Memorias de un portero de noche (1)

Un hombre al final de su vida laboral recuerda las aventuras que le han llevado a desear el descanso de su jubilación, aunque todavía no ha terminado de vivirlas.

Después de toda mi vida de trotamundos ahora estoy desmoralizado y cansado de vivir, recuerdo que apenas con quince años me enrolé de grumete en un carguero, yo no sabía muy bien lo que me esperaba pero era muy inquieto y sólo quería volar, en mi casa el ambiente no era nada edificante, mi madre murió de tifus cuando yo sólo tenía 7 años y mi padre, que trabajaba como estibador en el puerto, sólo se acordaba de mi cuando no tenía vino para cenar.

Por suerte tenía una virtud y era que todas las semanas, cuando cobraba me daba una parte para comida y para mi colegio, eso era sagrado para él pero del resto nunca vi nada.  Comprendía que su trabajo era muy duro, con turnos interminables, sobre todo cuando había que descargar un barco de carbón, aprovechaba para hacer todas las horas que podía y ganar más, por eso nunca tuve en cuenta de que algunas mañanas me diera un dinero extra para que me largara pronto.

Más de una vez le espié y vi que al poco rato llamaba a mí puerta una puta y que después de mirar por si alguien podía verla la metía en casa, yo lo respeté, bastante desgracia tenía, sin mujer, con un crío que alimentar y matándose todos los días a trabajar.

Me acostumbré a ver putas en mi casa hasta que llegué a conocerlas a casi todas, las saludaba cuando me cruzaba con ellas y me iba a jugar con los amigos por los muelles.

Yo soy del norte, mi padre siempre lo decía con orgullo, yo lo repetía sin saber porqué, pues era verdad, nací en Euskadi y los vascos tenemos fama de fuertes y duros, en mi caso era una verdad a medias, soy o mejor dicho era un chaval alto, rubio, con el pelo rizado y bastante corpulento, ahora del pelo sólo queda el recuerdo pero conservo la cara curtida por el viento y los músculos trabajados, del resto a mis cincuenta y dos, no tengo queja.

Ahora voy en mi coche de camino a mi actual ocupación, ya cansado de navegar por los siete mares y después de asegurarme un buen retiro económicamente, encontré un trabajo tranquilo de portero de noche en un edificio residencial, lo elegí para no aburrirme ya que casi no hay trabajo y porque tengo todo el día libre, pasear y tomar el sol en tierra firme, además elegí trabajar siempre en el horario nocturno por lo que mis dos compañeros no pusieron ninguna objeción por razones obvias.

Al pasar por una rotonda me han venido a la memoria mis comienzos, sólo por recordar paso pegado a la acera y miro a las chicas que ofrecen sus servicios con un atuendo propio de sala de fiestas, como todas las noches hago lo mismo ya me conocen y me saludan, aunque saben que nunca paré ni siquiera para hablar con ellas.

Desde muy joven me acostumbré a tratarlas, por mi casa fueron pasando lo mejor de los locales aledaños del puerto, mi padre con muy buen criterio se juntaba con lo más selecto y ellas ya lo trataban como si fuera de la familia.

Especialmente había una, su nombre de guerra era “La Bego”, imagino que no sería su nombre real pero me gustaba cómo sonaba, la mujer ya era bastante mayor pero tenía un cuerpo muy exuberante, grandes tetas y anchas caderas, lo único que no me gustaba en ella era su manera de maquillarse, quizá sería como reclamo pero cuando una mañana vino antes que mi padre me extrañó mucho, pues todavía no se había pintado.

  • Hola, tú debes ser el hijo del “Burro”, ¿verdad?
  • Sí, soy Josu pero mi padre no está.
  • Mmm, ya lo sé Josu, por eso venía, por lo que veo todavía no te has enterado.
  • ¿De qué me tengo que enterar?
  • Verás… esta noche hubo un accidente en la grúa 8, se desprendió el cangilón y… en fin, que pilló a tu padre que estaba debajo.
  • ¿Mi padre… qué le ha pasado?
  • Josu, lo siento, es muy triste, sé tú situación pero tu padre…
  • ¿Mi padre? ¡oh, Bego... mi padre, es lo único que tengo en el mundo!
  • Lo sé Josu y lo siento muchísimo, era un buen hombre.

La Bego me abrazó, ya no recordaba cómo abrazaba una mujer, mi madre se fue demasiado pronto y al aplastarme sus tetas me sentí protegido, olía muy bien pero demasiado fuerte y casi me asfixia, le lloré sobre su pecho y ella me miró conmovida.

