Memorias de un portero de noche (10)
Dicen que las apariencias engañan y me sorprendió que a mi edad me pasaran éstas cosas.
Con mis mejores deseos para 2021, gracias a todos.
Mi niñez estuvo marcada por la necesidad de sobrevivir, huérfano de madre prematuramente y con un padre que no podía ocuparse de mí como debería tuve que buscarme la vida como tantos otros niños de mi época.
Aparte de la obligación de ir a escuela mi padre sólo me exigía que estuviera pronto en casa, siempre antes de anochecer. En el puerto a la vez que jugaba con mis amigos aprendí casi todo sobre el comportamiento de las personas, me familiaricé con hombres rudos, que trabajaban como burros durante interminables jornadas, también vi a qué se dedicaban en su escaso tiempo libre, si había trabajo, algún barco que cargar o descargar, no descansaban para nada, sabían que posiblemente tardarían en tener otra ocasión pues había demasiados candidatos para el duro trabajo de estibador.
Me acostumbré a ver cómo se reunían para jugar y beber, también vi cómo las prostitutas se acercaban a ellos cuando olían a dinero fresco, aquellas mujeres eran casi como de la familia, el pago a sus servicios era más un trámite que una transacción, se follaba porque se lo tenían ganado después de trabajar. Beber, jugar y follar era el único aliciente en la vida de aquellos hombres y las putas eran tan necesarias como el comer o descansar entre turno y turno.
Todos estos recuerdos me llegan porque siempre me han gustado los niños, en mi época éramos traviesos, gritones, despreocupados y siempre listos para hacer nuestras “guerras” particulares. Ahora no, los niños y especialmente las niñas son muy inteligentes, saben de todo, están informados y disponen de artilugios que potencian todas sus aptitudes.
A muy temprana edad te pueden seguir una conversación pues están al tanto, sea por la televisión o por lo que oyen en casa, manejan los aparatos electrónicos como si fueran magos y con una naturalidad que pasma. Lo que me costó años de aprendizaje ellos lo aprendieron con sólo usar la lógica, todo esto me obligó a poner manos a la obra y aprender para estar a su altura.
Entre los niños del vecindario, raro era el crío que no llevaba un móvil o una tableta, ya sea para clase o para su uso particular, sus padres eran los primeros que con la excusa de tenerlos controlados (y callados) los citaban a ello y yo me sorprendía al ver a toda la familia andando hipnotizados cada uno con un aparato diferente.
Había una familia de las más adictas a los teléfonos, el matrimonio era una pareja de abogados, trabajaban en un bufete importante y vivían muy bien en un ático del mejor edificio de todos, tenían una hija de unos siete años, muy despabilada y otra de dieciocho años, en contraste muy modosa, era muy seria y todo lo formal que unos padres desearían para una hija de su edad, nunca la vi llegar de una fiesta más alegre de lo normal ni con compañías poco recomendables.
De todos ellos la más comunicativa era Araceli, la niña era pura dinamita, cuando llegaban ya se le oía desde lejos, normalmente era su hermana la que la llevaba al colegio (un colegio privado), llevaba un uniforme impecable y una mochila bastante abultada.
Una tarde cuando llegaron me saludaron y la niña enseguida me preguntó qué hacía, yo siempre le contaba alguna historieta inventada y a ella le encantaban pero aquel día a su hermana Eva se le había olvidado comprar algo de la farmacia y dejó a mi cuidado a la niña, salió con tanta prisa que dejó el bolso sobre mi mostrador y salió corriendo porque cerraban, la niña al darse cuenta lo cogió para dárselo con la mala suerte que lo cogiera por un asa solamente y todo lo que había en su interior salió rodando al suelo.
La niña se asustó, quedó en shock y empezó a llorar desconsoladamente sobre todo al ver que el teléfono de su hermana estaba completamente desmontado, la funda por un lado, la tapa por otra igual que la batería y hasta la tarjeta salida de su sitio.
