Memorias de un Mago - 5 - Verónica Cedeño

No sé si alguno de ustedes lleva cuentas de cuantas personas se ha follado en su vida, yo sí... Y de verdad que debo confesar que el nombre "Verónica" fue el más repetitivo y también el que mayor impacto generó en mi vida... Verónica Cedeño es solo el principio.

¿Alguna vez han hecho el amor con una bailarina? Yo sí, cuatro veces, y es que la quinta vez fue diferente... Verónica Cedeño y yo fuimos novios, lo fuimos por casi un mes, ella solía ser fan anónima de mi literatura, pero un día se animó a contactarme en las redes, me pareció un gesto tan tierno de su parte que me di la oportunidad de conocerla, de saber quien era y si en verdad yo podía caerle bien o solo jugaba conmigo. Resultó ser una chica maravillosa, ¿saben? Creo que no haber sucedido lo que sucedió tal vez yo me habría casado con ella, pero esa una historia que no podré contarles aún, el caso es que, Verónica y yo tuvimos una relación bastante buena, debo decir, creo que tal vez ella me amó incluso tanto como mi alma gemela lo hizo, quizá porque yo era la suya... No sé si aquellos que han tenido la oportunidad de salir con una bailarina, han tenido esa emoción extraña dentro de sí cuando estás en una butaca mirando hacia un escenario, expectante, atento a todo lo que pudiera ocurrir y luego tu chica te sorprende, con una preciosa interpretación de otoño, tu estación favorita, con un precioso vestido blanco y la cabellera recogida, ella lee un libro sentada en la banca de algún parque cualquiera y conoce a un chico, se supone que se enamoran, todo ello mientras All of me suena al fondo, ella baila, expresiva, lees cada uno de sus pasos y conoces cada uno de sus pensamientos entonces, sus miedos, sus alegrías, sueños, anhelos, metas... Todo, a un mago no se le puede escapar nada. En ese momento, sentado en aquella butaca, rodeado de algunas cien personas supe que me había enamorado de ella, porque en su baile aprendí tanto de ella, todo de mí le amo entonces... Pero esta no es una historia de amor, lo siento, acostumbrado a divagar más de la cuenta cuando si me dejan pensar tanto.

Volviendo al tema, pues, confieso que incluso la presente como mi novia oficial ante mi grupo de amigos... ¿Tienen idea de lo que eso significa para un chica? Traté de poner una línea entre ella y muchos otros chicos, en ese momento no sabía que eso nunca funciona. Rompimos debido a qué la noche que la presenté ante ellos habían dos fiestas diferentes, yo había sido invitado a una, y ella a la otra no podía faltar... Verónica bebió más de la cuenta, un chico la besó, y luego lo hizo otro, después otro... Al final nadie supo nunca una cifra exacta de cuantos labios probó. Llevaba puesta falda, e hizo lo que mejor sabía hacer, bailó, bailó de manera sugerente, la gran mayoría asegura haberle llegado a tocar al menos el culo, pero ¿y sí no? En fin... Me enteré claro, cuando todo ocurría en vivo. Pues ella, pasada de copas, supuestamente había sostenido relaciones con algún chico, el cual aparentemente le había quitado la virginidad. Pero prefería oírlo de su boca. Días después nos vimos en un lugar, donde nadie jamás pensaría que ella y yo nos reuniríamos, incluso creo que si ella no se lo ha contado nadie, continúa siendo suyo, mío y nuestro también. Estaba avergonzada, no podía mirarme a la cara, sus ojos estaban tristes y sus mejillas enrojecidas, supongo que aún más rabia. Ella me besó en los labios, me besó en las manos, en la mejilla, incluso en la frente, se despedía aunque no parecía tener muchas ganas de querer dejarme ir, estaba enfadada consigo misma, eso se notaba. No estaba ahí para decirle nada sin que ella antes me contara lo que en verdad había sucedido, pero ni aún las palabras salían de su boca... Había cometido un error, y no sabía cómo enmendarlo, razón por la cual creía que yo estaba ahí solo para reprocharle y reprenderle, insultarla, humillarla aún más y tal vez decirle que se largara definitivamente de mi vida. Sin embargo, los magos tenemos principios y fundamentos muy diferentes a los de cualquier persona corriente, ¿saben lo que eso significa? Que si tal vez, un hombre decepcionado habría hecho cualquiera de las cosas anteriores, o todas juntas, yo debía actuar diferente, evaluando cada uno de los pros y contras de lo sucedido, después de todo, una relación no se termina con un error, sino por la decepción de que se haya cometido un error, y ella no había cometido un error a propósito, podía sentirlo. El alcohol le había afectado mucho, porque ese día no había comido por haber perdido el apetito, y días atrás, en un colapso emocional, Verónica había intentado suicidarse tomándose quién sabe cuantas pastillas... Ella me lo había contado antes de ese día, y aunque tal vez su boca pronunciara alguna palabra muy distinta... Sus ojos no mentían, ¿de qué manera se podía justificar una infidelidad?

