Memorias de un portero de noche (23)

Las visitas a Malena no debían prolongarse, no fue por mí ni por ella pero era aconsejable, la lluvia torrencial no siempre es mala.

Malena mejoraba por días, cada mañana que iba a su casa notaba los progresos que hacía, a mi me encantaba verla tan activa y tan locuaz, se reía por nada y procuraba hacerme tan feliz como yo a ella, se compró ropa nueva, se maquillaba un poco para recibirme y algunos días salíamos a pasear por el Parque Sirisi , desde allí podíamos ver el Río Paraná , que más bien parecía el mar.

Nos sentábamos en la hierba debajo de un árbol o tomábamos el sol, había poca gente por la mañana y charlábamos un rato, luego volvíamos a casa y casi siempre terminábamos follando,  aunque no siempre en la cama, a ella le gustaba que la sorprendiera.

Normalmente se ponía ropa cómoda y preparaba la comida para ella y su hija, para las dos no hacía mucho lío, pues su marido prefería quedarse a comer en la Base, en el Casino de Suboficiales tenía la fiesta asegurada y además del ambiente festivo, luego seguía con unas partidas al póker o al dominó.

Cuando estaba ocupada guisando procuraba sorprenderla soltándole el delantal pegándome a su culo, no era extraño que también fuera ella la que me sorprendía a mí al no llevar bragas, allí mismo, apoyada en el banco de la cocina o en la pila le subía la falda a la cintura y le metía la polla después de untarle el coño con mantequilla.

Una mañana desperté en casa y oí un rumor desconocido, presté atención y no pude asociarlo a nada, me sentía a gusto en la cama y no me levanté, al poco rato oí los nudillos de alguien llamando a mi puerta, era Marga.

  • ¡Buenos días dormilón!  ¿Qué, no piensas levantarte?
  • Mmm, lo siento, es que estoy genial aquí, me tratáis demasiado bien.

Marga se sentó a mi lado y miró de reojo el bulto que se marcaba entre mis piernas debajo de la sábana.

  • Mmm, veo que por la mañana ya despiertas con la bandera izada, jajaja.
  • Lo siento Marga, no sé qué me pasa pero es rara la mañana que no amanezca empalmado.
  • ¡A ver!, wow, tienes suerte que estoy casada, jajaja, anda cúbrete esa pija tan enorme.
  • ¡Tú la quisiste ver!, jajaja, por cierto, ¿qué es ese ruido?
  • ¡Ah, eso es la lluvia sobre el tejado de la cochera!, está diluviando, pensaba en ir a comprar pero con el agua que está cayendo… voy a dedicarme a limpiar la casa, que ya le va haciendo falta, ¿vos no vas a casa de Malena?  Se quedará esperando.
  • No, hoy prefiero descansar, además, con esta lluvia no podremos ir a ningún sitio, si quieres te puedo ayudar a limpiar la casa.
  • Jajaja, lo que quieres es asomarte por mi escote, como sólo llevo la ropa de estar por casa…
  • Nooo, de verdad, aunque reconozco que tienes para mirar y remirar, si para de llover igual me acerco a casa de Malena.
  • Hay que ver qué cambio dio y todo gracias a vos, mi marido también se dio cuenta…  aunque me dijo algo que me dejó pensativa.
  • ¿Sí, el qué?
  • Me hizo un comentario que no había pensado, es sobre su marido, ¿no crees que ahora que ya está bien, no sospechará nada sobre tus visitas?
  • No, si no recuerdo mal, él fue el más interesado en que le hiciera compañía.
  • Sí pero eso fue cuando su mujer era una piltrafa, ahora está otra vez tan apetecible que sea él o su hija o alguien que los vea por ahí, pueda pensar que…
  • No lo pensé en ningún momento, yo sólo voy para que ella esté contenta, no sabes cómo habla y ríe.
  • Yo también hablaría y cantaría, sobre todo con esto llenándome la concha.

