Memorias de un Mago - 4 - Diana

He aquí, otra memoria del pasado, jamás olvidada y que espero le guste, no olviden valorar y comentar sus pensamientos sobre esta historia que os estoy contando... Gracias por el apoyo.

Anteriormente hablé acerca de uno de mis frecuentes y comunes encuentros con una de mis mejores amigas... En esta ocasión, hablaré sobre otra que también fue de las mejores, de hecho, una de las pocas que realmente consideré amigas de verdad, en quien confié mucho, y de quien me gané gran cariño y admiración... Su nombre era Diana, y su color de piel era un poco más claro que el de Génesis, aunque ella era mucho más baja de estatura que ella y con el cuerpo no demasiado exagerado... Diana era linda, no hermosa, pero si era bastante simpática, con una cabellera bastante frondosa, sus ojos eran color café y sus labios pequeños, su nariz, chica, linda. Ese día, después de dar un paseo en mi moto y quedarme sentado en el muelle admirando el atardecer, pude ver a mi amiga con su grupo de amigas en la misma playa en la que me encontraba, ellas aún no me habían visto, estaban tomando alcohol acompañadas por chicos que supuse eran compañeros de la universidad. Me puse las ray ban y encendí un cigarrillo, habían más chicas que chicos, conté nueve chicas, Diana, Valeria, Valentina, Gabriela, Ivana, Mónica, Irlanda, Sofía y Martina... No conocía a los chicos. Pero parecían divertirse sanamente, claro, dentro de lo que cabe. Después de que el cigarrillo se extinguiera, salí de la playa y me dirigí hacia mi moto, la encendí, echando una última mirada al grupo y me fui. Llegado a casa y tras una ducha, me dormí. Tuve entonces uno de mis recurrentes sueños extraños entonces, parecía tratar de huir en medio de una ciudad distópica, sumida en el caos y donde aparentemente los pocos sobrevivientes que quedaban no hacían más que pelearse entre ellos mientras se ocultaban de "algo más", que hasta ese ahora no conseguía ver... Entrando a un curioso apartamente lujosamente hablando, la puerta fue azotada varias veces, con fuerza. Desperté sobresaltado, estaban tocando a mi puerta. Me rodeé la cintura con una toalla y vi la hora, apenas eran las 8:37 pm, me dirigí hacia la puerta y la abrí. Diana apareció frente a mí, tenía la cara hinchada y enrojecida, había llorado, y además, parecía que se había pasado un poco de tragos.

  • ¿Qué has hecho? - pregunté.

  • No puedo volver así a casa - dijo -. No puedo - y tratando de sonreír solo consiguió romper en sollozos.

  • ¿Qué ha pasado, peque? - pregunté abrazándola. Ella lloró en mi hombro un largo rato, cerré la puerta sin dejar de abrazarla.

  • Ha sido horrible, tenías razón - dijo.

  • Solo por estar seguros... ¿A qué te refieres?

  • Santiago es un imbécil - seguía sollozando.

  • No me digas que te has dado cuenta tarde... Pero si ya te lo había dicho - dije.

  • Pero no imaginaba que fuera así tan imbécil - volvió a sollozar.

  • ¿Quieres calmarte y contarme qué ha pasado?

  • Necesito un trago - dijo incorporándose, me miraba con ojos de cachorro felino, era imposible negarse.

  • ¿Agua?

  • Cerveza - fruncí el ceño y reí.

  • Ya has bebido mucho.

  • No estoy borracha - dijo.

  • Has venido escapada a mi casa para llorar a tu ex, yo creo que sí lo estás - hizo un mohín de molestia.

  • Venga Croff, que no lo estoy - dijo -. ¿Quieres que te cuente lo que pasó?

  • Estoy esperando - respondí. Puso los ojos en blanco.

  • Verás... Es que al salir de la universidad me fui con las Cherrys a Bay Crux... ¿Sabes lo que es? - asentí -. Ya sabes, esa disco 24/7 que está cerca de la playa...

  • Sé lo que es, continúa.

  • Pero no me interrumpas coño - puse los ojos en blanco.

  • En fin... Valentina había ido con su novio, Gregory, y Antonio un amigo de Irlanda que resultó ser marica se llevó a su pareja también - fruncí los labios reprimiendo las ganas de reírme -. No nos quedamos en Bay Crux porque los servicios son costosos y no llevábamos suficiente dinero - asentí -. Así que caminamos por la playa un rato después de haber comprado dos botellas de Vodka barato, nos tomamos muchas fotos, luego te las muestro, fue divertido... - levanté mi mano para pedirle la palabra -. ¿Qué?

