Memorias de un portero de noche. (15)

Desde Cartagena seguimos hacia el Sur, cruzamos el Ecuador con una gran fiesta y aprendí muchas curiosidades. En mi trabajo de portero también aprendí cosas, algunas curiosas y otras no tanto, aunque al final tuve un final feliz gracias a Martina.

Sentí un gran alivio al pasar por el Castillo Grande , el Jefe me avisó que me asomara por la escotilla de estribor, sentí un escalofrío al ver tanta historia concentrada, aún así todavía me temblaban las piernas por el susto que nos dio el terrible Comisario de bigote y cejas negras.

Aún estuvimos tiempo comentando el rato de tensión vivido, el Rojo se hacía el valiente diciendo que él estaba dispuesto a protestar ante las autoridades pero nos reímos de él, el que realmente lo pasó peor fue el Capitán que recibió un golpe gratuito de un policía más nervioso de lo normal.

Yo le pedí disculpas a George, me sentía culpable por haber dudado de él, me resultó muy extraño que no lo culparan de nada, igual que al resto de la tripulación, el Jefe me convenció con la teoría de que buscaban a un “blanco” y claro, ninguno de ellos cumplía con esa característica.

Los días siguientes fueron bastante monótonos, íbamos relativamente cerca de la costa venezolana, a lo lejos podíamos ver la selva, el verdor era continuo, a excepción de una zona adonde las torres petrolíferas indicaban la situación del Lago Maracaibo.

Yo me ocupaba en aprender del Jefe que le gustaba enseñar y sabía de todo, más en ese momento que éramos “colegas” de aventuras, George también hacía lo que podía, me “mimaba” en las comidas, yo para que no me cogieran celos, le pedía que nos deleitara algún día con unas milanesas, el Jefe ese día subía a los cielos, se le notaban los ojos vidriosos recordando a su querida ciudad de Paraná y su río.

Una mañana me llamaron urgente al puente, subí corriendo creyendo que había fuego o algo peor pero antes de asomar por la escalera me gritaron…

  • ¡Quieto ahí, no te muevas!
  • ¿Qué pasa?, me llaman y luego me dicen que no me mueva.
  • ¡No te muevas, mira a tu espalda!

Asustado me giré y justo detrás había un pájaro enorme, era de color pardo y en el pico llevaba una bolsa de la que asomaba la cola de un pez muy grande.

  • ¿Qué es eso tan grande Capitán?
  • ¿No lo sabes?, es un pelícano.
  • ¿Cómo es que está aquí?  Está muy lejos de la costa.
  • Vienen buscando comida y pescan de zambullida, trae algo de la cocina, pescado a poder ser.

Traje varias colas de pescado que me dio George, él mismo me acompañó, quería verlo igual que yo, estuvimos dándole de comer al pajarraco, resultó ser más confiado de lo normal, fue acercándose hasta que le pudimos dar con la mano, todos estábamos admirados de lo dócil que era, incluso George le pudo acariciar las alas, luego con la bolsa llena levantó el vuelo y todavía nos ofreció una exhibición de maestría, se elevó mucho y plegó las alas hasta hundirse en el agua, al salir llevaba un pez que nos dejó en cubierta, lo entendimos como un regalo y lo aplaudimos al volar de vuelta.

Nos sirvió de comentario un buen rato hasta que volvimos a nuestros puestos, el motor ronroneaba llevando al barco en un mar tranquilo, estuvimos unos días jugando a las cartas en la sala de máquinas, de vez en cuando la partida la hacíamos en el comedor con Stablos y George mientras el Rojo estaba de guardia en el puente.

Una mañana me llamaron por el telefonillo para que subiera al puente, yo pensé que era otro pájaro y ya no fui asustado pero cuando llegué se me quedaron mirando sonriendo.

  • ¿Qué, otro pájaro?
  • No, esta vez no, es otra cosa que no has visto nunca.
  • Pues no sé, pueden ser tantas cosas…
  • Mira al mar…
  • ¿Y?
  • ¿No te gusta el color que tiene?
  • ¿Qué le pasa al mar? Se ha ensuciado, está marrón, ¿cómo puede ser si el Caribe es azul turquesa?
  • Jajaja, esto ya no es el Caribe, es el Atlántico y eso que ves no es el mar, es agua dulce, es el Amazonas que se adentra en el Océano cambiándole de color.
  • ¡Oooh, Que inmenso, la mancha se pierde en el horizonte!
  • Muchacho estás ante al mayor río del mundo, el Amazonas.

