Memorias de un portero de noche (17)

En casa del Jefe, en Paraná, conocí a su familia, una señora muy amable y su hija, una niña encantadora, se parecía bastante a Luisa la hermana de Eva, la hija de la abogada, tenían muchas cosas en común.

Gisela me sorprendió, no era la joven que yo esperaba, con las advertencias que me lanzó mi Jefe pensé que era de mi edad y por eso me advertía, eso me gustaba y a la vez temía. La esposa del Jefe se llamaba Margarita, enseguida insistió que la llamara Marga pues no le gustaba su nombre tan largo.

Era muy diferente a su hija, tenía el pelo castaño con una melena corta por los hombros y no muy alta de estatura, de cara no era una belleza pero resultaba atractiva, sobre todo por la viveza da sus ojos y de cuerpo… no estaba nada mal, poco pecho, poca cintura y poca cadera pero bien proporcionada, aunque suplía con su simpatía todos sus “defectillos”.

Por un momento pensé en el Jefe, cuando estábamos en Cartagena, él al lado de aquel monumento de mujer, la ex miss, debía sentirse como un príncipe, por supuesto no se lo recordé, por si acaso.

Su hija era una jovencita candorosa, melena larga, pelo rubio, casi blanco, cejas, pestañas y piel igual, con unos ojos grises que parecían faros en la noche, no tenía la edad que yo supuse ya que su padre sólo me dijo “la suficiente” pero tampoco podía catalogarla pues tenía el semblante de una niña y el cuerpo de una adolescente, también su forma de mirar me descolocaba, era excesivamente tímida y apenas si me miraba.

Cuando llegamos a la casa la sorpresa fue mayúscula,  las dos mujeres estaban poniendo la mesa cuando apareció el marido por la puerta, yo esperé en la entrada, no quise romper la alegría del momento y tanto la madre como la hija no repararon en mí hasta que el Jefe me llamó y me presentó a sus mujeres.

Marga me recibió como si fuera de la familia y Gisela no sabía qué hacer con sus manos al saludarme, rápidamente Marga puso dos servicios más a la mesa, excusándose mil veces por no tener comida preparada para los cuatro.

La madre a la vez recriminaba a su marido por no haber avisado y al mismo tiempo se alegraba de la sorpresa que había tenido, pues no lo esperaba hasta varios días después.

El Jefe con ver a las dos tenía bastante, quitó importancia al tema de la comida y pidió cualquier cosa improvisada, me miró esperando mi conformidad, que por supuesto le di.

La comida fue muy amena, Marga se desvivía con su marido y no escatimaba en caricias y carantoñas, el Jefe también demostraba las ganas de verla.  Gisela por su parte no quiso ser menos y enseguida, apenas terminamos de comer, fue a buscar su cuaderno de calificaciones en los estudios y le mostró orgullosa las notas.

El Jefe, más ancho que largo me las pasó a mí, casi todo eran sobresalientes y algún notable en otras asignaturas menores, yo me sentí cohibido pues mis estudios no habían pasado de primaria pero me alegré por el Jefe y por supuesto por Gisela.

Apenas terminamos de comer, Marga hizo café y le preparó a su marido un mate con toda la ceremonia que pudo, el Jefe me miraba orgulloso de sus mujeres y me señalaba a Gisela para que opinara pero me cuidé mucho en salirme del guión.

Cuando el Jefe saboreó y disfrutó del mate “tomando posesión de su castillo” su mujer le dijo a su hija.

  • Gisela, papá y yo vamos a hacer la siesta, me dice que está agotado de tanto navegar, si quieres, enséñale tus muñecas a Josu o poné una película de dibujos en la televisión, siéntense los dos un rato y sobre todo no hagan ruido, ya sabes, tu padre está muy cansado.
  • No te preocupes mamá, así lo haré.

Al momento los padres desaparecieron en la habitación conyugal, como había prometido Gisela encendió la televisión y me señaló el sofá que había enfrente, ella se sentó en la otra esquina del asiento y se tapó con una mantita.

