Memorias de un portero de noche (21)

Emma me propuso una reunión de lo más prometedora, estaba todo calculado y no podía salir mal. Me preparé con esmero para el evento. Malena despertó de su depresión, fue un logro por mi parte.

  • ¿Señor Josu, a usted le gusta el futbol?

Era la pregunta que menos me esperaba saliendo de aquella boca tan carnosa, me volví hacia ella y vi que me sonreía, a la vez que arrastraba a su hijo, que hacía todo lo posible para no llegar a casa.

Emma venía del colegio, con un vestido de punto por debajo de la rodilla que se adaptaba a su silueta que semejaba a un jarrón chino, el vestido todo lo que tenía de largo por el bajo lo tenía de corto por el escote, llevaba una rebeca (como excusa) porque el escote de pico, hasta que comenzaba la tira de botones hasta la cintura, mostraba un canalillo bastante profundo.

El crío debía tener memoria enfermiza, pues nada más llegar a mi altura la emprendió con mi espinilla, traté de esquivarlo mientras averiguaba el motivo de la pregunta tan inesperada.

  • El fútbol… la verdad, a mí ni fú ni fá, si no hacen otra cosa en la tele veo un rato pero no me mata, ¿por qué lo dice señora Emma?
  • No, por nada, resulta que a mi marido le han dado dos entradas para el partido del sábado, me lo comentó el otro día y le sugerí que si le sobraba una se la pasara, para que vea que me acuerdo de usted.
  • Muy amable, sobre todo por el detalle de acordarse de mí, yo aunque no lo crea también me acuerdo mucho de usted, precisamente el otro día estuve hablando con su amiga Olga, es muy simpática y me dijo que me tiene en gran estima.
  • No se imagina cuanto, de hecho se me está ocurriendo una cosa… le voy a decir a mi marido que usted le agradece la deferencia de la entrada pero es una pena que desaproveche esa entrada, pues habrá algún forofo que se volvería loco por ver el partido, porque dijo algo de que es un Derby, no sé qué quiso decir.
  • Mmm, es un partido de máxima rivalidad, sí que es importante, ya lo creo pero tiene usted razón, sería una pena malgastarla.
  • Estoy pensando que… aprovechando que mi marido va al partido el sábado por la tarde yo podría ir con mi hijo a casa de Olga, podría pasar la tarde con ella, sería buena idea, ¿usted qué opina?
  • No es mala idea, a su hijo le gustará, jugar con Olga es muy divertido, es muy juguetona.
  • En eso nos parecemos bastante y muy discreta.
  • El único que puede no ser discreto, es el pequeño.
  • Él más que discreto es un ferviente admirador de las hamburguesas y Olga conoce un sitio adonde sirven hamburguesas y hay un parque de bolas para jugar un buen rato.
  • Mmm, sería una tarde tranquila para usted.
  • Si estuviera sola si pero si alguien aparece de improviso y me hace compañía…
  • Sería una grata sorpresa para… los dos.
  • Sobre todo para mí, ahí lo dejo.
  • Me alegro que no me guste el fútbol.
  • Y yo también.

Parecía que ya estaba todo hablado, las dos amigas lo habían pensado hasta el milímetro, según ellas yo debería ir antes a casa de Olga, esconderme y no salir hasta que ella se llevara al niño a merendar, entonces Emma y yo tendríamos toda la tarde para retozar, lo cierto es que la idea no era mala.

Recordé lo que le dije a Sole, ella estaba también preparando una fiesta y confiaba que su amiga, la otra abogada, accediera, entonces pensé que debía de comprar pastillas porque a dos mujeres de aquella talla no las iba a complacer como merecían y previendo la futura visita, fui a la farmacia y pregunté.

  • Buenas tardes…  ¿Está el farmacéutico?
  • ¿Don Blas?, no en este momento ha salido, volverá más tarde, a la hora de cerrar.
  • Vale, volveré cuando esté, era por hacerle una consulta.
  • Si le sirvo, yo también tengo la carrera de farmacia, si puedo serle útil.
  • Es que es un tema un poco delicado, no es por nada pero al ser usted mujer…
  • Las mujeres somos tan capaces cómo los hombres, debería saberlo.
  • ¡Oh sí, claro, no lo dudo! pero en estos temas un hombre…
  • Ya, intuyo que quiere preguntar algo sobre temas sexuales, ¿me equivoco?
  • Mmm, no, no se equivoca.
  • ¿Algún condón? o un gel específico o… ah, ya, por la edad… alguna pastillita para…

El gesto que hizo no dejaba dudas, cerró el puño y levantó el dedo índice imitando a una polla erecta, ante esto ya no tuve argumentos para defenderme.

