Memorias de un portero de noche (18)

La vida dio un giro inesperado, hasta ahora el Jefe me había tratado como a un hijo más que como a un empleado pero a partir de ahora iba a ser su hijo de pleno derecho o eso quería yo.

El Jefe desapareció por la parte trasera y al momento oí el ronroneo de un motor, Gisela me dijo que me asomara a la calle porque su padre saldría con el coche por la puerta de su garaje, la calle era tranquila, llena de árboles que le daban una sensación de frescura, había mucho espacio libre para aparcar en ella pero como era lógico él se podía permitir tener una cochera propia.  La casa, unifamiliar de una planta, estaba en un barrio tranquilo, me pareció ver una placa en una esquina de la calle que se llamaba San Juan.

Cuando salió con el coche lo dejó arrimado a la acera, el coche estaba impecable, era un Renault 12, muy bien conservado, lo mimaba como si fuera su hijo y aunque en su ausencia le recomendaba a su mujer usarlo lo cierto es que para su adentro prefería que no lo hiciera.

Al ver salir a Magda no parecía la misma, se había duchado, peinado, pintado y vestido como si fuera de fiesta, el Jefe la miró con ojos de “cuanto antes” y ella sonrió sabiendo lo que estaba pensando.

Gisela se había puesto una faldita corta, una camiseta con motivos de una película de Disney y calzaba sus zapatillas Nike parecía una adolescente prematura, hasta se había pasado un poco de color por los labios, su madre se dio cuenta pero sonrió al ver que la niña hacía todo lo posible para estar cerca de mí.

El Jefe parecía ser el Capitán de su coche, cerró la puerta con cuidado y se aseguró de que todos estábamos bien sentados, su mujer a su lado le sonrió poniéndole la mano en la nuca haciéndole caracoles en el pelo y él se sintió emocionado y se sonó la nariz.

El R-12 paseó lento y suave entre las calles del barrio y enseguida encontramos el río Paraná, más que río parecía un mar pues la otra orilla se veía muy a lo lejos, sin bajar del coche el Jefe me estuvo explicando algunas cosas, Gisela me decía donde servían buenas pizzas y Marga me contaba sitios adonde ir a nadar, luego fuimos rodeando la ciudad hasta salir a la carretera 11, era una autovía con dos direcciones separadas por una gran zona verde con árboles, era bonita y no había mucha tráfico.

El Jefe conducía despacio, le gustaba saborear la comodidad del coche y no teníamos prisa, Gisela y yo íbamos detrás, ella me explicaba por dónde íbamos y hacía pegarme en el cristal porque se echaba encima de mí, notaba su cuerpo frágil pero caliente cómo se apretaba y me lo decía al oído casi.

Cuando su madre le recomendó que me enseñara cosas sobre lo que me podía gustar ella se colocó entre los respaldos delanteros y le confirmó a su madre y a su padre que era lo que estaba haciendo, aquellos asintieron complacidos, lo que realmente estaba haciendo era que se levantó un poco y dejó su culo frente a mí, lo movió como la cola de un perrito invitándome a que lo tocara.

No me decidí y dejé pasar la provocación, pensé que no debía seguir por aquel camino pues me arriesgaba a quedar mal con el Jefe y eso era lo último que me apetecía.

En el asiento de delante la cosa no iba peor, el Jefe con la excusa de “arreglarle” el cinturón de seguridad a su mujer había metido la mano por el escote y le estaba amasando la teta derecha, ella tenía la suya sobre el pantalón de él y parecía buscar la palanca de cambio.

Diamante no estaba lejos, al rato llegamos y desde lejos ya vimos la silueta del barco, el coche se detuvo en el muelle y nos despedimos de ellas, Gisela hizo todo lo posible por parecer vergonzosa y Magda demostrarle a su marido la noche que se iba a perder por no volver con ella.

