdad Josu?
  • Mmm, sospecho que no fue una simple amistad.
  • Jajaja, bueno, se puede decir que una íntima amistad, jajaja

Andrea hizo un mohín de celos, ella me conocía bastante, ya hablamos de que yo no era ningún santo, aunque le prometí que haría lo posible por controlarme, así dejé la puerta abierta por si algún día no lo cumplía, supiera que era “deformación profesional” y que no tendría secretos con ella, Andrea me comprendió y desde el principio me aceptó como era, aún sabiendo que en cualquier momento podía suceder, al conocer a Sofía inmediatamente supo que aquella bonita griega había sido una de mis conquistas.

Por otra parte sabía que yo no era celoso, la última demostración fue cuando estuvo bailando con Daniel, lo estuvo provocando calentándolo para que se “animara”, aunque sin mucho éxito, sabíamos del trato que le daba a su jovencísima mujer y quisimos ayudarles.

Sofía seguía estando bella, ya no era la joven que conocí pero yo tampoco, la más joven era Andrea y lo quiso demostrar hinchando el pecho, Sofía lo notó y me miró mordiéndose el labio felicitándome por mi elección.

  • Si queréis, venid a cenar esta noche, si no tenéis algo mejor que hacer.
  • Bueno, esta noche es el baile de gala de despedida, es la última escala pero si prefieres que vayamos con tu amiga…
  • Sí que me gustaría Andrea, nosotros estaremos dos noches en Atenas y si vamos visitaré a Stablos, esta mañana aprovecharemos para visitar la ciudad, ya tenemos reservados los tickets para el tour guiado por la ciudad pero esta noche iremos a tu casa.
  • Perfecto, os espero y veréis cómo se alegra mi padre… si te reconoce, a mi hay muchos días que no sabe ni quién soy.
  • ¡Qué pena, con lo activo e inteligente que era!
  • Una pena sí, se pasa el día llamando a mi madre, piensa que ha salido a comprar alguna cosa.
  • Pobre Capitán.

Nos despedimos con dos besos hasta la noche y Sofía volvió al coche, arrancó como una exhalación y desapareció en la caótica circulación de Atenas.

  • Vaya, está visto que eres un conquistador, en todos lados tienes mujeres guapas, porque Sofía es bellísima y eso que ya tiene sus años, de joven sería una beldad.
  • Sí, parecía una vestal griega, nunca mejor dicho, además que…
  • ¡No me digas más, en la cama también era una maravilla!
  • Tú lo has dicho, no te lo iba a decir por si te enfadabas pero sí, follaba como nadie.
  • ¡Qué pena, yo todavía tengo mucho que aprender!
  • Pero vas por buen camino, eres muy aplicada, jajaja.

Le di una palmada al culo que sonó demasiado y los viandantes se volvieron asombrados, para que no hubieran dudas le di un beso en la boca más que largo.

La parada del bus de dos pisos que nos llevaría por toda la ciudad estaba cerca y subimos al descubierto, en la primera fila pudimos ver todo mejor y al final nos llevaron al Partenón, yo ya lo conocía de la mano de Sofía, en aquel tiempo corríamos entre las piedras, con la intención de darle un achuchón a escondidas, ahora ya más pausados me conformé con darle algún roce a Andrea en una teta.

Mi mujer supo elegir, para acudir a la cena se puso un vestido de lino blanco con unos leves tirantes y unas sandalias de estilo mediterráneo, yo una chaqueta azul y pantalón blanco, al bajar del taxi en casa de Sofía la miré y estaba preciosa, la cogí de la cintura y llamé a la puerta.

Al abrirse una sensación de dejá vù me vino a la mente, Sofía lucía un vestido añil, color típico griego, largo hasta los pies, como en los viejos tiempos, incluso se había puesto una flor en el pelo junto a la oreja que le hacía mucho más joven, al pasar por el gran espejo del recibidor me miré, yo era el más castigado de todos, pero al verlas a ellas me subió el ánimo.

Sofía nos contó que su padre ocupaba el piso de arriba, así estaba más tranquilo, lo atendía por el día una enfermera y por la noche ya la pasaba tranquilo sólo, no daba problemas y vivía independiente.

