Memorias de un depravado (i)

Primera parte del libro de las memorias de José Miguel, compuesta por los primeros 13 relatos publicados. Espero que disfruten de la obra en su conjunto. El autor: PEPOTECR.

TÍTULO DEL LIBRO: MEMORIAS DE UN DEPRAVADO (I)

NOTA ACLARATORIA PREVIA:

Queridos miembros y asiduos lectores de “Todorelatos”, me complace y me ilusiona mucho publicar esta primera parte de mis memorias de un depravado, que lo conforman mis primeros trece relatos eróticos publicados, una vez que he corregido o al menos intentado corregir con todas mis fuerzas, todos aquellos primeros errores ortográficos y algunos sintácticos, de los que había y bastantes. Espero que no hayan quedado muchos después de varias lecturas de corrección, que además ha implicado alguna inclusión de pequeños nuevos párrafos que complementaban aclarando pequeños detalles de algunos pocos pasajes que habían quedado un pelín farragosos.

Seguro que aún es manifiestamente mejorable.

Les prometo intentar mejorar día a día.

PRÓLOGO:

El presente libro de memorias ha sido compilado gracias a los recuerdos sexuales facilitados por el depravado protagonista José Miguel Ruiz López en el ocaso de su vida sexual, al autor, que solo se ha limitado a clasificar y novelar a su libre criterio, buscando simplemente entretener a adultos en general, pero con el visto bueno final del protagonista.

Ante todo, el autor quiere hacer resaltar que la palabra depravado la quiere utilizar en este libro, en el sentido exclusivamente de una persona libertina, disoluta, pervertida o licenciosa, pero jamás, como otras acepciones sinónimas más nocivas o dañinas, como podrían ser los de una persona perversa, malvada o incluso pervertidora.

En suma, para el autor y su protagonista ser una persona depravada es ser simplemente una persona con una conducta sexual fuera de lo normal, bastante desenfrenada, pero sin malicia, aunque siempre fuera de las costumbres sexuales generalmente aceptadas por la mayoría de nuestra sociedad.

Según le confesaba el protagonista al autor, al principio de su relación sinérgica, todos los recuerdos son reales, aunque obviamente se han novelado pequeños detalles complementarios en todas las situaciones, a fin de darles una estructura literaria, detalles, que no hacen variar la esencia de las diferentes vivencias vividas por el  protagonista, aunque siempre divididas en capítulos individuales.

Sean o no sean reales, los hechos que se relatan, a veces pueden parecer indudablemente increíbles, siempre se ha dicho que la realidad puede  superar a veces a  la ficción.

En todo caso, las vivencias relatadas solo buscan entretener sin más pretensiones. Se relatan todo tipo de actividades sexuales, que exageradas o no, siempre se han dado, y se siguen dando en vida real.

Busquen, queridos lectores, solo pasar un buen rato, refiriéndose el término “lectores”, según nuestras actuales normas lingüísticas a personas de ambos sexos, y desea aclararlo el autor, dado que últimamente hay muchos políticos, políticas y polítiques en medios públicos, cada vez hablando peor.

Si llegasen a excitarse, queridos lectores, en algún momento de la lectura de estas memorias, practiquen sexo con sus parejas o solos, dejando fluir durante sus actos sexuales, sus recuerdos y fantasías.

Disfruten sin pensar en nada más, sea con alguien o en soledad. Conseguir orgasmos jamás podría ser dañino, pues contrarresta situaciones de estrés corporal, que solo podrían  ayudar a desembocar en su caso, miles de enfermedades, incluyendo decenas de clases de cáncer.

No se olviden de algo sustancial y básico…, el sexo es vida y hemos de dignificar las relaciones sexuales consentidas de todo tipo, independientemente de que haya sectores religiosos, éticos y morales que puedan criticar todo tipo de actos sexuales fuera de los cánones establecidos habituales, que mayoritariamente siempre han sido injustamente reprimidos, especialmente en el pasado reciente, hablando por ejemplo de la simple masturbación.

El lenguaje utilizado en las historias que se cuentan, a veces ha de ser un poco vulgar necesariamente, aunque sin falta de respeto a priori para nadie, dado que si no se hiciese así, podría perderse el espíritu en el que estaban contextualizadas las situaciones sexuales que se reviven. Realmente en la vida ordinaria y real, mayoritariamente el lenguaje, también en el ámbito sexual, suele ser un poco “ordinario” como todos ustedes saben de sobra.

No busquen en las situaciones que se relatan, donde se describen mujeres, ninguna denigración, ni mucho menos. La denigración real siempre ha venido desde la órbita de los hombres a su alrededor, pues desde las más antiquísimas violaciones de todo tipo hacia las mujeres, tanto físicas como psicológicas, desde el pasado más remoto, éstas siempre se han producido por el simple hecho, de no reconocer la libertad sexual de nuestras madres por parte de nuestros padres, de las esposas por parte de sus maridos o de las hijas por parte de padres o hermanos. En suma, siempre ha sido un problema de una falsa creencia de superioridad, que habremos de ir corrigiendo aún durante generaciones futuras.

Una de las mejores medidas para ello, es defender y promover la verdadera libertad sexual de las mujeres, no como algunos “perroflautas “actuales en las órbitas del poder, sino a través de una verdadera educación sexual, debiendo dejar siempre hacer realmente lo que las mujeres  quieran con su sexualidad, sin tener que dar ningún tipo de explicación, ni justificación a nadie, siempre que ellas mismas respeten los derechos y libertades constitucionales del resto de personas o animales en su caso.

Obviamente esto último en una minoría de países no podrá conseguirse hasta que no decaigan las dictaduras de todo tipo de regímenes que todos conocemos y que en este siglo XXI, aún desgraciada e inexplicablemente subsisten, quizás por oscuras razones económicas de unos pocos.

Volviendo a las memorias, hay capítulos más cortos y otros que lo son menos. Lo único que el autor quiere decirles, es que pueden leerlos sin orden si lo desean, ya que son episodios independientes, aunque desde el primero hasta el último tienen un cierto hilo conductor, aunque no fundamental.

Por último, decirles que en todas las partes de las memorias de este “depravado”, en esta primera y en las siguientes, que espero sigan deseando leer, solo  desea, que ustedes simplemente disfruten, vuelve a insistir en ello este autor.

Vamos terminando…

Solo la petición anticipada de perdón por parte de este autor, ante las imperfecciones y posibles errores que pueda haber cometido al redactar este libro, que seguro que necesita un gran repaso de un profesional corrector ortosintáctico y lamentar de paso, que esta introducción haya sido tan larga, pues no podía dejar de decirles, todo lo que les ha dicho.

Perdónenme.

Espera este autor por último, que les guste este libro de memorias, que contiene básicamente, relatos eróticos y algo pornográficos en ocasiones, y que deseen leer en el futuro muchos más, de éste o de cualquier autor, ya que su salud se lo agradecerá.

Puedo asegurarles esto último.

Lo de poner siempre trece relatos o historias, que se repite en las siguientes partes, es solo una manía infantil,  una cierta preferencia hacia ese excepcional número, dado que siempre el autor ha sido un hombre contracorriente.

Si a la mayoría de la gente le gusta algo, ha de mirar en otra dirección. ¡Manías!

Si quieren leer la segunda parte de las memorias del “depravado” José Miguel, éste se sentirá enormemente agradecido, ya que necesita regar mucho su creciente autoestima.

POR FIN, LOS AGRADECIMIENTOS…

En este habitual apartado que hacemos los escritores o cuasiescritores como es el caso, deseo recordar en primer lugar a José Miguel, obviamente por prestarme sus recuerdos sin exigencias de ningún tipo, y dentro de la esfera personal, a ella (Marga) mi adorada cuarta y última esposa de momento,  lo sabe todo sobre mi y no tengo más que decirle. Por contra, a Ellos (los tres), espero que estén bien. Pienso mucho en ellos y espero que algún día me perdonen, y les agradecería que fuesen un poco empáticos con su, al parecer ex padre.

Como no dar los agradecimientos finales a algunos de ustedes, miembros estimables de la comunidad de “todorelatos” que continuamente están ayudando a los nuevos “cuasiescritores”, y  que además de asesorarme, me han estimulado mucho a continuar intentando entretenerles. Sus críticas constructivas me han motivado más de lo que ustedes creen.

Mil gracias.

El Autor: PEPOTECR

ÍNDICE DE CAPÍTULOS:

  • 01/13. Mi primera vez, es con mi tía abuela…
  • 02/13. Mi vecina viuda me enseñó a comer el coño…
  • 03/13. El agujerito del taller…
  • 04/13. Mi afición a oler bragas viene de largo…
  • 05/13. La tetona, el mamón y los zapatillazos...
  • 06/13. Historia de una amiga especialmente ninfómana…
  • 07/13. Mi segundo trío de mujeres…
  • 08/13. Chorros de leche infinita en aquel primer bukake…
  • 09/13. Un casting para un embarazo…
  • 10/13. Cinco sin sacarla con mi nueva vecina…
  • 11/13. Un buen día de cumpleaños…
  • 12/13. Como engendraría una prima-sobrina e hija…
  • 13/13. Una violación en familia...

01/13. MI PRIMERA VEZ, ES CON MI TÍA ABUELA…

Todos los hombres tenemos una primera vez.

Con añoranza, con ternura, otras veces quizás con vergüenza, pero creo que todas las personas nos acordamos de nuestra primera vez de una manera muy especial.

Mi primera vez, fue maravillosa y fue con una tía abuela.

Era prima de mi abuelo.

Hablando de mi abuelo y de su prima, varios años después, descubriría tristemente que también él la deseaba, y una noche muy triste para los tres moriría a consecuencia de un ataque al corazón mientras participaban ambos en una emotiva sesión sexual, en la que descubrieron recíprocamente su amor el uno por el otro.

Sesión sexual de la que no perdí detalle alguno, oculto en un oscuro rincón de aquel dormitorio. Me comprometo a relatarlo en el futuro, pues fue la primera sesión en que fui un auténtico voyeur de unos amantes setentones enamorados, aunque sin poder masturbarme como hubiese deseado en aquel inigualable momento.

Mi tía abuela, era casi de la misma edad de mi abuelo materno, de nombre Remigio.

Se había quedado soltera al ser la única hija, y tener que cuidar de sus padres enfermos hasta que murieron ambos.

Tenía una pequeña pensión de jubilación como ayuda y vivía modestamente en una pequeña parte de una antigua casa del antiquísimo barrio de la morería de nuestra ciudad, junto a otros vecinos como era muy habitual por aquellos tiempos. Tan solo tenía, una pequeña cocina sin frigorífico, un dormitorio y una pequeña alacena dentro de una pared de la cocina, donde guardaba sus alimentos. El retrete era comunal.

En muchas ocasiones especialmente en Navidad, Semana Santa, puentes, y muchos veranos, mis padres iban a por ella, la traían a casa para que nos cuidase, de paso no se sintiese tan sola,  y así ellos también podían escaparse algún fin de semana, no todos, seguramente para hacer travesuras en la intimidad de la naturaleza. Eran muy andorreros.

Éramos cinco hermanos, tres chicas y dos chicos.

Yo era el mayor y desde el primer día me tocó dormir con ella en mi cama, ya que dormía solo en una cama de 1,05, dentro de un anexo cercano a la cocina, al otro lado de la casa que mi padre había construido cuando mis hermanos iban incrementándose.

Mis otros hermanos dormían de dos en dos en otra habitación. El segundo varón con la pequeña de la casa y las otras dos, las mellizas, juntas en la otra cama, todos en un dormitorio al lado del de nuestros padres.

Quiero decirles que siempre he sido muy cariñoso y desde el primer momento me llevé muy bien con mi tía abuela en todos los aspectos. También poco después, en el sexual, cuando comprobó que mi despertar sexual era evidente.

Se llamaba Rafaela y murió hace bastantes años, aunque no se fue al otro barrio a disgusto, sino todo lo contario, bien follada y muy contenta.

Le cogió mucho cariño a éste, que la recuerda con mucho cariño en este primer capítulo de la primera parte de sus memorias, su sobrino nieto, Pepito, de mayor José Miguel.

Así me llamaban todos en mi niñez y en mi adolescencia. No me importaba. Al contrario.

En cuanto a mi polla, y por ser ello muy importante, solo quiero adelantarme a decirles que siempre ha sido bastante gorda y grande, y ese detalle sería fundamental en mi dilatada vida sexual que iba a comenzar de inmediato.

Fue como ya les anticipaba con mi tía abuela, ese momento trascendental en que mi gran polla a pesar de la edad temprana entró en su coño maravillosamente cálido y húmedo aquella noche de verano.

Les cuento los detalles, pues creo que ya lo están deseando...

No recuerdo la edad en que me la follé, o más bien ella a mí. Era relativamente un tierno adolescente, pero con una polla grande para mi edad.

Ella tendría entonces unos sesenta y pocos años, aproximadamente.

A mi tierna edad de entonces eso no importaba, pues solo con descubrir los nuevos misterios del saludable y regocijante sexo, mi mente y mi cuerpo agradecieron aquellos primeros estímulos que conseguirían que fuese madurando un poco más deprisa, además de sentirme especialmente muy contento y bastante ordeñado.

He sido siempre muy caliente. Quizás la genética.

Hoy me defino como un depravado y promiscuo follador y lamedor de sexos, mayoritariamente de coños, aunque sin maldad. Jamás hice daño a nadie de manera consciente. Puedo jurárselo a todos ustedes, mis amables lectores.

Volviendo a mi tía abuela, creo y estoy casi seguro que he sido el único que se la ha follado en la vida. Era de poco hablar, muy hacendosa, muy callada y en cuanto comprendió que yo no diría nada, follamos mucho y bueno, durante años, exactamente hasta que me casé con la que sería mi primera esposa y abandoné la casa familiar. Por cierto, duraría muy poco ese primer matrimonio por culpa de su anormal falta de deseo sexual, aunque eso es otra historia, algo menos divertida.

Vuelvo a mi tía abuela, en relación con mi primera boda.

Pobrecita mía, aún recuerdo el sobre que me dio, con mil pesetillas que tardaría seguramente meses en ahorrar.

Recuerdo de mi tía muchos pequeños detalles, su amabilidad, su generosidad como persona, su grandiosa cocina tradicional, sus habilidades reposteras, especialmente sus magdalenas y rosquillos, pero obviamente también recuerdo cosas de nuestra intimidad…, su olor, su pelo totalmente blanco, siempre recogido con un moño en forma de castañuela, su piel blanca, un cuello precioso, el aroma de su sexo peludo también totalmente blanco, y sus grandes dotes como amante follante o folladora.

Aún me sigo excitando al recordarla, mientras meneaba su culo y caderas con mi polla dentro de su precioso coño, hasta que nos corríamos, primero ella y luego yo.

Joder, que gusto me daba mi tía abuela. Lo recuerdo y se me pone dura…

Comenzaré con los detalles de mi primera vez, que para eso estamos aquí. ¿Verdad?

Era el final del verano, como ya les decía antes, sobre el año 80, uno arriba o uno abajo,  y yo me acostaba con un simple slip. Ella con solo una combinación y sin bragas, siempre sin bragas.

Como dormíamos solos en aquella pequeña habitación al lado de la cocina, como ya les anticipaba, alejados de los otros dormitorios, los de mis hermanos y los de mis padres,  no tuvimos ningún problema nunca en nuestra relación íntima.

No debía de ser virgen, porque no recuerdo ningún problema al metérsela por primera vez, creo que se habría metido cosas seguramente antes, algún pepino, algún plátano o alguna hortaliza o fruta similar, había pensado tiempo después al respecto del coño de mi tía abuela, al conocer las aficiones de una vecina que muy pronto conocerán todos ustedes.

De haber sido virgen, supongo que hubiese tenido un himen impenetrable, eso intuyo.

Nunca me dijo nada, ni nunca le pregunté al respecto. Jamás habló de detalles íntimos previos. También a esa edad yo era bastante inocente, con una enorme polla para mi edad, pero algo inocente.

Se daba la vuelta para dormir y yo me arrimaba siempre a ella, obviamente por la estrechez de la cama, con mi polla grande y dura todas las noches, que no podía dejar de rozar obligatoriamente su culo.

Aunque intentaba por todos los medios no tocarla para no incomodarla.

Ella poco a poco fue probándome. No crean que me folló de inmediato. Tardó meses en follarme. Me dio mucha cuerda.

Al principio me decía en tono de burla cosas como:

-       Pepito, que cosita más grande tienes, mi niño.

Algunas noches arrimaba su culo a mi polla y se restregaba un poco, como quien no quiere la cosa... Yo aunque inocente lo notaba y me encantaba.

Al fin, llegaría la maravillosa noche de mi desvirgamiento follatil...

Con los vaivenes y movimientos de una cálida noche de verano, su combinación o viso como se decía por entonces, se fue subiendo poco a poco. Terminó quitándoselo por comodidad y con la excusa del calor.

Su culo blanco y hermoso estaba allí, pegado a mi polla dura, comprimida por el slip. Lo apreciaba gracias a la luz de la luna que entraba por la ventana del cuarto.

Se dio la vuelta, cogió mi slip, al que llamábamos por entonces calzoncillo, y me lo quitó.

-       Así estarás más cómodo Pepito. (Me dijo)

Vi sus pechos, eran pequeños con unos pezones también reducidos y sonrosados. Recuerdo que tenía algunos pequeños pelos blancos alrededor de sus aureolas. Sepan, que de esos detalles me daría cuenta mucho después. Aquella noche mi pensamiento estaba en otro sitio, en su coño.

Me empezó a acariciar mi enorme nabo, una hortaliza que mi tía abuela Rafaela  buscó con premeditación y que terminó encontrando obviamente…,  y como no podía ser de otra manera se puso mucho más duro, tremendamente duro, como si fuese un nabo de puro mármol…, por su dureza.

Se dio la vuelta, pasó su mano por debajo de sus piernas. Agarró mi polla  y la empezó a rozar con su coño. Recuerdo que estaba ardiendo y húmedo, o así viene a mi mente al rememorarlo.

Entonces yo no sabía nada de lubricaciones.

Seguro que ella se lubricaba con saliva o con vaselina. Quizás su cuerpo ayudaría de manera natural a pesar de su edad.  No lo sé, ya que por entonces era un simple aprendiz de amante, aun cuando, relativamente pronto, unos pocos meses después,  llegaría a ser un buen oficial o al menos aceptable.

Sigamos con la situación desvirgadora de mi tierna, pero enorme polla.

El caso, es que finalmente, me cogió la polla y se la metió en su coño dándole unos previos movimientos hacia arriba y hacia abajo.

Mi polla estrenaba un nuevo sitio que era maravilloso. Desconocía toda actividad sexual salvo la de hacerme pajas desde temprana edad, tempranísima.

Puedo decirles que yo enseñé, absolutamente a todos mis primeros amigos del barrio, tanto de mi edad, como algunos mayores que yo, a iniciarse en el sano deporte de hacerse pajas.

Volvamos a aquella cama ardiente…

En esa posición, mi tía abuela, metió su culo hacia mí, mientras sujetaba mi cadera con su mano izquierda.

Mi rabo poco a poco fue entrando gracias a sus eficientes movimientos de cadera, y mi polla finalmente entró del todo.

¡Qué sensación única! ¿Verdad amigos?

Empezó a menearse despacio, muy despacio, hacia arriba y hacia abajo con su culo contra mi polla.

Lamentablemente me corrí enseguida. Ella lo notó.

Aunque, después de unos segundos interminables para mí, al sentir ella que mi polla seguía dura, siguió moviéndose. Se terminaría corriendo enseguida, pues me diría:

-       Pepito que gusto me has dado en mi cosita. (Así llamaba a su coño…, cosita).

Volví a correrme nuevamente enseguida.

Mi amable y comprensiva tía abuela, solo me dijo:

-       No te preocupes Pepito, verás cómo mañana lo pasamos mucho mejor y durante mucho más tiempo.

Poco a poco me fui haciendo a ello, y aguantando cada día más. Mi polla se iría curtiendo poco a poco.

Ella era enormemente feliz todas las noches, y yo era el rey, me sentía como un rey.

Follamos sin parar desde entonces, todas las  noches por lo menos una hora larga, a veces un par de horas por término medio. Me sacaba tres o cuatro leches todas las noches. Ella tenía otros tantos orgasmos.

Era muy lista, me di cuenta de ello con el paso de los días y semanas, tenía siempre preparada una pequeña toallita que utilizaba para limpiarse el coño después de terminar, y así no dejar restos de fluidos en la cama. Seguro que para evitar que mi madre se diese cuenta del ordeño diario.

Hoy pensamos en las comodidades de irnos al baño a limpiarnos después de hacer sexo, pero entonces en aquellas casas antiguas de barrios obreros, los retretes como se les llamaban coloquialmente, estaban fuera de la casa en corrales y patios.

Mi tía abuela Rafaela y yo pasamos muy buenos ratos follando, ya les digo, aunque ella pasaría mejores ratos algunos meses después cuando empecé a comerle el coño, algo extraordinario y que le encantaría como leerán.

Ella decía al principio que eso era una guarrería, pero ante mi insistencia se lo dejaba comer. Tenía que apartarle su gran mata de pelo blanco de ese precioso coño sonrosado que tenía para poder comerle el coño en condiciones.

¡Qué bien le olía aquel coño y como sabia de rico!

Al final le encantaría que se lo comiese y se corría como una loca, incluso teniendo orgasmos dobles y triples al morderle suavemente el clítoris.

Era multiorgásmica e incansable, aunque he de reconocer que le encantaba mucho más follarme ella a mí, en aquella posición tan cómoda y agradable que es la cucharita.

Ya les iré hablando de mi tía abuela de vez en cuando en los siguientes capítulos de mi historia sexual, una historia casi interminable.

Estuvimos follando durante varios años, quizás siete u ocho.

Era incansable, créanme.

Aunque empezamos follando solo en la cama y solo por las noches, tiempo después descubriríamos los placeres del taller y del retrete.

El taller de mi abuelo, en donde él hacía sus manualidades, en plena siesta era un sitio muy adecuado para escaparnos a follar en verano.

Si me decía por ejemplo:

-       Pepito ayúdame a limpiar los patios.

Yo ya sabía que además de barrer los patios me follaría en el taller.

Años más tarde descubría, con ocasión de uno de mis cumpleaños, lo morboso que es follar en el baño, o como decíamos entonces, en el retrete.

No hicimos nada extraordinario sexualmente hablando, además de solo follar, hasta que empecé a comerle su sabroso coño, como ya les adelantaba.

Cuando lo descubrió, le encantaría que le comiese el coño, eso sí, como segunda opción.

Eso de comerle el coño después de follarla primeramente y corrernos ambos, me gustaría mucho más a mí, pues así lamería, además de coño, alguna cosa más, como ya leerán...

Lo interesante del detalle de comerle el coño, es que no me enseñó ella a comérselo, sino Fernanda, una vecina viuda que sería mi gran maestra bastantes meses después de empezar a follarme a mi tía abuela, pero eso es otra historia que les contaré enseguida…

02/13. MI VECINA VIUDA ME ENSEÑÓ A COMER EL COÑO…

Mis vivencias y andanzas sexuales habían comenzado hacía ya, muchos meses antes follando mi primer coño como ya han leído, cuya propietaria era mi sublime y cachonda tía abuela Rafaela, cara a los demás, hacendosa, retraída y aparentemente tímida.

Mi tía abuela Rafaela fue la primera madura a la que me follé. Pero no sería la única, como están ustedes a punto de comprobar.

Yo estaba por entonces tan feliz y contento, deseando que llegasen todas las noches, para follarme repetidas veces a mi tía abuela.

Pero la vida, amigos lectores,  nos tiene reservadas nuevas experiencias y nuevos aprendizajes y hemos de ser obligatoriamente receptivos.

Les hablaré de mi barrio para situar la casa de mi vecina.

La calle en donde vivimos durante años a las afueras de la ciudad era una calle tranquila, con mucha relación social entre casi todos los vecinos. Relaciones muy amistosas, lo normal de entonces, ni más ni menos, pues ya les digo, había mucha más solidaridad que actualmente y se respiraba un cálido ambiente de sincera vecindad.

Los padres eran casi todos amigos entre sí, hacían recados juntos e iban a tomar al bar del barrio alguna cerveza de vez en cuando,  sobre todo al final de la jornada laboral, a veces solos, otras acompañados de sus mujeres, aunque en estas ocasiones eran más bien en fin de semana, sábados y domingos.

Ellas casi siempre estaban trabajando en casa en las clásicas tareas domésticas, sus labores, como se decía entonces, principalmente por las mañanas.  Por aquellos tiempos de finales de los años 70 y principios de los 80, las mujeres habitualmente no trabajaban fuera de casa, o al menos no estaba generalizado como en estos momentos de inicio del siglo XXI.

Después de sus cansadas jornadas de mañana, casi todas ellas se juntaban por la tarde a hacer tareas de costura en casa de alguna de ellas, para no solo coser o bordar, sino de paso, hablar de los unos y de los otros, los clásicos cotilleos, terminando con una merienda, generalmente de café con leche y dulces.

Especialmente se hablaba mucho de un matrimonio maduro que vivía unas puertas más abajo de nuestra casa, se llamaban Fernanda y Pascual.

Les había escuchado cotillear en mi casa sobre ellos, aunque también mucho  sobre otra vecina, la Juana, una de las vecinas más “guarrillas” del barrio, según decían. A mí no me gustaba nada de nada, y eso es raro.

Nosotros los chicos y chicas jóvenes,  siempre jugando en la calle especialmente en vacaciones, aunque a veces nos enterábamos de cosas y chismes al entrar y salir a por nuestras meriendas.

Yo jugaba con mis vecinos, principalmente con Fernando y Perico. Ya les hablaré de nuestras travesuras, tratando de colarnos en algunas terrazas a mirar a las chicas cuando se bañaban en los patios desnudas, o casi desnudas, y como no, a hacernos concursos de pajas.

Fernanda y Pascual no tenían hijos y quizás por eso eran un poco raros a los ojos de los demás.

Luego sabría que no tuvieron hijos por una imposibilidad física de su marido. Un problema de nacimiento que le impedía follársela. Pero se acostumbraron muy pronto al sexo oral especialmente.

También me diría la viuda, cuando tuvo confianza conmigo, que comían mucha fruta los dos y no siempre por la boca. Los misterios de un matrimonio a veces son sorprendentes. Quien iba a pensar que algunas frutas y hortalizas sirven para varias cosas…

Eran naturales de un pueblo de Sevilla, pero llevaban en nuestra localidad muchos años. Él vino a trabajar como ferroviario, cuando empezó la expansión de nuestras vías férreas por todos los territorios de nuestro maravilloso país y también obviamente por nuestra provincia, en donde había un par de nudos ferroviarios muy importantes.

Aquel verano en plenas vacaciones escolares, Pascual tuvo un  accidente al cruzar la vía del tren y aunque aparentemente no parecía demasiado grave, finalmente murió por una complicación quirúrgica.

Todos los vecinos fueron a darle el pésame a la viuda.

Yo acompañé a mis padres al ser el mayor de la casa, mis hermanos se quedaron a cargo de mi tía abuela Rafaela de la que ya les he hablado algo, y de la que no dejaré de hablar nunca, ya que tengo innumerables anécdotas sexuales con aquella tía abuela tan cachonda, aunque siempre por las noches, al menos al principio…, pues eso cambiaria meses después al incrementar los sitios de la casa en los que practicábamos sexo.

La viuda Fernanda era muy alta, morena y muy atractiva, de apenas cuarenta y tantos años, y desde aquel día me tomó mucho cariño.

Sería por su soledad al quedarse viuda o por cualquier otra razón que desconocía en ese momento, que empezó a tratar a mi madre mucho más, llegando no solo a coser con ella, sino a ser una de sus mejores amigas.

Con el paso de los meses, llegó a pedirle finalmente que me mandase de vez en cuando a ayudarle a hacer las cosas que habitualmente hacía su difunto marido en su casa.

Entre otras cosas, la ayudaba a arreglar sus plantas, dar de comer a los canarios, algunos arreglos menores, y esas cosas que a veces los maridos asumen a petición de sus esposas.

Siempre he tenido mucha mano en arreglos y trabajos manuales de todo tipo. Especialmente arreglar las macetas me ha encantado siempre. Sí, queridos lectores, sé lo que están pensando. También en el aspecto sexual, he sido muy mañoso después del correspondiente aprendizaje.

Casi todas las tardes después de comer empecé a ir a casa de la vecina Fernanda, la “viuda” como todos la llamaban desde que Pascual había muerto.

Me trataba muy bien, me daba unas pocas monedas y me hacía unas meriendas estupendas a cambio de mis pequeñas ayudas en todo tipo de cosas.

Le ayudaba incluso a colocar los armarios y la ropa. Quizás entonces se diese cuenta de cómo me embelesaba mirando su ropa íntima.

Me encanta ver, oler y tocar la ropa de mujer, ya lo leerán.

Era el mes de agosto, ya habían pasado casi dos meses de la muerte de su marido, cuando una tarde calurosa empezó a ducharse en ropa de baño en el patio interior de la casa,  y viendo que la miraba sin malicia me invitó a ducharme junto a ella de la manera más  natural, para aplacar el intenso calor de aquel día.

Sin hablar ni una palabra, me desnudó y me metió junto a ella en la ducha.

Al verme mirarla extrañado, también se desnudó. Todo ello sin ninguna maldad y con absoluta naturalidad, al  menos aparentemente.

Sus tetas eran preciosas, eran unos pechos medianos, pero con unos pezones grandes y oscuros. El culo era muy grande o me lo parecía. Su sexo inapreciable dado que tenía una tremenda mata de pelo rizado muy negro.

No hubo ninguna malicia en ello, como les digo y según recuerdo. Me había bañado muchas veces desnudo con mi madre en la bañera. También en la ducha del patio interior en el verano, cuando no estaba mi abuelo por allí. También con alguna de mis tías había tenido experiencias con el agua de las que tendré que hablarles en algún momento. Aún recuerdo, de al menos dos de mis tías,  sus pechos oscilantes al restregarme con el jabón de sosa. Es una imagen perpetua en mi mente.

Volvamos con la viuda, que si no, me pongo cachondo de pensar en mis tías, especialmente de dos de ellas. Ya lo sabrán a su debido tiempo.

Aunque no habíamos hablado de nada picante, ni habíamos hecho nada de nada, su naturalidad me hizo aventurarme en un nuevo episodio sexual que sería el inicio de mi dilatada experiencia oral en el futuro.

Me encanta comer el coño a una mujer. Ella me enseñaría, y lo hizo muy bien,  por cierto.

Quizás al tratarla de una manera tan natural y cordial, creo que me cogió un cariño muy especial, quizás ella pensase que podría iniciarme en el sexo. Lo uno traería a lo otro…

Más tarde me confesaría que había intuido cierta predisposición sexual natural en mí, especialmente al notarme el prominente paquete de mi bragueta, que ya ostentaba a pesar de mi juventud.

Me dejé hacer sin problemas, yo ya tenía bastante experiencia con mi tía abuela Rafaela, llevaba bastantes meses follando con ella, desde el año anterior por lo menos. Sí, desde el año anterior.

Me cogía mi tía abuela todas las noches la polla y se la metía en el coño en esa posición que hoy llamamos la cucharita, luego empezaba a moverse hasta que me hacía correr. Eso sí, varias veces todas las noches. Por lo menos un mínimo de dos, a veces más…

Ella también se corría enseguida, pero creo que le gustaba que yo terminase contento, echándole mi  leche calentita en su cosita, y por eso se meneaba de aquella manera tan especial, que tanto gusto daba a mi polla.

A veces incluso, después de follarla varias veces, mi polla no llegaba a ponerse blanda y seguía en su coño endureciéndose por sí sola y con los movimientos de mi cachonda amante hasta correrme por segunda o incluso una tercera vez.

Su coño era cálido y confortable. Al final se ponía una toallita entre las piernas para que empapase y así no dejábamos rastro en la cama. Bueno, eso creo que ya lo he contado.

Volvamos a la viuda.

Mi vecina Fernanda al desnudarme para ducharme junto a ella, se sorprendió al verme una polla tan grande para mi edad y me lo dijo.

-       Joder Pepito que rabito más grande tienes. (Me acuerdo perfectamente de la frase que utilizó).

Al preguntarme si ya me la había meneado alguna vez, le dije que sí.

No le conté nada más, ya que mi tía abuela Rafaela me había alertado de que no dijese nada de nada a nadie para evitar problemas.

He sido siempre muy discreto y eso me ha ayudado con muchas de mis amantes.

Mientras nos duchábamos empezó a acariciarme la polla muy suavemente, llevó mis manos a sus tetas para que se las acariciase y me dijo que se las besase.

Las besé con mucho esmero y mucho cariño. Instintivamente mamé sus pezones. Siempre me ha gustado mamar tetas, aunque mucho más mamar leche materna. Ya les contaré en esta primera parte de mis memorias, hay sendos episodios de leche materna, uno con una de mis  tías y otro con una colombiana muy especial, de nombre Luz. Ya se las presentaré a todos ustedes.

Sigamos con la viuda, que es lo que toca en este capítulo.

Después de comerle y besarle las tetas mientras el agua no dejaba de correr por nuestros cuerpos desnudos, me cogió la cara y me besó muy despacito en la boca.

Recuerdo que mi tía abuela jamás me había besado en la boca, bueno, nadie me había besado en la boca hasta entonces, y fue ésta una experiencia muy especial, muy gratificante y tremendamente excitante.

Mi polla estaba como nunca. Dura como una piedra.

Nos acariciámos durante unos minutos maravillosos. Más bien, ella me indujo a acariciarla, lo que yo hacía tímidamente dada mi poca experiencia.

Me llevaba mis manos a su culo.

Me llevó la mano a su coño.

Después de terminar de ducharme durante un buen rato mientras no dejaba de tocar mi polla, me secó con una toalla blanca y suave, a continuación nos pusimos las chanclas, me cogió la polla y me llevó hacia su dormitorio.

Mi enorme polla dura marcaba la dirección. Ella en lugar de darme la mano, me llevaba cogido de la polla. ¡Tremenda imagen!

Cuando llegamos a su dormitorio, me hizo tenderme boca arriba en la cama, separó mis piernas y se agachó sobre mí con delicadeza después de recogerse el pelo con una goma elástica de colores.

Me empezó a comer la polla despacio, muy despacio, de vez en cuando me miraba la cara a ver que decía.

Yo no decía nada, unas veces tenía los ojos cerrados para disfrutar más y otras los abría para ver su boca enorme, ver como atrapaba y succionaba mi polla dura como una piedra  con sus enormes y gruesos labios. Era una imagen que jamás olvidaré.

Sus labios, que eran preciosos además de muy gruesos, humedecidos por la saliva y por mi líquido preseminal, bajaban y subían por mi polla endurecida. Una delicia de imagen como les digo, que aún conservo en mi memoria fotográfica.

Paró de repente y me preguntó si iba a correrme muy pronto.

Le dije que la noche anterior me había hecho tres pajas y que aguantaría un poco más. (Era parcialmente mentira, pues me había corrido verdaderamente tres veces, aunque  en el coño de mi tía abuela)

Sonrió.

¿Quieres chuparme tú? Me preguntó.

Asentí con la cabeza. No lo había hecho nunca y siempre me gustó aprender cosas nuevas.

Cambiamos de postura. Apartó su enorme mata de pelo negro de su precioso coño con las manos y llevo mi cabeza a su sexo, un sexo sonrosado y brillante. Olía muy bien.

Estaba muy caliente y húmedo.

Solo me dijo, chúpamelo despacito Pepito.

Le gustaba mucho como le estaba chupando su coño ardiente, pero no debía de hacerlo muy bien, pues empezó a darme algunas clases básicas.

Piensa Pepito que mi coño es un reloj y debes tocar todas las horas con la lengua, pararte en ellas y rechupetearlas con tu lengua.

No entendía.

Al principio me parecía todo muy extraño, pero muy pronto, y siguiendo sus expertas instrucciones, cogí el ritmo de un relojero experimentado.

En unos minutos ya se estaba corriendo y retorciéndose de placer. Sus caderas se ondulaban, sus pies y piernas temblaban al acercarse siempre su orgasmo.

Mi tía abuela no hacia tantos movimientos al correrse. Pensé.

Ahora fóllame con la lengua. Me dijo.

¿Cómo?

Pepito saca la lengua y ponla dura, voy a follármela.

Mientras ella me follaba la lengua meneando sus caderas hacia arriba y hacia abajo, yo solo pensaba en cuantas cosas nuevas estaba aprendiendo. Estaba muy excitado por ello, además de por aquella situación tan morbosa y nueva para mí.

Estaba aprendiendo muchas cosas, como les digo. Me enseñó esa misma tarde la postura del sesenta y nueve por primera vez. Eso sí que fue todo un descubrimiento. Me encanta desde entonces.

Me enseñó a cogerle su clítoris, su “botoncito del placer” como decía ella con mis labios y apretarlo con ellos. Darle repasos horizontales y verticales rápidos con la lengua. Meterle los dedos al mismo tiempo en el coño. Me enseñó casi todos los trucos que conozco, o muchos de ellos.

No gritaba ni jadeaba, era muy callada y tímida en eso, se parecía mucho a mi tía abuela Rafaela, luego me confesó que se había corrido muchas veces, que era muy sensible, incluso que también se corría metiéndole la lengua en el culo, que me enseñaría otro día.

Eso del meterle la lengua en el ojete, al principio me pareció asqueroso, aunque a lo largo de las siguientes semanas además de pensar todo lo contrario, me enseñaría decenas de cosas más relacionadas con el sublime culo.

Ya les iré contando poco a poco cientos de detalles de mi relación sexual con mi vecina, la viuda.

Aquella tarde fue inolvidable, pues fue la primera vez que me corrí haciendo un sesenta y nueve. Fui demasiado rápido, lo confieso, pero es que era tremendamente excitante.

Sentir como te corres en la boca de alguien con los labios apretando tu polla y como la saliva,  y el semen se entremezclan con tu polla cuando empieza a perder algo de dureza, después de correrse es una gozada.

Aunque más gozada es no sacarla de la boca y que se ponga nuevamente súperdura.

Sentir como los labios hacen escurrir todo el jugo de la polla al irla soltando poco a poco, para volverla a coger más y más hacia dentro.

Deseaba volver a hacerlo miles de veces y ya estaba deseando hacerlo con mi tía abuela Rafaela. Aunque eso sería otra historia, pero sin final feliz...

Estuvimos follando mucho, pero especialmente mucho sexo oral, con y sin sesenta y nueve. Al final estaba muy cachondo y mi polla quería más guerra.

Al verla otra vez tan dura, se subió encima de mí, previa comidita muy ensalivada de mi polla, se la encasquetó en su caliente coño, súper húmedo y viscoso, notaba como salían gotas y chorreones viscosos y blancos de él, mientras me follaba gloriosamente hasta que me corrí como un cosaco, después de que se menease primero muy despacio para terminar como una locomotora cuando ella se empezó a correr por cuarta o quinta vez por lo menos.

Después de echar leche y estar unos segundos descansando encima de mí, se sacó mi polla y se tendió a mi lado.

Mi polla seguía dura y me preguntó, si quería más. Le dije que sí.

Te voy a enseñar una posturita. La del perrito. ¿La sabes?

No, contesté.

Se subió al borde la cama de rodillas y me dijo que me pusiese detrás. Buscó mi polla por debajo de sus piernas y se la clavó de una sola estacada. Me dejé hacer.

Una vez dentro, me dijo que me inclinase y le cogiese las tetas con ambas manos.

Menéate Pepito.

Así la estuve follando un buen rato.

Ahora cógeme y sujétame las caderas con tus manos y pégame envites muy fuertes con tu polla.

Ya sabía follar de una manera nueva con algunas variantes. Aun aprendería alguna más.

Al rato me dijo. Ahora me voy a mover yo.

Quédate de pie y no te muevas. Obedecí.

Empezó a darme caderazos contra mi polla. También meneaba sus caderas haciendo un doble círculo, que siempre he llamado el circulo infinito o el ocho horizontal. Que gusto de postura. Se puso como una loca y volvería a correrse de nuevo.

Me avisó.

Córrete Pepito conmigo. Obedecí. Soy muy obediente, ya lo saben…

Mi leche estaba deseando salir y salió a borbotones.

Nos tumbamos.

Me preguntó si me apetecía comerme el coño ahora con mi leche dentro. Le dije que sí.

En el fondo no sabía si me iba a gustar.

Había probado mi leche y me había gustado, aunque solo la había probado con alguno de mis dedos y en muy poca cantidad. Esta nueva manera de comer leche de un coño recién lefado, caliente y jugoso, me encantaría el resto de mi vida.

Sería desde entonces, un auténtico comedor de leche caliente, propia y ajena en muchos coños en el futuro.

Solo me folló dos o tres veces aquel primer día.

Me había sacado una leche previa con la boca en el sesenta y nueve, aunque algo rápida, por la novedad, y al día siguiente me follaría muchas veces más.

Hubo centenares y centenares de tardes cachondas con la viuda, aunque muy didácticas las primeras.

Puedo decir sin miedo a equivocarme que fue mi gran maestra.

Me confesaría meses después que la muerte de su marido le cortó el ritmo de su vida sexual. Eran tremendamente sexuales los dos. Su marido le había enseñado a hacer de todo. Ella me lo enseñaría a mí.

Le encantaba el sexo oral sobre todas las cosas. No follábamos hasta que ella no se había corrido un par de veces comiéndole el coño.

Fue todo un descubrimiento el sexo oral con la viuda, mi gran maestra, como les decía.

Al despedirme aquella tarde de la viuda, después de aquella primera sesión maravillosa, me preguntó si me había gustado, le dije que sí.

Era de muy pocas palabras. Solo me pidió que no contase nada de nada y menos a mi madre y que como recompensa todas las tardes jugaríamos si me parecía bien.

Le dije obviamente que sí. No podía ser de otra manera, mi mente era incansable. Siempre pensando en aprender nuevas cosas.

Este verano se ponía estupendo, incluso mucho mejor que el anterior cuando empecé a follarme a mi tía abuela.

Una o dos pajas al despertarme, pues siempre me levantaba cachondo, luego la siesta con la viuda y para rematar, follarme todas las noches a mi tía abuela, aunque no todo saldría bien siempre, pues también tuve mis días malos, especialmente cuando mi abuelo se percató algunos años después de que me estaba follando a su prima.

Pero esa triste historia, ya la contaré, seguramente en la segunda parte de mis memorias.

Por cierto, tuve que sacar el pollón de él, la primera vez que le vi la polla me quedé estupefacto. Pura genética.

Los veranos eran estupendos.

Mi tía abuela Rafaela había sido la primera madura que me había follado y que me seguí follando durante años. Era una madura sesentona.

A esa primera madura, como acaban de leer, se sumó mi segunda  madura, mi inigualable vecina la viuda Fernanda, que seguí follándome al mismo tiempo que a mi tía abuela durante bastantes años más. Mi vecina Fernanda era una cuarentona vieja.

Muy pronto leerán como empezaría a follarme a otra madura, aunque algo más joven. Una treintona tímida, religiosa, pero muy cachonda en la intimidad. Enseguida, se la presentaré a todos ustedes.

Aquel verano sería el último verano de libertad absoluta. Nada es perfecto. No todo habría de ser follar y follar maduras.

Después de unos años maravillosos e inolvidables tenía que desarrollar más actividades tanto profesionales como sexuales.

En el siguiente capítulo empezaré a trabajar, como verán…

03/13. EL AGUJERITO DEL TALLER…

Todos hemos tenido nuestra primera experiencia sexual, y todos hemos tenido nuestra primera experiencia laboral o profesional.

Ésta que voy a relatarles, sería la mía.

Me haría descubrir, además del mundo de la empresa, las relaciones entre compañeros y un mundo nuevo para mí hasta entonces, y también me haría descubrir como digo, nuevas facetas del maravilloso y saludable sexo, incluyendo sexo muy especial con un hombre.

Pero antes de empezar a relatarles aquella experiencia en el ámbito del trabajo asalariado, he de ponerles en antecedentes familiares y económicos.