  • Josu, ¿qué vas a hacer sólo? Todavía eres muy joven para llevar ésta vida, ven a mi casa, hablaremos y haremos planes para el futuro.
  • No quiero irme de mi casa Bego, es lo único que me queda.
  • Lo sé pero ven ésta noche por lo menos, ya pensaremos algo para ti.

De camino hacia su casa nos cruzamos con otras compañeras de profesión, todas nos saludaban con tristeza, se había corrido la voz, me compadecían y me animaban apenadas.

En casa de Bego me encontré extraño, nada era comparable a la mía, por todos lados había ropa de colores brillantes, reinaba un desorden absoluto y apenas me pude sentar en un sillón desvencijado.

  • Siento el desastre Josu, aquí no recibo a nadie, salgo a trabajar afuera, como a tu casa y cuando vuelvo me deprimo y vuelvo a salir hasta que ya no aguanto a los tacones, mi hija, tampoco para en casa, me parece que tiene un novio, que me cae mal, cualquier día me hace la competencia, no me gustaría pero…
  • No se preocupe Bego, lo entiendo, son tiempos difíciles.
  • Ya lo creo pero… vamos a ver, ¿qué podríamos encontrar para ti? ¿Qué te gustaría hacer?
  • Me gustaría viajar, ver mundo, países exóticos, atardeceres soleados, aquí llueve demasiado, cuando no hay marejada hay galerna o cae un “xirimiri” que cala los huesos.
  • Mmm, vamos a pensar ¿y los estudios como los llevas?
  • Pues… ahí van, ya sé lo básico pero para llevar sacos de carbón al hombro me sobra.
  • No hombre no, tu eres un chico inteligente y con ganas de aprender, viajando se aprende mucho, déjame a mí y veré que puedo hacer.

Bego me preparó un buen almuerzo y salió a la calle, esta vez no iba pintada como puta y me gustó más, sin su “uniforme” casi parecía una mujer normal.  Tardaba bastante y me asomé a la ventana, el suelo estaba negro del carbón que caía de los camiones y el agua llovida por la noche, el cielo seguía nublado y amenazante.

Al poco la puerta se abrió y me volví sonriente, creí que Bego llegaba con buenas noticias porque venía canturreando pero al verla vi a una joven que se le parecía mucho, tendría algunos años más que yo y mucho desparpajo.

  • ¡Hola chaval! ¿Esperas a la Bego?, debe estar trabando en casa de algún cliente, aquí no ejerce, ya me entiendes pero, tú no pareces el tipo que viene a follar…  ¿Verdad?
  • Nooo, lo siento, me trajo la…
  • La Bego, sí, es mi madre, todos la llamamos así, aunque no es su nombre verdadero ¿y a que te trajo?

Le conté lo de mi padre y lo que pretendía, la chica se sentó a mi lado y me escuchó, me miró con ojos húmedos y me abrazó, olía también a perfume barato y me cogió de las manos.

  • Lo siento mucho Josu, aunque tienes suerte, al menos has conocido a tu padre, en cambio yo… el mío podría ser cualquiera de los que pasan por la calle.
  • No importa, al menos tienes a tu madre que te quiere.
  • Sí, a su manera supongo que sí, se pasa todo el día “trabajando”, algunas veces viene bastante cargada de alcohol y tengo que acostarla hasta el otro día pero vamos pasando.
  • ¿Y tú, no trabajas?
  • Bueno… sí, a veces me sale algo pero apenas gano para mí, estoy pensando en dedicarme a lo mismo pero en un local bonito, de lujo y ganar mucho dinero.  He conocido a un chico que me ha prometido presentarme a una señora, es un sitio de mucha categoría, acuden muchos personajes importantes de la política y gente de dinero.
  • No sé, me gustaría que te dedicaras a otra cosa.
  • Y a mí pero no hay salida, me han dicho que ganaré mucho más que en cualquier oficina, ¿tú no crees que con éste cuerpo me pagarían bien?

Yo no había visto a ninguna mujer en paños menores, mis amigos me habían enseñado alguna revista extranjera que se perdió de algún barco pero ver de pronto a aquella muchacha preguntándome sobre su físico me descolocó.

Era una chica delgada, con pocas tetas pero bien colocadas y un vientre plano que se hundía entre los huesos de las caderas, la cintura era fina y los muslos delgados no se le llegaban a juntar en la entrepierna.  Se había quitado la camiseta y la minifalda, dio un par de vueltas y me sonrió ensayando una mirada sexi.

  • ¡Pero vamos, chico te has puesto como un tomate!, ¿no has visto a una mujer desnuda?
  • No, bueno sí, en la revista Paris Match pero no están como tú.
  • ¿Qué quieres decir, que están mejor o peor?
  • No lo sé, ellas no llevan…

Le señalé con el dedo sobre el sujetador que llevaba y enseguida comprendió, se lo soltó y me lo dio, yo abrí los ojos asombrado, aún con tan poca teta tenía los pezones hinchados como una pera y todavía no había cerrado los ojos de asombro cuando recibí en la cara las bragas que la chica me lanzó después de quitárselas.

