Memorias de un portero de noche (2)

Cuando volví a casa sin trabajo pensé que todo había acabado para mí pero luego se fueron arreglando y volví a navegar, en la portería tampoco se me daban mal las cosas.

Con la maleta en la mano fui hacía mi casa, imaginaba que después del tiempo que pasé embarcado estaría hecha una calamidad, estaba desmoralizado pues el empleo fue corto, ahora tendría que buscar otra cosa, ya que mi padre no tenía ahorros y todavía no había aprendido a vivir del aire.

Por la acera de enfrente vi venir a Bego, me alegré mucho pues la apreciaba por lo que hizo por mí, ella también al verme me gritó de una forma escandalosa…

  • ¡Eh, Josu, estoy aquí, ven!
  • Hola Bego, que casualidad, acabo de desembarcar y lo primero que veo es a una diosa.
  • Jajaja, te pareces a tu padre, era muy lisonjero.
  • Te lo mereces, cada día estás más buena.
  • Uuuuy, parece que el viaje te ha sentado muy bien, vas salido y… oye, ¡casi no te conozco tan elegante y con gafas de sol, jajaja!
  • No te rías pero sí, me compré un poco de ropa y éstas gafas, que por cierto no me han venido mal.
  • ¿Por qué lo dices?
  • Vamos, te invito a un café y te lo cuento, ¿cómo te va el trabajo?
  • Regular, desde que tu padre se fue, casi no hago nada, él era mi mejor cliente.
  • Sí, tenía para todas.
  • Si por mí fuera la mayoría de veces no le habría cobrado pero era muy cumplidor.

Entramos en una cafetería y los clientes se nos quedaron mirando, no era normal que un chico como yo fuera con una puta, cuanto menos a la luz del día.

  • Cuéntame Josu, ¿Stablos te ha tratado bien?
  • Si, muy bien, el que no lo traté bien fui yo.
  • Sí que me extraña, con lo formal que eres.
  • Formal si pero… me follé a su mujer…
  • ¿Cómo es eso?
  • Sí, su mujer se embarcó con nosotros para aprovechar el viaje a Baltimore pero me vio, debí gustarle y se empeñó que le enseñara el barco.
  • Y de paso le enseñaste la polla. ¿no?
  • Sí, se la enseñé, se la metí y no quedó un agujero por probar y no sólo una vez sino durante toda la travesía.
  • Vaya, ¡que tío eres! mmm… ¿cómo se llamaba su esposa?
  • Se llama Sofía, es una morena muy joven y muy guapa, la verdad.
  • Jajaja, jajaja, jajaja, ¿así que su mujer?, jajaja, Josu para que te enteres, Stablos es viudo, Sofía es su hija, jajaja, seguro que te lo dijo para que no intentaras nada, cuando le hablé de ti le dije que tenías una polla mayor que la de él, además de que follabas como los ángeles, jajaja.
  • Pues se debe haber enfadado, porque me echó nada más atracar…
  • No te preocupes, yo hablaré con él y verás.

Al entrar en mi casa me di cuenta de las condiciones en que vivía, allí estaba mi cama, mi ropa y todas mis cosas pero en realidad no las reconocía, me había acostumbrado a mi litera del barco pero lo cierto es que la añoraba, me tumbé vestido y me dormí.  El timbre de la puerta me despertó y al abrir vi a Bego que me sonreía.

  • ¡Ya estoy aquí!, ¿me vas a dejar pasar?
  • ¡Oh sí, claro!, pasa, me has pillado durmiendo, me dejé caer en la cama y…
  • Lo siento, no pensé que estarías tan cansado.
  • No te preocupes, pasa y me cuentas.
  • Está bien, vengo de hablar con Stablos, le pregunté por ti y me dijo que te había despedido, quise saber si no estaba contento con tu trabajo, me dijo que sí y mucho pero estaba enfadado porque te habías pasado el viaje follando a su hija, me reí y le pregunté si él no habría hecho lo mismo y para demostrárselo me desnudé sin más, sé lo que le gusta y le mamé la polla, le encanta y le saqué la leche dos veces, ya más tranquilo nos reímos sobre lo que hicisteis, reconoció que su hija es más caliente que las burras, por eso la llevó con él, para alejarla de los chicos del barrio.
  • Vaya y yo cuidando de no pasarme… jajaja.
  • Pero lo mejor es que… me invitó a cenar y ¿sabes qué?, que le dije que sí, aunque con una condición, que te volviera a admitir y que vendrías con nosotros.
  • ¿Pero, qué voy a hacer yo con vosotros, llevar la cesta?
  • Nooo, he pensado que mi hija te acompañe, así seremos dos parejas, ¿qué te parece?
  • No sé si le gustará a Ainoa.
  • ¿A mi hija?  ¡Si no deja de hablar de ti y de tu polla!, le gusta follar igual que a su madre, jajaja.