  • ¿Cuanto tomaste de esas botellas?

  • Poco más de un par de dedos - respondió, sonreí.

  • Lo supuse.

  • ¿Qué tratas de decir?

  • Qué tomaste demasiado - frunció el ceño.

  • En fin... Santiago apareció, ¿sabes? El muy cínico estaba con su nueva novia - arqueé las cejas -. Y lo peor del caso es que desde lejos la besaba y me veía, se estaba burlando de mí.

  • Ya me imagino la clase de show que estabas montando.

  • Venga Croff, ¿pero cuando yo le he hecho escenitas?

  • No me refiero a escenitas precisamente, me refiero a otras cosas, continúa, yo me entiendo.

  • Así no voy a contarte nada - se cruzó de brazos.

  • A eso me refería - puso los ojos en blanco.

  • Ok, estábamos jugando en la arena, solo nos divertíamos, ya todos habían notado su presencia y trataban de distraerme ¿sabes? Pero el muy cínico se acercó a más a nosotros, y no me pude resistir - sonreí -. Lo insulté poco, lo admito, debí insultarlo más, pero me ignoraba, así que me dirigí hasta él y le di una bofetada, una buena bofetada Croff, sonó horrible, ya no se burlaba de mí ¿sabes? Pero su novia sí lo hizo, y la insulté, los insulté a ambos y luego todos me sujetaron, quería que se apartara de mi vista, me estaba perturbando la tranquilidad, ese bastardo hijo de puta...

  • Hey, su madre te adora - y volvío a romper en sollozos.

  • ¿Por qué me lo tuviste que recordar? ¿Por qué? Eres cruel Croff, eso no se hace - la abracé.

  • Vamos, déjalo estar... Continúa contándome lo que hizo.

  • ¿Es qué no ha sido suficiente? - se incorporó secándose las lágrimas -. Para él no lo fue, ¿sabes? Me dijo que me había engañado y cortado porque yo no era una mujer para él... Coño, fue el primero, me acosté con él, y él me dice eso, él me hizo mujer... ¿Verdad que es un maldito?

  • Sí, no puedo no estar de acuerdo.

  • ¿Lo dices por obligación?

  • Para nada, lo digo porque en serio fue cruel.

  • Claro que lo fue... Y además de eso, se burló de esa vez, había sido tan bonita para mí, y dijo delante de todos que yo tenía en mis partes demasiado vello, que era horrible y por eso no le había gustado.

  • Te dije que era un imbécil.

  • Voy a declararme lesbiana - reí.

  • ¿Lo harás? - se encogió de hombros y puso los ojos en blanco.

  • No lo sé... Me vine corriendo desde allá, y caminé hasta tu casa, necesitaba un abrazo tuyo - y volví a abrazarla.

  • Ternurita, ya pasó, mira el lado positivo, ya lo vas a superar por fin... Eres mucha mujer para él, lo sabes.

  • Es que él me hizo mujer.

  • Eso es falso, el que te haya quitado el virgo no implica que te te haya hecho mujer si no te hizo sentir como tal.

  • ¿Cómo? - preguntó confundido

  • Respóndeme eso, a ver... ¿Tuviste acaso un squirt, un buen orgasmo? - se había enrojecido avergonzada.

  • No sé nada de eso - reí.

  • ¿Te hizo sexo oral? - negó con la cabeza.

  • ¿Es una broma verdad? - bajó la mirada.

  • Puso cara de ascos, es verdad, yo no estaba preparada para eso ¿sabes? Simplemente pasó, y no me había afeitado, te juro que me muero de vergüenza cada vez que pienso en ello...

  • Pero si eso es algo natural, si Dios puso vello ahí, vello ha de ir ahí - volvió a sonrojarse, se cubrió la cara con las manos.

  • Diosito santo, Croff, siempre tienes que ser así - reí.

  • Es que no tiene nada de malo hablar de ello - la abracé -. Venga, ve a darte una buena ducha, te prepararé algo de comer y te llevo a casa, ¿de acuerdo? Debes dormir - asintió.