  • ¿Y ahora puedes juzgar?
  • Estás buenísima, seguro que ganarás mucho dinero, tienes unas tetas preciosas y…
  • Jajaja, tienes cara de no haber tocado nunca a una chica, ¿a que no me engaño?
  • No, tocar no pero me he hecho muchas pajas con la revista.
  • Jajaja, ¡uuuuh vaya experiencia!, ven toca mis tetas, verás que suaves están.

Me acerqué con las dos manos abiertas y las cogí como quien coge dos manzanas del árbol, ella me miró sonriente, me cogió de la nuca y me atrajo hacia ella, el instinto o qué sé yo, me enseñó lo que tenía que hacer y pronto le chupé las areolas hinchadas y me llené la boca de pezón caliente…

La chica disfrutaba de enseñarme sus delicadas tetas y se frotaba contra mí, pronto notó el bulto que se me formó debajo del pantalón y quiso averiguar lo que escondía.

  • ¡Oooh, pareces un burro!
  • ¿Por qué lo dices?
  • ¿Por qué va a ser?  Porque tienes una polla descomunal.
  • No lo sé, nunca me fijé.
  • Por cierto ¿cómo te llamas?
  • Soy Josu, el hijo del “Burro”.
  • Ya lo entiendo, ya sé quién eres, no me extraña nada, debí suponerlo, oí comentar a mi madre con una colega el tamaño de… tu padre, ¿te imaginas por qué le llamaban el Burro?
  • Pues no…
  • Pues por esto mismo.

La chica se arrodilló frente a mí y me soltó el pantalón, le dio varios golpes a la polla de abajo a arriba haciéndola saltar, luego la cogió al vuelo, la descapulló y la miró un momento, a continuación se la metió en la boca…

Era la primera vez que me descapullaban de golpe y me retiré por la impresión pero ella se abrazó a mi culo y moviendo la cabeza hacia los lados se la metió casi toda.  Me hizo una mamada brutal y apenas pude resistir, cuando le alcancé una teta y la estrujé, le llené la boca de leche y ella hizo un gesto de disgusto.

  • ¡Aaaag, haberme avisado, no me gusta la leche, que asco!
  • Lo siento no pude evitarlo, cuando me hago una paja me cuesta más.
  • Claro, con una revista no es lo mismo que una mamada en directo.  ¿Y ahora qué, yo qué?
  • No entiendo.
  • Pues que me has dejado recaliente, mira.

Se metió dos dedos entre las piernas y los sacó mojados de babas pegajosas, al verla la polla volvió a cabecear y abrió los ojos esperanzada, no me dejó terminar, me empujó al sillón y se acercó a mí.

Al rodearme con sus piernas le vi el coño abierto, apenas eran dos labios finos pero escondían un clítoris brillante del que nacían otros labios rosados que se perdían hasta su culo, vi cómo se colocaba sobre mi polla, la hacía resbalar entre ellos hasta que encontraba un hueco mojado, miró al cielo y se dejó caer.

Sentí el calor que me rodeaba, la suavidad de su interior y la humedad que resbalaba, saltó varias veces sin decidirse, como calculando el salto hasta que lo hizo para juntar nuestros pelos rizados, me rodeó el cuello con sus brazos y pegó sus tiernos pezones a mi pecho, era la primera vez que sentía algo así y lo encontré delicioso, abrí las piernas inesperadamente y ella todavía cayó un poco más entre ellas, clavándose completamente.

  • No hagas eso Josu, me gusta mucho tu polla pero por más honda no da más gusto, déjame a mí elegir cómo la prefiero.

La hija de la Bego me hizo un recital de danza, se movió con suavidad sobre mi polla, arqueándose y girando el culo en todas direcciones para sentir en su interior el capullo que la recorría desde el fondo hasta la misma orilla, me dejó sus tetas en mi boca y saltó sobre mi polla sin llegar a sacarla, ahora sí que fue ella la que se corrió, me clavó las uñas en la espalda y no dejó de saltar hasta que se dio cuenta que detrás de ella había aparecido su madre…

  • ¿Ainoa, que le haces a Josu, no ves que es muy joven todavía?, ¡oooh!

Ainoa, la hija de Bego se levantó de golpe al ver a su madre y me dejó la polla vertical, su madre me vio y asombrada se tapó la cara al verla.