Mi madre era de origen muy humilde, mientras que mi padre pertenecía a una de las familias más adineradas de la localidad, obviamente una familia no exenta de convencionalismos tradicionales.

Al casarse por amor mi padre fue desheredado.

El amor que mi padre sintió por mi madre desde el primer momento en que la conoció, le obligó a romper los lazos con mi abuelo paterno, aunque eso cambiaría algunos años después como les contaré obligatoriamente, ya que eso afectaría notablemente a mi futuro sentimental, sexual y de manera especialmente a mi economía.

El sexo de mis padres siempre fue mucho y bueno a tenor de lo que escuchábamos mi hermano y yo casi todas las noches, y fruto de aquel intenso y complaciente amor, fueron concebidas tres hermanas más, como ya les había relatado con ocasión de presentarles a mi tía abuela Rafaela, esa  mujer tan importante en los inicios de mi excepcional e intensa vida sexual, ya que calculo que follamos más de mil veces aproximadamente hasta que me casé.

Mi padre y yo somos clavados físicamente, además ambos somos primogénitos y ambos tenemos el mismo nombre de pila, José Miguel.

El origen del nombre también tiene su historia, ya la compartiré con ustedes, mis amables lectores. Otra coincidencia entre mi padre y yo, es que los dos estábamos predestinados genéticamente para tener mucho sexo y por eso siempre fuimos tratados como “ovejas negras”.

Ya les contaré episodios de mi padre, de nuestros encuentros y desencuentros, sentimentales, económicos y también relacionados con el sexo.

La economía en este país, mi querida España, en el inicio de la década de los 80 evolucionaba favorablemente, pero aún se resentía de la crisis del petróleo del 73.

También era dura la situación económica de nuestra familia con tantas bocas que alimentar, éramos cinco hijos, más el abuelo Remigio y la tía abuela Rafaela, su prima que ya conocen todos ustedes,  que casi siempre estaban con nosotros.

También habíamos ayudado en lo que podíamos a las cuatro hermanas solteras de mi madre, hasta que se fueron casando poco a poco.

Algunas de mis tías, como mi tía Lucía, o mi tía Alejandra, estuvieron viviendo mucho tiempo con mi madre, a veces a temporadas, por diversos problemas que ahora no vienen al caso y que descubrirán a lo largos de los siguientes capítulos.

Mis tías tuvieron mucho que ver en mi educación sexual, pues fui su primer sobrino y algunas de ellas se tomaron ciertas libertades como les iré relatando en mis memorias.

Incluso una de mis primas llegaría a ser hija mía, aun cuando yo les decía tanto a su hermana como a ella, sobrinas y ellas a mí, tito, por la diferencia de edad, que era más del doble.

El curso del instituto había ido regular y me habían quedado dos asignaturas, historia y latín, por diferentes motivos, ya les contaré el motivo por el que la profesora de historia me suspendió y por ende su compañero y amigo el de latín.

Mi hermano Miguel Ángel, un año más pequeño que yo, y al que le había ido incluso peor en las notas, decidimos ponernos a trabajar con la autorización de nuestro padres y estudiar por la noche hasta sacar el bachillerato, y así ayudar de paso a la economía familiar.

También sería un acierto estudiar por las noches, pues pude así terminar el bachillerato y preparar el curso preuniversitario, además en ese único instituto de la localidad también disfrutaría de lo lindo con varias de mis compañeras y algún que otro compañero, entre ellas una monja.

Ya les contaré al respecto de un episodio realmente increíble que me pasó preparando un trabajo de clase con María Luisa, la monja más risueña, simpática y besucona que jamás he conocido.

Mi padre gracias a los contactos de su familia, conocía al Presidente de la Cámara de Comercio de nuestra capital y gracias a su intermediación nos metieron a los dos hermanos en dos empresas del polígono industrial, que estaban una al lado de la otra, a mi hermano Miguel Ángel como aprendiz de mecánico en un taller de tractores y a mí en una oficina como aprendiz administrativo de una carpintería metálica que también vendía al por mayor accesorios para manualidades y pequeña maquinaria de todo tipo de reparaciones.

Con el tiempo llegaría a hacer horas extras en la oficina del taller de mi hermano gracias a mis dotes para la contabilidad y “cuadraría” muchas cosas en el almacén de repuestos con la mujer y la hija del jefe cuando hacíamos el inventario mensual, siempre por separado, pero eso ya lo reviviré con ustedes en cualquier otro capítulo de la siguiente parte de mis memorias.

Mi hermano y yo, nos levantábamos muy temprano para coger un autobús que nos llevaba al trabajo, y volvíamos a casa por la noche.

Entre estudiar y hacer las “tareas” urgentes de la viuda me acostaba tardísimo.

Si mi tía abuela Rafaela estaba con nosotros, incluso alguna noche hacia doblete de madrugada, y si no, paja para dormir y paja para despertarme, eso sí, recordando coños de unas y de otras, unos lamidos y otros solo mirados, como comprobarán de inmediato.

En mi trabajo todo fue genial, fueron unos años muy interesantes pues todos los compañeros de la oficina eran hombres maduros y muy pícaros.

Todas sus conversaciones eran siempre muy verdes.

Tengo muchas historias que contar de aquellos tiempos en que trabajé codo con codo con media docena de grandes personas en aquella oficina que parecía siniestra con sus muebles antiguos, con muchas anécdotas, y también con algunos vicios que hoy no sorprenderían a nadie, pero entonces eran para mí  insospechables.

El mundo del fetichismo tiene medio mundo disfrutando de placeres ocultos.

Aunque mi trabajo radicaba principalmente en la oficina principal de la empresa, pasaba por el taller de informes técnicos de pruebas de acabados, un taller al margen del principal a recoger el parte diario de trabajo, allí el oficial de nombre Juan, al estar casi siempre solo, se aburría bastante, de tal manera que encontró en mi a un nuevo compañero y colega.

Empezamos a desayunar juntos, luego a comer, y poco a poco, comenzamos una sólida amistad, para finalmente confiarme algunos de sus secretos, alguno muy especial, como ustedes conocerán de inmediato.

El taller estaba pegado pared con pared al vestuario de las chicas de la tienda, solo dividido por un delgado muro.

En la tienda había cuatro chicas por turno, los sábados trabajaban incluso más de ocho jóvenes preciosas, al ser un día de mucho trabajo, tanto en el turno de mañana como en el de tarde.

Lo primero que hacían aquellas maravillosas damiselas al llegar, era subir al vestuario a cambiarse de ropa y ponerse el uniforme de la tienda.

Juan se había percatado de ello hacía meses, y había hecho un pequeño agujero desde el taller que atravesaba la delgada pared.

Estaba disimulado el agujerito cachondo, debajo de una pequeña repisa junto a una de las escuadras que la sujetaban, en donde las chicas dejaban sus bolsos y tenían sus cosas para maquillarse. Encima de dicha repisa había un gran espejo en donde podían mirarse mientras tanto.

El agujerito estaba a la altura de sus caderas y se las podía ver perfectamente en bragas, algunas con fajas y a veces desnudas si hacían exhibicionismo o tonteaban entre ellas, algunas tenían retazos bisexuales y se apretaban unos morreos increíbles.

Se podían apreciar perfectamente todos sus coños desde aquel increíble agujerito tan especial.

Había y se hacía de todo en aquel vestuario de ardientes mujeres jóvenes y no tan jóvenes, siempre con ganas de reír y de jugar.

No tardó Juan en confesarme su gran secreto, como les estaba contado y desde aquel momento, casi todos los días mirábamos juntos por turnos, por aquel maravilloso agujerito del placer visual.

No sabía entonces lo que era ser un mirón voyerista o voyeur.

Nos poníamos cachondos los dos mirando esos cuerpos voluptuosos durante unos minutos, hasta en cuatro ocasiones todos los días.

Los sábados eran muy especiales, pues además del doble turno, había el doble de mujeres.

Casi todos los días nos terminábamos haciendo una paja, en algún momento del día, bien a la entrada, bien a la salida, ya fuese por la mañana, o por la tarde.

Al principio, los sábados nos hacíamos dos o más pajas, aunque luego fuimos variando el juego sexual como leerán todos ustedes más abajo.

Ya teníamos establecido el protocolo, apagar las luces del taller para que no viesen el haz de luz nunca y mirar por turnos, sacarnos la polla y hacernos nuestras pajas al gusto, oportunidades teníamos hasta cuatro, como pueden suponer.

Teníamos nuestras preferidas cada uno y comentábamos lo que haríamos con ellas con nuestras mentes calenturientas.

Realmente las deseaba a todas, me hacía pajas todas las mañanas y todas las noches que mi tía abuela Rafaela no estaba en casa pensando en mis compañeras, o más concretamente en los coños de aquellas deseadas compañeras.

Mi vecina Fernanda, la viuda deseaba verme más a menudo ya que al empezar a trabajar dejé de visitarla todas las tardes y tenía que hacer horas extras con ella, bien por las noches después de cenar, bien los fines  de semana.

Las clases nocturnas en invierno no me dejaban mucho tiempo libre para seguir volviendo loca a la viuda al comerle el coño.  Si acaso durante la semana no habíamos hechos suficiente sexo, nos poníamos al día en el fin de semana. A mi madre no le extrañaba que pudiera pasar, por ejemplo todo el domingo entero ayudándola con sus “cosas”…

Mis encuentros sexuales cada vez serían más intensos en cantidad y calidad, desde que empezase a trabajar y habría de intentar sacar tiempo para organizarme adecuadamente.

A mi gran maestra, a mi vecina la viuda jamás le faltó su comidita de coño y mucho más,  hasta que lamentablemente le dio el ictus años más tarde, aunque eso no era óbice para desear querer seguir haciendo cosas conmigo.

Jamás la defraudaría, ni tampoco a su sobrina Carmela,  que terminó ayudándola hasta su muerte.

Si mi tía abuela estaba en casa, tampoco le faltaba a ella su racioncita de polla antes de dormir.

Pero volvamos al trabajo, que como verán, se me acumulará el trabajo a mi polla, y también, a mi boca.

Mi imaginación era desbordante y me imaginaba a todas las chicas de la tienda desnudas esperándome, abiertas para ser lamidas y poseídas una tras otra.

He llegado a veces a correrme soñando con ellas.

Del fruto de aquellos sueños eróticos y también de mis ensoñaciones con aquellas dependientas, se me ocurrió la idea de la “ruleta rusa sexual”, que pondría muchas veces en práctica en el  futuro. ¿Se la imaginan?

Les hablaré con más detalle de aquella ruleta rusa en el último capítulo.

Me ha gustado siempre exhibirme aunque con conocimiento, y me ha gustado ser mirón o voyeur.

Creo que todos los somos un poquito. En ese sentido Juan y yo éramos similares. Antes de hablar de Juan, de nuestro secreto y del maravillo agujero con más detalle, he de hablarles de Raquel.

Al poco tiempo de empezar yo en la empresa, quizás tres o cuatro semanas después, empezó también a trabajar en la empresa una nueva chica muchísimo mayor que yo, era prima de una de las dependientas y la había recomendado, tendría unos treinta y cinco años.

Era muy tímida, se llamaba Raquel y en cuanto nuestras miradas se cruzaron  supe al instante que disfrutaría de ella, mucho y bueno.

Ella se prendó enseguida de mí. Hice con ella de todo a lo largo de aquellos maravillosos años en que trabajé en aquella bendita empresa.

Aún recuerdo el olor tan especial de Raquel.

Siempre buscaba una excusa para pillarme y poder disfrutar.

Buscarle cosas en el almacén y ayudarla era lo habitual. Nuestros besos pasionales eran muy sensuales, era muy romántica. Nos hacíamos pajas rápidas, follábamos, hacíamos de todo, pero tenía que ser rápido para que nadie se diera cuenta en la empresa.

Algunos fines de semana también nos veíamos, fuimos a discotecas, a guateques y a casa de sus amigas y primas para poder estar juntos.

Pasábamos horas en rincones oscuros del parque donde nadie nos veía y podíamos follar a gusto.

Ella vivía con sus padres y con su hermano, por ello no podíamos ir a su casa. La creían muy beatona, realmente era muy religiosa, pero también amó mucho mi gran polla.

Mantuvo siempre el secreto de nuestra relación para no incomodar a su familia por razón de mi juventud.

Casi todos los compañeros maduros de la oficina se terminaron dando cuenta de nuestra relación sexual, pero me apoyaban y jamás dijeron nada a los jefes, creyendo que era parte de mi adiestramiento sexual, algo que de algún modo, era verdad.

El sexo fue muy intenso en aquellos años, hasta que me cambié de empresa. En la siguiente sería María la limpiadora la que me pondría loquito con sus maneras de follarme y comerme la polla. Ya les hablaré en su momento de ella.

Hablemos ahora de comer pollas.

Ya había jugado muchas veces con algunos compañeros del instituto, los más lanzados,  a hacernos pajas los unos a los otros, habré de contar numerosos episodios al respecto de nuestro grupos de pajeros, pero con Juan, mi compañero en el trabajo fue especial, pues con el paso del tiempo cogimos una confianza y rutina sexuales al albor del agujero.

Una vez hartos de la misma rutina pajera propia cambiaríamos a otra un poco más llevadera.

De tal modo, que mientras uno miraba por el agujerito, el otro agachado debajo de él, le hacía una paja y  se la chupaba,  llegando a tener incluso nuestro propio cuadrante, para no liarnos.

Él era algo bastante mayor que yo, tendría más de veinticinco años, pero mi polla era incluso más grande que la suya a pesar de ser mucho más joven de él.

El sabor a polla es maravilloso y recibir leche caliente en la boca muy excitante, aunque comer un coño es mucho mejor.

A ambos nos gustaba tragar la leche del otro, incluso a él, creo que mucho más que a mí, por la forma en que me rechupeteaba mi polla después de correrme en su boca.

Entre aquella polla y aquellos coños pasé mis primeros años de mi vida laboral.

Comer durante años el coño a Raquel, fue una experiencia extraordinariamente sensual, que aun a día de hoy es para mi mente, muy recurrente.

Aun me sigo excitando al recordarla.

Ya les contaré amigos lectores, muchas historias con ella, con su hermano homosexual, la novia bisexual del hermano y alguna de sus primas, e incluso un episodio puntual con su madre, pero habrá de ser en la segunda o quizás tercera parte de mis memorias.

Lamentablemente moriría joven a causa de una grave enfermedad, pero disfrutó lo suyo, fui el único hombre en su vida según me confesó días antes de morir en nuestro último encuentro sexual con despedida especial.

Ante todo fuimos grandes amigos y confidentes, además de novios o follamigos.

¡Te añoro Raquel!

La verdad es que casi siempre las personas que me han tratado,  me han apreciado mucho en todos los sentidos.

En el ámbito sexual, cuando han visto o intuido mi enorme polla, eso me ha abierto muchas puertas, o mejor dicho muchas bocas y muchos coños.

Por cierto les pregunto a aquellos lectores que quieran contestarme.

¿Se han puesto algún día unas bragas de alguna de las mujeres de la casa?

En mi caso, la respuesta es sí.

Ponerme unas bragas de cualquier mujer era excitarme de una manera espectacular.

Especialmente me gustaba y aun me sigue gustando mucho oler bragas usadas.

Dejemos de momento, las tres maduras que me follaba al mismo tiempo en aquellos años mozos, porque quiero hablarles de fetiches.

Mi afición a oler bragas era muy grande y venía de lejos, como les contaré en el siguiente capítulo…

04/13. MI AFICIÓN A OLER BRAGAS VIENE DE LARGO...

Oler bragas es una afición que tenemos algunos hombres adictos al sexo.

También es verdad que cada día, las braguitas de nuestras mujeres son más bonitas, sensuales y excitantes… ¿Verdad?

Soy adicto al sexo, pero siempre con conocimiento, jamás he sido maleducado. Muy vicioso, pero con saber estar.

Habré estado con casi un millar de mujeres de todas las edades,  y he olido varios centenares de bragas en toda mi vida y las seguiré oliendo hasta el final. No lo duden.

He intentado tener siempre cuidado con los detalles para que no se notase que había estado hurgando entre sus cosas, aunque no siempre lo he conseguido, pues hay mujeres que tienen un sexto, un séptimo y hasta un octavo sentido.

Indudablemente son muchísimo más listas que nosotros.

Empecé a oler bragas cuando conocí en mi temprano despertar sexual a mi vecina, la viuda Fernanda, de la que ya les he hablado.

Las mujeres y sus bragas… ¡Que delicia de pareja!

Bueno, con su permiso o sin él, en ocasiones he coleccionado bragas de  muchas de ellas. Perdí mi colección en un traslado, por culpa de una de ellas, pero en mi mente siguen estando presente todo aquel repertorio de bragas usadas de todos los colores, tipos y tallas, aunque todas ellas tenían un elemento común, estaban usadas.

Si no he podido robarlas, las he fotografiado, especialmente las negras con los restos blancuzcos.

Tengo una buena colección de fotos, pero no me pidan que las comparta, es un disfrute exclusivamente privado.

La primera vez que hice una foto la hice con aquellas pequeñas cámaras de hace más de doce o quince años, que finalmente utilizaba para grabar videos cortos follando con ellas, siempre con su permiso. Luego ya más modernamente las fotos las he hecho con mi móvil. Las primeras eran de malísima calidad, aunque lo importante era la “sensación” de tenerla, no su calidad fotográfica.

Recuerdo la última foto que hice el año pasado  a unas bragas usadas, cómo  rebuscaba nervioso en la maleta de aquella mujer, estaba nervioso, muy nervioso.

Las encontré enseguida, estaban en una bolsa de plástico aparte, en uno de los rincones de la maleta.

Al sacarlas y verlas, especialmente las negras con restos, no pude dejar de olerlas de manera instintiva. Luego las posicioné encima de la cama a todas ellas separadas, con la parte del coño hacia afuera para fotografiarlas.

Oler braguitas es una de mis debilidades, aunque bastante menor que mi primera debilidad, que es comer coños. Ya les contaré como obtuve el primer premio de comecoños en un concurso en una fiesta privada de un club liberal. Me dieron incluso hasta un diploma, de esos que se hacen gratis en el ordenador y solo se pone el nombre, la fecha y cosas así.

No, no está colgado en mi dormitorio. ¿Que se creían ustedes? Soy raro, pero no tanto. ¿Dónde lo tengo? En una carpeta junto a dibujos antiguos a carboncillo de mujeres desnudas.

En una época empecé a pintar, pero lo dejé cuando no podía concentrarme en ello, al tener que hacerme pajas continuamente, pues me excitaba lo que pintaba. Pinto bastante bien.

Pero volvamos a las bragas, que se me va la pinza como siempre…

Por cierto, el nombre de esta parafilia o fetichismo sexual de oler braguitas, se llama técnicamente misofilia.

Por mi profesión y por mi afición, soy estudioso de las parafilias.

Sabían ustedes, como curiosidad, mis amables lectores, que Japón es uno de los países con mayor número de fetichistas por metro cuadrado, y que existe una leyenda urbana, que dice que en lugares ocultos de las grandes ciudades japonesas, escondidas a la gran mayoría de la “gente normal”, existen máquinas expendedoras de braguitas usadas.

Sabían ustedes, que incluso se ha legislado al respecto, y que desde 1.990 están prohibidas en aquel país, las transacciones de braguitas usadas de menores de edad. ¿Qué curioso verdad? ¿O no?

Volvamos a mi afición.

Mirar la ropa interior de los cajones, era algo insuperable, casi adictivo. Bueno, adictivo total.

Ver unas bragas en el cesto de la ropa sucia, cogerlas y llevármelas instintivamente a la nariz era y es, un acto reflejo.

Olerlas siempre ha sido una acción adictiva que he realizado desde mi despertar sexual, que fue muy precoz, como pueden ir comprobando tras la lectura de los capítulos anteriores.

Generalmente después de pasar la noche en el cesto de la ropa sucia huelen mal, ya lo sabe quién las ha olido alguna vez.

Ese olor fuerte generalmente a restos de orín y/o fluidos si se han excitado por algo, es lógico, ya que la parte que se ciñe al coño recibe directamente todo esos néctares femeninos, y a veces con el paso de las horas queda endurecida y acartonada esa parte, por los efectos químicos de sus fluidos, de otra parte fluidos maravillosos al natural.

Al fin y al cabo, los riñones filtran tóxicos de la sangre. Otra cosa es saborear el orín fresco, toda una delicia, siempre que sea en pequeñas dosis en mi caso.

Como comprobarán cuando conozcan a Luz en próximos capítulos, una de nuestras aficiones recíprocas era la lluvia dorada.

Me gustan especialmente las bragas y braguitas modernas, así como  todo tipo de tangas. Incluso esas bragas que son más altas que se ponen algunas mujeres cuando tienen el periodo, eso creo, pero también me gustan las fajas y los corsés. Obviamente sujetadores, medias, ligas, en fin para no cansarles, les diré que me gusta todo tipo de ropa femenina.

Del género femenino siempre me ha gustado toda, absolutamente toda su ropa, bueno y lo de dentro...

Incluso aquel ligero olor a pies sudados de los calcetines de media de mi vecina Purifi la granadina, de la que les hablaré más adelante en otro capítulo, pues fue  a la primera mujer, que le prometí que le echaría cinco polvos sin sacarla y que obviamente cumplí ante su previa incredulidad, eso sí, acabando deseoso de lamer finalmente aquel coño lleno con tantas diferentes hornadas de leche.

Después de la segunda noche quería Purifi dejar a su marido e hijos para estar conmigo toda su vida, menos mal que la convencí de que reflexionase. Una extraordinaria historia que podrán leer en esta primera parte de mis memorias.

Habrá decenas de anécdotas más en la segunda, que ya están prácticamente terminadas y muchas más en la tercera, que estoy preparando en la actualidad.

Volvamos a las bragas, que me enrollo como una persiana.

He olido además de bragas, y pantalones, todo tipo de ropa usada de mujer.

A veces el perfume que usan las deseadas desconocidas, deja rastros en la ropa y ello, me hace “enamorarme” a mi peculiar manera, por un momento de esa mujer, aun sin conocerla.

He olido almohadas, sábanas. Me he acostado en sus camas para sentir esa sensación tan excitante. Ellas habían estado allí hacia unos minutos. Algo muy excitante, acostarse en la cama de una mujer inmediatamente después de haberse levantado ella mientras no te ve, porque acaba de pasar al baño.

Después de estas costumbres muy puntuales, casi siempre y si podía, me hacía una exitosa y deseada paja, que acababa casi siempre con la degustación de mi sabrosa leche, a excepción de cuando había cenado espárragos verdes a la plancha, pues como saben quién la ha probado, amarga un poco.

Hablando de pajas, recientemente he calculado que entre pajas y polvos, habré soltado más de cuarenta mil lechazas hasta ahora. Más pajas que otra cosa, lo confieso.

A veces al pasar al lado de muchas mujeres, he aspirado profundamente para poder oler los sensuales aromas que dejan al pasar.

Las mujeres son una maravilla olorosa. Son la razón de la vida.

¡Olé por ellas!

No es que sean absolutamente deseables. Es que ellas son lo más preciado que hay en la vida, no solo son la única fuente de la vida humana, es que son, lo más valioso que tenemos en la Tierra.

El problema que tenemos los adictos al sexo, es que siempre que miramos a una mujer la deseamos. Desearíamos tocarla, besarla, follarla, y decenas de cosas más. Lo malo no es desearlas, que es natural en los adictos, lo malo es perder el respeto a esa situación, e intentar hacerles daño, sea físico o emocional. Eso es despreciable y debería estar castigado con cadena perpetua sin remisión alguna. Eso sí, con trabajos forzados como poco. Lo digo en serio.

Volvamos  a los aromas. Ven como me gusta cambiar de tema, sin justificación alguna.

Recuerdo aromas del pasado, de mi tía abuela Rafaela y ese olor tan especial que luego descubriría que era una crema que se daba todos los días al levantarse y al acostarse en su cara y en su cuerpo. Sus bragas me olían a canela, a cocina y a coño muy rico, eso sí, en su cajón, pues por la noche jamás se las ponía.

No haré propaganda de la crema que ella utilizaba para su piel, pero las mujeres sabrán a cual me refiero al decirles, que es una caja redonda azul con su nombre y marca que empieza por “N”.

Recuerdo el olor tan sensual de Raquel mi gran amiga, mi amor, mi compañera en aquellos primeros años laborales. Sus bragas siempre me olían a campo al principio de las citas y a mi semen mezclado con sus sabrosos fluidos al final.

Como no recordar el aroma de la viuda, mi añorada Fernanda, el olor de su cuello, el aroma de su sexo, e incluso el sabroso sabor de su sudor en todos sus recodos, principalmente en sus axilas. Sus bragas olían bastante a alcanfor, pues en aquellas casas de entonces había que cuidarse de las polillas. Su coño sí que olía bien al natural, y con leche era una delicia cuando lo probaba todo junto…

Hablando de axilas, no he de dejar de hablar de mi afición a olerlas y lamerlas en algún momento de mis memorias en el futuro. Me excita sobremanera. Mi erección es refleja.

Sigamos con los aromas.

Al recordar y asociar mujeres y olores, no puedo dejar de acordarme de la mujer de la que más añoro su olor, aún sigue soltera y con la que tuve una relación durante algunos meses en el pasado. Seguro que les hablaré de ella en el futuro,  era funcionaria municipal, ya jubilada por un problema de vértebras.

Su nombre compuesto, Inés-María, cumplía los años el mismo año que yo, aunque ella en una fecha muy señalada, que siempre me hace recordarla especialmente. No dejé de pensar en ella nunca.

Mi amada y re-deseada Inés-María, comprendo que me dejases al no poder tener una relación normal contigo, como era tu deseo, pero en ese momento no estaba preparado, además de estar casado con mi segunda esposa. Deseo volver a comerte ese coño tan maravilloso que tienes, aunque sea solo una vez más antes de morir. Por favor, lee el libro y búscame. No sé dónde vives ahora.

Volvamos a las bragas.

Habré olido las bragas de centenares de mujeres, especialmente de mujeres  de mi alrededor desde muy joven.

Modernamente casi todas las mujeres se cambian a diario y ya no huelen sus bragas tanto como antes, eso creo, salvo que vengan de un rato de ocio sexual o no, tomando alguna copa y que hayan ido al servicio una o varias veces.

Hablando de esos rincones privados de un servicio, allí sí que están ellas  maravillosas con sus bragas bajadas y sus coños tremendamente apetecibles, después de hacer un pis.

Decenas de veces las he follado o ellas a mí en esos rincones ocultos de la vista, que son los servicios o baños, antes denominados retretes.

El primero que estrené en esa sublime función de follarme un coño, fue el de mi casa familiar. Allí un día de cumpleaños mi tía abuela me folló de una manera muy especial. Lo cuento en el capítulo de mi cumpleaños.

He olido las bragas de madres y hermanas de mis amigos, en especial de las de  Fernando y las de Perico, todas han sido olidas por mí muchas veces en algún momento, en que me pasaba a los cuartos de baño de sus casas con la excusa de hacer un pispis.

He olido bragas de tías, primas y desconocidas. También de mis mujeres, de mis amantes, de sobrinas, de cuñadas y de suegras. He tenido varias de estas últimas. Algunas de manera muy cercana e incluso íntima. Me encanta comer el coño por el que salió la mujer que me follaba en ese momento.

Desearía  coger y manosear todas aquellas braguitas y tangas que veo en cualquier tendedero, especialmente si sé de quienes son o me lo supongo.

Todas mis vecinas del pasado me gustan en algo, unas más y otras menos. A todas les hubiese hecho un favor o varios, aunque con una esposa liberal en la actualidad, hay que pensar siempre en pareja.

Es un derecho adquirido y lógico. Lo acepto. No soy egoísta.

Al pensar en mis vecinas históricas, la que primero querría seducir es una hija que seguirá soltera ya madurita que aún vive con su familia, era enfermera según recuerdo con plaza fija, de nombre Maribel.

Me gustó desde el primer día que la vi.  La conozco hace muchos años y la sigo deseando cada día más. Su cuerpecito es pequeño, delgadita, aparentemente frágil pero seguro que tiene su genio, es una delicia de mujer y me excita sobremanera pensar en ella.

Trataba de adivinar cuáles serán sus bragas al verlas tendidas en la cuerda, pues hay varias mujeres más en la casa, incluida otra hermana muy parecida de cara, que también me gusta mucho, aunque algo más alta que Maribel.

Habré de hablarles de ella en alguna ocasión y contarles las decenas de fantasías que he tenido con ella de protagonista. Quizás con quien más he tenido.

A veces la saludo por la calle cuando de vez en cuando la veo paseando, sola, con su bicicleta o con alguno de sus amigos, espero que folladores…

A mi mujer no le gusta mucho, pero a mí me encanta, y desearía pasar cientos de tardes con ella y con alguno de sus acompañantes, a mi mujer le gusta uno especialmente, dice que tiene cara de muy vicioso.

Hacer intercambio de parejas es algo sublime y muy saludable. Créanme.

Desde la primera vez que lo hice, con Gina, de la que les hablaré muy pronto hasta la última vez que acudí a una reunión liberal, con mi actual mujer Marga, antes del Covid-19, puedo decirles sin riesgo a errar, que son los momentos más álgidos de placer físico y mental de todos los que he vivido. Será mi poso mixto de voyeur y de exhibicionista.

Vamos por las bragas, José Miguel…

Como les decía al finalizar el anterior capítulo, me he puesto en muchas ocasiones bragas de mujeres e incluso he ido con ellas días enteros.

Al sentirlas me he excitado excepcionalmente, la polla se me pone durísima y tengo que hacerme una paja obligatoriamente para continuar.

Obviamente no son cómodas, pero es muy excitante saber que las llevas puestas.

Hasta el próximo capítulo, que ya les anticipo que será sobre el fetiche de uno de mis primos, y de cómo compartimos diferentes deseos con la misma mujer, su madre, aunque él, lo que más deseaba por aquel entonces, eran sus tremendos zapatillazos en su culo…

05/13. LA TETONA, MI PRIMO EL MAMÓN Y LOS ZAPATILLAZOS…

En este relato sabrán de mis gustos por mamar leche materna y la sorprendente historia de mi primo Javier, al que llamaba  Trín, como diminutivo de Quichitrín que a base de zapatillazos se crío…

Ya les he dicho que mi madre tenía cuatro hermanas más.

Poco a poco las irán conociendo.

Con algunas no hice sexo aunque me motivaron mucho y me hice cientos de pajas. Con otras hice mucho. Esta es una de ellas.

Mi madre Asunción a la que todo el mundo llamaba Asun, era la mayor de las cuatro y Alejandra la más pequeña de sus hermanas, a la que siempre llamaron Dita.

A Dita, la crio prácticamente, mi madre a causa de la enfermedad de su madre, mi abuela Paulina, la mujer de mi abuelo Remigio del que ya he referido que tenía una polla enorme. Salí a él. El mamón también.

Vaya nombrecitos los de mis abuelos.

Las cosas de entonces de poner el nombre de los fallecidos. Paulina lo fue en honor de otras dos Paulinas previas, muertas prematuramente y el empeño de unos padres de tener una hija llamada Paulina. Algo similar ocurriría  con el abuelo Remigio aunque él obviaba siempre el tema.

Vayamos con la tía Dita para ponerles, mis amables lectores,  en antecedentes.

Contaban mi madre y mi abuelo que Dita lloraba y lloraba sin parar desde que nació y que a consecuencia de eso le salieron sus enormes tetas. Tonterías de entonces.

Lo cierto y verdad, es que mi tía Dita, siempre la recuerdo visualizando esas enormes tetas que todo el mundo miraba, por las que muchos babeaban.

Yo también.

Por cierto aún sigue viva y con unas tetas que le llegan a las caderas.

Parecen dos michelines verticales.

¡Un beso tía! Sigo añorando tu coño y comer tus tetazas.

Al ser la más pequeña fue muy consentida, vino por sorpresa y en el parto mi abuela Paulina quedó ya tocada de la cabeza, seguramente del esfuerzo de apretar, pues salió casi criada.

Mi madre se ocupó de ella desde el primer momento. Dita la quería como a una madre.

No solo fue la madrina de boda de mis padres, sino también mi madrina de bautismo, e incluso de mi primera boda. Bueno, eso es otra historia.

Siendo bastante joven se le acercó un pastor de cabras, Leonardo, al que llamábamos Leo,  y con él se quedó.

Trabajaba Leo en una finca ganadera casi a 100 kilómetros de casa y allí comenzaron su vida matrimonial.

Volvería muy pronto mi tía Dita con mi madre al sentarle mal el embarazo de mi primo Javier, su único hijo.

Leo y Dita, no llegaron a separarse nunca, pero jamás volvieron a convivir juntos de manera estable hasta que el tío Leo no se jubiló por enfermedad, y solo para cuidarle hasta su muerte.

Mi tío Leo se folló muchas cabras, algún día les contaré las increíbles anécdotas que me contaba días previos a su muerte.

Volvamos a la tía Dita.

Recuerdo aquellas imágenes de mi niñez con mi tía en casa embarazada, su barriga creciendo por momentos y sus tetas al mismo ritmo.

Siempre pegada a mi madre.

Al fin nacería Javier, que nació bien hermoso y con una buena polla, aunque también como su madre nació muy llorón, pero que muy llorón. Llorón permanentemente. Solo callaba cuando mamaba.

Recuerdo que todo el mundo la miraba por sus enormes tetas. Aunque jamás se avergonzó de ellas, sino todo lo contrario…

Las tetas de mi tía, no dejaron de crecer nunca. Sería por las miles de mamadas del mamón.

La barriga de mi tía Dita se redujo, pero sus tetas no.

Tuvo mi madre, que fue una gran modista,  que fabricarle un sujetador a medida pues no lograron encontrar de su medida en corsetería alguna, ni tan siquiera en la más famosa de Madrid, la Corsetería Lupe en la calle Hortaleza, que visitaría años después en honor de mi tía y del nombre de Lupe, que siempre pensé que sería una dependienta con muchas tetas.

Todo lo contrario, ninguna de las dependientas tenía senos grandes y he de decir que siempre eran muy atentas conmigo al comprar lencería para mis amantes, mientras viví en Madrid. Algún día les contaré la anécdota del “huevo frito”.

En nuestra casa materna, que era de los abuelos maternos, siempre hubo tan solo tres dormitorios, el de mis abuelos, el que fue de las dos mayores de mis tías y el de las tres pequeñas.

Al casarse mis padres hicieron dos habitaciones anexas, una para ellos y otra para mí, que ya venía en camino. Luego al irse casando algunas de mis tías fueron heredando las habitaciones mis hermanos que iban llegando casi de seguido.

La casa fue ampliando habitaciones según necesidad. Por ejemplo, cuando ya éramos cinco mi padre hizo un pequeño anexo que iba de la cocina al primer patio donde yo dormiría con mi tía abuela Rafaela, bueno dormir y muchas cosas más.

La otra tía que vivía con nosotros, Lucía, de la que tendré que hablar obligatoriamente fue un caso muy especial, como leerán hacia el final…

Murió joven mi tía Lucía y dejaría sus dos hijas a mi cuidado, dos primas con tanta diferencia de edad que empezaron a llamarme tío y yo a ellas sobrinas.

Mi tía Lucía tuvo una vida triste por una adicción sexual que le imbuyó su marido, un titiritero. No le gustaba juntarse con el resto de la familia y pasó media vida en soledad.

Incluso tendría yo que dormir varios meses con ella para intentar evitar una enorme depresión que tuvo cuando la abandono su marido.

Sí queridos lectores. Se adelantan. También estuve con mi tía Lucía. Ya lo leerán en el penúltimo capítulo de esta primera parte de mis memoras.

Pero he de seguir con los zapatillazos.

Un lío de camas y un sobrevolar de zapatillas en aquellas siestas de verano en las que nadie quería dormir. A veces tanto mi tía Dita, como mi madre se empleaban con nosotros los niños.

Los más pequeños lloraban y a base de llanto dormían extenuados por cansancio. Así lo recordamos los mayores, que sabíamos que había que callar para no cobrar.

El sonido del zapatazo en el culo está asociado en mi mente a muchas cosas. Al temor a recibirlo y al mismo tiempo desear recibirlo. Ha sido un fetiche para mí, pero mucho más para mi primo Javier.

Les contaré.

Javier, al que llamaré desde este momento Trín para visualizarlo bien, sacó la polla de su abuelo y la de su primo el relatante, como ya les anticipaba.

Trín, lloraba y lloraba a todas horas de pequeño, y mi tía para callarlo le metía las tetas en la boca.

Se callaba mientras comía, pero cuando estaba lleno comenzaba a llorar de nuevo, hasta que mi tía no descubrió que pegándole en el culo con la zapatilla no se callaba, no descansamos nadie de la familia.

Al final, mi tía Dita echaba la siesta sola con su hijo para evitar confundir a los otros niños. Los demás cobraban si no callaban, mientras que mi primo no callaba sino cobraba, siempre deseando cobrar y además permanentemente.

Mi primo Trín el mamón no solo disfrutaba cobrando zapatillazos en el culo, sino con rarezas zapatillescas como verán.

Ya de mayor me contaría muchos detalles de entonces, que no podía ver por razón de mi edad.

No solo se excitaba con las zapatillas en sí, sino con toda la parafernalia  alrededor de las mismas, sacarlas del pie, los movimientos del cuerpo, el giro brusco de las tetas cayendo hacia abajo, calzarlas nuevamente cuando las tetas dan un respingo hacia arriba.

Disfrutaba mi primo viendo lavarlas con delicadeza, al ponerles las pinzas al secarlas, su olor e incluso su sonido al contactar con la carne. Ese zass, que siempre implicaba una erección refleja en la pollaza de mi primo.

Una rareza la del mamón como otra cualquiera.

Ya cuando estudie psicología me daría cuenta de todo, de cómo Trín tenía un pequeño trauma infantil sin importancia que se le aplacaría con los años. Es un simple acto reflejo.

Aún sigue teniendo el fetiche de las zapatillas. Las adora. Adora su tacto diferenciado entre el paño y la suela. Del mismo modo adora el olor diferenciado entre ambas texturas, la diferencia de temperatura, incluso las gratas sensaciones del cosquilleo en su rostro y otras partes de su cuerpo, de esas zapatillas cuando tienen ribetes y adornos a modo de pelusilla o rebordes estéticos.

Aunque a quien más le encantaban las zapatillas, era a la polla de mi primo.

Cuando muchos años después, le atendí gratuitamente en mi consultorio de asesoramiento para parejas, que brevemente puse en Málaga por circunstancias que ahora no vienen al caso, pudimos hablar libremente de sus problemas sexuales con su segunda mujer, hablamos mucho de ello los dos solos, y a veces los tres.

Después de varias sesiones recordamos los viejos tiempos y resolvimos definitivamente nuestras diferencias. Entiendo que me considerase un enemigo, pues a ambos nos gustaba mamar las mismas tetas. Jamás sabrá que además, me follé a su madre muchas veces después de la mayoría de edad. No quiero que recaiga.

Intentaba discutir conmigo. Pito no lo entiendes, si lo entiendo Trín. Al llamarle yo Trín el me llamaba Pito, por lo de Pepito. Cosas de primos de similar edad.

Elena su mujer, no concebía que mi primo Trín solo pudiera conseguir la erección consciente jugueteando con una zapatilla en su polla. Inconscientemente soñando la alcanzaba muchas veces, incluso correrse como yo soñando, él con las zapatillas, yo con cualquier coño…, pero conscientemente Trín solo se empalmaba sintiendo una zapatilla cerca de su polla.

Hasta que no se lo expliqué razonadamente a Elena, no se resolvieron sus problemas conyugales. Desde entonces son un feliz matrimonio, claro está, que tienen una muy buena provisión de zapatillas de todas las formas y colores en un mueble especial de su dormitorio.

Las cosas del fetichismo.

La última vez que nos vimos en Málaga, ellos viven en Torremolinos desde que se casaron, me confesó, que hubiese deseado comerme la polla muchas veces.

Eso tiene arreglo Trín, le dije mientras me la sacaba.

Mientras me la comía, pensé que se lo debía, al fin y al cabo su madre fue muy especial para mí y yo para ella.

Dos pájaros de un tiro.

El disfrutó y yo también, aunque mientras disfrutaba con su comida de polla, yo pensaba en su madre y en sus enormes tetas cuando era más joven.

Quedamos en repetir, aunque quería que su esposa Elena mirase la próxima vez. Sin problema Trín, le contesté.

Me encanta comer el coño a una mujer mientras alguien me folla o se come mi polla, sea quien sea.

Elena tenía un coño súper especial, conmigo descubrió que era capaz de hacer squirting. Mis adoradas glándulas de Skene, que pocos saben activar adecuadamente.

Pasamos muchas veladas juntos los tres, mi primo el mamón mamando mi polla y yo haciendo de todo con su increíble esposa Elena, aunque especialmente comiendo su coño, después de ser lefado por alguno de los dos.

También alguna vez a solas con ella, para darle un necesario respiro con las zapatillas. Espero que mi primo no lea el relato.

Pero volvamos al tema del día, la leche materna.

Quienes la han probado de mayor, saben lo buena y dulce que está.

Su increíble sabor, además de su gran poder nutricional.

Mi primo mamó hasta muy mayor, yo aún sigo mamando leche cuando puedo. Es uno de mis fetiches.

A veces tuvo Trín que compartir la leche conmigo, de ahí su problema infantil con éste que les relata.

En aquellos tiempos infantiles no había malicia en mi miraba, aunque al cambiar eso, y empezar a mirarla de una manera especial, mi tía me restringió el suministro de leche de sus tetas, para siempre.

Jamás he dicho que no a hacer el amor con una mujer lactante, o embarazada, sea como fuese esa mujer.

Cualquier edad me ha valido si la mujer que me podía follar era lactante.

Mamar leche maternal, es  una auténtica delicia.

Próximamente hablaremos de un embarazo que obviamente terminó también en leche maternal para mí, compitiendo por ella con un seudo-hijo que tuve.

Volvamos a la tía Dita.

Los problemas de mi tía con mi tío Leo eran sexuales.

A mi tío Leo, el sexo con cabras le era más simple, fácil y gratificante que tener que dar explicaciones a nadie y menos tener que hacerle guarrerías “deliciosas” a mi tía como comerle el coño que le encantaba, y jamás pudo conseguirlo de su marido al que amaba a su manera, aunque no la satisfacía plenamente.

Menos mal que tenía mi tía Dita, un sobrino come coños.

Mi tía pasó mucha hambre de hombre y solo pude satisfacerle el coño a su gusto,  cuando tuve la edad legal suficiente. Antes jamás consintió. Entonces me reencontré con ella.

Tendría que compartirme con su hermana Lucía, pero como no se enteró no pasó nada.

Cuando empezamos nuestros encuentros sexuales al ser mayor de edad, mi tía era muy convencional, ya no podía extraer el delicioso néctar de sus enormes tetas, al no ser ya lactante.

Guardaba un buen recuerdo de su aroma y sabor, nada es perfecto.

Después, habría otras amamantadoras, ya les contaré.

Entre ellas Luz mi amante al conseguir embarazarse. Ya lo leerán en el casting. Disfruté de mucha leche maternal con ella.

A mi tía Dita, solo le pedí un favor durante los años que nos entretuvimos el uno al otro, y la otra al uno. Que no se quisiese poner encima de mí, pues con sus enormes tetas me asfixiaría y no quería morir así, prefería morir comiendo coño.

Se reía al decirle eso, mostrando esa boca grande, que jamás consintió en comer polla. Cada cual tiene sus manías. Su hermana Lucía, sí que comía polla, se lo había enseñado el titiritero.

Fui el primero en comerle el coño a Dita, algo que le entusiasmaba. El problema eran sus gritos de placer.

Mi problema era, que teníamos que engañar a mi madre para poder disfrutar.

Tuvimos que estrujarnos la cabeza mi tía y yo para engañar a mi madre, como leerán en la tercera parte de mis memorias para poder revolcarnos mucho y bueno y que la tetona pudiese gritar de placer.

Ya les contaré qué hacíamos para follar a gusto y que pudiese gritar de placer.