Recordé las comidas de Sofía, entonces ya eran perfectas pero ahora con los años todavía había aprendido mucho más y la mesa parecía un banquete.  Después del primer contacto, las dos congeniaron muy bien hasta llegar a intimar, se contaban aventuras conmigo, Sofía le contó cómo nos conocimos y con algo de sutileza los maratones follando que tuvimos, Andrea también contó lo de Susi, se pasó bastante con el Ouzo (aguardiente griego) , no lo había probado pero le gustó tanto que pronto repitió y no sólo una vez.

Al acabar la cena eran tan amigas como si se conocieran de toda la vida, me alabaron diciendo que yo era un seductor de mujeres bonitas, así me alababan a mí y ellas se consideraban bonitas también, en la sobremesa nos sentamos en un sofá largo y tomamos café, yo en medio miraba a los lados y las encontraba a las dos cada vez más atractivas.

Cuando por fin fuimos a ver al Capitán estaba emocionado, iba a ver a mi primer amigo y maestro, me enseñó a ser una buena persona y fue como un padre para mí.

Al entrar estaba sentado de espaldas en un sillón de mimbre y al rodearlo miró a mi muer y abrió los brazos hacia ella diciéndole.

  • ¡Agatha, por fin has vuelto, me tenías preocupado!
  • ¡Mmm, yo…!
  • Ven, dame un beso, estoy tan contento…

Andrea nos miró sorprendida, no sabía qué hacer, nosotros con la mirada la animamos para que lo saludara y ella fue hacia él, Sofía y yo estábamos paralizados, no sabíamos cómo iba a reaccionar Stablos, de la figura de un hombre decrépito vencido por la enfermedad se había transformado al momento en el enérgico Capitán que fue.


Magda acompañó al Capitán Gabriel a la puerta, al momento sonó el teléfono, no se oía con  quien hablaba pero cuando vino con nosotros nos enteramos.

  • Llamó mi hermana, me cuenta que habló con su casero y le dijo que por el momento no hay ninguna habitación libre, pero en breve va a quedar una, de los estudios ya está hablando con una profesora que vive con ella, es una venezolana de San Felipe, en Yaracuy, dice que es muy buena, también me dijo que lo del trabajo está en marcha, el profesor que se lo va a facilitar ya lo sabe y se lo está pensando o sea que…
  • No me digas, ahora me da pena irme de aquí, sois tan cariñosos conmigo…
  • No pienses en eso Josu, yo también me tuve que ir de casa, al mar nada menos y dejar a este bombón solo, pero vale la pena… cuando vuelvo, jajaja.

Ya estábamos otra vez debajo del coche los dos y nos recordó con sorpresa el motivo de la visita del marido de Malena, Osvaldo dijo que se preocupó al verlo llegar sin anunciarse y yo les confesé que me acojoné al verlo tan serio, los dos se rieron con ganas y yo al final me uní a ellos para liberar mis nervios.

  • Magda, cariño, podrías ayudarnos, ¿quieres?
  • Claro amor, pero yo no puedo meterme ahí como ustedes.
  • ¿Por qué?
  • ¿No te lo imaginas?  Con lo bajo que es el coche…

Al decirlo meneó las tetas a un lado y al otro haciéndonos comprender que con ellas rozaría en el chasis, nos volvimos a reír los tres con la ocurrencia.

  • Nooo, no hace falta, tú sólo tienes que arrancar el motor y acelerar cuando te lo diga, así Josu y yo veremos si hay alguna pieza suelta que hace ese ruido de mierda.
  • ¿Yo mover el coche?
  • No moverlo no, sólo el motor, le das a la llave y pisas el pedal.
  • ¿Qué pedal?  Hay tres.
  • El de la derecha Magda, el de la derecha.
  • ¿Y si me equivoco?
  • No te preocupes, pisa sólo el de la derecha y aceleras.
  • Como quieras pero sólo subiré un pie para no equivocarme.
  • Buena idea, sólo el pie derecho y al pedal derecho.

Dicho y hecho Magda subió dejando el pie izquierdo afuera, al arrancar movía los dos pies al mismo tiempo, con el de la derecha aceleraba pero con el de la izquierda me pisaba la bragueta, cuando se dio cuenta soltó la zapatilla y con el pie descalzo buscó mi polla que no tardó en encontrar, con los dedos la fue poniendo como la palanca de cambio.