Le dio como un ataque de pánico sabiendo la riña de su hermana y tuve que consolarla, sobre todo al comprobar que por lo menos la pantalla no se había roto, enseguida metimos todo en el bolso y cuando estaba tratando de acoplar las piezas del teléfono regresó la hermana mayor.
Los ojos que abrió fueron de horror, para ella era lo más importante como a todos de la familia y reprimió severamente a la pequeña, tuve que intervenir y apaciguarla prometiéndole, sin estar seguro, que yo podría montarlo y dejarlo como estaba.
La chica me miró entre incrédula y esperanzada y accedió a dejármelo con la promesa de que se lo devolvería a la mañana siguiente, cuando se fueron a casa me dediqué a montar todas la piezas comprobando su funcionamiento.
La tarjeta de memoria me dio un poco la lata pues no podía colocarse bien por lo que la instalé en mi teléfono para comprobar que no estaba dañada, al abrirla pude ver varias fotografías de la chica en poses de selfies , eran de lo más inocentes, con fondos de jardines o con algunas amigas pero había una carpeta que estaba protegida, recordé unas instrucciones que me dio mi compañero el informático y calculando las posibles contraseñas más usuales de pronto di con la correcta.
La serie de fotografías y videos que vi me dejaron noqueado, la chica a su temprana edad se exhibía en posturas de lo más provocativas mostrando su cuerpo al detalle, en unas con poses artísticas y en otras de lo más explicitas y no escatimaba en juegos eróticos, con sus dedos u otros juguetes se masturbaba y se corría enseñando a la cámara los dedos unidos por hebras de babas.
No había pasado media hora cuando Eva me llamó apurada desde su casa, me preguntó si había encontrado algo, le contesté que no, por supuesto, pero por su forma de hablar deduje que no se refería a la carpeta secreta sino a las llaves de su casa, las había echado a faltar al llegar pero se quiso asegurar cuando su madre le abrió regañándola por no abrir con la suya.
Busqué por el suelo pero no vi nada dejándola preocupada pero la compensé anunciándole que había podido salvar el teléfono, ella con la alegría de momento olvidó el tema de las llaves.
No me costó nada copiar los archivos de la carpeta secreta en mi teléfono, luego limpié el teléfono y se lo llevé a casa, ella bajó al patio para recogerlo, me dio un casto beso en la mejilla en agradecimiento y desapareció en el ascensor.
Lo que no sabía era que, de paso, le había instalado la aplicación que me permitía espiar los aparatos electrónicos de su casa, aunque pensé que tampoco tenía porqué saberlo, me estaba convirtiendo en un voyeur crónico sin saberlo.
Pasado un buen rato comprobé el funcionamiento de mi App y vi con satisfacción que funcionaba bien, la escena era de lo más familiar, el teléfono debía estar sobre un mueble en el comedor y apoyado en algún atril para darle carga a la batería. Vi cómo toda la familia se sentaba a cenar, incluso podía oírles, sobre todo a la niña que no quería comer fruta.
Hice un recorrido por el vecindario, todas las cámaras que pude controlar eran más o menos “inocuas”, las escenas familiares me aburrían incluso alguna que al principio podía llamarme la atención ahora ya no me interesaban.
La que nunca me defraudaba era la de la madre del niño travieso, éste era el único que no me hacía gracia, tenía las espinillas llenas de moratones por las patadas que acostumbraba propinarme sólo por deporte, aunque ya lo habría escarmentado si no fuera por no ponerme a mal con su madre.
Ésta me obsequiaba con toda clase de escenas, últimamente ya me conectaba desde mi casa por la mañana al salir del turno de noche. Cuando ella volvía a casa de dejar el niño en el colegio se ponía a limpiar, acostumbraba a poner el teléfono enfocando por donde estaba y yo podía ver toda clase de “ejercicios”.
Sola en casa, las mañanas las dedicaba a recibir clases de yoga frente al televisor, solía hacer los ejercicios con mallas ceñidas que con el calor propio de los ejercicios terminaba por quitárselas hasta quedar desnuda frente a la cámara enseñándome el coño y las tetas mojadas de sudor.