Diana se puso de pie y se dirijió al baño de mi habitación, yo me fui a la cocina, encendí la hornilla de la cocina y coloqué la sartén sobre ella, Diana debía estar tomando ya una ducha en el baño de mi cuarto, me preguntaba si tendría algún problema, continué en mi labor, le preparé dos huevos en canasta y un batido de chocolate, su favorito, los llevé entonces a mi cuarto, Diana aún estaba en la ducha, me extrañó un poco, la llamé, no contestó, di varios golpes y continuaba un silencio pleno, solo oía el ruido de la regadera, comencé a preocuparme, así que colocando la mano sobre la perilla la hice girar, se sentía en confianza, no había cerrado con seguro. Al entrar, noté que Diana había corrido la cortina de la regadera completamente, y se hallaba recostada en la bañera, con la regadera dándole en el pecho, tenía los ojos cerrados y la boca abierta, el característico movimiento de su mano en su entrepierna delataba lo que hacía, sonreí, me retiré en silencio entonces, volviendo a cerrar la puerta y salí de mi habitación, no quise interrumpirla.

Pasados un par de minutos decidí volver a mi habitación, supuse que ya había terminado y en efecto, le había encontrado revisando mi clóset, tenía solo mi toalla rodeando su torso.

  • ¿Qué haces? - pregunté. Ella se sobresaltó

  • Lo siento, solo buscaba qué ponerme.

  • No vas a salir de mi casa con nada mío sobre ti.

  • ¿Por qué? - me miró desafiante.

  • Como crees, sabrán que estuviste conmigo y pensarán muy mal - puso los ojos en blanco.

  • Como si me importara lo que piensen sobre nosotros, eres mi mejor amigo - reí.

  • No creo que te guste el que piensen que me ayudaste a llenar mi álbum de barajitas - abrió la boca sorprendida y me miró.

  • Qué escoria eres, ¿coleccionas tus polvos? - me encogí de hombros.

  • ¿Y eso qué tiene de malo?

  • Pues... ¿Entonces ninguna de estas cosas son de Paola? - me sonrojé.

  • Eso es privado - me acerqué a ella, rió.

  • Responde - no entendí como pudo abrir el compartimiento secreto dentro de mi closet, ni siquiera mi novia había hecho preguntas sobre aquello y ya lo había visto.

  • ¿Qué quieres que te diga? - pregunté.

  • Todo.

  • Antes que nada, ¿cómo le abriste? - pregunté.

  • Encontré la llave dentro de tu cazadora.

  • ¿Has estado revisando mi ropa? - asintió -. ¡Qué tóxica! - rió.

  • Soy tu mejor amiga - me encogí de hombros.

  • Ya, pero eso es mucho, no tienes que revisar mis cosas.

  • Pero me ha dado curiosidad.

  • ¿No sabes que la curiosidad mató al gato? - arqueé una ceja.

  • Ya, pero yo no soy un gato - reí. Me extendió una tanga de encaje negra en la cara, arqueé ambas cejas.

  • ¿De quién son? - sonreí.

  • ¿En serio me vas a preguntar por cada cosa? - se encogió de hombros.

  • Solo de algunas - hice un mohín.

  • Vale... Esas son de Olivia Villa - puso los ojos como platos y abrió completamente su boca.

  • Joder... ¿Te has follado a Olivia? - asentí -. ¿Pero cuantas veces?

  • A fecha de hoy, cuatro veces - rió.

  • Que no me lo puedo creer... Y así jurabas que solo eran amigos, pobre Paola, ¿que Olivia no es su mejor amiga? - me encogí de hombros.

  • Solo preparo el terreno para un posible trío - rió.

  • Eres incorregible.

  • Ya lo sabes, te he preparado algo de comer, come y descansa un poco, luego te llevo a casa.

  • ¿Estás loco? Yo necesito más respuestas.

  • ¿Se te ha pasado ya el alcohol?

  • Totalmente, cuando vi todo esto me he quedado estupefacta.

  • Jódete.

  • ¿Y estas? - preguntó mostrando unas pantys rosa, con un diseño de Peppa Pig bastante infantil. Reí.

  • Esas son de Mónica Cedeño - ella rió con fuerza.

  • ¡No! ¡No me puedes hablar en serio! - continuaba riendo -. Pero es que no parece el tipo de chica que usaría esto.

  • Pues... Es fanática, le gusta - Diana reía.

  • Pero si ella se viste muy bien, coño que es bailarina, en la fiesta de Alba la he visto bailar Pole Dance y asegurar que era experta.

  • Ese día estaba ebria - se encogió de hombros.

  • ¿Y cuantas veces te las follado? - hice un mohín.

  • Unas siete veces, era virgen - abrió la boca sorprendida.

  • Pero en la fiesta de Alba pasaron muchas cosas, ¿lo sabes no? - me encogí de hombros.