Esperaron hasta que las despedimos desde cubierta y se fueron, al entrar en el barco el Rojo nos anunció que el Capitán había convocado una reunión con todos, fuimos a nuestros camarotes y enseguida nos reunimos en el comedor, estaban todos, hasta los asiáticos, toda la tripulación.

  • Señores… les he convocado a todos porque tengo novedades que nos interesan en conjunto y por separado…
  • Capitán no nos asuste.
  • No, tranquilos, no es grave pero sí, es muy importante.
  • Usted dirá…
  • Como sabéis hemos embarrancado y eso sí que es importante, el barco ya tiene un tiempo (y yo también), por diferentes motivos la reparación va a ser larga y desde Grecia me llaman para “comentarme algo”, esto señores no pinta bien, por lo que he tomado una decisión.
  • Uf, estoy “cagao”
  • Por mi quedan ustedes liberados de sus contratos, o sea, si quieren pueden quedarse en el barco pero… no sé qué va a pasar, yo tengo que ir a Grecia y no sé cuando volveré, al mando se queda el oficial O´connor.
  • ¡El Rojo!

El Rojo me miró con ojos de odio, era la primera vez que lo hacía pero casi me derrito.  El Capitán siguió…

  • El Rojo (perdón) seguirá a bordo controlando las reparaciones, cuando se hagan, George me ha dicho que como su país está lejos se queda con él y de paso le soluciona lo del alimento, se lo agradezco como si fuera yo, ustedes los orientales pueden hacer lo que quieran pero ya saben, esto no se sabe cuándo terminará, ni como…
  • Nosotros, nos ilemos a nuestlo país, si cuando esté el balcoaleglado estamos liblesvolvelemos con usted Capitán, nosotros le quelemos mucho.
  • Gracias amigos, me emocionan pero reconozco que es la decisión más sabia.
  • ¿Y nosotros Capitán?
  • Usted como Jefe de Maquinas al estar el barco parado no tiene mucho que hacer y como tiene la familia cerca le sugeriría que fuera con ellos y que de vez en cuando se acercara a dar una vuelta y ayudar al Rojo a lo que necesite.
  • ¿Y Josu, que hacemos con él?
  • Pues… no sé qué hacer, ni adonde meterlo... ¿se le ocurre alguna idea?
  • No sé qué pensar, aquí sólo a su edad se va a morir de aburrimiento, yo… podría hablar con mi señora y si ella quiere se podría venir a mi casa.
  • ¡Qué bien Jefe, es una idea fenomenal!
  • ¡Chiiist, no te hagas ilusiones y ya sabes lo que te dije! ¿recuerdas?

El Jefe me hizo la señal de que me cortaría el cuello con el dedo, me dio un escalofrío pensando la comida de polla que me regaló su hija sin apenas conocernos, no imaginaba lo que iba a pasar viviendo en su casa.

  • Me parece buena idea Jefe, lo cierto es que lo había pensado pero no me atrevía a proponérselo, el chico es listo ya lo sabe y podría ayudar en casa o incluso puede encontrar un trabajo en Paraná.
  • No le puedo decir nada hasta hablar con Marga, ella es mi Capitán jajaja.
  • Está bien, de todas formas si no se puede arreglar la cosa siempre tendrá su camarote aquí.
  • Gracias Capitán, no sabe cómo se lo agradezco, recuerdos a su hija Sofía.
  • Mmm, ya sabía yo que no te ibas a olvidar de ella, de todas formas se los daré.

Desde aquel día me propuse vigilar también a la mamá de Luisa, lo del consolador me llamó la atención y quería verla cuando lo hacía.  Aquella noche me conecté con Eva suponiendo que no emitiría en la webcam pero me gustó verla con la solución que dio.

Llevaba una blusa liada al cuerpo con un gran escote que dejaba ver bien el tatuaje entre las tetas que le daba morbo y debajo un pantalón que cubría bastante, para que siguieran derrochando monedas jugó bastante a la seducción, hacía como que se lo quitaba pero no, en el último momento lo subía, a lo sumo enseñó la antena del lush que se había metido en el culo.