Los días, en teoría de limpieza, eran otro show, acostumbraba a limpiar con una leve blusa escotada o alguna bata con varios botones despasados, por supuesto debajo no llevaba nada y al agacharse se movía de forma y manera que las tetas oscilaban constantemente con el suspenso de cuándo se le iban a salir, al final siempre lo conseguían y las mantenía afuera, colgando y rozando los pezones con la mesa que estaba limpiando, aplastándolos y lamiéndolos al terminar, por supuesto, mirando a la cámara.
- Hay que ver que activas son algunas vecinas, no paran, hacen ejercicios, limpian “a fondo” y siempre tienen algo que mostrar, no me importaría ayudar un día de estos.
- ¿A que sí?, ya se lo digo a mi marido, él siempre en el sofá, no me importaría encontrar a “alguien” me echara una mano, no sabe cuánto “polvo” tengo para quitar.
Cuando nos veíamos siempre tenía un comentario alusivo sabiéndose observada y admirada y yo procuraba “soplar en las ascuas” con pretensión de poder cumplir sus y mis deseos. Su imaginación no tenía límites pues cada día incorporaba una novedad a sabiendas que yo estaba observándola, casi siempre con la polla en la mano, con la firme intención de follarla en la primera ocasión.
Dos días después del caso del teléfono roto me conecté sin mucha convicción, fue después de repasar una vez más el contenido de su carpeta secreta admirándome de que escondía un cuerpo insospechadamente perfecto, de natural no se podía intuir las tetas y el culo que tenía la joven.
Con la experiencia que ya tenía en informática no tuve dificultad en hackear su ordenador con la curiosidad por ver sus preferencias, por ver si miraba algo de porno u otros temas pero mi sorpresa fue cuando vi que era ella la que estaba chateando y no con algún chico sino que emitía en una webcam erótica.
La chica interactuaba con los que la miraban, que a su vez le pedían cosas que ella iba haciendo dosificadamente, según ellos iban “motivándola” mandando monedas virtuales que seguramente se convertirían en papel de curso legal.
Con cuidado de que no se viera su rostro iba acariciando las tetas y metiéndose los dedos en el coño junto a un vibrador conectado al ordenador que se activaba con las monedas, ella sentía las vibraciones en su coño y reaccionaba según el “regalo”.
La chica tenía su arte, yo sabía que estaba sola en casa pero ella decía que tenía la familia en la otra habitación manteniendo un ambiente morboso, se marcaba objetivos de lo más sensuales para que fueran incentivando con monedas y lo cierto es que lo conseguía, el tintineo de las monedas no dejaba de sonar cuando se corría con un consolador.
Se convirtió en mi favorita en detrimento de la mamá, aunque no se le veía la cara yo la reconocía por el tatuaje que tenía justo entre las tetas que era inequívoco pues lo vi en sus fotografías. Un día que tenía una gran “clientela” los espectadores le estaban provocando para que hiciera algo extraordinario, le mandaban más monedas de lo habitual y ella se enardeció, diciéndoles que no hicieran ruido pues tenía un fontanero reparando un grifo en la cocina de al lado.
Naturalmente la “peña” le pidió que llamara al fontanero y que se lo follara delante de la cámara, la chica se hacía de rogar “temiendo” que el inexistente fontanero entrara y la encontrara con el coño abierto y con un plug brillante en el culo, la lucecita de la antena del lush , no dejaba de parpadear a cada “propina” y ella metía los dedos en su coño, agitándolos como si batiera media docena de huevos para enseñarles el flujo que manaba.
Yo estaba tan excitado como los demás, pues además de conocerla personalmente me daba morbo saber que en la vida real se comportaba como una modosa y casta jovencita, eché hacia atrás la silla para ponerme cómodo con la polla en la mano y al hacerlo vi brillar algo detrás de la pata de la mesa.
Me extrañó pero no le hice caso porque era más interesante lo que veía pero, después de unas sacudidas a la polla, me volví a fijar y descubrí que eran dos llaves en un llavero con un osito. La mente empezó a funcionar a toda velocidad, la polla me quemaba en la mano y se encendió una bombilla en mi cabeza, sumé dos y dos y con las llaves en el bolsillo acudí a su casa.