Al terminar, salí a dar una vuelta y busqué a mis amigos, quería darles una revista Play Boy que les compré en Baltimore, al verme silbaron de admiración, me contaron que me extrañaron pues me fui sin despedirme y les conté por encima mis aventuras ( lo de Bego no, claro).

Por casualidad vi a Ainoa y la saludé, se alegró mucho, me dijo que su madre le contó lo de la cena y le encantó, insistió que fuera a su casa para elegir el vestido que iba a ponerse y accedí.  Mis amigos babeaban al verla, en voz baja rumoreaban lo que harían con ella, aunque yo me hice el desentendido quitándole importancia.

A Ainoa la ropa le duró encima lo que a mí cerrar su puerta, me cogió de la mano llevándome a su cuarto, con impaciencia me bajó los pantalones y me sacó la polla que ya presentaba maneras, ésta vez no dejé que me comiera ella porque la giré y me puse sobre ella en un 69, entonces no sabía cómo se llamaba pero lo encontré lo más adecuado para ambos.

Era mi primera comida de coño “en tierra” , no tenía que sujetarme por el vaivén de las olas y hundí la cara entre las piernas de Ainoa, ella no se quedó atrás agarrándome la verga con las dos manos para que no la hundiera demasiado hasta que fue aflojando dedo tras dedo para ir tragando más carne dura.  Le metí un dedo por su estrecho culo y ella dejó de chupar.

  • ¡Aaaah! Sííí, me gusta Josu, soñaba que me metieras algo por ahí, cuando vi cómo le clavabas la estaca a mi madre me hice una paja que me meé encima, he probado a meterme cosas pero me da miedo.
  • No te preocupes yo te meteré lo que quieras.
  • Pero me da apuro, la tienes demasiado gorda, sí apenas me la puedo meter en la boca, imagina en mi culo.
  • Siente cómo te meto un dedo, ¿te gusta?
  • Sí un dedo sí pero tu polla…
  • Pues te engañé, ya tenías dos adentro, jajaja.
  • ¿Sí, vale pero no más, eh?
  • No más de tres, jajaja.
  • Joder Josu, ya me duele, no sigas, déjalo ya.
  • ¿A los cuatro le vas a decir que no?
  • ¿Cuatro ya?, uff, si no puedo juntar las piernas Josu.
  • Espera que te escupa, la saliva hace milagros, ya verás.

La engañé distrayéndola, primero le metí la polla en el estrecho coño y se relajó, movió las caderas para que le alcanzara todos los pliegues y cuando ya estaba a punto de correrse le cogí las tetas por abajo y apunté al ojo negro.

Solamente le rodeé la areola con el pezón abultado y se arqueó dejándome el culo en alto, empujé y el capullo engrasado entró deformado entre los gritos de Ainoa.

  • Nooo, para, para, no empujes más, me rompes, me partes, no cabe nooo.
  • ¡Qué poca fe tienes en mí, ya te he metido lo más gordo, ahora tú eliges!
  • Si tú lo dices… prueba a meter un poco más pero si te digo que pares, tú paras ¿eh?
  • Lo que tú digas.

Decir no dijo nada pero gemir no paró hasta notar mis huevos en sus labios, no solté sus tetas y seguí bombeándola sin parar hasta que se corrió pero me rogó que siguiera hasta volver a correrse.

Ya con más calma me dediqué a mí y alterné su culo con su coño, ella no sabía por adónde iba a entrar y se abandonó relajando el esfínter de forma que estaba tan ancha por un sitio cómo por el otro.

Cuando entró Bego por sorpresa en la habitación la estaba rociando sus tetas con mi leche, ella las juntaba para recogerla y a cada lechada procuraba que no se perdiera.