Al recordar los zapatillazos, y recordar las nalgas enrojecidas, que pone a mucha gente, a mí también a veces, al notar el calor de las nalgas enrojecidas, especialmente al besarlas después, he recordado los masajes “Gua Sha”, una técnica curativa que aprendí en un curso de medicina tradicional china hace muchos años, masaje que he dado a muchas mujeres, pues a la vez de ayudarlas a la celulitis, las pone muy cachondas, y a mí al darlo también. Han de probarlo ustedes con sus mujeres o amantes.

Hasta el siguiente capítulo, anticipándoles que será sobre una auténtica y controvertida ninfómana, una de mis mejores amigas…

06/13. HISTORIA DE UNA AMIGA ESPECIALMENTE NINFÓMANA…

Todos hemos deseado alguna vez encontrarnos con una ninfómana que sea incansable follando… ¿Verdad?

No es oro todo lo que reluce. Algunas lo pasan muy mal.

Ya les he dicho que entre otras muchas cosas, creo humildemente que  he llegado a ser un buen terapeuta sexual, sin duda a la práctica de este interesante y sano deporte que es el sexo, aunque también sin duda gracias a los años que estudié tanto dentro como fuera de España y obviamente a los centenares de libros y miles de artículos leídos al respecto.

Ser una autentica ninfómana es un gran problema, especialmente para la salud mental de la persona que tiene esa enfermedad.

Otra cosa es que haya mujeres a las que les gusta follar y follar con un solo hombre o con muchos hombres.

Ya saben muchos de ustedes de records sexuales como el de la actriz porno Lisa SparXXX que fue follada en un mismo día por 919 hombres, mayoritariamente polacos, quitándole el record a la anterior reina folladora, Marinna Rokita que solo estuvo con 759 hombres en tan solo un día.

La hazaña de Lisa tuvo lugar en 2004 en la feria “Eroticon” en Varsovia.

Hoy  les relataré mi relación de amistad y sexo con una muy buena persona y muy buena amiga de nombre Gina, una ítalo-argentina que conocí en una estancia curricular en Nueva York al principio de mi carrera. Tenía Gina 28 años era unos pocos años mayor que yo. Pasamos unos meses inolvidables. Hoy les contaré muchas anécdotas de ella.

Me gustan los desafíos.

Me han retado muchas mujeres en muchas ocasiones. ¿Cuantas veces te correrías? Yo les devolvía el reto. ¿Y tú? Lo normal para unas es anormal para otras. Muchas mujeres pueden tener decenas de orgasmos. Gina me contestó: “Yo puedo tener infinitos orgasmos”.

Ese fue mi reto.

También fue cuando descubrí el tantrismo sexual de manera práctica y no teórica.

Les contaré los detalles de los centenares de orgasmos que Gina sintió conmigo en un solo fin de semana. Aunque hubo centenares más a lo largo de los meses previos.

Por cierto, nadie ganó el reto. Quedamos en tablas. Creo.

La conocí por casualidad rastreando calles de película. Saben que Nueva York ha salido en cientos de películas, algunas esenciales para los humildes aficionados al séptimo arte.

Además de visitar nuevamente la famosa Quinta Avenida en donde se realizó la memorable escena ante Tiffanys por su protagonista Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes, en aquella ocasión no quise dejar de pasear por los alrededores del puente de Queensboro, famoso puente que conecta Manhattan con Queens, dos de los más importantes condados de Nueva York, que inmortalizó Woody Allen en su genial película “Manhattan”, aunque ya había salido en varias películas anteriores.

Luego cogí un taxi para ir a una cafetería de moda, a la que todo el mundo que visita Nueva York, debería de ir.

Mientras disfrutaba de un carísimo capuchino en Stumptown Coffee Roasters, una cafetería y tienda imprescindible de visitar ubicada en el interior del Ace Hotel en donde el olor de sus mezclas tostadas de café es inigualable, me fijé en una aparentemente frágil mujer que me miraba a hurtadillas con unos ojos maravillosos aunque con rostro fruncido y bastante serio.

Si una mujer me mira de esa forma, he de conocerla sin lugar a dudas.

Hello beautiful lady enigmatic with sad eyes,  le dije en inglés, algo así como…, hola, bella dama de ojos tristes.

Al contestarme en español me entusiasmé, ya que mi inglés hablado de entonces era realmente malo.

Sus ojos brillaron al empezar a hablarle en español.

Después de las clásicas frases de reconocimiento, me ofrecí a invitarla a otro café o a pasear. Su inicial negativa me confundió, pero algo debió de ver en mí, quizás mi obvio gran paquete, que cambió de actitud enseguida diciéndome que me invitaba a su casa a cenar.

Luego me confesaría que intuir mi polla grande la hizo decantarse por conocerme, a pesar de que estaba pasando una mala racha personal.

Cenamos, charlamos, nos contamos nuestras anécdotas universitarias, ella acababa de terminar un master sobre ciencias económicas internacionales en una prestigiosa universidad de Buenos Aires, aunque el tema en el que se centraría, sería en mis estudios de psicología,  algo que le parecía aparentemente muy interesante.

Obviamente sabría muy pronto que la razón de su interés, era su gran adicción al sexo.

Aquella primera noche nada evidenció su grave problema.

Hicimos un sexo aparentemente normal, muy agradable, centrado especialmente en saborear su precioso y sabroso coño, además de hacerme correr varias veces de todas las formas posibles que ella conocía, la primera vaginalmente, la segunda con su boca y la tercera y última de manera eléctrica manoseando mi polla,  mis ingles con sus sabios dedos y manos, algo muy excitante, terminando con un dedo sabiamente metido en mi ano y con la otra mano en mi polla apretándola fuertemente.

Era algo similar a lo que había experimentado solo una vez en mi juventud, con una puta francesa de nombre Julie.

Pero sigamos con Gina.

Poco tiempo después descubriría, pues lo investigué adecuadamente al preguntarle todos los detalles, que era una mezcla entre masaje tántrico y masaje prostático, que le había enseñado un profesor universitario al que tuvo de amante mientras estudiaba su último año de carrera.

Le comenté la anécdota de mi juventud y reímos por la coincidencia.

En cuanto tuvo algo de confianza, días después, cuando volvimos a vernos y hacer sexo frenéticamente de nuevo, me confesó su problema ninfomaníaco.

Su necesidad imperiosa de sacar orgasmos a su hombre de cada noche.

No podía dejar de follarse un hombre cada día y no dejarlo hasta que ya no le quedaba leche alguna. Pero de repetir jamás.

Esperaba de mí un consejo, pues aún no se había decidido a consultar, ni visitar a especialistas.

Sentía un profundo sentimiento de aprecio por mí a diferencia del resto de los hombres con lo que se había acostado desde hacía años.

Eso sí, jamás había repetido con ninguno, salvo con su profesor, y en aquella segunda ocasión conmigo. Me dijo en aquella segunda cita.

A diferencia de otras ninfómanas que salen a la calle, a bares, a parques o sitios de encuentros, a follar tantos hombres como puedan para terminar refugiándose en alcohol o drogas, Gina solo follaba con uno cada noche, pero no quería volver a saber nada de esa persona jamás. Sentía un rechazo instintivo, sin causa aparente.

José Miguel, me decía, no tengo remedio, nada más terminar de follar con alguien, después de sacarle toda la leche, cuando me dice, que ya no puede más, lo detesto y necesito follar a alguien nuevo al siguiente día.

Incluso soy incapaz de dormir después de follar, he de salir de la habitación. Necesito irme. Me falta el aire.

Jamás he tenido una relación estable, me decía, salvo la de mi amante el profesor.

Sentía algo por él, pero al estar casado lo dejamos.

También me sentía frustrada, pues deseaba estar con el constantemente pero al mismo tiempo necesitaba follar con otros cada día. Al intentar serle fiel, me deprimí absolutamente. He venido a resolver mi problema a Nueva York y trabajar al mismo tiempo.

No solo estuvimos juntos todo el tiempo que estuve en Nueva York, un semestre completo, sino que posteriormente viajaría a verme a España, en una relación de amistad y sexo, colindante con el amor que dura desde entonces.

Fue en aquellos meses junto a Gina en que empecé a apreciar el mundo del intercambio sexual de parejas, o intercambio liberal, pues de tanto verla follar con otros, para analizar su problema, me excitó la idea del sexo en grupo.

Ya les hablaré más detenidamente del mundo swinger. Enseguida empezamos a juntarnos con grupos de parejas liberales que se reunían  todos los sábados, alternativamente cada sábado en casa de una pareja diferente. Cenaban y luego follaban todos con todos hasta la madrugada.

Les contaré ahora los detalles del experimento con Gina para intentar ayudarla.

Accedí a ayudarla siempre que me hiciese caso en todas mis sugerencias. Accedió.

En primer lugar le hice un montón de preguntas relativas a su infancia, adolescencia, sobre su inicio sexual. En fin, todas aquellas preguntas que un psicoanalista debe de preguntar para intentar encontrar respuestas.

Le pregunté sobre sus sensaciones y deseos previos a conocer a alguien, sobre sus fantasías, sueños, ensoñaciones y deseos más ocultos.

Indagué sobre todas sus experiencias pasadas, hicimos una lista, valoramos las situaciones de sexo, quien, donde, cuantos orgasmos, prácticas más habituales, todo tipo de detalles que me pudieran facilitar una visión conjunta de su problema.

Luego tocaba la fase práctica.

En la fase práctica, la más difícil, y en base a una excepcional idea que le facilité, tuvo que anunciarse como promotora de un estudio estadístico de hábitos sexuales que requería de la participación de hombres mayores de edad de todas las edades que aceptaran tener sexo con un espectador de excepción, yo. Se les decía que era un terapeuta sexual.

Hubo de todo en aquellas sesiones, quizá casi trescientos hombres se la follarían, o más bien ella, se los folló a todos ellos, y yo mirando, anotando permanentemente sin poder hablar, para no desconcentrarlos.

Muchos de ellos aunque aceptaron inicialmente, al verse en situación no conseguían una erección, seguro que cohibidos al estar yo presente.

Enseguida resolvimos el problema al sugerirle a Gina que les dijese que cerrasen los ojos e incluso en ocasiones vendárselos con un pañuelo de seda, algo también muy sensual. Mi silencio y cierta distancia también ayudaban.

Eran de todas las edades, jóvenes, maduros, de todas las razas, muchos afroamericanos pero también hispanos, varios mexicanos e incluso algunos de ascendencia italiana o irlandesa. Hombres principalmente desde los 30 a los 60 años de edad.

Algunos se corrían muy pronto y repetían, otros aguantaban lo suyo. Los buenos en algo, buenas pollas, mucha leche, pollas muy grandes, pasaban a una segunda ronda, la sesión o “fiesta” final. Lo de fiesta a ellos no se les comentaba.

Fue un experimento científico muy importante al querer ayudar a Gina, pero también para mi formación futura, ante todo fue muy morboso, un experimento  que era una auténtica tortura para mí mientras duraba, mi polla chorreaba permanentemente viendo las escenas de sexo a menos de medio metro.

Hacíamos sesiones semanales todos los viernes por la noche con una media aproximada de unos veinticinco o treinta hombres que atendíamos cada media hora desde las cuatro de la tarde en adelante.

Al llegar medianoche y previo un refrigerio necesario,  todos los mejores hombres del día y junto a los sobrantes si los había habido, generalmente unos diez o doce, los organizaba para una Gang Band en el salón de mi apartamento.

El encargado de reposición de condones, obviamente este relator.

Hube de acostumbrarme incluso a poner condones a toda prisa para no romper ritmos.

Cuando finalizaba la sesión. Realmente estaba hipercachondo de haber visto tantas escenas de buen y maravilloso sexo durante horas sin poderme hacer ni tan siquiera una paja.

Entresemana follábamos nosotros e iba intentando corregirle actitudes mentales para sus relaciones sexuales futuras.

Pero como les digo, amables lectores, al terminar la sesión del viernes, deseaba follarla con frenesí, con locura, porque estaba absolutamente súper excitado y cachondo.

El experimento duró prácticamente cinco meses.

Ella nunca decía que no, y menos a mí.

Sabía que yo habría de follarla casi enloquecido al final de cada sesión de prácticas y hasta altas horas de la madrugada. Su mirada la delataba. Se reía al mirarme.

Había computado aproximadamente medio centenar de orgasmos de media, en cada sesión sexual. Iba echando números para lo del reto.

Gina era incansable, su coño jamás se resentía, sin irritaciones, sin molestias, era perfecto, podía follar durante horas como podía haberlo comprobado en directo en primera fila durante todas aquellas sesiones.

Se acuerdan del record sexual que les comenté al principio de este relato en Polonia, pues Gina podría haber quedado finalista en un torneo similar de haberse celebrado entonces.

Al principio fue reacia al experimento, pero poco a poco fue comprendiendo que la ayudaba mucho. También utilizaba al principio algo de hipnosis relajante para evitar que se pusiese nerviosa, luego ya no fue haciendo falta.

Gina era una máquina sexual, la amante perfecta, salvo por el  problema que estábamos corrigiendo. Entre mis polvos entre semana y fin de semana, las reuniones swinger de los sábados,  y el experimento se corría casi doscientas veces a la semana y follaba con una media de 35 o 40 hombres diferentes cada semana.

Solo repetía conmigo, con los candidatos buenos en la sesión final del viernes y con los hombres de las parejas amigas liberales, con los que conectaba o había química. Estaba en proceso de curación. Fue costándole al principio repetir, pero lo fue consiguiendo poco a poco.

Su coño estaba siempre dispuesto. Además con un número asombroso de consoladores de todos los tamaños. Incluso tenía una sex machine para cuando se cansaban  sus manos o las mías.

Mientras duró el experimento en ocasiones muy puntuales tuvo que ayudarse de ellos, ya que a veces se ponía histéricamente cachonda y necesitaba tener el coño lleno con algo.

La sex machine funcionaba a pleno rendimiento esos días de histeria vaginal.

¿Conocen las sex machines eléctricas?

Gina ha tenido varias, aquella primera, que tuvo que reparar en alguna ocasión por exceso de trabajo, llamando a un electricista que también se follaba, fue sustituida tiempo después por una moderna sex machine, con mando a distancia que nunca abandona cuando viaja y que ha renovado ya en varias ocasiones.

En casa siempre tengo una dispuesta para ella, que compré en una feria asiática.

También la he utilizado para algún juego adicional o  para alguna mujer multiorgásmica más. Años después utilizaría una de estas máquinas con una joven de nombre Kika, una violadora muy especial,  que en este momento temporal apenas habría nacido.

Aunque a diferencia de aquella actriz porno que les refería al principio, que simplemente se dejaba penetrar durante apenas unos minutos, su objetivo era la cantidad de hombres que la penetrarían, Gina siempre deseaba dejar extra saciados a sus hombres de cada noche, sin una gota de leche. Gina quería cantidad de leche, aunque de uno en uno y sin repetir.

Ella follaba durante horas, su gran problema es que jamás deseaba follar con el mismo hombre en una nueva ocasión, pues sentía rechazo insuperable hacia ellos después de follárselos.

El experimento le ayudó y mucho.

Eso sí, tuvo en su vida dos excepciones a su regla general. ¿Adivinan?

En honor a la verdad he de decirles, que a día de hoy tiene un amante fijo en cada ciudad donde viaja. Me lo confesó en uno de sus últimos viajes a España, diciéndome que se había “curado” gracias a mí y a Nueva York.

Hemos reído muchas veces al recordar nuestro experimento sexual en la ciudad de los rascacielos, Nueva York, y nos hemos vuelto a excitar a veces muchísimo al rememorar aquellos tiempos, también del inicio de nuestra actividad swinger conjunta a la que nos aficionamos al mismo tiempo y que hemos practicado a lo largo de los años, con innumerables anécdotas que obviamente les contaré en otra ocasión.

Como anticipo les diré que en Nueva York frecuentamos un grupo de amigos con los que nos reuníamos todos los sábados, una treintena de parejas liberales del denominado allí “lifestyle” mundo liberal con clase, que a la postre se integrarían mayoritariamente como asiduos clientes en uno de los clubs swinger más famoso de Queens, “Calígula”, localizado en el barrio Astoria, en la parte noroeste del condado de Queens, que como saben es uno de los cinco grandes condados de la ciudad de Nueva York, junto a Manhattan, Brooklyn, Staten Island y el Bronx.

Pero, vayamos a las conclusiones del experimento…

Teníamos que despedirnos, yo tenía que volver a España y ella tenía que quedarse a terminar su trabajo becado en Nueva York durante algunos meses más.

Pasado un tiempo volveríamos a vernos en España.

Las conclusiones fruto del experimento fueron entre otras…, que cambiase su actitud sexual con sus amantes, que intentase poco a poco a “obligarse” a follar con ellos más de una vez, que antes de follárselos los analizase como personas para compartir sexo agradable, no como objetos a follar y tirar, que buscase otros atractivos en ellos, saber cocinar, saber conversar, expertos viajeros y cicerones, que dilatase el sexo con cenas previas, que incluyese sensualidad y morbo, como lencería, que dedicase tiempo a la preparación, velas, música, incienso…, entre otros consejos, siempre a fin de evitar esa compulsión sexual inicial y la frustración final insuperable al término de cada sesión de sexo.

El experimento fue todo un éxito, empezó a curarla.

Para despedirnos de aquella estancia semestral en Nueva York, que a ambos se nos hizo cortísima, acordamos hacer un reto.

¿Lo recuerdan?

No me he olvidado de que tenía que contarles los detalles de nuestra sesión sexual especial.

Un reto difícil de olvidar.

No era dilucidar quien tendría más orgasmos, o tener los mismos orgasmos, eso es imposible. El reto como recordarán era si Gina tenía orgasmos finitos o infinitos. Así se pactó y así se realizó.

Quedamos en pasar un fin de semana “interminable”, comida y bebida dispuesta, con música relajante y sensual. Velas aseguradas. Comodidad absoluta en el dormitorio. E imprescindible, un ábaco para contabilizar, con un papel y bolígrafo al lado para computar decenas, pues como suponíamos el ábaco se quedaría corto.

Obviamente un buen surtido de aceites esenciales para los masajes, especialmente el tántrico, barras de incienso y una decena de juguetes eróticos que iban a resultar imprescindibles, pues mi polla no duraría eternamente.

El único requisito era no utilizar su sex machine.

Mi polla duró mucho, se agachó múltiples veces y volvió a levantarse otras tantas menos una, la última. Ella llegó a tener computados 422 orgasmos en aquel memorable fin de semana en qué dormimos muy poco desde el viernes por la tarde hasta el lunes por la mañana. Ambos habíamos pedido licencia para ausentarnos ese día, pensando en las repercusiones.

La gran mayoría de orgasmos tuvieron que sacarlos los juguetes obviamente, pero éste que les relata estuvo al pie del cañón hasta que caímos rendidos al mismo tiempo pactando unas tablas.

He de confesar que mi boca y mi lengua se resintieron bastante, mi polla también, al igual que mis manos y brazos. Tuve agujetas durante días en todas las partes de mi cuerpo, incluida mi polla.

El coño de Gina no se resintió. Solo su cuerpo y su mente necesitaban descanso, su coño jamás lo necesitaría. En el fondo empatamos en el reto, aunque en mi interior siempre supe que ella había ganado.

Desde entonces fuimos amigos, amantes, novios, y pareja sexual de intercambio hasta la actualidad.

Hoy viaja constantemente entre Buenos Aires, Londres, Nueva York y Madrid.

Cuando viene a España siempre pasa a saludarme y a pasar conmigo una o dos noches. Su problema no está del todo resuelto, pero ya no sufre frustración ni inseguridad alguna.

Es feliz a su manera, follando hombres repetidamente por doquier, saboreando el sexo sin prisa, todo lo contrario que cuando la conocí.

Seguro que en este momento está follándose a alguien.

¡Disfrútalo Gina!

Espero que me sigan leyendo en el siguiente capítulo, que ya les anticipo que será sobre una práctica interesante, el trío sexual, aunque no el que todos piensan…

07/13. MI SEGUNDO TRÍO DE MUJERES...

Mi primer trío de mujeres  fue una experiencia excepcional, fue la primera vez que estuve a solas con tres mujeres, dos hermanas y una prima de nacionalidad chilena en unas vacaciones en un camping a las afueras de Alicante, de nombre rarísimo… “El caballo loco”.

El segundo trío muchos años después, fue espectacular.

Les cuento.

Éramos cinco en el apartamento alquilado de aquella urbanización con piscina.

Aparte de este relatante, estábamos mi amante Luz, una de sus amigas bisexuales Noelia, Marta, otra bisexual madurita que llevaba disfrutando con Noelia varias semanas…, y el hijo de Noelia de corta edad que dormía en su cochecito de bebé.

Conocí a Luz años atrás en una etapa en que buscaba una mujer que fuese muy morbosa para hacer lluvia dorada recíproca. Era preciosa a sus 23 años. Ya les contaré cientos de anécdotas de aquellos años, como la conocí, lo que hicimos aquella primera noche y muchas historias más sobre mi maravillosa Luz, entre ellas como hicimos el casting del padre de su tercer hijo.

Con Luz he tenido una relación sentimental como amantes y muy buenos a amigos, durante unos doce años.

Trabajaba entonces de limpiadora, ahora es ayudante de cocina de un encantador restaurante a las afueras de Madrid en la N-VI.

La veía dos o tres veces por semana en su casa, un piso alquilado para ella y sus amigas y en el que, nunca faltaban fiestas, mujeres, amigas y compañeras.

En ocasiones morboseábamos con hacer tríos y con su bisexualidad.

Llamaba a anuncios de mujeres y si alguna le seguía la corriente se ponía más cachonda todavía, mientras yo le comía el coño, ella cogía sus enorme tetazas y se comía los pezones, disfrutaba Luz de todo.

Tenía Luz unos tremendos orgasmos al comerle o comerse sus enormes pezones, de sus enormes tetazas.

Tuvo un día, el capricho de contratar a una profesional lesbiana.

Ella disfrutaba con ambos sexos, con un solo hombre, yo y con muchas mujeres que se le  acercaban. Era un auténtico imán para mujeres lesbianas y bisexuales.

Pues como les digo, tuvo el capricho de contratar a una profesional lesbiana que se la comiese enterita y como no podía ser menos, le ayudé a cumplir su deseo.

Voy a relatárselo  a todos ustedes antes de entrar en lo del trío, por su morbosidad. Espero les guste.

Había ido a recogerla a media mañana, después de ducharse y vestirse con mucho gusto,  con un vestido negro con bordes de encaje que le había comprado para la ocasión, junto con ropa interior blanca también con acabados decorativos de encaje.

Estaba sublime.

La invité a comer en un restaurante de moda y a la hora acordada nos fuimos a la cita.

A las cuatro de la tarde todo listo para comenzar una sesión lésbica. Yo solo de espectador, a priori. Después tendría mi recompensa en casa o eso pensaba.

Aún recuerdo a la prostituta, vestida para la ocasión con un conjunto de lencería negro precioso.

Una morenaza de media altura, muy bien maquillada, con unas buenas tetas aparentemente y culo muy fuerte, también aparentemente muy duro.

Después de presentarnos y aceptar mantener sexo con Luz, pues por teléfono nos había dicho que solo estaría con ella, con mi rubia, si le gustaba de veras, comenzó a desvestirla delante de mí, obviamente después de cobrar los honorarios ya pactados por anticipado de 100 euros por una hora de dedicación lésbica exclusiva según nos había anticipado.

Empezó enseguida a besarla, a acariciarla, mientras Luz se dejaba hacer, con una cara de vicio que jamás olvidaré, ya les he dicho creo, mis amables lectores, que Luz era totalmente pasiva, y si no discúlpenme. Era Luz absolutamente pasiva en su mundo bisexual.

Me miraba de vez en cuando, con gesto agradecido por aquella fantasía que estaba a punto de cumplir, bueno, ya cumpliendo.

El tiempo pasaba volando y los orgasmos de Luz se repitieron en cantidad y calidad.

Se la estaba merendando enterita, como ella deseaba, lamió y comió todo su cuerpo, su boca y sus tetas, su cuello y su espalda, sus piernas, y sus pies, estos realmente eran preciosos. Especialmente se comió todo su maravilloso sexo al que dedicó muchísimo tiempo de aquella morbosa hora de sexo pasional bisexual.

Comió y lamió su sexo como les digo, todos sus jugos. Se vaciaba en cada orgasmo.

También disfrutaba la bella dominicana, a la vista de cómo se comportaba, pues era bisexual activísima, se notaba que lo disfrutaba de veras.

También por sus gemidos y contorsiones, cuando en alguna ocasión le hizo las tijeretas con movimientos híper sensuales y que excitaban tremendamente al espectador.

Yo estaba sentado allí viéndolas con una polla humedecida desde el primer segundo y que se ponía dura, muy dura, durísima por momentos, amenazando con hacer estallar mis vaqueros, con un calentón de muerte. Incluso ya se traslucía un poco de humedad en ellos.

El tiempo pasaba rápidamente para los tres. Disfrutando a nuestra manera cada uno, yo solo de voyeur. Pensando en sacármela y hacerme un pajote bestial, aunque no quería incomodar a la bella y activa anfitríona.

Al estar Luz ya saciada de orgasmos, es lo que tenía mi preciosa y rubia colombiana, que cuando ya había tenido una docena de orgasmos se cansaba y no quería seguir más, hizo ademán de que ya la dejase. No podía seguir más.

Prácticamente había pasado ya la hora convenida.

La bella morena de nacionalidad  dominicana según nos había confesado al principio de la sesión, se acercó al oído de Luz y le dijo algo. Rieron. Luz asintió con la cabeza diciendo un lacónico “vale”. No es Luz de muchas palabras.

Me llamaron a la cama, y sin pensarlo fui de cabeza.

Me desnudaron apasionadamente entre las dos, mientras mi novia me besaba agradeciéndome el detalle de haberla llevado a disfrutar de ese glorioso momento lésbico, la dominicana tuvo sus problemas al bajarme los pantalones, pues mi polla endurecida no le facilitaba la labor, pero por fin, segundos después,  la morenaza ya tenía mi pollaza en su boca y la relamía con placer, mientras yo estaba tumbado boca a arriba.

Había soltado una exclamación al verla.

¡Joder que bien armado está usted caballero!

Las sudamericanas son muy educadas en el trato.

Comía mi pollón con deseo pero con cuidado, dado mi enorme tamaño, y cuando la tuvo totalmente a su gusto y habiéndome colocado el preservativo con su boca, signo evidente de una buena profesional,  no sin cierta dificultad, se acomodó encima de ella, clavándosela de golpe.

Ambos estábamos suficientemente húmedos, incluso de más, a tenor de los clásicos…, chup, chup.

Ya saben.

Empezó  a moverse hacia arriba y hacia abajo, primero muy despacio, y poco a poco subiendo el ritmo, para continuar de inmediato a cabalgar con locura y frenesí hasta que se corrió intensamente gritando como una autentica loca.  Por un instante pensé en que terminaría viniendo la policía.

Nos dijo que era uniorgásmica, que ya no volvería a correrse en un buen rato pero que seguía cachonda y necesitada sacar leche. Mi leche.

Como yo aún no me había corrido, aunque estaba a punto, para cuando fuese menester correrse, me preguntó si querría correrme en su boca. Obviamente le dije que sí, pero con la condición de que dejase algo de leche en ella para pasármela al besarme en un glorioso beso blanco.

Me encanta el beso blanco. Accedió, sin problemas. Me encanta. como van sabiendo ustedes, el sabor de la leche, especialmente de la mía. Bueno, todas me gustan.

Siempre aguanto mucho, es necesario para poder satisfacer bien a una mujer, lo aprendí desde mi juventud, tuve buenas maestras en aquellas primeras maduras, mi tía abuela Rafaela, mi vecina Fernanda la viuda, e incluso Raquel aquella compañera excepcional en mi primer trabajo.

La experiencia me mostró el camino del placer, de tal manera que cuando más tiempo dura, más dura el placer para ellas.

Ya les he hablado de todas aquellas maduras que me follaba en mi juventud, en otros relatos.

No han sido las únicas, he estado con decenas de maduras, pero como pueden comprender en esta primera parte de mis memorias no puedo hablarles de todas.

Paciencia, ya las conocerán, especialmente a las más excepcionales.

Les confieso que puedo ser capaz de contener mi orgasmo el tiempo que desee, al fin y al cabo soy un experto en sexo tántrico, aunque a veces y como saben ustedes es necesario echar la leche o entrará ese terrible dolor en los huevos, si demoramos mucho su salida. Además que sepan, que cuanta más leche se saca, mejor estará nuestra próstata.

Es saludable sacar mucha leche, siempre lo he dicho y siempre lo diré, pero siempre teniendo en cuenta los deseos de nuestras damas anfitríonas. Jamás hay que dejarlas con ganas de sentir nuestras pollas duras dentro de ellas, hasta que ellas culminen su placer.

A veces he intentado todo lo contrario, correrme pronto, siempre que no había ninguna dama exigente de por medio, a fin de comprobar mi número de orgasmos seguidos con una mujer.

Hasta entonces había tenido varios, sin recordar exactamente el número, que calculo unos cuatro. Como verán más adelante, llegaría a cinco sin sacarla en una ocasión pletórica.

Es difícil valorar el número máximo de orgasmos de un hombre, pues depende del tiempo que dure la sesión, como todos ustedes saben de sobra.

Uno de mis conocidos de mi juventud, en su noche de bodas me dijo que se había follado a su mujer catorce veces. Creímos entonces que era una exageración. Puede que sí, o puede que no. La experiencia me ha demostrado que cada persona es un mundo.

Hablando de orgasmos y mujeres, lo cierto y verdad, es que en mi cabeza solo tengo un recuerdo negativo, el de una mujer que no conseguí hacer correr. Habré de contarlo, pues fue una experiencia si bien desagradable en ese sentido, muy agradable en su conjunto por las innumerables sensaciones bicuriosas con aquella pareja de amantes.

Ella me dijo que no pasaba nada, que era su problema, había estado tensa de más y que mi gran polla le hacía constantemente de manera continua mucho daño el coño, a pesar de haber sido madre varias veces. Es extraño, ¿Verdad?

En fin, todos los escribientes tenemos un borrón en nuestras vidas, como suele decirse.

Sé que puedo correrme mucho, ya a lo largo de la vida en ocasiones puntuales me he hecho pajas seguidas, llegando incluso a cinco de seguido en mi juventud, como mucho a tres en el pasado reciente, sin dejar de trabajar la polla con mi mano ni darle ningún descanso, viendo porno o ensoñando con alguna mujer a la que deseaba mucho, como a una de mis cuñadas, Petri, de las que tendré que hablarles, pues tardé más de veinte años en poder follármela. Eso sí que fue una gozada.

En ocasiones en que he tenido varias amantes a la vez, obviamente a veces he tenido que tener que practicar varias veces sexo en  el mismo día, incluso seis u ocho orgasmos he tenido a veces a lo largo de un solodía, todo un lujazo, e incluso llegar a casa y tener que darle su ración a la que entonces era mi esposa, si ella me lo pedía o insinuaba.

A veces no me lo pedía, pero si iba excesivamente caliente la he tenido que reconquistar sexualmente en la cama si estaba medio dormida, comiéndole el coño, pues como dice el dicho, cuanto más sexo haces, más puedes y cuanto menos sexo realizas, menos te pide el cuerpo.

En fin, a lo que iba, que ha habido días que no he tenido problemas en correrme ocho o diez veces a lo largo de todo un día.

Pero volvamos con la morenaza, que me enrollo de más. Perdónenme, pero es que una cosa trae a la otra. Espero no molestarles.

El tiempo apremiaba y con educación la morenaza decía que la hora había pasado, que había disfrutado mucho de mi rubia y con el orgasmazo vaginal que se había sacado al cabalgarme estaba bien, pero que seguía cachonda, que quería sacarme la leche con su boca.

Por cierto, una de las bocas más sensuales que recuerdo.

Me hizo bajar de la cama, se arrodilló ante mí, cogió mi enorme miembro endurecido hasta el máximo, se lo metió con cuidado poco a poco en la boca,  despacio, muy despacio, debido a mi tamaño, pero con muchas ganas, era demasiado gorda para su boca, comenzó a mamarme con deseo, con sensualidad y con un morbazo absolutamente inolvidable. Recuerdo haberme hecho muchas pajas, mucho después, al recordar aquella escena.

No quiero retrasar más mi relato. Suelo ser educado, sabía que el tiempo para una profesional es importante.

Mi leche estaba a punto y se la di enterita en su boca aguantando la respiración, en tres o cuatro golpetazos de leche caliente y deseosa de salir para llenar esa enorme y preciosa boca. Hizo gestos de atragantamiento, pero lo aguantó estoicamente y muy bien.

Disfruté de un súper orgasmo que hacía semanas no tenía con tanta intensidad.

La situación me había provocado una tensión sexual enorme.

No era de tragar leche como después me diría la morenaza de pelo y de piel, y al darme el beso blanco prometido me apretó toda mi corrida dentro de mi boca.

Sorprendido inicialmente, para mí fue un auténtico placer saborear y tragarme toda mi leche, más toda la saliva adicional, disfrutando de un apasionado beso con lengua para arrebañar todo en aquella boca preciosa de aquella lindísima y sensual dominicana, que aún recuerdo con un agrado enormemente sensual.

Ya saben por algún otro relato que disfruto mucho de la leche. Recuerdo aquella primera leche caliente ajena, la de Juan. Uhmmm. Me encanta.

Le di un “gracias” muy especial, se lo había merecido.

Nos dijo que había sido un auténtico placer atendernos. Al despedirse confesó, que no solía hacer sexo gratis sin haber cobrado, que la follada y la mamada eran un regalo y que lo había hecho de muy buena gana.

Estaba muy cachonda, nos dijo que aunque siendo muy bisexual le encantaba sacar la leche a los hombres, algo que me hizo recordar a mi ninfómana Gina, de la que les hablé en el relato anterior, pero ante todo, nos dijo la bella y sensual dominicana, que lo había hecho  por agradecernos nuestro saber estar y nuestra educación. Que volviésemos cuando quisiésemos.

Jamás la volvimos a ver. No he tenido jamás problema de dinero, pero prefiero gastármelo en comidas y seducciones con regalos y detalles a deseadas damas,  que en profesionales. Aunque todas las reglas tienen sus excepciones.

Nos despedimos y directamente nos fuimos a la localidad donde Luz vivía con sus amigas, al piso alquilado a una media hora en coche de la capital, en un pueblo de cierto prestigio industrial. Durante el viaje no dejamos de comentar la sesión. Había sido muy excitante para los dos. No dejaba de darme las gracias.

Había arreglado mi agenda para estar libre todo el día y Luz tenía todo el resto de la tarde libre, pues solía trabajar de mañanas.

Sin duda habríamos de pasar el resto de la velaba follando como locos. Llevábamos relativamente poco tiempo saliendo y aún tenía que follarla mucho y bueno. Así seria, aunque no como yo imaginaba.

Luz llevaba el coño algo irritado de tanta comida dominicana, y de tanto orgasmo. Me dijo que la dominicana se lo había follado mucho con su lengua, que la tenía grande y dura,  además de lamerle todos sus labios y su botoncito, o durito como dicen las colombianas. Incluso le había metió la lengua en el culo.

Aparentemente no podría hacer yo uso de su coño en un buen rato,  como además mi novia no era muy mamona de polla, solo lo justo y en momentos muy excepcionales, y yo iba muy cachondo, no tuve más remedio aquella tarde que estrenarle el culo con mi polla por primera vez en nuestra relación.

Al final le gustaría mucho follar por el culo y sería Luz la segunda de las mujeres que más me he follado por el trasero, la primera sin duda fue Rocío, que espero haya salido ya de la cárcel, a la que la llevó querer ganar dinero rápido.

Ya les contaré el correspondiente episodio y especialmente como nos quedamos su hija y yo, embarazada la niña sin desearlo en aquel momento, al enterarnos de que su madre había sido detenida en el aeropuerto de Málaga.

No sería la primera vez que me follo a una madre y a su hija, en esta ocasión no una al lado de otra, ya les relataré mis experiencias con hijas, madres, suegras y nueras.

Especialmente una experiencia excepcional fue con las Tatianas, madre e hija, y algo mucho más excepcional, la familia de portuguesas, pues a todas las de la casa me las follé, la madre, sus cuatro hijas y la única nuera, la de su hijo, obviamente mientras el cornudo estaba trabajando.

Todas me las follé en reiteradas ocasiones durante años, juntas y separadas. Por cierto, las conocí de pura casualidad. Próximamente conocerán en la segunda parte de mis memorias, esos increíbles encuentros y todos los detalles, incluyendo como grababa en video muchos de los encuentros con ellas, siempre con su consentimiento.

Volvamos al sexo anal con Luz.

Mi polla es anormalmente más grande y gorda como todos ustedes saben, y eso nunca me ha facilitado el sexo anal.

Luz había tenido ya sexo anal con alguno de sus amantes y padres de sus hijos, pero yo solo había taladrado dos culos hasta entonces.

Mi pollón es demasiado gordo. He de contarles la historia del “pimiento” alguna vez con mi amiga la peruana, Loli.

Después de follarle bien el culo a Luz, aunque tuve que dilatarlo muy bien con mis dedos, se le fue pasando lo del coño y terminaría follándoselo también en una tarde noche en que no me hartaba de follar, ni correrme.

La situación tan excitante con la dominicana había dado sus frutos. Estaba súper cachondo.

Pero sigamos con lo del trío del relato, que si no…, no llegamos.

Cuando Noelia, recién llegada de Medellín, y hermana de una compañera de piso de Luz, de nombre Claudia, apareció en nuestras vidas enseguida se hicieron muy amigas y pasaba muchas horas en el piso que teníamos alquilado en la avenida principal de uno de los pueblos más importantes de la provincia.

Empezaron poco a poco  a jugar las dos muchas veces solas en nuestra habitación de matrimonio.

Luz me había pedido permiso, me tenía en mucha consideración y todo me lo decía, era quizás bastante inocente. Como iba a prohibírselo, solo de pensarlo me ponía más cachondo. En todo caso, siempre he sabido que una mujer hace lo que quiere y no ha de prohibírsele nada.

En el mundo liberal he descubierto que el egoísmo va en contra del amor. El sexo es un juego, y creo humildemente que la mejor manera de relacionarnos los humanos, es en grupos unidos por sexo comunal. Sexo absolutamente libre, con cada una de las personas que libremente deseen hacerlo de manera recíproca.

Sigamos conociendo a Noelia.

Sí yo estaba, jugábamos los tres. Noelia era una autentica salvaje en cuanto al sexo. Jamás se cansaba, siempre deseando follar o comer coños. Su problema era la bebida, por lo que había que racionarle su consumo.

Se gustaban mucho Luz y Noelia, más bien gustaba mucho Luz a Noelia.

Ya les hablaré de aquel primer trío con Noelia, al que seguirían muchos más, pues fue espectacular, dado que Noelia era muy versátil, pues siendo  muy bisexual, era muy orgásmica, caliente y siempre con ganas. Una multiorgásmica pura de 23 tiernos añitos, y que al venir a España se destapó como una amante perfecta de hombres y de mujeres.

Noelia después de unas semanas de adaptación al pueblo, de pasar  muchos días a ver a su hermana Claudia, y de paso “comerse” a Luz, como decía ella, “¿Quiere que la coma mami?”, terminó como les digo  poniéndose a trabajar haciendo horas en casas.

Alquilaría después una habitación en casa de una chica separada cerca de nuestra vivienda.

Mientras tanto se había quedado en casa de unos amigos de Claudia, su hermana, a los que les pidió el favor, una pareja casada, de español y colombiana que iban mucho por la casa, de nombres Jorge y Tatiana, ya les hablaré de ellos, y especialmente de ella y de su madre de idéntico nombre.

¡Vaya par de mujeres, que no se cortaban de follar juntas a cualquier hombre que les apeteciese!

Como les decía, Noelia alquiló una habitación en casa de una mujer separada sin hijos. Se llamaba Marta. He de decirles que Noelia venía con un hijo recién nacido de padre desconocido y que encontró en Marta una ayuda inmensa con el pequeño.

Se hicieron inseparables, amantes inseparables. Como no podía ser de otro modo, ambas juntas terminaron yendo a visitar a Luz, para presentarla a Marta.

Aquella primera impresión de Luz a Marta seria especial, se cayeron las tres muy bien. Congeniaron tremendamente bien.

Enseguida y con la ayuda de unas copitas, acordaron las tres excitadísimas un encuentro para dar rienda suelta a todos sus instintos lésbicos.

El plan era poder estar juntas todo un fin de semana y probar un trío de dos activas contra una pasiva, mi Luz, algo que les sugerí y que ninguna había hecho hasta entonces.

En agradecimiento a mi idea, me propusieron que yo disfrutase de verlas.

¿Cómo no acceder a ello?

Luz era y es una preciosidad de mujer, rubia, con unos ojos claros y una boca muy sensual. Siempre ha sido muy deseada por hombres y por muchísimas mujeres.

En la capital yo tenía acceso a un apartamento en una urbanización privada con portero y piscina. Lo habíamos alquilados entre tres amigos y compañeros de aventuras. Allí celebraríamos muchas fiestas. Ya les referiré las más notables.

A Luz solo le dije que me lo habían prestado para aquella fiesta.

Era bastante inocente y nunca desconfió de mí.

Aquel excepcional fin de semana  de aquel verano llegó.

Organicé mi vida privada, mujer, exmujer e hijos propios y cedidos, con la excusa de un viaje de negocios para estar totalmente libre y dedicarme a la contemplación lésbica y quizás bisexual si pudiese llegar a hacer sexo con las tres sensuales y maravillosas mujeres, lo que en el fondo deseaba.

Pasaríamos juntos los cinco desde el viernes al mediodía hasta el domingo por la tarde.

El niño se portaba muy bien, mamar y dormir, era su única actividad. Un buen hijo.

No puedo calcular las veces que me follé a aquellas tres sensuales mujeres bisexuales, las veces que besé sus bocas por separado, pero también con besos dobles y triples y obviamente las decenas y decenas de veces que devoré aquellos tres maravillosos coños.

Al escribir el relato y recordar la escena vuelvo a excitarme, y tendré que hacer más de una parada para hacerme pajotes de recuerdo.

Siempre que estaban dentro del apartamento, entre baños y baños en la piscina, siempre estaban besándose, jugando, y especialmente comiéndose el coño de Luz, pero también entre ellas.

Durante aquel maravilloso e inolvidable fin de semana, si yo veía algún coño libre, mi boca lo comía, lamía y besaba. Si veía una boca libre también la comía y besaba y si no estaba libre metía mi boca a trompicones y compartía besos  dobles y triples.

El ambiente fue tremendamente sexual y todas ellas estaban a gusto…, muy a gusto.

Cuando se me ponía dura la polla, siempre encontraba un coño donde aplacar mi calentura.

No eran ellas de comer pollas, más bien de comer coños, al menos dos de ellas, de tal manera que todas las personas a excepción del niño comimos muchos coños y polla aquel glorioso fin de semana.

Ellas tuvieron decenas de orgasmos y yo también.

Aun a día de hoy recuerdo ese olor a sexo caliente y húmedo en aquel apartamento de ensueño.

El quinto de la fiesta, el bebé no nos dio mucho ruido como ya les decía, aunque en plena fiesta, el encargado era yo de atenderle y meterle el chupe cuando se despertaba y lloraba, cosa que hizo muy poco, al ser un bebé muy comprensivo, dejando a su mami, sus amigas y a este relatante disfrutar mucho y bueno de aquel cuarteto inolvidable.

Como saben me gusta le leche materna, y hube de robarle algo de leche destinada al niño aunque a regañadientes de su madre. Estuvo enfadada un rato por ello, aunque sin dejar de comer el coño de Luz.

No se me ha de olvidar decirles que muchas de las personas de aquella urbanización tuvieron que mirar y cotillear mucho sobre nosotros. Ellas me miraban a mí y no acertaban a pensar que tipo de relación habría entre nosotros cuatro y ellos las miraban a ellas y me miraban con evidente envidia.