  • Joder Josu, eres digno hijo de tu padre, ¡qué digo yo, eres mejor que tu padre, qué polla gastas!
  • Lo siento yo…
  • No, no lo sientas, te auguro un futuro muy prometedor y tú hija, ¿no has podido dejar tranquilo a Josu?
  • Sí mamá, no sé cómo pasó pero… ya viste.
  • Déjalo, mejor será así, ahora ya sabe algo del mundo, porque le va a hacer falta.

Ainoa recogió su ropa y desapareció tras una cortina, me gustó ver su culo al correr saltando, yo todavía estaba con la polla en alto y la mirada sonriente de Bego me lo hizo saber.

  • Anda guarda eso que no sé cómo me contengo, me hace recordar a tu padre y hoy no es día de alegrías.

Me guardé la polla a duras penas, Bego se divertía al verme encoger el culo para doblegar la estaca y me dijo.

  • Vale, espera, no es bueno que te quedes así, te van a doler los huevos y eso es peor, ven aquí y descarga esa tensión.

Bego se apoyó sobre la mesa del comedor y me dejó sus nalgas a la vista, volví a soltar los pantalones y me acerqué  ella.

  • ¡Nooo!  ¿Qué haces bruto, aún no sabes distinguir el agujero?
  • No, no he visto ninguno todavía, si quiere me salgo.
  • Uf, no déjalo ya y sigue pero despacio, a tu padre también le gustaba metérmela por ahí, menos mal que ya tengo práctica con él.

Sin saber mucho lo que hacía le metí la polla de un golpe en el culo, las caderas me ofrecieron unos buenos agarraderos y no paré pese a los gritos de ella, sus tetas se aplastaron sobre la mesa y frenaron el movimiento de mi cadera, al fondo vi asomarse a su hija, al ver cómo sodomizaba a su madre se metió dos dedos en el coño y uno más por su culo, con las dos manos ocupadas agitó sus tetas que provocaron que la polla se endureciera todavía más.

Madre e hija se corrieron casi al mismo tiempo y yo apenas unos segundos después, Bego no se movió hasta que mi polla dejo de presionarla, me dio lástima salir de aquella mujer pues me masajeaba la polla con sus nalgas como lo hizo su hija con la boca, apenas supe diferenciar el coño de Ainoa del culo de su madre, las dos me gustaron mucho.

  • Bien hijo, hoy has aprendido la primera lección y has sacado buena nota, más vale que la hayas aprendido con gente buena porque a saber con quién te vas a encontrar de ahora en adelante.
  • Gracias a las dos, ha sido un sueño, se lo contaré a mis amigos.
  • No creo, acabo de hablar con Stablos, es el capitán del “Frisia” un carguero que zarpa mañana hacia El Pireo, lleva acero y lo he convencido para que te lleve de grumete, no sé adónde te asignará pero es un buen hombre, lo conozco de hace mucho, es uno de mis mejores clientes.
  • ¿Navegar? ¡qué maravilla, eso es lo que yo quería, navegar!

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Ahora me acuerdo de la primera vez, el pisar la escalerilla del barco fue como andar por la alfombra roja de los Premios Oscar, hasta que llegué a la amurada pude mirar por las escotillas que se abrían en el casco negro, por una de ellas vi al cocinero también negro pero su piel destacaba con el gorro, la chaquetilla y el pañuelo blancos.

Yo esperaba un comité de bienvenida pero al llegar arriba nadie me hizo caso, todos andaban deprisa y cuando pregunté a un tipo asiático me respondió en un idioma que no conocía, al ver mi cara de despistado me señaló el puente y hacia allí fui buscando unas escaleras.

Dentro del coche me reí sólo, qué cara no pondría que el capitán Stablos se rió a carcajadas, llevaba una maleta vieja con mis pocas cosas y me hizo sentar en la silla del timonel.

  • A ver chico, ¿qué sabes hacer?
  • Pues nada… señor Stablos.
  • Antes de nada, de señor nada, soy el capitán Stablos o mejor Capitán a secas.
  • ¡A sus ordenes mi Capitán!
  • Nooo, esto no es el ejército, soy el que manda más y mi cargo se llama Capitán, eso sí mando igual que un capitán del mejor ejército, ¿entiendes?
  • Sí, Capitán.
  • Así me gusta… a lo que vamos, si no sabes hacer nada no sé que voy hacer contigo, la Bego me amenazó con que no follaríamos más, fíjate que convincente fue.

El resultado es que fui derecho a la sala de máquinas, ya no supe lo que era pisar tierra firme hasta que llegamos a El Pireo, sólo sentía la vibración de las máquinas bajo mis pies, el suelo se movía en todo el barco y no podía dormir con el zumbido de la hélice.

