Memorias de un portero de noche (3)

La singladura a Grecia y Ucrania fue muy especial para mí, además de conocer gente nueva tuve la satisfacción de conocer a su familia.

Stablos nos invitó a cenar en un restaurante especial, cuando lo dijo pensé que sería un sitio lujoso y me sentí un poco cortado pues no estaba acostumbrado a comer con modales exquisitos y no quería quedar ni dejar en ridículo a los Stablos.

Me senté detrás en el Mini, Sofía conducía endiabladamente por las callejas sorteando a las personas y motocicletas que nos cruzábamos, al fin y en un rincón que hacía una calle estrecha aparcó de mala manera frente a una puerta de madera azul.  En el interior apenas se oía una mosca, todavía el sol se ocultaba por el horizonte del mar y alumbraba hasta el fondo del local, sólo había media docena de mesas esparcidas por doquier sin orden y la puerta de la cocina, no existía ni mostrador ni barra ni nada más.

Desde la cocina se oyó un grito de alegría y enseguida salió una señora inmensa, estaba tan gruesa que apenas cabía por la puerta.

  • ¡Mira quien vino, nada menos que Stablos!, jajaja y no viene solo, hola Sofía, ¡cada día estás más bella! ¿y éste chico tan guapo, es tu nuevo novio?
  • Nooo, Dora no, mi hija no tiene novio, es un amigo, es mi grumete Josu, es español, vasco para más señas, jajaja.
  • Es verdad, encantado señora, tiene un local muy bonito.
  • Pues espera a probar su cocina.

Nos sentamos al lado de una ventana desde la cual se podía ver bajar las calles hasta el puerto, ya empezaban a iluminarse y parecía un Belén.

El Capitán iba a pedir la carta cuando Dora se anticipó poniendo un plato de aceitunas y vino blanco, seguido a esto otro plato de jamón y otro de chipirones rebozados, no podíamos más que alabar los sabores cuando volvió a salir de la cocina con tres platos llenos de mariscos, era una montaña de mariscos frescos del Mediterráneo, se lo acababa de traer un pescador con el cual tenía algo más que relaciones comerciales.

En el medio colocó una ensalada, la que, además de verduras, estaba regada de yogur típico griego y queso feta, el capitán nos miraba a los dos y sonreía, yo apenas levantaba la vista del plato, en mi tierra se come muy bien pero aquello…

  • Uf, Capitán ya no puedo más, estoy para reventar.
  • Jajaja ¿y presumes de ser duro?  Pues espera a lo que viene, ¡mira a Dora!
  • ¡Aquí estoy, hagan sitio a la carne, cordero asado a las finas hierbas!
  • Jajaja, no cambiarás nunca Dora, no vas a cebar.
  • Eso es lo que quiero, a mis amigos, lo que quieran.

Cuando terminamos con un café muy corto y cargado salimos a la calle, ya la noche estaba cerrada y al abrir la puerta del coche el Capitán se excusó diciendo que prefería dar un paseo, puso la excusa de que quería rebajar la cena y sin más nos dijo:

  • Hasta luego tortolitos, llegaré tarde.
  • Gracias papá.

Subí de un salto al Mini y Sofía aceleró hasta su casa, el vestido blanco de gasa que llevaba voló como la vela de un balandro, llevaba unas bragas también blancas y un sujetador sin tirantes que apenas se le notaban, yo corrí detrás de ella queriendo alcanzarla pero me demostró ser mucho más ágil que yo.  Cuando subió a la cama cerró las cortinas dejándome en el suelo, intenté subir por otro lado y ella me lo impidió a la vez que se iba quitando las prendas que le quedaban, hacía posturas provocándome y yo estaba loco por atraparla, cuando lo pude hacer ya me había quitado todo y blandía la polla amenazadoramente hacia ella.

Entre risas nos revolcamos por la cama hasta que nos miramos y nos quedamos serios, el beso fue inevitable y tan largo que no nos separamos ni para meterle la polla, pues levantó las caderas y caí entre sus piernas en un misionero tan dulce que apenas noté que ya estaba clavado en ella.

Me gimió en el oído y me susurró que la follara como un animal, la miré y se lo prometí, apenas se lo dije le di la vuelta boca abajo y con los pies le separé los suyos, tenía la polla mojada de sus jugos y no me costó mucho meterla en su culo estrecho pero generoso, quiso levantarlo para que entrara mejor pero preferí tenerla acostada con las manos en cruz, le cogí las tetas que asomaban por los costado y la follé sin misericordia, ella gemía con la boca sobre la almohada y gritó que se iba a correr.