Ese mismo verano, semanas después volvimos a dar de hablar bastante en aquella piscina, pues para ayudar a pasar un mal trago a la hermana de Luz, que también se llamaba Claudia como la compañera del piso y que había roto con su ultimo novio, organizamos otro agradable y memorable fin de semana junto a uno de mis compañeros de juegos que estaba separado. La siesta anal del domingo fue memorable dado que después de dicha siesta hubo de abrirse las ventanas durante horas.

Hasta el próximo capítulo, que ya les anticipo que será sobre algo que no suele gustarles mucho a las lesbianas, la leche…

08/13. CHORROS DE LECHE INFINITA EN AQUEL PRIMER BUKAKE…

Cuando uno tiene una nueva novia, nueva amante y futura nueva mujer,  en aquella ocasión la futura cuarta esposa, y ésta tiene un deseo por cumplir, como no proporcionárselo…

Eloísa es maravillosa.

Eloísa es muy liberal.

Eloísa en muy caliente.

Eloísa es muy puta.

Eloísa es demasiado sexual para ser verdad.

Eloísa es de verdad.

Nos conocimos a través de un amigo común en un centro de formación haciendo un curso de especialización pedagógica, yo lo daba y ella lo recibía, hace ahora unos quince años de aquel maravilloso encuentro.

Yo tenía entonces 37 años, ella 26.

Corría el año 2.005.

El año anterior recuerdo que me habían violado unas jóvenes cachondas en mi casa. Lo relato en el último capítulo.

Volvamos a lo que estábamos…

Ambos habíamos follado no mucho, sino muchísimo…, a aquellas edades aparentemente tempranas, sobre todo ella, pues teníamos una afición común, el sexo liberal, nos encaprichamos el uno del otro, follábamos juntos de muerte.

Al final, nos enamoramos. Ella dejó a su novio y yo a mi mujer.

En la actualidad tan solo somos amigos y amantes. Seguimos con nuestras fiestas. Tenemos una gran relación, pero el amor se acabó. Ella sigue viniendo a las fiestas con su actual marido o alguno de sus amantes, y yo con mi última mujer, Margarita. Ya les hablaré de ella.

Volvamos a aquellos maravillosos años con Eloísa.

Todos sabéis lo que es un bukake, que también puede escribirse bukkake o bucake.

Para los no iniciados, les diré que el bukake en una práctica sexual, un encuentro de sexo en grupo donde varios hombres juegan con una mujer de diferentes formas, pero con la obligación teórica de terminar eyaculando todos juntos al mismo tiempo encima de ella, generalmente sobre su cuerpo, pechos y cara.

Generalmente ella se encuentra arrodillada ante ellos.

Yo hice una pequeña variación.

Generalmente también la mujer suele comerse todo el semen.

En el ambiente liberal, al menos en nuestro grupo de intercambio sexual lo llamamos “ponerle a la invitada que lo desea, el pijama de leche”.

Si amigos, no he de olvidar decirles que desde que nos conocimos Elo y yo, así llamaba a Eloísa en la intimidad,  desde ese primer minuto en que comenzamos nuestra andadura juntos y hasta que nos divorciamos, comenzamos a formar y conseguimos llegar a hacerlo, un sólido grupo de parejas liberales que hasta la entrada de la crisis de la pandemia del Covid-19, nos juntábamos todos los sábados en diferentes sitios de nuestra región, nuestra casa, un chalet, una casa rural o simplemente en el campo a hacer cruising, siempre dependiendo del número de parejas.

Por cierto, ella sigue viniendo a muchas de las fiestas a pesar de que vive fuera de España, concretamente en Andorra.

Hemos hecho cientos de reuniones a cual más excitante. Habré de hablarles de muchas de ellas, cientos de anécdotas que hemos vivido, sexuales y de todo tipo.

Ya les hablaré en el futuro de nuestras fiestas e incluso de nuestros grupos en kik en donde nos organizamos.

Solo decirles que en la actualidad nuestro centro neurálgico de encuentros está situado al sur de Madrid, en una localidad muy conocida en el límite provincial con Toledo.

Si alguna pareja está interesada en el mundo liberal, solo tiene que decírmelo.

Además de hacer las reuniones convencionales de intercambio de sexo, hacemos reuniones puntuales por temáticas sexuales diversas, unas clásicas y otras que nos hemos inventado, entre otras, fetichismo, bukake, gang band, salas oscuras, sexo al aire libre, interraciales, reuniones de caravanas sexuales, senderismo sexual, y turismo sexual, entre oitras…

Sigamos con el bukake, pues se prepara una fiesta con mucha leche…, como todos ustedes suponen.

El bukake tiene su origen según un mito en el antiguo reino de Japón en donde se empleaba esta práctica para castigar delitos de infidelidad de la mujer. Como les digo, parece un mito, dado que en aquellos remotos tiempos, la infidelidad de la mujer casada se castigaba con la muerte. Eso está acreditado.

Desde el boom de la industria pornográfica a partir de los años 80, se suele consumir innumerables videos pornográficos de todo tipo de prácticas sexuales, en las que el bukake encontró muchos aficionados.

En realidad la palabra bukake es la forma sustantiva del verbo japonés bukkakeru que significa arrojar o salpicar agua u otro líquido.

Realmente se utiliza habitualmente allí, sin ningún tipo de connotaciones sexuales al describir la acción de verter un líquido, generalmente agua, aunque podría ser cualquier líquido, pero  generalmente en mucha cantidad, suficiente para llenar algo o empaparlo.

En gastronomía japonesa se designa como bukake al plato que se prepara al verter caldo caliente sobre fideos de diversas formas, grosor y textura.

Cuando estos fideos son los normales, se denomina a esa sopa bukkake-udon, mientras que si los fideos se hacen con una harina de trigo especial, parecido al trigo sarraceno en una receta tradicional japonesa, enormemente complicada, se denomina bukkake-soba.

No dejen de probar ambos paltos, son una delicia.

Lo de los fideos, lo aprendí en un restaurante exquisito en mi segunda visita al congreso anual que se realiza todos los años en Hong Kong, en su Centro de Convenciones y Exposiciones de la feria anual para adultos, allí llamada AAE, es decir, Asia Adult Expo, en donde además de las novedades internacionales del mundo del erotismo, siempre hay un pabellón específico dedicado al misterioso Japón, pues resulta que tiene unas costumbres sexuales y eróticas algo diferenciadas no solo de los occidentales, sino también del resto de los asiáticos, incluyendo los chinos.

Ya les hablé en mi relato sobre las braguitas, de las máquinas expendedoras. ¿Lo recuerdan?

En aquel pabellón japonés del que prácticamente no salí, salvo para mirar lo más avanzado sobre las sex machines, aprendí cosas tan interesantes como que los japoneses son muy aficionados a los dibujos animados sexuales.

También aprendí, que a ellos, les gustan sobremanera las mujeres con gafas, que incluso se ponen sin graduar como gancho sexual y erótico,  y que hay un mercado pornográfico muy importante exclusivamente para consumo de mujeres japonesas, en donde se mezcla el sexo y el romanticismo, con muchísima demanda.

Compraría  finalmente una sex machine para Gina y varia  dos shows pornográficos en directo de travestis, puesto que además de comer muy bien todos los días y disfrutar de sake de calidad, el famoso vino japonés de arroz que adoro,  casi no salí de aquel pabellón tan encantador.

Por cierto, a las mujeres asiáticas en general y japonesas en particular, les encantan las pollas grandes a pesar de que muchas de ellas no consiguen ser penetradas.

Se lo cuento por experiencia, pues cada vez que voy a Oriente, he de venir satisfecho de género femenino oriental. Me encanta. Ya les contaré.

Pero sigamos con un  regalo sorpresa para mi novia y mi futura mujer aquel mismo año.

Cuando en medio de nuestros encuentros sexuales, dos veces por semana al principio, y de manera diaria cuando nos fuimos a vivir juntos a una urbanización de apartamentos a las afueras de la ciudad, me dijo que una de sus fantasías era hacer un bukake, no me lo pensé dos veces.

Sin decirle nada, le preparé una fiesta sorpresa en condiciones  para su siguiente cumpleaños, que además seria en apenas tres semanas, era el 18 de junio y que casualmente coincidía en sábado aquel glorioso año.

Conocía a una pareja que tenía un pequeño club liberal encantador y decorado con un excelente gusto, cerca de Madrid. Me escapé para verlos y después de saludarnos y tomar un Martini blanco, les comenté mi deseo.

Jesús y Vanesa que así se llaman, aceptaron el reto…, encantados.

Seria para ellos la primera vez en su local que harían, un bukake en toda regla.

Me dijeron que en ocasiones habían conseguido que una mujer sola, estuviese con varios hombres y que en ocasiones aquella mujer, una asidua cliente en especial, desease ser regada con la leche de tres o cuatro hombres. Pero nada más.

Había ido allí muchas veces con varias parejas de matrimonios, una de ellas, una pareja muy especial de un pueblo de los alrededores, la mujer literalmente se “cagaba” al correrse cuando le comía el coño. Ya les contaré mi sorpresa la primera vez.

Son una pareja encantadora que aun frecuento a pesar de la edad especialmente de ella, casi setenta años.

Sigamos con mi pareja amiga del club liberal.

Incluso había estado con José y Vanesa varias veces, eran ambos bisexuales y a ambos les encantaba comer mi gran polla.

Obviamente disfrutaba especialmente como saben de mi postura favorita, comerle el coño a ella mientras él me comía la polla, pero allí habíamos hecho de todo y seguiríamos haciendo, hasta que años después tuvieron que cerrar por unos motivos muy especiales. La les contaré.

Pues bien, les comenté a Jesús y a Vanesa, mi propósito y deseo de hacer cumplir la fantasía  de mi novia, y además de la habitual tarta, champán y esas cosas, tuviera como eje principal un bukake bien organizado.

Hice hincapié en ello.

La fiesta debía estar bien organizada…

Yo me haría cargo in situ de la organización de los hombres, pero ellos debían aleccionarlos bien, además de organizar la comodidad de Elo, les propuse un diván para que todos actuasen a su alrededor.

Fui estricto en el encargo, quería que se invitasen a una docena de hombres dispuestos a jugar al menos una hora con mi novia, y con la condición de correrse a mi orden todos al mismo tiempo sobre el cuerpo de mi querida Elo.

Todo quedo perfectamente claro y acordado.

Aunque dijeron que se comprometían a que hubiese allí aquel día, a la hora cordada, a las siete de la tarde de aquel próximo sábado siguiente, en  dos semanas, con “sorpresa especial”, hubiese como les digo al menos una docena de hombres, yo por mi cuenta puse anuncios en los días siguientes y quedé con media docena más, incluso llamé a un par de amigos de absoluta confianza del mundo liberal para invitarlos, aceptando de inmediato, amigos a los que encargué que no fuesen solos, por si acaso faltaba alguno de los de la docena encargada a Jesús y Vanesa.

Yo quería que hubiese doce chorros de esperma caliente al unísono por lo menos.

Sé a ciencia cierta, que siempre falla alguien. Quería asegurarme.

Habría alguno más. Les contaré.

Habíamos quedado a las siete de la tarde, dado que en esos clubes habitualmente las parejas suelen llegar a partir de la media noche.

Quería contar con tiempo para realizar la sorpresa a gusto.

Realizar el bukake, disfrutarlo y luego ir a cenar con Elo a un buen restaurante de la zona para relajarnos, e incluso si teníamos ganas aún, y ella no estaba muy cansada, volver al club a pasar el resto de la noche compartiendo sexo saludable con otras parejas.

El sexo es salud. El sexo compartido mucho más.

Incluso puse un anuncio en una página liberal de Madrid, para invitar a cuantas parejas quisiesen asistir a la celebración del cumpleaños de mi súper bombón.

También llamé a varias parejas amigas.

Claro está que les invité solo a la celebración tradicional de tarta y champán sobre las dos de la madrugada, una cosa habitual en estos ambientes, y mientras hacer algún juego adicional de parejas. Algún  Glory Hole, o algo en la Cruz de San Andrés.

Haríamos bastante mucho más como verán.

El día llegó.

La había felicitado la noche anterior, la del viernes a las 0 horas. Me gustaba felicitarla en el primer segundo del día de su cumpleaños.

A Elo le dije que iríamos al club y poco más. No me preguntó nada más. Es demasiado lista.

Mucho más inteligente que yo.

A mis contactos ya les había dado instrucciones. A José y Vanesa ya les había avisado que había invitado a varios hombres más, por si faltaba alguno de los que se habían comprometido a ir. Siempre falla alguien, lo sé por experiencia. He organizado muchos eventos.

Escuchando música romántica llegamos muy pronto al club. Eran las siete en punto.

La fiesta estaba acordada para las 7:30.

Elo no estaba sorprendida de que fuésemos tan temprano a un club. No me dijo nada. Esperaba obviamente una sorpresa, aunque me confesaría después que no se esperaba un bukake.

Al entrar al hall del club Jesús y Vanesa nos saludaron. Fuimos a cambiarnos, nos gusta estar cómodos. En bata fuimos a la barra y nos tomamos plácidamente un Martini.

El timbre sonaba de vez en cuando, y la gente pasaba directamente para dentro por el otro acceso que no pasa por la barra. Elo no podía ver a nadie.

Se oía algo de bullicio en la sala grande que no se veía desde allí.

Mi amor, le dije. Empieza la sorpresa de tu cumpleaños.

Sonrió maliciosamente.

Saqué del bolsillo de la bata uno de los pañuelos de seda negro de casa y se lo puse alrededor de sus ojos.

Le susurre al oído que se dejase llevar.

La llevé a la sala de la mano. Allí le quité la bata. Le comenté  que había un diván y que tenía que tumbarse.

La ayudé.

Los hombres estaban dispuestos, todos desnudos y tocándose sus pollas para endurecerlas.

Jesús y Vanesa, esta última especialmente, había preparado un escenario idílico.

El diván alargado especialmente preparado para follar cómodamente, aunque en esta ocasión haría otras funciones complementarias. Lo había forrado con una sábana oscura preciosa.

Pensé fugazmente  que toda la leche destacaría mejor allí.

El cuerpo desnudo de Elo también destacaría. Su piel blanca, su melena mediana rubia.

Elo se acomodó.

Le dije: Relájate. Confía en mí.

La ayudé a terminar de acomodarse plácidamente, abrí sus piernas, besé y lamí rápidamente su sexo. Tuvo un primer sobrecogimiento sexual, casi un ligero orgasmo.

Acomodé brazos y piernas.

Me acerqué a ella, le di un beso caliente y húmedo en la boca.

No les he dicho aun que Elo es multiorgásmica.

Los hombres estaban allí preparados. Conté, había catorce. Como me suponía siempre falla alguien. Había logrado el objetivo de tener al menos doce pollas para sacar mucha leche calentita.

Sabían lo que tenían que hacer.

Jesús y Vanesa los habían aleccionado previamente.

Se dispusieron alrededor del diván alargado. Alrededor de Elo.

Déjate hacer, le recordé finalmente a Elo. Confía en mí.

Ok mi vida, me contestó.

Cogí la mano derecha de Elo y la acerqué a la polla más próxima. Enseguida empezó a manosearla y sonreír.

Hice lo propio con la mano izquierda.

Elo ya estaba entretenida manoseando dos pollas de mediano tamaño.

Perfecto, pensé.

Al que se quedaba entre medias de los dos anteriores,  le susurré al oído que acercase su polla a la boca de la cumpleañera.

Elo al sentir la polla en sus labios enseguida empezó ligeramente ladeada a comer polla.

Ella no lo sabía, pero no dejaría de comer pollas durante más de una hora.

Luego se sorprendería de haberse comido hasta dieciséis pollas, una seguida de otra.

Al resto les iba susurrando que empezasen a tocarla por donde quisiesen menos su coño de momento, besarla en sus tetazas, manosear sus piernas, sus caderas, sus pies…

El que estaba enfrente de su sexo, le dije que le empezase a comer el coño suavemente. Lo había tanteado previamente y ya estaba húmedo. Elo estaba cachonda desde el primer momento, quizás desde mucho antes.

Al pasar unos cinco minutos, les hice señales para que corriesen un turno, es decir que aquella primera polla que estaba siendo acariciada por la mano derecha de Elo, pasase a ser lamida por la boca, y así sucesivamente a  todos, que corriesen un turno, que avanzasen en el círculo y siguiesen haciendo lo mismo que hacía el hombre que tenían a su izquierda previamente.

Elo se quedó un segundo cortada al sentir que las pollas se soltaban de sus manos y su boca. Me acerqué y le dije que era un correturnos, que no se preocupase.

Asintió sonriendo.

Las pollas iban poniéndose como estacas, duras y brillantes gracias a la saliva de Elo, a la propia saliva de aquellos que tienen esa costumbre de ayudarse con su saliva a irse meneando la polla, y obviamente mucho más gracias los líquidos preseminales.

El coño ya estaba bien empapado cuando me tocó comerla en mi turno. Yo empecé a formar parte del corro en cuanto todo estuvo organizado.

Cuando llegó mi turno siguiente en el coño empecé a follármelo para que se fuese abriendo.

A partir de entonces les fui diciendo a los catorce hombres adicionales que el que llegase al coño podía además de comerlo, follarlo, pero siempre con condón. Tenía preparadas a mano varias cajas.

Algunos por no parar a ponerse los preservativos, ni paraban. Otros sí.

Era una delicia esa rueda del placer. Elo disfrutaba como una loca. Empezó a correrse cada vez más.

Gritos y gemidos permanentes ayudaban a consolidar un ambiente sexual espectacularmente morboso.

Ella no tenía un gran orgasmo, ella tenía muchos microorgasmos, en una serie aproximada de unos cuatro o cinco pequeños y uno un poco mayor a continuación y así indefinidamente.

Ya podía hablar libremente, ya que Elo sabía lo que estábamos haciendo.

Les dije a todo que habríamos de corrernos todos a la misma vez, pusimos la hora “H” en las nueve.

Quedaba aproximadamente una hora.

Les dije que hiciesen el favor de controlarse, que la clave del bukake es el momento de eyacular todos juntos.

Que les avisaría unos minutos antes del momento álgido.

Que si alguien se ponía cachondo de más, que dejase el círculo un momento y descansase durante unos segundos.

Así fue pasando el tiempo.

Todo funcionaba a la perfección.

Éramos muchos pero nos organizamos. Hasta Jesús participaba, se había puesto cachondo.

Éramos en total dieciséis. Catorce invitados, Jesús y Yo.

Sería un espectáculo ver tanta leche salir junta, si lo conseguíamos.

El tiempo que faltaba, se hizo cortísimo en aquella situación tan morbosa, tan excitante.

Elo comiendo pollas constantemente.

Sus tetazas igualmente eran comidas y lamidas permanentemente. Sus grandes y oscuros pezones lamidos, mordidos y pellizcados.

Todo su cuerpo era manoseado sin descanso.

Algunos lamían sus muslos también. Algunos se agachaban y lamían los dedos de los pies.

Su coño era bien comido o bien follado de manera continua y permanente.

Sus caderas permanentemente en movimiento por el placer que recibía.

Cuando se cansaba de tener la cara hacia un lado comiendo polla, la cambiaba al sitio contrario, pero no dejaba de lamer pollas constantemente.

La hora se aproximaba, les dije a todos los presentes que se fuesen preparando.

Elo, le dije, la leche va a salir y todos vamos a echártela al mismo tiempo en tu cuerpo.

Asintió con la cabeza.

A fin de evitar manchar el pelo, ya saben que las mujeres tienen sus manías, les dije que todos apuntasen al cuerpo, no a la cara, especialmente a las tetas. Los que no estábamos a la altura de las tetas le echaríamos la leche en sus caderas y muslos. Que evitasen echar leche en el coño.

El  momento llegó.

Eran las nueve.

Preparados…, a la de tres.

¿Vale?

Asintieron unos de voz y otros con la cabeza. Todos estaban concentrados.

Todos controlaban ya sus pollas con sus manos, se habían posicionado en sus lugares.

Elo dejó de chupar y manosear pollas.

Yo me puse enfrente  del coño.

En primer lugar para controlar leche ajena, que alguna podría caer por error y en segundo lugar para empezar a comerme mi propia leche que es lo que más me gusta, comer mi leche del coño de mi mujer.

Algunas gotas extras lamería. Algunos chorros llegarían muy largo.

Preparados. ¿Vale?

Todos se atizaban la polla en diferente control de velocidad.

Uno…

Las caras eran morbosas, tenían todos, las facciones tensas.

Dos…

Era un momento único.

Y Tres…

En ese mismo instante, chorros y chorros de leche empezaron a salir de todas las direcciones. También la mía. Miré a Jesús, también la suya. Prácticamente todos.

Quedaban dos o tres que se afanaban todavía para que saliese.

Tranquilos les dije, cuando salga la echáis.

Algunas pollas no dejaban de sacar leches. Casi todas seguían echando más golpetazos de leche.

Fueron unos segundos mágicos.

Vanesa echaba fotos. Luego disfrutaríamos de las vistas de las leches saliendo, decenas de ríos de leche al unísono.

Algunas leches habían cruzado el cuerpo y habían llegado a los hombres de enfrente, a los lados del diván, al suelo.

Que locura…

Elo que ya tenía las manos libres, empezó sin quitarse aún el pañuelo, se lo había pedido expresamente en uno de mis susurros previos, ya estaba comiendo leche a dos manos.

Se limpiaba las tetas con los dedos y de inmediato se los llevaba a la boca.

Por mi parte comí rápidamente toda la leche del coño.

Inmediatamente me puse con su muslo derecho. Lamí mucha leche que caiga.

Luego el izquierdo. Que rica leche, caliente y sabrosa.

Ellos se iban apartando según terminaban. Ninguno era de comer leche.

Me fui a uno de sus lados, empecé a comer la que caía por su costado derecho.

Luego al izquierdo. Ella seguía comiendo la leche de sus tetas y cuello. Alguna quedaría para mí. De momento, estaba muy largo de la leche de sus tetas. Seguro que no me dejaba, la ansiosa.

Era una competición entre ella y yo comiendo leche.

Diferentes sabores, texturas. Uhm.

Una auténtica delicia. La polla se me pone dura al recordarlo.

No tengo palabras para describir todo lo sucedido. Había sido insuperable. De verdad.

Tocaba la cena, y no tendríamos demasiada hambre…

Trece leches juntas según podía comprobar alzando la mirada pues aun tres seguían pajeándose para sacarla. Joder todo un record. Mientras terminaba de relamer la leche del cuerpo de Elo, vamos la que me dejaba, los tres que no se habían corrido al tiempo, se empezaron a correr, casi prácticamente juntos.

Elo se centraba en recoger la última leche de sus tetas y ya se afanaba por limpiar la que le había resbalado al cuello y la nueva que acababa de llegar. Yo me centraba en el resto de su cuerpo, especialmente su vientre y una de sus caderas.

La leche había chorreado por todos sitios.

En su ombligo se quedó un resto, parecía una pequeña piscina. La sorbí de una.

Los restos de leche que quedaban de la primera y multitudinaria fase estaba prácticamente lamida, los pocos restos que aún quedaban ya se habían enfriando por momentos. La leche de los tres últimos que se habían corrido aún estaba caliente.

Elo esta última es para mí, le dije.

Déjame algo, suplicó. No le hice caso.

Mientras ella se repasaba la del cuello, yo me afanaba en terminar la leche que podía ver y conseguir.

Esas últimas leches calentitas fueron para mí. Saquí mi gran lengua y recorrí todo su cuerpo desde sus grandes tetas hasta alrededor del coño. Ya no quise lamer el coño por si había algún problema higiénico.

Mi lengua fue pasando como una segadora comiendo el césped.

Lamí todos los restos fríos que quedaban junto con los otros tres últimos golpetazos de leche caliente.

Uno de ellas en cantidades industriales.

Lamí y lamí.

Sentía una tremenda excitación.

Tuve una erección bestial, como ahora mismo al recordar tan excitante momento.

Mi polla durísima tuvo que entrar en su coño.

Me meneé frenéticamente y me corrí nuevamente.

Mientras empujaba dentro de su coño con mi gran polla, aprecié un resto de leche entre sus tetas, me lancé como un loco a por ella.

Lamí mi último resto de leche ajena aún caliente, con la polla aun durísima dentro de su coño caliente y húmedo.

Elo se corrió en ese preciso instante una vez más de manera muy intensa.

Nos quedamos unidos durante unos segundos.

La levanté del diván.

Todos la aplaudieron.

Se quitó la venda y agradeció la velada.

Le levanté el cabello.

Un resto de leche caía sugerentemente por su espalda.

Lamí…

Uhm que gozada,

Joder que delicia.

La última leche es la mejor.

Una auténtica y morbosa situación.

El olor a semen inundaba la sala.

Espero, mis amigos lectores, que hayan disfrutado de la escena.

Al releerla para corregirla, no he podido resistirme y al recordarla, me he tenido que hacer una súper paja. Algo de leche he tenido que relamerme de la que ha quedado entre mis dedos.

Estaba muy caliente.

Mi slip esta húmedo y blanquecino, por el líquido preseminal.

Sigamos, que aún queda noche…

Después de aquel excepcional y morboso bukake, nos duchamos, nos arreglamos y salimos a cenar.

Ya tenía reservada una buena mesa en una terraza con música en directo. Tomamos obviamente un menú especial para amantes enamorados sexuales, algo ligero, pues no es bueno cenar mucho.

Ya saben el dicho, de grandes cenas están las sepulturas llenas.

Unos canapés de salmón, acompañados de un excepcional vino rosado, espárragos a la plancha con salsa de langosta y un popurrí de postres de chocolate, fresas y nata, un capuchino y una buena copa de gin-tonic.

Todo muy despacio, saboreando la cena y saboreando el recuerdo de la sesión.

Realmente no teníamos mucha hambre, pues habíamos tomado bastante leche los dos, pero relajados y a gusto cenamos pausadamente.

Dimos un plácido paseo andando por los alrededores.

Volvimos al club. Eran más de las doce de la noche.

Fue una grata sorpresa comprobar que no dejaban de llegar parejas, nos juntaríamos aproximadamente unas cuarenta parejas, llegando a cubrir totalmente el aforo del local.

Jugamos, reímos y tomaríamos tarta y champán.

Saludamos a todas las parejas que venían a nuestro encuentro.

Nos felicitaban por el bukake.

Lo ocurrido en la sesión hace unas pocas horas había corrido como la pólvora en el local.

Los hombres solos se habían marchado. Solo quedábamos parejas, iba a ser una fiesta privada.

Las pocas parejas que llegaron después de la una y que no venían a la fiesta, pero que eran conocidas se unieron a nuestra fiesta.

Una locura de orgia se montó a lo largo de toda la noche.

Jugamos como tenía previsto en primer lugar al concurso de glory hole, para romper el hielo.

Elo, la reina de la fiesta se comería en primer lugar una docena de pollas con final feliz, mientras todas las mujeres alistaban más pollas con sus bocas. Luego todas las mujeres que quisieron, comieron pollas sorpresa en los diferentes huecos glory hole del local.

Los hombres de las parejas iban quedándose saciados de orgasmos poco a poco. Bueno, sus pollas.

Algunos hombres se hicieron pasar por mujeres y también comieron polla escondidos bajo la oscuridad del pasillo francés, o glory hole.

Cuando todos los hombres quedaron exprimidos, o mejor dicho sus pollas, las mujeres tenían derecho a ser usadas recíprocamente.

Por ello, todas las que quisieron, se acomodaron en la barra sentadas con las piernas abiertas sin bragas, con sus húmedos coños al aire,  bajo toallas para estar bien acomodadas,  en total unas doce, les vendamos los ojos y todos los hombres que quisieron y bastantes mujeres comieron coños hasta que aquellas mujeres en la barra dejaron de abrir sus calientes y empapados coños, después de correrse decenas de veces. Elo fue una de ellas. Sus gritos de placer sobresalían por encima de todas las demás.

Hubo en el diván que había utilizado Elo, una mujer que empezó a hacer squirting a chorros. Fui a ayudarla. Ya me había merendado la docena de coños de la barra, haciendo correr la gran mayoría de ellos. Fue inolvidable. Algunos hombres que no lo habían visto nunca quisieron probar. Yo les indicaba como meter dos dedos en el coño y como frotar las glándulas de Skene con los restantes.

Era casi la hora de comer tarta y beber champán a la salud de Elo.

Llegada la hora se paralizó el juego, se preparó la tarta, los platos, las copas de champan, beberlas, brindar, cantar el cumpleaños feliz…

Vamos lo normal.

Una vez tomado el tentempié seguimos jugando.

Pasamos a la ruleta de la cruz de San Andrés.

Jugamos a atar voluntarios y voluntarias en la cruz de San Andrés por turnos. Había una ruleta y según la suerte se realizaba el resultado, azotes, besos negros, anal, masturbación, mamada… En mi turno en la cruz, me lamieron tres o cuatro mujeres y dos de ellas me harían correr, una comiéndome la polla y otra follándomela a continuación, pues no se me bajaba. Estaba súper cachondo toda la noche. Yo atado a la cruz, esta última, ella delante con el culo en pompa, me había puesto previamente el condón, se agachó, buscó mi polla, la introdujo en su coño, se contorsionó durante unos maravillosos minutos hasta que me corrí como un león.

Joder que noche.

Después se me ocurrió invitar  jugar libremente en el cuarto oscuro sin límite, salvo follar, a fin de evitar una penetración sin protección.  Con el micrófono del local invité a todos los que quisiesen entrar.

Todos los voluntarios entramos en la sala oscura y con música de fondo empezó el desenfreno: besos, sexo oral, pajas, masturbaciones, lamidas, mordiscos, todo aquellos que quisiesen y lo deseasen lo recibían.

Ya saben ustedes las normas del ambiente, si alguien dice no, es no.

Fue genial. Me comieron la polla muchas personas, mi polla era una de las más buscadas.

Elo comió más pollas, comió y lamió decenas de leches más, según me contaría después. Yo obviamente no la veía, aunque si la oía de vez en cuando.

A veces como les digo, la oía, seguro que alguien le estaba metiendo los dedos en el coño o comiéndoselo.

Alguna polla entró en mi boca. Yo la metí en muchas.

Di muchos besos, alguno muy especial. Había una mujer alta y delgada. Nos besamos con pasión, pero sin hablar ni una sola palabra.

Todos los que saben de cuartos oscuros saben que aquello es especial, estás con alguien, te das la vuelta estás con otra persona. Manos te soban. Bocas te comen la polla. Te bajas, buscas coños a lamer. Subes, besas bocas. Tocas cuerpos. Es maravilloso.

Allí me correría un par de veces. También yo comí coños haciendo correr al menos a seis mujeres diferentes e incluso lamí una polla que terminó echando su leche caliente y sabrosa en mi boca, ya lo había comentado.

Toqué decenas de culos y de pechos, comí bocas a diestro y siniestro. Lamí cuerpos. Lamí pezones erectos de todos los tamaños. Me encanta sobre todo besar a desconocidas.

Bueno, me encanta todo en el cuarto oscuro.

La noche pasaba rápido.

En fin, durante un par de horas más la sala oscura era un entrar y salir. Estaba totalmente repleta.

Cuando Elo me buscó y llamó hasta encontrarme en aquella oscuridad total y pedirme que descansásemos acepté obviamente, estaba agotado, nos fuimos a descansar al yacuzzi un rato.

Allí se nos pegó una pareja de Madrid que no conocíamos. Se lo habían pasado genial en la sala oscura. Se llaman Mar y Pedro, desde aquella noche fuimos amigos íntimos de verdad. Hemos ido a su casa muchas veces y ellos a la nuestra. Cuando me separé de Elo al cabo de los años, Margarita mi actual mujer también les cayó muy bien.

Llevamos siendo amigos ya 15 años. Hemos madurado juntos en el sexo liberal. Incluso fuimos juntos al primer evento de Cádiz el pasado año. ¿Conocen el evento? M & M WEEKEND. Este año al que también estábamos apuntados ha sido anulado por la pandemia.

Allí solemos juntarnos unas doscientas parejas entre los asistentes fijos a la fiesta y los invitados de la zona que no se alojan en el hotel donde se celebra. Un hotel cerrado todo el fin de semana al servicio del maravilloso sexo en grupo.

Volvamos al yacuzzi, que me vuelvo a enrollar.

Quizás incluso sin saberlo habíamos estado juntos o revueltos alguno de nosotros cuatro en el cuarto oscuro. Lo hemos hablado en ocasiones. Jamás lo sabremos.

Es lo interesante de la sala oscura. Sexo a gusto, sin saber con quién. He de contarles decenas de cosas que me han pasado en cuartos oscuros. La última en Valencia, en un famoso club cerca del puerto. La les contaré.

Nos relajamos en el jacuzzi, nos dimos masajes, los unos a los otros, nos acariciamos y besamos los cuatro de forma heterosexual y disfrutamos de un gran momento de intimidad y placer. Somos educados mayoritariamente en este ambiente y en el jacuzzi es mejor no correrse por higiene.

Cuando estuvimos muy calientes nos fuimos los cuatro a un cuarto privado y follamos con ganas, con muchas ganas, echamos al menos dos polvos cada uno y ellas se corrieron otra media docena de veces. Había y sigue habiendo una especial interconexión entre cuatro personas que han follado juntos. Fue un doble placer, conocer aquel día a Mar y Pedro.

Al terminar y estar relajados los cuatro durante unos minutos, nos despedimos, no sin antes pasarnos en un papel su teléfono. Lo metí en mi pequeña cartera de muñeca en donde suelo llevar los preservativos.

¿Qué hacemos mi amor? Le pregunté a mi rubia.

Elo me dijo que diésemos una vuelta por el local a ver que había de interesante.

Tardamos dos minutos, aquello es relativamente muy pequeño, tardamos como digo dos minutos en acoplarnos a la cama redonda donde se respiraba un cálido y apretado clima sexual.

Sexo y más saludable sexo. Después de practicar mucho sexo, se suele descansar de muerte. En mi consulta de terapia de parejas, cuando la tenía abierta al público, hacía énfasis en ello. Si no puedes dormir, folla y si no tienes con quien follar en ese momento te haces pajas.

¿Hasta cuándo, me preguntaban mis pacientes?

Hasta que te duermas, les contestaba.

Sigamos con la fiesta.

Pasamos un rato con unas pocas de parejas, follamos un rato. Comimos pollas y coños. Hablamos y conversamos. Nos felicitaron por la fiesta. También por el bukake del que habían oído hablar todos con todos los detalles. Durante años aquella fiesta fue recordada. Dejaron decenas de teléfonos a nuestra disposición en la barra del bar muchas parejas.

Llamamos a todos. Tenemos educación ante todo. De aquellas llamadas nos resultaron muchas citas y buenos amigos.

Volvimos a pasear y descansar un poco. Tomamos agua para refrescarnos. Fuimos al servicio.

Nos duchamos juntos, nos besamos. Elo me comió la polla un rato. Follamos en la ducha. Estábamos y seguíamos muy excitados.

Fuimos a dar otra vuelta. En una de las habitaciones grandes se oían muchos gemidos y nos asomamos.

Estaban haciendo un twister.

Todos contra todos, enrollados como un tornado.

Nos acoplamos y engrosamos el grupo humano. Elo cogió la primera polla que vio libre y yo hice lo mismo con el primer coño. En un twister eres incapaz de saber realmente con quien estás.

Fue genial. Pasamos un rato bastante largo con este divertido juego.

No puedo decir que hizo Elo, pues dejé de verla enseguida. Yo saqué varios orgasmos comiendo coños y varias bocas diferentes se enfrascaron mi polla.

Dura pero sin ganas de sacar leche aparentemente. Había follado cuatro o cinco veces corriéndome hasta entonces, sin correrme media docena más entre el privado, la cama redonda, la ducha y el twister,  además me había corrido tres veces más, al principio como recordarán dos en el bukake y otra más en el Glory Hole en mi turno. También en la cruz.

Parecía mucho pero seguía tremendamente excitado.

Creía que no me volvería a correr. Estaba equivocado. Me correría dos veces más.

Fui al servicio, y de pasó me duche. Estaba acalorado. A la salida una mujer alta y delgada de pelo cortísimo, me paró, y sin mediar palabras me besó con pasión, recordé aquella boca y aquellas formas del cuarto oscuro, aunque especialmente por su pelo cortísimo.

Yo también la había buscado pero sin éxito.

Me encantan las mujeres casi rapadas. Ella no lo estaba pero su pelo era cortísimo. Estaba también buscándome, según me dijo, desde que había estado conmigo en el cuarto oscuro. Se sintió atraída por mí, mis feromonas la habían sobreexcitado. Las suyas a mí también.

Después de besarnos apasionadamente, como si no hubiese un mañana, me cogió de la mano. Me dejé arrastrar.

Nos fuimos a un apartado privado, echamos el cerrojo. Allí hicimos un sexo apasionado, realmente excepcional y absolutamente maravilloso. Jamás he vuelto a verla, no nos presentamos, ni nos dimos nuestros números, pero no me hubiese importado volver a verla, desearía hacer sexo al menos medio millar de veces más con aquella desconocida.

Aún sigo buscándola por todos los cuartos oscuros para volver a besarla de aquella manera tan especial. No solo a ella, a muchas más. Tengo ingentes recuerdos de decenas de mujeres maravillosas.

Fue sensacional. Siempre quedará ese recuerdo excepcional con ella. Aquella desconocida alta, delgada de pelo corto, está entre mi Top Ten mental de mis mejores amantes.

Volví al twister en donde aún se encontraba Elo, obviamente con una polla en la boca.

Nos miramos, nos besamos. Le apetecía intimidad y fuimos a recostarnos a un privado.

Despacio, muy despacio hicimos el amor apasionadamente. Volví a correrme. Volvió a correrse.

Durante unos minutos nos quedamos traspuestos, besándonos dulcemente.

Las luces empezaron a parpadear, era la hora de pensar en marcharnos.

Jesús y Vanesa nos felicitaron efusivamente por aquel grandioso día en el club. Hicieron un regalo muy especial a Elo. Un elefante pintado que aún tengo en casa, que utilizo de sujetalibros. Elo no quiso llevárselo, cuando nos separamos años después.

Estábamos exhaustos. Cerramos el local sobre las siete de la mañana.

Habíamos sido la primera pareja en entrar y fuimos la última pareja en salir.

Estábamos bastante cerca de casa, paramos a tomar un buen chocolate con churros en un local que frecuentamos algunos domingos.

Nos mirábamos, sonreíamos.

Nuestras caras hablaban por sí solas a causa del cansancio y las horas de sexo gratificante con decenas de extraños y algunos conocidos.

Nuestra mirada cómplice hablaba por nosotros al mismo tiempo.

¿Nadie de los aquí presentes se imagina de dónde venimos, verdad cariño? Susurramos los dos al mismo tiempo o algo similar.

No sería el único bukake de la que sería mi mujer durante años. Haríamos algunos más a lo largo de los meses y años siguientes.

A Elo le encanta recibir leche en su cuerpo, llegaba incluso a correrse al sentirla caliente en su piel, principalmente en sus tetazas.

A Elo como han visto le encantaba el sabor de la leche. A mí también. Soy un puto envidioso.

Llegamos a casa cerca de las ocho de la mañana absolutamente rendidos, había sido una fiesta sorpresa o casi sorpresa espectacular.

Elo estaba encantada, aunque rendida.

En el siguiente capítulo he de hablarles de cómo organice un casting muy especial buscando semilla paterna para mi amante Luz…

09/13. UN CASTING PARA UN EMBARAZO…

Tener una amante no es sinónimo de querer tener hijos con ella en la gran mayoría de las ocasiones, pero Luz se sentía sola y quería tener un hijo conmigo… No pudo ser, pero sí el embarazo…

Ya les he hablé en un relato anterior sobre mi segundo trío con mujeres, de cómo conocí a Luz y lo morbosa que era, eso sí, a su manera.

No le gustaba comer mucho la polla, pero sí mi culo. Algo incómodo al principio, por la novedad. Mi ano ha sido muy delicado muchos años.  Me encanta desde entonces que me coman el culo y muchas más cosas.

Les cuento sobre Luz, no sobre mi culo, del que ya les hablaré en su momento y muy especialmente de quien me lo desvirgó con un buen trozo de carne, no con consoladores anales que ya me lo habían desvirgado muchas veces. Con mis manitas de usuario. No piensen mal.

Luz utilizaba la píldora para no quedarse en estado, y así evitar que una rotura de preservativo pudiera llevarla a un tercer embarazo, que de momento no deseaba.

Luz tenía dos hijos ya en su país, pero poco a poco se empezó a sentir sola en España.

Para entonces éste que les relata, en aquellos tiempos del casting,  ya se había casado tres veces y tenía siete hijos, entre propios, extraños y algún caso excepcional, como es el de una sobrina que sin certificar oficialmente,  también era mía según su madre, mi tía. Posiblemente es verdad. Bueno, seguro.

Esa sobrina y su hermana me darían muchos problemas de todo tipo. Su madre, mi tía Lucía, terminó estando muy enferma. Su marido se había suicidado tirándose al tren. Al morir bastante joven, sus dos hijas se vinieron a vivir conmigo, al ser el tío “rico” de la familia. Cuidé de ambas hasta que se independizaron.

Me darían mis dos sobrinitas muchos quebraderos de cabeza, e incluso una mala noche en el sentido de que me violaron entre ellas y sus amigas. Próximamente he de contarles este episodio de alguna manera “siniestro” en el que mis dos sobrinitas, una de ellas, más que seguramente hija mía, alentadas por sus amigas, y el exceso de alcohol me llegaron a atar durante todo dos días y dos noches y abusaron de su situación superior. Según creo me follaron todas. Cinco en total, aunque siempre dudé de que hubiese una más.

No me da reparo haber tenido sexo con una hija. Entiendo y he leído mucho al respecto de que el sexo debe ser natural.

Cierto es que me correría muchas veces, en aquel “simulacro” de violación, fueron muchas horas. Dudé en algún momento si Pili, mi sobrina-hija había participado, pero de su mirada cómplice deduje que sí.

El día de su despedida de soltera, meses después, me lo confirmaría en una situación absolutamente hilarante e irracional que ya les contaré.

En un próximo capítulo les relataré aquel “bochornoso” suceso de mi “violación”, que obviamente no denuncié, por evitar no solo las repercusiones penales a aquellas jóvenes ebrias, sino también que tuviese trascendencia pública y social que pudiera afectar al grupo empresarial que dirigía. También me gustó mucho. He de confesar que el sexo no consentido tiene su morbo.

Vayamos al relato de hoy, un relato ciertamente atípico.

Estaba harto de tantos hijos pidiendo y pidiendo.

Había decidido dejar de fabricar hijos.

Había cogido cita en una clínica privada sin decir nada a nadie y me había hecho la vasectomía. Para evitar dar explicaciones a nadie, aproveché que tenía un viaje de negocios pendiente por Marruecos, en donde se estaba construyendo un complejo turístico del que era accionista, y así nadie vería los cardenales que salen a partir del día siguiente, que los que se han operado saben muy bien.

Doce días sin follar, aunque no sin tener experiencias en Marruecos. Allí conocería a Amina, que meses después me haría disfrutar enloquecidamente. Una historia absolutamente sensual la de Amina y la su hermana Fátima. Unas amantes especiales. Ya las conocerán a fondo. Se lo prometo, aunque eso será al menos en la tercera parte de mis memorias.

Sigamos con el casting para Luz.

Se preguntaran el motivo de que mis esposas o aquellas amantes que engendraron hijos míos consiguiesen quedarse embarazadas. Sencilla y mayoritariamente me engañaban. Decían que tomaban píldora y llegado el momento me mentían. Jamás he tenido sentimiento paterno, ni jamás lo tendré. Cada cual es como es.

Realmente la situación económica en que me dejaría mi abuelo paterno al morir seria la razón, de no querer tener más hijos y tener en el futuro problemas con herederos.

Mi único hermano no había llegado a graduarse en la universidad. En mi caso sin dejar de trabajar obtuve dos títulos universitarios estudiando a distancia. En España había muchas oportunidades y en la localidad en que vivíamos había universidad a distancia, en una de las calles más céntricas.