Llevaba mi teléfono en la mano viendo lo que hacía en cada momento, parecía uno de tantos adictos al móvil y me reí cuando fingía que había oído al fontanero cacharrear en la cocina con peligro de asomar en su cuarto, éste estaba muy bien iluminado, se podía ver todo su cuerpo y la cama con toda la calidad de una buena cámara y me paré frente a su puerta dudando si entrar o no.
En ese momento ella se había puesto a cuatro con el culo hacia la cámara, se podía ver el coño abierto, un coño tierno, sin asperezas y con un culo tan perfecto que sólo le faltaba tener párpados.
Cuando me decidí y abrí la puerta de su habitación, ya me había bajado los pantalones y llevaba la polla a 45º, en la pantalla de su ordenador se veía la escena que captaba la cámara, su culo, su coño abierto y las tetas que colgaban por debajo de su pecho, Eva estaba vuelta hacia la cámara sin que se le viera la cara, a un lado del monitor un contador marcaba el dinero que estaba recibiendo cuando sonaba la campanilla y en otro ángulo los mensajes escritos que le mandaba la audiencia.
En ellos les contestaba con su teclado, les preguntaba “inocentemente” que preferían y un aluvión de “ideas” llegaban junto al tintineo monetario. La joven no vio que yo entraba pero oyó cómo se volvían locos mandando monedas virtuales, no comprendía cómo de repente estaban tan excitados.
Mi polla larga y gruesa con un capullo como un champiñón lucía en la pantalla como si tuviera un “gran angular” y más porque después de las últimas “aventuras” me había depilado completamente y los huevos aparecían pegados junto a la verga dura y venosa.
Cuando la chica se volvió hacia mi sus ojos se le salían de las órbitas, no comprendía que hacía yo allí, ni cómo sabía lo que estaba haciendo, ni cómo había entrado sin llamar ni, sobre todo, cómo era posible que yo un maduro al lado de ella tenía una verga como aquella.
Su cabecita calculó rápidamente, el mal ya estaba hecho, la había descubierto, podía contarles a sus padres su “hobby secreto” por otra parte las monedas caían como una cascada y al fin y al cabo mi polla era justo lo que su coño necesitaba en ese momento.
Alargó la mano y me acercó un antifaz, ella se puso otro de encaje negro, me echó sobre la cama y se tragó la polla de un tirón después de rodearla con la lengua en una lamida rápida. El monitor parecía un circo romano, el contador de “mirones” subía y subía y la mayoría echaban monedas a manos llenas.
¡Métesela! ¡Fóllala, móntalo! ¡Cómele la polla!, ¡Que te la meta por el culo…! , todas la ideas eran buenas y ella estaba dispuesta a ir recibiendo monedas a chorros, con mucha picardía se volvía a la cámara y les enseñaba cómo disfrutaba al tragarse el capullo relamiendo el frenillo, se oían a todos suspirar imaginándose protagonistas también.
A mí también me animaban, ¡clávasela en el coño, rómpele el culo, cómele el clítoris, chúpale los pezones! Entre los dos procuramos atender sin orden ni concierto todas las recomendaciones pero sin dejarnos ninguna por hacer, cuando me cabalgó la miré a los ojos y ella sonrió y se encogió de hombros, luego me besó y saltó sobre mi polla hundiéndosela de golpe.
Estaba decidida a complacer a los fans y a ganar mucho dinero con mi colaboración inesperada, yo no me quejaba pues la chica demostraba una gran habilidad, no entendía cómo podía recibir mi polla teniendo metido también en el coño el aparatito rosa que vibraba sin parar, yo temía que aquel artilugio del demonio me hiciera correr a mi antes de hora y procuraba sacársela y cambiar al culo adonde reinaba la paz.
Cuando se corrió sobre mi estaba dándome la espalda y de cara al monitor, mi polla en su culo y del coño manó un chorro que subió y bajó como la fuente de un jardín, todos vieron claramente cómo se abrían y cerraban sus labios y salpicaba la cámara, la había puesto tan cerca que se le veían hasta los poros de los pelos depilados con laser.