Yo oía ruidos por todos lados, se lo decía al Jefe y éste  lo comprobaba, así la “prueba” duró más y Magda siguió “acelerándome” la polla.  Lo peor fue que iba sacando el culo del asiento y así con la pierna alargada aceleraba y me dejaba ver lo que había debajo de su falda que aunque hacia un poco rato que la había visto no por eso era menor atractiva.

El jefe tocaba aquí o allá y no veía nada anormal, yo en cambio tenía el pie de Magda paseándose sobre mi polla, con los dedos parecía tocar la guitarra y a cada “rasgueo” la ponía más dura.

De pronto el Jefe gritó, yo me asusté y el pie de Magda desapareció, el motivo era que había encontrado el motivo del ruido, era un soporte del motor que estaba desoldado, una serie de vivas se oyó debajo del coche y Magda lo celebró acelerando a fondo con los dos pies, el mío lo agradecí pues sentí la caricia de la planta a lo largo y ancho de la polla, demostró tener un gran dominio de los dedos porque hasta me la sacó del slip.

Cuando apagó el motor se asomó con curiosidad para que le señalara la pieza rota y de paso nos enseñó su par de tetas enfundadas en un sujetador que apenas podía retenerlas.

  • ¡Qué marido tan mañoso tengo!  Enseñale a Josu todo lo que sabes, que él aprende pronto, no sabes lo que lo voy a extrañar cuando se vaya.
  • Uf, qué tranquilo me quedo, ya me estaba puteando ese ruidito.
  • Ahora ya lo puede llevar a soldar.
  • ¿Llevar?  Eso lo sueldo yo mismo.
  • Pero aquí…
  • No, lo llevaré a Diamante, allí en el barco tengo de todo, soldadura eléctrica y lo necesario, además, sin gastarme ni un peso.
  • Estupendo, yo le ayudaré.
  • No, pensé que, si te vas a ir pronto, podrías aprovechar para pintar las dos habitaciones que faltan, la mía y la tuya, mi mujer te puede ayudar y así no gastamos nada, ya que como la consignataria no nos paga el sueldo entero…
  • Como quiera, no soy un pintor profesional pero…
  • No te preocupes, Magda ha pintado siempre, es una experta en todo.
  • Ya, ya lo sé.

El día que el Jefe se fue para Diamante, Magda le preguntó si le preparaba algo para el almuerzo, él le dijo que George seguro le ofrecería un buen banquete, además pensaba quedarse todo el día para revisar las reparaciones y controlar al Rojo, luego le puso nafta al R-12 y salió muy contento al saber cuál era el problema, aunque iría despacio por si acaso.

Me levanté pronto, quería demostrar que no era perezoso y me encontré a Magda haciendo café.

  • ¿A dónde vas tan temprano?
  • A pintar… ¿no dijisteis que íbamos a pintar?
  • Claro, pero hay tiempo en todo el día, vuelve a la cama, yo te aviso, hasta que no se vaya mi hija al instituto no podemos empezar porque va de aquí para allá y molesta más que hace.
  • Como quieras, pero después no me culpes si me duermo.
  • No te preocupes, yo te aviso.

No sé el tiempo que estuve durmiendo pero me desperté al notar que mi colchón se hundía por un lado, al abrir los ojos vi la cara sonriente de Magda sentada a mi lado, llevaba un pañuelo liado al pelo para no mancharse de pintura y una bata vieja, me traía ropa usada de su marido para que no me ensuciara con la mía y me dijo.

  • Ya estoy aquí, te traigo ropa de Osvaldo, no sé si te andará, pero así no estropeas la tuya, nunca se sabe, de paso lavaré la que llevas y cuando se seque la plancharé, si te vas no quiero que digan que no me ocupo de ti.
  • Muchas gracias Magda, no sé cómo pagarte tus desvelos conmigo.
  • Mmm, se me ocurren varias ideas pero…

La risa traviesa de Magda ya la conocía, siempre era la misma cuando quería jugar conmigo, empezó a hacerme cosquillas en los pies y la sábana voló por los aires y debajo de ellas mis piernas, la mano de Magda no esperó, al momento la puso sobre mi slip, aquella mañana amanecí con la polla tranquila, cosa rara en mí, pero ella no se amilanó y no la soltó, debajo de la tela la sostuvo y se rió descaradamente.

  • Jajaja, esto sí que es una novedad, Josu se levanta sin tener la pija parada, jajaja.
  • Es que me pillaste dormido profundamente, si no…
  • Ya, eso se lo cuentas a otra pero a mí, creo que siempre la tienes preparada para la acción.
  • No lo creas pero si no la suelta no creo que esté mucho rato muerta.
  • Mmm, presumido, esto está muerto de verdad, mira.