  • Veo que ahora eres tú el que folla a mi hija y no lo haces mal del todo, estoy aquí hace un rato viéndolos, como estabais tan ocupados no os distéis cuenta pero he visto cómo le metías esa tranca por el culo y por el coño, me ha faltado que te corrieras en la boca pero..
  • Es que a tu hija no le gusta el sabor de la leche.
  • Ah, veo que te sabes los gustos de mi hija… y parece que el darle por el culo es uno de ellos.
  • ¡Como a ti, mamá!, cuando te la metió a ti, tampoco te quejabas, ¿eh?
  • Jajaja, tienes razón hija, es que una polla como esa no te la encuentras todos los días, aprovéchala ahora que puedes.
  • Si quieres te la meto a ti también Bego.
  • Jajaja, no gracias, quiero sentarme bien esta noche, ¡ah! por cierto, esta noche saldremos a cenar con Stablos, espero que os portéis bien.
  • Si mamá.
  • Lo que digas Bego.

La cena fue espléndida, el Capitán quiso presumir de generoso y pidió lo mejor y lo más caro, aperitivos variados y un chuletón que no cabía en el plato, luego tomó una copa de coñac y los demás pedimos un helado gigante.  El camarero nos obsequió con unos chupitos y Stablos se empeñó en que fueran de whisky, repetimos y cuando trajeron la cuenta puso la mano sobre la nota y la cubrió con su tarjeta oro.

Paseamos por los muelles, pasamos por la terminal de pasajeros que viajan para el Reino Unido, Ainoa dijo que siempre le gustaba pasar por ahí con la esperanza de que algún día sería ella la que iría con su abrigo de visón, nos reímos todos y la besé.

En sus labios noté un temblor, su madre y Stablos se pararon para ver cómo nos besábamos, Ainoa se colgó de mi cuello y me estampó otro beso con lengua que me hizo temblar a mí también, Bego nos cogió a los dos del brazo y dijo…

  • Stablos sígueme, vamos a mi casa.
  • No Bego, vamos a la mía, la he aseado esta tarde.
  • Mejor, buena idea, allí hay más sitio.

En mi casa no llegamos a meternos en la cama, Stablos preguntó si tenía algo de beber y le señalé el mueble bar que mi padre mantenía bien surtido, sacó unos vasos y la botella de ron y se sentó en un sillón, me pasó un vaso a mí e hice lo mismo.

Bego se arrodilló frente a él, Ainoa entre mis piernas y no tardaron en salir las pollas al aire.  De reojo vi el trasto que lucía el griego y comprendí el porqué la mamá le tenía tanto apego, se la chupó con ganas y cuando la tuvo a su gusto se desnudó y se sentó sobre sus piernas.

Stablos cogió la botella y escanció ron en mi copa, Bego saltaba sobre su polla hundiéndosela y Ainoa se tragaba la mía sin pestañear, cuando la madre se corrió yo lo hice también en Ainoa.

  • ¡Aaaag, no me acostumbraré nunca, no me gusta y no me gusta, joder!
  • Hija estás malcriada, una lechada así es exquisita, además es buena para la piel, jajaja.
  • Pues a mí no me gusta.
  • Stablos, ahora métemela por el culo, a ti sí que te gusta eso.
  • Espere Capitán, no la saque, vamos a hacerle un regalo a Bego, se lo merece.

Dejé a Ainoa con cara de repugnancia limpiándose la boca de mi leche y me puse detrás de Bego, ésta se abrazó a Stablos y yo me pegué a su espalda, al encontrar sus nalgas separadas no tuve dificultad para meterle la polla en el culo, Stablos me guiñó el ojo y entre los dos la empalamos a fondo.

  • ¡Dios mío, esto no me había pasado nunca, dos polla gigantes por falta de una, me vais a matar entre los dos, no me voy a poder sentar bien en semanas!
  • No te preocupes y disfruta, lo que va delante, va delante, ¡ánimo Capitán!

Stablos cogió mi ritmo y entre los dos la hicimos correrse otra vez, estaba emparedada y apenas podía sacudirse con el orgasmo que la atacaba, sólo pudo decirle a su hija.

  • Hija, por favor, mírame el culo que parece que me lo han roto entre los dos.