Estuve mucho rato viendo como flotábamos en una masa gris pardusca, luego se lo conté al Jefe y me dijo que pronto me enseñaría otra cosa que no me esperaba, quise que me lo adelantara y sólo dijo que preparara un barreño con un agujero en medio, encontré una bandeja para limpiar el motor y le pareció bien.

Por la tarde me asusté, empezó a sonar la sirena de niebla, nunca pensé que habría niebla en el trópico y le pregunté angustiado al Jefe.

  • Escucha grumete novato.
  • ¡Qué raro si toca como si estuviera tocando una samba!
  • Jajaja, claro, quiere decir que vamos a cruzar el Ecuador, sube y lo verás.
  • ¡Capitán, quiero ver el Ecuador!
  • Jajaja, ¿qué quieres ver, una raya en el mar?, jajaja, mira en el radar, longitud  0º estamos exactamente cruzando el Ecuador, advierte a todos que esta noche haremos una fiesta, es para pedir al Rey Neptuno que nos deje cruzar de hemisferio, ¡Ah! y di que debemos ir disfrazados.
  • ¿De qué nos disfrazamos Capitán?
  • ¡De lo que queráis, nos vamos a reír mucho, chico!
  • ¿Capitán, Josu está en el puente?
  • Sí Jefe, ¿lo necesita para algo?
  • Sí, dígale que baje para ver lo que pasa con el agua en el paso del Ecuador.
  • ¡Ah, ya entiendo, ahora te lo mando!
  • ¿Ya me quiere dar trabajo el Jefe?
  • Nooo, tranquilo aunque debería, jajaja, ve rápido que te quiere enseñar una cosa curiosa.

Bajé un poco desconfiado pero cuando vi la sonrisa con la que me esperaba me tranquilicé.

  • Ven Josu, echa agua en esta lata hasta arriba y destapa el tapón de abajo y fíjate.
  • Pues sí, se sale ¿Y qué?
  • Fíjate bien, ¿hacia adonde gira el remolino?
  • ¡Como siempre, vaya tontería!
  • Espera un momento y verás…

Quedé mirando como bobo, el recipiente era bastante grande y el agujero pequeño pero iba cayendo al suelo, de pronto el remolino se paró y el agua siguió saliendo sin ningún movimiento.

  • ¡Pues vaya cosa! y qué más…
  • Espera impaciente.

Estuve esperando un momento y de pronto volvió a hacerse otro remolino pero girando en dirección contraria a las agujas del reloj.

  • ¡Mire Jefe ahora va al revés, jajaja!
  • ¡Menos mal que te has dado cuenta!, ese fenómeno se da al cruzar el Ecuador, en el Hemisferio Sur, los remolinos giran al revés.
  • ¿Capitán, usted ha visto esto, es misterioso?
  • Jajaja, vaya novato, para unas cosas eres tan despabilado y para otras… jajaja.

Se rieron de mi lo que quisieron pero me gustó aprender una cosa más.  Ahora mi preocupación fue la fiesta de la travesía, le pregunté al Jefe y me contó que era costumbre desde los inicios de la navegación hacer una fiesta al Rey Neptuno pidiéndole permiso para cruzar el Ecuador, en todos los barcos se hacía y sobre todo en los Cruceros de lujo, allí sí que eran verdaderos festivales.

Le pregunté de qué se iba a disfrazar él y se hizo el sordo, como todo apunte me dijo que me apañara con mi disfraz, que cada uno se ventilaba sus cosas.

Yo estaba despistado, fui a consultar a mi amigo George, estaba seguro que él me diría algo pero el muy ladino no soltó prenda, tampoco pude sacarle nada lo único que me dijo era que podía disfrazarme de algo típico de mi país.

El caso es que por la noche fui a la minúscula cocina para ayudar al cocinero a preparar la cena que prometía ser especial, estuvimos los dos ajetreados pero el negro no soltó nada que me pudiera sugerir alguna idea, cuando ya estuvo todo preparado monté la mesa del comedor de oficiales, en las dependencias de los orientales se oían tracas y petardos, ellos también festejaban el acontecimiento a su manera.