  • Está bien, sí, de eso quería hablarle, tengo unas dudas…
  • Pregunte lo que quiera, estoy bien informada sobre todo eso.
  • El caso es que nunca lo he necesitado pero tengo el temor que un día me dé cuenta de que una ayudita no vendría mal.
  • Estas cosas son así, siempre con las dudas… los hombres temen no dar la talla y eso acelera el proceso, si usted está bien no debería temer nada, ya sabe que el sexo está en la cabeza, pocos lo reconocen. jajaja.
  • Jajaja, me ha convencido, la verdad es que, hasta ahora, nadie se ha quejado de mi pero, a veces se complican las situaciones, normalmente en una situación “normal” aún me puedo defender bien pero cuando se duplica…
  • ¿Me quiere decir que va a hacer un trío?
  • No estoy seguro todavía.
  • ¿Pero con dos mujeres o con dos hombres?
  • Por favor, con dos mujeres y yo, claro.
  • ¿Y son calientes?
  • Wow, sólo conozco a una pero me ha dicho que la otra no es menos.
  • Lo pregunto para recomendarle una u otra, en esto también es conveniente saber cuál le va a convenir.
  • Por eso quería consultarle a Don Blas, a lo mejor él…
  • Lo que le pueda decir él se lo puedo decir yo… mire, éstas azules funcionan bastante bien, desde el primer momento ya… estas otras también, no son tan radicales pero duran más en el tiempo, si son dos a lo mejor le conviene estas, las otras para un “encuentro” rápido son ideales pero a la larga…  y estas otras también van bien pero son más lentas además dilatan la cornea y lo verá todo azul, le deslumbrará la luz, si está en un sitio oscuro verá como los gatos pero si hay luz le molestará.
  • Mmm, una explicación perfecta pero ahora ya no sé cual elegir, ¿usted cuál me recomienda?
  • Si yo fuera usted cogería las de largo recorrido, si no es muy rápido en…
  • No, controlo bastante bien, a veces me dicen que soy demasiado lento.
  • Mmm eso es una virtud, ya lo creo, hay maridos que son como los conejos… jajaja.
  • Jajaja, nooo, yo soy como los burros, jajaja.
  • Ya me dan envidias esas señoras… jajaja, el caso es que ante todo debe estar motivado, en estos casos sin motivación… la cosa no funciona.
  • Por motivación no me quejo,  póngame éstas...
  • Servido, ya me contará, si quiere…
  • Por supuesto, así sabrá más sobre lo que vende.

Estuve varios días acudiendo a casa del Capitán, su hija se marchaba con Gisela al instituto y él a la Base, yo me quedaba con la advertencia del marido que si pasaba algo lo llamara enseguida, no confiaba que su mujer reaccionara bien, podía ponerse agresiva o por el contrario sufrir un ataque de ansiedad.

Yo iba con todo el cuidado, me sentaba a su lado y le contaba cosas que para mí no tenían la menor importancia pero que a ella parecía que no le molestaban, la única reacción fue que alguna vez hacía un amago de sonrisa, daba la impresión de que lo único que le gustaba era mi compañía.  Malena se pasaba las horas mirando por la ventana y un día que estaba nublado le dije.

  • Malena, hoy tenemos mala suerte, el cielo no está lo bonito que usted se merece, si quiere le quito el pelo de la cara, así podrá ver mejor.

Me acerqué a ella y con la mano le separé los rizos que cubrían la frente y los ojos, entonces vi unos bonitos ojos grises que aunque inexpresivos me encantaron.   Al mismo tiempo noté el aroma propio de no haber tenido la higiene debida durante muchos días.

  • Mmm, no sé cómo decirlo pero tiene unos ojos muy bonitos para tenerlos escondidos, me imagino que su pelo, esa melena tan preciosa, si la cuidara un poco estaría mucho más guapa, a mi me encantan las melenas rizadas, ¿no haría eso por mí?