Marga era una mujer espontánea y sincera, por eso no la tomaba en cuenta cuando me cogía la polla y le daba dos meneos a la vez que hablaba, lo hacía como parte del diálogo, era una forma gráfica de explicar lo que intentaba decir, esto no quiere decir que mi polla se durmiera en su mano y estaba esperando a que volviera a agarrarla.

El ruido seguía aporreando el tejado que era metálico, Marga se levantó y para demostrar que se alegraba de que me quedara en casa estiró la sábana y me tapó hasta el cuello, al hacerlo se agachó sobre mí dejando hueca la bata y por consiguiente la visión clara de las tetas colgando y al fondo, entre ellas, sus bragas negras.

No sé el tiempo que estuve adormecido pero sería poco pues me desperté con el ruido del timbre de la calle, al poco oí a Marga saludar a alguien que llegó y ese alguien resultó ser Malena, la lluvia seguía cayendo y me extrañó mucho, sobre todo cuando entraron las dos en mi cuarto.

  • Pasa Malena, mira al “bello durmiente” ahí lo tienes, parece que el agua lo asustó.
  • ¡Hola Josu, pasaba por aquí y...!
  • Hola Malena, precisamente hace un rato le decía a Marga que luego, cuando amainara la lluvia, iría a verte, ¿ha pasado algo?
  • No, nada, sólo pensé en hacerte una visita de cortesía, siempre sos vos el que viene a verme, es para que sepas que a mí también me gusta verte.
  • Mmm, estoy pensando… que mejor me voy a comprar, precisamente necesito algunas cosas urgente…
  • Malena, deja que vaya yo, me levanto y en un momento voy a donde quieras.
  • No, vos quedáte en la cama y aprovecha la mañana, ya no parece que llueva tanto y además, ¡más agua lleva el río!, jajaja.

Marga me guiñó un ojo señalando a Malena y sonrió a ésta cuando cerró la puerta despacio, mirando por la rendija hasta cerrar del todo.

A los pocos minutos oímos la puerta de la calle, nos quedamos solos y Malena me miró y se asomó al pasillo para asegurarse, cuando volvió a mi cama se fue quitando el vestido de punto y se metió conmigo.

No se quitó nada más, me gustaba verle puesto el conjunto de lencería que le regalé y ella lo sabía, nos abrazamos y noté que se pegaba a mí, apoyada de medio cuerpo sobre el mío acercó su cabeza en mi hombro.

  • Josu, me gustas, me gustas mucho, ¿lo sabes?

Con la cabeza dije que sí, ella me estrechó todavía más, pegándose literalmente a mi piel, noté como el encaje cedía al empuje de sus tetas y el calor que desprendían sus muslos al rodear el mío.

  • Me gustaría estar siempre así, a tu lado, sintiendo tu calor, me siento bien oyendo el palpitar de tu corazón, el mío suena a la par.
  • A mí también me gustas tú, toda tú, su sonrisa, tus ojos tu boca y tu…

Malena se apretó todavía más a mi cuerpo, como una segunda piel, noté los pezones, uno clavado en mi pecho y otro en mi brazo, su coño depilado me quemaba en el muslo.

  • ¿Malena, cuanto podremos mantener esto?, “he” pensado que tu marido puede pensar mal, tú has hecho un cambio espectacular y las personas ven y hablan.
  • ¿Lo dices por Marga?
  • Nooo, Marga es una mujer especial, confío con ella  totalmente pero está tu hija, no sé qué opinaría si supiera que follamos así.
  • No, me tendría celos, ¿no has cogido con ella todavía?
  • Nooo, no quise complicarlo más, ya es una mujer y me encantaría follar con ella pero estás tú y… su padre.
  • Jajaja, Gabriel ni se fija en eso, conmigo no le importaría, bueno por él no pero por su cargo, su posición y demás, sí, sería un problema, es muy orgulloso, a mi no me hace caso, no hemos cogido desde hace muchos años, la verdad es que yo tampoco lo echo mucho de menos porque sé que coge con la que pilla por delante.
  • De todas las maneras, debemos ir con cuidado…
  • Josu, ¿me estás asustando?, me da la impresión de que quieres dejarme.
  • De ninguna manera, eres una mujer maravillosa pero no es buena idea que vaya todos los días a verte y lo siento en el alma, me tienes loco.
  • Y tú a mí pero más vale que no hablemos de eso ahora, aprovechemos que estamos solos, me da la impresión de que Marga se fue por eso.
  • Imposible, se ha ido a comprar y según me dijo ésta mañana que tardaría bastante.
  • Te quiero pedir un favor…
  • Lo que quieras Malena.
  • Hoy preferiría cogerte yo a ti….
  • ¿Es que no te hago feliz, no te corres conmigo?
  • Claro tonto pero quiero que sepas lo que yo puedo ofrecerte.
  • Lo dices con un tono que no puedo negarme, aunque me gusta ver cómo te corres cuando te la meto…
  • Y a mí cuando te vacías adentro, siento palpitar tu pija en mi concha al llenarme de leche y me vuelves loca de gusto.