Cuando ya estuvo todo preparado George avisó que la cena estaba lista y los “invitados” podían acudir, al momento se oyó un murmullo de risas por el pasillo, el mar estaba en calma y todo estaba tranquilo, se abrieron las puertas del comedor y entró Stablos disfrazado de Neptuno, con una sábana como túnica y un tridente, estaba gracioso y a la vez imponente pues nos miraba como si realmente fuera el dios marino, detrás de él vino el Rojo, casi me muero de risa, iba vestido, o por lo menos lo intentaba, de Celta , indudablemente  era lo más apropiado para él.

Ya no entró nadie más, el Jefe no llegó y me preocupó pero la visión del Rojo me dio una idea, yo no soy taurino, no me gustan los toros, bueno, los toros sí, pero el toreo… pero ante la ausencia de ideas corrí a la cocina y le pedí a George un mantel rojo y un trapo negro, rápidamente improvisé una capa de torero y una montera para la cabeza, me miré al espejo y reconocí que no quedaba mal del todo, luego ensayé el andar del torero al salir a la plaza, “el paseíllo” y George me aplaudió.

Al entrar al comedor todos se rieron, parecía Cantinflas en su famosa película pero después de hacerme todas las bromas posibles, se quedaron serios.

  • ¿Y tú George, qué haces que no te has disfrazado?
  • ¿Yo Capitán, no sabía que…?
  • ¿Te imaginas que íbamos a cenar sin ti?, vamos hombre, tú eres tan importante como yo.
  • Gracias Capitán pero no creí que…
  • Nada hombre, disfrázate en un momento y siéntate a la mesa con nosotros.

A los pocos minutos se oyó una música que venía por el pasillo, era conocida y todos nos miramos asombrados, por la puerta apareció el Jefe, iba vestido de guapo argentino del 900 y además iba tocando un bandoneón, estaba interpretando divinamente “Volver” , un tango famoso adonde los haya, nos quedamos asombrados pues nadie sabía de la cualidad artística del Jefe.

Se había arreglado un disfraz de lo más convincente con su sombrero y todo y cuando plantó un pie sobre una silla atacó a todo volumen el “Por una cabeza”, ya todos aplaudíamos locos, no pensábamos en la cena cuando el Capitán le pidió que tocara “La comparsita” a todos se nos hizo un nudo en la garganta, él al darse cuenta tocó una canción muy alegre de su provincia Entrerríos y allí se acabó el concierto de momento.

Nos lanzamos a devorar la súper cena cuando el Capitán nos frenó, se levantó y dio un golpe en el suelo con el tridente.

  • Un momento aquí falta uno, Neptuno no puede autorizar el festejo si falta alguien ¡George, que es para hoy!
  • Ya voy pero me da vergüenza.
  • ¡No seas niño, un tío como tú, con los cojones más negros que tu cara… anda sal!

Cuando entró George se hizo el silencio, nos quedamos todos mudos hasta estallar en una carcajada unánime, el cocinero se había disfrazado de camarera, llevaba una cofia en el pelo ensortijado, dos servilletas anudadas en el pecho con dos naranjas como tetas y un delantal atado en la cintura pero lo más gracioso fue que se dio la vuelta y nos demostró que debajo del delantal no llevaba nada.

Se armó la de Dios, pues debajo del delantal oscilaba el badajo que casi le llegaba a la rodilla, vimos con asombro cómo se le marcaba el capullo empujando la fina tela y cuando amenazó con levantar el delantal todos gritamos que no lo hiciera.   Fue una risa toda la cena, yo conocía la verga del cocinero pero no dije nada, el Jefe tocó más tangos y el Rojo se puso ciego a beber cerveza negra Guinness , el capitán sacó vino Retsina típico de tu Grecia natal y yo busqué unas cervezas Corona que compré en Cancún.

Al acabar la cena con los tintos de Colombia que tanto le gustó al Comisario bigotudo y el aguardiente de Luz acabaron de soltarnos las lenguas, el Capitán nos dio a probar el Ouzo, que es un aguardiente dulce que siempre llevaba consigo y entre todos sacamos las nostalgias que llevábamos adentro.

Stablos habló de Sofía, su hija que yo también añoraba, por otros motivos, claro, el Rojo sus verdes praderas irlandesas pues no estaba casado ni lo esperaba nadie, el negro George pensó en su tía, en su coño y en el de su sobrina, también me lo recordó a mí y entre todos casi nos ponemos a llorar.