Tiró del slip hasta las rodillas, le dio una palmada a la polla que descansaba caída de lado en una cadera y la envió a la otra cadera como un limpiaparabrisas y luego la devolvió de otra manotada al mismo sitio, lo hizo varias veces sin dejar de reír, yo no podía dejar de admirar de que mi verga siguiera muerta.

Entre los muslos sólo tenía los huevos deshinchados como pimientos asados y el rabo más blando que el de un gato, ella entre risas se entretenía dándole de un lado al otro.

  • ¿Ves cómo no se puede presumir de nada? unos días tan valiente y hoy tan cobarde.
  • No te parecía lo mismo cuando “acelerabas” el coche.
  • Mmm, ¿te diste cuenta, notabas cómo subías de revoluciones? Jajaja.
  • Es que tienes unos pies muy suaves.
  • Eso será, a ver…

Marga subió un pie desnudo a la cama y lo puso sobre mi polla caída, entre el dedo pulgar y el índice pellizcó el prepucio y cambio de lado la polla otra vez, ésta siguió desmayada pero cuando me fijé que entre la pierna subida y la bajada dejaba un hueco tremendo vi que no llevaba más que un tanga negro muy pequeño.

Inmediatamente la polla empezó a mover, el capullo pugnaba por salir del prepucio pero ella lo sujetaba con los dedos sin dejarlo salir, el pie oscilaba de un lado a otro y vi que el tanga se estaba colando entre los labios del coño.

La piel del prepucio no daba para más, estaba tirante y brillaba con el empuje del glande que crecía como una alcachofa.  Magda seguía riendo burlándose de mi polla sin parar de agitarla de un lado al otro, hasta que la piel no resistió y dejó salir al capullo entre sus dedos.

Parecía que estaba fumando un habano con el pie, ahora ya no movía la polla flácida, ahora era un palo que iba de un lado al otro pero presentando resistencia, ella forzaba para que siguiera moviéndose hasta que se soltó.

Magda no dejaba de reír, le gustaba el juego y subió el otro pie a la cama, ahora se sentó sobre sus talones y se puso entre mis piernas, directamente cogió con una mano la polla dura y la envió al otro lado, allí la esperaba la otra mano que la devolvía haciendo un arco.

A cada viaje la verga crecía en dureza, tamaño y sobre todo grosor, ya no se conformaba con darle palmadas ahora la acompañaba con la mano cada vez más cerrada hasta que la agarró, cuando la tuvo en el puño me miró y bajó la mano hasta la base, con la otra mano la sujetó por encima de esta y soltó la primera.

Esto lo repitió varias veces haciendo que el frenillo se tensara hasta su límite, las venas se hincharon y el capullo empezó a cambiar de color, se estaba poniendo rojo, luego granate, después carmín y cuando ya estaba casi morado empezó a aparecer una gota de liquido, ella sin dejar de reír acercó la cara para soplar en la punta.

No debió hacerlo, porque la primera estampida de leche le llegó a sus ojos, la segunda se coló por su boca, abierta por la sorpresa de la primera y la tercera, más floja, saltó por el escote de la bata hasta las tetas.

Yo no quería ni mirar, el juego había tomado una dimensión peligrosa, pero ella no dejó de reír y siguió alternando los puños hasta que me salió la última gota de leche, luego se limpió las manos en la sábana y me dijo.

  • Mmm, hoy amaneciste dormilón, pero llegaste a tiempo, sí que eres sensible, sí, jajaja. Vale, levantate y desayuná, lástima que yo ya me haya tomado la leche, que si no…, jajaja.

Salió de la habitación dando saltitos y moviendo la falda del vestido como una niña, ya en la puerta levantó la falda por detrás y me dejó ver los muslos.

Me habría hecho otra paja, si no me hubiera urgido desde la cocina, porque tenía una reserva de leche importante y cuando salí iba con el pantalón del Jefe que me venía grande, lo sujetaba con un cinturón que apenas lo conseguía, porque había llegado al último agujero y seguía flojo, aún así se me notaba el bulto de la polla todavía pidiendo guerra.