  • Josu, ¡me corrooo, no pares, me corro, Diooos, fóllame a fondo, asíííí!

Seguí follándola saltando sobre ella, el colchón daba botes y me la devolvía, le di la vuelta cuando se me salió y caí gateando sobre su cuerpo, al llegar a sus tetas la puse entre las dos y ella adivinó mi intención, las juntó y me atrapó en medio, me moví y ella escupió en el capullo, a los pocos movimientos le devolví la gentileza llenándole la boca de leche, Sofía esperó con la boca abierta hasta que el chorro fue menguando y se escurrió entre mis piernas, quise retirarla pero tiró de mi culo, me acercó a su boca y relamió hasta los huevos.

Estuvimos hablando un largo rato, me contó su vida, huérfana de madre tuvo que ocuparse de su padre desde niña, él le enseñó a ser mujer pero ella lo sobrepasó, a veces dándole quebraderos de cabeza, era muy inteligente y trataba a sus novios cómo quería pero a su padre le encantaba pues sabía manejarse sola.

Mientras hablábamos enredaba mi polla lacia entre sus dedos y yo paseaba los míos por su coño abierto, ninguno prestaba atención a los sexos y estábamos felices.   Cada vez más me gustaba aquella chica y la polla me apoyaba, por lo que no tardó en enderezarse y Sofía lo notó entre sus dedos, fue abriendo las piernas y su clítoris también fue poniéndose más duro a cada momento.

Cuando subió sobre mí, me cabalgó sin metérsela, la abrazó con sus labios y se movió hasta correrse, luego levantó una pierna y se dejó caer al notarla vertical.

  • Mmm, que gusto, Josu, la noto entrar como un obelisco, me llegas hasta adentro, me hundes la matriz, me haces mujer y… me voy a correr otra vez, nunca me pasó tan rápido antes.
  • ¿Dices que tú amiga, la médica…?
  • Jajaja, sííí.  Ya me dio las pastillas, ¡córrete sin miedo!
  • Jajaja, nooo me refería si tu amiga querría acompañarnos.
  • ¡Serás cabrón, ahora verás, te vas a enterar!

Sofía no tuvo compasión conmigo, se arrodilló a mi lado y mamó la polla hasta hacerla brotar como una fuente y no una vez sino dos seguidas, en la tercera ya no salió más leche pero entonces se la metió en el coño y todavía tuvo otro orgasmo más.

Nos quedamos dormidos y por la mañana cuando sentí fresco me levanté y vi en la mesita del lado de Sofía una rosa del jardín del Capitán.

  • Despierta Sofía, ¿ésta rosa estaba anoche?
  • Jajaja, ¡papá…, qué malo eres!
  • ¿A quién se lo dices?
  • A mi padre, fue él quien la puso anoche cuando vino, seguro que se asomó para ver si estábamos bien, siempre me lo hace.
  • ¿Y nos habrá visto desnudos?
  • ¡Si no te has puesto el frac antes, seguro!  Jajaja.

Cuando salimos vestidos al jardín, Stablos nos esperaba con el desayuno preparado en un velador, no dijimos nada más que los buenos días pero él nos miró sonriendo, cuando terminamos simplemente me dijo:

  • Josú, se acabaron las vacaciones, volvamos a bordo.

Me despedí de Sofía, le iba a dar un beso en la mejilla porque me daba vergüenza delante del Capitán pero él se giró discretamente y ya pude besarla como me gustaba.


Me despertó un sonido terrorífico, salté del camastro y miré por el ojo de buey, apenas se veía más que las gotas de la lluvia y las salpicaduras de las olas, había una niebla tan cerrada que apenas se veían las manos, decidí averiguar qué era aquel pitido tan fuerte y fui hacia el puente, por el camino pasé por la cocina y vi a George preparando café.

  • Buenos días George, qué bien huele tu café, ¿qué son esos ruidos?
  • Jajaja, vaya novato, ¿nunca oíste la bocina de niebla?
  • No, nunca vi la niebla en el mar.
  • Pues sube al puente y lo ves de primera mano, de paso lleva la bandeja del café, así te podré preparar un almuerzo de los que te gustan a ti.