  • Tengo muchas ganas de ver a mi hija Sofía, me recuerda tanto a mi difunta esposa.
  • Yo también me acuerdo de ella Stablos, es una chica divina y además lo hace…
  • Shhit, a ver qué vas a contar diablillo.
  • No nada, que es muy… simpática.
  • ¡Ah bueno, eso sí!
  • Yo espero ver pronto a mi mujer, en Paraná me espera con mi hija.
  • ¿Usted tiene una hija Jefe?
  • Si, una criatura especial, ¡pero Josu, desde ahora te advierto que no te acerques a ella!, ¿me entiendes?
  • Si claro, ¿qué edad tiene, si se puede saber?
  • La edad suficiente pero ni se te ocurra decirle nada.
  • Vale Jefe, se lo prometo.

La cena terminó tarde, oímos tangos hasta hartarnos, el Jefe era un virtuoso y además cantaba con sentimiento, cuando me acosté casi era de día y por la borda sólo se veía el verdor de la selva amazónica.


El disfraz de George me recordó al de Emma, era muy parecido.  La madre de Eva, me había decepcionado, yo que esperaba verla follar como loca con su marido y resultó que se acostó cada uno en un cuarto, supuse que estarían enfadados y que esperarían al otro día para la “gran reconciliación” pero por la mañana todo continuó igual, apenas se miraban y no hablaron en todo el día, ya tarde llegó una pareja preguntando por el matrimonio, eran calcados a ellos, estirados, serios y poco habladores, les avisé mientras subían a su casa y lacónicamente me dieron permiso.

Lógicamente enseguida conecté con ellos, vi cómo les abrían la puerta de casa, se dieron la mano como si casi no se conocieran y los invitaron a pasar, ellas se sentaron en un sofá a hablar y ellos en otro, sacaron de un maletín que llevaban un legajo de papeles y se pusieron a repasar algún caso conflictivo, ya estaba aburrido de las dos parejas cuando se metieron cada una en una habitación y volvieron vestidos de gala, para una cena como si fueran en un gran hotel.

Se les notaba mucha clase y una educación exquisita cuando se sentaron a cenar, Enma había encargado a una empresa de catering la cena que trajeron a media tarde y la sirvió con suma destreza.

Las dos damas, sobre todo, lucían sendos vestidos largos muy escotados además de unos zapatos de tacón inverosímil, parece ser que con la bebida y la conversación se fueron relajando hasta incluso sonreían, una vez terminado sirvieron unos tragos largos en un salón, los maridos se sentaron en un sofá y las mujeres en otro, todo parecía normal hasta que una de ellas se acercó a la otra y le dio un piquito en los labios, de un simple beso las cosas se fueron calentando hasta que se levantaron las dos.

Los maridos reían con ganas comentando lo que hacían sus mujeres, yo estaba atento pues aquello parecía tener buen aspecto.  Las mujeres empezaron a bailar, primero contoneándose una delante de la otra hasta que se enlazaron y se buscaron las bocas, ya no fueron piquitos, ahora eran besos sumamente cálidos con legua.

Los maridos se removían en su asiento, incluso se acomodaban las pollas que pedían salir de su encierro, ellas seguían bailando cogidas pasando los muslos entre los de la amiga, yo estaba pegado al celular esperando lo que iba a pasar y no tardó en ocurrir.

Cuando el primer tirante de Enma cayó, el vestido quedó enganchado en el pezón, apenas asomaba media luna de la areola, que parecía una galleta Oreo, no tardó en soltarse pues sus movimientos ondulantes lo provocaron, la boca de su amiga se pegó a él y no dejó de chupar pese a los gritos de los maridos.

Las manos de Enma se ciñeron a la cintura de su amiga y de ahí bajaron por sus caderas hasta sus nalgas, por la presión que hicieron sobre la tela demostraron que no llevaba nada debajo, los maridos se percataron también pues parecía que no estaban acostumbrados a esas costumbres.

Los besos en el cuello que le otorgó Enma a la amiga le pusieron los pezones de punta, su vestido tampoco pudo disimularlo y Enma acudió a “refrescarlos” con la lengua con el efecto contrario, naturalmente.

Los maridos estaban como gallos de pelea intentando acercarse a ellas pero con gran habilidad los esquivaban, al fin terminó la canción sensual dando por terminado el baile y después de agradecerse el detalle con otro largo beso en la boca cada una acudió al lado de su marido.