Al licenciarme en Económicas y enterarse mi abuelo paterno, me mandó llamar y me hizo comprometerme a dirigir su entramado empresarial sobornándome emocionalmente con la excusa de una reconciliación con su hijo, mi padre y también con la excusa de su edad. Eso era cierto a medias. En fin, esa es otra historia que quizás le cuente alguna vez.

Con apenas 25 años no tenía problemas de ingresos económicos, pues las empresas prosperaban bajo mi dirección y al margen del buen salario que obtenía y un porcentaje en beneficios muy apetitoso, mi abuelo me donaba permanentemente bienes inmuebles que naturalmente ponía en arrendamiento. Le caía muy bien y no tenía otros herederos, salvo  mi hermano y yo. A mi padre jamás llegó a donarle nada, aunque no le faltaría de nada.

No es dejar de ser humilde, si les digo que mi abuelo era uno de los tres empresarios más respetados de la provincia. Muy trabajador. También con mucha suerte.

Llegué a tener hasta una treintena de propiedades urbanas en la localidad, en Madrid y en costa, tanto en Málaga como en Alicante.

Me había reservado tres viviendas para mí, dos en la localidad donde residía y otra en Madrid donde empecé a ir con cierta frecuencia. Fiestas notables organicé allí y también en el chalet a las afueras de la localidad donde residía, donde me escapaba con amantes casadas o solteras y con matrimonios amigos de la zona, a los que les gustaba hacer tríos en el ambiente liberal.

Por el contrario en el piso en donde vivía con mi segunda esposa, que por cierto me duró muy poco,  era un lugar sagrado para el sexo, o más bien la falta de él.

Entre que jamás consintió en hablar de sexo liberal, me refiero a Nieves, mi segunda esposa y que ella era asexual, o más bien absolutamente lesbiana y frígida, creo que fue aquel inmueble en que vivimos apenas dos años, el inmueble en que menos sexo se realizó de toda España y parte del extranjero. Al menos follar coño. En fin, eso será otra historia aunque muy histriónica.

Sigo con el relato que me enrollo como siempre.

Como les he dicho en alguna ocasión, cuando tengo relaciones sexuales esporádicas, siempre he utilizado el preservativo, hay que cuidarse. Pero cuando intimo de manera permanente con una mujer y ella acepta el hecho, me encanta el sexo al natural.

Además de creer que disfruto más, es algo psicológico que ocurre con mucha frecuencia, principalmente es el hecho de mi adicción a comer mi propia leche.

Cualquier leche me encanta si sale de un coño bien follado.

Quizás  mi afición al sexo liberal y a hacer tríos viene de eso.

He estado con muchas parejas y matrimonios. Me encanta follar mujeres delante de sus maridos, no me da nada de corte, pero sobre todo me encanta que ellos se calienten y al final se las follen y ello pueda redundar en lamer esa lefada marital final.

Uhmm que rico es el sabor de leche con fluidos vaginales. Propia y/o ajena.

Todos ustedes saben que muchos de esos maridos quieren ser protagonistas del denominado rol del cornudo o rol cuckold, como se dice en fino.

También ocurre que algunos de esos maridos, en el fondo lo que quieren es ver, tocar o quizás lamer la polla de otro hombre, es menos habitual, aunque también me ha ocurrido.

El mundo liberal tiene sus sorpresas.

Lo normal en tríos y lo digo con alto nivel de experiencia, especialmente en las grandes capitales Madrid y Barcelona, es que esos hombres tengan una gran  necesidad morbo y un erotismo alto…, por encima de la media.

Es realmente morboso ver disfrutar a tu mujer con otro, además de muy satisfactorio que ellas sean naturales. Si quieren follar con otros van a follar, lo sepas tu o no.

El sexo es natural y todas las personas deseamos sexo con otras muchas personas más al margen de nuestras relaciones sentimentales.

Saber diferenciar el amor del sexo es fundamental para tener una mente equilibrada. Eso creo, desde un punto de vista profesional, al fin y al cabo, llegué a ser un buen terapeuta matrimonial, como recuerdan cuando les hablé de mi primo Trín.

Siempre he dicho lo mismo, tanto en conversaciones liberales como en mi etapa profesional ayudando a parejas, la sinceridad es fundamental en una pareja. Han de decirse absolutamente toda la verdad, sobre sus deseos íntimos y fantasías. No dejarse nada sin hablar, especialmente en relación al sexo. Pues en caso contrario, pueden darse cuenta quizás demasiado tarde, que sus parejas han llevado una doble vida. Eso sí que es una gran decepción, y lo digo por haber sido informado en mi consultorio con todo lujo de detalles de decenas de casos.

Incluso a veces sin posibilidad de retorno, si se han dado cuenta al final de sus vidas, al morir sus cónyuges y aparecer cartas, testamentos, o quizás otra familia en otra ciudad.

Hay muchas dobles vidas por el mundo. Se lo aseguro.

Ven como me enrollo. Discúlpenme. Sigamos con el relato de hoy.

Cuando conocí a Luz ella follaba siempre con preservativo y además tomaba la píldora anticonceptiva por si acaso, como ya les había comentado antes. Era muy joven, apenas veintidós años cuando la conocí y ya tenía dos hijos.

Ya les relataré cómo los tuvo, con quiénes, en qué circunstancias y con qué edades. Luz fue mi precoz. No se preocupen, que no daré detalles significativos que puedan alterar ninguna relación a día de hoy.

Follábamos mucho y bueno.

Ambos teníamos una dilatada vida sexual. Éramos morbosos y eso atrae sexo a raudales.

Nuestro primer encuentro fue excepcional, ya lo relataré pues fue extremadamente raro, dado que en ese momento yo iba buscando una mujer que aceptase dar y recibir lluvia dorada, de manera recíproca.

Quería hacer sexo con ella pero que ambos hiciésemos al final lluvia dorada el uno al otro.

Todos ustedes saben lo que es. ¿O no?

Anhelaba sentir aquellas sensaciones maravillosas que en mi mente estaban y que aún no había realizado,  deseaba encontrar a alguien en la que pudiese orinarme, orinar todo su cuerpo, orinar su coño y su culo, que además desease probar mi dorado líquido.

Ojo, que no era egoísta, que yo quería que me hiciese ella lo mismo. Ya les relataré aquella morbosa situación y cómo “pusimos” aquellas toallas en el suelo. Después vendrían muchas jornadas doradas más, muy doradas.

Buff, que pasada. Un tremendo morbazo, se lo aseguro a todos.

Es inigualable y excitante sentir la cálida sensación de una mujer o de varias que riegan su dorado líquido por todo mi cuerpo. Dejando el remate final en tu boca. La aspereza en la boca y el ligero escozor en la garganta. Es genial.

Lo revivo y me excito.

Después de aquel inicio tan morboso con Luz, pues obviamente aceptó aquel primer reto y le encantó igual o más que a mí, nos centramos en una relación realmente mágica y excitante.

Mucho sexo, tríos con sus amigas bisexuales y algunas orgías en el piso, pero cada cual con la suya. En eso era un poquito rara, jamás consintió en estar con otro delante de mí, salvo alguien que muy pronto van a conocer…

Vamos a ello.

Pasaron los años, ya les he dicho que con Luz he estado casi doce años de relación. Sigo relacionado aun con ella, pero todo cambió al conocer a mi última mujer Marga. Margarita.

Era Luz, muy callada, muy reservada, jamás me pidió matrimonio, ni yo a ella. Miento, en Palma de Mallorca se lo pedí, pero en aquella ocasión ella tenía otras cosas en la cabeza. Tuvo una pequeña depresión por la enfermedad grave de su madre.

En fin, ella en España y sus dos hijos creciendo en su país, el primero con los abuelos y el segundo con su exmarido y su nueva esposa.

Luz se sentía sola, muy sola.

Luz quería tener un hijo conmigo. Fue evidente poco a poco, pues sacaba el tema muy a menudo.

Había dejado de tomar las pastillas anticonceptivas, sin decirme nada,  y al no obtener el resultado deseado, me lo preguntó directamente.

¿Oye José, tú no puedes tener hijos verdad?

Jamás nos mentimos y asentí.

Siendo conciso en cuanto a verdades y mentiras, decirles que ella solo desconocía de mí otras aventuras con otras  mujeres, y mis encuentros con matrimonios en mis habituales tríos. No quería saber nada de ello.

Ella jamás aceptó el mundo liberal, aunque me lo consentía a regañadientes.

En consecuencia, habíamos pactado no hablar de aquellos dos temas. Ella lo suponía y solo me había pedido que fuese cuidadoso, que no quería que le trasmitiese una enfermedad.

Ella estaba a gusto como estaba, la trataba como una reina, no le faltaba de nada. Además ella tenía un trabajo a tiempo parcial, en una empresa de limpiezas,  que le daba suficiente para ayudar a su familia, padres, hermanos e hijo mayor, que todos lo necesitaban.

Jamás me pido dinero para ellos. Si en alguna ocasión les mandé algo, fue sin que ella lo supiese. Se hubiese sentido muy mal. Era y es muy orgullosa en ese sentido.

Luz era feliz conmigo a su manera, aceptó su papel de ser la otra, aunque se encontraba sola. Ella era feliz, lo sé, salvo lo de su anhelada y creciente necesidad maternal.

Quería ser madre conmigo.

Lo había intentado y al no conseguirlo, por ser yo estéril, se frustró y mucho.

Intenté convencerla para que se olvidase, pero no lo conseguí. Tiene un espíritu maternal muy fuerte, un espíritu que jamás comprendería, aunque lo respetaba mientras no interfiriese en nuestra vida sexual y en nuestros jueguecitos dorados.

Ella me prometió que jamás tendría queja de ella en ese sentido. Fue cierto hasta el último día de nuestra relación física, que tuvo que acabar porque el deseo también se acaba o al menos se aminora.

Volvamos al deseo maternal de Luz.

Le di la solución enseguida. Busquemos a alguien que te folle y listo.

Su mirada indignada me sorprendió, o no tanto. Estuvo varios días sin hablarme y muy enfadada. Al cabo de unas semanas accedió.

¿Y cómo lo haremos Jose?

Ella no me llamaba José Miguel. Me llamaba solo Jose. Su hermana me llamaba de otra manera. Habré de hablarles de su hermana mayor Carolina, eso sí que era una fiera en la cama y le gustaba ser follada de tres en tres o más. Joder con Carolina. Se pondrán tibios ustedes al conocer algunos episodios de su vida, alguno me contó y en alguno intervine. Me hizo prometer que jamás contaría nada al respecto, y menos a su hermana. Espero que no lea el relato.

Sigamos con el futuro embarazo de Luz.

Luz tenía decidido hasta el nombre de su hijo, le pondría Miguel, por su “padre”. Yo.

No le gustaban los nombres compuestos, en Colombia son muy habituales como saben.

Concebiría un hijo para mí. Otro más, no importa, sería el octavo. Me juró y perjuró que jamás me reclamaría nada. Lo sé. Por ello, Miguel también figura en mi testamento.

Enseguida me puse al asunto. Ella se quedó perpleja con mi plan.

Mataría dos pájaros de un tiro. La metería temporalmente en el mundo liberal y de paso tendría su hijo deseado. Lo primero, obvié decírselo.

Puse anuncio en las páginas habituales de tríos liberales. Puse anuncios buscando hombres casados que quisiesen tener aventuras. Invité a varios a amigos casados de confianza a conocer a Luz.

A ella le dije que la única manera de acceder a su pretensión era buscar un hombre adecuado, quedar con él, conocerlo, si nos caía bien, irnos a la cama con él y que la follase. Jamás decirle nada a él. Yo me haría cargo de los gastos de su futuro hijo o hija.

Bromeábamos al respecto, yo quería una hija que fuese como ella. Ella me advirtió.

¡Yo solo sé hacer cabezones, ya verás!

Tenía razón.

El casting estaba en marcha.

Tuvimos un montón de citas con chicos. Ninguno de la localidad a fin de evitar problemas futuros con parecidos o por coincidencias, que a veces las hay. Nuestras citas las hicimos mayoritariamente en la capital de la provincia, algunas en Madrid y algunas en la costa que frecuentábamos en vacaciones cortas algunos fines de semana.

Mi propósito principal era disfrutar de tríos con ella, lamer mucha leche ajena de su coño y de paso que mi joven Luz tuviese su anhelado y deseado tercer hijo.

Pensaba para mis adentros que tendríamos muchas citas, pero me equivocaba.

Tuvimos decenas de citas. Me ponía cachondo de pensar en verlos follársela, de lamer mucha leche caliente ajena.

Mala suerte. Ninguno le gustaba.

Impaciente, al final le dije que así no tendría un hijo.

Estuvo varios días indecisa. Mientras yo cachondísimo, tenía que incrementar mis citas con matrimonios amigos.

Me impacientaba algo. Lo notó. En la cita doce o trece, me dijo que vale, con este.

Se llamaba o se seguirá llamando Armando, era visitador médico. Contestó al anuncio. Nos entrevistamos. Le pareció bien. A mí también. Tenía buena planta.

A Armando le contamos una milonga, es decir pocas verdades.

Que éramos nuevos en el mundo liberal, que queríamos iniciarnos en un trío y que buscábamos a alguien con experiencia. Él dijo tenerla. Nos dijo que frecuentaba algunas parejas.

Quedamos en el día y sitio.

La fecha más fértil ya estaba casi seleccionada. Armando organizó su agenda de viajes para aquella semana.

Utilizaríamos el apartamento de la urbanización en la ciudad. Donde habíamos hecho el cuarteto de tres bisexuales. ¿Lo recuerdan?

A mí me gusta el sexo con clase. Teníamos que preparar la cita adecuadamente. Preparé una cena, velas, música. Un buen ambiente. Todo se desarrollaba a la perfección. Luz parecía emocionada. Lo estaba. Deseaba ese hijo con ganas.

Lo tendría, pero no con Armando. Tampoco él nos dijo toda la verdad.

Les diré que Luz era un reloj. Que tenía el periodo perfecto. Sin variar ni un solo día. Calculamos el periodo fértil y en el día propicio plantamos la cita.

Ella me había dicho que solo una vez, que no quería estar folleteando con unos y con otros. Que bastaría con una sola vez.

En eso no estaba del todo acertada.

Armando se la folló, aunque debo de decir que algo rápido.

Les cuento.

Después de la cena, nos pusimos a bailar por turnos. Música romántica. Empezamos a jugar al strip póker para romper el hielo. Cuando estábamos desnudos los tres, la polla de Armando se puso en condiciones. Nos acostamos en el dormitorio. Promoví juegos orales para ir humedeciendo la puerta de la fábrica de hacer niños.

Ya habíamos anticipado a Armando que ella tomaba la píldora y que no había riesgos de embarazos. Quisimos generar la confianza. Él hablaba de enfermedades, le convencimos de que éramos un matrimonio fiel, nada de promiscuidad, que no teníamos otras relaciones y que buscábamos un amante fijo único, que él nos había caído muy bien y que queríamos que fuese él.

Que cada vez que viene por la zona, vendría a casa y pasaría la noche con nosotros.

Algo permanente y discreto.

Eso pareció convencerle.

En fin, después de jugar un poco como les estaba diciendo…

Después de ver ese súper cuerpo desnudo en la cama.

Después de comerles las enormes tetazas de Luz entre los dos.

Después de tener varios orgasmos.

Después de meterle mi polla para irle haciendo sitio.

Después de todo eso, pues no parecía tener mucha prisa, le dije a Armando que se la empezase a follar.

¡Coño!

Se la metió y en el primer envite, en un solo segundo se corrió.

Se disculpó. Se apreciaba que estaba avergonzado.

No pasa nada Armando, la próxima vez aguantarás más. Avergonzado de verdad pidió retirarse y se fue.

Jamás volvimos a verle.

Ya habíamos pensado en la estrategia a continuación de la lechaza del padre anónimo.

Meterle mi polla un buen rato para que la semilla no se saliese.

Luego ponerle una almohada en los riñones. Subir y recoger sus piernas y cerrarlas para que el fruto cuajase.

Así lo hicimos. No pude remediar correrme al meterle mi polla,  pues la excitación del momento era muy especial.

Había sido muy corto el momento de leche de Armando, pero al ser la primera vez de un trío con mi Luz, yo estaba muy cachondo.

Sin dejar de sacarla, me volví a correr. Dos veces. Le comía los pezones y ella empezó a tener orgasmos y orgasmos. Me corrí una tercera vez sin sacarla. Estaba cachondísimo por la situación a pesar de la “rapidez” de Armando.

Ella un poco mosqueada.

¿Qué te pasa Luz?

Nada, que no, que este tío no me ha preñado. Lo presiento.

Así fue, y así pasó.

El cabrón debía también de estar operado.

Nuevamente a seguir con el casting. Yo tan contento. Haría más tríos. Qué iluso.

Más citas. Teníamos un mes entero para conocer a otro candidato.

Otras quince o veinte citas.

Ella estaba muy segura, yo no tanto. Comprobamos en días que no estaba embarazada.

Ella lo decía y las pruebas también. En todo caso, como yo digo, más vale que sobre a que falte.

Más pruebas de casting.

Más citas.

Las semanas pasaban y no salía nadie que le gustase.

Esto se eternizaba.

Pensé en un amigo casado, Álvaro. Le conté la milonga. Aceptó. Se lo presenté. Le gusto.

Pues nada, a follar con Álvaro. Buena gente Álvaro. Mejor gente su mujer. Ya verán.

Llegó el día y repetimos el proceso. Álvaro se portó mucho mejor. Era muy morboso y follarse a la amante de un cliente y amigo le puso a mil. Me lo confesaba. No hay secretos entre él y yo. Bueno, solo uno, ya verán…

Elegimos el día y nos pusimos como con el anterior a la cena y juegos. Pero Álvaro desde el primer momento quería follar y follar. Estaba impaciente. Estaba muy morboso. También es cierto que no quería llegar tarde a su casa, su mujer era muy seria, yo la conocía algo y no quería tener bronca con ella.

Aceleramos la cena al máximo, no hubo que hacer juegos para romper el hielo. La polla de Álvaro pedía guerra desde el primer momento.

En cuanto vio desnuda a Luz, Álvaro se lanzó a mamarle el coño, mientras yo le comía las tetas. Luz se corría como una loca y Álvaro más y más excitado. Luz y yo sabíamos que sus orgasmos eran a causa de mi comida de pezones. Además Álvaro tenía más bien la polla pequeña y a Luz, le gustaba sentirse muy llena para poder tener orgasmos vaginales o clitorianos.

En fin, se acopló y le metió la polla.

Álvaro aguantaba más. Le estuvo haciendo una buena follada, durante casi media hora. Luz se veía algo incómoda. Al final se corrió exhausto. Eso sí, le echó un buen chorrazo de leche.

Nada más sacarla se empezaba a salir su gran corrida. De inmediato me acoplé, no para lamerla, que alguna lamí, muy poca lamentablemente, sino para taponarla el coño. Álvaro se fue. Y nosotros a lo nuestro. Le metí un pollazo para ayudar a la simiente a entrar a la fábrica de niños. Incluso no pude dejar de correrme por la excitación del momento. Luego otra vez y luego otra más. Me pone cachondísimo que alguien se folle a mi mujer, o a mi novia.

Luego lo de siempre, nos mantuvimos en posición con almohada y piernas en alto para que cuajase nuestro Miguelito.

Ese si cuajó aquella noche. Yo ayudé con mi tapón. Seguro.

Yo ya sabía de las dotes follatorias de Álvaro.

Tenía otra amante en aquel momento. Eso, tener ambos amantes, nos unió mucho. Se follaba a una secretaria de una empresa que yo también conocía. Estaba casada y era muy cachonda. Después quedaría con ellos un día. Quizás para devolverme el favor.

No les relataré en el futuro nada de aquel trío,  porque aquella mujer no me gustó en la cama, tenía unas tetas caídas y muy feas. Aunque era y es muy simpática. La última vez que la vi a solas, me confesó que hubiese deseado jugar más conmigo. Que aunque a Álvaro no le iban los tríos, a ella le había puesto muy morbosa la situación.

Ellos se llevarían muy bien pero no teníamos química los tres juntos. Aquel trío que echamos semanas después de la fecundación de mi Miguelito, no dejaría en mi vida ningún recuerdo digno de mención.

Quizás obré con demasiada celeridad, creo que a Toñi, que así se llama, aún le queda el regusto de aquel trío y he de preguntarle la próxima vez que la vea si hizo algún trío más. Si me dice que no, la apuntaré al siguiente. Quizás nuestras feromonas se reactiven. Además, creo que tiene necesidad de sexo. A los cincuenta dicen que las mujeres se ponen hechas unas tigresas folladoras de puta madre.

Todos tenemos derecho a una segunda oportunidad. ¿Verdad?

Me desvío como siempre. Sigamos con Álvaro y de paso…, con su mujer.

Álvaro quiso estar más veces con nosotros, pero le contamos la milonga de que Luz se había enfriado con los tríos.

Seguíamos con nuestra vida profesional normal desde entonces. Comíamos de vez en cuando por motivos de trabajo, siguió con Toñi su amante durante mucho tiempo., hablábamos e incluso nos invitó a mí y a mi mujer de entonces,  Nieves, a su casa una noche a cenar con ocasión del nacimiento de su tercera hija.

Bromeaba con ello. Álvaro es incapaz de hacerme un hijo. Solo sabe hacer meonas. Decía su mujer. Pobre cornuda inocente.

Bueno, no tan inocente.

Fue aquella noche en un momento en la cocina en que Paula, la mujer de Álvaro, me dijo que la ayudase. Debería estar muy cachonda con lo de la cuarentena, cuando en un descuido me tocóla polla y me dijo dos o tres insinuaciones leves.

Nunca me había fijado en ella, era muy alta, algo desgarbada y con una cara algo ruda. Pero me miró de una manera tan morbosa, especialmente al paquete, que cambié de opinión al segundo.

¡Joder que bien armado estás!

Tenía un papelito preparado con el número y me lo metió en el bolsillo.

¡Llámame mañana por la tarde!  Me ponía en el papelito.

Joder, con la seria y desgarbada. A las cuatro en punto la estaba llamando y antes de la siete, ya me la había follado tres veces.

Salimos de la cocina después de que me corriese en su mano. Estaba demasiado cachondo y me hizo una paja súper rápida mientras yo le metía los dedos en el coño.

Pronto sería mío. Joder, y muchas veces…

Álvaro y Nieves hablaban de política. Joder que pérdida de tiempo.

Álvaro no volvería a hacer ningún trío con nosotros en nuestra cama del apartamento, bueno ni en ninguna otra cama.

Muy al contrario de ello, fueron muchas las veces que me acostaría en su cama con su mujer, en su casa.

Me confesó en la intimidad, después de aquel primer y maravilloso polvazo triple que le eché al día siguiente, que lo que quería únicamente era mamar mi polla y sentirla en su coño, dada la gran diferencia de tamaño con la de su marido.

Aquel primer polvazo triple no sería el único.

Había apreciado inmensa mi polla a simple vista, me diría que quería tener una polla así en condiciones en la boca y su coño alguna vez. Tenía ese capricho. Jamás había sido infiel a su marido, pero que quería probar una polla grande de verdad, alguna vez.

La verdad, que es que repetiría muchas veces. Mentirosilla.

Me confesó que su marido la tenía pequeña. Me hice el tonto. Era seria pero muy viciosa.

Incluso quiso meterse mi polla en su culo, pero no lo conseguimos. Tampoco lo intentamos con mucho empeño. Se comió y se folló mi polla hasta que se marcharon destinados a otra ciudad. Realmente se envició en mí. Joder con la fea.

Álvaro es muy buena persona, algo inocente. Jamás hubiese pensado nada malo de su mujer.

Vaya mujer. Otra viciosa más para la lista Top Ten de viciosas, no de bellas, ni de cuerpazos. Era más bien fea, bastilla, pero muy morbosa. Eso también me encanta. He follado con mujeres que otros han rechazado. Me viene a la memoria Ángela, la “perra” obesa. Eso sí que es una mujer morbosa. Prometo contarles.

Pero volvamos a la futura maternidad de Luz, que siempre me enrollo. Lo siento.

Álvaro quiso volver a follar con Luz muchas veces. Me lo insistió muchas veces más. Al final desistió. Estaba tan a gusto con su mujer y con su amante. Yo también, especialmente con su mujer.

Esta se quedaría de piedra, si supiese que sí sabía hacer hijos al final. Jamás descubría ese secreto a nadie, salvo a ustedes ahora, después de bastantes años. Espero que Paula no lea el relato, es capaz de convencer a Álvaro de pedir derechos de paternidad. Confiemos en que no.

Mi gran amigo Álvaro tiene un hijo que no se parece a él, es tan blanco y rubio como su madre y se llama Miguel como su “padre”, al menos el que lo crió a tiempo parcial.

Lo más morboso de la situación, mis queridos amigos, fue ver cambiar el cuerpo de Luz mientras su embarazo progresaba, como me iba follando a mí adorada amante con aquel vientre que crecía y crecía. Llegue a follármela hasta el día antes de dar a luz.

Luz dio a luz a nuestro “único” hijo. Un hijo guapísimo. Su madre no estaría sola nunca jamás en España. Ahora mi Miguelito ya tiene 13 añitos. Me llamaba papá de pequeño, ahora me llama colega cuando me ve. Cabronazo.

No se lo he dicho jamás a Miguelito, pero los mejores momentos de mi vida con su madre fueron aquellos momentos después de que naciese.

Me la follé con muchas más ganas en los dos años siguientes, mientras compartía la leche materna con mi hijo. Me encanta la leche materna.

Quizás por eso lloraba mucho.

Hasta el próximo capítulo, que será sobre el record lechero que me sacó Purifi, mi nueva vecina…

10/13. CINCO SIN SACARLA CON MI NUEVA VECINA…

Cuando coges con deseo a alguien, llevando días sin follar, estás atareado en la oficina, tu familia de vacaciones en la playa en donde les has alquilado un apartamento,  cuando tu nueva vecina que es una auténtica cachonda en todos los sentidos quiere follarte, y además te reta, pasa lo que pasa…

Purifi es una mujer especial, a pesar de que el último día que me la follé, sus calcetines de media olían un poquito a queso, aunque no me desagradó el olor. Todo lo contrario. Aún recuerdo y añoro el último polvazo en un día lluvioso tumbado en la alfombra delante de la chimenea.

Purifi viene de Purificación como todos deben haber intuido, a ella le gustaba que la llamasen así.

Era de un pueblecito de Granada y su marido estaba destinado como topógrafo en una gran constructora, con trabajo para mucho tiempo por nuestra zona.

Estaban haciendo el AVE Sevilla-Madrid.

Estaba casado en esos momentos con mi tercera mujer. Hoy no les hablaré más de ella, salvo que se había ido de vacaciones con los niños y sin ordeñarme. Tampoco me ordeñaba muy a menudo.

Mi novia Luz había ido urgentemente a su país, pues su madre Doña Hortensia, como la llamaba por educación,  estaba bastante grave por culpa de cáncer de colón. Los colombianos en el trato como saben son muy educados. Utilizan mucho el usted. Yo lo hacía reciproco, al menos con sus padres y hermanos.

Era finales de julio y el trabajo se acumulaba por la presentación de impuestos, del segundo trimestre, incluyendo el impuesto de sociedades y el depósito de cuentas en el registro mercantil. Además en una de las empresas se había averiado una torre de refrigeración que nos traía de cabeza.

Vivíamos en un apartamento de planta baja que compartía el patio con otra vivienda de las mismas características.

El patio era enorme.

La división del patio estaba organizada con una línea de grandes maceteros en los que habíamos sembrado unos cipreses que hacían la función de valla divisoria, aunque sin ocultar totalmente las vistas.

Hasta hace pocas semanas la vivienda vecina estaba habitada por una pareja de ancianos. Ella se había puesto enferma y murió a consecuencia de un ictus previo. El viudo se había ido a vivir con una de las hijas y habían alquilado la vivienda.

En ese momento conocimos a Manolo y Purifi.

Nos habíamos presentado. Parecían agradables. Incluso nos habíamos intercambiado los números de teléfonos fijos. Por entonces no había móviles o había muy pocos. No lo recuerdo.

Por una pequeña discusión a causa de los humos de mi barbacoa. Me encanta hacer sardinas asadas, a pesar del mal olor. Son fuente saludable de Omega 3. Manolo y yo nos enfadamos un poco. De todas las maneras era un hombre muy serio, además de algunos otros detalles que me enteraría poco después….

Habíamos tenido unas palabras. Era Manolo, y seguirá siendo, algo más alto que yo y más fuerte. Independientemente de la tremenda cornamenta que inmediatamente le iba a salir.

Pero nadie me echa para atrás aunque llevase algo de razón. Me había disculpado, pero fue intransigente. Eso había pasado unos días atrás.

Nos seguimos saludando pero más fríamente.

No había notado yo nada de especial en Purifi.

Bien. Les contaré.

Había salido pronto de la oficina, era jueves, lo recuerdo perfectamente porque había pensado que al día siguiente, el viernes me iría a ver a mi familia a la playa. Pasar el fin de semana con ellos y volverme el domingo por la tarde. No pensaba en sexo con mi mujer. Ya saben la causa por otros relatos.

Realmente estábamos cerca de la playa, a unas cuatro horas. Al menos me relajaría. Podría tomar cervecita fresca en el chiringuito habitual y a la vuelta quien sabe, una autoestopista como la última vez. Ojala.  Habré de contarles...

Otra opción podría haber sido, pasar por aquel pueblecito cercano en donde había encuentros de cruising. Son estas experiencias muy morbosas. Ya les contaré alguna de las mejores…

Por supuesto que no iría en semanas a la playa. La culpa: Purifi.

Mi mujer no puso pegas a nada. La excusa del trabajo para un empresario es habitual.

Estaba en la ducha cuando sonó el teléfono.

Tenía planes para después de la ducha. Le había dado vueltas a la cabeza a hacerme una paja de una forma muy especial. Había comprado una enorme sandía madura en un frutero amigo de nombre Rubén.

Me gustaba la frutera, su esposa Cristina. Sus enormes tetas sobresalientes me hacían quedarme embobado. Tenía pensado tantearla, cualquier día de estos. Quien me iba a decir entonces que quien más me pondría era su madre, cuando las conocí en la intimidad meses después. Jamás he visto una anciana más cachonda.

Lo siento, pero las maduras me ponen muy…, pero que muy cachondo. Al fin y al cabo fui desvirgado por mi tía abuela Rafaela. Siempre he estado intentando conseguir el record de comprobar la madura más vieja que me puedo follar. El record lo tiene una de mis suegras con 88 años. Ya les contaré en otra ocasión. Hoy ya saben que tocaba Purifi.

Volvamos al pensamiento perverso con la sandía, antes de la ducha.

Había fantaseado con hacerle un agujerito, más bien agujerazo a la sandía y follármela un par de veces o tres, estaba cargadito de leche, lo notaba…,  y luego hacerme un batido con la pulpa, la leche y algunos hielos.

No me follé a la sandía. Ni me tomé el batido fresquito con golpetazos de leche cremosa.

El teléfono seguía sonando.

Tardé en salir, pues mientras salía de la ducha, me secaba e iba a coger el teléfono, pasaron unos instantes que se me hicieron muy largos, con pensamientos dispares, de quién me  quería dar la tarde, ese teléfono no lo tenía nadie especial, pero no perdía la esperanza al mismo tiempo de que fuese una llamada especial.

Acerté.

-          Dígame

-          Hola. ¿A que no me conoces?

-          No, le seguí el juego. Aunque tenía mis dudas, aposté por mi vecina Purifi. No quise arriesgarme. Quien eres, mujer de bella y sensual voz. Le dije en tono seductor.

-          Alguien a quien le gustas mucho. Muchísimo. (Me dijo)

-          Seguro que tú a mí también me vas a gustar y mucho. Tienes un tono de voz tremendamente excitante.

-          Cuando descubras quien soy, seré tuya, una noche de estas en que estás solo, mientras tu mujer y tus hijos están  de vacaciones.

-          Deseo que suceda esta noche. ¿Podría ser?

-          Lo será, siempre que adivines quién soy.

-          Lo intentaré, aunque no es fácil. Voy a coger la guía de la ciudad y voy a llamar a todos los números hasta que dé contigo. (Los teléfonos de entonces no tenían pantalla, ni quedaban reflejados los números de las llamadas entrantes)

-          Ja. Ja. Ja. Espero que tengas suerte. Estoy muy cachonda. Y colgó.

Busqué la agenda telefónica en donde había anotado el número de los vecinos.

Marqué. Habían pasado escasamente dos minutos.

-          Dígame. (Contestó con un tonillo risueño y medio en broma)

-          Hola Purifi.

-          Hola vecino. Así nos llamaba a través del patio cuando quería preguntar algo o pedir algo. Hola vecino. Hola vecina. El acento granadino o granaíno como dicen ellos, es una gozada de escuchar.

-          ¿Me has conocido antes, verdad?

-          Como no conocer a una mujer tan deseada como tú. No sé si lo habías notado pero desde que te conocí te deseé.

-          Lo había notado. Por eso quiero que me folles esta noche.

-          ¿Y tú marido? ¿Y tus hijos? (tenía dos hijos pequeños, Manolín y Puri la pequeña. Tampoco tenían mucha imaginación con los nombres).

-          Todo arreglado. Luego te cuento. Deja la puerta de la cocina abierta. Iré sobre la una.

-          ¿Cómo?

-          Tranquilo. Tú deja la puerta de la cocina abierta. Hasta luego. (Colgó.)

Desde su cocina a mi cocina solo había un obstáculo, la línea divisoria con los cipreses plantados en los maceteros que dividían equidistantemente los dos patios. Por ambos laterales era posible cruzar de patio a patio sin apenas esforzarse. Ella sin duda podría sin esfuerzo cruzar de patio a patio.

Les contaré que mi vecina a diferencia de su marido que era grandote, era delgadita. Ya había pensado en alguna ocasión como habrían salido sus dos hijos por aquel coñito y caderas pequeñas aparentemente. Incluso llegué a pensar que le habrían hecho seguramente la cesárea, al menos con el niño, que tenía todas las trazas de ser grandón como su padre.

Eran aproximadamente las ocho de la noche. Faltaban cinco horas. Se me hicieron larguísimas.

Di una vuelta. Cené algo que me fabriqué. Tengo buenas manos en la cocina. Me puse a ver una película. Eran las doce cuando después de darme una ducha, me acosté con el aire acondicionado a pasar la noche al menos fresquito.

Seguro que no venía. Había odio hablar a su marido. Incluso se había sentado en el patio a cenar.

Me acosté. Me acordé de la puerta de la cocina. Me levanté. Siempre hay que dejar una puerta a la esperanza.

Estaba cansado. Me dormí.

Algo me despertó.

Estaba soñando que alguien me comía la polla.

No soñaba.

-          Hola vecino.

Dejó de comerme la polla para saludarme.

Mi polla estaba ya enorme.

-          Joder que tranca tienes. Mi marido no tiene ni la mitad.

-          ¿Y tú marido?

-          El maricón está durmiendo. Ni siquiera ha tenido que follarme hoy para dormir. Estoy pasando mucha hambre de macho.

-          ¡Vaya por Dios!

-          Mira que cuando éramos más jóvenes, al principio de ser novios y después de casarnos era incansable. Desde que trabaja aquí no es ni la sombra que era.

-          No te preocupes. Aquí estoy yo.

-          Por cierto. ¿Y si se despierta?

-          Imposible. Duerme como un tronco.

-          Si se despierta y no te encuentra. ¿Qué harás?

-          Mira lo que he hecho. La puerta de mi cocina está cerrada. He saltado al patio por la ventana del baño, subiéndome en una banqueta que tenemos allí. He cerrado la mosquitera al salir. Tu puerta de la cocina la he cerrado por dentro. Como los dormitorios están en los extremos opuestos no nos va a oír. Además es que se duerme toda la noche de un tirón.

-          Lo tienes todo controlado. Enhorabuena. (Las mujeres hacen mejores planes que nosotros).

-          Si por casualidad se despierta, que lo dudo, le diría que he ido a dar una vuelta por el calor. Jamás pensará que estoy aquí enfrente. Desde que discutisteis no te soporta. Y yo, claro está que le di la razón. Como quiero follarte desde que te vi por primera vez y observé tu paquetón, tengo que ser precavida al hablar contigo. No quiero que lo note. Jamás he estado con nadie más. Pero me tiene muy quemada.

-          Si había notado que eras algo fría al hablarme y que no me mirabas de ninguna forma especial.

-          Vecino, que no he venido a hablar, y quiero volver a mi casa antes de las seis.

Se acabó de hablar.

La besé con pasión. Me devolvió el beso. Su larga melena de pelo rizado negro me inflamaba la pasión al rozar mi cuello. Me ponía cachondísimo su olor y el tacto de su pelo en aquella noche cálida y ardiente.

-          ¿Cuánto tiempo llevas sin follar? (Me preguntó)

-          Puf. Semanas. Exageré. ¿y Tú?

-          Me folló anteanoche, pero no me llegué a correr. Llevo semanas sin disfrutar en condiciones.

-          ¿Te harás muchas pajas?

-          Ninguna. No me gusta. Prefiero la polla. Jamás me he masturbado. Mi marido es bueno en la cama, más bien, diría que era, pero lleva un tiempo que no es él. Eso me lo vas a arreglar tú. Follándome hasta que te canses. Por cierto, me echaras un par de polvos buenos. ¿Verdad?

-          Te echaré al menos cinco. Estoy cachondísimo. Me pones cada vez más cachondo.

-          Exagerado. (A lo de los cinco)

-          Si me echas cinco hoy, que lo dudo, mañana no me echarás ninguno. Tendrás que ir al hospital o tendré que llamar a emergencias.

-          Hoy te voy a echar cinco sin sacarte la polla, y mañana seis.

-          ¿Os dan premio a los exageraos en esta tierra manchega?

-          ¿Qué te apuestas?

-          Lo que quieras.

-          Está bien. Vendré todas las noches a partir de hoy, hasta que vuelva tu mujer. Si alguna noche me quedo con ganas, no me volverás a ver.

-          Trato hecho.

Volvería todas las noches, salvo los descansos preceptivos de la regla, que por cierto, al igual que Luz eran descansos muy cortos. Tan solo tres días. Un lujo de mujeres.

Cuando volvió mi mujer, ya no volvió a entrar por la cocina. No volvería a mi cama hasta las siguientes vacaciones. El resto del tiempo tenía que ir yo a verla todas las mañanas.

Ya les contaré aquellos cientos de polvos mañaneros que echaba a mi vecina todas las mañanas cuando sus hijos se iban a la escuela. La estrategia también se le ocurrió a ella.

No solo follábamos en casa o en la suya.

También salíamos de vez cuando a follar al campo. Le encantaba.

También me la llevé al chalet de mi hermana a follarla delante de la chimenea durante los inviernos muchas veces. Tenía llaves para ir allí, era más asequible que mi chalet que estaba más largo.

Todo terminó cuando se mudaron de ciudad. Siempre la añoré. Era una auténtica viciosa. Aún añoro mi último polvo delante del fuego.

Uhmmm, que recuerdos.

Pero he de contarles los detalles de mi quíntuple follada sin sacarla. No fue una machada. Estaba muy cachondo. Fue increíble, pero absolutamente cierto.

Vayamos a ella…

El vicio de Purifi era correrse solo cuando estaba muy cachonda, muy cachonda y solo al sentir la leche en su coño. Manías. Le empezaría a cambiar esas manías a partir del día siguiente, previo quitarle algunas tonterías de la cabeza.

Vayamos con sus manías orgásmicas.

Comiéndole coño, nada. Se calentaba pero no se corría.

Metiéndole los dedos en el coño, nada. Se calentaba pero no se corría.

Metiéndole un consolador en el coño o en el culo, nada. Se calentaba al principio pero luego se enfriaba y se cabreaba.

Solo se correría follándola después de estar muy cachonda y al notar la lechaza en su coño.

Aquella primera noche se corrió cinco veces.

Para ponerla cachonda, solo los cuatro elementos…, darle besos con lengua, morderle los lóbulos de las orejas, lamerle el cuello y comerle las tetas. Lo demás nada. Solo follar y follar. Enseguida le hice la ficha. En el primer polvazo.

Cuando se la metí por primera vez, noté como comprimía la vagina contra mi polla. Me dijo que mi polla era el doble de grande y el doble de gorda que la de su marido.

Cuando sintió mi gran polla por primera vez, me dijo que estaba cachondísima que tan solo esperaba a sentir mi leche para correrse.

Se corrió por primera vez. Se retorció como una serpiente. Me abrazó e incluso me clavó las uñas en la espalda. No sería la primera vez aquella noche y en las sucesivas. Sus piernas me aprisionaron como en una llave de lucha libre.

-          Joder que polvazo vecino.

No le contesté. Seguía cachondo. Seguía con mi polla dura como las piedras.

Seguí bombeando.

Chup, Chup, el sonido de los líquidos en su chochito…

Que locura de follada. Su pequeña y reducida vagina luchando con mi gran polla. Seguro que aquella noche empezó a dilatársele la vagina para siempre.

Nos besábamos, seguí con el itinerario de su cachondez. Sus lóbulos, su cuello, sus tetas.

-          Me voy a correr otra vez (Me dijo).

-          Cuando me digas te vuelvo a dar leche. (Le dije)

-          Ya. Por favor vecino. Uhmmm

No habían transcurrido más de diez minutos desde el primer polvazo, cuando ya estaba echando el segundo, sin sacarla. Ella retorciéndose como un animal.  Joder que vecina amante me había caído del cielo.

No se me aflojaba. Estaba cachondo de ver la suerte que tenía con esta tía.

-          Eres un follador con clase. Aguantas mucho. ¿No?

-          Hoy al menos cinco sin sacarla.

-          Ya veremos.

Más besos, con lengua. Tenía una lengua grande y caliente que me metía en mi boca, rozándome encías, dientes y paladar.

Me mordía los labios a turnos. El de arriba, luego el de abajo. Lamía con locura mi boca, mis lóbulos, mi cuello.

Normalmente saben ustedes que haces instintivamente a la otra persona, lo que quieres que te hagan a ti.

Vuelta a la ronda del placer. Boca. Besos. Lóbulos. Cuello. Tetitas. Unas increíbles y tetitas pequeñas, con unos soberbios pezones grandes y duros. Algo caídas por la leche materna. Había amantado a dos churumbeles ya.

Era increíble, pero cierto. El hormigueo en mi polla me anunciaba el tercer polvazo.

-          Voy a correrme. ¿Y tú?

-          Dispuesta. Échame tu tercera leche vecino.

Toma tercero sin sacarla.

Buff. Que locura. No sé qué me ponía más. Era tener una morenita poquita cosa debajo de mí, o pensar en su pequeño coño apretando mi gorda polla.

Ambas cosas.

Me encantan los cuerpecitos.

Purifi no mediría más de 1,50 ni pesaría más de 50 kilos.

Haber visto entrar mi enorme polla en aquel aparentemente coño tan pequeño me había puesto cardiaco desde el primer segundo.

Obviamente no voy a mentirles, mis lectores, esta vez después de echarle tres lechazas,  sí note que la polla se aflojó, no mucho, pero algo.

Pero sentir que empezaba a salirle algo de leche. Coger unos hilillos de leche con los dedos entre sus labios del coño y lamerla me volvió a dar un nuevo impulso de sangre y volví a bombearla como si fuese la primera vez que la follaba.

Estaba cachondo, muy, pero que muy cachondo.

Tardaría al menos media hora, pero el cuarto también saldría.

Joder que locura.

-          Vecina. ¿Estés preparada para el cuarto?

-          Ándele. Vecino. (Me dijo haciéndose pasar por una mejicana en el tono.)

El cuarto se aproximaba en segundos. Buaff.

-          Toma mi cuarta leche vecina.

-          Joder. Nunca me lo había pasado tan bien. (Me dijo)

Eran las cuatro y media de la mañana. La noche corría. Yo también me corría. Ella también se corría. Se corría todo.

Tenía poco más de una hora para cumplir mi promesa.

Hablamos. Nos estábamos empezando a conocer. Me contaba cosas de su juventud, de su familia. Pequeños retazos. Mientras mi polla bombeaba, despacio pero sin pausa.