El cocinero sabía mis gustos y procuraba complacerme, además de sorprenderme, hacía una tortilla de patatas que podías morirte, me la “vendía” como la mejor  tortilla española hecha por un senegalés y la verdad estaba tan buena como la de un chef.

  • ¡Buenos días Capitán, buenos días señor O’connor!
  • Jajaja, ¿o sea que delante del Capitán me llamas por mi nombre, si sé que siempre me llamáis el Rojo?
  • Es que usted es muy rojo señor.
  • Jajaja no te está mal, oficial “O’connor”
  • ¿Qué es ese ruido Capitán?
  • Es la bocina de señales de niebla, si quieres tócala tú.

Fue un placer de los más grandes, el poderío del berrido del barco me hacía sentir el dueño de los mares pero el pitido que oí contestándome muy cerca de nosotros nos asustó a todos, al momento pasó a escasos metros una gran sombra que nos cubrió.

  • ¡Alerta oficial, todo a estribor!
  • ¡Por poco capitán, lo siento, es que me despisté con Josu!
  • Este petrolero podía hacernos papilla.

El súper petrolero pasó como un caimán gigante a nuestro lado y cuando los puentes coincidieron se entabló una batalla de pitidos que podían traducirse en insultos.

El estrecho por Galipolli, era muy transitado y en adelante tuvimos mucho cuidado, estuve en el puente de mando hasta ver el puente que cruzaba el estrecho en Estambul, me explicaron que separaba Europa de Asia y me encantó verlo.

  • Anda, Josu baja a ver si el Jefe de Máquina tiene trabajo para ti, me gusta que estés aquí pero tu trabajo te llama.

Me hundí en las entrañas del barco no sin antes recoger el almuerzo de George y antes de llegar al fondo ya me lo había comido.

  • ¡Vaya, ya apareció Josu, no lo busquéis muchachos!  Jajaja.
  • Lo siento Jefe, es que…
  • Tú siempre con excusas, debiste estudiar para oficial.
  • ¡Qué más quisiera yo!, aunque a su lado aprendo más...
  • No me hagas la pelota y revisa los manómetros, voy a tomar un buen café.
  • ¡A la orden Jefe!  Jajaja.

El puerto de Odesa era de lo más gris, me asomé por la escotilla abierta y vi las grúas trabajando, había bastante movimiento y al momento noté el remolcador que nos empujaba contra el muelle, después de unos golpes quedamos amarrados y en seguida llegaron las collas de estibadores, llevábamos naranjas y eso les gustaba mucho porque siempre se “rompían” algunas cajas y acababan en sus casas.

Cuando subí a cubierta vi a nuestra tripulación abriendo las bodegas, me di cuenta del frío que hacía porque me envolvió una nube de vaho, en Marsella me había comprado un chaquetón pero no me di cuenta del frío que hacía allí hasta que bajé al muelle.

Le pedí permiso a Stablos con la excusa de ver el puerto pero al poco ya estaba arrepentido, todo estaba escrito en cirílico, no entendía nada y no sabía adónde ir, en la puerta de lo que parecía un bar vi que una niña que vendía gorros, me acerqué a ella y le pregunté en español acompañado de señas.

  • Hola, ¿que valen esos de orejeras?
  • ¿Quieres decir las “ushankas”?
  • Bueno, no sé cómo se llaman pero…  ¿Tú sabes español?
  • Jojana, claro, estudié en el instituto.
  • Pero si eres una niña.
  • No tan niña, ya tengo veinte.
  • Pues pareces una niña.
  • Eso lo dices como bueno o malo.
  • No lo sé, pareces tan frágil…
  • Pues aquí donde me ves bailo ballet y hago gimnasia rítmica.
  • No me digas ¿y por qué te dedicas a vender gorros?
  • Porque tenemos que comer, mi padre está enfermo, él es quien hace los gorros y yo los vendo.
  • Lo siento mucho, me quedaré uno, ¿cual me recomiendas?
  • El que quieras, son todos buenos pero, me has caído bien, eres amable conmigo, la mayoría de marinos sólo quieren de mí…
  • Tranquila, yo sólo quiero un  gorro pero me ha sorprendido que hables mi idioma casi sin acento.
  • Tengo facilidad para los idiomas, hablo ucraniano, ruso, español e inglés.
  • Won, que envidia, yo apenas hablo un poco de inglés y porque si no, no me entiendo con los compañeros…
  • Jajaja.
  • Bueno… me quedo el que elijas para mí, por cierto ¿cómo te llamas, yo me llamo Josu?
  • Yo me llamo Nadia, encantada aunque, como me has parecido sincero y simpático conmigo te aconsejo que no me compres éstos, son de piel de conejo, si quieres, mi padre hace otros mejores de piel de marta, son mucho más suaves.
  • Gracias, me gusta que me recomiendes lo mejor, yo no entiendo nada de esto.
  • Si quieres ven a mi casa, vivo fuera del recinto del puerto, aquí cerca.