  • Yo creí en ella pese a aquello, no obstante, te confieso dudar al principio, pero cuando entré por primera vez mis dudas se aclararon, ese día pudo haber besado muchas bocas y ser tocada por muchas manos, pero pese a lo que algunos pudieron decir, nadie la penetró, eso lo confirmé yo mismo.

  • Estoy sorprendida... ¿Te la has follado por venganza? - negué con la cabeza.

  • Por gusto, por ganas, porque la quería.

  • Tienes un corazón extraño y bastante confuso.

  • ¿Por?

  • ¿Cómo puedes querer a tanta gente?

  • Dios nos quiere a todos y nadie le juzga.

  • Pero ya, Dios es Dios, es muy distinto.

  • Amaos los unos a los otros, es parte de las enseñanzas que nos dejo el Cristo.

  • ¡No tansgiverses las cosas de la biblia a tu favor!

  • No sería el primero en hacerlo y tampoco seré el último, sin embargo no tansgiverso nada, es la correcta interpretación.

  • Pero mira de qué vas... Eres de verdad incorregible.

  • Te llevo a casa - dije.

  • No, no seas aburrido, ¿de quién es esto? - esta vez me mostraba un crotop fucsia.

  • Stephany Montillas - su semblante se puso serio.

  • Eres una mierda.

  • ¿Por?

  • Pero si vive en mi propio edificio Croff.

  • ¿Y qué?

  • Y ella me odia.

  • ¿Y?

  • ¿Y eres capaz de follarte a quienes me caen mal?

  • A ti te follaría si me lo permites - palideció. Hizo silencio un momento, me quedé mirándola fijamente.

  • No voy a caer en tus "Genjutsus" - reí estrepitosamente -. Sé lo que haces Acroffiel, te conozco bien, tratas de intimidarme, ponerme nerviosa para que te pida llevarme a casa... Pero esta vez eso no funcionará - sonreí -. Ahora quiero que me digas, ¿de quién coño es esto? - un llavero de rosa escarlata, había sido sacado de su escondite.

  • Esa no te la diré - frunció el ceño.

  • ¿Y por qué no?

  • Porque es distinto, escoge otra cosa - puso los ojos en blanco.

  • Vale, lo dejaré pasar esta vez, estoy bastante sorprendida, acá hay muchas cosas, ¿con cuantas mujeres te has acostado? - me encogí de hombros.

  • Ciento sesenta y cuatro, sin incluir las ocasiones en las que solo nos hemos practicado sexo oral.

  • ¡Joder! Pero... ¿Cómo? ¡Eres un artista, Croff!

  • El arte de la seducción es más que un arte, es una magia - frunció el ceño.

  • ¿Qué quieres decir?

  • Más que un simple artista, soy un mago - me miró con la boca abierta y la mirada entrecerrada.

  • Lo que eres, es un cabrón - me encogí de hombros.

  • Tal vez, pero honestamente... Cada quien es libre de hacer con su vida lo que le venga en gana.

  • Eres un adicto al sexo, ninfómano.

  • Sátiro, es el término adecuado para los que padecen hipersexualidad activa, no obstante, yo no la padezco.

  • ¿Y cómo se supone que es normal tirarse a tantas mujeres a esa edad tuya?

  • Un año tiene trescientos sesenta y cinco días... El hombre promedio tiene una vida sexual entre veinticinco y; treinta y cinco años, si lo tomamos por la mínima multiplicamos veinticinco por trescientos sesenta y cinco tenemos la cifra de nueve mil ciento veinticinco, si le restamos las ciento sesenta y cuatro mujeres con las que he estado nos quedan ocho mil novecientos sesenta y un días más para tener encuentros sexuales... Es decir, ni siquiera he alcanzado el 5% de esa cifra, por lo que asumir que he estado llevando las cosas al extremo es absurdo, sin mencionar claro está que en algunos casos he repetido, doblaría esa cifra con Paola fácilmente y me quedo corto, le gusta lo que hacemos tanto como a mí... - Diana me miraba boquiabierta.

  • Hijo de puta - sonreí.

  • Ahora... ¿Ya puedo llevarte a casa?

  • No, espera - arqueé una ceja.

  • Quiero que me expliques otra cosa... ¿Podrás? - me encogí de hombros.

  • Ya estamos - y suspiré. Ella volvió al closet y sacó un par de esposas, fruncí el ceño.

  • ¿Esto para qué es? - preguntó.