Las ansias que tenía de ver mundo se esfumaron cuando llegamos a puerto, estaba tan cansado que me acosté y no me desperté hasta que el Jefe de Maquinas me dio un empujón que casi me tira de la litera, tenía que ayudarle a arrancar el motor.

No había visto amaneceres ni atardeceres ni Atenas ni nada de nada y ahora volvíamos a zarpar para un destino desconocido.

En cambio ahora sé mi destino, la garita de vigilancia de portero, apenas con dos metros cuadrados, acristalada por los cuatro costados, con vista a la calle por un lado y por el otro del jardín de la urbanización, en él estaba la piscina y el parque infantil para los críos, el resto era una alfombra verde de césped adonde se tumbaban los inquilinos cuando hacía buen tiempo.

Las noches las pasaba distraído, me gustaba leer, mi único vicio en el barco, además del tabaco que pronto me atrapó, fumaba por inercia, por tener algo en la boca o en los dedos, todos hacíamos igual y beber… me bebí el océano entero, aprendí de los mecánicos, allí encerrado entre las mamparas bebíamos, jugábamos y fumábamos con un calor insoportable con la esperanza de poder subir un rato a cubierta a respirar el aire fresco con olor a salitre.

Una de las cosas que aprendí y bien fue a arreglar todo lo que tocaba, tuve un buen maestro, se llamaba André, era marsellés y a punto de jubilarse, me enseñó todo lo que sabía y más, nunca podré agradecérselo bastante.

Esta habilidad me sirvió siempre, incluso ahora siempre que sucede alguna avería en algún piso me llaman, esto me ha dado algunos privilegios, las propinas aumentan mi pobre salario y siempre procuro ser todo lo servicial que puedo porque sé que va a redundar en la generosidad del vecino.

Recuerdo mi primera reparación, fue en el Patio 3 segundo B, la inquilina me llamó histérica por el telefonillo, se había reventado un latiguillo del calentador y se estaba inundando la casa de agua caliente, temí que podría quemarse y subí volando, no esperé ni al ascensor, ella me estaba esperando en el rellano de la escalera liada con una toalla.

  • Por favor señor Josu, ayúdeme, se está inundando el piso y es agua hirviendo, me voy a abrasar.
  • No se preocupe, veré que puedo hacer.

Realmente era impresionante, por debajo del lavabo salía una nube de vapor y el agua caliente ya se esparcía por fuera del baño.  Se me encendió una luz y corrí a cerrar el gas, el calentador se apagó y me centré en el escape de agua, al cerrar la llave de paso todo se calmó pero la señora se dio cuenta de que el agua se colaba por debajo de los caros muebles.

  • Por favor ayúdeme, le pagaré lo que pida.

No tenía intención de cobrarle nada pero cuando vi que abrió su toalla y la arrojó al suelo sin importarle quedar desnuda completamente me animé a ayudar.

La señora era directora en un Instituto y vivía sola, la vi muchas veces pasar por mi garita y con apenas un saludo la dejaba entrar, ahora al verla tal y como era me interesé por ella, arrodillada en el suelo con el culo hacia mí me resultaba mucho más interesante.

La excusa fue de no manchar mi uniforme con botones cromados y al ver mis pantalones ya mojados no pudo negarse, me los quité y la ayudé a recoger el agua con varias toallas, las escurríamos en el mismo cubo y al coincidir nos mirábamos cada vez con más simpatía.

Al ver los progresos del nivel y la menor extensión mojada fuimos relajándonos mucho, ya no íbamos tan agobiados, ella en cuclillas, mostraba las tetas que colgaban libres y yo la tensión que mostraba debajo de mis calzoncillos.

En un movimiento involuntario asomó un huevo por él camal y se quedó mirándolo, no dijo nada por prudencia pero no dejaba de mirar por si salía el otro aunque lo que salió fue el capullo, con el prepucio cubierto todavía parecía más gordo y se le escapó un ¡ay!

Seguí su mirada y vi que la polla seguía saliendo hacia el suelo, en la postura que estaba ella noté el brillo en sus labios, con las piernas apenas separadas se reflejaba en el suelo mojado y pude ver su coño completo incluso a su culo abierto.

Aquello aceleró el proceso y la polla a la vez que se alargaba hacia el suelo iba engordando y levantando la cabeza hacia ella, vi cómo se sacudía la mano para quitar el agua y alargar la mano sin decir nada, al verla venir, separé las piernas y del calzoncillo se dejó caer el otro huevo que faltaba.

Ahora con todo el lote fuera la señora me cogió los huevos con la mano abierta y tiró de ellos hasta que se escurrieron y quedó sólo con la polla, la cerró de golpe y empujó hasta que el prepucio se escurrió por el tronco dejando el capullo desnudo.

