Memorias de un chapero (2)

Descubriendo mis capacidades.

DOS

Durante el tiempo que estuvimos estudiando nadie nos molestó, David trajo unos refrescos y unas galletas saladas para ir picando y, a eso de las siete, se levantó de la silla y se colocó a mi espalda empezando a masajearme los hombros y las cervicales. Después del rato de estudio que habíamos tenido era muy reconfortante y me dejé hacer. Con las palmas de la mano sobre mis hombros, sus pulgares se concentraban en las vértebras y mientras tiraba hacia atrás de mis hombros, presionaba con fuerza en mi columna. Yo empecé a mover mi cuello con gestos acompasados, hasta que levanté mi cabeza para quedar mirando al techo, momento que él aprovechó para besarme en la boca. Sin dejar el masaje, sus labios se apretaron contra los míos y, abriéndolos, su lengua me lamía los labios hasta que, sin poder resistir más, yo también abrí mis labios para dejar que su lengua se internara en mi boca.

Estaba sentado en una silla plegable de lona parecida a esas que usan los directores de cine. La lona era de color amarillo y se adaptaba a mi cuerpo que se contorsionaba a medida que los besos se iban haciendo más ardientes. Las manos de David habían empezado a descender por mi pecho y ya estaban a la altura de mis pezones que él acariciaba con las puntas de los dedos. Yo llevé mis brazos hacia atrás y puse mis manos en sus muslos atrayendo su cuerpo hacia mí. Su pubis se puso en contacto con mi espalda y yo notaba, a través de su bañador, el contacto de su verga dura y caliente en mi columna vertebral. Los lengüetazos que nos estábamos propinando en esos momentos hacían que nuestros cuerpos se pusieran tensos, llevando nuestro mutuo deseo hasta el paroxismo. Intenté subir mis manos por sus muslos para alcanzar sus nalgas que el tanga dejaba al descubierto, pero me resultaba bastante incomodo al estar él de pie y detrás mío. Sin soltarme de su boca, inicié un movimiento de rotación hasta que mi espalda quedó apoyada en el brazo de la silla y subiendo una de mis piernas sobre la misma, de tal forma que con mi brazo derecho podía abrazar su cintura y acariciar con mi mano esas redondas y fuertes nalgas que tanto placer me habían brindado unas horas antes. El haberme puesto de costado en la silla permitía que David pudiera seguir descendiendo con sus manos por mi pecho hasta llegar con una de ellas a mi bañador.

David me acariciaba el sexo por encima del bañador y mi verga estaba luchando por salir de tan pequeña pieza de tela. Noté que él se estaba cansando de su posición, bastante forzada: de pie y con su cuerpo inclinado sobre el mío y, separando un poco mi boca de la suya le dije:

  • ¿Por qué no vamos a tu cama?

  • Sí, lo estoy deseando como nunca - me respondió de inmediato.

Sin cruzarnos otras palabras, nos tumbamos en su cama uno al lado del otro y, como si estuviésemos de acuerdo previamente, nos pusimos uno frente al otro y nos seguimos besando rodeándonos mutuamente los cuerpos con nuestro brazos. Mis manos no deseaban otra cosa más que acariciar aquellos poderosos glúteos. Estuvimos un cierto tiempo así, con nuestros sexos frotándose por encima de nuestros bañadores y nuestras manos recorriendo el cuerpo del otro. Ambos sentíamos una sensación de bienestar que, poco a poco, fue dando paso a otra de pasión incontenida. Con sus manos, apartó la tira trasera de mi tanga de su ubicación y sus dedos se deslizaron por el interior de mis cachas en busca de una penetración que yo empezaba a desear con todas mis fuerzas. Para facilitar su tarea levanté una de mis piernas para colocarla sobre su cadera, dejando de esta forma mi ano al descubierto. Inmediatamente noté uno de sus dedos acariciando los labios de mi orificio.

  • Nunca me han follado - susurré en su oído.

  • No te preocupes - me contestó él mientras yo le chupeteaba la oreja metiendo mi lengua hasta el interior de su pabellón. - Ya verás cómo te gusta … Y yo voy a ser muy cuidadoso. No es la primera vez que desvirgo a alguien.