  • No estás preparada para esta conversación - rió.

  • ¿Quién lo dice? - frunció el ceño.

  • Un experto en la materia - se mordió los labios.

  • Tengo mucha curiosidad por todo esto.

  • ¿Y de dónde viene esa curiosidad? - arqueé una ceja.

  • ¿Quieres que sea honesta? - asentí -. Le quiero una lección a Santiago.

  • Absolutamente no... No voy a ayudarte a que te hagas más daño.

  • Justo de eso se trata - arqueé una ceja.

  • Quiero que me enseñes Croff, no quiero sufrir jamás por amor, así como tú - mi semblante se puso serio.

  • ¿Y quién dice que yo no sufro?

  • Tus acciones te definen - asentí. No obstante, aunque era correcto, no era acertado, fruncí el ceño.

  • ¿Qué es lo que quieres en realidad? - pregunté.

  • No quiero que me humillen por sexo nunca más - asentí despacio.

  • Tendrás que aprender muchas cosas para llegar a ese punto - dije -. Y necesito antes ponerte a prueba - ella asintió.

  • Me he leído todos los libros de EL James ¿sabes? - reí.

  • No conoces siquiera el 5% de la oscuridad de este mundo - ella me miraba más ansiosa que nerviosa, más curiosa que asustada.

  • ¿Y quién mejor que mi mejor amiga para mostrármelo?

  • ¿Las Cherrys sabrán sobre esto? - negó en silencio -. ¿Tu hermana?

  • Jamás - asentí despacio, nos quedamos un rato mirándonos a los ojos, podía sentir en su interior un creciente y curioso deseo, no era virgen, pero había tenido sexo solo con una persona y solo una vez, le habían humillado después de ello, y supuse que lo único que quería era que su falta de experiencia y de información en la materia no le arruinaran no solo sus posibles relaciones en el futuro sino además sus emociones... Aunque tampoco quería pervertirla, mi novia era mi sumisa, y aparte de ella ya había alguien más con el mismo rol... No podía ver a Diana en el mismo papel, realmente la quería como amiga, sin embargo, estaba dispuesto a acceder a su petición, como amigo, era muy fiel a ciertos principio, y si ella necesitaba que cruzara esa línea, estaba dispuesto a cruzarla con tal de servir a mi propósito de amigo y ayudarla.

  • Deshazte de la toalla - dije sin dejar de mirarla a los ojos, podía oír desde mi lugar como su corazón había comenzado a latir rápidamente.

  • ¿Ni siquiera un beso? - preguntó frunciendo el ceño.

  • No llegamos a este punto para hacer el amor - respondí.

  • Interesante... ¿Entonces "follaremos duro"? - preguntó con una sonrisa, le emulé con sarcasmo.

  • Lo que estás por experimentar hoy va mucho más allá de todo ello - abrió los ojos como platos.

  • ¿Puedes usar esto? - me mostró las esposas.

  • Deshazte de la toalla - y de un tirón la soltó.

Diana no poseía un mal cuerpo, de hecho, estaba todo muy bien colocado, perfectamente equilibrado, la proporción de senos y caderas estaban bien, su abdomen no era precisamente plano y su vagina, se veía bastante inexperta, Santiago no se veía equivocado, pero exageraba, el monte de Venus de Diana, aunque estaba ligeramente descuidado tampoco estaba sobrepoplado. Ella me miraba, ahora nerviosa, mi vista había recorrido cada parte de su cuerpo, detallándola a la perfección.

  • ¿Qué haces? - preguntó.

  • Un mapa.

  • ¿De mí? - sonrió.

  • De tu perfección - tragó saliva. Me acerqué a ella mirándola a los ojos y le tomé de las manos, le sonreí, ella aún estaba bastante nerviosa.

  • ¿Y eso qué ha sido? - preguntó, le sonreí.

  • El sexo no es solo contacto, también hay que saber usar las palabras correctas, en el tono adecuado... Lleva muchos factores - arqueó una ceja sorprendida -. Así es la seducción - la senté al borde la cama -. Cada detalle importa, la música que oye, la manera en la que miras, caminas, todas esas pequeñas cosas pueden marcar grandes diferencias si buscas hacer de un encuentro algo inolvidable ¿sabes? - asintió -. Extiende tus manos - ella obedecía sumisa, llevó, estiró sus manos sobre su cabeza a la altura de la cabecera, le puse las esposas, tragó saliva, me puse de pie, volviendo al clóset, saqué las cosas que necesitaba y volví a la cama.