A éstos se les notaba orgullosos de sus respectivas y las cogieron de la mano y las llevaron a sus habitaciones, para mí la fiesta había acabado y estaba a punto de desconectar cuando vi otra vez movimiento en el salón, de cada puerta de las habitaciones vi aparecer a los matrimonios disfrazados, Enma iba de Enfermera como ya sabía y su marido “el estirado” de “preso convicto” con su “pijama a rayas” .

Pero de la otra puerta apareció la señora vestida de doctora, con su bata blanca, su estetoscopio al cuello y su nombre en la solapa, en cambio su marido apareció vestido de Juez, pero no un juez cualquiera, llevaba toga y una peluca de la época Victoriana y lo más gracioso es que tanto unos como las otras no llevaban nada más debajo de los disfraces, pues se notaban las oscilaciones de los volúmenes.

Como estaba “cantado” las damas volvieron a bailar, ésta vez sin tanto preámbulo, pronto la médica le hizo un reconocimiento a la enfermera sobre el sofá que le despojó de su disfraz, ésta a su vez le quitó también todo menos el estetoscopio que utilizó para pasearlo en su reconocimiento por sus partes más sensibles, hasta ahí todo bien, hasta yo estaba como un burro, pues la señoras demostraron que estaban de muy buen ver.

La sorpresa mayor e inesperada fue que los maridos en vez de lanzarse como “sátiros”(como habría hecho yo) los dos comentaban lo que hacían sus mujeres y sobre todo lo que les había provocado.

Cuando el “Juez” abrió su toga y asomó la polla como un poste, el preso se doblegó hacia él y le dio un beso en el capullo que casi se me desencaja la mandíbula de asombro, pero no paró ahí, se sucedieron una serie de caricias que dejaron a las mujeres como “monjas Ursulinas”, sin freno ni descanso se enzarzaron en una serie de mamadas y chupadas que provocaron que fuera a cerrar la “emisión” aunque la curiosidad por la mujeres me mantuvo un poco más.

Ellas con más dulzura, mas delicadeza y sensibilidad se comían los coños con avaricia, casi tanta como ellos, yo esperaba inútilmente que al fin se fueran cada uno con una, ya no me extrañaba con quien eligieran pero cuando vi que en la habitación de matrimonio entraron el juez y el penado y en la otra la doctora y la enfermera apagué el teléfono.

Tenía los ojos deslumbrados por la luz de la pantalla del teléfono y la polla más dura que la pata de mi silla por eso agradecí sin darme cuenta el roce de una mano en mi camal izquierdo, tardé unos segundos que me parecieron horas hasta darme cuenta de que no estaba soñando, al abrirlos sólo vi el pelo de una mujer que se movía a la altura de mi cintura.

  • ¿Martina, qué haces tú aquí y a estas horas?
  • Lo que hago creo que te puedes dar cuenta tú mismo y a esta horas ha sido porque no me concentraba en los estudios y me dije… ¿porqué no hacerle una visita a Josu?
  • Haberme avisado, habría previsto algo para invitarte…
  • No hace falta, lo que quiero ya lo tienes duro, calentito y a punto,
  • Me alegro si te gusta así pero te quiero explicar el porqué está así…
  • No hace falta, estuve mirando por detrás de ti lo que veías por el teléfono, no sabía de tus aficiones y tengo que reconocer que me gustan.
  • Si es así déjame tu teléfono y me conectaré a él, jajaja.
  • Lo dirás en broma pero me sentiría menos sola si me siento observada por ti, así podría alegrarte alguna noche.
  • No lo dudes, tu culo me lleva de cabeza.
  • Vayamos por orden, ahora ya es tarde, vigila por si acaso pero bájate los pantalones y relájate, te voy a dar una mamada que no vas a poder pestañear en días.

Efectivamente Martina sabía mamarla bien, las veces que la follé no me dio oportunidad de disfrutarlo por las prisas pero esta vez los astros se alinearon y aquella noche Martina se fue con el estómago lleno de leche y yo quedé tan vacío que no se me ocurrió follarla otra vez en la garita, de ahora en adelante, procuraría tener un encuentro o una “noche de estudios” en su casa o en la mía, sin posibles interrupciones.

Continuará.

Si les gustó valoren y comenten.

Gracias.