No pensé que lo haría nunca pero la señora se sentó en el suelo mojado por el agua caliente y tiró de mí, la vi tumbada de cuerpo entero, me di cuenta de que no tenía vello alrededor de sus labios y me dejé llevar hasta estar sobre ella, apoyé las manos y los pies y bajé lentamente apuntando hacia su coño, se encogió dejando las piernas plegadas y los labios se abrieron, me cogió la cabeza con las manos y tiró de mi esperándome con la boca abierta.

El beso que me dio lo dijo todo, fui bajando sobre ella hasta quedar pegado, las tetas mullidas cedieron a mi peso y mi polla entró suavemente sin ningún esfuerzo,

Cuando empecé a moverme resbaló por el piso mojado y me rodeó el culo con sus piernas, ella misma imprimió el ritmo que le gustó y yo me dediqué a agarrar las tetas que se salían por mis costados.

  • Así me gusta, así muévase despacio, apriete lo que quiera, no me hace daño, mmm, que polla Dios… toda mi vida soñando con algo así, me siento llena, me quema, me arde el alma, sí, ¡síííí, me corrooo, aaaaah!

Cuando se corrió tuve que rodearle la espalda con mis brazos para que no se escurriera por el suelo, no podía frenarla y tuve que cogerle los hombros y atraparla contra mí, clavándome a fondo mientras ella se debatía en espasmos.

  • ¡Oh, Dios, cuánto tiempo! Lo siento señor Josu, no me fijé nunca en usted, es maravilloso, me ha follado como nunca lo hicieron.
  • Usted tampoco está mal, señora…
  • Paquita, me llamo Paquita, aunque en el colegio soy Doña Francisca.
  • Paquita tienes un coño divino, me gustaría llenarlo de leche.
  • Mmm, eso sería un sueño pero si quieres sigue follándome otra vez, que ya no me falta nada para volver a correrme, así lo haremos juntos.
  • ¿ Y no prefieres la cama?  El piso está bien pero tengo los codos pelados.**
  • Uy  sí, que tonta, es que estaba tan a gusto debajo de ti, con tu polla adentro…

Nos secamos con la sábana de arriba y ya desnudos seguimos.

  • Paquita, todavía no nos conocemos y es lógico que aún no tengamos mucha confianza y no te he dicho lo mucho que me gusta tu culo, desde que lo vi esta tarde me tiene loco.
  • Mmm, gracias, si quieres puedes tocarlo, no faltaba más.
  • No, creo que no me entendiste.

Me cogí la polla y se la enseñé para que supiera a lo que se enfrentaba y ella se asustó.

  • No Josu, si es lo que creo, eso no, es imposible, si apenas me cupo por delante, imagina por detrás.
  • Me parece que no te conoces aún, tu culo pide mi polla y se la voy dar, sólo te aconsejo que te relajes, es por tu bien y el mío, te prometo que será leve.

Paquita hizo todo lo posible para no ponerse de culo a mí y no queriéndole lastimar le propuse metérsela en el coño por detrás, al fin accedió con reticencia pero cuando la tuvo adentro gimió y jadeó hasta casi correrse, entonces le agarré las tetas y las apreté hasta hacerle un poco de daño, un daño que la distrajo lo suficiente para no notar que la polla ya no le apuntaba al coño sino que había subido dos centímetros y apretaba el esfínter mojado con sus jugos.

  • ¡Nooo, Josu, nooo por ahí no, me vas a matar, tienes la verga enorme, nooooo!
  • Sí Paquita sí, ¿ves?  Ya está, ahora sólo queda empujar y… adentrooo, mmm, que gusto, ¿no te gusta así también?
  • ¡Aaag! …  Sííí ahora sí Josu, sigue metiendo esa barra de hierro, métela del todo hasta que me partas el culo.

Seguí metiendo la polla hasta pegarle los huevos al culo y salí y entré cada vez a más velocidad.

  • Ya Josu, ya me viene, acompáñame Josu.
  • Un  segundo se me ha ocurrido una cosa.

La saqué de su culo y la metí en su boca, apenas notó el sabor porque la leche le inundó la garganta, se contrajo y se estiró sin control agarrándose a la sábana completamente loca, las tetas se balanceaban sobre su pecho y cuando pudo me cogió los huevos y los estrujó sin sacarse la polla de la boca en un esfuerzo inútil de escurrirlos en su garganta…

Cuando volví a mi garita todavía tenía los camales mojados, tuve que encender una estufa de infrarrojos y ponerla entre mis piernas esperando que se secaran pronto.  Cuando amaneció ya estaba seco, me había dormido un poco recostado en mi silla, los vecinos más madrugadores empezaron a salir, unos al trabajo, otros a pasear a los perros.