  • ¿Vas a usar todo eso? - sonreí.

  • Solo lo que considere necesario - asintió -. Ven aquí - la ayudé a elevarse un poco y le puse un antifaz sobre sus ojos.

  • ¿Por qué los tapas? Yo quiero ver.

  • Esta es una prueba, recuerda.

  • Muy bien - suspiró. Acto seguido, esposé las esposas que tenía en sus muñecas a la cabecera de la cama.

Se veía bastante sexy, he de admitir, sus manos sobre su cabeza esposadas al cabezal de la cama y con sus ojos vendados, su respiración podía notarse a simple vista que estaba entrecortada y los labios de su boca poseían un brillo especial. Tomé entonces la barra separada y la ajusté en sus tobillos.

  • ¿Era necesario? - preguntó. Respondí dándole una suave palmada en su vagina, gimió -. Creo que me estoy arrepintiendo - dijo.

  • Estamos empezando apenas - ella tragó saliva.

  • Tengo que estar en mi casa antes de las once - reí.

  • Eso lo solucionaremos, tranquila.

  • ¿Qué quieres decir? - preguntó, tomé mi móvil y marqué el número de su hermana mientras situaba mi cara en la entrepierna de mi amiga. Sujetando con una mano el separador.

  • ¿Bueno? - pregunté mientras daba la primera olisqueada, había usado el jabón que mi novia usaba cuando iba a mi casa.

  • ¿Qué pasa? - preguntó su hermana -. ¿Ha ocurrido algo? Me llamas a esta hora.

  • Mila, todo está bien, excelente - respondí. Diana abrió la boca lo más que pudo, sonreí -. Solo he llamado para decirte que Diana está esta noche bajo mi cuidado, me la acabo de encontrar en Bay Crux - dije.

  • Pero... Yo estoy en Bay Crux.

  • Dije que acababa de encontrármela allí, no que estamos ahí, nos estamos yendo a Lázarus, me han invitado a una fiesta, no estaba anímicamente y consideré ideal traerla conmigo, la llevo a casa cerca de las dos de la madrugada.

  • Yo estoy en mi casa a las tres, nos podemos encontrar, y así digo que estuvo conmigo.

  • Es una idea estupenda, te marco entonces.

  • ¡Espera! - evitó que colgara -. Croff... ¿No te estarás cogiendo a mi hermanita o sí?

  • ¿Para qué comerme una cereza si puedo tener fresas cuando quiera?

  • Te conozco, tú prefieres las cerezas - sonreí, di un beso en los labios vaginales de Dianita, ella se estremeció.

  • Mila... ¿Quieres que vaya a buscarte a ti y nos vayamos los tres a la fiesta? Dejamos a Diana sola y nos perdemos nosotros - rió.

  • No, estoy con Leo, y además, sé que cuidarás a mi hermanita - pasé mi lengua por toda la vagina de Diana, desde abajo, empezando en el punto entre esta y su ano, terminando en su clítoris. Ella se mordió los labios para evitar gemir.

  • Vale, entonces no tienes nada de qué preocuparte - comencé a practicarle cunnilingus a mi amiga.

  • La verdad sí me preocupa, como me entere que te has enredado con mi hermana te prometo hacerte yo misma la vasectomía - dejé de lamerla.

  • ¿Con los dientes? - volví a mi labor.

  • Estoy hablando en serio.

  • Pues es pregunta seria.

  • ¿Qué estás comiendo?

  • Algodón de azúcar.

  • Croff... Cuidado, es en serio - le colgué y me concentré en el oral  a mi amiga.

  • Ya puedes gemir - me concentré en su clítoris. Parecía que había estado haciendo un gran esfuerzo, liberó un gemido intenso, que resonó en toda la habitación, me incentivó, no paré, pues no paraba de gemir. Deslicé mi lengua entonces de su clítoris a su abertura e introduje la lengua en su interior, sentía y saboreaba su calidez.

  • ¡Esto es mucho! - exclamó. Con mi mano libre comencé a acariciar su clítoris, a tempo, introducía mi lengua en su interior sin detenerme en ningún momento, Diana comenzó a gemir con intesidad, convulcionó, sentí su entrepierna temblar e inundarse de calidez, solo entonces me detuve, me incorporé, la miraba desde arriba sin soltar el separador, su piel brillaba, no ne había dado cuenta de que había empezado a sudar, sonreí, le había dicho que apenas estábamos empezando. Y había sido así. Sus pezones estaban erectos, más grandes que antes. Sus senos parecían haber adquirido una interesante forma, no se veían igual, desde las caderas hacia abajo todo le temblaba, su vagina parecía pedir un break, en su rostro sus labios también temblaban.