Malena me miró seria, no dijo nada pero se levantó como una autómata y se dirigió al baño, desde la puerta me dijo…

  • Josu, creo que tiene razón, hace mucho que no me baño, debo estar horrible.
  • No es para tanto pero sí, una ducha no le vendría mal.
  • Me parece bien pero no podré lavarme el cabello yo sola, lo tengo demasiado largo y muy enredado, ¿podría ayudarme?
  • Como quiera, no entiendo mucho de peluquería pero supongo que no será difícil.

Malena entró en el cuarto de baño, yo esperé a que me llamara, suponía que le lavaría el pelo en el lavabo, aún con dificultad, inclinada podría hacerlo pero cuando me llamó y entré vi su silueta por el cristal glaseado de la mampara de la ducha.

  • ¡Upss!, lo siento creí que lo primero sería el pelo.
  • No, prefiero lavarlo en la ducha, tengo demasiado cabello y muy largo para la pileta, si quiere ayúdeme aquí.
  • Es que… como está…
  • ¡Es cierto, no me di cuenta!, si quiere me vuelvo y mejor le doy la espalda.
  • Como quiera, yo desde aquí fuera la iré lavando.
  • Bueno.

Al abrir la mampara vi a Malena con su altura, su pelo negro y su piel morena enmarcada en la ducha, tenía un cuerpo precioso, una escultura morena y me dispuse a ayudarla.  Ella quedó esperando, pretendía que yo lo hiciera todo y tuve que alcanzar el champú que estaba al otro lado de la ducha, al inclinarme sobre ella apenas se ladeó y pude comprobar lo alta que era.

Rocié el pelo abundantemente, mis manos apenas podían manejar las ondas de rizos y cuando le rocié, la espuma tardó mucho en salir, tuve que enjuagar varias veces y el resultado fue que las salpicaduras me mojaron de arriba abajo.

  • Lo siento Malena pero me estoy mojando todo.
  • ¡Es verdad, lo siento, no lo pensé!  Debería quitarse la ropa, luego la tiende y se secará rápido.
  • Es que sólo llevo la camisa y los pantalones.
  • No importa, yo no lo miro.

Tuve que quitarme todo quedándome en calzoncillos, ella se hizo a un lado y pude entrar y cerrar, seguí lavando el pelo, la espuma apenas dejaba correr las manos aunque ella movía la cabeza para que alcanzara todo el cuero cabelludo.

Después de varios enjuagues los rizos ya se soltaron y pude meter la ducha por debajo de la nuca hasta arriba,  Malena movía la cabeza guiándome, el pelo le caía sobre los hombros y me dijo.

  • Tome la esponja, fróteme por los hombros, me relaja mucho y yo no llego.

Los hombros, el cuello, las orejas y también los brazos cuando los puso en cruz, ella con sus movimientos me iba orientando hacia donde debía dirigir la esponja con el gel.  Mis calzoncillos estaban empapados, hasta entonces estaba concentrado en pasar la esponja natural por donde ella me indicaba pero en un momento resbaló un poco, se echó hacia atrás, se apoyó en mí y tocó los calzoncillos mojados.

  • ¿Qué, no se había quitado todo?  Ahora sí que va mojado, ande no se preocupe, no sea vergonzoso, yo también tengo un poco de vergüenza pero como no lo veo…

El efecto de sus palabras fue fulminante, al bajarme los calzoncillos la polla sintió el calor del agua salpicando el glande y subió y subió hasta ponerse horizontal.

Mi mano iba por su espalda y su cintura, al pasar por los costados ella me guió con su mano hasta las axilas, noté el comienzo de sus tetas, no las había visto pero sabía que estaban allí, Malena cogió la regadera y se echó agua por los hombros, me salpicó la cara y se hizo hacia atrás.

Con el culo tocó la punta de mi polla pero no hizo nada, lo hizo varias veces y yo me fui retirando hasta pegar mi espalda a la pared, cuando me pidió la esponja para lavar sus piernas se agachó y fue enjabonando los muslos hacia abajo pero su culo se pegó a mí polla encajándose entre sus nalgas.

No sabía qué hacer, estaba tan duro que la polla daba saltos y se movía en su culo, ella seguía indiferente con su enjabonada, cuando se incorporó siguió por el cuerpo, sentí un alivio pues no me pidió que la lavara por delante pero se volvió hacia mí.  La vi de frente y fue una tortura, tenía los pechos tan perfectos que no pude mirarlos directamente, eran de punta, mirando hacia arriba con los pezones cónicos y muy oscuros como toda ella.