Reímos. Nos contábamos anécdotas. Me contó que habían estado trabajando en Palma de Mallorca. Que no paraban de follar y correrse todas las noches. Su expresión se volvió triste.

-          Vecina. Alegra la cara.

-          Pues, sí. Que se joda el maricón cornudo de mi marido.

-          Sigue follándome. Me encanta sentirte. Estoy más cachonda que nunca. Estaba hambrienta de polla, vamos mi coño.

-          ¿Y no te has corrido nunca comiéndote el coño?

-          Jamás.

-          Mañana lo intentaremos. ¿Vale?

-          Vale. Lo que quieras pollón. Me tienes loca.

Se me ablandaba. Si. Pero morcillona y gorda, no la dejaba salir.

Ella colaboraba al hacerme la llave con sus piernas. Me apretaba el culo.  A veces también me clavaba las uñas en la espalada al apretar y contornearse. Al día siguiente me diría que le han salido agujetas de apretar.

-          Sigo muy cachonda. ¿Seguro que me podrás echar otra leche?

-          Seguro.

Preparamos el quinto. Estaba ya cansadete, pero estaba muy ilusionado y excitado por el hecho de que me faltaba muy poco para tragarme todo aquel semen acumulado.

Imaginaba como lo haría.

Le fui adelantando.

-          Cuando nos corramos por quinta vez, quiero que te sientes inmediatamente en mi boca. ¿De acuerdo? (A ver si suena la flauta)

-          Qué dices. Eso es una guarrería. (La verdad que esta tía era obsoleta. Tendría que hacerla cambiar)

-          Sí, pero me encanta. (Intenté convencerla)

-          Me da asco pensarlo. (Vaya si se me jode lo mejor de la noche)

-          Si no aceptas, no te veré más. Es una adicción que tengo. (Me tiré el farol)

-          Vale vecino. (Menos mal)

Preparamos el quinto y lo conseguimos, no sin cierto cansancio. Ella a sus treinta y pocos estaba bien. Yo ya no era un chaval. Tenía unos diez más que ella.

Al final lo conseguimos. Previo morreo y sus clásicos vicios de lóbulos, cuello y pezones.

-          Vecino. ¿Qué?

-          En marcha. ¿Tu?

-          Cuando tú quieras. Yo estoy cachonda toda la noche. Sé que es mucho cinco polvos, pero estoy cachondísima y mi cuerpo pide más.

Un rato después y después de bombearle el coño a ratos, hablar de lo bien que lo estábamos pasando de comernos mutuamente las bocas. Lamernos los cuellos recíprocamente. Morderme los lóbulos, yo a ella solo mordisquearlos. Lamerle sus maravillosos pezones, que es lo que más recuerdo.

Estaba listo.

También estaba excitadísimo al pensar en tanta leche junta que me comería en breves momentos.

-          ¿Lista?

-          Lista.

Le pegué un par de buenos golpetazos, que hicieron sonar los líquidos de su coño en aquellas horas de la madrugada.

Chup, chup. Sonido del placer.

Chup, chup. Leche caliente y fluidos haciendo música celestial.

El hormigueo…

-          Toma tu leche, vecina cachonda.

-          Guau. (Se estremeció al sentirla y de inmediato tuvo su quinta corrida)

-          Joder que gusto me has dado vecino. Te puedo decir que es la mejor noche de mi puta vida.

Permanecimos abrazados mientras los orgasmos, los quintos, reposaban.

Yo estaba algo impaciente. La miré.

-          Vamos ponte.

-          De verdad quieres que me siente en tu boca.

-          Si por favor, me pone muy cachondo. Tengo hambre de leche.

Saqué la polla.

Puso su mano en el coño para que no chorreara aquella bendita y deseada leche, mezclada con fluidos granaínos.  Que bien hacen eso algunas mujeres. Ponerse la mano como una cucharita.

Me tendí.

Bajé mi cuerpo todo lo que pude para que no tuviese que menear mucho su cuerpo buscando mi boca…

Nos juntamos a la mitad de la cama.

Nada más sentir su coño ardiendo en mi boca, sentí la leche caer. Chorros de leche caliente y sabrosa.

Su mano buscó mi polla.

-          Joder vecino, aun dura.

-          Uhmm. (No podía decir nada)

Relamí, tragué. Volví a relamer. Volví a tragar.

Nos acomodamos. Eran cerca de las seis.

-          Me tengo que ir.

-          Hasta mañana vecina.

-          Me lo he pasado fantástico.

-          Yo también.

-          Mañana te haré más cosas y has de dejarme…

-          Lo que tú quieras vecino. Me has dejado cachonda.

Se levantó y se fue.

A la noche siguiente volvería y así muchas noches más durante todo el mes de agosto.

Al final no me fui de vacaciones.

La seguía teniendo dura.

No sé no se lo creerán, pero estaba tan cachondo que me tuve que hacer una paja para poder dormir algo. Seguía muy excitado.

Me levanté tarde el viernes.

Por la noche de ese viernes, a la una en punto volvería. Su marido trabajaba el sábado y volvimos a estar follando hasta las seis.

Que bien dormía el cornudo de mi vecino. Toda la noche del tirón. Lo niños también dormían los dos muy bien. ¿Qué extraño? Llegué a pensar que les daba algo para dormir.

Follamos mucho más, muchas noches más.

Empecé a cambiar sus manías.

Conseguiría que se corriese metiéndole los dedos en coño al mismo tiempo que en el culo.

Lo pasaríamos genial desde entonces.

Le empezaría a gustar el sesenta y nueve. Aunque no llegaba a poder meterse toda mi pollaza en su boca. Se quedaba solo en la mitad. Algo es algo.

Llegaría incluso con el tiempo a correrse mamando leche. Aunque siempre la obligué a dejarme algo de leche calentita en su boquita de piñón.

Aunque antes de nada…

Tuve que convencerla de que no se separase.

La locura cachonda nocturna de la noche anterior le había dado por pensar que quería divorciarse, que yo me divorciase y venirse a vivir conmigo para siempre.

Menuda vecina. ¡Cabeza loca!

Menos mal que hablando se entiende la gente y mucho más follando.

Esa segunda noche, la pasamos también genial, cuando asumió la realidad. Aunque he de decirles, mis amables lectores, que no pude echarle seis polvos…  No recuerdo cuantos, pero jamás he echado seis sin sacarla.

Lo cierto y verdad es que me lo pasé genial con Purifi aquel verano y bastantes meses después. Estuvimos juntos casi dos años.

Los polvos mañaneros del invierno eran muy rápidos, pero todos los días como un reloj me esperaba en su casa con la puerta entornada. Como daba a la otra calle, siempre aparcaba el coche en la otra esquina de tal manera que si mi mujer salía no lo veía.

Un polvazo rápido, un orgasmazo rápido en el coño de Purifi y a trabajar…

En el próximo capítulo les hablaré de mi cumpleaños número dieciocho, que fue muy especial como verán.

11/13. UN BUEN DÍA DE CUMPLEAÑOS…

Antes de entrar en el detalle de las gozosas sesiones de sexo que me ofrecerían algunas mujeres en mi cumpleaños, he de hablarles de mi tía Lucía, pues sería con ella el epílogo de mi celebración fiestera de aniversario en la madrugada del quince al dieciséis de marzo, de aquel maravilloso año de 1.986.

Les contaré… No se molesten, pero es necesario.

Ya les hablé de pasada en otro relato de mi tía Lucía.

Su temprana muerte después del suicidio de su marido Sebastián, fue terrible. Ocurriría en 2.004.

Les pondré en antecedentes para que puedan situarse para éste y los dos capítulos siguientes que están inter-conexionados inevitablemente como verán.

Sebastián era un bohemio y soñador, incluso había estado en París.

Jamás había trabajado de verdad Sebastián. Hoy diríamos que era un perroflauta con mucha jeta, aunque creo que en el fondo tenía su corazoncito.

Mi tía se enamoró perdidamente de él, aunque más bien de su polla, según mi abuelo.

A sus casi cuarenta años Sebastián apareció en la vida de mi tía Lucía, bastante más joven que él y absolutamente del todo inocente, a pesar de que ya no era una niña.

Con aquella profesión poco habitual, la de titiritero, un poco de labia y un gran pollón, Sebastián conquistaría a mi tía sin remisión, según me contaba “textualmente” mi abuelo Remigio, mientras se mofaba de su propio pareado.

El amor llegó muy pronto entre el artista sin dinero y la virginal inocente.

También llegaría muy pronto Luci, su primera hija, aproximadamente a los nueve meses de la llegada de Sebastián por el barrio con su teatro de guiñol.

Poco después del nacimiento de la niña, el titiritero voló.

Según recuerdo, Sebastián se fue de casa sin avisar, con la excusa de ir a por tabaco, aproximadamente al mes de nacer su hija Luci, mi primera “sobrina” de mi tía Lucía.

La llamo mi “sobrina” por la diferencia de edad, era realmente mi prima, pero siempre me llamaría “tito”.

Eso sí, no tuvo que sacar mi abuelo la escopeta para que la incestuosa situación se corrigiese previamente.

Mi abuelo Remigio había obligado a casarse a los amantes antes de que naciese su nieta, por la cosa del honor y las habladurías. Las cosas de entonces.

Volvería el titiritero a nuestras vidas mucho más tarde, unos dieciocho años después. Cuando su “presunta” segunda hija iba a cumplir sus primeras dieciocho primaveras, o mejor dicho diciembres.

Pili nació precisamente el día de la Constitución de 1.986. Día arriba, día abajo, 38 semanas después de mi cumpleaños que había sido el 15 de marzo anterior. Por lo que siempre tuve alguna duda razonable de que fuese Pili, mi sobrina-prima, verdaderamente hija mía.

Mi tía Lucía, solo veía polla en aquella mierda de tío, decía mi abuelo.

Mi abuelo Remigio y yo tuvimos mucha confianza. Recién cumplida mi mayoría de edad, mi abuelo me trató como un auténtico amigo. Me contó sus historias, algunas relacionadas con historias de cama de mi difunta abuela, me enseñó sus libros secretos, y me contó cosas del pasado republicano que ocultaba. Cosas todas muy interesantes, así como su propia vida. Ya les contaré…

Meses después se enfadaría conmigo al enterarse de lo mío con su prima, mi tía abuela Rafaela. Lamentablemente moriría días después de aquel cambio de actitud hacia mí,  poco después en una larga noche de muchos sucesos íntimos, algunos muy voyeristas, que he dejado para un próximo capítulo de la segunda parte del libro de mis memorias.

Sigamos con mi tía Lucía…

Mi tía Lucía no dejaba de llorar.

Desde que Sebastián se había ido, su recién estrenado marido, pues se había casado el día de reyes, apenas un mes antes del nacimiento de Luci…, mi tía Lucía, su madre, no dejó de llorar ni un solo día.

Lloraba de día y lloraba de noche.

Lloraba cuando vino la comadrona y lloraba cuando se fue.

Mi abuelo me decía que lloraba porque no follaba. Aunque he de confesarles que creo que además de llorar por no ser follada, realmente estaba enamorada y lloraba por el abandono.

Llevaba razón mi abuelo, pronto lo descubriría, en cuanto a lo de follar.

También lloraba por lo otro, por el abandono de Sebastián.

Mi tía enfermaría por la ausencia de su marido y amante. Su muerte temprana siempre he creído que tuvo que ver mucho con la tristeza de sentirse sola. Quitando quizás aquellos nueve meses en que yo dormiría con ella, el resto del tiempo, un total de dieciocho años estuvo absolutamente triste y depresiva.

Durante aquellos nueves meses descubriría una tía muy especial, caliente, cariñosa y atenta. Durante aquellos nueve meses en que se dedicó exclusivamente a mí, descubrí una mente creativa e ingeniosa, además de una amante sublime.

Durante aquellos  nueve meses que dormí con mi tía, el sexo fue absolutamente multitudinario.

Nos pasábamos prácticamente toda la noche follando. Tuvo la ventaja aquella gran cantidad de sexo, que nadie de la casa se lo llegó a imaginar nunca. Ella no gritaba nada aunque gesticulaba mucho.

El sexo con mi tía Lucía fue espectacular, fue apasionado, fue romántico y fue muy tierno, no exento de lujuria y desenfreno.

Ya les contaré todos aquellos detalles íntimos a lo largo del siguiente capítulo.

Hasta muchísimos años después no sabría realmente que mi segunda sobrina-prima, Pili, era realmente mi hija. Un diario escondido en un baúl viejo del desván, desvelaría su más profundo secreto.

En el diario en tono caliente contaba todos los polvos que había echado con su marido.

La verdad es que además de la letra bonita de mi tía Lucía, los detalles y comentarios me pusieron cachondo, muy cachondo, años después al encontrarlo en la limpieza general de trastos que realicé en la casa antes de derribarla, para construir una nueva casa, dado el estado ruinoso de la vieja casa familiar materna.

Su hija Lucía, la mayor de las dos,  a la que llamaré Luci desde este momento, había nacido el día dos de febrero, el último polvo de los padres databa en el diario de mi tía Lucía del día uno de aquel mes. No habían follado los amantes desde entonces. El parto de Luci fue inminente y la partida de Sebastián prácticamente un mes después.

Ella siempre había sostenido que la noche antes de irse su marido Sebastián había estado con ella en la denominada cuarentena, que como saben es ese tiempo después del parto en que se desaconseja el sexo para que el órgano sexual de la madre se retraiga del esfuerzo del parto y se ajuste biológicamente a una situación normal.

Días antes de morir a finales de julio de 2004, me había llamado, unos diecinueve años después aproximadamente y me había suplicado que cuidase de sus dos hijas. De Luci y de Pili.

Así lo haría, aunque a veces me he arrepentido de ello, especialmente por las trastadas de  mis sobrinas-primas. Algunas muchas menores y otras las menos, imperdonables. Especialmente de la más insensata, a la que se debe el último  capítulo de esta primera parte de mis memorias. Mi violación.

Cuando pocos meses antes de que Pili cumpliera sus dieciocho añitos apareció de nuevo Sebastián, mi tía Lucía ya no era la misma. Las depresiones y un cáncer incurable estaban acabando con su triste vida.

Los continuos reproches de mi abuelo hasta su cercana muerte, no llegó a conocer a Pili, la falta de su marido, la falta de ingresos, más la vergüenza de tener que pedir permanente ayuda a mis padres, especialmente a mi madre, hicieron mella en su mente y en su salud corporal.

También fue muy importante la depresión crónica que tuvo, posiblemente por la falta de sexo absoluto desde el nacimiento de Pili, y el cáncer de pecho que le fue diagnosticado años después, se la llevaría con apenas cuarenta años.

Fue la primera en morir de las hermanas de mi madre.

Cierto es que mi tía tuvo sus momentos de calentura después de irse su marido. Unos nueve meses de calentura, aproximadamente…, conmigo.

Exactamente hasta que nació Pili.

Siempre he pensado que quiso evitar la vergüenza de un tercer embarazo, si acaso hubiese seguido conmigo o con cualquier otro, si se hubiese dejado llevar por su gran instinto sexual. No llegó a divorciarse nunca. Siempre se sintió casada con Sebastián.

Creo que desde el nacimiento de su segunda hija, Pili, mi presunta hija, cerró su chip mental y se aisló del todo. Prácticamente no salió de su habitación. Solo dejaba que la visitase mi madre.

Ciertamente tuvo un cambio radical. Los nueve meses que convivimos íntimamente fueron una auténtica locura sexual. Mi tía Lucía creo que ha sido la mujer más caliente que he conocido, pero después se volvió taciturna e incluso desagradable.

También es cierto que yo a mi tierna edad, con dieciocho años recién cumplidos, la ayude a enfriarle su coño calenturiento. Más bien, su coño se estuvo autoenfriando con mi enorme polla, durante aquellos nueve meses de infarto.

El embarazo de Pili, mi sobrina-prima, fue achacado por todos a un último polvazo de Sebastián. Ella siempre lo declaró así.

Yo tendría mis dudas durante muchísimos años. Solo sabría la verdad por aquel diario encontrado muchos años más tarde  del que ya les había hablado.

Sebastián, no recuerdo exactamente cuándo se fue a comprar tabaco para no volver, se fue unos pocos días antes de mi cumpleaños, en los primeros días de aquel frío marzo del 86.

Yo los cumplo el quince de marzo.

Al cumplir mis dieciocho mi tía me echaría un polvazo de cumpleaños.

Estoy seguro de que quiso follarme desde el primer día que me empecé a acostar con ella, pero los pensamientos limitantes de aquellos tiempos eran así.

Antes de cumplir los dieciocho, éramos considerados niños, e intocables por muchas mujeres maduras.

Vaya regalazo de cumpleaños que me echó aquella madrugada del 15 al 16. El mejor cumpleaños de toda mi vida, aunque realmente no fue el único.

Menudo regalo. Ella creía desvirgarme. Tampoco le quite la razón. Ya saben que soy muy discreto.

Regalo sexual, que me siguió echando todas las noches hasta que nació Pili. Unos nueve meses de regalos a diario, durante tórridas horas todas las noches.

Mi madre llegó a preocuparse algo por mi salud, al verme poco a poco ir perdiendo algo de kilos y frescura en mi cara.

Nadie, absolutamente nadie sabía nada sobre el sexo que yo practicaba, que por cierto era infinito, salvo las protagonistas de mis diferentes andanzas sexuales múltiples.

Nadie sospechó. Bueno, salvo mi abuelo durante unos breves días antes de su muerte. Espero que me haya perdonado. Mi tía abuela Rafaela, me dijo que sí. La creí.

Les cuento especialmente los detalles sobre mi tía Lucía y los acontecimientos previos a empezar a follármela.

Ella lloraba y lloraba desde el primer día en que Sebastián, su marido, se fue.

Mi abuelo estaba de los nervios. Mi madre también.

No atendía a su recién nacida hija Luci, con apenas un mes de vida.

Es cierto, que también le daba mucha guerra. No llegó a darle pecho. Se le había cortado la leche, dijo.

Para arreglar la situación su hija Luci se quedó con mi madre y para que no estuviese sola, pues no quería salir de su dormitorio, me tocó dormir con ella, ya que al ser el mayor de los niños de la casa, me creían el más responsable.

Lo cierto y verdad es que he sido siempre muy responsable, incluyendo además una devoción enorme por todo tipo de coños, especialmente de maduritas cachondas, aunque esto último era más bien un secreto, un gran secreto muy íntimo, que muy pocas personas conocían. Solo ellas.

Estaría viviendo con ella durante nueve meses como les he dicho ya en varios párrafos del capítulo. Me hacía el desayuno y la cena en la pequeña cocina que tenía la casa.

Como recordarán la vieja casa familiar de mis abuelos maternos se amplió cuando mis padres se casaron, haciendo varias habitaciones más y otra cocina. En su conjunto llegamos a vivir allí dos familias, la de mi abuelo y nosotros.

Obviamente cuando mi abuela materna murió. Ya les contaré un detalle escabroso al respecto, en la tercera parte de mis memorias, mi abuelo hacía vida indistintamente con las hijas que le quedaban en su parte de casa o con nosotros en la otra parte.

En cuanto a la comida del mediodía, yo entonces comía fuera de la localidad, en una gran empresa de la capital. Ya les conté algo de ello con ocasión del capítulo del agujerito en el taller…

Desde la primera noche me dijeron que me acostase con ella.

Ella asintió sin pestañear. Me apreciaba mucho. Se abrazaba a mí y lloraba hasta quedarse rendida. Los días pasaban y mi cumple se acercaba.

Mi polla aunque entretenida en aquellos tiempos con varios coños y bocas, tendría tiempo para dedicársela parcialmente a mi tía Lucía,  a saber…

Raquel, mi compañera del trabajo que me sacaba bastantes leches, casi todos los días. De diferentes formas, incluso follando de bastante posiciones aunque siempre de manera rápida por las circunstancias que ya conocen ustedes.

Las visitas muchas noches antes de acostarme a la viuda Fernanda, y casi todos los fines de semana, siempre con un trabajo previo oral, que era una auténtica delicia.

Mi tía abuela, que no se resistía a verse sola en la cama, llevaba años enviciada con  mi polla y durante aquellos nueve meses que la “abandoné” por mi tía Lucía, me buscaba en rincones para follarme indiscriminadamente.

Especialmente me follaba en el taller, aunque también en el servicio que descubrimos la noche de mi cumpleaños que era un sitio muy morboso para follar.

Ahora caigo, mi abuelo se tuvo que dar cuenta de algún resto de leche en el taller que tenía debajo del desván, él lo frecuentaba mucho con sus manualidades, allí me follaba mi tía abuela habitualmente cuando no dormíamos juntos.

Me hacía sacar la polla, se subía los faldones y se la clavaba. Luego se movía como una loca a pesar de su edad, hasta que me hacía correr, después de haberse corrido ella, que era muy rapidita.

Algunos días me buscaba hasta dos veces.

Los fines de semana más.

Como se movía mi tía-abuela. Una delicia de mujer. Le encantaba como le comía el coño. Habilidad que agradeceré eternamente a la viuda Fernanda que me enseñó muy bien, pero que muy bien.

Más las pajas y las mamadas de Juan en el taller.

Más las propias.

Más las putas, durante un periodo de tiempo. Ya les iré contando en las siguientes partes de mis memorias.

Mi tía Lucía entre llanto y llanto había notado mi polla grande y siempre dura todas las noches desde la primera noche en que nos acostamos juntos.

En aquella tierna edad, mi polla daba mucho de sí y siempre estaba dura. Rica juventud, te añoro.

Alguna noche me había dicho, en aquellos días previos a  mi cumple... Pepito que polla más grande tienes, se parece a la de mi Sebastián.

Hablar de él y ponerse a llorar, todo era uno los primeros días.

Pepito que ideas me dan. Me decía todas las noches varias veces, mientras daba vueltas y vueltas.

Me restregaba las tetas, su culo, las piernas y no podía dormir.

Pepito para tu cumpleaños te voy a dar un regalito.

Me decía todas las noches, al menos las tres noches previas a mi cumple, así lo recuerdo.

Aquellas tres noches se me hicieron interminables.

Menos mal que durante el resto del día, Raquel en la empresa, la viuda Fernanda,  y mi tía abuela, más las mamadas de Juan, algo me consolaban.

El día llego, y el polvazo también.

Verán.

Aquel célebre día de mi 18 cumpleaños, que precisamente cayó en sábado, todas las mujeres que me conocían en la intimidad quisieron regalarme algo especial.

Mi madre la única que me regaló algo que no era sexo, pues fue un traje de franela gris que me había hecho poco a poco con su máquina de coser. Era una muy buena modista.

El resto de mis amantes habituales me follaron y alguna extraña más.

Hablaré solo de los polvos, pues las pajas que las hubo como siempre, hoy no van a contar.

Aquel célebre día en la empresa, Raquel me había echado un polvo por la mañana y otro por la tarde, así como también me había regalado un frasco de colonia que olía de puta madre.

Al llegar a casa por la tarde, mi madre, después de ponerme el traje que me había hecho y que me quedaba como un pincel,  me avisó que la vecina también tenía un regalo para mí Una corbata y un polvazo previa comidita de coño de mi viuda preferida.

Llegué a casa con el traje y la corbata y sin leche, pues estaba tan cachonda que me la tuve que follar dos veces.

Enseguida me reharía.

Cenamos todos juntos por ser mi cumpleaños. Chocolate casero y magdalenas de la tía abuela Rafaela. Besos, abrazos y “cumpleaños feliz”. Entonces no había tantas tartas.

Tenía que salir a convidar a mis amigos del barrio. Era la costumbre. Me despedí.

Mi tía Lucía me dio un beso y me dijo que no tardase mucho que tenía que darme mi “regalito” de cumpleaños.

Mi tía abuela Rafaela no tenía posibles, pero me había hecho las magdalenas que más me gustaban. También al darme un beso me dijo al oído que quería regalarme algo más. Hoy te veo muy ocupado, te daré un regalo o dos mañana en el taller. Sonrió maliciosamente.

Mis amigos también querían darme su sorpresa. Ya la sabía. Lo normal en aquellos tiempos era llevarte de putas al cumplir los dieciocho.  Ellos jamás supieron de mis aventuras que ustedes están conociendo en mis memorias. Ya les he dicho, mis amables lectores, que era muy discreto. Siempre lo he sido.

Me llevaron de putas mis mejores amigos del barrio, Fernando y Perico.

La casa de putas estaba a las afueras de una localidad muy cercana a la nuestra, donde hoy está el Parque de Bomberos.

La verdad es que yo hubiese preferido follarme a las madres de mis amigos, que estaban deliciosamente apetitosas, pero bueno...

A ambas madres, la de Fernando y la de Perico,  las había visto en ropas menores en alguna ocasión, especialmente en los meses de verano. Con una de ellas, con la de Perico,  me pasó algo especialmente raro y curioso. Ya les contaré a ver que piensan ustedes. Lo cierto y verdad es que ambas me tenían loco y me hice cientos de pajas pensando en ellas.

Ya les hablaré de todas mis vecinas del barrio en otros relatos, aunque especialmente de una de ellas.

Además de la viuda Fernanda, que me estuve follando incluso después de lo de su ictus, me terminaría acostando con dos vecinas más, las dos casadas,  y con la hija de una tercera, que decían que estaba zumbada. Lo único que le pasaba es que le gustaba follar mucho.

También le daría restregones y algo de leche a la hermana de Fernando y también a la de Perico, aunque esta menos, ya que era más tímida.

Jamás se enterarían mis amigos de todo esto.

Finalmente, y ya les adelantó algo, llegué a follarme o más bien ella me folló a mi varias veces, la más anciana del barrio una viuda un poco rarita que tenía un montón de perros y gatos, que vivía muy cerca de nosotros.

Me hizo algunas cosas muy memorables. Yo creo que la abuela Juana fue la más vieja que me follé en aquellos primeros años, por lo menos tenia ochenta años,  y desde entonces creo que viene mi gran afición por la maduras. Mi record esta hasta este momento en los 88 años. Una de mis suegras.

Sigamos, que no llego al regalo de mi tia Lucía…

Con los jijis y los jajas de Fernando y Perico, ellos eran un año mayores que yo. Llegamos a las putas. Enseguida hablaron de desvirgar al mozo. (Que ingenuos).

Como era costumbre en una ocasión así, y con las risas de aquellas mujeres de todas las edades, incluida la dueña, todas se peleaban por desvirgarme, aunque terminé entrando con una chica nueva de edad media, rubia, pero con unos ojos azules preciosos,  que dijo ser francesa,  de nombre Julie, aún me acuerdo.

La primera puta siempre es de recordar también.

Quizás no era francesa, pero en todo caso lo disimulaba muy bien.

Me decía al principio muchas cosas en francés… Mon amour. Viens ici. Viens mon amour, viens avec moi que je vais te rendre très riche. Ma vie. Mon amour. Y cosas así, que suenan de puta madre.

Aunque en la intimidad hablaba muy bien el español.

Tengo ganas de contarles detalles de aquel antro, de olores sensuales y penetrantes, pero lo haré con ocasión de estrenar a mi hermano al año siguiente, cuando él cumpliese los dieciocho.

Yo entonces ya funcionaba bien de dinero y le organicé a  mi hermanito una increíble fiesta privada en aquella antigua casa de putas, con olor a casa antigua, muy especial, una casa de putas de reconocido prestigio en la zona. Una fiesta increíble que incluyó sin que él lo supiese un juego de francés secreto como yo lo llamaría después.

En resumen era, taparle los ojos y todas las putas le comieron la polla hasta que se corrió. Lo que nunca sabrá mi hermano, salvo que lea este capítulo es que se corrió en mi boca. Deliciosa leche la de mi hermano.

Era la casa de putas, un sitio con encanto, según recuerdo. Hace tantos años de aquellos momentos tan especiales…

Tomábamos antes de entrar a follar con las putas en las habitaciones, un botellín de cerveza en la mesa camilla, donde todas se sentaban.

Cierto es que las diferentes razas de mujeres las encontré allí. Allí me follaría a mi primera negra y también a la primera brasileña. Ya les contaré en otra ocasión.

No he sido mucho de clubs de putas,  ni de prostitutas en sus casas, pero la novedad de aquella primera vez me hizo sentir curiosidad durante un par de años.

Volvamos a Julie.

Solo les diré de Julie, la francesa, que me echó un polvazo súper especial, lo hizo, según me dijo porque se sintió agradecida de cómo le comí el coño.

Habría que agradecerlo a la viuda Fernanda. ¿Recuerdan aquel capítulo?

Era la primera vez que me comía un coño sin apenas pelo. Solo tenía una ligera franja encima del coño. Descubriría después que se llamaba depilación brasileña o pista de aterrizaje.

No me hartaba de coño y menos de uno tan especial sin apenas pelo. Hasta ahora mis coños habían tenido muchísimo pelo, eso sí, de diferente color. El de mi tía abuela Rafaela, totalmente blanco. El de la viuda Fernanda totalmente negro y el de mi compañera Raquel, con reflejos dorados y pelirrojos,

De todos modos, Julie tuvo que disfrutar mucho, pues se corrió al menos tres veces, mientras le estuve comiendo el coño al menos durante cuarenta o cincuenta minutos.

Agradecida por sus orgasmos inolvidables, según me dijo, me dio un morreo único al terminar de comerle su glorioso coño sin casi pelo.

También me diría que jamás le habían comido así el coño y menos un chico tan joven.

Me comentó Julie, que en Francia era más normal el sexo oral, pero que en España, los hombres raramente lo hacían, o haciéndolo, lo hacían como con asco.

Que inutilidad tenían muchos de aquellos hombres. Lástima de coños sin aprovechar.

En fin, agradecida y después de refrescarse, me hizo tumbarme, me comió la polla de una manera tan sensual que se me puso dentro de su boca sensual tan dura que casi se atragantaba.

Me dijo que tenía la polla más grande que jamás había visto.

Me puso el condón con su boquita. Me encanta eso.

Se subió encima de mí y en cuclillas se puso a follarme. Primero se movía suavemente para ir creciendo en velocidad y eficacia calenturienta.

Mientras me follaba me apretaba los huevos con su mano, pero bien fuerte, lo que me excitaba mucho más.

Me corrí enloquecido, realmente como un puto loco. Vaya polvazo el de Julie.

Guau…

Después de descansar unos segundos allí sentada encima de mi polla, me preguntó si me había gustado, le dije que sí.

Me dijo que estaba encantada conmigo. Que mis amigos habían pagado dos polvos y que todavía me quedaba otro.

Estupendo le dije. Pues sigamos Julie…

Me preguntó si quería correrme de una manera muy especial. Le dije, claro que sí. Me encantan las sorpresas. Soy muy curioso. A veces de más.

Cierra los ojos. Me dijo. No los abras hasta que yo te diga. Se levantó, volvió. Me vendó los ojos. Me ató las manos al cabecero de la cama con unos pañuelos negros de seda. Desde entonces he sido aficionado a los pañuelos de seda, especialmente los negros.

Nunca me han faltado, los pañuelos de seda negros, pues excepcionalmente a mí me ha gustado masturbar con pañuelos los coños en juegos previos, para disfrutar luego de los restos blanquecinos que quedaban en ellos.

No crean, también los he utilizado y mucho para atar extremidades y vendar ojos. Que quede claro. Soy raro, pero no tanto.

Sigamos con el segundo lecherazo que me sacaría Julie en este maravilloso día de cumpleaños.

Me abrió las piernas se acopló entre ellas y me quito el condón.

Me dio corte, haberle pedido que echase la lechaza del condón en mi boca. A pesar del sabor al látex, me gusta comerme la leche. Bueno, entonces no tanto, con el sabor a plástico. Ahora sí.

Empezó a comer mi polla.

Flexionó mis rodillas.

La tenía otra vez durísima. La comía muy bien. Con mucho gusto. Al menos eso intuía dentro de mi oscuridad. Se apreciaba en el ritmo y el sonido de su saliva. Tragaba sensualmente de vez en cuando saliva.

Dejó mi polla de momento.

Abrió un bote o algo así.

Noté mi culo, vamos mi ano,  fresquito. Me estaba echando lubricante o vaselina, que era lo más habitual por entonces.

Empezó a meterme el dedo en el culo. Con la otra mano a sobarme nuevamente la polla. A ratos comerla. A ratos menearla acompasadamente. De vez en cuando echaba saliva en mi glande cabezón.

Sin dejar de meter su dedo en el culo. Metió el dedo corazón entero. Sentí como lo doblaba sin dejar de menearlo. El ahora masaje prostático, la Julie lo dominaba por entonces.

La excitación era enorme.

Mi polla hinchada y dura. Las venas a punto de reventar.

Apretó con fuerza con su mano izquierda el tronco de mi polla. Muy fuerte. Como queriendo ahogarla.

Sin dejar de menear el dedo en mi culo.

Estaba a punto de reventar.

Noté el hormigueo previo al orgasmo.

Ella también lo notó.

Acercó su boca y recibió todo mi semen en un chorro enorme de placer, con tres convulsiones más de polla. Sacó el dedo. Relamió toda la leche  con su boca, que notaba dentro de mi oscuridad de una manera excitantemente sensual.

Me besó. Agradecí el detalle, especialmente porque su boca sabía a semen. Le metí la lengua para intentar arrebatarle algún resto.

Recuerdo excitado aquel momento.

Me quitó la venda y mientras me desataba sonriendo me preguntó, qué tal lo había hecho.

Le dije que genial, que había sido un polvo bestial.

Julie me hizo prometer que volvería a verla.

¡Prometido!

Muy pronto comenzaría con Julie una relación especial, que terminaría en una triste desgracia. Habré de contársela muy pronto. También me sirvió para conocer a su hija Marie, algo tan excepcional como corto. Lo excepcional de Marie a pesar de su juventud, apenas dieciocho años, era la relación promiscua que tenía con su padre y con su tío al mismo tiempo y en donde me metió para conocer en profundidad la visión bisexual del sexo incestuoso familiar en grupo.

Sigamos que aún no ha terminado el cumpleaños.

Era sábado como ya les había dicho y mis amigos aburridos me esperaban en el salón con cinco putas a cual más borracha. El rey de la fiesta era yo y había desaparecido casi dos horas.

Ellos se habían follado a dos putas cada uno, pero habían tardado muy poco, a tenor de la cara de aburrimiento que tenían y los comentarios que me hicieron.

Perico estaba exultante se había follado a su primera negra. Dijo que olía muy rara y que tenía el coño colorado. Me dejó muy intrigado. Habría de investigar todos esos detalles. Fernando por el contrario era siempre partidario de las más gordas y tetonas. Llevaban ya un año de experiencias y aunque no andaban bien de dinero, con sus trabajillos y chapuzas se pagaban ambos sus caprichos de putas.

Después de las preguntas clásicas de ambos en mi presunto desvirgamiento, les conté lo básico. Más bien lo que quieren oír. Les dije que tenía que volver a casa. Me apetecía estar con ellos, pero el regalo de mi tía Lucía me tenía excitado y ansioso.

Obviamente esto último no lo comenté, solo lo pensé. Malhumorados se despidieron al dejarme en casa de nuevo.

Era la una de la madrugada cuando estaba llegando a casa. Fui al baño. Estaba ocupado.

Un momento. Era mi tía abuela Rafaela.

Abrió la puerta y la cara que puso, era de qué quería adelantarme el regalo. Me animó a pasar.

Olía a mierda. Había cagado seguro, pero no me resulto desagradable. Todo lo contrario.

Es excitante el olor de caca si viene de una mujer deseada. Hablando de caca y de deseo, me ha venido a la mente lo de una chica que contratamos mi primera mujer y yo para que nos ayudase en casa.

Joder que estacas cagaba Marifé. Largas y gordas. Más de una vez tuve que deshacerlas para que se fuesen cañería abajo. Me imaginaba su ojete tan abierto al ir sacando tremenda estaca. Una vez excitadísimo con esos pensamientos no pude resistirme a coger aquella enorme estaca con la mano y acercarla a mi nariz e incluso a mi boca. No he vuelto a hacer nunca más algo así, pero lo recuerdo muy excitado.

Pueden creerse que sus estacas medían al menos treinta centímetros y tenían seis o siete centímetros de diámetro, por lo menos.

Sigamos con mis regalos de cumpleaños.

Mi tía abuela Rafaela, después de meterme ansiosa en el baño, me sacó la polla, obviamente ya dura y preparada para ser follada, me mojó la polla con su saliva sacando la lengua y depositando la saliva en la cuenca de la mano. Repitió el mismo acto pero con su coño, para humedecerlo bien.

Me hizo sentarme en el sillón del trono previamente tapado y levantándose el viso y dándose la vuelta, se acopló.

Estaba cachonda.

Estaba muy mojada.

Se meneó como solía hacer o incluso más.

Un contoneo como un ocho muy rítmico.

Me folló convulsivamente. Jamás hasta entonces me había follado en el retrete. Estaba cachondísimo. Al terminar le dije que me dejase rechupetearle el coño. Accedió. Me agaché y metí mi cara en su coño blanco. Le robé toda la leche y de paso se volvió a correr, pues como no podía ser de otro modo le hice una comida en condiciones. Sabía que le gustaba mucho.

Nos pusimos nuevamente cachondos y me volvió a follar esta vez como solía hacer, de pie, ligeramente arqueada. Se sujetó a la repisa de enfrente en donde estaba  el espejo y sus caderas empezaron a menear mi polla hasta que nuevamente salió mi leche.

Me adelanté esta vez, pensando en que no me daría tiempo a poner mi boca en su coño en aquel reducido espacio del retrete y puse mi mano en su coño hasta que se llenó de leche y flujo vaginal.

Ella se limpió con un poco de papel y se fue, no sin darme un beso en la mejilla.

Antes de irse, me dijo que de todos modos, me  quería seguir dándome otro  par del regalitos al día siguiente  en el taller o en el retrete o en ambos. Donde yo quisiese.

Mientras descansaba unos segundos en soledad del polvazo, disfruté gozosamente de mi leche, saboreando mis manos y mis dedos.

Estaba cada día más cachonda mi tía abuela Rafaela.

Al día siguiente era domingo y habría mucho tiempo para buscar un ratito o ratitos, con ella.

Que vicio de mujer, mi tía abuela Rafaela, y que momento tan triste estaba a punto de pasarle en apenas unas semanas con mi abuelo.

Eso es otra historia, que muy próximamente leerán en uno de los primeros capítulos de la segunda parte de mis memorias, un capítulo triste pero al mismo tiempo, el descubrimiento voyerista con personas mayores más excitante de toda mi vida.

En el siguiente capítulo leerán si les apetece como se desarrollaría mi primera noche de sexo con mi tía Lucía, que tendría como consecuencia una nueva vida, nueve meses después, en forma de una prima “sobrina” y además hija.

12/13. COMO ENGENDRARÍA UNA PRIMA-SOBRINA E HIJA...

Este capítulo es la descripción detallada de todo lo que iría pasando a continuación de lo sucedido en el capítulo anterior, en que les conté básicamente mi cumpleaños.

Acababa de estar como recuerdan con mi tía abuela Rafaela.

Mi polla seguía muy dura.

Seguía cachondo como les digo, mis amables lectores, y con fuerzas en aquel momento de la madrugada, pues el chocolate hace milagros…

Me ponía en movimiento nuevamente.

Iba hacia la cama de mi tía Lucía, seguramente a engendrar sin saberlo a mi sobrina-prima Pili. Estaba muy cachondo, y tremendamente cachondísimo.

También había quedado para el día siguiente además de con mi tía abuela Rafaela, con la viuda Fernanda, mi vecina, y con Raquel en la discoteca, en donde teníamos un rinconcito oscuro en el que follábamos sin parar entre baile y baile. Ya me organizaría.

No sabía ingenuamente en aquel  momento, que al día siguiente estaría absolutamente derrotado. Mi tía Lucía no me dejaría dormir en toda la noche. Aun que a pesar de ello, cumplí como un “jabato” con todas ellas…, con las tres.

De momento a por mí tía Lucía. Estaba excitadísimo. Mi mente la deseaba con locura desenfrenada.

Serían casi las dos de la madrugada cuando me estaba metiendo en la cama con mi tía Lucía.

Me estaría esperando hipotéticamente, bastante despierta y con un increíble olor sensual…

Vaya nochecita que me daría mi tía Lucía.

Toda la noche sin dormir y con una decena de orgasmos según me confesaría a la mañana siguiente, aunque más o menos también los llevaba yo en la cabeza. Hemos sido buenos contables de orgasmos tanto mi tía como yo.

Les cuento la próxima escena.

Me tía me estaría esperando, supuse, aunque llegaba algo tarde. Eran casi las dos de la madrugada, como ustedes ya saben...

Estaba cachondo, pero que muy cachondo por lo que suponía que iba a pasar a continuación, además de lo ya pasado.

Estaba sin ninguna ganas de dormir. Ninguna.

Llevaba todo el día excitado.

Había sido un día de cumpleaños excepcional.

Había disfrutado de mucho y morboso sexo.

Había disfrutado de lo lindo con todas ellas, rememoré mental y rápidamente el día pasado, mañana y tarde con Raquel mi compañera en el trabajo, antes de cenar con la mi vecina la viuda Fernanda, más tarde con Julie la puta francesa, y  de vuelta a casa con mi tía abuela Rafaela, hacía apenas unos minutos, mientras iba camino de la habitación de mi tía Lucía en el ala izquierda de la casa, con la que esperaba “teóricamente” un gran epílogo sexual en mi dieciocho cumpleaños.

Venía del baño en el que acababa de estar con mi tía abuela, como les había relatado.

Teníamos dos baños.

Uno más grande con bañera y otro más reducido solo para las necesidades grandes y pequeñas del que acaba de salir.

Otro día les describiré mi casa materna donde tan bellos recuerdos acumulé en mi infancia y en mi adolescencia. Especialmente la terraza superior donde a veces nos poníamos al sol, desnudos los muchachos para secarnos y donde nos lo pasábamos de miedo. Allí en un gran barreño de zinc nos bañaban de pequeños a todos entre mi madre y mis tías.

Que bellos recuerdos confundidos por la niñez. Carnes blancas y pechos oscilantes.

Una pareja de aquellos pechos blancos y sensuales estaba a punto de saborear.

Seguía cachondo, muy cachondo.

Ahora me tocaba presuntamente la guinda del pastel de mi cumpleaños. Mi tía Lucía.

Abrí la puerta del dormitorio de manera sigilosa.

Estaba en absoluta oscuridad. Solo se apreciaba cierta claridad de la luna, a través de la ventana que daba al primer patio. Era una noche totalmente despejada.

Supuse inocentemente que me estaría esperando despierta y desnuda para darme mi “regalito”.

Me metería en la cama, desnudo.

Lo tenía claro.

¿O no?

Me lo había dicho mi tía Lucía por activa y por pasiva en las noches previas. Pepito te daré un regalo muy especial en tu cumpleaños. Así lo recordaba. Aunque empecé a dudarlo.

Mi mente absurdamente pensaba en todo ello de manera contradictoria.

Me había dicho, lo recuerdo muy bien, que me tenía preparado un regalo muy especial de cumpleaños.

¿O no?

Empecé a dudar.

Cuando al meterme en la cama, ella no se inmutó en absoluto, me arrepentí inmediatamente de llegar tan tarde. Hubiese cambiado todos los polvos que había echado durante todo aquel maravilloso día por haber llegado más temprano.

Mi tía Lucía se acostaba muy temprano.

No había encendido la luz para no molestarla.

Ella aparentemente estaba inmóvil en su lado de la cama.

Vaya desgracia la mía, se había quedado dormida, seguramente esperándome.

Me metí y acoplé en mi lado de la cama, el lado izquierdo. Ella dormía en el derecho habitualmente. Con el paso de los días cambiaríamos los sitios muchas veces. Luego leerán las enormes cantidades de posiciones sexuales que el titiritero había enseñado a mi inocente tía, bueno ya no tan inocente.

Seguía quieta. Vaya putada.

Me acomodé un poco.

Estaba de lado, totalmente desnuda aparentemente. Al tantear levemente noté carne y no su clásico viso de dormir, una prenda que por cierto me tenía fascinado y siempre excitado por su tacto suave, viscoso y muy transparente.