No habían pasado dos días cuando vino la amiga de Emma, esta vez venía sin maletín pero traía una percha envuelta con un paño, lo más curioso fue que vino nada más empezar mi turno y apareció de la nada dentro de mi garita.

  • Buenas tardes galán…
  • ¡Hola, qué sorpresa! ¿Cómo es que andas tú por  aquí?
  • He venido de visita para enseñarle unas novedades a Emma.
  • Ah, muy bien pero tan pronto… el niño todavía estará dando guerra.
  • Ya, no le he dicho que vendría tan pronto, así tendremos más tiempo para…no me gustan las prisas y menos para según qué cosas…
  • Uf, pues ahora no es buena hora, es el momento cuando más inquilinos vuelven.
  • No tengo prisa puedo esperar…
  • ¿No te verá Emma desde su ventana?
  • Jajaja, no creo.
  • Pues el otro día parece que te estaba vigilando.
  • Y tanto, cuando llegué a su casa lo primero que me miró fue la falda, a ver si la llevaba bien puesta.
  • Menos mal que no llegué a quitártela.
  • Pero fue igual, como estaba insoportable de celosa le enseñé las bragas con tu leche, jajaja si la hubieses visto… se moría de celos.
  • Vaya lio que me has puesto y yo sin catarla.
  • Pues ella está desecha de ganas, me ha pedido que concierte una cita contigo y ella.
  • Pues que venga y me lo pida a mí, ya sabe adónde estoy.
  • Si claro y con el crío delante.
  • Es verdad, de todas formas el problema del crío sería lo mismo ¿cómo haremos para reunirnos?
  • Ella pensó… si vienes a mi casa primero, ella vendría después con el chiquillo y yo me lo llevaría a merendar, tú saldrías de tu escondite y… zas.
  • Que enrevesado, podría salir muy mal y complicarme la vida y a ella también.
  • Pues está desesperada del todo y más cuando vio el semen, fíjate hasta cuanto que se arrodilló entre mis piernas y chupó tú leche en mis bragas.
  • Joder, con Emma, me están dando ganas de subir ya y follarla detrás de su puerta contra la pared.
  • ¡Eh, eso me lo haces a mi ahí adentro!, a ella ya la follarás en otro momento.

Ya había llegado la mayoría de inquilinos y en un momento de tranquilidad cogí las llaves del cuarto de contadores y a ella del brazo, trotaba cuando la llevaba deprisa pero no se quejaba, nada más entrar ella misma desenvolvió la tela de la percha y la echó al suelo, era grande como una sábana y a mí me pareció genial.

No hizo falta ni que la desnudara yo porque venía preparada, no llevaba ropa interior o sea que en el peor de los casos Emma se iba a quedar sin ración de semen pero me dio igual.

  • Por cierto ¿cómo te llamas?  Me gusta saber por lo menos a quien voy a follar.
  • Uy, lo siento me llamo Olga, es que con las prisas, yo ya sé cómo te llamas tú, me lo repite Emma a cada instante, siempre te tiene en la boca, bueno eso quisiera, jajaja.
  • Pues nada encantado Olga ponte en cuatro sobre la tela y coge aire.
  • ¿No me preparas primero?
  • Pues no, creo que ya eres mayorcita para venir preparada de casa, jajaja.
  • Quiero decir si no te pones condón o algo.
  • Claro, tengo la piel del prepucio, aunque no me fio mucho de ella pues siempre se me retira, jajaja.
  • ¡Qué gracioso!  Es porque no tomo pastillas y si me quedo preñada…
  • Si no te quedaste el otro día, hoy tampoco.
  • Pero el otro día no me llenaste de leche.
  • No te preocupes, iré con cuidado.
  • Te lo ruego, estos días estoy ovulando.
  • Tranquila, tengo la solución.

La solución era perfecta, me había quitado las dudas de los dos agujeros disponibles, sólo iba a utilizar uno, quizás que no fuera el esperado por Olga pero cuando quiso darse cuenta mi saliva ya se escurría entre sus nalgas y rodeaba al agujero marrón.