  • Adiós - dijo, la tomé del brazo sin mirarla a la cara, sentía tristeza, rabia, impotencia, miedo y muy en el fondo alegría por ella, había conseguido dejar salir de sí su tristeza, aunque el precio había sido alto -. ¿No quieres que me vaya? - negué con la cabeza -. De verdad lo siento Croff, no puedo recordar demasiado, estaba lanzada, haría lo que fuera por volver a ese momento y no tomarme el primer trago - sonreí, sus pupilas se dilataron -. ¿Tienes algo que decirme?

  • Lo siento - me miró confundida -. Siento en verdad que todo esto pasara... Si tu novio fuese otro chico quizás no te hubieran puesto el ojo encima, no habrían tratado de hacerte fallar de alguna manera, o al menos te hubieran ignorado y no hubieran hecho de esto algo público, ¿entiendes lo que digo? - bajó la mirada.

  • Tú no tienes culpa.

  • De cierto modo sí la tengo, en serio, ojalá pudiera hacer algo para enmendarlo.

  • Creo que ya lo hecho está hecho- sonreía con las pupilas dilatadas -. Y no sé, te amo ¿sabes?

  • Claro que lo sé - dije tomando su cara entre mis manos, hacía pucheros -. Está bien, ¿vale? Ya pasó - y no pudo evitar llorar -. Para ya, en serio, no llores.

  • Soy una imbécil.

  • Oye en serio, no tienes por qué ponerte así.

  • ¿Cómo no? El día que te conocí me sentí Alicia en el país de las maravillas, y cada vez que te veo es como si volara a Nunca Jamás - sus lágrimas caían -. Eres el amor de mi vida, ¿y de qué me ha servido conocerte? Sí lo he estropeado bastante, te amo, te amo - y me abrazó. Le acaricié la cabeza y le di un beso en esta, poco a poco se tranquilizaba.

  • ¿Sabes? Creo que me amas mucho, ese es el problema - se separó un poco y me miró a los ojos -. Me amas tanto, que te hiere creer que me lastimas - y me besó. Nuestras bocas se fundieron en un beso, apasionado, veloz, eufórico, su frenesí y el mío se acompasaban como si no hubiera mañana, ella se aferró con una mano, de mi nuca, arrastrándome a sus labios mientras metía una mano por debajo de mi camisa y clavaba sus uñas en mis espalda, me encantó, le mordí el labio, y con las manos sobre sus glúteos le levanté, pegándola más de mí, nos besábamos, me mordía y yo a ella, me lamía y yo le apretaba las nalgas.

Su móvil sonó, llamada entrante, le ignorabamos dos veces, al tercer intento se separó de mí.

  • Mi bolsillo - dijo, y se separó un poco de mí, pudiendo sacar su teléfono del bolsillo -. Es mi padre - abrí los ojos como platos. No espero más y contestó -. ¿Papá? Sí... Ya salí... He salido a caminar un poco... No papá, por Dios, ¿qué cosas dices? Es normal... Vale, al negocio... No, no vengas a buscarme... Vale, te quiero - y colgó -. Mi padre quiere que vaya al negocio.

  • ¿Quieres que te lleve? - negó con la cabeza.

  • Puedo tomar un taxi.

  • De acuerdo - y le bajé. Ella se quedó mirándome mientras yo entraba al baño a lavarme la cara. No sabía si lo correcto había sido perdonarle, pero estaba seguro de que lo era y era más que suficiente para mí. Salí del baño, ella estaba en ropa interior, fruncí el ceño.

  • Mi padre ha dicho que necesita que esté ahí en quince minutos - asentí -. ¿Qué puede hacerse en quince minutos? - sonreí y me abalancé sobre ella, la tiré sobre la cama y me subí a ella, besé su cuello, besé sus labios, sus mejillas, hombros y el lóbulo de su oreja izquierda también, Verónica gemía. Puso sus manos en mi pecho y se elevó un poco.

  • ¿Estás segura? - asintió, y hábilmente introduje mi mano debajo de ella, para deshacerme del broche de su brassier, la dejé desnuda de la cintura para arriba, su cuerpo era hermoso, sus senos eran limpios, grandes, con pezones claros, ligeramente amarronados.

  • Es la primera vez que un hombre los ve - dijo.