Ainoa obediente, se arrodilló entre las piernas de Stablos y mías y observó cómo entraban y salían las dos barras en su madre.  El marino flojeaba y se le doblaba la polla, soportaba el peso de Bego y casi el mío, la joven quiso enderezarla, la cogió y la empujó hacia adentro del coño de su madre, lo consiguió un par de veces pero a la tercera la polla se salió del todo en el momento preciso que el Capitán se corría con abundancia.

  • ¡Aaaag, otra vez, toda la leche en la cara y en la boca, estoy harta mamá!
  • No te preocupes, ya te acostumbrarás, chúpale la verga a Stablos, no debe quedarse así escupiendo al vacío.

Para Ainoa todo esto le venía de nuevo y metió la cabeza entre mis piernas, del coño de su madre y de las piernas de Stablos, a éste la polla le estaba bajando rápidamente pero ella consiguió mantenerla firme y recoger las últimas lechadas del marino.

Su cabeza se movía adelante y atrás empujada por mis piernas al clavarlas  en su madre y se veía obligada a tragarse la polla cada vez más gorda del Capitán.

  • Mamá, no puedo respirar con esto en la boca.
  • Aguanta hija aguanta, ya me va a venir pronto.
  • Tú no sé pero yo ya no puedo esperar más, vuélvete Ainoa.
  • ¿Qué quieres decir Josu?

Ainoa se volvió en el momento que yo sacaba la polla del culo de su madre y le rozaba la mejilla, no lo hice queriendo pero al preguntarme abrió la boca y se encontró con la catarata de leche que me salía a borbotones.

  • ¡Me cago en todo, ya van tres veces y en la boca, aaaag!
  • Jajaja, eres una delicada hija, si quieres dedicarte al oficio tendrás que tragar mucha leche, jajaja.
  • ¿Tragármela también?  De eso nada, eso nunca.
  • Jajaja, ¿Qué os parece muchachos?, jajaja, dice que no va a tragar leche…

Bego no terminó la frase porque se corrió abrazada a Stablos y cuando pudo se puso en pié, todavía se arrodilló frente al Capitán y le relamió la polla hasta dejarla limpia y brillante.

  • Joder chaval, Bego tenía razón cuando me dijo que sabías follar, ¿dónde lo aprendiste?
  • En el barco, con su hija Sofía.
  • ¡Hijo de putaaaaa!  ¿Así que te la follaste?
  • Claro Capitán, durante toda la singladura y estaba de puta madre, ¡uy, perdón Bego!
  • No te preocupes, es un dicho que me halaga, jajaja, ¡vaya cara que se le puso al “Capitán”!, jajaja, venga Stablos no te enfades, acabáis de follarnos a mi hija y a mi ¿y ahora te vas a hacer el ofendido? Jajaja.
  • Jajaja, jajaja, jajaja, jajaja,

Nos reímos los tres con ganas a carcajada limpia hasta que Stablos se nos unió, cogió la botella de ron y me escanció otra vez el vaso hasta arriba brindando por los coños de todas las mujeres.

Pasamos la noche en mi casa, los dejamos solos, Ainoa y yo nos fuimos a la cama de mi padre y volvimos a follar hasta que me dijo…

  • Está bien Josu, vamos a probar, córrete en mi boca pero si no me gusta, la sacas.
  • Como tú digas, cielo.

Por descontado Ainoa esa noche bebió leche hasta empacharse y las últimas mías hasta se las tragó haciendo caras feas.

Por la mañana Stablos y yo volvimos al barco juntos y antes de embarcar me cogió del hombro y me dijo seriamente.

  • Josu, de esto ni una palabra y menos a mi hija, de ahora en adelante me puedes tutear pero sólo cuando estemos a solas, ¿entiendes?
  • Sí Capitán pero, si vuelvo a ver a Sofía ¿me la puedo follar?
  • ¡Josuuu, eres un cabrón, anda sube al barco delante de mí!

Aquel trío fue el primero de una serie, el primero en mi empleo actual fue no hace mucho, era una noche de verano, estaba en mi garita y al atardecer vi llegar el coche de la familia del crío travieso, les ayudé a bajar la sombrilla y las hamacas de playa, venían directamente de la arena y se sacudieron en la acera, la señora iba liada con un pareo sobre el bikini que por detrás mostraba que el sol la había quemado como un cangrejo.