Tanteé con sigilo todo su cuerpo levemente. Estaba caliente y desnuda. Lo confirmé.

Palpé su culazo, Uhmmm.

Qué lástima que estuviese dormida. Seguro que me había estado esperando.

Palpé sus muslos. Qué delicia, haber comido su coño. Pensé.

Me arrimé a su espalda. Que tremendo olor más sensual. Besé ligera y tiernamente su cuello. Qué aroma.

Volví suavemente a tocar su deseado culo.

Realmente estaba dormida. Qué lástima. De todos modos disfrutaría al tocarla y si no se despertaba, me haría una soberbia paja.

Metí mis dedos entre los cachetes y me deslicé suavemente arriba y abajo.

Palpé su ano caliente.

Seguí bajando. Noté parcialmente su coño. Estaba ligeramente húmedo, así lo noté al pasar por él, repasándolo con mis dedos. No quería incomodarla.

Bajé un poco más. Noté esa pelambrera de pelos maravillosos que protegían su coño. Llevaba noches imaginando aquel soberbio coño, lo había vislumbrado fugazmente al entrar o salir de la cama en las noches pasadas a través de sus bragas algo translúcidas.

Retrocedí excitado un poco. Palpé nuevamente su coño. Se removió un poco y susurró.

Uhm. Uhm…

Seguí palpando. Jugué con mis dedos en su coño, muy suavemente.

Aprecié un ligero chup, chup.

Estaba loco de excitación.

Mi polla a punto de reventar.

Se removió algo más.

Me acoplé en modo cucharita.

Mi polla empezó a rozar su culo en la parte baja, cerca de ese coño hambriento.

Mi mano izquierda palpó su pecho izquierdo.

Que delicia de carne suave. Su pezón estaba endureciéndose. Lo noté. Era grandísimo. Hasta ahora no lo había tocado jamás, pero los había notado endurecidos por el frío o por su suave y erótica ropa de cama.

Al acostarnos noches atrás, durante los breves instantes en que mantenía la luz de su lamparita encendida antes de apagarla, me fijaba en decenas de detalles. Sus pechos, sus pezones, su boca, sus mejillas, sus labios, sus orejas. En todo.

Qué maravilla de mujer.

Sigamos…

Ayudado con mi mano izquierda que jugaba con sus labios húmedos como tocando suavemente una guitarra, conseguí hacer que la cabeza de mi polla rozase su coño.

Jugaba con él, adelante y atrás con la cabeza de mi polla. Mi glande lo notaba enorme, palpitante y caliente.

Respiré profundamente como si hubiese despertado de un mal sueño al oírla hablar susurrando…

-          Hola Pepito. Que tarde vienes.

Estaba dormida. Me dijo.

Estaba soñando. Dijo después.

Estaba soñando, un sueño maravilloso en el que Sebastián mi marido me estaba follando.

Sigue, por favor.

¡Toma ya!

Estaba medio dormida, o medio despierta según se mire. A los efectos era lo mismo. Estaba encantado.

Con los dedos de mi mano izquierda abrí su coño lo que pude. Metí la cabeza de mi polla que estaba dispuesta y ya muy mojada.

Respiré profundamente. Me la empezaba a follar y ella medio dormida. Que lujo.

Sacaba y metía la polla poco a poco, buscando la humedad viscosa de nuestros fluidos, que empezaban a unirse en un baile sensual. Poco a poco…  Cada vez que la metía,  la metía un poco más.

Sacaba y metía mi polla en su tremendo coño, despacio..., muy despacio.

En uno de esos envites, me atreví a meterla hasta el fondo.

Que maravillosa profundidad.

Mi enorme polla llegó hasta el fondo sin problemas. Realmente mi tío Sebastián la había follado en condiciones. Así tenía el coño de profundo. Pensé.

La empecé a bombear sin prisa pero sin pausa.

Mientras me la estaba follando, echaba cuentas, si dice mi tía que follaba mucho y mi tío ha estado más o menos seis meses en casa, desde que se le notó el embarazo de mi sobrina Luci, pensando en que se la haya follado todas las noches dos o tres veces como me contaba mi tía, en total se la había follado unas quinientas cuarenta veces. Joder, buen número. Así tiene el coño de bien abierto. Joder.

Seguía pensando mientras la follaba despacio, muy despacio, disfrutando como única cada lenta metida de mi pollón, en su tremendo coño caliente y cada vez más húmedo.

Repasemos los números por si nos hemos equivocado, veamos, seis meses por treinta días de media, por tres polvos cada noche. Si, en total quinientas cuarenta veces. Más los polvos que le tuvo que echar cuando salían. Unos tres meses a otros tres polvos, pongamos cuatro por la novedad. Otros trescientos sesenta. En total, un número redondo, novecientos. Joder con mi tía y Sebastián.

Muchos años después, cuando leí el diario encontrado en el que mi tía había computado como una fiel contable todos los polvos con su marido, sorprendido comprobaría que realmente habían sido más. Tenía computados en realidad 954 polvazos. Éramos de la misma sangre contable. Empezaría entonces mi afición a contar y anotar polvos y leches. Incluso en el futuro haría estadísticas y medias semanales, mensuales y anuales.

¿Quieren saber cuántos polvos echaría en total a mi tía Lucía, durante aquellos maravillosos nueve meses?

Fueron más de mil doscientos, concretamente mil doscientos doce. ¡Qué locura de mujer, mi tía!

Sigamos con la suave y excitante follada inicial.

Echaba cuentas de polvos en aquel caliente momento para calcularlos, pero también  y al mismo tiempo, para distraerme del hormigueo de mi polla.

Quería soltar leche como fuese.

Un gemido y un retorcimiento de caderas atrajeron mi atención al cuerpo de mi tía. Palpé su teta izquierda y el pezón lo tenía súper endurecido. Me excitó sentirlo tan duro entre mis dedos.

La seguí bombeando en la mencionada posición de la cucharita, pero muy despacio. Quería disfrutar de mi regalo y no correrme aún...

Volvió a hablar, aunque muy despacio. Seguía medio dormida.

Estoy esperándote hace horas para darte el regalo de cumpleaños, dijo.

-          Que gusto me estás dando.

-          Sigue Pepito.

De pronto, me soltó con voz entrecortada pero clara:

-          Pepito, dale fuerte que me corro.

Le pegué un golpetazo enorme, noté como mis huevos golpeaban su coño. Pensé incluso que le podría haber hecho daño con mi polla enorme en la boca de su útero.

Gimió y se encogió bruscamente durante dos o tres segundos.

Volvió a gemir profundamente.

Yo seguía dándole pollazos fuertes.

Con su mano izquierda me echó mano al culo haciendo ademán de que parase.

-          Dame un segundo. Me acabo de correr como una bestia, Pepito.

Después de un minuto interminable. Yo seguía quieto pero con la polla dentro.

Sigue Pepito, sigue follándome más, necesito que me folles más.

Seguí dándole caña. El pequeño descanso me había venido bien para distraer mi polla, que quería echar leche en el coñazo de mi tía de manera urgente. Un súper coño, enorme, profundo, hambriento y muy caliente.

Seguía follándola, sin parar.

Al cabo de unos minutos me dice: Dale otro golpetazo fuerte como antes que me voy a correr otra vez.

Pum.

Le metí un envite de los buenos.

Dale otra vez.

Le di, incluso más fuerte. Noté el ruido del impacto de mis huevos al golpearla.

Se retorció y gimió de nuevo incluso con mucha más intensidad que la vez anterior.

Pepito que rico. Pepito que bien me estás follando. Eres todo un machote.

Pero que bien me estás follando. Me repitió.

Disfrutaba del post-orgasmo, de su segundo clímax. Se notaba en los movimientos del culo, que no dejaba quieto.

Después de haberse corrido por segunda vez y callada  de nuevo durante unos breves segundos, que me parecieron una eternidad, me dijo:

-          Ahora que ya me has despertado de verdad, vamos a jugar un poco más. Quiero darte tu regalo.

¿Mi regalo? (Pensé y me pregunté).

Sí, mi amor. Esta primera follada que me has echado, muy buena por cierto y en la que me has hecho correrme dos veces, ha sido tan solo el aperitivo.

Espera que viene lo mejor.

Lo primero que quiero que hagas es que me sueltes toda la leche. Dame pollazos sin parar hasta que te corras. Vamos.

Si tía. Le contesté obediente.

Pero, Pepito, me lo va a hacer de la siguiente manera. Atiende.

Cuenta de diez en diez. Al contar el décimo me das uno más fuerte, pero realmente fuerte. De acuerdo, Pepito.

De acuerdo tita.

Empecé.

Uno, dos, tres…, y diez. Pum…

Todos seguidos, sin parar. Pepito.

Uno, dos, tres…, y diez. Pum.

Joder que gusto me estás dando. Sigue.

Uno, dos, tres… y diez. Pum.

El ambiente de la cama emitía un hedor a fluidos vaginales mezclados con preseminales míos, que muy pronto se iban a mezclar con leche caliente y sabrosa, recién ordeñada.

Uno, dos, tres…, y diez. Pum.

Uno, dos, tres…, y diez. Pum.

Uno, dos, tres…, y diez. Pum

Así seguía zumbándole el coño, ella se removía como una loca, cuando se preparó para cogerme y sujetarme nuevamente el culo. Se iba a correr de nuevo por tercera vez y entonces le di todos los golpetazos de polla juntos y fuertes.

Pum. Pum. Pum. Pum. Pum. Pum.

No podía más. Ella ya empezaba a sujetarme el culo y clavarme las uñas, cuando mi leche empezó a salir a borbotones, primero muy rápidos y luego más lentos.

Me sujetaba, ya digo, muy fuerte.

Dejé de bombearla.

No quería molestarla por si se irritaba o le dolía. Ya sabía que algunas  mujeres después del orgasmo están muy sensibles... Raquel al menos era así. No podía tocarla después de sus orgasmos, al menos durante unos segundos. Después sí.

A mi tía le pasaba igual, había que dejarla unos segundos. Descubriría después.

Me sentía exultante dentro del coño de mi tía. Mi polla aun la notaba dura. Estaba chorreando mucha leche, pero aún seguía dura.

Mi primer golpetazo de leche había salido en el envite final.

Ahora seguía corriéndome, en tres o cuatro impulsos internos e  instintivos de mi polla, que me sabían a gloria bendita pero sin menearme.

Había echado mucha leche. Creía que mucha más que otras veces.

Después del primer y largo chorro, chorros medianos, luego más pequeños. Al final gota a gota, pero disfrutando enormemente de unos pequeños orgasmos menores. Que gustazo. Mi polla estaba en la auténtica gloria bendita, ya les digo, dentro de aquel coño que me parecía el mejor del mundo en ese momento.

Guau. Uhmm. Joder…,  que polvazo. Jamás había disfrutado tanto. Lo juro. Pensaba.

Apenas era la primera noche, todavía no había acabado y ya había aprendido la técnica de contar hasta diez y pum.  Estaba pletórico.

En cuanto me dejase quería comerle el coño.

Joder, esto se ponía de muerte.

Después de breves segundos en que se relajó de su tercer orgasmo. Mi tía, se volvió.

Cierra los ojos, me dijo.

Te voy a hacer decenas de cosas que jamás nadie te ha hecho aún y que mi Sebastián me enseñó a hacer.

Era un puto vicioso el muy cabrón. Pero me hizo disfrutar como una auténtica zorra. Lo echo mucho de menos. Menos mal que ahora te tengo a ti.

Espero que te gusten las cosas que te voy a enseñar y que las recuerdes durante toda tu vida.

Así sería.

¡Qué lista era mi tía!

Vuélvete de lado me dijo.

Mientras me volvía noté como ella se daba la vuelta, y mientras hacía eso, metía su mano el coño y hacía algo.

Estaría recogiendo la leche quizás. Me pregunté.

No querría manchar las sabanas, seguramente. Pensé.

Acertaría a medias. Lo recuerdo y me excito aún, después de que han pasado más de treinta años de aquellos maravillosos momentos de inicio sexual con mí adorada tía Lucía.

Unos segundos después, me tanteó el culo. Me abrió el culo con la mano izquierda.

Pensé por un instante que querría meterme el dedo en el culo, me acordaba del gusto que me había dado Julie la puta, en mi segunda leche con ella, aunque lo deseché enseguida.

En esa posición, metió su mano derecha en mis partes bajas.

Frotó su mano llena de leche y sus dedos en mi culo, en mi ano, pero principalmente en mis huevos y en toda la polla, descargando la leche que llevaba en la mano  durante unos segundos maravillosos.

Volvió a meterse su mano en el coño y sacando más leche, volvió a rociarme todas mis partes con aquella leche que empezaba caliente, e iba poco a poco enfriándose. Terminando con el paso de los minutos secándose y dejando esa pequeña y ligera película blanca, que todos sabemos.

No lo entendía de momento, pero disfrutaba imaginando mi leche allí.

Se volvió. Creí ver que se lamía la mano pero lo dudé por un instante. Luego más tarde, a lo largo de aquella intensa noche, descubriría que era una auténtica lamedora de leche. Yo he salido también a ella en eso.

Aunque algo se veía, de momento no se apreciaba todo con claridad. Pero lo intuía. El olor era maravilloso. Ese hedor a leche y fluidos después de las grandes folladas lecheras.

Voy a encender la lamparita para que me veas bien. Me dijo.

Ten los ojos cerrados Pepito. ¿Vale?

Encendió la lamparita de su lado y le puso un pañuelo para atenuar su luz, un pañuelo que sacó del segundo cajón de la mesita, según pude apreciar por los ruidos y sensaciones de cambios de luz,  pues a pesar de tener los ojos cerrados, entreabría parcialmente para mirar, estaba algo deslumbrado al pasar de la oscuridad a la luz.

Pero hice caso. Cerré los ojos de verdad.

Mientras pensaba.

El cuerpo de mi tía debería de ser exquisito, era relativamente joven a pesar de haber dado a luz hace apenas poco más de un mes a una hija. Lo había tanteado el rato antes y estaba excitadísimo.

En las noches previas solo pude llegar a rozarla cuando estaba dormida, siempre suavemente para que no interpretase nada anormal ni antinatural.

Me había dicho muchas cosas, sobre mi polla. Sobre su marido. Había llorado mucho en mi hombro. Sé que se había acercado a mi cuerpo y había notado mi polla dura durante horas.

Pero realmente no me había tocado de ninguna manera especial. Al menos no lo recordaba.

Solo me había hablado.

Que si la polla de mi marido por aquí, que si me follaba todas las noches tres o cuatro veces como poco. Que si me pedía que le hiciese cosas.

No abras aun los ojos y vuélvete. Dijo.

Mi tía estaría especialmente sensual en aquella noche tan especial. Lo intuía.

No hacía mucho calor, a pesar de que aquel marzo estaba resultando frío. Sería el calor de nuestros cuerpos.

Apartó las sabanas y mantas que nos cubrían.

Lo sentí.

Yo aún tenía los ojos cerrados. Solo me avergonzaba que me viese la polla aún grande y dura después de haberla follado hacía un instante.

Seguía totalmente empalmada y dura. Dura como una piedra.

Abre los ojos Pepito.

Los abrí poco a poco y vi un auténtico espectáculo.

Totalmente desnuda sabía que estaba. Pero ver su contorno al trasluz, sus grandes pechos, sus enormes pezones sonrosados, me puso cardiaco.

Se había puesto perfume, lo había notado antes cuando le había besado sigilosamente el cuello al principio de meterme en la cama.

Mi tía olía de una manera muy sugerente. Así me parecía. Estaba excitándome cada vez más y por momentos.

Vuelve a cerrar los ojos Pepito. Nunca me ha molestado que me llamasen así.

Cerré los ojos nuevamente.

Se acercó. Notaba su aliento y su agitada respiración.

Empezó a acariciarme el pecho, la cara, los brazos, las piernas. Todo muy suavemente.

Luego empezó a acariciarme la polla, que ya estaba a punto de estallar otra vez. No sabía entonces que mi polla estaría estallando leche toda la noche.

Mira Pepito me dijo. Desde que vi tu polla recientemente, estas noches de atrás. Incluso te la he tocado estando tú dormido, me recordó a la de mi Sebastián.

Ya me lo has dicho tita varia veces. Le contesté.

No dejaba de acariciarme.

Hacías mucho sexo con él, le pregunté. Ya me lo había dicho varias veces, pero seguía preguntándole. Soy un preguntón. Lo siento.

Mucho, Pepito. Todos los días. Por los menos tres polvos me echaba todas las noches, ya te lo he dicho. A veces cuatro. Al principio en su teatro del guiñol muchos más. Era delicioso sentir su polla dentro de mi coño. Al principio, los primeros días,  me hizo un poco de daño, no había estado con nadie más. Pero después de aquellas primeras veces, me lo pasaba genial con él.

Me encantaba que tuviese su gran polla dentro de mí. Mi coño necesitaba su polla constantemente.

La tenía tan grande como tú ahora mismo. Yo creo que son idénticas. Eso me pone muy perra y muy cachonda.

Antes de venir a vivir con nosotros, cuando ya estaba embarazada de Luci y tu abuelo accedió de mala gana, nos pasábamos las noches enteras follando. Me escapaba por las noches. Nadie lo sabe. No se lo digas a nadie.

Seguro que mi polla te recuerda a tu marido. Le pregunté.

Si mi amor. Es idéntica.

Además yo te la había visto antes muchas veces. No lo recordarás, eras muy pequeño. Yo te he bañado muchas veces. Tu madre estuvo muy ocupada con tu hermano y tus hermanas que vinieron muy juntos. Tu padre también follaba mucho. Todas las noches, según me decía tu madre. No le digas que te lo he contado. ¿Vale?

Recuerdo ambas cosas de mi niñez, aunque vagamente. Los ruidos en el dormitorio de mis padres todas las noches y los baños en la cocina en invierno y en la terraza en verano.

Cuando te bañaba en alguna ocasión en el pasado, me decía mi tía, ya entonces había pensado que estaba muy bien armado, que te parecías al abuelo en eso.

Seguro que le había visto la polla al abuelo Remigio. Ya les dije que yo la vi un día de pequeño y me asustó su tamaño.

Voy a follarte como me follaba a mi Sebastián todas las noches. La verdad es que me hace mucha falta. Dijo nuevamente.

Así empezó el  primer polvazo que mi tía me echaría aquella noche.

Sí lo sé, sé lo que están pensando. Ya me la había follado una vez en cucharita y se había corrido tres veces, pero en esta ocasión ella tomo la iniciativa desde el primer segundo.

Se puso delante de mí.

Me subió las piernas en genuflexión.

Empezó a comerme los huevos.

Comió suave y lentamente mi polla.

Bajó a mi culo.

Lamió aquellos restos de leche ya secos.

Volvía a repetir.

Limpió todos los restos secos.

Te gusta lo que te hago, me preguntó.

Si claro tita. Mucho.

A mi Sebastián le encantaba esto. Que le lamiese el culo y los huevos con su primera leche.

Después de aquel comienzo prometedor, solo decirles que pasamos todo el resto de la noche follando de decenas de maneras nuevas. Que comió mi leche varias veces. Que disfrutó como una auténtica loca cuando le comí el coño.

Joder,  como comes el coño Pepito. Tienes un don natural, me diría.

Seguíamos follando y follando. Sin parar.

El tío le había enseñado muchas guarrerías.

Quien iba a pensar que el titiritero sabía tanto.

Así pasamos toda la noche. Orgasmo va. Leche viene.

Hacía horas que había amanecido y aun seguíamos follando.

Decenas de veces cambió de postura.

Me folló de maneras que jamás nadie me había follado, ni hubiese pensado. Días después me enseñaría el libro del Kama Sutra. Las posturas que le había enseñado su Sebastián eran muchas.  Un libro que el titiritero se había dejado con dibujos de todas ellas. Decenas y decenas de posturas. Joder que delicia aprenderlas todas, aquella noche y en sucesivas noches con mi tía.

Así estaríamos nueve meses seguidos. El resto de las noches seguíamos follando mucho, aunque me dejaba dormir, eso sí,  un par de horas o tres todos los días.

No quería matarme a polvos. Decía.

Me estaba follando sentada encima de mi polla cuando oímos los pasos de alguien.

Mi madre llamó a la puerta.

Mi tía le dijo que estaba durmiendo, que había llegado tarde y que aún seguía descansando.

Era una mentira piadosa.

Vaya jeta, cuando se despierte le voy a echar una buena bronca, oía decir a mi madre. Además ya ha venido Fernanda a por él, para que le ayude con las plantas. En cuanto se despierte y desayune, se lo mandas. ¿Vale?

Vale…, contestó mi tía.

Ni mucho menos, mi tía me dejo de ir. La vecina tendría que esperar.

Follamos mucho más toda la mañana.

No los contaba exactamente en ese momento, aunque mentalmente ella se tuvo que correr casi una docena de veces, y yo al menos seis o siete veces más. En mi nuevo diario de polvos que estrené con mi tía, apuntaría ocho leches aquella primera noche.

Llego a sacar un aparato que veía yo por primera vez. Un consolador. Tenía varios de diferentes tamaños. Me enseñó a utilizarlos. Los utilizaríamos muy a menudo. Tanto en su coño como en su culo. También en el mío.

Fue una noche y mañana maravillosas, aunque solo sería el preludio de lo que pasaría  a lo largo de los nueve meses siguientes.

Cuando antes de comer, mi madre volvió a insistir algo cabreada, le dije: Si, mamá, ya voy. Estoy cansado. Ayer tuve mucha “tarea”, en el trabajo y luego los chicos me entretuvieron hasta tarde. Le dije disculpándome.

Pues te pongas como te pongas, hoy te vas a quedar sin siesta. Tienes que ir a la vecina a arreglarle las plantas. Me lo ha suplicado. Desde que está sola ya no sabe hacer nada sin ti.

Llevaba ya por lo menos cuatro o cinco años comiéndole el coño a la viuda, y cada día le gustaba más. Esa era su auténtica necesidad.

Mi madre se iba diciendo cosas, a través del pasillo.

Así aprendes para otra vez. No te da vergüenza estar durmiendo a estas horas.

Menuda bronca me echó mi madre, aquel maravilloso día de sexo a raudales.

Mi tía y yo nos mirábamos perversamente. Todavía me follaría otra vez antes de dejarme salir a ducharme y a comer.

A las tres y media ya estaba en casa de la viuda. Ni plantas, ni nada. Directamente a comerle el coño toda una hora. Bien que le señalé las horas y los minutos con mi lengua en su coño ardiente. Ya estaba muy necesitada de mí. Como se retorcía de placer, la muy cachonda.

Se había acostumbrado a su hombretón como me llamaba.

Aquel día comencé a practicar las nuevas posturas aprendidas. Primero con la viuda y luego con Raquel.

Hay que practicar amigos.

Yo disfrutaba mucho con aquella viuda. Realmente fue mi madura especial durante años. Cuando le dio el ictus poco tiempo después, lo sentí mucho. Desde entonces la relación cambió indudablemente, aunque seguía gustándole las comidas de coño que le hacía. Follábamos menos, por su falta de movilidad.

Lo único que me unía ya a ella, era su sobrina…

Aunque aún con su ictus, la viuda quería marcha. Realmente, quien me dio marcha en aquella casa hasta que me casé por primera vez, fue su sobrina. Habré de contarles muchas cosas de ella, en especial la primera vez que follé con ella.

Pero volvamos a la viuda de momento.

Recuerdo como compulsivamente con ambas manos se echaba para atrás su enorme mata de pelo para dejar al descubierto ese coño que me encantaba, para que se lo comiese bien.

Jamás me había follado sin haberse corrido un par de veces o tres comiéndole el coño previamente.

Las macetas quedamos en dejarlas para otro día. Me tuvo en la cama, hasta las ocho de la tarde.

Deprisa y corriendo, me despedí de mi viudita alegre, como a veces ella misma se definía a sí misma, me duché, me puse mi flamante traje nuevo, con un cierto tufillo a la casa de las putas y me fui a la discoteca donde ya me esperaba Raquel para darme el post-cumpleaños.

Obviamente me rocié bien con la colonia que me había regalado. Bailamos, tomamos algo, todo ello entre idas y venidas a nuestro delicioso rincón oscuro de aquella célebre primera discoteca de la capital, que aun a día de hoy sigue abierta, claro está después de decenas de periodos y arreglos de diferentes propietarios.

Cada vez que paso por allí recuerdo mis tardes con Raquel, llenas de sexo. morbo y placer.

Aquel domingo no llevaba tanta necesidad como otros, pero no dejaría de sacarle a mi difunta amiga Raquel media docena de buenos orgasmos. Yo al menos me la follé dos veces, eso sí lo recuerdo.

Recuerdo que el lunes siguiente, ensimismado rellanando letras de cambio en la oficina, conté mentalmente entre el sábado y el domingo más de una veintena de lechazas, en concreto veinticuatro entre las cinco. Aquel día empecé a anotar mis lechazas, como ya les adelantaba.

Pues sí,  mis amigos, más de una veintena de lechazas, un verdadero record para un joven de dieciocho años.

Por cierto y al hablar de letras de cambio, no he podido dejar de recordar…

Las letras de cambio, las compraba en un estanco muy cerca de la oficina, la regentaba una viuda alta y rubia, que estaba muy buena, por cierto. Tenía de ayudante a una chica bajita y morena que me miraba de una manera muy especial. Ya les contaré como esa joven se enamoró de mí. Estuvo toda su vida esperándome, era muy tímida.

Me la follé por primera vez cuando ambos teníamos dieciocho años. Por segunda vez cuando ambos teníamos treinta y siete y me la he vuelto a follar por última vez hace apenas unas semanas, ya tenemos ambos cincuenta y tantos. Exactamente cincuenta y dos.

La verdad es que Trini es muy buena chica. Algo cortada. Estoy un poco cachondo con ella estas últimas semanas. Quedamos en su casa. Heredó el estanco de la viuda cuando murió y sigue soltera según me ha confesado.

Ya les hablaré de mis tres únicos polvos de momento con Trini. A cual más anecdótico por su timidez.

Volviendo al relato de la súper follada con mi tía, qué decirles.

No lo sabía a ciencia cierta, pero con toda seguridad mi sobrina-prima-hija ya estaba en proceso, pues seguro que con un alto porcentaje de probabilidades estaba ya concebida.

Los siguientes meses, hasta nueve, como ya les he adelantado, fueron inconmensurables.

Mi tía no me dejó de follarme ni una sola noche y siempre en repetidas ocasiones. De media me follaba cuatro o cinco veces todas las noches.

El periodo no aparecería jamás y el vientre prominente como ya pueden suponer fue adquiriendo volumen hasta el desenlace del 6 de diciembre en que nació Pili.

Pues sí, mi sobrina-prima-hija Pili fue constitucionalista. Ese día se celebra como saben los españoles el día de la Constitución. Fue aquel día 6 de diciembre, aunque ocho años atrás, en 1.978, cuando fue ratificada por la gran mayoría de compatríotas en un referéndum.

Volviendo al embarazo de mi tía.

Las culpas se las llevaría Sebastián.

Nada más nacer mi sobrina-hija Pili, ella pidió la vuelta de Luci y las empezó a criar a las dos. Ya no me volvió a necesitar lamentablemente. Quizás el miedo a un nuevo embarazo, quizás un cambio mental. Quizás el inicio de su enfermedad. Quién sabe.

Todo queda en el álbum mental.

Lo cierto y verdad es que aquellos nueve meses de sexo pasional e imaginativo con mi tía Lucía siempre serán inolvidables.

Del mismo modo, sería inolvidable mi violación dieciocho años después.

Les hablaré a continuación sin más dilación de ella, en el siguiente y último capítulo, el número trece, de esta primera parte de mis memorias.

13/13. UNA VIOLACIÓN EN FAMILIA…

Cierto es que el violado disfrutó y mucho durante aquellos dos días enteros en los que estuvo totalmente atado a una cama, a merced de sus violadoras.

Antes de continuar he de hacerles una apreciación, realmente estas sobrinas de las que les hablaré en el relato son realmente primas. Quiero comentárselo para que no se confundan.

La gran diferencia de edad las hizo llamarme “tito” desde el primer momento.

La confianza que tenía el protagonista con la madre de ambas, le hizo prometerle en su lecho de muerte que las cuidaría, y así lo intentó hasta el final.

Mi mente, yo soy el violado como pueden suponer,  durante aquellos dos largos días no dejó de pensar, primero en quienes eran, aunque parecía obvio que fuesen mis sobrinas, luego en cuantas personas más las acompañaban en la ejecución de la violación, por cierto, muy excitante y morbosa la situación para terminar pensando quien sería realmente la mente perversa que lo ideó, dando por hecho que mis sobrinas, aunque muy trastos, no me parecían a priori acreedoras de una mente tan sofisticada. Tenía que haber alguien más.

Quizás no lo descubriría jamás.

En todo caso, les digo en verdad, que yo jamás hubiese provocado aquel episodio de manera voluntaria, especialmente cuando una de mis sobrinas violadoras finalmente era hija de este violado, aunque en el pasado,  había habido cierta duda y la paternidad de la menor, no estaba confirmada entonces.

Empecemos…

Fue una situación tremendamente frustrante, al menos durante los primeros momentos.

Les pondré, mis amables lectores en antecedentes.

Mi tía Lucía, como saben, había muerto en el mes de agosto. Unos días antes, como saben, me había pedido que cuidase de sus dos hijas.

Al querer confirmar con ella cuando su vida se apagaba, si mi Pili era hija mía, no me dijo que sí, pero tampoco me dijo que no. En todo caso yo tenía ya asumido que sí lo era por aquel detalle trascendental del diario. En todo caso sus ojos no me mintieron.

Mi tío Sebastián se había suicidado apenas un mes antes, dijeron que en un accidente, pero todos intuimos, yo el primero, que había sido en un ataque de arrepentimiento por el mal causado a mi tía al irse sin avisar y las consecuencias de todo ello.

La tristeza en los días siguientes a la muerte de mi tía era evidentes, especialmente en mi madre y del resto de mis tías, así como de toda la familia en general. Visitaba a mi madre todos los días, que obviamente era la más afectada.

Mis sobrinas-primas se habían mudado a mi casa, después de la promesa hecha a su madre en vida,  y estaban empezando a hacerse con la rutina de aquellos primeros días, en su nueva situación.

Ya saben, aunque eran realmente mis primas, ellas me llamaban “tito” y a eso me acostumbré el resto de mi vida.

Yo estaba ya totalmente independizado sobradamente desde que mi abuelo paterno me había puesto al mando del grupo de empresas. Ya se lo he comentado a ustedes en algún que otro capítulo anterior.

En ese momento estaba solo. Me había divorciado de mis dos primeras mujeres, de la última muy recientemente,  y la tercera estaba a punto de entrar en mi vida, al año siguiente.

Si hubiese estado casado, no me habrían violado.

Una lástima.

En aquella casa tan grande estábamos tan solo los tres. El próximamente violado y las presuntas violadoras, mis dos sobrinas, Luci y Pili.

Tanto Luci la mayor, como Pili la menor empezaron con buen pie, aunque no tardarían en torcerse. Sus edades, 19 y 18 prácticamente en aquellos momentos lascivos.

Habían sido unas malísimas estudiantes las dos. Habían repetido cursos hasta la saciedad.

Habían sido expulsadas varias veces por ser indisciplinadas.

Sin duda, mi tía y sus problemas depresivos no habían ayudado a establecer un ambiente familiar propicio para una educación básica con sentido común y ética en aquella casa. También el abuelo Remigio había muerto hacía años,  que podía haber influido en la educación de las niñas. Mis padres aunque viviendo juntos en aquella gran casa familiar, sin resignarse del todo, dejaron hacer a mi tía Lucía.

Mi madre hubiese querido hacer más por sus sobrinas y hermana desde que su marido desapareció, pero mi padre le indicaba que debía dejar cierta libertad de actuación a su hermana.

Entre unas cosas y otras, el tiempo pasó.

Mi madre me había contado algunos detalles al respecto de mis dos sobrinas. Aunque no había hecho mucho hincapié en ninguno de ellos, como les digo, por causa de no contradecir a mi padre, siempre imbuido de un espíritu liberal y demasiado transigente, al menos teóricamente.

Aquel año de 2.004, yo ya contaba con treinta y seis años. Había vivido prácticamente todo tipo de experiencias, como todos ustedes han podido comprobar, incluso desde mi más tierna juventud.

Jamás pensé en qué podía ser violado por unas jóvenes ardientes y sexualmente muy promiscuas.

Pero sin duda, sería violado.

Ya me habían comentado amigos y conocidos de que mis sobrinas Luci y Pili fumaban, bebían, se echaban porros, incluso se habían metido algún pastillazo, y que habían hecho de todo con los muchachos más lanzados de la localidad.

También la edad pide guerra. Ellas eran muy guerreras. Eran jóvenes.

Tan solo me decía  mi madre, que mis sobrinitas estaban necesitadas de algún bofetón que otro.

Vaya si mi madre las llega a ver violándome. Las mata.

Pero sigamos.

A pesar de todo ello y en honor a la promesa que le había hecho a mi tía, decidí intentar que mis sobrinas, fuesen por camino recto.

Hablé varias veces con ellas de planes de futuro. Septiembre se aproximaba. Las tanteaba a ver si querían hacer una carrera profesional, o incluso trabajar en la empresa.  Yo me haría cargo de todos los gastos.

¿Os gustaría ser enfermeras? ¿Peluqueras? ¿Queréis trabajar en la empresa?

Ya lo veremos tito. Me contestaban, una y otra vez.

Después de unos pocos días de recogimiento, tras la muerte de su madre, enseguida empezaron a salir de fiesta nuevamente, prácticamente todos los días de la semana. Los viernes y sábados no aparecían por casa casi nunca.

Les había llamado la atención al respecto.

Siempre ponían cara de corderitas degolladas. Pedían perdón y me sonreían.

Los jóvenes y no tan jóvenes de entonces, se reunían en los denominados botellones a beber sin ningún tipo de control a las afueras de las ciudades. En las grandes ciudades, muchos parques aglutinaban miles de jóvenes bebiendo hasta al amanecer todos los fines de semana. Después de beber venían los excesos, las peleas o incluso algo peor.

Como recordarán los lectores de España, los botellones empezaron a generalizarse en nuestra España querida, a finales del siglo XX y ya en 2002, el Gobierno de Aznar, redactó la primera ley denominada antibotellón. El desastre del Prestige y la derrota de 2004 del Partido Popular en el gobierno de entonces, principalmente a causa de los atentados de Atocha auparían a Zapatero al poder aquel año, lo que no propició una mejora del botellón, sino todo lo contrario.

Del mismo modo en cuanto a drogas y sexo, ya habían pasado los peores momentos del sida, desde los años 80. Los jóvenes habían dejado de pincharse para esnifar y fumar porros de manera mayoritaria. Las conductas sexuales se habían liberalizado muchísimo sin miedo a embarazos no deseados, pues el uso de píldoras anticonceptivas llego a generalizarse en la mayoría de las jóvenes. Incluso, en los últimos años de gobierno de Zapatero, en 2009, se regularía la denominada píldora del día después.

Mis sobrinas, a tenor de lo que me comentaban amigos y conocidos, hacían de todo. Salían solas o con grupos de amigos y amigas del instituto, así como de su antiguo barrio.

Generalmente, salían con un grupo de amigas muy parecidas que se vestían de una manera muy rara. Muy oscuras. Luego a eso se le llamaría estilo gótico, más o menos desde que las hijas de un gran cargo político que ya he mencionado,  aparecieron en una televisión americana en una visita a la Casa Blanca.

Yo entonces, por sus vestimentas, a las amigas de mis sobrinas las llamaba el trío calavera.

Pasaban por casa alguna vez. Escuchaban música con mis sobrinas. Salían a fumar al patio. No se portaban mal, pero no me fiaba.

Fumaban y bebían las cinco. El mueble bar me lo tenían devorado.

A finales de agosto, me empezaron a dar la paliza con la fiesta.

Querían organizar una fiesta de despedida de verano en el patio de casa para todos sus amigos.

El patio de mi casa era idóneo.

Los vecinos, estarían todos o casi todos de vacaciones o en sus casas de campo. La piscina era pequeña, pero con el césped y la barbacoa, era un lugar idóneo para montárselo muy bien en una reunión de jóvenes, para hartarse de todo, incluido el sexo.

Estuvieron días y días dándome la tabarra con la puta fiesta de los cojones.

Al fin, les dije que sí. Sería aproximadamente el veintitantos de agosto, más o menos, cuando les di la aprobación.

Luego, al día siguiente, vendría la cara de pedir dinero para las cosas.

Tito danos algo para comprar.

Les di 200 € para que comprasen todo lo que necesitasen. Sorprendidas y exultantes se lanzaron a mí dándome besos y abrazos.

Les hice prometerme que recogerían todo. Que controlasen a todos sus amigos y que no me rompieran nada. Les dejaría la casa entera para todos ellos, para que no se sintiesen mal y estuviesen totalmente a gusto, yo me iría ese fin de semana de vacaciones. Bueno, realmente toda la semana, como verán.

No se lo creían.

Al preguntarles la fecha de la fiesta me dijeron que sería el primer sábado del próximo mes septiembre, el día 4 para ser exactos.

En la localidad donde vivíamos entonces, por esas fechas, siempre se celebraban unas fiestas muy especiales en la primera semana de septiembre. Este año por el Covid-19, seguro que no hay tanta fiesta y alboroto.

Me pareció bien apartarme en aquellos días ajetreados de la localidad y decidí tomarme unos días de vacaciones con Luz, mi amante colombiana.

Llevaba tiempo prometiéndoselo y mi reciente último divorcio me había dejado mucha libertad para los fines de semana.

Volvería el domingo por la noche.

La fiesta habría pasado.

No me venía mal también descansar de la empresa. En aquellas fechas previas a las fiestas de nuestra localidad, hay mucho trabajo.

Siempre me ha gustado anticiparme a todo y descansar en esas fiestas.

La ciudad era un infierno en fiestas, al menos para mí. Mis sobrinas seguro que no opinan lo mismo que yo.

Cada cual es cada cual, y yo ya iba madurando en edad por aquellos tiempos de mis treinta y bastantes…

Camino de los cuarenta irremisiblemente.

Me organicé debidamente para dejarme el lunes 6 y el martes 7 de septiembre, totalmente libres.

Descansaría antes de empezar a afrontar la campaña del siguiente año.

La localidad donde vivimos se fundamenta básicamente en el mundo agrícola y ganadero y de ellos el sector vinícola y el sector de la carne de cordero y de los quesos de oveja, son los principales.

En la oficina no me esperaban hasta el miércoles 8.

Me despedí el lunes 30 de agosto de mis sobrinas.

Las volvería a ver el domingo 5 de septiembre por la noche.

La empresa,  la dejé en buenas manos, las mejores, mi secretaria personal y con ciertos poderes, María Dolores se haría cargo de todo. A ella le gustaba que le dijesen Dolo simplemente.

Era y es una mujer ciertamente muy especial.

Disciplinada en el trabajo. Incansable para todo lo que le ordenaba. No tenía vida privada según creo. Jamás hablamos de ello. Me hubiese gustado follarla, sí, sin dudarlo, pero como por aquí decimos. No metas la polla en la olla. A fin de evitar problemas, jamás le hice ningún comentario inapropiado. Ella a mí tampoco.

Tenía absoluta confianza en ella, sabía mis claves secretas de Internet y de mis cuentas bancarias y tarjetas, también la combinación de la caja de seguridad en mi despacho, e incluso tenía llaves de todas mis casas, pues ella se encargaba de esos pequeños detalles que da reparo encargar a un extraño como regar unas macetas y cosas así.

Cuando había ido a alguna de mis casas, nunca lo notaba. Era muy cuidadosa con los detalles.

En mi fuero interno fantaseaba con hacerla mía incluso secuestrándola, atándola y vendándola. Follarla sin contemplaciones. Estaba realmente muy buena. Alta, con un atractivo y sensual cuerpo. Buenas tetas aparentemente y unas buenas caderas donde agarrarse, claro en teoría.

Dicen que no hay delito en pensar en delinquir.

Yo meditaba en mis adentros la posibilidad de follármela sin que ella se diese cuenta. Pensé en narcóticos. Pensé en disfraces. Pensaba pero siempre desechaba la idea. Mis empresas, más bien las de mi abuelo paterno, eran prioritarias. Una cosa es la obligación y otra la devoción, aunque fuese sexualmente atrayente la idea de follarme a Dolo.

Hablando de disfraces no he podido dejar de recordar cómo una vez contrataría pocos años después,  los servicios de una estilista especializada en Madrid para poder acostarme con la novia de un amigo. Habré de contárselo a ustedes algún día.

Fue una anécdota de lo más lujuriosa.

Les anticipo que uno de mis mejores amigos, aun casado, tuvo una amante que de vez en cuando recibía a cambio de dinero, mucho dinero, a algunos pocos clientes y amigos. He de confesar que contraté incluso a un detective privado para asegurarme de los chismes y también por morbo, lo confieso.

Intenté follármela por dinero, pero jamás aceptó, dado que le resultaba vergonzoso, según me aseguró,  traicionar a su amante con uno de sus mejores amigos.

Un poco obsesionado, opté por el disfraz y el maquillaje profesional para conseguir follármela sin darse cuenta de ello. Ella jamás se enteró y él tampoco. Se llamaba Tomás, moriría años después de un ataque al corazón. Ella, una marroquí imponente con nombre impronunciable, siempre le amó.

No sé qué será de su vida. Pero le eché el polvo más morboso que jamás he echado nunca. Bueno fueron dos. Ya les contaré de algunas de sus habilidades sexuales y como me organicé con la peluca, el disfraz y el maquillaje

Terminemos con Dolo.

En fin, yo deseaba a Dolo, pero casi siempre finalizaba mis pensamientos calenturientos con sensatez y follando con otra o haciéndome un buen par de pajas.

Si cuando nos jubilemos ambos, pensaba, éramos de la misma edad, si Dolo sigue sola, la invitaré a salir, a ver qué pasa. Vamos, lo que se dice, una paja mental.

Inconscientemente intuía que yo le gustaba. Pero jamás evidenció absolutamente nada de nada. Fue y sigue siendo su actitud, una actitud absolutamente profesional.

Decirles que no sé dónde vive, ni el día de su cumpleaños. Solo sé que somos del mismo año 1.968. Que vivió con sus padres hasta que murieron y ahora vive sola. No sé nada más.

Vuelvo a mis sobrinas, que me enrollo como siempre.

Antes de irme les volví a insistir en que tuviesen cuidado con la fiesta. Que no hiciesen nada malo y que recogiesen todo.

Por favor niñas, les dije, que no tenga que cabrearme con vosotras, como última frase antes de partir para mis vacaciones.

Me dijeron que sí. Me volvieron a besar y abrazar. Estaban ilusionadas con la fiesta, se notaba y mucho. Maldita fiesta.

Había quedado con Luz mi amante en irnos de vacaciones a Torremolinos toda la semana. Del lunes al domingo.

La semana fue genial.

Luz y yo, disfrutamos de lo lindo. Paseos. Baños. Muchas coquinas en “La Coquina”. Muchos espetos en casi todos los chiringuitos. Mucha cervecita fresquita, algún que otro vino. Paellas. Marisco cocido y a la plancha. Algunos momentos de baile en los locales al aire libre al lado de la playa. Copitas. Un steak tartar en casa Antonio. Mucho SPA en el hotel y mucho sexo. Mucha lluvia dorada, que hacía tiempo que no teníamos tiempo para disfrutarla recíprocamente. Lo que nos encantaba a ambos. El hotel Amaragua es un lujazo de hotel.

Una semana inigualable. Buen sexo en cantidad y en calidad.

El domingo después de comer, cogimos el coche, y volvimos a nuestra tierra. Llegamos a casa de Luz sobre las nueve. Nos duchamos. Habíamos parado a tomar un aperitivo durante el viaje.

No se me ha de olvidar contarles un episodio entre semana, antes de seguir.

En medio de la semana como les digo, para ser más exactos, el jueves, Luz me quiso dar una sorpresa.