Acompañé a Nadia por medio de las  vías del tren y detrás de unas vallas llegamos a una fila de casas todas iguales, el ambiente no podía ser más triste, el clima, el frio y el vecindario me deprimía nada más verlo, me quedé fuera en la calle pero ella insistió y pasé.

La casa era peor todavía que la calle y hacía un frío glacial, la chica desapareció detrás de una puerta desvencijada y trajo dos gorros preciosos, me los probé y uno de ellos me venía perfecto, por curiosidad le pregunté:

  • Perdona Nadia, ¿tienes más gorros como estos?  Me gustaría cómpratelos.
  • No, son los únicos, mi padre sólo trabaja cuando… está sobrio.
  • Ah, ya entiendo pero es que hace tanto frio aquí, era por ayudarte.
  • Hace diez días que se estropeó la calefacción y no podemos repararla, pedimos la pieza pero no nos llega.
  • Si me permites veré de que se trata.

La chica me acompañó a un cuarto trasero, en él estaba la caldera, era de carbón y me fijé que había un tubo reventado, me acordé de los cajones que tenía en el barco llenos de latiguillos y le dije:

  • Voy a hacer una cosa, iré al barco y trataré de traer alguna pieza para intentar arreglar la estufa.

No la dejé contestar, puse los gorros sobre una mesa y corrí al barco.

  • Jefe, voy a coger un latiguillo, luego le contaré.
  • Espera Josu, cuéntame… ¡adiós, chico, vaya ímpetu!

Subí las escaleras y salté al muelle, las grúas iban y venían con las cajas de naranjas envueltas en una red, corrí a casa de Nadia y fui directamente al cuarto de la caldera como si fuera mi casa.  Ahora vi a una señora lavando en una pila con el agua helada, se volvió y vi que era una mujer bastante joven tan rubia como Nadia, llevaba una trenza gordísima igual que la joven.

  • Ah, te presento a mi madre, se llama Amia, como ves es joven aunque parece mayor.
  • Pero es preciosa, igual que tú.
  • Somos eslavas, muy rubias y de piel clara.
  • Y bellísimas.
  • Gracias.

Le habló en ucraniano a su madre y ésta me dedicó una sonrisa que transformó su cara por completo, me dediqué a reparar la avería y rápidamente le dije que ya podía encender la caldera, a su madre no hizo falta traducirle y enseguida se puso a la tarea, cuando volví a recoger los gorros Nadia me esperaba en el comedor, me cogió de la mano y me llevó a su habitación, era muy sencilla pero estaba arreglada y limpia.

Dejó caer la poca ropa que llevaba y se metió en la cama, alargó el brazo invitándome a entrar y me desnudé, empecé a temblar como una hoja, me castañeaban los dientes y ella se tumbó sobre mí, su poco calor me pareció una manta de la mejor lana y se lo agradecí con un beso.

La apariencia frágil y delicada se transformó en fuego, me llenó de besos y se metió debajo de la manta hasta llegar a mi polla, no la tocó con las manos para que no sintiera frío y lo hizo directamente con la boca, sentí un calor húmedo y una aspiración que me atraía a ella, busqué sus piernas delgadas y las encontré a mi lado, vi el vello que cubría su pubis pero era tan rubio que parecía transparente.

Me volví loco de gusto, la lamí, la chupé y la mordí, ella parecía una serpiente, se enroscaba en mi y cuando me di cuenta estaba adentro de ella, le di la vuelta y le cogí una pierna, la puse sobre mi hombro dejando la otra sobre la sábana y le metí la polla de un golpe, ella gimió dolorosamente pero no dijo más, solamente cerraba los ojos sin quejarse, a los pocos minutos se corrió entre estremecimientos y yo seguí hasta que ya no pude más.