El niño nada más salir del coche me soltó una patada en la espinilla que me hizo ver las estrellas, aunque su madre lo cogió de una oreja y le riñó, como premio me dedicó una de sus sonrisas más cautivadoras, ese es uno de mis puntos flacos porque enseguida se alborotó mi mejor amigo, ella lo estaba esperando y sonrió triunfal.

Le pasé los trastos a su marido, saqué del maletero las toallas de baño y se las di a la señora, ésta las recogió abrazándolas a sus tetas y yo las mantuve sin soltar las prendas mirando a los preciosos ojos verdes.  Debí de tocarle también su punto flaco porque noté que los pezones casi taladraban el triangulo del bikini.

La señora era bastante joven y no se le notaban los efectos de la maternidad, me miró con una sonrisa burlona y dio la impresión de que se acordaba de mi compañera Martina y su culo, al alejarse se volvió para comprobar que la seguía mirando y acertó.

Esa noche recibí una llamada desde el piso de una estudiante que ocupaba junto a otras dos chicas, me preguntó si alguien se quejó de que no había señal WI-FI, le dije que no, pues era una red de fibra privada pero se extrañó de que de pronto se había quedado a “oscuras” , me preguntó si sabía algo de informática, recordé que en el barco estaba encargado de repasar las conexiones de las antenas y fui a ver.

Me recibió una chica rubia, estaba enfadada porque perdió un trabajo muy importante que estaba haciendo y pregunté dónde estaba el “ruter”, dijo que estaba en la habitación contigua y fuimos para comprobar las conexiones.

La rubia, acostumbrada a la compañía femenina apenas rozó la puerta para llamar y abrió, el espectáculo que vimos nos dejó (sobre todo a mí) en shock, su compañera de piso (una morena) se acababa de depilar el coño y se había metido el mango del cepillo del pelo en él, como tenía todos los utensilios sobre la cama no pudo cubrirse con nada quedando frente a nosotros con las piernas abiertas.

  • ¡Noelia, podías llamar antes de entrar, sobre todo si vienes acompañada!
  • Lo siento Flora, lo hice pero estarías tan emocionada metiéndote el cepillo que no me oíste.
  • ¡Una ya no puede ni masturbarse tranquilamente!
  • Si es por eso puedes seguir, nosotros iremos a lo nuestro.

Me indicaron que el ruter estaba debajo de la mesa de la morena y me metí a gatas por debajo, las conexiones estaban aparentemente bien pero las comprobé, vi de reojo que la morena seguía moviendo lentamente el cepillo del pelo entre las piernas, aguanté unos minutos haciendo tiempo y oí las risitas que tenían las dos chicas.

La rubia se arrodilló a mi lado queriendo colaborar y me pasó el brazo por la espalda, yo me entretenía con las conexiones y al volverme para decirle que estaba todo bien vi que el escote de su camiseta me mostraba un par de tetas colgando en punta que apenas dejaban ver entre ellas los pantalones cortos que llevaba.

Nos miramos unos instantes sin decir nada, hasta que noté que la morena se inclinaba sobre nosotros y nos pasaba la mano, a mí desde el cinturón del pantalón hasta la entrepierna, rozándome el culo y los huevos.

Nos volvimos los dos y vimos el cepillo del pelo asomando todavía entre los labios depilados del coño de la morena.  Me enderecé cogiéndome a la cintura de la chica y fui lamiendo desde el ombligo hasta las tetas, las tenía redondas y con el pezón oscuro como su melena, no solté su cintura y le di la vuelta apoyándola sobre la cama y tiré del cepillo hasta sacarlo pintado de espuma blanca.

La rubia no esperó y buscó entre mi pantalón lo que escondía, era evidente por el calor que desprendía y no tardó en sacarla afuera, sin apenas dar tiempo la descapulló y se la metió en la boca, la remojó y la encaró al coño de su amiga.

Estaba tan lubricada que entré sin rozar los labios, la bombeé mientras la rubia me amasaba los huevos, estaba en la gloria y miré por la ventana, en el edificio de enfrente todo era oscuridad, no estaba demasiado lejos, apenas 20 metros, pues sólo nos separaba el patio de luces.