Ella es muy prudente siempre, sabía de mis aficiones a los clubs liberales.

Allí en Torremolinos hay varios, aunque excepcionalmente el más antiguo y con más clase, tiene de nombre Kamelot, es un lujo de sitio. Su dueña era una gran persona. Ahora lo lleva su hijo. He ido muchas veces solo y otras muchas veces acompañado.

Aquella noche de jueves veraniego, Luz quería devolverme de alguna manera el placer de esa semana maravillosa que estaba pasando. Así me lo dijo. Ella es muy inocente y sincera en todo, ya la conocen.

Se ofreció a acompañarme a un club liberal. Pocas veces lo ha hecho. Realmente no le gustan.

Allí, en Kamelot,  además de comer decenas de coños y alguna que otra polla en el cuarto oscuro, hice una trastadita erótica.

Luz no hizo nada, según dijo, solo se había dejado besar por dos mujeres solas un rato, o al menos es lo único que vi. Luego me había metido al cuarto oscuro a liberar pasiones de coños. Si acaso Luz hubiese hecho algo, podía haber hecho cualquier cosa, tiene libertad para ello,  me lo hubiese dicho. Creo.

Había estado casi toda la noche oyendo música y charlando con aquellas chicas. Se le habían acercado decenas de hombres y parejas, pero se excusaba con ellos.

En un momento de un enorme morbazo que me dio al levantar una cortina en uno de los Glory Hole que allí había, y ver una mujer comiendo una enorme polla mientras su marido disfrutaba del espectáculo, le dije a Luz que hiciésemos lo mismo. Ella dijo que no le apetecía. Luz pasa conmigo, le supliqué, yo lo haré “todo”, tú no tendrás nada que hacer.

Accedió.

Ella sabe de mis aficiones a comer pollas también en ocasiones. No siempre, solo en momentos álgidos de mucho y sensual morbo.

Pasamos a otro de los oscuros Glory Hole.

Los hombres se agolpaban por decenas en aquel pasillo metiendo sus pollas en todos los agujeros libres a ver si tenían suerte. En el nuestro enseguida entró una polla.

Me comí esa polla y las tres siguientes bajo la atenta mirada de Luz. Que gratificante es comerse y lamer una polla dura hasta que sale el deseado y ansiado semen. Tanto la leche propia, como la leche ajena están buenísimas. Leche calentita y sabrosa.

Uhm.

La experiencia fue bestial y aquella noche le eché a Luz en el hotel uno de los polvos más gloriosos de mi vida. Iba demasiado excitado. Tremendamente motivado para sexo especial de agradecimiento sincero.

Sigamos con el domingo, ya en casa de Luz.

Hasta entonces no me había acordado en ningún momento de mis sobrinas.

Echamos un hipotético último polvo semanal, en esta semana festiva, al que se unió poco después nuestra común amiga Noelia, que estaba deseando de que llegásemos para comerle el coño a su Luz. La había llamado un montón de veces a lo largo de la semana. Estaba prendada de ella.

Había estado Noelia, una semana entera sin lamer su coño favorito.

Estaba el coño recién lefado de Luz, cuando llego Noelia. No me había dado tiempo a lamerlo en condiciones, cuando tuve que abrirle la puerta desde el interfono.

Se desnudó en un abrir y cerrar de ojos y se lanzó al coño.

Noelia no dijo nada. Mamó coño con ganas y con deseo. Como ya me conoce, lamió leche sin tragársela y me la pasó enseguida a mi boca.

Toma vicioso, que sé que te gusta. Me dijo.

Como me iba conociendo ya Noelia.

Había dejado el niño a su novio y a su suegra. Con la excusa de ver a su amiga íntima, se había venido corriendo como una loca a su casa.

Seguro que aquella noche no volvió a la suya. Alguna excusa tonta le diría, que no alteraría la mente del inocente cornudo.

Desesperada de coño, Noelia se puso las botas.

Yo me follé a las dos por turnos, aunque mucho más  a Noelia en los momentos de tríos, pues es la que siempre tenía el coño más libre y a punto. El otro coño, el de Luz, casi siempre estaba en su boca.

Echaba bastante de menos a Noelia y me la follé durante por lo menos una hora, en varios turnos. Ella mientras comía coño sin parar, aunque a veces daba sensuales besos en la boca de Luz. Le eché un par de leches y me sorbí su coño otras tantas.

En un momento que dejó descansar a Luz, había ido Noelia al servicio y Luz muy cachonda me comió un momento la polla, y al ponerse dura nuevamente aprovecho y se montó. Me dio un poquito de meneíto follatil hasta que me volví a correr. Tenía ganas de polla después de tanta comida de coño.

Como siempre hacía, su mano tapó el coño para evitar salidas innecesarias de mi sabroso semen y se acopló en mi boca para vaciarse, mientras yo relamía por última vez esa noche ese coño, que debería ya de estar bastante lamido por la boca viciosa de Noelia.

Al final me había follados dos veces a cada una.

Me empecé a vestir. Se acurrucaron. Parecían ambas cansadas.

Me volví para mirarlas antes de apagar la luz, aunque al verlas abrazadas y rendidas me pusieron nuevamente muy cachondo, por un instante estuve tentado de volver a meterme en la cama, pero al ser cerca de la una de la madrugada, me fui para mi casa.

Seguro que se hicieron otro repasito después. Ya me contaría. Luz me lo cuenta todo.

No esperaba ningún ruido en la casa. Supuse que mis sobrinas estarían por la plaza o por la zona de bares. Eran los últimos momentos de la fiesta local.

Había pensado en ellas y en su fiesta mientras llegaba a casa. Ponerse bien de copas, fumar porros o incluso alguna pastillita y follar con amigos. Eran muy zorras. Era evidente. Aunque jóvenes, ya tendrían una vida sexual muy dilatada. Conozco el paño.

No quise salir al patio. Si estaba sucio, no quería cabrearme. Iría directamente a dormir.  Mi dormitorio estaba al otro lado de la casa. Puse el ventilador del techo en el mínimo. No me gusta el aire acondicionado, me reseca mucho la garganta.

Me duché nuevamente para estar fresquito y me tumbé desnudo en la cama, con el firme y único propósito de descansar muy bien.

Me quedé dormido como un tronco. Estaba derrotado del viaje. Había follado casi toda la mañana a Luz. Después el viaje. Luego el trío con Noelia. La había cogido con ganas. Hacía semanas que no me la follaba con tanto morbo. Tiene un culito agraciado y un coño muy profundo a pesar de su corta edad.

Estaba soñando con uno de mis sueños más recurrentes. La ruleta rusa sexual.

Ya les he hablado de ella en el pasado. Llegaría a fabricar una para las fiestas liberales pocos  años más tarde.

De momento era un sueño recurrente.

Era una ruleta en la que había muchas mujeres, al menos seis u ocho, con un hueco central por el que entrasen y saliesen sin molestar a nadie, pasando por debajo.

En mi sueño, casi siempre eran todas las chicas de la empresa donde había comenzado a trabajar en mi juventud. Todas tumbadas y con los coños abiertos esperando ser folladas. Aunque a veces cambiaba de protagonistas.

Se tiraba la ruleta y después de varias vueltas, donde se paraba a follarme a la que quedaba enfrente de mi polla.

Otra variante en esa posición es comer el coño de la afortunada que salía.

He llegado a jugar mentalmente con ese juego muchas veces. Se conoce que de tanto pensar en él, lo llevo siempre en el subconsciente.

He llegado a correrme muchas veces soñando con el morboso juego.

Follar y lamer coños, permanentemente hasta estar agotado, o no tener nada de leche.

Hay otra variante que es follar con sus bocas. Colocadas inversamente las mujeres con sus bocas abiertas.

Vueltas de ruleta.

Meter la pollaza en el coño que ha quedado enfrente y follarlo, o lamerlo según toque o según el gusto de cada uno, hasta que se corra una y otra vez en cada tirada, dependiendo del protagonista.

La suerte, decide el coño qué hay que follar o lamer…

Para que no se meneen las cachondas de esas mujeres, asir sus caderas con las piernas genuflexionadas y cinco minutos de follada o lamida sin parar.

Sacar la polla o retirar la lengua, según el juego y volver a tirar, y volver a follar o lamer otros cinco minutos en la siguiente parada.

Y así sucesivamente. Indefinidamente.

Ese en suma era el juego. Fácil y muy morboso, al menos para mí.

El juego termina al no poder correrse más o que la lengua no de más de sí del jugador protagonista del juego.

En cuando a las mujeres de las ruletas pueden cambiarse indefinidamente a su voluntad, necesidad o calentura de coño.

Las multiorgásmicas jamás quieren cambiarse, mientras que las uniorgásmicas se cambian con frecuencia.

El juego puede durar muchas horas, si se desea.

Cuando el juego es real, lo habré hecho decenas de veces, es mucho más morboso, verlo que hacerlo.

Me desperté excitadísimo, soñando con la ruleta.

Sentía mi polla cachonda, húmeda. Sentía mucho calor en ella. Sentía un calor sinigual.

Parecía un sueño tan real.

Mi polla disfrutaba como nunca en un sueño.

Parecía una lamida tan real.

Algo pasaba. Era un sueño o realidad.

De pronto, sentí algo raro.

Estaba atado de pies y manos. La polla me la notaba súper dura. Me la estaban lamiendo realmente.

Dejaron de hacerlo.

Tenía vendados los ojos e incluso me habían puesto cinta adhesiva de embalar en la boca para que no pudiese hablar o quizás gritar pidiendo auxilio.

Terminé de despertarme, aunque seguía tremendamente excitado.

Noté ruidos y cuchicheos en la habitación.

Sentí varias personas que se aproximaban a la cama y que algunas de ellas o quizás todas se subían en ella.

Alguien me empezó a comer la polla de nuevo, pero era real, muy real.

Otra mano me rozaba los huevos. Sentí otra boca en mi polla. Inmediatamente otra boca más.

Eran varias personas. Al menos tres, o quizás cuatro.

Parecían que se peleaban por la polla, Otra mano. Otra boca. Dos bocas a la vez. Una tercera boca y lengua con mis huevos.

Obviamente había varias personas, aunque no podía precisar cuántas exactamente.

Era de día, seguro. Notaba la luz del sol aunque tenía una venda puesta. Deberían de ser aproximadamente poco más de las siete de la mañana. Eran años despertándome a esa hora. El reloj biológico lo sabe y te despierta.

Pensé en el día que era. Era lunes. No tenía que ir a trabajar, me había reservado como saben el lunes y el martes para descansar.

Al fin recobré totalmente el sentido de la realidad. Estaba en casa y estaba atado. No era un juego, era real. Estaba atado en contra de mi voluntad.

A veces en orgías y reuniones liberales se jugaba a sesiones de sadomasoquismo. Algunos o algunas eran atados. A veces había personas, hombres o mujeres caprichosas que desean ser atados o incluso vendados para sentir placer de manera “aparentemente” forzada, estando privados de maniobrabilidad.

Incluso a veces, algunos hombres aprovechaban esas circunstancias para comer pollas o dejarse comer la polla por otros hombres de manera provocada en ambientes claramente bisexuales, pero siempre de manera voluntaria, nunca forzada.

Estaba así, atado y amordazo en contra de mi voluntad. En mi propia casa y en mi propia cama, al antojo de alguien. Eran varias personas, lo había notado perfectamente.

Tenían que ser mis sobrinas a la fuerza, mis malvadas sobrinas. Tenía muy pocas dudas.

¿Luci, Pili, sois vosotras? Quería preguntarles, pero no podía hablar al tener la boca tapada…

Por un lado lo suponía, serian ellas. Por otro lado me extrañaba, al menos en el caso de Pili, me extrañaba un montón. Muy intuitiva, quizás había “sentido” esa unión que tienen los padres e hijos. Aunque a veces como todos saben, los impulsos sexuales son muy fuertes en ambos sentidos.

Nadie hablaba.

Seguían mamando varias bocas mi polla. Obviamente eran varias. Sé de sensaciones de mi polla con varias bocas.

Estaba cabreado por la situación, muy enfadado realmente pero al mismo tiempo profundamente excitado.

Entiendo que algunas veces el sexo no consentido sea complicado de entender, especialmente en el caso de mujeres, pero sin descartar a los hombres absolutamente, si de hecho se disfruta.

Obviamente debían de ser mis sobrinas. Quizás solo Luci. Quizás con alguna de sus amigas, las del trío calavera, quizás. Mis pensamientos estaban en absoluta contradicción.

No era ético follarse a las sobrinas.

Bueno, tampoco era ético comerle la polla al tío. Pensaba.

Obviamente también me follarían en cualquier momento. Pensaba disculpando la situación. También lo deseaba. ¿Todas? Quizás debería sacar de ese pensamiento a Pili. ¿O no? Soy humano e imperfecto. Lo sé.

El tiempo pasaba. No faltaba una boca permanentemente en mi polla.

Intenté concentrarme en diferenciar las bocas.

Al menos cuatro diferentes, intuía que eran. Sin duda, estaría el trío calavera.

Me centré en ello. Intentando recordar sus facciones, su pelo, sus olores. A fin de irlas reconociéndolas, si podía.

Reconocer a mis sobrinas parecía más fácil, pero no era así.

Escuché un cuchicheo. Esta polla me la voy a follar, lo siento.

No llegué a apreciar bien el tono de voz. No me pareció ninguna de mis sobrinas.

Noté como una de aquellas depravadas maravillosas, se aplicó en cuclillas, cogió mi polla durísima, la restregó por todo su coño varias veces y se la clavó. Me empezó a follar bombeando mi polla con su coño húmedo, caliente y algo estrecho, primero despacio, luego cada vez más deprisa.

Vaya polla grande que tiene el tito, escuché levemente. Dijo alguna.

La que estaba clavada en mi polla, No dejaba de follarme. Yo estaba excitado, pero ella mucho más. Se notaba.

Se estaba empezando a correr, por los jadeos, los gemidos y su intensidad. Me puse más cachondo aún.

Un pequeño grito. Ella se estaba pegado una enorme corrida. No podía soportarlo más y yo también me corrí en una larga corrida con tres o cuatro golpetazos de leche. Que delicia de polvo.

Toma ya. Se ha corrido el “tito”.

Escuché levemente en tono sarcástico, de una de las presentes algo apartada. No me había parecido ninguna de las voces de  mis sobrinas. Hablaban cuchicheando.

Me puse a pensar y a sacar conjeturas. Si todas me follan, y si me follan varias veces cada una, seguro que podré incluso diferenciarlas por sus gemidos, contorsiones o gritos. Es morboso follar con una desconocida, pero también es muy morboso saber a quién te estas follando especialmente si son tus sobrinas o sus amigas. ¿No creen?

Ese primer polvo se lo imputé a una del trío calavera.

La que me había follado, después de unos segundos, seguramente para saborear en tranquilidad su gran orgasmo final, se terminó incorporando, dejó mi polla aun dura al descubierto y se retiró.

Deseé por un momento que hubiese puesto su coño en la boca, previa retirada de la cinta que tenía en ella adherida, para haberme comido aquella corrida.

No lo hizo. Lástima.

De todas formas, algo disfruté cuando noté, como algún pequeño  chorro de leche zigzagueante caía sobre mi polla, ingle y muslo izquierdo al retirar su cuerpo y su coño de mi agradecida polla.

La desconocida violadora me había follado pero que muy bien.

Noté el calor inicial de la leche y luego como se atemperaba, llegando a enfriarse al incidir el ventilador que seguía girando, en mi cuerpo.

Al final me confesaría Kika que había sido ella la primera en follarme, porque estaba muy caliente. Al ver mi gran polla no lo pudo resistir. Es la más lanzada de las amigas de mis sobrinas y la más multiorgásmica como descubriría a lo largo de la violación y meses más tarde como leerán en el futuro.

Salvo Kika, Sole y Luci, ninguna más habló en aquellos dos días. Ni Pepi, ni Pili hablaron, sin saber exactamente el motivo. Quizás Pili estaba y no participó. Quizás participó pero no quiso hablar. Sé con certeza que al menos cuatro mujeres me follarían, lo había notado en sus diferentes coños al follarlos y luego comerlos gracias a una estrategia como verán. Tuve dudas respecto a la quinta persona. También como verán al final, con respecto a una hipotética sexta violadora final.

Pero sigamos, no quiero adelantarles acontecimientos, pues quiero que ustedes sepan lo que pasó de manera ordenada en el tiempo.

Sin darme más tiempo para reflexionar, pues los sucesos y acciones se precipitaban sin dilación, otra boca empezó a comerme la polla. Otra se juntó a la anterior. Lo notaba sin dudarlo. Una tercera y una cuarta.

Me lamían nuevamente polla y huevos e incluso alguna lengua se entretenía con mi culo muy de vez en cuando. Lástima.

Mi polla la dividían en territorios, mientras una lamía un lado, otra lamía el contrario. Otra mientas tragaba mi glande cabezón. Subía y bajaba sus labios, hacia mi polla, lo notaba. Las otras bocas aprovechaban los espacios vacíos de la polla. Joder que gusto me estaban dando, las muy putas.

Trataba de intuir cinco bocas, pero nunca llegaría a hacerlo ni a acreditarlo en base a todos mis sentidos alertados, salvo la vista.

Me puse a pensar mientras no dejaba de disfrutar de nuevo de diferentes bocas calientes y babeantes que se turnaban.

Las muy cabronas, cuando se cansarían del juego. Pensaba. También pensaba que era pronto para cansarse. Que sigan comiendo polla, de  momento ya veremos. Aunque no me había molestado el polvo que me habían echado y sin duda quería más.

En esos pensamientos, y disfrutando de la nueva comida de polla. Alguien me cuchicheó en mi oído.

Tito, te lo estás pasando bien. Me preguntaba Luci, mi sobrina. La reconocí perfectamente.

Al tener la boca tapada con la cinta solo pude asentir con la cabeza.

Si no vas a gritar te quito la cinta.

Asentí.

De un fuerte tirón me la quitó.

A ver Luci, que juego os traéis. Le pregunté un poco cabreado, pero no tanto como debería haber sido. La situación me provocaba una enorme excitación. Ya les digo.

Notaron que no estaba muy cabreado.

Me enteraría por fin a continuación de todo.

Mira tito, en la fiesta del sábado, nos pusimos como perras e hicimos un juego de retos.  A Sole se le ocurrió retarnos a que no éramos capaces de atarte y follarte.

Sole era una de  las del trío calavera. Las otras dos eran Pepi y Kika. Estas últimas un poco más retraídas que Sole.

Así empezó todo. Un inocente juego sexual de jóvenes adolescentes. Todas tenían una edad similar, alrededor de los dieciocho o diecinueve años, no más.

Esta mañana, cuando hemos venido a descansar después de pasar toda la noche fuera, notamos tu presencia al ver el coche, subimos a la habitación, nos asomamos y al verte desnudo y empalmado no pudimos resistir la tentación. Te até con cuidado sin que te despertases y luego llamé  a las chicas, se apuntaron enseguida, todavía andaban por la zona de marcha. Ya estaban las tres aquí cuando te empezaste a despertar.

Luci había utilizado el plural sobre mis sobrinas al llegar, pero el singular al atarme. Me quedé con ese detalle.

Vaya jueguecito de niñas malvadas y trastos. Les dije.

Cuando va a terminar, le pregunté.

Bueno eso depende, respondió Luci, de manera jocosa y con tono evidentemente burlesco.

Jaja, jaja, jaja, rieron todas o casi todas ellas. De las que mamaban polla, alguna dejó mamar un segundo para reírse y siguió luego comiendo polla. No todas.

Tito, todo esto terminará, cuando aciertes quien te ha follado.

¿Cómo?

Si tito, a ver, dime quien ha sido quien te acaba de follar hace un momento.

Pensé, y contesté casi sin reflexionar mucho. Sabía los nombres de las tres. Eras muy característicos y los oía permanentemente.

Sole, ha sido Sole.  Dije aunque sin mucha convicción.

No Tito, has fallado. A ver si la próxima tienes más suerte.

Cuando aciertes quien te ha follado en un turno completo de cinco polvos, te desataremos. No tenemos prisa, y tú tampoco, se atrevió a decir. Hasta el miércoles no tienes que ir a la oficina. Lo sabemos. Nos lo ha dicho un pajarito.

Tenemos dos días enteros para jugar. Nosotras te follaremos permanentemente y tú tendrás que agudizar los sentidos para tratar de averiguar quién te ha follado.

Si fallas volvemos a comenzar turno, eso sí, cambiando el orden, no te creas que te lo vamos a poner tan fácil.

Así me vais a tener. Pregunté.

Si tito. Lo disfrutarás y mucho, ya lo verás.

Me tendrían dos días atados follándome las cinco en teoría y hasta que no acertase no me soltarían. Bueno, la verdad es que jamás acerté la serie de cinco, o eso me dijeron.

Yo creo que las muy putas se estuvieron cachondeando de mí todo el tiempo.

No llegué a contarlos, pero me tuvieron que follar al menos diez o doce veces cada una, durante aquellos malditos dos días.

¿O fueron maravillosos?

Mientras apenas me había repuesto de aquel primer polvo, las bocas que no habían parado de comerme la polla me la habían vuelto a poner durísima, dura como nunca y claro está. Otra volvió a subirse a follarme.

Luci, la capulla de mi sobrina, me dijo. Tito, a ver si esta vez aciertas. Tienes cuatro posibilidades. Obviamente, yo no soy.

La primera folladora no había sido Sole. Aposté por Sole esta segunda vez.

Sole era un poco más baja que las otras dos y con mucho más culo y tetas. Notaba como más peso y apostaría por ella. Pili, no era, pues era más delgadita.

Al final de correrse como una loca e incluso chorrear algo de squirting no pude dejar de correrme otra vez junto a ella.

Hubiese deseado que me hubiese puesto el coño en mi boca, pero no me atreví a pedirlo aun.

En la siguiente, lo pediría, a ver si eran condescendientes conmigo las muy cabronas.

Tito, quien te ha follado esta vez.

Sole. Volví a decir.

Bien. Has acertado.

Vas por buen camino, ya veremos cuando termina esto. Muy pronto si afinas la puntería.

Sigamos, chicas. Dijo Luci.

Volvió una boca  a lamer mi polla. Más otra. Una tercera y una cuarta. Esto no paraba. Seguía menos cabreado y más cachondo cada vez.

Nada de seguir. Voy a cambiar un poco el juego, o me voy a cabrear de verdad y os vais a enterar.

A ver Tito. ¿Qué te pasa? ¿No te gusta este juego tan morboso? ¿Con lo que tú eres?

Estas son mis condiciones innegociables. Dije.

Cuando la que me folle me haya sacado la leche tiene que ponerme el coño en la boca, así disfruto de los jugos y la leche que me encantan y de paso tengo posibilidad de conocer los diferentes coños con mi lengua. Una ayudita no estaría mal. Les dije con asertividad.

Guardaron unos segundos de silencio.

Trato hecho. Dijo Luci, seguramente porque las demás asintieron.

Mi polla volvía a recibir bocas y bocas. Mi polla creo que aún no se había ablandado ni una sola vez todavía, aunque lo haría de vez en cuando con el tiempo.

Mi polla era muy folladora, deseaba que aguantase todas las violaciones con saber estar, es decir sin achicarse en ningún momento. Confiaba en ella absolutamente.

Una nueva voz se acercaba a mi oído para susurrarme.

Hola “Tito” decía con sorna, no soy Luci, soy Sole.

La cachonda de Sole me acababa de follar, y muy bien además. Me has hecho incluso eyacular un poco. Me dijo.

“Tito”, dijo Sole, dejaremos descansar un poco a Luci, no sé si quiere ella follarte ahora o es para disimular.

Mi polla volvía a ponerse nuevamente en posición para ser follada, al pensar en Luci. La verdad es que tenía un cuerpazo. También Pili, aunque ésta era un poco más delgada. Deseaba probar todos los coños.

Así seguiría el resto de aquellos dos días en que me violaron las zorras de mis sobrinas y sus amigas. Todas o prácticamente casi todas. ¿O no? Jamás lo sabría con absoluta certeza. ¿O sí?

En ese momento tuve dudas, aunque como saben todos ustedes, ya les confesé en otro relato anterior que Pili en su despedida de soltera años después me confesaría que también me había follado. Lo había intuido, pero he de decirles que mientras los hechos acontecían, dudé en ocasiones que lo hubiese hecho.

En fin, sigamos.

El día continuaba. No paraban de comerme la polla y de follarme.

Unas veces acertaba y otras no al decir quien me follaba.

Poco a poco fui reconociendo algunos de los cuerpos y coños al follarlos y lamerlos, aunque no todos.

No conseguía diferenciar exactamente a las cinco con claridad meridiana. Siempre me quedaba alguna pequeña duda. Tampoco ellas ayudaban, pues parecían cambiar de estrategias de follado. También al darme los coños en mi boca unas lo hacían con más brusquedad y otras con menos, quizás lo hacían adrede. Suaves en ocasiones y calladas. Otras con más contoneo o con más gemidos.

Me follaron muchas veces. Llegué a creer conocer algunas veces a quienes me montaban. Otras veces no. Llegué a creer diferenciar bien entre Sole y Kika, aunque no al cien por cien.

Otras veces, las muy putas diría creer que disimulaban sus gemidos a propósito, pues casi con toda seguridad todas ellas a veces cambiaban de postura, y en lugar de follarme a horcajadas mirándome, lo hacían al contrario de espaldas. También ello cambiaba y mucho mi nivel de placer.

Pasaban las horas, y tuve que decirles que necesitaba refrigerio, comer algo y beber agua.

Por fin y sensatamente establecieron un turno para el descanso del violado. Lo agradecí.

Estaba un poco entumecido. A Luci se le ocurrió también darme masajes en las piernas y brazos, así como en el cuello con aceite de romero. Eso me alivió mucho. También me excitó y mucho recibir los masajes, pues a veces me los daban a cuatro manos.

Me dieron de comer y de beber. Eso sí, sin desatarme. Me dieron masajes. Me sentía mejor.

Vuelta a empezar con la comida de polla y el folleteo permanente.

Disfrutando todos siempre. Ellas de su juego y yo de la situación que me tenía sobrecogedoramente súper excitado y morboso.

Cientos de veces he recordado la situación y otras tantas veces me he excitado al recordarla.

También tuvieron que atender mis exigencias de micción.

Si bebía había de filtrar.

Trajeron una botella de agua vacía, según decían, a la que cortaron el cuello y me la ponían a modo de cuña cuando la necesitaba. Se reían a veces de la puntual torpeza de alguna de ellas al coger mi polla para meterla en la botella.

Tuve que acostumbrarme a orinar en ella, aun cuando enseguida lo conseguí. Todo es acostumbrarse.

También se apiadaron un poco y al menos en la segunda noche me propusieron descansar unas breves horas. Ahora les cuento. En la primera no descansaron las muy zorras. También a ellas les excitaba y mucho la situación.

El juego seguía casi prácticamente sin descanso.

Realmente llegué a perder la cuenta de las veces que me follaron. Fue fantástico sentir tantos coños encajados con mi polla y especialmente después de correrme como los aproximaban a mi boca y allí se vaciaban en mayor o menor cantidad. Eso sí que me alimentaba emocionalmente.

En algún momento de morbo pedí incluso que se orinasen con un pequeño chorrito dorado en mi boca. Me ponía cachondo ese detalle junto a la leche y sus fluidos. La que se hacía squirting que al final era Sole, creo que ya se lo había dicho, disfrutó libremente de ello y promovió varias veces la eyaculación skeneana de su coño en mi boca después de follarme en alguno de sus turnos.

Todas tenían su toque especial follándome, aunque no terminé claramente de diferenciar a las cinco, salvo Kika que se configuró como una excepcional multiorgásmica. A veces era reticente a separar su coño de mi boca o de mi polla.

Eres una abusona, le habían dicho Sole o Luci en más de una ocasión.

Pero lleguemos a la segunda noche, la noche del misterio misterioso como llegué a llamarlo.

El día anterior, todo el lunes había sido muy enrevesado, dado que desde los primeros momentos de confusión, las normas, luego los descansos para comer y todo eso, paso bastante rápido. Por la noche, la del lunes, cenaron muy  bien, tenían hambre por el esfuerzo seguramente, habían pedido pizzas, se fumaron unos porros, lo aprecié sin dudarlo, entre follada y follada y se bebieron todas, alguna que otra copa.

El martes amaneció, y el ritmo bajó.

Todos nos resentíamos un poco del exceso.

Pero el reto era así, y ellas lo mantuvieron. Quedaron en desatarme el miércoles al amanecer, cuando hiciesen exactamente las cuarenta y ocho horas. Es decir, a las siete en punto de la mañana del día siguiente.

Todavía me quedaba todo un día de violaciones. ¡Que delicia! Lo único que echaba de menos era poder moverme a placer.

La mañana del martes siguió el ritmo habitual, aunque algo más pausado como obviamente pueden ustedes suponer. De todas maneras son unas viciosas mis pequeñas diablillas como las llamé en alguna ocasión a lo largo de esos dos días.

Pero no se dejó de follar ni un solo momento en aquel dormitorio. Especialmente recuerdo los vaciados de coño y los squirting de Sole, y como no los inmensos orgasmos múltiples y seguidos de Kika.

Para la noche del martes, empezaron a hacer planes de descanso y turnos. Después de cenar nuevamente por encargo, en esta ocasión hamburguesas, más sus cervecitas, luego su porrito y una copa por cabeza, sortearon turnos de follada, aunque a mí no me dijeron quienes iban saliendo.

Quedaron en follarme de una en una, suavemente desde las diez en que terminaron de cenar, por turnos de una hora entera aproximadamente y así las otras ir descansando por turnos.

A las diez la primera. Fui Luci, sin dudarlo. Lo pasé genial.

A las once la segunda, que pasó a follarme sin hablar ni una sola palabra. Tuvo que ser Pili o quizás Pepi.

La tercera fue Kika sin dudarlo.

Esos polvazos lentos resultaron muy morbosos. Yo creo que alguna repitió y alguna no hizo nada, seguramente porque ya estuviese dormida.

Noté a Luci, la primera y a Kika, la tercera. Fueron geniales. Kika se corrió varias decenas de veces como una perra caliente en celo.

Pasaban las horas y los coños por encima de mi polla.

No sé si alguien repitió o no. Si Pili me folló, lo hizo sigilosamente en segundo lugar, y no me enteré. Recuerdan que ni Pepi ni Pili me hablaban al follarme, si me follaron.

La cuarta debió de ser Pepi, si no había sido la segunda, no me habló nada, aunque pudo ser Pili. Quién sabe. En todo caso fue un polvo en silencio majestuoso.

Me tocaba Sole.

Llegaba la quinta violadora, que no podía ser otra que mi Sole.

Era la única que conocía con claridad después de sus folladas, la tenía colada. Fue un polvazo excepcional. Mamó mi polla y me folló con auténtica locura.

Al fin Sole se despedía de mí con un orgasmazo increíble.

Su último vaciado de coño con un tremendo squirting que me lleno bien la boca me puso cardiaco.

Me dejó unos minutos descansar y al cabo de un instante volvió con sus amigas.

Lo hemos pasado genial “tito”, me dijeron, son casi las tres de la mañana.

Nos vamos.

Me dieron unos besos sensuales y noté que al menos eran tres bocas diferentes o eso creí sentir. Sin duda eran el trío calavera que se iba definitivamente a su puta casa por fin, eso sí, dejándome un gratísimo recuerdo de sus coños y fluidos.

Me dejaban descansar por fin, las muy zorritas.

Me merecía sin duda un buen descanso.

Ellas eran varias, cuatro o cinco folladoras sin duda, pero yo había sido uno solo. Mi polla había sido muy follada aunque eso sí, había sido muy bien follada, y merecía sin duda un descanso.

Estaba cansado.

Me dormí enseguida repasando mentalmente decenas y decenas de orgasmos, suyos y míos.

No sé cuánto tiempo habría transcurrido.

Estaba medio dormido, pero llegué a apreciar que alguien entraba, cerraba la puerta y echaba el cerrojo.

Las niñas no llegaron a echarlo nunca, incluso mantuvieron la puerta siempre abierta pues entraban y salían. Iban al servicio, a la cocina a tomar algo o a beber. Se notaba el trasiego de las jóvenes cachondas violadoras y folladoras viciosas.

Me concentré en el silencio de la noche. Alguien se acercaba a la cama. Suavemente se subió en ella.

Una inicialmente fría y delicada mano me empezó a acariciar.

Era una mano diferente. Estaba muy fría.

Sentí una sensación muy diferente con los manoseos de las niñas en comparación con aquella mano fría que me empezaba a acariciar.

¿Soñaba de nuevo? Lo dudaba. El cansancio a veces te juega malas jugadas.

Sin duda estaba despierto. ¿O no?

La luz estaba apagada lo notaba.

Quise decir algo, pero me besó.

No me atreví a decir nada aunque podía haberlo hecho, mi boca era libre para hablar pero no deseaba hacerlo. Estaba absolutamente intrigado y perplejo.

Alguien me besaba el cuello, mis mejillas, mis ojos por encima de la venda que los cubría.

Alguna de las niñas, se había despertado cachonda. Pensé. ¿Sería Pili?

Lo puse en duda. Era algo diferente o me lo parecía.

Era otra sensación, algo más “poético”, quizás más sensual, menos salvaje. Más tierno sin duda. La más que aparente desconocida era una extraña para mi cuerpo.

Estaba cansado, pero cada vez más excitado por la novedad sorpresiva de este nuevo cuerpo sin duda femenino e incluso diría yo más mayor.

Era sin duda o parecía serlo, una mujer más hecha, menos joven. Más de treinta que de dieciocho.

Tardó bastante tiempo en comerme la polla, pero mereció la pena la espera. Cuando empezó tímidamente a comerla, la sensación era absolutamente estremecedora. Aunque al principio bastante tímido, poco a poco cogió un ritmo frenético que notaba por varias sensaciones, entre ellas sus gemidos y jadeos ligeramente ascendentes.

No sé cuánto tiempo había pasado.

Estaba a punto de correrme con aquella maravillosa, ardiente y húmeda boca, que si llega a seguir un segundo más, mi leche la hubiese inundado.

No sé si fue una intuición o quizás lo presintió. Dejó de comer mi polla ardiente y volvió a besarme y acariciarme en esta ocasión todo mi cuerpo.

Besó todo lo besable. Desde mis pies hasta mi cabeza. Sin duda, estaba disfrutando del momento. Yo también.

Me besó nuevamente la boca de una manera angelical y amorosa. Pero al mismo tiempo sensual y glamurosa. Disfruté de aquel soberbio beso que nunca acababa, lo disfruté como nunca había disfrutado de un beso de pasión amorosa y excepcional.

No pude resistir.

¿Quién eres? Pregunté.

Volvió a besarme. No quería hablarme ni contestarme, no lo volvería a intentar. Sin duda no quería que supiese quien era, esa fue mi intuición.

Después de besarnos muy sensualmente y entremezclar nuestra cálida saliva, se subió encima de mí con movimientos sensuales y delicados.

Mi polla estaba esperándola. Así lo sentí. También ella.

Se acopló suavemente y nuestros cuerpos se unieron en una conjunción perfecta.

Estamos lubricados ambos de manera natural gracias a nuestro recíproco deseo de amarnos física y emocionalmente en ese momento preciso. Así lo notaba y así anhelaba que fuese.

Decir que fue absolutamente maravilloso es quedarme corto. Estaba resultando una experiencia única.

Sí, única.

El tiempo pasaba sin pensar en él. Mi deseo de vincularme espiritualmente a aquel cuerpo era casi obligado. Sentía tener la necesidad de amar y ser amado infinitamente por aquella mujer.

Realmente fue una experiencia aparentemente sobrenatural.

Sentía llegar sus orgasmos una y otra vez. Me había corrido una y otra vez en aquella posición.

Unidos por nuestros sexos, ella encima de mí, con sus manos sin dejar de acariciarme y recibiendo besos por todo mi cuerpo. Especialmente unos besos sensuales y únicos en mi boca.

Nuestros cuerpos se iban fatigando. Disfrutábamos como nunca. Se notaba a la perfección.

Volvió a correrse por última vez. Yo también.

Se levantó y de inmediato, como si leyese mi pensamiento, se sentó en mi boca. Era obvio que tenía algo de vello, muy corto. Mis niñas salvajes, mis violadoras, lo tenían todos rasurados. Algo había cambiado.

Me dio de beber todos los fluidos de su latente y caliente maravilloso coño. Lo lamí con ganas y con deseo. Volvería a correrse varias veces en esa posición. Sin duda era también muy multiorgásmica.

Sus últimos estertores de placer me anunciarían al final su despedida.

Me besó la boca con un largo y sensual beso que anunciaba una despedida definitiva.

Se fue.

Volvió en un instante a darme otro último beso.

Parecía no querer irse nunca. Pero se fue finalmente.

No dejaba de pensar en ella, pero me dormí extasiado por el esfuerzo corporal y todo el cansancio acumulado.

Descansé un par de horas, seguro.

Me empezaba a despertar. Mi reloj biológico me anunciaba el nuevo día. Ya era miércoles.

Mientras reflexionaba con lo acontecido, me acordé de aquella última experiencia extrasensorial.

Fue real. ¿O No?

¿Lo habría soñado?

Jamás lo sabría. ¿O sí?

Alguien entró. Era Luci.

Estaba ya casi despierto. Es mi hora habitual de despertarme. Me dio un beso de buenos días. Me desató. Me pidió disculpas por todas ellas.

No fueron maneras, lo sé, tito, pero sabemos que lo has disfrutado y mucho. Eres muy vicioso y para todas nosotras ha sido una experiencia inolvidable.

Pregunté por Pili. Está dormida me contestó.

Estaba muy cansado. No había dormido mucho y tenía sensación de no haber descansado tanto como mi mente cuantificaba.

Además, estaba la posible última amante violadora. No sé si había sido un sueño o fue realidad, pero fue absolutamente maravillosa.

Le pregunté a Luci, quien había sido la última.

¿No te acuerdas?

Fue Sole. Me dijo.

De Sole me acuerdo. Pero luego vino alguien más.

No tito.

Qué raro.

No me acuerdo con claridad. Me pareció alguien diferente, muy diferente. Incluso creo que más mayor. Una mujer madura.

Que tonterías dices.

Luci, creo que vino alguien después. Fue genial. ¿Tú no fuiste?

Que va tito.

No sé, qué raro.

Hubiese jurado que pasó en realidad. Fue un sexo maravilloso  e incluso amoroso y romántico. Fue sexo con pasión, pero al mismo tiempo con mucha ternura, con una sensación inigualable de sexo especial de dos amantes unidos espiritualmente.

No se Luci, estoy confundido.

Habrá sido un sueño.

Lo dudo.

Estaba absolutamente confundido.

Me incorporé de la cama como pude y traté de desentumecer mis huesos y músculos después de tantas horas allí tumbado y atado, pues a pesar de los reconfortantes masajes, estaba muy resentido.

Mientras iba para la ducha, sonreía al recordar todo lo sucedido, mis sobrinas, a las tres calaveras y la última y misteriosa amante o violadora complaciente.

Días después, cuando todo había pasado, cuando volví a ver sus caras por casa, me refiero al trío calavera, pues no se cortaron de volver, se apreciaba en ellas un cierto arrepentimiento, aunque no mucho. Más bien sonrisas, aunque muy cómplices.

Joder con las amiguitas folladoras de mis sobrinas. Realmente todas, las cinco, tenían mucho vicio. Siempre  y cuando todas me hubiesen follado, pensaba entonces.

Yo por mi parte, no me arrepentí jamás de lo sucedido.

Como siempre digo, agua pasada no mueve molino.

¿Qué hacer con ellas?

Denunciarlas. Hubiese sido una temeridad. Además de un cachondeo en la ciudad.

Dejé que pasase y punto.

Les hice prometer a mis sobrinas, especialmente a Luci, también a Pili, durante la cena de ese miércoles, que algo así no había que repetirlo.

Quedamos en que el asunto estaba absolutamente zanjado y que lo olvidásemos todos.

Aceptaron las dos el trato y prometieron trasladarlo al trío calavera.

Días después fui a un laboratorio de análisis de la capital y me sometí a una analítica para verificar posibles enfermedades sexuales. No quería correr riesgos, ya que creía saber, aunque quizás estaba equivocado, que tanto mis sobrinas, como sus amigas eran un poco guarrillas y promiscuas, eso se decía de ellas.

Estaba equivocado. Creo que eran jóvenes, que les gustaba el sexo, pero que tenían cierto sentido común. Lo ocurrido había sido un juego y punto.

El resultado de la analítica fue negativo. Estupendo.

En resumen, les diré, que todo lo he relativizado mucho.

En principio me sentí mal, pero al final todo fue tremendamente excitante.

No les guardo ningún tipo de rencor a ninguna de ellas, no sé si será el síndrome de Estocolmo o mi adicción al sexo.

Volvimos todos a la normalidad.

La verdad es que durante meses dejamos de hablar del tema. Pasando el tiempo volvería a jugar varias veces con mis sobrinas y con el trío calavera indistintamente, aunque en el siguiente gran juego yo llevaba la voz cantante y el reto era en esta ocasión, ni más ni menos, que contar orgasmos con mi sex machine, la que tenía destinada a disposición siempre de Gina, cuando venía a casa.

Por cierto, el contador de orgasmos, con la sex machine, fue realizado teniéndolas debidamente atadas de pies y manos, aunque de una en una, y habiendo siempre una de ellas de testigo que pudiese verificar adecuadamente la contabilización de orgasmos.

Aunque en aquel juego especial que les hice pasar meses después a casi todas ellas, faltaba Pili que se había enamorado, tenía un cierto tufillo, aunque morboso a venganza, hubo hasta un premio: Un viaje a las islas Seychelles.

La ganadora, Kika. No podía ser de otro modo. Pasamos una semana gloriosa los dos solos en aquel paraje de ensueño. Pero eso es otra historia.

Respecto a la posible sexta violadora, cuando ellas se fueron a descansar la última noche, Luci dijo no saber nada, tanto por ella, como por las otras. Me pareció sincera. No había habido ninguna sexta invitada. Dijeron haber estado tan solo las cinco aquellas noches en casa.

¿Habría sido realmente un sueño? No podía ser de otra manera. Si ellas no la habían traído, como pudo llegar a entrar en la casa. Me preguntaba.

Si había sido un sueño, fue espectacular y lo recordaré toda mi vida.

Hubiese apostado cualquier cosa a que fue real. Pero entonces. ¿Quién había sido?

Hubiese dado media vida porque hubiese sido real, y así tener la posibilidad de poder encontrar a mi dulce y última amante violadora alguna vez.

Me duché durante largo rato, con agua muy caliente para ayudar a mis dolidos músculos a rehacerse. Tomé un café. Eran las 7:45 de la mañana del miércoles. Me fui para la oficina, tenía el tiempo justo de llegar a mi hora. Hay que dar ejemplo.

Ese miércoles por la mañana me presenté como todos los días a mi hora en la oficina. Eran los ocho en punto y Dolo estaba en su mesa ya atareada con sus cosas. Nos miramos y nos saludamos.

Buenos días, Señor Ruiz. Dijo. Hola, buenos días Dolo. Le contesté.

Tienes mala cara. ¿No has dormido bien Dolo? Le pregunté. No me contestó.

Solo me dijo: Usted también tiene mala cara.

Preguntándome de seguido: ¿Qué tal ha pasado las vacaciones?

No fue lo que dijo, sino cómo lo dijo.

Por un momento en mi mente pensé en ella como la posible sexta violadora. Una tontería. ¿No?

Quizás esta experiencia sexual que les he relatado es la que más sensaciones agridulces me ha dejado, aunque siempre será la más excitante.

Espero hayan disfrutado de este capítulo final.

Yo al escribirlo y revivirlo he disfrutado como un auténtico enano.

En la segunda y siguientes partes de mis memorias depravadas, volveré a contarles episodios y anécdotas de la vida sexual de este nuevo amigo que se despide de todos ustedes, esperando haberles entretenido.

Si quieren saludarme, estaré agradecido de recibir sus comentarios.

Fin de la primera parte.