La esponja pasaba por ellos suave, lenta y con su espuma dejaba ver por momentos los pezones como cuando el sol asoma entre las nubes, en la estrechez de la ducha mi polla apuntaba directamente a ella pero Malena se separó de mí cuando su mano bajó de la cintura hacia abajo.

No vi nada, por debajo de ombligo tenía una alfombra de vello negro, brillante, rizado y tupido ocultaba todo, parecía que llevaba unas bragas altas, el vello le nacía desde el ombligo en una línea fina y se expandía cubriendo hasta casi las caderas, llegando a perderse entre los muslos.

Aguanté como un valiente, con la polla a 45º frente a ella, sostuve la mirada cuando se agachó para enjabonar su Monte de Venus y al inclinarse más me regaló la vista de sus tetas colgando y oscilando al movimiento de sus brazos.

No dijo nada de mi polla, cuando terminó de enjuagarse le acerqué una toalla de baño grande y se envolvió en ella como una túnica, yo aproveché para liarme una pequeña en la cintura y salí de la ducha.

Liada como iba se sentó en la cama y lentamente se echó hacia atrás con los pies colgando, me quedé a los pies de la cama esperando y Malena extendió su pelo alrededor de su cabeza sobre la sábana, al hacerlo abrió los brazos y quedó con los brazos en cruz.

Me volví discretamente porque había quedado desnuda con la toalla abierta a su alrededor y de pronto oí como estallaba en un llanto inconsolable.  No sabía qué hacer, ni el motivo del lloro, ni si era por mí o qué podía motivarlo.

  • ¿Qué le pasa Malena, por qué llora así?, ¿hice algo malo?

El lloro seguía desconsolado pero no me contestaba, estaba desesperado, presentía que todo lo que había conseguido al acercarme a ella lo había perdido por mi atrevida polla, subí de rodillas hasta su cara y me acurruqué a su lado rogándole que me dijera al menos el motivo de aquella llorera.

Sólo conseguí que negara con la cabeza cuando le preguntaba si yo era el motivo, así pude tranquilizarme, con movimientos de cabeza, los síes o noes eran escasos pero lo suficiente para saber que no había hecho nada que le molestase, ya más tranquilo me incorporé y me dispuse a bajar de la cama, entonces ella me susurró.

  • Estoy horrible, no quiero ni verme, gracias Josu pero no es su culpa.
  • No es verdad Malena, usted es muy hermosa, solamente le falta confiar un poco en sí misma, dedicarse a lo que le gusta, a quererse más, yo le ayudaré pero usted tiene que poner de su parte.
  • No, no tengo remedio, estoy demasiado sola, demasiado abandonada, no me reconozco, antes era muy alegre y presumida y ahora… ya me ve.

Al decirme eso con la cabeza señaló las axilas, me fijé que en efecto, tenía un penacho de vello rizado como su pubis, parecía que eso era algo mayor que sus fuerzas, se sentía denigrada por el abandono que había llegado y decidí librarla de todo sentimiento de culpa.

Cuando estaba en la ducha pude ver la maquinilla del Capitán, en un vaso estaba todo lo que usaba para afeitarse y no lo pensé, con la toalla liada a la cintura traje lo necesario y subí a la cama a su lado, ella me miraba sin saber que pretendía pero no se movió, me acomodé para no cortarla y con mucho cuidado repartí crema de afeitar y apliqué la maquinilla sin apenas rozarla.

Su sorpresa se torno en agrado, de reojo vi que apenas sonreía pero ya era algo, comprobé que el brazo quedó muy bien depilado y pasé al otro, al cruzar me di cuenta que le había quedado espuma en el costado y con mi toalla la limpié, no debí hacerlo porque cuando llegué al lado contrario el nudo de mi toalla se deshizo y se soltó.

No quise dar importancia a lo que ella no le daba y enjaboné y rasuré la axila con el mismo resultado, el momento no era erótico y la polla se portó bien, me colgaba apenas dura pero pasable, cuando me puse delante de ella para ver el resultado de mi obra quedé satisfecho, ella también se notaba contenta al haberse librado de aquella tara antiestética.