Al mismo tiempo que decía esto terminaba de subir y se incorporaba, vi como se soltaba el cierre del sujetador y dejaba caer las tetas libres, luego se volvió a tumbar sobre mí y las dejó sobre mi pecho, las dos se aplastaron sobre mi piel y sentí los punzones de sus pezones.  Levantó un poco el culo y se quitó las braguitas, después puso un muslo por cada costado y atrapó mi polla con los labios del coño.

Era la primera vez que “mandaba” ella, la vi concentrada mirándome, se movía despacio resbalando sobre mi verga, cada vez más lubricada por sus jugos, de vez en cuando se inclinaba hasta dejar sus pezones al alcance de mi boca y los mordía sin soltarlos aunque ella se levantara, los mantenía estirados hasta que hacía un gesto de dolor y se los soltaba, entonces sonreía feliz.

Ya tenía la polla como un garrote cuando se elevó y cogió el capullo con la mano y con la otra lo mojó con saliva pasándolo entre las piernas.  Apuntó con cuidado y cuando notó que estaba en la entrada se dejó caer con cuidado, lo hizo despacio, saboreando cada centímetro de carne, cuando estuvo completamente sentada sobre mis muslos, sonrió satisfecha.

Arrodillada como estaba a mis costados se levantaba y sentaba con lentitud, paladeando cada vez que entraba o salía de ella, al ir cogiendo velocidad sus tetas se balanceaban sobre mi cabeza provocándome.  Tuve que hace esfuerzos por no morderlas y tirar de ellas pero me gustaba más verla disfrutar, me estaba ofreciendo lo mejor que tenía, su cariño y su cuerpo para que gozara de ella.

Cuando se inclinó tanto que los pezones me rozaban la frente no pude resistir y los absorbí con fuerza, Malena sintió un poco de dolor pero una vez pasado me volvió a sonreír entornando los ojos, hasta que lentamente se irguió cuando se sintió libre.

Con las dos manos atrapé las dos peras que sobrevolaban sobre mí y pellizqué los pezones que estaban tan salidos que debían de dolerle, las amasé cogiéndolas y juntándolas en una, después con una mano busqué su clítoris y la otra pasó de largo buscando mi polla para comprobar hasta donde la había metido.

Me sorprendió no encontrarla, buscando más mis dedos se colaron en la vagina caliente y mojada y la miré, me sonrió gozosa y asintió, ya no quedaba mucho adonde buscar y seguí alargando la mano hasta que agarré la verga vertical, la seguí por el tronco y descubrí que desaparecía en el orto de Malena.

Debí hacer ojos de incredulidad, yo no le metí nunca la polla por el culo, además ella me contó que su marido apenas cumplió con ella lo justo para preñarla, por lo cual aquello que vivía era una ofrenda personal de la mujer que me montaba.