Yo me resigné a ver dibujos animados, siempre me habían gustado pero no tuve muchas oportunidades de verlos, mis amigos en el puerto prefería jugar entre los fardos de mercancías o subiéndose por los contenedores o haciendo “guerras” sobre los troncos tropicales apilados en los muelles.

Los dibujos animados resultaron ser del cuento de la Bella Durmiente, a Gisela no le parecían muy interesantes más sólo cuando el príncipe le daba un beso y la despertaba.

No opiné nada pero a ella parecía interesarle bastante ese momento pues se removía en su rincón del sofá y cogí el mando para bajar el volumen para que sus padres no oyeran aquellas escenas..

  • No te preocupes, no bajes la voz.
  • Lo hago para no molestar a tus padres, estarán durmiendo.
  • Jajaja, ¿durmiendo?  Mis papás están cogiendo, ¿no oyes a mi mamá?

Con la tele en silencio oí claramente a Marga que gemía como una perra,  nunca había oído gemir y jadear a ninguna mujer así, además se acompañaba con expresiones de lo más tórridas animando a su marido a follarla más fuerte y más duro.

  • Mi mamá es muy escandalosa cuando cogen, ya estoy acostumbrada, un día le va a dar un infarto, jajaja.
  • Mmm, no imaginaba que estabas al tanto de esos detalles.
  • ¿No creerás que soy una niña?...
  • No sé, una niña no pero eres muy joven para saber
  • No te preocupes, sé todo lo que hay que saber, a mis padres los oía desde muy pequeña, al principio no se privaban, incluso estando yo adelante, creían que yo no me daba cuenta de nada, lo empezaron a hacer disimuladamente pero como yo seguía jugando con mis muñecas se confiaban y poco a poco se relajaban hasta hacerlo frente a mí.
  • ¿Y no les dijiste nunca nada?
  • ¿Para qué?, a mi me gustaba verlos, primero era curiosidad, la primera vez que le vi la concha a mi mamá me asusté, ella tiene mucho pelo entre las piernas y antes cuando se duchaba no se le veía nada pero cuando se abrió de piernas, quedé asombrada.
  • Ya me imagino, menos mal que tu padre tendría más cuidado.
  • Jajaja, al principio sí, mi mamá se sentaba sobre él, parecía que jugaban a hacerse cosquillas pero ella saltaba sobre sus piernas, mi papá la tocaba por debajo de los brazos y ella se reía pero al final con sus manos sacaba las tetas que le estrujaba.
  • Vaya, que fogosidad.
  • Cuando le vi la pija a mi papá por primera vez me asusté, vi cómo se la metía, le abrió la chucha, entró hundiéndola hacia adentro y vi cómo desaparecía aquella barra negra de carne, me fui a mi cuarto casi llorando.
  • No me lo puedo imaginar
  • Volví al rato, quería saber si le había pasado algo a mi mamá pero estaba saltando sobre él, ella se hundía aquella cosa con alegría, gritaba y la sacaba hasta la punta y se dejaba caer de golpe, mi papá le metía un dedo por el culo y ella gritaba que la iba a romper, todavía no sabía lo que quería decir.
  • Menos mal porque
  • Claro, hasta que lo vi y además de cerca, aquel día estaban en su cuarto, yo jugaba con mi Barbie y su novio Ken, yo hacía lo que había visto, Barbie se sentaba sobre Ken y saltaba pero oí gritar a mi mamá, fui despacio y me asomé a su habitación.
  • Sería muy fuerte
  • Sí, bastante, mi papá estaba de pie atrás de mi mamá que se ponía de rodillas sobre la orilla de la cama, a ella pude verle la concha y a mi papá la pija, ese día la tenía más grande que nunca, la tenía levantada como una bandera.
  • ¡No me lo creo!
  • Te lo juro, esperé a ver qué pasaba, mi papá le dijo que se abriera las nalgas, ella lo hizo y entonces él la escupió en el ojo del culo.
  • ¡Qué miedo!
  • ¿Miedo?  No, no tenía miedo, mi papá se apoyó en el culo poniéndole la pija en el centro y empujó, el grito de mi mamá se escuchó en toda la casa pero no me moví, ella agachó la cabeza a la sábana, le dijo que parara un momento y luego le dijo que ya podía seguir.
  • Uf, que dolor.
  • Yo creo que no, porque en dos empujones más se la hundió hasta los huevos.
  • ¿Y le cupo?
  • Ya lo creo, luego le preguntaba si no le metía más, ahí ya me fui a jugar, ya no gritaba porque le gustaba mucho.
  • Vaya, no pensaba que a tu edad sabrías tanto de pijas y conchas.
  • Buenos siempre he sido un poco “adelantada” a mi edad, tengo pocas amigas, ellas aún juegan con princesas pero yo me fui dando cuenta de que no era igual que los niños de mi clase.
  • ¿Ah sí?
  • Sí, no le di importancia y cuando me regalaron la primera Barbie me di cuenta de que no era como las otras muñecas, ya tenía tetas y concha y me fijé con la mía.
  • No sabía que las muñecas tenían… concha.
  • Sí, la Barbie si y es igual que la mía, la de mi mamá no es así.
  • Claro, será mucho más grande
  • Bueno sí pero mi concha es cerradita y la de mi mamá se abre como un mejillón y tiene unos labios que parecen cortinas.
  • Jajaja, ¡qué ocurrencia!, me gustaría verlo.
  • Pregúntaselo a mi papá, él si lo sabe bien, porque lo vi lamiéndosela más de una vez.
  • ¡Uagss!  No me digas que
  • Ya lo creo y bien que a ella le gusta pero eso no es nada, peor es cuando mi mamá le chupa la pija a mi papá.
  • Eso no puede ser, si es tan grande como dices.
  • Jajaja, sí grande y mucho más pero aun así se la traga y no un poquito, sino toda hasta que se le nota el bulto de la cabeza en el cuello.
  • ¡Qué barbaridad! Y… ¿tus padres no han notado que tú has visto esas cosas?
  • No, cuando estoy con ellos me porto como una niña buena, ya lo viste, le enseñé mis notas y se pusieron muy contentos, sobre todo mi papá, es muy protector.
  • Sí ya lo sé pero tu tendrás, amigas o… amigos
  • Si tengo una amiga, de verdad solo una, mi amiga Ylenia, es un poco mayor que yo, ella sí que tiene amigos pero mis padres no me dejan, tienen miedo de que… dicen que ya tendré cuando sea mayor.
  • Claro es comprensible pero ¿tú no le habrás contado nada de todo esto a nadie verdad?
  • Sólo a mi amiga Ylenia, a ella se lo cuento todo.
  • ¿Y qué le parece?
  • Me tiene envidia, sus padres no hacen nada de eso, su padre es militar y muy rígido y su madre siempre está deprimida.
  • ¡Qué pena!  El mundo está mal repartido.