  • No me refería a eso, no pretenderás…
  • Eso mismo, te prometí que no tendrías problemas de embarazo.

Y empujé, el grito resonó entre los contadores de la luz y el gas pero el capullo ya estaba adonde yo quería.

  • ¡Por Diosss! Qué barbaridad, me rompes el culo, animal, no creí que la tuvieras tan gorda.
  • Pues el otro día la tuviste en las manos y entre los labios del coño, debías saberlo.
  • No es igual, ya sé que tamaño tiene y me había mentalizado para cuando me la metieras en el coño, incluso me había puesto gel por si la metías de golpe ¡pero no en el culoooo!
  • Pues ya ves, tú culo ya me tiene dentro pero si prefieres que te la meta en el coño ya sabes la cantidad de leche que te voy a llenar y cuando me viene, no puedo contenerla.
  • Nooo, eso no, prefiero que te quedes adonde estás pero de momento no te muevas, ya te avisaré.
  • No tengo todo el día Olga, iré con cuidado.

Dos centímetros más adentro y otro grito, ya no dijo nada, sólo sollozó, ni me di por enterado y a los dos centímetros más sólo arrugó con las manos la tela en la que estaba arrodillada, le separé las rodillas en el suelo, me coloqué más cómodamente y cogido a las caderas me hundí hasta el fondo, le metí el resto de un sólo golpe y ella no pudo ni rechistar pues le faltaba aire en los pulmones.

Dejé unos minutos de adaptación que ella aprovechó para “ayudarse” abriéndose las nalgas y dejarme más espacio, me cogió los huevos y los mantuvo en la mano apretados, por un momento pensé que me quería coaccionar para que me saliera pero cuando empezó a amasarlos suavemente, intenté sacar la polla y al notarlo se acercó a mí impidiéndolo.

Olga marcaba el ritmo, sin soltarme los huevos iba culeando metiéndose la polla a su gusto, hasta que llegó a un punto que se dejó caer sobre la tela y se abrió de piernas, yo caí sobre ella y la polla se salió, cuando la fui a encarar recordé los labios tan cálidos que tenía en el coño, pasé de largo del culo y la hundí entre sus labios.

  • ¡Aaaah! ¡Qué gusto cabrón!, siempre me engañas, creí que no lo ibas a hacer nunca.
  • Siempre te quejas, si te la meto por el culo malo, si es por el coño también, no sé si metértela en la boca para que te calles de una vez.
  • Sííí, por favor déjame que te la coma, vas a ver lo que sé hacer.

No quise desilusionarla y después de hundirme hasta sus entrañas varias veces le di la vuelta y trepé sobre sus tetas hasta dejarle el capullo sobre la boca.  Olga abrió los labios como un pajarillo y entré hasta la mitad, tosió pero no protestó esta vez, entre mis muslos presionaba sus tetas que formaban una masa de carne trémula.

Con la mano hacia atrás seguí pulsando el botón hasta que ella me cogió la polla con las dos manos y chupó hasta que me corrí en su cara, disfruté mucho viendo cómo sonreía con la cara llena de semen a la vez que se corrió con las piernas completamente abiertas.

Miré el reloj, vi que había estado follando más de lo pensado y me levanté, ella quedó en X por un momento mientras yo me arreglaba la ropa, luego salí y le dije.

  • Cuando estés lista sal y apaga la luz.
  • Gracias Josu, he pasado un buen rato.
  • ¿También se lo vas a contar a Emma?
  • Nooo, esto es sólo para mi, siempre que pruebe algún consolador nuevo lo haré como tú me lo has hecho, te aseguro que me correré casi igual que hoy.