A Magda no se le escapó el detalle y sonrió al verme con aquella facha, me había preparado un desayuno de lujo y lo devoré todo con Magda mirándome y sentada frente a mí, debajo de la bata se le marcaba la línea del sujetador, se notaba que era muy usado porque las tetas se le movían locas como si no llevara nada, incluso los pezones se le marcaban, ella al notar mi mirada fija en ellos metió la mano por el escote y los separó para que no se le notaran tanto, no lo consiguió pues al rozarlos todavía salieron más y entonces sonreí yo maliciosamente.

Magda, no había estado ociosa, ya había apartado los muebles de su habitación, los que no pudo los había cubierto con sábanas viejas y la cama estaba sin el colchón, en su lugar estaba la escalera de tijera y los accesorios para pintar, el rodillo, el cubo y demás.

Me di cuenta de que el maestro no era yo, yo era el aprendiz porque Magda subió a la escalera y me pidió el pincel para hacer las orillas, al momento me pedía que lo pasara por el cubo para seguir, esto me provocaba que me agachara y me levantara muchas veces al cubo, que estaba al lado de la escalera, pensé en sujetarle el cubo en alto pero ella me quitó la idea porque era muy cansado para mí.

A la cuarta vez que lo cargué de pintura me habló para decirme que no le pusiera tanta cantidad porque se escurría y entonces la vi, el tanga que había visto un momento antes apenas se veía, el poco color negro del triángulo ahora estaba incrustado en la raja rosada, carnosa y cerrada que de vez en cuando se abría según la posición del brazo al alargar el pincel.

Ya estaba otra vez empinado cuando terminó la franja que alcanzaba con el brazo y bajó de la escalera.

  • ¿Viste? Ahora vos, sube y demuestra lo que sabes hacer.
  • Eso está “chupado”.

Subí con algo de dificultad por el pantalón y la erección que llevaba y cuando  estuve arriba le ordené como ella hacía que me pasara el pincel.

Magda obedeció, me lo daba mucho mejor que yo, le di pero se me acababa demasiado pronto, por contra pretendía llegar lo más lejos posible alargando el brazo, hasta que la escalera  se tambaleó, a partir de entonces Magda me sujetó con la mano en la pantorrilla, su mano iba subiendo cada vez que me alargaba, pronto llegó a la rodilla y más allá.

Con los esfuerzo para llegar a las esquinas el pantalón de dos tallas más grandes se iba escurriendo de mi cintura hasta que llegó a quedar sujeto sólo por el culo, entonces la mano de Magda quiso evitar que se me cayera del todo y en un último tramo se soltó pero ella estuvo rápida de reflejos y lo retuvo, bueno, sujetó el pantalón pero también agarró lo que había debajo.

No quiero pensar que lo hizo adrede, pero con la sorpresa soltó el pantalón y al caer a mis pies me quedé con el slip frente a ella y lo peor no fue la prenda, sino lo que escondía o mal escondía.

La risa escandalosa de Magda me sonrojó, se burlaba claramente por mi situación, estaba encima de la escalera, en una posición muy inestable, indefenso de todo, con los pantalones en los tobillos y lo que era peor, el slip marcando la erección más indiscreta y todavía peor aún, asomando un huevo por un camal.

Con una mano sujetando el pincel goteante y la otra cogiéndome a la escalera no podía hacer nada, ella acudió en mi “ayuda” , con mucha destreza devolvió el huevo curioso a su sitio pero con la erección no pudo, por mucho que lo intentó.  Pasó una mano por el camal y tiró hacia abajo la polla intentando doblegarla pero estaba demasiado tiesa para eso y volvía a su posición horizontal.

Pareció no comprender el problema y quiso averiguar el impedimento y tiró del elástico de la cintura hacia abajo, la verga fue doblegándose hacia abajo hasta que pudo con la tensión del slip y saltó con fuerza hasta darme en el pubis.

Su cara cambió de pronto, a pocos centímetros de sus ojos el capullo descubierto, brillante y rojo la miraba con su ojo único, estaba lagrimoso y no de pena, una gota de líquido pre seminal asomaba por su boquita vertical y ella se sintió atraída como hipnotizada.

Desde arriba de la escalera la vi dudar, me di cuenta de la resistencia que la sacudía, cerraba los ojos como no queriendo mirar pero la boca se le abría, no se daba cuenta pero su cara estaba cada vez más cerca de mí, yo también dudaba, el tener la polla más dura que nunca a poca distancia de unos labios carnosos como los de aquella mujer me empujaba desde atrás hacia ella, sentía una mano con una fuerza irresistible que me hacía acortar la distancia.