  • Eres un amor, no sé como lo has hecho porque lo único que noté fue la estrechez a la entrada pero como tienes el coño tan juvenil…
  • ¿Te gusta?, lo he hecho por ti.
  • Me encanta pero debes haber sufrido mucho.
  • No demasiado… dicen que palos a gusto no duelen…
  • Es que no te vi ni un gesto de dolor.
  • Soy muy sufridora y el ver tu cara de asombro lo vale.
  • Pero… es que no te lubricaste, ni te dilataste.
  • Lubricarme sí, en casa me puse crema pero dilatarme lo has hecho tú al entrar, ha sido toda una experiencia.
  • Eres una mujer excepcional, no he conocido a nadie como tú.
  • Me alegro que digas eso, me da confianza.
  • Eres un encanto y me gustaría corresponderte con una comida de concha, si quieres gírate y te lameré el coño hasta subirte al cielo.

Sin salir de ella Malena giró sobre sí misma y se puso de espaldas a mí, volvió a cabalgarme mostrándome ya sin duda adonde entraba mi polla, la veía aparecer y desaparecer en su agujero oscuro, apretando con fuerza su anillo en otro momento arrugado, cerca de él su vagina no dejaba de manar jugos espumosos.

Cuando ya me palpitaba la polla levantó el culo y sacó mi verga, sin volverse a mirar fue reculando hasta dejar su coño sobre mi cara, al mismo tiempo sus labios aspiraron mi polla y se la tragaron.

Saqué la lengua lo que pude y esperé a que su coño abierto llegara a mí, fui lamiendo desde la vagina hasta el clítoris sintiendo en sus muslos, que rodeaban mi cara, los temblores que le provocaba.

Malena había abrazado mi culo con las dos manos y me lamía la polla y los huevos con labios y lengua, la tenía tan dura que parecía un faro en la noche, el capullo morado y mojado en su boca rodeándolo con su lengua incidiendo en mi frenillo.

Fue un segundo pero de pronto sus piernas se tensaron, ya no estaba arrodillada sobre mí, se estiró tumbada en X sólo apoyada con su cuerpo y su boca cuando los temblores la paralizaron, aguantó sin mover ni la lengua cuando empezó el brutal orgasmo.

Ya no pudo más y soltó mi polla, hundió su cabeza entre mis huevos y mi muslo y acabó de sucumbir gimiendo ante los espasmos,  pues yo no dejaba de lamerle el clítoris.  Con dos dedos en su culo seguí sin parar, dejándola desfallecer sobre mí, la vagina manaba jugos sin cesar que yo tragaba como podía.

No había terminado de bajarle la tensión del todo cuando se enderezó lo justo para meter la verga en la boca y seguir lamiendo y chupando.  La imité, separé las piernas todo lo que pude, dejé los brazos estirados en cruz y me abandoné a su voluntad.

Malena me ofreció todo su cariño, su voluntad de hacerme feliz y quizá su adiós, no sabía si tendríamos otra oportunidad para repetir pero por si acaso follamos como desesperados, se notaba las ansias de ser felices con toda la intensidad que podíamos y por eso quiso demostrarme que ella también me deseaba.

No me moví cuando me corrí, Malena controló mis pulsaciones, mis latidos y mis contracciones, esperó con mi pija en su garganta y sus manos en mis huevos, hasta que los largos chorros a presión la inundaron, ella mantuvo los labios cerrados alrededor y no dejó caer ni una gota a la sábana.

Cuando se me encogía el vientre al expulsar mi leche notaba cómo los pezones de la mujer se me marcaban en la piel y todavía me ponía más duro.  Estuvimos bastante tiempo uno encima del otro, cuando giró y se puso a mi altura nos besamos, entonces caí en la cuenta y le pregunté, más por curiosidad que por otra cosa.

  • Malena, me ha maravillado que al sacar la polla de tu culo la hayas chupado directamente, no lo esperaba.
  • Venía preparada, me puse un enema, estaba decidida porque sabía que eso te iba a gustar y lo hice por ti, por lo mismo te beso ahora.

El beso que me dio no era de la mujer atribulada y depresiva que conocí no hacía mucho, ahora era una belleza llena de vida con unos ojos llenos de luz y una sonrisa que llenaba la habitación.