Así, con los brazos extendidos como ella sobre su toalla, pude ver el conjunto y vi que no podía encontrarse en paz si no acababa mi obra.  Entre sus piernas la “alfombra” rizada era una mancha sobre su vientre liso y sin pensar decidí solucionarlo.

Malena no hizo ningún gesto, parecía que estaba esperando como si fuera lo más lógico y me arrodillé en el suelo entre sus piernas, con el escenario de mi tarea frente a mí me dispuse a cambiar de aspecto todo aquello, con unas tijeras pequeñas de cortar el esparadrapo corté el vello al ras de la piel y rocié con abundante espuma, el vello llegaba hasta los muslos incluso bajaba un poco por ellos, por supuesto entre las nalgas también llegaba y con cuidado y paciencia fui pasando la maquinilla.

Mi intención era recortar toda aquella vorágine y dejarla adecentada, no sabía las costumbres de Malena y le quité lo más obvio, las ingles, los muslos y las nalgas, al ombligo también lo aislé y le hice una línea horizontal sobre el pubis, miraba en silencio, yo esperaba alguna opinión, alguna queja o alguna observación pero ella callaba.

Todavía le quedaba hipo y de vez en cuando se movía, tuve que sujetar la piel para no cortarla y después de cada pasada miraba el resultado.  Era la primera vez que hacía algo así pero no se me daba mal, llegué a hacerle la forma de un bikini, negro por supuesto, luego no contento, seguí un poco más y quedó como un tanga, ella miró asombrada, esperé una reprimenda pero descansó la cabeza en la cama y dejó de mirarme.

Me dio la impresión de que me daba libertad de movimiento y entre pasada y pasada fui recortando hasta que aparecieron los labios, eran tan cerrados que seguí y seguí, de todas las maneras apenas se le notaba una raya, continué hasta que no quedó ni un pelo que cortar.

Repasé los labios con cuidado hasta quedar completamente limpios, fue entonces cuando Malena subió los pies y separó las piernas, parecía que quisiera que admirara mi obra y lo hice pero el aroma que me llegó de su coño me atrajo y mi lengua lamió desde el culo hasta el clítoris de una pasada.

El llanto volvió inconsolable, más que antes, ya no sabía que pensar, ahora sí que tenía motivos para llorar, pensé en ella, en su hija, en su marido, pensé que me mataría con su arma reglamentaria, descubriría la pelada de coño que le había hecho y no dudarían en echarme de la casa para siempre y a ella…, no quería pensar que harían con ella.

Pero mi cabeza no estaba para pensar mucho, ahora era primordial que dejara de llorar y le pregunté, me deslicé sobre su costado y al tenerme a su lado me rodeó con sus brazos, me estrujó aplastando sus tetas sobre mi pecho y su pubis recién depilado contra mi polla y me susurró…

  • Cógeme, Josu, cógeme y hazme tuya, eres la única persona que me hace caso, necesito sentirme viva, necesito tu pija en mí, necesito tus besos, tus caricias y tu cariño.
  • Sí, Malena, te mereces todo eso y más.

Apenas tuve que moverme, simplemente rodé sobre ella y sin librarme de su abrazo me metí entre sus piernas, mi polla ya como un palo resbaló entre sus muslos hasta llegar a los labios ahora húmedos, Malena me recibió con un suspiro, levantó las caderas para encontrarme y entré despacio, de una sola vez y hasta el final.

De su garganta salió un gemido que parecía una victoria, un logro o un descanso, ahora se encontraba viva, plenamente llena y deseada. Cuando empecé a moverme me acompañó, nos encontramos a medio camino y chocamos para hundirme más en ella, sin esperarlo empezó a reír hasta llegar a la carcajada, aceleré y entre carcajadas se corrió en un orgasmo explosivo, brutal y agónico a la vez, sus temblores me sacudieron también y me vacié en ella.

No pensé en las consecuencias, no imagine que aquella belleza podía quedar preñada, ni lo tomé en cuenta, todo podía pasar pero sería lo mejor que podía pasarle, necesitaba algo con lo que dedicar su vida, pues para su familia ya no contaba.

Después del orgasmo descansamos, se acurrucó a mi lado, estuvo contándome su desgraciada vida, habló por los codos, el Capitán se había casado con ella siendo muy joven, una adolescente casi, la dejó embarazada enseguida de Ylenia, iban de destino en destino sin arraigarse en ningún sitio.