En ese instante uno de los balcones se llenó de luz y por la puerta del fondo vi aparecer a la señora del niño, todavía llevaba el bikini y se plantó delante del espejo del tocador, soltó el pelo que cayó por los hombros, me gustó mucho pero más me gustó cuando se quitó sujetador porque un par de tetas increíbles salieron al fresco, las vi duplicadas por el espejo y las amasó mirándolas, tiró de sus pezones hasta sacarlos con placer, en ese momento entró su marido.

Yo seguía metiendo la polla en la morena y la rubia a mi lado esperaba a que la sacara un poco para chuparla, limpiarla de crema y volverla a meter.

Seguí mirando por la ventana, la polla se endureció todavía más y la rubia lo notó.

  • ¡Qué barbaridad señor Josu, ya no me cabe en la boca, me voy a dislocar la mandíbula!
  • Ya lo noté pero no quise decir nada por si me la quitabas del coño.
  • No os preocupéis, habrás para las dos.

Al volver la vista por la ventana ya sólo vi a la señora agachada, veía que daba empujones, sin duda provocados por su marido desde atrás, en ocasiones se levantaba y en una de esas miró hacia mí, yo hacía los movimientos de vaivén cogido a la cintura de la morena y abrió los ojos sorprendida, ya no dejó de mirarme, su marido le seguía dando por atrás hasta que ella se adelantó lo suficiente y se incorporó, le vi colgar las tetas y ella las recogió estrujándolas para mí.

Sonrió y levantó el pulgar pero su marido la empujó tanto que apareció en escena, la cogía igual que yo y se la clavaba sin compasión, en una de esas se le salió y la vi, abrí los ojos sorprendido porque apenas tenía polla, comprendí el porqué de esa fiereza al empujar, lo hacía para que ella la notara.

Reconozco que fui un poco cruel pero quise presumir, me salí de la morena y se la enseñé, la señora se tapó la boca para no gritar, el marido todavía no se la había metido, se dio la vuelta y abriéndolo con las manos, puso el culo hacia mí y me enseñó el coño mojado y el agujero arrugado.

Cuando se giró otra vez hacia mí lado, la rubia me estaba dando una mamada tremenda y me corrí en su boca.  La señora volvió a recibir la de su marido pero no dejó de mirar a mi ventana, al ver que había dos chicas abrió los ojos y se mordió el labio con envidia.

Quise devolverle el obsequio de su culo y puse a la rubia de culo hacia la ventana, la pasé la polla de arriba abajo y se la metí en el coño para qué no tuviera dudas pero luego la saqué y apunté arriba, vi a la señora que se tapaba la boca para no gritar esperando lo peor y cuando vio que le metía el glande a la joven, cerró los ojos como si se la hubiera metido a ella, su marido estaba contento pues creía que era por él, dándole cada vez con más ímpetu hasta que se quedó rígido pegado a ella y se corrió.

Me miró y encogió los hombros, ella no se había corrido, en cambio mi chica gritaba pidiendo que se la sacara.  El marido, apenas sacó la polla caída salió de la habitación silbando, la señora acercó una silla al balcón y se sentó cara a mí, separó las piernas y metió dos dedos entre ellas, la vi agitar la mano cada vez más rápido hasta que se estremeció, yo seguía follando a la rubia pero con la morena en espera a mi lado, la cual me ofrecía sus tetas redondas que amasaba pellizcando los pezones negros.

Cuando me corrí procuré hacerlo con la polla al aire y hacia arriba, la leche hizo una parábola y cayó sobre el pelo de la morena.  La señora tenía las piernas levantadas y separadas y se corrió con un dedo en el culo y dos en el coño, se podía ver el brillo de la mano empapada y le hice señas ofreciéndole la verga, ella asintió ilusionada y entró hacia la casa apagando la luz.


Stablos era un buen hombre y un buen capitán, al presentarme ante el Jefe de Máquinas me preguntó que tal por mi casa, me extrañé y deduje que no le había dicho lo de mi despido, nadie se enteró de que me echó y me readmitió sin más.

Cuando terminaron de cargar el flete, soltamos amarras, ya estaba otra vez en el mar Cantábrico, fuimos rodeando la península hasta cruzar por Gibraltar al Mediterráneo, hacía buen tiempo aunque soplaba de levante y había marejada.