Estuvimos abrazados oyendo la lluvia, no nos dimos cuenta pero había parado nada más salir Marga y volvió a caer con fuerza al correrme yo.  Los dos desnudos, sudados y mojados por toda clase de fluidos estuvimos hablando como si fuera una despedida, no sabíamos que iba a pasar pero estábamos contentos, pues el recuerdo de aquella tarde no nos lo quitaría nadie.

  • ¡Hola, ya estoy aquí!, uf vaya tardecita que hace…

La voz de Marga nos sorprendió, ya habían pasado casi tres horas desde que se fue y era mediodía, Malena saltó de la cama volando, en un momento cogió el sujetador y lo guardó en su bolso, se puso precipitadamente el vestido justo antes de que la puerta de mi habitación se abriera.


Lluvia como aquella no se ha vuelto a repetir, bueno sí, recuerdo que una noche estando yo en mi garita de portero cayó una lluvia parecida, apenas podía ver la acera de la calle, era una cortina de agua que golpeaba mi frágil techo y resonaba como el tejadillo del garaje del Jefe en Paraná .

Había ojeado inútilmente mi teléfono por si había algo digno de ver cuando sonó en mi mano, era un número desconocido y no lo iba a contestar, normalmente no me llamaba nadie, sólo las compañías de publicidad pero a aquellas horas…   Al otro lado oí una voz femenina muy apurada.

  • ¡Buenas noches! ¿Es usted el portero?
  • Sí señora, soy Josu, para servirle.
  • Mire, quisiera pedirle una cosa o que me recomiende algo, no sé si se acuerda de mí, vivo en el tercero A, mi madre está impedida y ahora se ha puesto muy mal, le tomé la presión arterial y está a 200 y 170, estoy asustada y llamé a la farmacia, me dijo que debía darle unas patillas que tenía, está de guardia esta noche pero con lo que está cayendo…
  • No se preocupe por eso, si lo que quiere es que le traiga la medicina cuente conmigo, ¿la farmacéutica ya lo sabe?
  • Sí, ella mismo me recomendó que se lo dijera, dijo que  usted es muy servicial y muy simpático.
  • Vale, tranquila, no se preocupe, voy a por ellas.
  • ¿Tiene paraguas o le bajo uno?
  • No mujer tengo dos, hasta ahora.

Nunca mentí con tanta seguridad, no tenía ni un mal plástico para cubrirme pero no lo pensé y salí corriendo, pensé tontamente que cuanto más corriera menos agua me caería, jajaja.

  • ¿A dónde va, buen hombre?
  • Ya ve, vengo a por unas pastillas para la vecina, la de la presión de…
  • ¡Ah sí, me ha llamado! Pero pase un momento, cuando estoy de guardia no suelo abrir a nadie por seguridad y doy los medicamentos por la mirilla pero con usted no tengo problema.
  • Se lo agradezco pues aquí afuera diluvia, estoy empapado hasta los huesos.
  • Siéntese  un momento mientras  se las preparo, por cierto ¿cómo le fueron las pastillas aquellas que…?
  • ¡Ah, sí!  Muy bien, ya lo creo, de maravilla.
  • Es que veo a muchos que las compran pero luego no me informan del resultado.
  • Puede recomendarlas, aunque a mí al principio no me hicieron falta pero al ser dos…
  • ¿Por fin fueron dos mujeres a la vez?  Qué barbaridad.
  • Y que lo diga, dos fieras diría yo, con una pude sobrado pero con dos… tuve que recurrir a la pastilla y cuando ya me hizo efecto, ¡qué maravilla, no se lo imagina, ni con veinte años!
  • ¡Qué envidia y cuanto me alegro de saberlo!, es usted muy amable.
  • No se preocupe, si quiere saber más, estaré encantado en contarle.
  • No le digo que no.

Salí a la calle con los pantalones chorreando agua saltando por los charcos y al llegar llamé a la vecina.

  • ¡Señora…, soy Josu, ya tengo las pastillas…!
  • ¡Ah, perdón me llamo Andrea!, sí pero… ¿Podría subírmelas?, es que... no estoy presentable, comprenda.
  • Ya, no se preocupe, no creo que nadie me necesite ahora más que usted.
  • Sí que es amable, sí.