  • Tendré cuidado - y lo tuve... Casi... Vero se retorcía mientras le besaba sus senos y mordía, no me importaba si marcando su alma su cuerpo se veía afectado. Comencé a besar su abdomen y clavé mis dientes en sus caderas, dejó escapar un gemido intenso, largo, erótico, al mismo tiempo inútilmente reprimido, mientras besaba du ombligo y descendía a besos hasta su monte de Venus, con mis manos acariciaba sus piernas, subiendo desde sus rodillas hasta aquella parte que solo una única prenda cubría, le hice levantar las caderas, y con delicadeza me aferré a su prenda íntima, besando entonces su vientre y en descenso mientras bajaba sus bragas a la vez. Un intenso olor a mujer entre flores me inundó las fosas nosales, pensé en Eva, la primera mujer, y qué habrá olido Adan aquella vez. Sus labios vaginales estaban completamente cerrados, su clítoris estaba escondido, aunque su vagina brillaba en su totalidad. Le miré a los ojos y le sonreí, ella me devolvió la sonrisa, se veía segura, y sin mediar palabra le besé ahí, buscando de ella un orgasmo con mi boca, le hice sexo oral, y nunca hubieron gemidos reprimidos tan sexys como los suyos... De verdad. Me incorporé, y cuando iba a relamerme los labios ella de inclinó para besarme, le complací, nos fundimos en un beso intenso, sus piernas extendidas me habían dado una hermosa visión del Santo Grial, era hermosa, la gran fuente de la eterna juventud... Guié mi miembro a su interior, el glande se había situado en sus labios, que parecían temblar, apliqué un poco de fuerza y el glande entró, apretaba mucho, era como si el paso estuviese enteramente prohibido, su rostro reflejaba dolor, sus ojos abiertos, brillando y temblando, su mentón vibraba, lo veía en sus labios y su rostro se había enrojecido, había tensión... Pronunció mi nombre un par de veces y salí. Busqué otra vez su vagina, la besé, la lamí, la mordí, la comí... Degusté nuevamente su esencia en totalidad mientras ella gemía nuevamente, separé sus labios vaginales y miré el resultado, realmente le gustaba, pero era cierto, no tenía experiencia, volví a mi labor, introduje el glande dentro de ella con cierta dificultad e hice un poco de fuerza, había dilatado aún más, me miró a los ojos.

  • Hazlo - dijo, y apliqué mayor fuerza en aquello, mi miembro hasta la mitad y ella mordió el cubrecama, aún podía oír sus ahogados gemidos.

El vaivén fue suave, pero nada lento, entraba y salía de ella tratando de hacerle el menor daño posible, ella lo sabía, sujetaba mi nuca y con ello tenía el control de mis labios, haciéndome besarla en los senos, en su cuello, en sus labios, donde ella quisiera, yo era dueño de la situación de su cintura para abajo, pero arriba era ella quien tenía el control, su respiración se agitó y se mordió los labios, tratando de evitar la fuga de un poderoso gemido, la sentí en la gloria, en el éxtasis, me apretaba y quemaba la hombría, a tempo incrementaba yo mis acometidas, a ella le encantaba... Pero no estaba lista, no se dejó llevar, reprimió su orgasmo, vergüenza, o miedo quizá... El detalle está en que yo lo esperaba, lo quería, pero ella lo evitó y yo ya no podía evitar correrme... En aquellos días no tenía el autocontrol de hoy... Sin embargo sí tenía cierto nivel de astucia, así que salí de su interior y me abalancé sobre su sexo, practicándole sexo oral con mayor intensidad que antes mientras me corría en el suelo y trataba de evitar que ella lo notase, volvió a poner sus manos sobre mi nuca y me atenazó con sus gruesas piernas, mi cara estaba atrapada, no podría salir de ahí hasta que ella se corriese, respiré profundo, lo más que pude, entonces sujeté su clítoris con los dientes con suma delicadeza, succioné su botón del placer mientras que a la vez daba lametazos a velocidad de vértigo... Diez segundos, ella gemía, veinte más, me apretó con fuerza, mi nariz se pegó demasiado de su piel y mi boca estaba ocupada, por lo que respirar me sería imposible, así que resolví no hacerlo, contuve la respiración, cuarenta segundos, gemía con mayor intensidad, ya no se cohibía, setenta segundos, aún podía dar más pelea, sus piernas comenzaron a temblar y sus manos arañaban mi cabeza, ciento once segundos, sus gemidos habían evolucionado de una manera increíble, parecía estarse ahogando incluso, así que incrementé mi labor, ciento cuarenta y nueve segundos, Verónica me liberó, se había corrido... Me miraba desde su lugar de una manera única, como si estuviese en presencia de algo muy superior a ella, de algo que le dominaba y encantaba, era mía, le sonreí y ella me devolvió la sonrisa. Sujeté sus tobillos y le hice girar, colocándola boca abajo, rápidamente se apoyo de sus rodillas y se sujetó con la manos a la pared... Madre mía, aquel culazo era la gloria, el coro de los querubines, la manzana del Eden, la ciudad perdida de Atlantis y a la vez es el Apocalipsis de cualquier civilización, los labios vaginales permanecían escondidos, en su sitio, nada maltratados, nada recorridos, le di un azote, ella gimió, lo mío había sido una corrida limpia, igual había riesgo de embarazo, pero no le presté atención, guié mi pene hacia su grotte de l'amour y entré, su interior no opuso resistencia, me recibió con calidez, me aferré a sus caderas, anchas, mis manos se veían tan pequeñas ante aquella maravilla de la naturaleza que era su espalda y le bombeé, esta vez frenético, impasible, rápido y fuerte, a cada embestida se oía un fuerte aplauso en la habitación, a tempo gemía, gritaba, chillaba y volvía a gemir, yo tampoco podía evitar gemir, le decía que era mía y ella me repetía que su hombre era yo, era un cálido concierto de sexo. Sentí aquella gruta inundarse de golpe, aceleré mi galope, me quemaba, era como meter un dedo en aceite caliente, dentro de ella ocurría una catastrofe, terremotos, maremotos, erupciones volcánicas y una tormenta tropical, sentí la llegada del huracán y salí de ella, lo vi a cámara lenta, lo juro, su vagina no parecía tener demasiadas ganas de soltar mi pene, al salir vi como sus labios le abrazaban, eran rosados, preciosos, salí de ella y se notó su profanación, estaba dilatada, dilatada por mí, y de ahora en adelante para mí, me corrí en sus nalgas y en su espalda, ella se dejó caer entonces sobre la cama, jadeaba de cansancio.