  • ¿Cómo te sientes? - pregunté, ella no respondió -. ¿Tienes calor? - un débil "Ajá" salió de su boca, casi un murmullo imperceptible. Encendí una vela pequeña, de cumpleaños, y a medida que esta se iba consumiendo, dejaba caer pequeñas gotas de esperma sobre sus senos, las primeras dos veces lanzó gritillos de sorpresa, más de sorpresa que de dolor.

  • El dolor se convierte en placer cuando te das el lujo de sentirlo - ella no decía nada. Tomé entonces un cubo de hielo y lo situé en mis labios para ponerlo en los suyos, ella lo tomó con premura -. Tranquila - dije -. Tienes que estar tranquila - ella masticó el cubito de hielo despacio, con visibles muestras de esfuerzo, yo tomé otro cubito y con las manos lo coloqué en su cuello, se mantuvo un momento y luego se deslizó hacia la izquierda, ahí me engullí sobre él, tomando el cubo y mordiendo suavemente el cuello al mismo tiempo, ella gimió. Con mi lengua presioné el cubo y lo deslicé en su cuello hasta que se deshizo, no duró mucho. Tomé entonces otro cubo de hielo, lo situé en mis labios y despacio lo deslicé en sus senos, repetí esta operación hasta que mi boca estuvo completamente fría. Entonces tomé un caramelo de menta y lo mordí hasta romperlo en dos pedazos, los cuales comencé a derritir en mi boca, logrado esto, volví a su vagina, iniciando con suaves besos, y luego con fuertes lamidas, gemía con mayor intensidad que antes, resoplaba, gritaba, cada acción que acometía generaba en ella una reacción distinta a la anterior, introduje mi lengua adentro de ella una vez más, profundo, lo más que pude, sentí entonces como la calidez de su ser cedía ante la frialdad de mi sentido del gusto, hecho esto, solté el separador y con ambas manos le abrí los labios de su vagina y soplé en ella con ternura, se estremeció tras un quejido de gusto, observé su vagina con detenimiento, había mayor cantidad de flujo, esta vez con un notable color blanquecino. Volví a soplar hacia ella, Diana suspiró de gusto... Se había liberado. Tomé entonces un caramelo redondo, con soporte de paleta y comencé a acariciar los labios de su vagina, desde arriba hacia abajo y viceversa, lo introduje en su interior y efectué entonces movimientos circulares, al mismo tiempo, efectuaba movimientos hacia adentro y hacia afuera de ella, había que tener suficiente autocontrol para tenerla en ese estado y no tener ganas de hacerle el amor, y no es que no quisiera, pero no era el momento aún. Volví a situar mi cara en su entrepierna y la besé, listo para realizar nuevamente mi labor oral, mi cunnilingus volvía a hacerse presente mientras que deslizaba el caramelo en su interior, como he dicho antes, hacia adentro y hacia afuera, haciendo movimientos rotatorios, mi lengua se situó sobre su clítoris, di una lamida y luego lo atrapé suavemente con los dientes, evitando hacerle daño, para luego asediarlo con la lengua, de la manera más rápida que mi cuerpo mortal me permitía, llevé el caramelo hacia el suyo y usando sus propios jugos se lo introduje profanándola casi por completo, azotaba su clítoris con mi lengua sin liberarlo, sin darle descanso y a la vez evitando lastimarlo, a la vez efectuaba con el caramelo dentro su círculo los mismos movimientos de rotación que le habían dado placer a su vagina, Diana gemía incontrolablemente, hace apenas unos momentos había creído llegar a sus límites sexuales, ahora le había llevado más lejos, superando aquello. Le había dado el primero, y el segundo orgasmo más intenso que tendría en su vida, fui reduciendo la velocidad de mis movimientos sin prisas, hasta que me incorporé, dejándola al fin, tranquila. Tenía la boca abierta y la lengua afuera, respiraba con fuerza, como si le costara, su cuerpo había alcanzado la relajación absoluta, ese punto de paz alcanzable solo tras el sexo, y tras un orgasmo bien trabajado -. Ya casi terminamos - dije, mientras me quitaba la ropa, dejándome la camisa puesta -. No sé si antes hayas hecho esto, pero es la última parte de la prueba - ella no decía nada, solo respiraba. Tomé un bote de chocolate y rocié sobre mi virilidad una cantidad generosa de este, por si acaso llegase a ser su primera vez no le resultara... ¿Cómo decirlo? Tan sorpresivo... Hecho esto me dirigí hacia un costado suyo, dispuesto a llevarla a conocer el último nivel, coloqué mi pene sobre su lengua y se dejó hacer, era una buena sumisa, saboreó el chocolate y cerró sus labios sobre el glande, logrado aquello pasé mi pierna sobre su cabeza, sin sacar mi miembro de su boca, y me dejé caer sobre ella, me aferré con las manos firmemente de sus nalgas y metí mi cara una vez más en su entrepierna, volvía a atacarla con sexo oral, dándole esta vez la oportunidad de defenderse, era un sesenta y nueve en toda regla. Ella no alcanzaba a introducirme todo mi pene en su boca, pero trataba de hacerlo pues a medida que lo hacía saboreaba mayor cantidad de chocolate. Cuando la sentí llegar nuevamente al orgasmo, comencé a efectuar un vaivén suave en mis caderas, convirtiéndose lentamente en una follada a su boca mientras estimulaba el santo grial que me había concedido, nada de lo hecho antes habría tenido sentido sin ese orgasmo suyo no le acompañaba, era necesario que ambos nos corriéramos en la boca del otro, por lo que mi pene entraba en su boca con frenesí, oía sus gemidos cuando la lamía, oía sus arcadas cuando profundizaba en su cavida bucal, ambos sonidos ahogados por mí, era excitante. Buscaba correrme a la vez que en su vagina, sin detenerme, retrasaba su orgasmo lo que también ayudaba a intensificarlo cuando llegara el momento, no era sencillo, sentí estar a punto al cabo de unos minutos y aceleré tanto las embestidas como las lamidas y antes de correrme efectué ese truco que me permitió ganarme aquel apodo, enredé su clítoris con mi lengua en un movimiento estilo torbellino y tiré de él hacia arriba, liberándolo en su punto máximo, lo cual según testimonios generaba una sensación de gloria que cualquiera creería inalcanzable, ella lanzó un gemido liberador y a la vez me corrí, elevando mis caderas un poco, para que solo mi glande estuviera en su boca y no el miembro completo, de esa manera no se ahogaría ante el desenlace... Me quedé un par de segundos besando sus piernas, ella ni se inmutaba y aún me tenía en su boca... Hecho esto, di una tierna mordida en su pierna izquierda y ella me respondió con una lamida en el glande. Estaba bien, estaba viva, había cruzado hasta los campos elíseos y vuelto a la tierra sin problemas, me levanté y lo primero que hice fue quitarle el antifaz. Sus ojos brillaban como nunca, me sonrió, decoraba su mirada con una ligera hinchazón en los párpados y las mejillas, también con cierta coloratura y finos trazos que mostraban además que por ahí habían corrido lágrimas.