Subí y apenas iba a llamar al timbre se abrió la puerta, detrás no había nadie y desde adentro sonó una voz.

  • Perdone señor Josu, estoy aquí en la habitación grande,  es que mi madre casi se me cae de la cama cuando la iba a incorporar y… si me pudiera ayudar…

Cerré la puerta detrás de mí y seguí a la voz, la pobre mujer era muy gruesa, yo no recordaba haberla visto nunca, posiblemente estuviera acostada durante mucho tiempo en casa.

La hija se veía apurada para mantener a su madre sobre la cama porque se había ladeado peligrosamente hasta una orilla, corrí hacia ella y entre los dos conseguimos sujetarla, la madre no hacía nada por ayudar y yo evitando tocarla procuraba meter las manos por donde menos se pudiera enojar.

Andrea era bastante delgada y no tenía fuerza para manejar aquella mole de carne y en un momento que encontré buen agarradero tiré de la madre y la llevé al medio de la cama, mi sorpresa fue que con la madre arrastré a la hija, sin darme cuenta había atrapado el camisón de Andrea y la llevaba a remolque.

Los dos caímos sobre la madre que desparramada sobre la cama quedaba inmóvil, los brazos de la hija y míos quedaron debajo de la espalda carnosa con las caras pegadas, fue un instante tenso, no sabía que reacción iba a tener la hija, en ese momento su camisón estaba estirado por el peso de su madre y había descubierto el pecho derecho, la madre se quejaba de la mala postura que estaba, le molestaban los dos brazos en su espalda y para colmo de males su camisón también se había revuelto y enseñaba hasta la cintura.

No podíamos ver nada, pues los pliegues de carne ocultaban todo pero la hija se afanaba por cubrirla, sin pensar que en cambio ella me estaba enseñando unas maravillosas tetas.

Las manos de Andrea se movían apuradas por cubrir a su madre y al querer abarcarla toda se apoyaba sobre mi mano que recibía todos los roces de sus pezones que sin percatarse se habían puesto bastantes duros.

Yo mantuve la mano quieta mientras ella estuvo frotándose con ella pero mi polla no entendió el momento de tensión y apareció abultando el camal del pantalón mojado al salirse por debajo del bóxer.

Andrea se quedó mirando por un segundo, el bulto se iba alargando por momentos y ya sólo se dedicaba a re arreglar lo ya arreglado de su madre. Fueron unos minutos muy tensos pero interesantes, al mirarme, sus mejillas estaban ruborizadas pero no pestañeó ni retiró su mirada.

  • Lo siento, me olvidé que va todo mojado, vamos a dejar descansar a mamá, ha hecho muchos esfuerzos, ¿verdad mamá?
  • Sí, hija sí, déjame tranquila un rato, me das la pastilla y ya se me pasará.
  • Si quiere vayamos a la salita y le seco los pantalones con la plancha.
  • No le digo que no, parece que me estoy constipando.
  • No perdamos tiempo, quítese el pantalón y la camisa.
  • ¿A dónde, los dejo?
  • Aquí mismo, sobre la silla, ¡oooh!

La polla se había bajado bastante pero no lo suficiente, apenas se veía pero sí, se asomaba un dedo por debajo del camal del bóxer y éste al ser de licra no dejaba nada para la imaginación, se podía seguir con la mirada todo el capullo, el tronco y los huevos redondos, al final.

  • Lo siento, no me di cuenta al quitarme el pantalón.
  • No se preocupe, la culpa la tengo yo, me descuidé con mi madre, se le vio todo, al no poder valerse ella…
  • No, la culpa no fue de su madre, el motivo fue el roce de sus tetas en mi mano, si me permite le diré que, hace mucho que no siento el tacto de una piel tan suave y a la vez tan dura, todavía noto la sensación áspera de sus pezones.
  • No diga eso, que lo va a oír mi madre, además no es cierto, si le he molestado, le pido disculpas.
  • De molestarme nada, ha sido una dulce sensación en ésta noche tan propicia para estar debajo de las sábanas.
  • Se me ocurre una cosa… si tiene frío vaya a mi habitación y métase en mi cama, ahora cuando termine con su ropa le avisaré.