Se llevó un dedo a la boca y lo chupeteó para dejarlo bien ensalivado, llevándolo de inmediato hacia el objeto de nuestros deseos. En seguida noté un dedo húmedo que presionaba en mi esfínter para entrar, levanté más mi pierna y abracé a David con fuerza para sentir más unidos nuestros falos que ya estaban a punto de reventar y salir de nuestros minúsculos tangas. El dedo de David entró con facilidad y empecé a sentir una serie de nuevas sensaciones que nunca creí tan placenteras. Él le imprimía un ligero movimiento de rotación a su dedo y lo mantenía ligeramente arqueado, de tal forma que acariciaba las paredes de mi conducto interior, llevando mi excitación a un grado indescriptible. Yo estaba apretando con mis manos sus nalgas, tanto para que nuestros pubis se mantuviesen en contacto como porque me gustaba apretar esas dos masas de carne. No podía dejar de emitir ligeros gemidos mientras David seguía con su trabajo de mi preparación anal.

Nuestras bocas volvieron a encontrarse y yo notaba que los besos apasionados me ayudaban a relajar mi cuerpo y mi esfínter que parecía pedir más carne. No sé si David lo notó al mismo tiempo que yo, pero, casi sin darme cuenta, noté que un nuevo dedo se introducía con suavidad en mi culo para hacer compañía al que ya, desde hacía unos minutos, se alojaba en mi interior. Me sorprendió la facilidad de su penetración, ya que no noté dolor alguno y cuando ambos estuvieron bien dentro, cerré mi esfínter para no dejarlos salir. David, que lo advirtió, los flexionaba para que yo notase su presencia en mis entrañas. Mientras seguía con este ejercicio, se separó un poco de mí y se quedó tumbado boca arriba; mis manos que estaban en sus nalgas quedaron una atrapada bajo su culo y la otra sobre su pelvis. Inmediatamente empecé a acariciar su verga por encima del tanga. Necesitaba tenerla en mis manos antes de que se alojase en mis posaderas, quería conocer bien lo que iba a ser el instrumento de mi primera vez; así que, sin pensarlo dos veces, introduje mi mano en el interior del tanga. Su polla estaba dura como una piedra, no la veía porque seguíamos morreándonos como locos pero era de un tamaño parecido a la mía y estaba totalmente descapullada. Con las puntas de mis dedos quería reseguir sus venitas pero el bañador me lo impedía. Ayudándome de la mano que había quedado bajo su culo, empecé a bajarle el tanga para dejar su sexo al descubierto mientras él seguía con su labor de relajar mi esfínter.

Ahora ya tenía su polla, libre del bañador, en mi mano. La rodeé con ella para palparla bien y le di alguno meneos, que excitaron tanto a David que noté como sus dedos se crispaban en el interior de mi culo. En ese momento pensé que su polla era bastante más gruesa que dos dedos, así que volví a relajar mi orificio y sus dedos se deslizaron hacia el exterior con suma facilidad. Me sentí como vacío y no pude más que suplicar:

  • ¡Fóllame ya!

  • Espera que voy a buscar un condón.

Pensé que tendría que bajar a la piscina y me dejaría caliente y expectante, pero simplemente se giró y abriendo el cajón de su mesita de noche, sacó uno de una de las cajas que allí tenía. Desde mi posición no podía ver muy bien el cajón, pero en su interior me pareció ver otro tipo de adminículos como consoladores y dilatadores. David, que supuso que yo había visto el interior del cajón, me dijo:

  • ¿Quieres que probemos primero con un dilatador anal?

  • No lo sé, - repuse yo - a ti que te parece. Tú tienes más experiencia.

  • ¡Hombre!, el dilatador es más puntiagudo, entra con mayor facilidad. Además tiene la ventaja que si le ponemos lubricante ya te deja el agujero lubricado para recibir otras cosas. Aunque si quieres, yo tengo otro sistema para lubricar

  • ¿Cuál? - pregunté yo ingenuamente.

Por toda respuesta, me miró con una sonrisa y me puso tendido sobre la cama, mirando al cielo, y abriendo y flexionando mis piernas, colocó su cabeza entre ellas y empezó a lamerme el ano después de haberme quitado el bañador. Primero fueron simples lametones pero poco a poco fue ejerciendo mayor presión con la lengua para introducírmela a través del agujero. Para darme mayor placer, con sus manos me acariciaba las bolas y la polla. A pesar de que su lengua se introducía con facilidad, a mí no me proporcionaba el mismo placer que cuando me había penetrado con los dedos, porque con ella no podía llegar tan adentro como con éstos.