Mi polla se hundía como un émbolo en su culo forzando al esfínter a hacer verdaderos esfuerzos para no desgarrarse pero no, la polla entraba y salía de principio a fin, nunca me había visto mis huevos tan grandes y detallados, los vi desde todos los ángulos, duros, redondos y pegados a la polla pero lo que verdaderamente me sorprendió fue ver en la pantalla la lengua de la chica lamiendo mi culo peludo.
Separó mis nalgas y al coro de ¡lámelo! pasó la lengua de arriba abajo y luego la metió de punta, ella no lo esperaba pero la polla reventó leche como un volcán que cayó sobre sus ojos y su pelo, apenas podía abrir un ojo pues el otro tenía las pestañas soldadas de semen pero siguió lamiendo mientras quedaba leche en mis huevos, luego pasó un dedo por su cara y relamió lo que quedó.
Todavía siguió, pues las monedas sonaban a gloria, no sabía a qué equivaldrían aquellas ganancias pero ella sí que lo sabía y mucho, por eso no desperdició el momento de éxito, pronto se puso sobre mí en un 69 perfecto, probé aquel coño tan tierno mientras ella aspiraba mis huevos metiéndoselos en la boca.
Le veía el culo tan abierto o más que su vagina, el plug que llevaba al principio estaba sobre la sábana y lo volví a meter, era de acero con unas piedras imitación a brillantes, entró sin esfuerzo, ella misma lo aspiró y casi se le metió entero de no ser por la forma de copa.
Clítoris como aquel no recordaba haber comido nunca, era duro pero tierno y suave, muy desarrollado, con un gran capuchón que tuve que descubrir con la lengua, parecía un mini pene y lo lamí, lo chupé y lo mordí sin compasión.
El orgasmo que tuvo tampoco fue reprimido, se liberó llenándome de espuma blanca y cuando metió dos dedos en mi culo como “castigo” le devolví la corrida, leche a presión sobre su boca abierta, por su nariz y sus ojos sin poder detenerla, apretó el capullo para frenarla pero fue peor porque salió a más presión y le llenó el cabello.
La algarabía que se oía en el PC parecía el de un partido de futbol en una final mundial, me pidió uno más, yo no podía ni sabía de adónde iba a sacar más leche pero no me negué, me puse a cuatro patas y Eva tumbada entre mis piernas me agitó la polla colgante hasta ponerla dura otra vez.
Literalmente me ordeñó, con manos, boca y tetas, me masajeó, pajeó y mamó hasta que me volvió sacar más leche, ya era la reserva pues apenas salió pero salvé el honor pues lo hizo con fuerza, ella esperaba con la boca abierta, el chorro le entró certero y luego enseñó la lengua a la cámara provocando otra oleada de mensajes, gritos y sobre todo monedas.
Yo no sabía lo que era un “privado”, para los que todavía tenían saldo reservó una emisión exclusiva, el resto protestaron al quedarse “en negro” pero la chica se sentó sobre mí, sólo me pidió que dejara la polla vertical y se la metió en el culo, cogió la botella de refresco que usaba y se la fue metiendo despacio en el coño hasta dejar asomar solamente el tapón agitándola hasta correrse.
Fue el fin de fiesta, ya no volvió a abrir la sala, la emisión había terminado y su “hucha” estaba repleta de dinero, me sonrió con una picardía desconocida y me dio las gracias dándome un pico en la boca.
- Gracias Josu, no lo olvidaré, ha sido fantástico, me gustaría repetirlo pero es imposible, aunque si algún día coincide de que esté sola te llamaré y haremos otro pase.
- Se me ocurre otra idea, ¿Por qué no vienes a mi casa cualquier día que te encuentres animada y ensayamos antes? Jajaja.
- Buena idea, será una follada maratoniana, sin testigos ni prisas. Hasta entonces, ¡ah… y por favor… de esto a mis padres…!
- Tranquila, sólo he venido a devolverte las llaves.
- Gracias, eres un caballero.
- De la cabeza a los pies.
Continuará
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