Cada vez sentía más cerca, su aliento caliente, su respirar agitado en la gota que se escurría ya por el frenillo, ya salía la siguiente con más rapidez que la primera y sus labios casi la tocaban, la “mano” que me empujaba hacia ella cada vez hacía más presión y al fin pasó.

Su labio superior tocó el glande, lo noté por el tibio aliento que me recorrió la gota y luego la sensación de calor de su lengua llegando a tocar el frenillo, fue un segundo, enseguida escondió la lengua y se alejó aunque no mucho, volvió a acercarse, yo pensé que iba a meterse la polla en la boca definitivamente, pero no, pegó su cara en mi muslo, la polla nacía pegada a su nariz pero no hizo más que tirar de mi pantalón sin mirar y subirlo despacio.

Me pareció una eternidad hasta que llegó al culo, allí separó la cara y tiró de él hacia arriba, no me guardo la polla en el slip, la dejó suelta y el pantalón se encajó en ella, Magda al notarlo la cogió con la mano y la subió al mismo tiempo que lentamente la iba escondiendo en el pantalón.

Se miró la mano húmeda de mi líquido y me miro, ya no reía pero sacó la lengua y lamió todos los dedos de la mano que había tocado mi verga.


Stablos recibió a mi mujer con los brazos abiertos, Andrea hasta el último momento nos miró pidiéndonos consejo sobre qué hacer, ni nosotros lo sabíamos y menos cuando Stablos la abrazó y la llenó de besos repitiendo el nombre de su amada difunta esposa.

  • ¡Agatha, por fin has vuelto!, te estaba esperando desde hace mucho, estaba tan triste por tu ausencia… estoy deseando hacerte el amor como a ti te gusta.

Andrea intentó separarse de él pero la tenía rodeada por sus ahora fuertes brazos y no la dejó, Sofía me miró asombrada, yo estaba sin palabras y cuando nos volvimos hacia ellos Stablos le estaba besando en el cuello y metiendo la mano por el escote del vestido de Andrea.

Mi mujer me miraba asustada, sabía que no estaba bien lo que estaba pasando y menos lo que parecía que iba a pasar, con la mirada me preguntaba qué podía hacer y que no, comprendía la enfermedad de Stablos, la confundía con su mujer y sobre todo la recordaba haciendo el amor.  Sofía y yo también estábamos impactados, pero al ver al Capitán tan feliz, por un momento reviviendo su amor por su mujer, optamos por no desengañarlo.

Notamos los nudillos del Capitán como tiraba del sujetador de mi mujer sacándole las tetas que enseguida marcaron los pezones en la fina tela, cuando Andrea se volvió, el Capitán le había cogido su mano y la había llevado a su polla que milagrosamente estaba dura y le salía por el pijama mal abrochado.

Mi mujer se volvió hacia mí, estaba desesperada ante el cariz que estaba tomando la situación, me urgía a que la sacara del apuro pero al comprender que no debía negarle aquel momento de felicidad se encogió de hombros y le cogió la polla con fuerza, entonces recordé la conversación que tuvimos… yo mismo la convencí de que lo de Susi fue una Obra de Caridad y ¿qué más caridad era la de devolverle la felicidad al Capitán? , estaba claro que Andrea había comprendido mi argumento perfectamente y estaba dispuesta a aplicarlo.

Al ver caer al suelo el pantalón de Stablos nos dimos cuenta de la realidad, el Capitán tenía una gran polla negra, excepto el capullo que era rosado, además el vello púbico, ya escaso, había encanecido con lo que destacaba más el color del tronco.  Por otra parte el tamaño era desproporcionado a la delgadez de sus piernas, al ver todo esto Sofía y yo nos acercamos con el ánimo de rescatar a Andrea pero Stablos nos espetó de lejos.

  • ¿Adónde van ustedes?, yo no les he llamado, no quiero comprar nada, no necesito nada, lo que necesito lo tengo aquí, es mi Agatha, que ha vuelto conmigo.
  • Pero papá, ¿no te das cuenta?  Es Josu, tu grumete que ha venido a verte.
  • Jajaja, ¿Josu?, yo no conozco a ningún Josu y además, ¿quién eres tú?
  • Soy Sofía, tu hija, ¿no te acuerdas de mí?
  • Yo no tengo hijas, sólo tengo a mi mujer que vino a follar conmigo, no sabes cómo le gusta mi verga.
  • Capitán, sí, soy Josu, ¿no me recuerda, cuando estuvimos en Cuba con aquella inspectora?
  • ¿Qué inspectora y qué Cuba?  No estuve nunca allí.