Cuando esperábamos al R-12 del Jefe desde la borda del barco hablamos o más bien me “leyó la cartilla”, me hizo todas las recomendaciones del mundo sobre mi comportamiento en su casa, había hablado con su mujer por teléfono y le había expuesto el problema laboral, por una parte no podía quejarse, seguiría cobrando igual que yo aunque menos, el problema principal era yo, la conversación fue desde su camarote y sólo supe el resultado, me quedaba en su casa.

Entre las miles de recomendaciones que me dio fue la de agradecerme que tratara a su hija con naturalidad, estaba preocupado porque la veía demasiado aniñada, pensaba que la falta de relaciones con amigos y amigas podía provocarle algún trauma pero le despejé la preocupación prometiéndole que me ocuparía de ella, él me dio una palmada en la espalda y me dijo.

  • Ya sabía que podía contar contigo, a veces sufro porque cuando vuelvo a casa no puedo controlarme y cuando me acuesto con Magda pienso que la niña puede oír cosas que no está preparada.
  • No creo, el otro día supuse que estarías haciendo algo pero no me enteré, desde el comedor no se oyó nada.
  • Es que mi mujer es muy escandalosa, cuando tiene la polla adentro grita como una loca.
  • No será para tanto Jefe.
  • Sí, que te lo digo yo, a veces le tengo que tapar la boca pero es peor, ella se suelta y grita como si no hubiera nadie en el barrio.
  • Jajaja, vamos que gime más que Luz, la miss…
  • Shhiit, ni se te ocurra nombrarla, mi mujer es muy celosa y si supiera…
  • Luego se lo diré y le contaré lo buena que estaba.
  • Cállate cabrón o te mato, jajaja.

Al momento llegó al muelle el R-12 dio una curva y aparcó al lado de la escalerilla.  Stablos ya se había ido a su tierra, había salido desde el aeropuerto de Urquiza hasta el de Ezeiza en Buenos Aires y desde allí vuelo con escalas hasta Venicelos en Atenas, antes estuvo revisando todos los documentos y dando instrucciones al Rojo, mientras nosotros dejamos la sala de maquinas tan limpia como un quirófano y ahora había llegado la hora de marchar.

El Rojo nos saludó desde el puente, se había puesto la gorra de plato, parecía el Capitán Stablos o por lo menos él se sentía así.  Al bajar por la escalerilla vimos a George asomado al ojo de buey de su cocina, nos sonrió y me invitó a almorzar cualquier día, me prometió hacer una tortilla española como no había probado nunca y no lo desdeñé.

Si el día que Magda nos acompañó al barco se arregló, al venir a por nosotros estaba bellísima, se había transformado como una mariposa me dio la impresión de que se había comprado ropa nueva incluso diría que lencería nueva porque lucía unas tetas tan altas y sugerentes que el día anterior no tenía, el Jefe nada más verla se acomodó la polla, cosa que a ella no se le escapó.

Gisela había seguido el ejemplo de su madre, aunque en la línea “adolescente” iba con una falda de mucho vuelo e incluso un top del que se le trasparentaban los pezoncitos pero que al no tener tetas sus padres no le dieron importancia.

La llegada a casa fue de lo más emotiva, Magda como anfitriona me enseñó todo y como final me llevó a mi cuarto, era soleado y estaba al lado del de matrimonio, enfrente del mío estaba el de Gisela, cuando me lo enseñó me mostró el escritorio de la hija, todo muy bien acomodado y lleno de libros, me invitó a coger el que quisiera y yo se lo agradecí pues no me vendría mal aprender de todo, el Jefe también me enseñó su biblioteca, sobre todo habían libros de Geografía y viajes y le prometí leérmelos todos.

La primera noche en casa del Jefe fue sonada, nada más cenar Magda recogió todo del comedor y la cocina, Gisela se fue a estudiar a su cuarto y el Jefe a dar un último vistazo a su coche, luego se metieron a su habitación.

Decididamente me gustaba Paraná y su río, creí que no iba a extrañar la vida en el barco, aquella familia era más de lo que yo podía soñar, era mi verdadera primera familia e iba a hacer todo lo posible para conservarla.

Continuará.

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Gracias.