La conversación con la recién conocida Gisela me recuerda a la hermana de Eva, la niña es muy avispada, no sé la edad que tendrá pero aparenta bastantes años menos que su hermana, se parece mucho a Gisela, es rubia como un ángel y menuda de cuerpo, siempre que viene del colegio con su hermana parece una cabra loca, va saltando y corriendo delante de ella mientras Eva le lleva su mochila con los libros.

Una tarde cuando volvieron Eva me pidió un favor, por descontado le dije que lo que hiciera falta y me rogó que me quedara un momento con Luisa, su hermana, ésta parecía hiperactiva, no paraba de saltar y tocar todo lo de la garita y su hermana le recomendó

  • Luisa, haz el favor de estar quieta, quédate un momento con el señor Josu porque voy a comprar al Súper una cosa que necesito urgente.
  • ¡Vaaaale Eva, me portaré bieeeen!

Nada más desaparecer la hermana mayor la cría saltó sobre mis piernas, yo estaba sentado en mi garita acristalada y ella se sentó cara a mí y apoyada sobre el pequeño mostrador que daba a la calle.

  • Venga señor Josu, cuéntame una de tus historias, ya sabes que me gusta mucho cómo lo cuentas.
  • Luisa, creo que te conté ya toda mi vida, me halaga tu curiosidad pero ya no creo que tenga mucho que contar, te conté lo de los coches clásicos de Cuba, la visita al castillo en Cartagena, las playas de Cancún, no sé que más contar.
  • Sí cuéntame más cosas, tú has viajado mucho, seguro que tendrás más historias.