Los tres estábamos petrificados y tristes al ver a mi querido Capitán, pero él lo tenía decidido, cogió de los hombros a mi mujer y la hizo arrodillarse frente a él, la polla negra se quedó delante de la cara de Andrea, él la cogió del pelo con suavidad y la acercó a la boca.

Andrea se resistió un poco pero al ver que no tenía escapatoria, la abrió y se la tragó hasta la mitad.  Stablos la sujetaba de la melena y la atraía hacia él, movía las caderas despacio y Andrea le cogió los huevos y el tronco para acabar pronto la felación.

Yo intenté acercarme pero Andrea me hizo una señal con la mano de que estaba todo controlado, el Capitán también se dio cuenta de que me acercaba y me dijo…

  • No se acerque a ella, esta mujer es mía, si quiere follar hágalo con esa otra, parece que también debe follar bien, ahí tienen el sofá, por mí, no se priven.

Noté a mi espalda el calor del cuerpo de Sofía, me cogió de la cintura y la polla se me puso dura en un momento, las tetas de la griega se aplastaban contra mí, Andrea seguía mamándole la polla a Stablos, ya la había soltado y era ella la que imprimía el ritmo, le abrazaba las caderas y se hundía la verga hasta hacerla desaparecer, nos miró de reojo y nos guiñó un ojo para que siguiéramos el consejo del Capitán.

El sofá era de tres plazas o más, fuimos hacia él y Sofía me sentó, a su vez subió el vestido azul a la cintura y pasó las piernas alrededor de las mías, quedó sentada sobre mis rodilla mientras me soltaba el cinturón, y cuando sacó la polla doblada la acarició para retirar el prepucio, luego se deslizó por mis muslos y cuando notó que le apuntaba al coño ladeó sus bragas negras y se acercó a mi hasta que estuvo llena de carne dura y caliente.

Stablos sonrió al ver a su hija saltar sobre mí, posiblemente recordaba en su casi perdida memoria cuando los dos lo hicimos en Cuba, habían pasado muchos años, pero yo lo recordaba con mucho cariño.  Entonces Stablos me hizo muchas confidencias, más de amigo que de superior y ahora volvíamos a estar follando los dos juntos, aunque él no lo recordara.

Cuando Andrea me vio, sonrió y movió la cabeza, se daba cuenta de que era un caso perdido, no podía mantener mi promesa fácilmente y menos con aquella preciosa mujer, Stablos le bajó los finos tirantes del vestido que cayó al suelo, todavía llevaba el sujetador puesto pero vacío alrededor del estómago, las tetas sueltas se le movían al compás de su cabeza.

La saliva le salía en hebras por la comisura de los labios pero el Capitán no daba señal de correrse pronto, ya le dolían las rodillas y se levantó, al hacerlo el vestido terminó de caerse y lo apartó de su lado, las braguitas blancas que llevaba apenas le cubrían las nalgas y el padre de Sofía las apretó separándolas, con ellas la atrajo contra él y vinieron abrazados con nosotros, a nuestro lado quedaba mucho espacio de sofá, y en él dejó a mi mujer de rodillas sobre el asiento.

Sofía tiró de su vestido hacia arriba y se lo quitó, su piel morena contrastaba con la de Andrea pero cada una competía en belleza, las tetas de Sofía apenas habían caído un poco pero las de Andrea, mucho más joven, brillaban de tersas.

La polla negra se acercó a mi mujer, la punta ya no era rosada, ahora era roja y brillaba con la saliva de Andrea, a ésta no tuvo que decirle que separara las piernas, lo hico instintivamente al sentir la polla en su coño, con un gemido ahogado nos confirmó que estaba entrando lentamente pero sin descansar.

Nos miró con los ojos extraviados, aquella barra la estaba atravesando pero no se quejaba, aspiraba y respiraba al notarla salir.  Era un vaivén lento pero a fondo, las manos de él se hundían en las caderas de ella y las de ella atenazaban la tapicería del sofá.