En las tripas del barco sólo se notaba cabecear y tenía que cogerme a algo para no caer, el trabajo se hacía difícil pero ya me estaba acostumbrando, pasamos sin dejar de ver la corta hasta llegar a Gandía, íbamos a cargar también naranjas con destino a Odessa, haríamos escala en Marsella y en Grecia, al saberlo fui a preguntar a Stablos que estaba en el puente con el segundo oficial, era un irlandés muy pelirrojo y se llamaba O’connor, aunque nosotros le llamábamos el “Rojo”

  • Capitán ¿puede decirme en que puerto atracaremos en Grecia?
  • En El Pireo, ¿por qué lo dice grumete?
  • Por nada, mera curiosidad.
  • Pues ya lo sabe, llegaremos a media semana, si la mar no lo impide.
  • Gracias “Capitán”.

Se lo dije con retintín y él me miró con odio fingido, tenía ganas de ver a su hija y él lo sabía pero delante del Rojo no dijo más.

En Marsella hice un poco de turismo, apenas unas horas para estirar las piernas y comprar alguna revista guarra para mis amigos, era lo que más les podía gustar y sabía que la iban a cuidar como si fuera un misal.

No llegué a salir del puerto de Marsella porque encontré un “bistró” que me gustó nada más acercarme a él por el olor que salía, servían comidas caseras que era lo que más añoraba de casa, mi padre guisaba bastante bien y cuando lo hacía, lo hacía en cantidad, como desconocía los turnos hasta horas antes llenaba fiambreras y la congelaba, yo comía bien pero muy repetitivo pues hasta que no se acababa, no cambiaba de menú.

En el barco me hice amigo del cocinero George, el negro era de Senegal, no era negro, era más que negro, casi color de aceituna madura, realmente se llamaba Ngono, pero como era un nombre complicado de pronunciar le llamábamos George, era difícil no verlo reír, tenía una dentadura blanquísima que mostraba sin pudor, no me costó hacerme su amigo y siempre me preparaba algo especial.

La travesía a Atenas fue dura, al doblar la bota italiana, el mar Jónico nos demostró su fuerza, yo estaba de guardia y tuve que tumbarme sobre una lona para evitar inundar el suelo de la comida anterior, sólo se oía el motor a bajo régimen y las olas estrellándose a estribor.

Al pasar entre las islas del Egeo la cosa cambió y lució el sol, parecía que Sofía me recibía y pensé en ella.  La chica era preciosa, en un primer momento no me di cuenta pues pensé que era la esposa del Capitán y aunque ella se insinuaba bastante le guardé el respeto por temor pero cuando me arrinconó en la bodega detrás de unas cajas ya no pude aguantar y la empotré contra ellas, fue una locura, por lo menos eso pienso ahora pero fue una follada bestial, lo hicimos sin cabeza, follamos brutalmente, la metí por todos los agujeros mientras  ella sollozaba pidiéndome más y más hasta corrernos.

No pensé en su marido, en que me podía echar por la borda o algo peor y cuando la tenía cogida de las tetas y la polla hasta los huevos no paré al sentir que la oleada de leche corría con fuerza y no la saqué.  La inundé, se corrió al mismo tiempo, se meó sobre mí y le mordí las tetas sin pensar si le hacía daño, ella estaba como loca y yo… también.

En El Pireo un remolcador nos empujó hacia el muelle, los estibadores recogieron los cabos de amarre y los aseguraron al noray, detrás de ellos vimos la figura de la preciosa Sofía, miré hacia el puente y vi a Stablos que la saludaba pero ella me miraba a mí, su padre se dio cuenta y se metió enfadado en el interior de éste.

El capitán dejó el mando al segundo, el Rojo se caló la gorra de plato, controló la descarga y los documentos y Stablos me hizo una señal para que desembarcara con él, Sofía nos esperaba junto a su Mini rojo con techo negro y cuando le dio un beso a su padre él me sonrió orgulloso, en cambio a mi no me dio ninguno pero al subir en el coche me miró y levantó un poco la falda por atrás, lo suficiente para demostrar que no llevaba bragas.

El Capitán vivía en un chalet a las afueras pero con vista al mar, era un atardecer de fábula, de los que yo siempre había soñado y las flores y los colores parecían de postal, el padre dijo que iba a tomar algo con los amigos, le gustaba jugar al dominó, que era su pasión cuando llegaba a casa.