Al rato Paquita salió vestida impecablemente con su traje chaqueta azul marino, al mirarme me sonrió disimuladamente y sopló al aire diciéndome que todavía le escocía el culo, yo le contesté con cara de preocupación y ella le quitó importancia con un manotazo al aire.

Ahora voy de camino a otra noche de guardia, ya tengo ganas de jubilarme pero con las últimas noticias que dicen que quieren prolongar la jubilación no sé, de momento aguantaremos, seguro que mi compañera me estará esperando impaciente para que le haga el relevo.

Martina es una chica con mucho carácter, estaba acabando la carrera de enfermería, estudiaba en la Facultad por las mañanas y tenía un cuerpo más que aceptable, ahora hacía el turno de tarde y siempre nos quedábamos un ratito a comentar las incidencias del trabajo, por las mañanas estaba Javier, era un chico muy callado sabía que estudiaba Informática pero apenas lo conocía pues la mayoría de veces me espera afuera de la garita y simplemente me dice “sin novedad” y sale zumbando con su patinete.

Una noche en el relevo, mi compañera estaba impaciente por hablar conmigo, aquella tarde había pasado algo fuera de lo común.  Desde la garita vio como ya anochecido una pareja se tendió en el césped, los vio y supuso que serían unos novios despidiéndose pero la despedida fue larga, prefirió no intervenir y pronto vio como las manos del chico se perdían debajo de la falda de la chica que miró a su alrededor, obligando a Martina a agacharse, las manos del chico salieron llevando las bragas de la joven que no tardó en subirse sobre él.

Mi compañera me confesó que se había mojado imaginado cómo se lo estaba pasando la joven que se arrastró sobre el muchacho hasta que se levantó un poco y se dejó caer, él le cogió las tetas por debajo del suéter y ella empezó a moverse pero, de vez en cuando miraba a su  alrededor y se bajaba la falda por detrás para que no se le viera el culo.

Según iba subiendo el ritmo, dejó de taparse y Martina pudo ver el culo de la chica, se le notaba la marca del tanga que usaba en la playa y lo más interesante, vio primero entre la sombra de las nalgas femeninas el tronco de la polla del joven, en los ojos de Martina vi la impresión que le causó pues según ella era exagerado.

Sin darse cuenta Martina hablaba y cruzaba las piernas, hasta incluso se tocaba los pezones para recolocarlos pues se le marcaban escandalosamente.  Yo le seguía preguntando por los detalles y ella cerraba los ojos para concentrarse, me describió con detalle los huevos, las venas y hasta el capullo que asomó en una de las cabalgadas violentas, me contó la impresión que le dio ver que la chica buscaba con su coño la cabeza del pollón para rodearlo con sus labios y hundírselo de golpe.

Lo decía tan entusiasmada que no notó cuando me acerqué a ella, su mano al sentirme cerca se apoyó en mi muslo y palpó, cuando notó la dureza de mi palo lo agarró y siguió describiendo, no la polla del chico sino la que estaba tocando, lo hacía con la meticulosidad de un cirujano, describió el tamaño, el grosor, el frenillo y a cada calificativo suspiraba llenando su pecho.

La garita acristalada no era el mejor escenario para nada pero yo procuré acercar mi mano a ella por debajo del mostrador y cuando toqué su culo ella se giró de espaldas a mi sin soltarme el rabo, fui subiendo su falda hasta que llegué a sus bragas y las bajé hasta las rodillas, ella tiró de mi cremallera y al momento tenía la polla fuera, yo sentado en mi silla alta quedé esperándola y ella sin acercarse de cuerpo para arriba se sentó sobre mí.

No pude cogerle las tetas como habría querido pero separé las nalgas y deslicé la polla entre ellas hasta llegar a los labios del coño que se abrieron a mi paso, la chica no aguantó más y se agachó debajo del mostrador, levanté su falda sobre su espalda y le clavé la polla.

En ese momento llegó una familia a la entrada del complejo y tuve que atenderlos pues me preguntaban si había recibido un paquete de correos, mientras hablaba con ellos, Martina fue la que se movió, culeaba hacia mí que me mantenía rígido aguantando los envites.

La sentí vibrar cuando la señora me daba las buenas noches y tiraba de una oreja a su travieso hijo que quería colarse en la garita, vio de reojo el culo de Martina y parte de mi polla entrando, me miró con una sonrisa cómplice y se mordió el labio, todavía podía ver a la familia cuando me corrí en el coño de la futura enfermera.