Seguí su consejo pero me metí en la cama sin el bóxer húmedo, cuando vino a avisarme con mi ropa en la mano, estaba de espaldas a ella y al tocarme en el hombro me giré haciéndome el dormido, la polla libre había bajado bastante pero aún así giró conmigo de una cadera a la otra.  Vi como sus ojos seguían la trayectoria de mi capullo y se sentó a mi lado.

  • Siento haberle hecho venir mojado, a lo peor, se constipa y tiene que coger la baja.
  • Sí, estoy tiritando, creo que cogí algo de frío.
  • No se preocupe, le haré un café caliente y me tumbaré con usted para darle calor.

Nunca me han servido un café tan rápidamente, ni George que era muy amigo lo consiguió, la mujer volvió al minuto y mientras me lo tomaba se quitó el camisón quedando en igualdad conmigo, levantó la sábana y se pegó a mí como un sello de correos.

  • ¿Nota mi calor?
  • ¡Cómo no, tiene una temperatura que revive a un muerto!
  • Póngase de lado dándome la espalda.

Hice lo que me decía, Andrea se pegó a mí por detrás, notaba sus pechos en mis costillas al respirar y su dedo haciéndome ochos en el vello del pecho, esto me animó pues al hacerlo sin darse cuenta me apretaba el culo con su regazo, le cogí la mano y la llevé despacio por mi estómago hasta el ombligo, allí de repente se soltó y volvió al pecho, ésta vez incluso a mis tetillas.


Apenas unos segundos antes Malena se había levantado y se colocó el vestido por la cabeza, el sujetador lo metió en el bolso y se sentó a mis pies, yo me había cubierto con la sábana hasta el cuello pero la polla no dejaba hacer la tienda de campaña.

  • ¡Ah, todavía están conversando!, siento haber tardado tanto pero es que había mucha gente y eso que llovía a cántaros.
  • Sí, hemos estado hablando de lo humano y lo divino pero ya me iba, ya se ha hecho tarde, no me acompañes, sé el camino, ¡adiós Marga, hasta pronto Josu!

Malena salió precipitadamente tratando que su vestido estuviera bien colocado, Marga se sentó a mí lado con su sonrisa irónica que ya me conocía bien.

  • ¿Así que habéis hablado de lo humano y lo divino, entonces estas bombachitas blancas que hay debajo de la mesita de que son, de lo humano o de lo divino?
  • ¡Oh Dios, vaya fallo, con las prisas!
  • Es igual, aunque no hubiese encontrado las bombachas… por cierto muy lindas, de encaje blanco transparente, mmm, no sabía que Malena tuviera tan buen gusto...
  • ¡Se las regalé yo!

Nunca me arrepentiré tanto de contestar rápido, lo hice sin pensar pero me delaté, sólo le faltaba eso a Marga para confirmar su sospecha y lo aprovechó.

  • Mmm, tienes muy buen gusto e imagino que el sujetador también iría en el conjunto, no hace falta que me lo confirmes, de todas formas como te decía las pruebas las tengo aquí.

El aquí era el bulto exagerado que levantaba la sábana a la altura de mi verga, Malena con su gracia irreverente, la cogió por encima de la sábana a la altura de los huevos y todavía le sobró más de la mitad, la otra mano la puso a continuación viendo que todavía le sobraba un poco.

  • Lo siento por Malena, va a tardar bastante en olvidar esta joya pero no te preocupes, te guardaré el secreto, lo malo es que no debo terminar lo que empezó Malena pero qué la vamos a hacer, sólo te puedo aconsejar que termines tú solito, jajaja, esto no se puede quedar así.

Lo dijo sin soltarme la polla, con cada acento de la frase me agitaba el tronco y todavía la ponía más dura.  Cuando salió de mi habitación se miraba las manos, poniendo una sobre la otra dándole una lamida a la mano de arriba.

Continuará.

Si les gustó valoren y comenten.

Gracias.