  • ¿Todo bien? - pregunté sonriéndole. Ella asintió.

  • ¿Quién te ha enseñado todo eso? - preguntó, se esforzaba por no hacer sonar su voz entrecortada.

  • La mayoría de las cosas las he descubierto yo mismo, experimentando, siendo curioso... Pero también tuve mis maestras claro, para lo básico - sonreí.

  • Es que no eres de este mundo - reí y me encogí de hombros.

  • Bueno - me dispuse a quitarle a el separador -. Creo que no existen los límites... ¿Sabes? Por si no lo has estado es lo que quería demostrarte.

  • Yo creí que solo follaríamos - rió.

  • Esto no se debe preguntar jamás una vez consumado el acto sexual... Pero ya que no somos simplemente amantes, ni novios, ni algo similar, dime... ¿Qué te ha parecido? - sus piernas, libre, cayeron al fin sobre la cama, descansando.

  • Mágico - sonrió. Fruncí el ceño -. Creía que era un apodo estúpido eso de llamarte Mago... Porque ni siquiera sabes hacer un truco con cartas - reí -. Pero definitivamente eres un mago, y nada de lo común es tu especialidad... ¿Cómo le llamas?

  • El término es muy antiguo, pero sus conceptos se han perdido... Se llama magia sexual.

  • Es la primera vez que oigo sobre ello - asentí.

  • Mucho se ha perdido sobre esta tradición, ¿de verdad te interesa aprender? - asintió.

  • ¿Qué viste?

  • Llámame loca - sonreí -. Pero he visitado de cerca a todos los planetas.

Continuará...