Como insistía me decidí a contarle cualquier cosa, me inventaría historias para entretenerla.

  • Pues… no sé si te conté cuando estuve en Brasil.
  • No, de Brasil no me has contado nada.
  • Pues… resulta que hicimos una escala en Rio de Janeiro, precisamente en tiempo de Carnaval.
  • ¡Ah, sí, lo he visto por la tele!
  • Vaya, es muy bonito, yo no lo conocía, es una locura de música, color y luces y
  • ¿Y muchas chicas verdad?
  • Mmm, pues sí, no te lo voy a negar, hay muchas chicas… sobre todo mulatas, hay muchas mulatas.
  • ¿Y cómo son las mulatas?
  • ¿Cómo van a ser?, como tú o tu hermana, igual que todas las chicas.
  • Igual no, porque tienen la piel negra.
  • No, negra no, el que era negro de verdad era mi amigo George pero las mulatas son color café con leche, más o menos.
  • Y… ¿todo lo tienen café con leche?
  • Emmm, pues no sé lo que quieres decir pero imagino que sí.
  • Quiero decir que yo soy de piel muy blanca, en cambio en un sitio tengo la piel rosada, muy rosada.
  • No te entiendo
  • Pues sí, en mi cosita tengo la piel más rosadita, a lo mejor ellas también serán igual.
  • Pues ahora que lo dices no me había fijado.
  • Sí las chicas tenemos la cosita por dentro más roja, mi hermana también lo tiene.
  • ¿Qué le has visto a tu hermana el…  la cosita?
  • Sí, la tiene mucho más grande que yo, mira la mía es pequeña.

Luisa se separó un poco de mí, retiró sus braguitas y me enseñó su coñito, efectivamente estaba cerradito pero ella se ocupó de enseñarme su interior separando los labios regordetes, me hizo ver que efectivamente era rosados como me aseguraba, al mismo tiempo no paraba de moverse sobre mis piernas y frotar su culo de forma que mi polla se empezaba a despertar a lo largo de mi pierna.

  • Pues es verdad, es rosadita y muy bonita y… ¿dices que se la has visto a tu hermana?
  • Si dos o tres ves, un día se la vi cuando se cambiaba el tampón.
  • ¿Has dicho, el tampón?
  • Sí eso que se mete adentro, eso es lo que ha ido a comprar, ella cree que no lo sé pero siempre la espío cuando se lo pone, se baja las bragas y se pone con un tubito.
  • ¡Qué curioso!
  • Una vez sí que se lo vi bien, entré en su habitación cuando estaba cambiándose de ropa, llevaba unas braguitas negras y entre las piernas le asomaba un hilo blanco, me extrañó y se lo dije, jajaja ¡qué risa!  Se puso colorada y sin pensar se bajó las bragas a las rodillas, tomó el hilo y se lo metió en su cosa, me gustó verlo porque esa vez no tenía pelitos, como yo, fíjate.

Luisa volvió a enseñarme su coñito, lo hizo retirando las bragas a un lado dejándome ver el pubis con algún pelillo incipiente.