  • Te amo - dijo.

  • Yo te amo más - respondí.

  • ¿Aún te quedan dudas?

  • ¿Sobre qué?

  • Sobre mí, sobre mi virginidad... Has sido el primero - ¿honestamente? No, no me quedaban -. No me dejes, quédate conmigo - y me quedé hasta que ella quiso.

Ella y yo no volvimos a ser novios, no se lo pedí, ni ella tampoco a mí, pero no hizo falta, o al menos eso creía. Volvimos a vernos, la segunda vez fuimos más lejos, fue más fuerte, el kamasutra vaginal completo para ser honestos, quise ir más lejos, pero ella no estaba preparada. Días más tarde volvimos a vernos, me pidió permitirle hacerme oral, quería probarlo, pero quería que no hubiese luz... Así le complací, lamió mi pene, lo besó, lo chupó, para su falta de experiencia debo decir que hizo un gran intento, ella se detuvo y se quedó mirándome en la oscuridad, no sé si podía verme, pero lo sonreí, me incorporé y le di un beso en los labios, entonces le recosté sobre la cama, esta vez me tocaba a mí, no solo le hacía oral, jugaba con un dedo en su ano y con dos en vagina incluso, le estaba disfrutando, tenía que ganar más confianza en sí misma, ¿y qué mejor manera que esta? Ella se corrió, y volvimos a hacerlo, esa vez acabé en sus senos, me había pedido la meta de que le acabara en la cara alguna vez... Dos encuentros después me pidió que le sodomizara, gasté medio frasco de lubricante con olor a fresas y le complací, sus nalgas eran enormes, firmes y fuertes, fue una experiencia superior a muchas otras ya vividas, acabé dentro de ella, era su cumpleaños. Entonces llegó aquel día, porque todo tiene un inicio y un final, me pidió vernos y accedí, la noté diferente, ¿sabes? Es difícil no darse cuenta de cuando será tu última vez con alguien, pero tenía que hacerse, hicimos todo lo anterior, y muchas cosas más. Toda historia de amor tiene buenos polvos, polvos que no se pueden contar, de los que no se pueden dar demasiados detalles para que se queden siempre contigo en tu memoria, para que sigan siendo tuyos y de esa persona con la cual los compartiste. Sí, me dejó acabar en su cara, en su boca, en sus senos, en su abdomen, espalda, caderas, glúteos, sobre su vagina e incluso adentro de su culo, pero jamás llegué a llenar su útero, aunque eso no es indispensable para preñar a una chica, ¿saben? Al final, creo que sí hizo falta que le pidiese volver conmigo... Ella lo necesitaba.

Continuará...