Él sólo vivía para su profesión y ella cada temporada estaba en una casa diferente, no tenía amigas, ni familia, ni nadie que la atendiera, hasta su marido dejó de dedicarle unos minutos en la cama, ya hacía mucho que ni dormían juntos, supo que él buscaba alguna mujer diferente en cada lugar adonde iban, hasta se rumoreó que la esposa de un oficial, superior, le daba sus favores.

Malena lloró otra vez pero en esta ocasión de felicidad, se movió despacio hasta subir sobre mí, se deslizó para coger la polla con la boca y chuparla antes de que se pusiera dura, la lamió despacio sintiendo cómo engordaba hasta que tuvo que dejarla salir un poco, ya no le cabía y entonces subió a mi boca y me besó, sentí el sabor salado de mi polla, de su flujo y de su saliva.

A la vez que me besaba se movió tan suavemente que no me di cuenta de que ya estaba dentro de ella, sus caderas tanto tiempo inmóviles en su sillón frente a la ventana comenzaron a balancearse y no pararon hasta que tembló sobre mí, el orgasmo fue dulce, largo y feliz, tampoco pude reprimirme, esta vez fue ella la que me pidió que no saliera, siguió moviéndose sobre mi hasta que notó como le quemaba mi leche en sus entrañas.

Cuando se incorporó pasó su mano por el coño y me enseñó mi obra, tenía mis dos corridas juntas, las llevó a la boca y las tragó, nunca vi una sonrisa tan agradecida como aquella.

Me dijo adonde tenía su ropa interior y busqué en su armario, cuando la encontré me di cuenta que era de pena, antigua, poco agraciada y le venía grande, la depresión la había adelgazado pero aun así, Malena era una preciosidad.

A partir de aquel día su marido estaba muy contento conmigo, la mujer no se prodigaba en conversaciones con ellos pero, conmigo cada día que iba a verla hablábamos largo y tendido, por días se notaba su mejoría, fue dejando la medicación paulatinamente y se notaba llena de vida, me esperaba con los labios y los ojos ligeramente pintados, lo hacía nada más salir su marido de casa y ya no iba a la salita, me cogía de la mano y me llevaba a su dormitorio, sobre la cama hablábamos, reíamos y follábamos, se notaba feliz.  Un día me atreví a hacerle la pregunta…

  • Malena ¿te gustaría salir a la calle?, me encantaría pasear contigo, tomar el sol, ver el cielo desde debajo de los árboles, sentados en la hierba al lado del río.
  • ¿De verdad te gustaría?  A mí también, si es contigo lo pasaría muy bien.

Un día se me ocurrió, por la tarde recorrí la calle Corrientes, en una travesía encontré una tienda que hacía esquina y vi que vendían lencería, era una tienda pequeña y en escaparate vi algo que me gustó, era un conjunto blanco, pensé que a su piel morena le iría muy bien y entré.

La dependienta me miró extrañada y más cuando le pregunté por el conjunto de lencería.

  • ¿Usted no es de aquí, verdad?
  • No, soy español, ¿por qué lo dice, es por mi acento?
  • No sólo por eso, es que los argentinos no acostumbran a comprar estas prendas a sus… chicas, por lo menos los que yo conozco.
  • No veo porqué, es una regalo que sé que le gustará, podían ser bombones o…
  • ¿Y qué talla usa?

Cuando puse las manos como dos embudos la dependienta se asombró y empezó a reír.

  • Jajaja, no me diga que trae la talla en las manos.
  • Se puede fiar de mí, no son ni más ni menos que así.
  • Mmm, que suerte tienen algunas, a mí nunca me trataron los pechos tan delicadamente como parecen hacer sus manos.
  • No lo creo, porque vendiendo todas estas maravillas debe lucir unas tetas muy lindas.
  • Sí, a veces me pruebo lo que compro pero nadie lo aprecia.
  • Eso de nadie, a mi me vuelve loco la belleza y usted tiene mucho gusto para comprar, por ejemplo ese conjunto blanco del escaparate le sentaría de maravilla.
  • ¿Quiere que me pruebe el que le gustó?  Así verá cómo le sienta a su… chica.
  • Me encantaría verlo puesto antes de contarlo, es usted muuuy amable.

Continuará.

Si les gustó valoren y comente.

Gracias.