  • Pues tú sí que tienes ya, que los he visto pero tápate.
  • Bueno sí, me han salido uno o dos pero como son rubios…, cuando tenga más me los depilaré como mi hermana, no quiero ir como mi mamá
  • ¿No me digas que tu madre tiene pelillos en su... es que le has visto el coño a tu madre?
  • Pues sí, dos veces, una vez entré en su dormitorio, acababa de llegar del trabajo y venía nerviosa, como tardaba en salir entré sin llamar, estaba bastante oscuro y me extrañó, me acerqué a los pies de la cama y vi a mi mamá, ella no me vio.
  • Uf, menos mal.
  • Claro, no me vio porque estaba de rodillas sobre la cama, con la cabeza en la almohada y con la mano entre las piernas sujetaba una cosa larga y gruesa, y se la metía por su cosa, tenía mucho pelo pero se lo separaba y vi como se hundía aquello hasta el final, luego apretaba un botón y hacía ruido y ella suspiraba como si estuviera agotada.
  • ¿Y no te vio?
  • No, estaba muy concentrada, también le vi que tenía su cosa roja por adentro y muy mojada, le salía espuma blanca, estuve a punto de preguntarle qué era aquella espuma pero me callé porque se derrumbó sobre la cama.
  • Tendría sueño.
  • ¿Sueño?, no creo, porque le dieron unos temblores que la hacían chillar, luego quedó adormecida y salí sin hacer ruido. ¿qué tienes en el bolsillo?
  • ¿Yo, nada porqué lo dices?
  • Por nada, porque noto en mi culo como si llevaras un bocadillo, ¿Es que no has merendado todavía?
  • Emmm, si ya merendé, creo que serán las llaves del portal, ya sabes.
  • Pues te deben molestar porque están muy calientes.
  • Sí bastante pero no te preocupes y dime… ¿Y tu padre no la vio así?
  • No, mi papá duerme en otra habitación,  mi mamá tiene el dormir muy ligero y se despierta, dicen que así duermen mejor.
  • Claro es comprensible y ¿dices que la viste más veces?
  • Sí en la ducha la vi otra vez, entonces sí que me extrañé, fui a hacer pipí y no me di cuenta de que estaba en la ducha, tenía la mampara un poco abierta y vi una cosa muy rara, de la pared sobresalía una cosa larga y gorda, parecida a lo que vi el primer día pero negra, estaba pegada a media altura y mi mamá se apoyaba sobre esa cosa moviéndose de adelante a atrás, al mismo tiempo que con la regadera se mojaba su cosa, yo me quedé sentada en el wáter hasta que se cogió las tetas y las estiro casi hasta hacerse daño, se apoyó contra la pared metiéndose todo aquello hasta que desapareció, tembló como el primer día y estuvo sin moverse un buen rato.
  • Y con el agua saliendo
  • El agua no le importó, la dejó correr, quedó agarrada a los grifos con aquello metido y las rodillas temblando.
  • ¡Qué cosas le pasan a las madres! ¿Y a tu padre no le pasan cosas de esas?
  • No, a mi papá sólo lo vi una vez, estaba en su cuarto, cuando entré se tapó rápidamente pero yo salté sobre él para darle los buenos días, él se quejó, no sé porqué pero creo que le pisé o algo así, quise saber que le había hecho y retiré la sábana, entonces le vi, tenía una cosa larga como lo que tenía mi mamá pero más delgada, y unas revistas de chicos haciendo gimnasia en la playa.
  • Eso será que le gusta el deporte.
  • Eso será, le pregunté que era aquello duro y caliente y me dijo que era por donde hacía pis, me pareció raro pero le creí, mis compañeros de clase también tienen pero mucho más pequeño.  ¡Uf! Las llaves deben hacerte daño porque a mí se me clavan en el culo.
  • Tendré que cambiarlas de sitio para otra vez.
  • Déjame, yo te las cambiaré.

De un salto Luisa me separó las piernas y me cogió la polla por encima del pantalón, la agarró fuerte con las dos manos y con el movimiento acabó de sacarla del calzoncillo, hasta los huevos se liberaron y quedaron a su disposición, ella con ambas manos recorrió el tronco desde el capullo a los huevos y los “alisó” hasta que quedaron a su gusto, luego se sentó dejando el capullo entre las piernas y debajo de su chochito sin dejar de moverse, haciendo que mi polla estuviera más dura cada vez.


Gisela tenía la virtud con su aparente inocencia ponerme a mil, cuando hablaba desde el otro lado del sofá movía las manos como una chica mayor, para nada inocente y, de vez en cuando, metía su mano debajo de la mantita y claramente la movía.  Estaba pendiente también de la tele y cuando alguna escena le interesaba me hablaba sin dejar de mirarla.