Recuerdo que cuando subí a cubierta soplaba una brisa suave, en el horizonte se veía otro buque que navegaba en dirección opuesta, miré y enseguida oí el bocinazo de saludo que le mandó mi barco y que el otro contestó, debajo de mi nivel oí una voz femenina, me extrañó mucho pues en el barco no viajaba pasaje, sólo mercancía y la tripulación que era mayoritariamente indonesia y filipina a excepción del cocinero y el Jefe de Maquinas.

La voz se acompañó de unos alegres gritos de adiós dedicados al otro buque que sin duda no los oirían pero me picó la curiosidad y me asomé por la barandilla hasta que pude ver unos pies sobre una toalla,  desde donde estaba no podía ver más y busqué otro lugar pero ya estaba cerca del puente y era muy posible que me descubrieran fuera de mi lugar.

Al volver me asomé todavía más y pude llegar a ver hasta las rodillas, al hacerlo de mi bolsillo salieron las gafas de sol que cayeron al vacío a la cubierta inferior, asustado desaparecí en la garganta de la sala de máquinas sin decir nada a nadie.

Cuando el capitán me llamó presentí lo peor, me acordé de los castigos en los barcos piratas, me pasarían por la quilla o me subirían al palo mayor, qué sé yo pero no, aquello era un mercante aunque seguro que tendría pensado un castigo para mí.

  • Grumete Josú, te presento a mi mujer, se ha empeñado en acompañarme a Baltimore, quiere ver Estados Unidos, ya se lo advertí pero se aburre, se me ocurrió que le enseñes el barco, así me dejará tranquilo en el puente, a los demás no les puedo pedir nada, ya ves las caras que tienen, se la comerían con patatas enseguida, jajaja.
  • No se preocupes Capitán, haré lo que pueda.
  • No hace falta que la metas en las máquinas, se pondrá perdida, enséñale lo bonito, lo que todos quieren ver de un barco.
  • Pero mi Capitán, en este momento estoy de guardia.
  • No te preocupes le diré al Jefe que prescinda de ti cuando haga falta.  ¡Ah, mi señora se llama Sofía!
  • Encantado señora, yo me llano Josu, si quiere sígame, trataré de ensañarle lo más bonito del barco, si es que lo hay.
  • Hasta luego querido, creo que el chico me enseñará todo lo más interesante del buque.

Me sentía violento ante aquella mujer, nada menos que la mujer del Capitán y por eso quise tratarla con la mayor amabilidad.

  • Perdone, es que estaba nervioso delante del Capitán, ¿me dijo que era su hija?
  • ¿Su hija, qué te hace pensar eso?
  • Como es tan joven…
  • Jajaja, eso es un misterio, ni yo lo entiendo todavía, jajaja.
  • Lo siento, ¡ah!  Tampoco recuerdo su nombre, es que me impresiona mucho su marido.
  • Jajaja, me llamo Sofía y no le hagas caso a mí marido, tiene un porte serio pero es un cacho de pan.
  • Si usted los dice… si me permite me voy a cambiar de ropa, el “mono” que llevo huele a grasa.
  • Mmm, no, no lo hagas, me gusta el olor a grasa, a hombre sudado y tú hueles a eso.
  • Pero… usted va tan elegante… el barco no es un hotel, hay sitios estrechos, oscuros…
  • Precisamente es lo que prefiero ver, esos rincones que sólo tú debes saber, la pena es que no podrás ponerte tus gafas de sol ¿verdad?
  • Uf, ¿las encontró?  Y… ¿cómo sabe que son mías?
  • Jajaja, noté tu presencia al llegar, te delató una ráfaga de viento desde donde tú estabas, me llegó el olor que tu detestas tanto y cuando te vi me propuse conocerte.

Es uno de mis mejores recuerdos, para ser mi primer barco y mi primer viaje largo descubrí rincones en el buque que no sospeché nunca, junto a Sofía recorrí huecos, estancias y camarotes que no conocía, llegué a olvidarme de los amaneceres y atardeceres y Sofía se olvidó de tomar el sol en la toldilla, lo único que vimos fue alguna ola que se estrellaba contra el ojo de buey del camarote vacío que requisamos.

Sofía me enseñó lo que no sabía todavía, era una ninfómana empedernida, a cada momento y en cualquier lugar quería que le metiera la polla por cualquier agujero, decía que no había tenido dentro ninguna como la mía y no le quise preguntar si con la de su marido no le parecía bastante.

El Capitán, no me dijo nunca nada aunque me trataba distante pero su mujer ya no volvió de vuelta con nosotros, prefirió hacerlo en avión, yo no intenté preguntar el motivo pero al llegar de vuelta al puerto de Bilbao, el Capitán Stablos me anunció que mi contrato había expirado y me vi otra vez en el muelle negro de carbón, ésta vez con una maleta nueva, mejor vestido y con gafas de sol.

Continuará.

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