Sofía se ofreció a enseñarme Atenas, subimos al Mini y callejeamos por el casco antiguo, yo no entendía los letreros ni la lengua, había aprendido un poco de inglés, en el barco no se hablaba otra cosa y a la fuerza lo tuve que hacer, no se me daba mal pero con Sofía lo hacía por señas y algo de español por su parte.

No llegamos a bajar del coche, a distancia me enseñó él Acrópolis, me explicó lo que sabía y me dijo mirándome a los ojos…

  • Si quieres conocer Atenas de verdad volvamos a mi casa, en mi cama te la explicaré de pé a pá.

Puso el intermitente y salimos volando por las callejuelas llenas de olores a comida típica.  Sofía me llevó a su habitación, las cortinas azul fuerte contrastaban con las paredes blancas, me asomé a la ventana para aspirar el aire cálido y cuando me di cuenta me abrazó por detrás, sentí sus pechos en mi espalda y los pezones marcándose en mis costillas.

Me volví y se colgó al cuello, se había depilado el coño en mi honor aunque se le notaba la sombra del pelo negro del pubis, la cogí en brazos y la llevé a su cama con dosel, yo nunca había visto una cama así con visillos de tul blanco, cuando los soltó quedamos encerrados por paredes trasparentes.

Sofía olía a mujer ardiente, el pelo, la piel y hasta las sábanas olían a ella, hasta en mi lengua noté su sabor cuando le di la vuelta y la pegué entre sus piernas, ella ya tenía mi polla en su boca y no paramos hasta corrernos.  Con la cara mojada de jugos y el vientre de sudor me volví hacia ella que se relamía con mi leche.

  • Cógete a la cabecera de la cama.
  • Estaba esperando que me lo pidieras.
  • Pues ya estoy contigo.
  • No he dejado de pensar en ti, en el barco me enseñaste a follar de otra manera, yo despreciaba a los chicos, me reía de ellos, por eso mi padre me llevó con él, contigo soy igual que tú, me gusta que me mandes y que me des lo que me gusta, yo también disfruto de ofrecértelo, y… de comerte la polla, claro, jajaja.
  • Jajaja, ahora vas a tenerla entera y dentro de ti, ¿por donde la prefieres?
  • Tú mandas, sorpréndeme.
  • Me encantas Sofía.
  • Y tú a mí.

No lo esperaba, le puse al capullo en el culo y ella lo sacó para recibirlo pero en el último momento lo dejé escurrir hacia el coño y de un golpe lo hice desaparecer, la oí gemir y pegar la cabeza a la almohada dejándome el culo para mí.

  • Te noto tan adentro… me gusta sentirte así, no pares Josu.
  • Temo correrme en tu coño, no quisiera…
  • No te preocupes, ya lo solucioné, tengo una amiga médica que me dio la píldora.
  • Me gustaría conocer a tu amiga, jajaja.
  • ¡No lo digas de broma, ella también te quiere conocer!, jajaja
  • ¡No le habrás contado lo del barco…!
  • Todo y se asustó cuando le dije que te corrías dentro de mi casi siempre.
  • Cuando me acuerdo, ¡que loco!
  • Un loco precioso, con una polla maravillosa que me hace volar, jajaja.

Con toda la tranquilidad la cogí de las caderas y no paré hasta llenarla de semen, se corrió dos veces, una al poco de tenerla hundida y otra cuando notó palpitar mi capullo, se dejó caer sobre la sábana y yo me vacié pegado a ella.

Cuando volvió su padre estábamos en el porche jugando al backgammon, era la primera vez que veía el tablero pero no se me dio mal.

  • Mira papá, Josu me ha ganado y no había jugado.
  • Sí, la suerte del novato.
  • No, no es nada novato, lo hace “todo” muy bien.
  • Mmm, si tú lo dices.
  • ¿Y usted Capitán, ha ganado al dominó?
  • No, no tengo suerte.
  • ¿Sabes que dicen, papá?  Afortunado en el juego, desdichado en amores.
  • Mmm, yo ni eso, ¿verdad Josu?
  • Es cierto, tu padre no se come ni una rosca, jajaja.

Continuará.

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Gracias.