Separé mis muslos y el culo de Sofía se escurrió entre ellos, los labios todavía recibieron más centímetros de verga hasta hacer tope con mis huevos, estaba totalmente empalada y miró entre nosotros, mi pubis y el suyo se juntaban en uno sólo y sonrió, me sacó la lengua para decirme que le llegaba a la garganta, Andrea se rió pues sabía a qué se refería, ella también lo había experimentado conmigo.

Ahora Stablos la llenaba pero no tanto como yo, los cuatro gozábamos del momento, no nos planteábamos ningún tabú, quizá por eso no nos sorprendimos mucho cuando el Capitán nos dijo.

  • Pareja, da gusto verles follar, cuando yo era joven también lo hacía bien pero aún ahora no me porto mal jajaja.  Me gustaría demostrárselo, ¿les importa que cambiemos?

Noté cómo el coño de Sofía se encogía en mi polla, nos cogió por sorpresa, el Capitán quería hacer una orgía, una vez follado a “su mujer” ahora quería quemar los últimos cartuchos.

El “plop” que sonó cuando sacó su verga del coño de Andrea coincidió con el que hizo Sofía al levantarse de mis piernas.  Todavía no había asimilado bien lo que quería su padre cuando éste ya la había tumbado en el asiento del sofá y subido las piernas apoyándolas en sus hombros.  Stablos fue rápido y en el primer agujero que vio la metió.

  • ¡¡¡PAPÁ!!!  Por Dios, ¿qué has hecho?
  • Nada, te la metí en el agujero más bonito que he visto en mi vida y… ¿Por qué me llamas papá?
  • Por todos los santos, me estás matando y sin avisar  ¿A mamá también se la metías así?
  • Claro, a ella le encantaba, se corría como una perra.

Andrea se reía al ver a Sofía con las piernas en los hombros del Capitán y éste clavado al culo de su hija.  Vino conmigo y se puso como Sofía para demostrarle que ella también disfrutaba de mi polla por el culo.

  • ¿Señorita, ves como a Agatha también le gusta por el culo?, pero si quieres me salgo, yo soy un caballero.
  • No, déjalo, sigue adonde estás, ya me has roto el culo, ahora muévete “señor” Stablos.
  • Sabía que lo apreciarías, no tengo la polla de este señor pero la mía tampoco es una tontería, ¿no te parece?
  • No, no está nada mal, comprendo a “su mujer”, esta polla me llena del todo, no pares por favor, ahora no.

Los dos nos movíamos al mismo ritmo, el “chop chop” de los culos sonaba igual, el aire que inyectábamos volvía a salir con presión y nos animaba a acelerar.

Andrea fue la primera que se corrió pero por poco porque Sofía separó las piernas cogiéndolas por los tobillos, el Capitán le cogió las tetas de los pezones y la hija se corrió sobre su padre, le mojó hasta el pecho pero a él le hizo gracia y a mí también porque fue contagioso, Andrea aprendió cómo hacerlo al ver a Sofía y un chorro caliente me salpicó hasta los pies.

Yo esperaba que el Capitán se corriera en el culo de su hija, a su edad esperaba un poco de leche rebosar por el capullo rojo pero él en el último instante la sacó y la sostuvo apuntando a Sofía, por el tiempo que hacía sin descargar debía tener los huevos a rebosar porque los primeros impactos llegaron al pelo de su hija, paulatinamente los siguientes fueron bajando a la cara, las tetas y los últimos al coño.

Yo quise emularlo pero hice el ridículo, porque sólo llegué a llenar el ombligo de mi mujer, Stablos al verlo me dio una palmada en el hombro y me dijo.

  • ¿Qué te parece? Todavía estoy vivo, jajaja.
  • Sí Capitán, como en los mejores tiempos, y tiene la polla más negra que George.
  • ¿George? , me suena ese nombre, ¡ah sí!, era un negro que siempre iba con un grumete, a aquel joven lo apreciaba mucho, al principio no quería enrolarlo pero una mujer, Hortensia creo que se llamaba, me convenció mientras follábamos, ¡qué tiempos!
  • Aquel joven soy yo, amigo Stablos.
  • ¡Que más quisieras!  Me acuerdo que una vez en Cuba…
  • Déjelo Capitán, no se esfuerce, sigamos follando, estas mujeres se merecen otro orgasmo.
  • ¡O más de uno! Jajaja.

Continuará.

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