Nadia dijo algo en ucraniano que no entendí, supuse que clamaba al cielo pero no, me volví y vi a su madre apoyada en el quicio de la puerta de la habitación, estaba liada con una sábana, se acababa de duchar y me sonrió al ver que la miraba, luego se fue.

Después de corrernos quedamos exhaustos, Nadia se abrazó a mí y me dijo que su padre estaba siempre abrazado a una botella de vodka, trabajaba cuando estaba sobrio que era muy raro y si no se iba al bar de un amigo adonde se emborrachaba hasta muy avanzada la noche, me dijo que había estudiado español porque quería ir a trabajar allí, le dije que era muy complicado, que había poco empleo aunque con la preparación que tenía no quise desengañarla.

Cuando salimos de la habitación, su madre nos había preparado unas galletas y un vasito de vodka.  Me dio pena y le dije que me esperaran.  Salí disparado, ya no notaba el frío pero al salir Nadia me puso en la cabeza la “usanza” de marta y cuando subí al barco fui directamente a ver a George.

  • George, amigo, necesito un favor…  ¿Te sobra algo de comer?
  • Claro Josu, lo que quieras, precisamente estoy preparando un guiso que te gustaría, patatas con cordero, guisadas con garbanzos y demás, ¿porqué lo dices?
  • Necesito que me la des, quiero hacer una donación a una familia que lo necesita y si tienes más cosas, te lo agradecería.
  • Hombre, si quieres… tengo pan recién hecho, embutidos, carnes congeladas, mermeladas y vino.
  • No vino, no, precisamente alcohol es lo que sobra en la casa.
  • Te lo preparo pero, tú no vas a poder con ésta caja tan pesada.
  • Espera, estoy pensando… ¡vístete para salir, abrígate porque hace frío y te vienes conmigo!
  • Pero ¿adónde voy yo en Ucrania, tú me has visto?
  • ¿Lo dices porque eres negro de cojones, jajaja?
  • Jajaja, ¡“negro de cojones”, eso está bien!, jajaja.
  • No te dará vergüenza, ¿verdad?
  • Noo, vergüenza no pero pareceré una mosca en la leche, jajaja.

Bajamos del barco por la escala con dificultad, nadie nos dijo nada y fuimos hacia a casa de Nadia, por el camino George me pasó la caja y me extrañó que con lo fuerte que era no pudiera con ella.

  • Toma Josu, sujeta la caja, espera un momento, ahora vuelvo.

George desapareció en un almacén y al poco rato volvió con una bolsa de papel, le pregunté que compró y sonrió, cuando llegamos a la casa se dio cuenta del ambiente, las mujeres abrieron los ojos como platos al ver al cocinero, se tuvo que agachar para entrar y cuando vieron lo que llevábamos quitaron la botella de vodka que presidía la mesa.

George les enseñó lo que traíamos y ellas hicieron sitio y sacaron los cubiertos, en un momento se organizó una comida con todo lo que trajimos, además George sacó lo que compró para la ocasión, eran dos latas de Kastka (cangrejo negro del Volga) y una de caviar de Beluga, la botella era de champan francés Möet.  Nos quedamos todos sorprendidos, sobre todo yo que no sabía que era aquello, ellas lo sabían pero nunca lo probaron y las dos premiaron al negro con sendos besos.

Tanto la madre como la hija eran de una piel blanca casi como la nieve y rubias hasta casi blanco, llevaban unos peinados con trenzas, la de la madre muy gruesa y la hija dos finas que le nacían de la sien, se notó que Nadia se había duchado mientras yo fui al barco y se había repeinado.  La madre, de mejor tipo que la hija, tenía unas caderas impresionantes y unas tetas muy bien formadas.

Comimos hasta hartarnos, ellas gozaron como niñas con todo aquella comida, no pusieron pegas a nada y disfrutaron con George, él hablaba inglés sin apenas acento africano y era muy gracioso, cuando terminamos ellas nos obsequiaron con sendos vasitos del omnipresente vodka, a mi me reconfortó todavía más y abracé a Nadia, ella me besó y Ania se acercó a George.

Nos sorprendió a todos al sentarse sobre sus rodillas, éste la mantuvo  como una pluma y cuando besó sus gruesos labios él la cogió en brazos y la llevó a su habitación, Nadia me llevó a la suya y me desnudó, la casa estaba caliente como un horno, la estufa estaba al rojo vivo en su recinto y se notaba.