  • ¿No tienes calor para ponerte la manta encima?
  • Es por costumbre, siempre que veo la tele me la pongo, si quieres te digo el secreto, es para que no me vea mi mamá, ella se sienta ahí donde estás vos y yo

Claramente me hizo una demostración moviendo la mano entre sus piernas, yo me hice el incrédulo y ella me lo demostró haciéndome un flash , destapó un poco la manta y vi que tenía las piernas plegadas y abiertas, las bragas ladeadas y los dedos acariciando el clítoris que ya estaba enrojecido y brillante, lo hizo mirándome la bragueta y descubrió el efecto que había logrado, sonrió maliciosamente y me dijo acercándose a mi

  • Parece que también te hace falta una mantita como la mía, si quieres la compartimos.
  • ¿Y si salen tus padres?
  • No creo, sólo se ha corrido una vez y mi mamá por menos de dos no lo deja.
  • Veo que estás al tanto.
  • Prométeme que no le dirás nada a mi papá, él está convencido de que todavía soy una bebita.

Gisela destapó la manta y pude ver que las bragas bastante holgadas dejaban asomar los labios enrojecidos por el roce de sus dedos, se vino a mi lado y nos cubrió a los dos con la manta, en apariencia no estábamos demasiado juntos pero por debajo de la manta teníamos las piernas entrelazadas.

  • ¿Te gustaría que nos cambiemos?
  • ¿Qué quieres decir?
  • Que me acaricies a mí y yo te hago una paja, me gusta el bulto que se nota debajo de tu pantalón.

No dejó que contestara porque su mano palpó hasta encontrar la bragueta y con dos movimientos casi me saca la polla, cuando vio que era imposible con el estado que estaba levantó la manta y se agachó tapándose otra vez con ella, al momento sentí la humedad de la lengua de Gisela en el capullo y al minuto siguiente los labios aspirando y el hueco del paladar, ¡la hija del Jefe me estaba mamando la polla!

Por un momento me temí que su madre saliera por la puerta de la habitación y preguntara por su hija, yo no sabría que decir y menos si notaba la cabeza de Gisela debajo de la manta pero me tranquilicé y busqué entre las cuatro piernas, localicé las suyas y por el camal desbocado metí los dedos y los mojé de flujo juvenil.

Al rozar el clítoris endurecido, Gisela se acomodó mejor y pude llegar con comodidad, mis dedos presionaron el botón y la chica gimió dejando de chupar por un momento, luego siguió con más ahínco como invitándome a proseguir, lo hice con cuidado esperando encontrarme con el himen, tanteé y no encontré ni rastro, el dedo entró y ella aceleró la cabeza y al primer dedo siguió el segundo.

Su cabeza no dejó de subir y bajar hasta que la bajó y no la subió más, un temblor la atenazó debajo de la manta, estuvo agarrada a la polla como si no quisiera que se la quitaran y de pronto agitó la mano rápidamente sin sacársela de la boca y no paró hasta que la leche le salió hasta por la nariz.

Apenas estuvo unos minutos estirando la manta y luego se oyeron ruidos en la habitación, a los ruidos siguieron risas y al poco aparecieron Marga con el pelo revuelto y el Jefe, los dos con unas sonrisas de satisfacción de oreja a oreja, él disimuló desperezándose y ella estirándose la falda y acomodándose el sujetador.

En la tele, Twity y Sylvester seguían peleándose, Gisela cambió de canal en cuanto asomó la cabeza con los labios mojados de mi leche, me cogió los dedos y los chupó después de dármelos a oler, con un guiño demasiado pícaro para su tierna edad, volvió a su lado y seguimos viendo los dibujos.

  • Uf, que tarde se ha hecho Josu, espero que no te haya molestado, la verdad es que lo necesitaba ¿y  tú también, no, Magda?
  • Sí “dormí” como hacía mucho tiempo no lo hacía.
  • Pues tenemos que volver al barco, lo que no sé cómo.
  • Papá, mamá puede llevarnos, yo también iré… así jugaré un poco más con Josu, es muy simpático.
  • ¡Buena idea Gisela, hay que ver que hija más lista tengo! ¿Magda, el coche va bien? Voy a sacarlo, luego te lo traes tú, ¿vamos Josu?

Continuará.

Si les gustó valoren y comenten.

Gracias.