De la habitación de enfrente se oían los gemidos de Ania, George la estaba follando como un semental, tanto gritaba que Nadia y yo fuimos a verlos, nos reímos al ver a George tumbado en la cama y su madre cabalgándolo locamente.  Parecía un submarino con la bandera blanca atada al periscopio, aquel gigante negro total y ella con aquel cuerpo como la nieve follaban sin fijarse en nosotros, cuando se levantaba se podía ver el periscopio vertical, tenía una polla como el tubo de la estufa y el capullo al rojo vivo.

Noté como a Nadia le daba un escalofrío cada vez que la veía meterse en el coño de su madre y cómo gritaba ella de placer.  Animados por la visión volvimos a nuestra cama para seguir la tarde.

Esta vez fui yo el que cogió las riendas y la puse en cuatro, la polla se hundía en ella sin problema hasta que le apunté hacia arriba, la chica se resignó, agachó la cabeza y esperó, fui con cuidado pero aún así gritó al notar cómo entraba el capullo en su casi blanco culo, lloraba al entrar aquel tronco en su interior pero me animaba en cuatro idiomas.

Estuvimos follando hasta que se hizo de noche, cuando me levanté caí en la cuenta de que George tenía que hacer la cena para todos los demás y nos levantamos, lo que vimos nos dejó sorprendidos, Ania intentaba hundirse toda la polla del cocinero, no podía pero ella lo intentaba, cuando él gritó, en senegalés, se corrió con una andanada de leche tan blanca como su dentadura, fue tan abundante que le llenó el coño hasta hacer rebosar la leche por los lados de la polla.

Estábamos al pie de la cama viendo cómo su madre se corría por enésima vez cuando la hija me confesó que hacía muchos años que no le pasaba.

Al salir la madre sacó un gorro de Astracán y se lo puso a George en la cabeza, fue su regalo especial, su marido lo hizo para un personaje importante de la política pero ella pensó que mi amigo se lo merecía mucho más, Nadia no me cobró mi gorro de orejeras de marta además de quitarle a su padre seis botellas de vodka que me propuse repartirlas entre los del puente y el Jefe de Máquinas además de alguna a la tripulación de asiáticos, seguro que se pondrían contentos.

Al salir de la casa vimos a lo lejos venir a un hombre mal vestido, la camisa fuera de los pantalones y totalmente abierta, iba cogiéndose de las farolas y de las rejas, procuramos acelerar el paso y las mujeres cerraron rápidamente su puerta.

  • Gracias George, te has portado como un buen hombre pero tengo una curiosidad ¿de dónde compraste esas delicias?, no conocía ninguna y te habrán costado una fortuna.
  • Jajaja, no padezcas, lo compré en un almacén, tienes que saber que en los puertos y aeropuertos hay una zona de Puerto Franco.  Es de donde se surten los marinos y no se pagan impuestos, ahí vale la pena comprar todas éstas cosas, tabacos, perfumes, bebidas y todo lo que se grava con muchos impuestos.  Por el dinero no te preocupes, ¿para qué quiero el dinero?, no tengo familia y me sobra con lo que gano.  Hoy me hiciste un gran regalo, te debo una.
  • Siempre se aprende contigo George.
  • La veteranía, Josu, la veteranía.

Al llegar al barco, el Capitán desde el puente nos apremió con la mano y subimos corriendo por la escala, a partir de ese día George y yo fuimos inseparables.

Después de descargar las naranjas nos cargaron repuestos de coches Lada, en España se vendieron muchos y no eran malos, eran duros y sobre todo baratos, se llenó el país en poco tiempo y todavía funcionan por ahí.


Con esto recuerdo que hace algún tiempo, cuando iba a mi ocupación como hoy pasé como todos los días por la rotonda famosa, aquel día era ya de noche y durante todo el día estuvo lloviendo torrencialmente además de un viento frío que calaba los hueso, en la rotonda no había nadie por lo que pasé deprisa pero en el último momento antes de salir de ella vi de reojo a algo que se movía entre los matorrales.

Era una chica joven, se cubría con un plástico que apenas le cubría su cuerpo semidesnudo, llevaba un top que le llegaba tan corto que se le veían las tetas por debajo y un short que también mostraba casi el pubis por delante y por detrás la mitad de las nalgas,  di otra vuelta a la rotonda y volví a verla, estaba empapada y pasé despacio, ella se acercó a mi coche y supuse que querría ofrecerme sus servicios como todas pero, entre el cristal mojado, la vi cómo lloraba sin atreverse a pedir nada, bajé la ventanilla y me pidió, entre tiritonas de dientes, de llevarla a algún sitio, supuse que era su forma de ligar y sonreí pero viendo el tiempo que hacía, le abrí la puerta.

La chica subió dejando el plástico tirado y escurrió el pelo en mi asiento, lo que no me hizo ninguna gracia pero temblaba como una hoja, puse la calefacción al máximo y al momento ya estaba más tranquila.

  • ¿Cómo sales hoy con el día que hace, no viste que ninguna de las otras lo hizo?
  • Sí pero necesito dinero para dárselo a mi novio, él pagó para poder venirme y ahora me lo reclama y con intereses.
  • Eso no es un novio, eso aquí en un macarra o un chulo, no sé cómo lo admites.
  • Es la única forma de venir, en mi país no encontraba trabajo y me prometieron un empleo en España.
  • Me parece que te han engañado, aquí no hay empleos, no hay ni para nosotros pero ¿adónde quieres ir?
  • No lo sé, esta mañana me echó la casera, ya le debo dos meses y cuando fui a dormir tenía mis cosas en la escalera.
  • Pues no sé qué vamos a hacer, aquí no puedes estar.
  • Si quiere me lleva al centro, no puedo pagarle pero le puedo comer la polla o si quiere me folla, lo que prefiera, mire que tetas tengo, toque, le gustarán.

La chica rubia me enseñó las tetas subiéndose el top, las tenía preciosas, duras y puntiagudas, por cortesía pasé la mano por ellas y los pezones se engancharon entre mis dedos, tuve que soltarlas para atender al volante y miré hacia adelante.

  • Estoy pensado… a mi casa no puedo llevarte y no se me ocurre nada mejor, por cierto ese acento que tienes, hablas muy bien el español pero me suena…
  • Es difícil, soy rusa y vine hace medio año, desde entonces estoy haciendo la calle.
  • Yo una vez estuve en Rusia, bueno no exactamente, fue en Ucrania.
  • Sí, eso, yo soy ucraniana, dije lo de rusa porque todos creen que es lo mismo pero yo soy ucraniana aunque también hablo ruso y español y por supuesto inglés.
  • jajaja, que casualidad, cuando estuve en Ucrania, fue en una ciudad del sur con puerto de mar, en Odesa concretamente.
  • ¡Eso es, yo soy de Odesa!, mi familia vive allí, allí tengo a mi madre y a mi abuela, bueno también tengo un tío, se llama Ilia pero está en Londres, es casi de mi edad, se fue porque allí no tenía futuro, es que es… mulato.
  • ¿Cómo mulato, un mulato en Odesa?  Si los eslavos sois muy rubios.
  • Sí, eso le pregunté a mi abuela una vez y me contó que un día conoció a dos marineros maravillosos, le ayudaron mucho, se portaron muy bien con ella y mi madre.
  • ¿Y… tu abuelo, no tienes abuelo?
  • Ahora ya no, me cuentan que una noche se lo encontraron muerto en un portal, desde que mi abuela se quedó embarazada él todavía bebió más y más y una noche muy fría murió de hipotermia.
  • ¿Por casualidad cómo se llama tu abuela?
  • Se llama Ania y mi madre Nadia como yo.
  • ¿Nadia, un nombre muy bonito y por casualidad no tendrás la misma edad que tu tío?
  • Casi, mi madre se casó con un funcionario de Aduanas, es georgiano pero se divorciaron al poco tiempo, yo nací un año después que mi tío.

Me quedé tranquilo cuando la oí decir ese dato, estuve sin respirar esperando que dijera que eran de la misma edad el mulato y ella, no me cabía duda que el tal Ilia era hijo de George pero ella pudo ser hija mía.

Nadia recibió mi leche en varias ocasiones, la mayoría en el coño y su madre, por supuesto, todas, el cocinero la llenó como con una manguera de semen, lo raro habría sido que no la preñara, me hubiera gustado decírselo pero ya no sabía nada de él, hacía mucho que nos habíamos separado pero también me consoló el saber que tenía varios hijos repartidos por doquier.

La chica estaba muy apetecible, era el vivo retrato de su madre pero mucho más guapa y con curvas, fue una tentación no decirle que aquel español fui yo pero me convenció cuando le propuse que se viniera a mi casa.

  • Se lo agradezco señor pero quiero valerme por mis medios, me he hecho el propósito de salir de esto y lo conseguiré sin ayuda.
  • Lo hago sin ningún interés, en serio, reconozco que eres una mujercita preciosa y me sería difícil tenerte en casa sin pedirte nada pero lo haré con gusto.
  • Gracias, me alegro de conocerle, mi madre me dijo que los españoles soy muy amables,
  • No lo sabes bien, uf pero deja que llame a un amigo a ver si encontramos alguna solución.

La chica se me colgó al brazo pegándose a mi lado, había aparcado el coche y notaba su tetas presionando mi brazo y la polla se me puso como una barra de hierro, cogí el teléfono y llamé a mi amigo Iñaki, era uno de mis mejores amigos de la infancia, él se hacía cargo de las revistas que les iba trayendo de mis viajes y ahora se había montado un negocio.

En realidad era un “hotel” , él lo llamaba así, una vez me explicó que en él se hospedaban señoritas, compartían los servicios de comedor, cocina y demás, todas ellas se reunían en el bar con chicos que venían del pueblo y de las cercanías para entablar conversación con ellas, a él no le importaba pues tenía muchas más recaudación en copas de lo que podía soñar, porque ellas demostraban “una sed insaciable” .

La mayoría eran tan simpáticas que los invitaban a subir a su habitación, mi amigo se encargaba de darles la llave de la habitación y anotar las visitas “para la estadística” le encantaba darles la llave, ellas se suministraban de sábanas desechables que él les proveía y condones por cajas que también les compraba al por mayor.

Según me contó, el negocio era redondo porque  ellas mismas se organizaban en los horarios y en la lavandería y tenían libertad de salir y volver cuando quisieran porque de ello dependían sus “ingresos”.

  • Hola Iñaki, soy Josu, ¿cómo te van los negocios?
  • Bastante bien pero si vas a venir en estos momentos no hay mucha variedad, están casi todas ocupadas, ya me entiendes.
  • Nooo, Iñaki, te llamo para otra cosa, tengo a mi lado una chica ucraniana, es una buena chica y me pregunto si tendrías un lugar para ella, ya sabes cómo va esto, la están explotando y necesita vivir para ella, es una belleza pero sobre todo muy inteligente, está buscando salir del tema para buscar trabajo como traductora.
  • Pues… esto está a tope pero algo encontraré, no te preocupes, tráela y le explicaré como funciona esto.
  • Lo que te quiero dejar claro es que tengo mucho interés en ella, como si fuera mi hija, ¿entiendes?, no quiero malos rollos ni mentiras, le ofrecí llevármela a casa pero quiere vivir sola y sin ligaduras, es muuuy lista y me encanta.
  • Jajaja, seguro que te la follaste ya.
  • Nooo amigo, no, en serio es un caso especial, si no, igual te lo diría.

Mientras hablaba con Iñaki la chica me había soltado el cinturón y me había sacado la polla, incrustó la cabeza entre mi cintura y el volante y me hizo una mamada que me hizo recordar a su madre, me corrí en su boca y cuando levantó la cara me enseñó que se había tragado toda la leche, ya sonreía pues había escuchado la conversación y luego de relamer el capullo se sentó en su asiento, puso mi mano en su corazón y lo oí resonar como un tambor, estaba emocionada y agradecida.

La llevé con mi amigo Iñaki y la presenté, él era buen amigo y sabía que no me fallaría, Nadia me besó en la boca (cosa no frecuente) y me despedí de ella, cuando llegué al trabajo Martina hacía mala cara por tardar, le conté lo que me pasó y le salieron unas lágrimas, yo le cogí el culo y lo acaricié.  Ya sabía lo que quería decir y miró por las cristaleras de la garita, la lluvia caía en abundancia y estaban empañadas.

Hizo una flexión apoyando las manos en las rodillas, le subí la falda, ladeé sus bragas a un costado y le metí la polla en el coño, estuvimos follando con la tranquilidad del vaho en los cristales y la hora en que ya no venía nadie.  Se corrió entre gritos y la llené de leche hasta rebosar por los labios.

Continuará.

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Gracias.