  • Ya veo que esto no te satisface igual. Tu necesitas algo más potente - me dijo mientras volvía al cajón y sacaba un dilatador negro de unos veinte centímetros, afilado, con la punta roma y que en su parte más ancha debía tener unos seis centímetros de diámetro.

  • No sé si tanto - dije yo al ver semejante instrumento.

  • La primera vez quizá no consigamos entrarlo del todo, pero si lo sigues probando verás como te gusta. A mí me pasó lo mismo y, ahora, hay noches que duermo con él puesto.

Mientras decía esto, arrodillado sobre la cama a mi lado, ponía lubricante en el dilatador de un tubo que también había sacado del cajón. Yo me había apoderado de su polla y se la estaba poniendo aún más dura a base de masturbarle. Cuando hubo terminado de lubricar el dilatador, se tendió en sentido inverso y mientras me lamía la polla, me introducía el dilatador por el culo. Su polla había quedado a la altura de mi cara por lo que no tuve más que girar la cabeza para metérmela en la boca.

  • Eso, - me dijo - lubrícame tu a mí la polla, mientras yo te abro el culo. Así será más fácil.

Cuando me puse su polla en mi boca, fui consciente de lo grande que era aquel instrumento. !Bastante más gordo que los dos dedos que hasta entonces había probado¡ !Y también más largo¡ En lugar de ponerme nervioso, estos pensamientos hicieron aumentar mi deseo de ser poseído por David. Me relajé y abriendo bien mis piernas dejé que David fuese introduciendo, lenta pero inexorablemente el dilatador. Sus lamidas en mi glande me hacían sentir muy cómodo y él iba haciendo con el dilatador movimientos rotatorios y de mete saca que iban facilitando su penetración. Yo no paraba de ensalivarle la polla esperando que terminase pronto con el dilatador, pero como que vio que el dilatador iba entrando con bastante facilidad no paraba de seguir dándole. Yo ya notaba en mi interior los movimientos del instrumento en las paredes de mi conducto y, tal como antes me habían producido sumo placer sus dedos, ahora me lo producía el badajo que no paraba de entrar más y más. Conforme se iba acercando la parte más gruesa, empecé a sentir algo de dolor producido por la abertura de mi anillo anal hasta un tamaño que nunca había adquirido. Pero el placer que me procuraban las caricias interiores del aparato y las lamidas de David, eran muy superiores al ligero dolorcillo de mi dilatación. De repente noté que mi esfínter se cerraba de repente y que el aparato se introducía hasta lo más profundo de mi ser.

  • !Joder chico¡, te lo has tragado todo el primer día - exclamó David. - ¿A que te gusta?.

Yo no podía hablar porque tenía mi boca llena de su polla, pero la tremenda succión que le propiné fue mi mejor respuesta. El dilatador se había quedado parado gracias a la forma de T que tenía su mango y que impedía su total penetración. David presionaba sobre el mango para mover la herramienta en mi interior y yo notaba cómo se desplazaba acariciando en su movimiento mi conducto rectal. Nosotros seguíamos con nuestro sesenta y nueve. !Qué delicia¡ Su polla caliente en mi boca, penetrándome hasta casi la garganta, bien remojada, preparándose para otro objetivo; su lengua lamiendo mi falo, mis huevos, metiéndoselos de vez en cuando en la boca; y sus manos manipulando el aparato que estaba llenando mi culo de una sensación como nunca antes había experimentado. Permanecimos así durante varios minutos hasta que David me dijo:

  • Si no te follo ahora me voy a correr en tu boca.

  • No, por favor, no te corras. Quiero que me folles. !Sácame eso y fóllame, por favor¡

David estiró con suavidad el dilatador pero no consiguió sacarlo de su alojamiento, tuvo que estirar con algo más de ímpetu y yo ayudé haciendo fuerza como si quisiese defecar. La salida del cacharro fue más dolorosa que su introducción. Pero fue sólo un momento, en cuanto superé el cuello el aparato salió suavemente hacia el exterior. Después de ponerse el condón y sin perder tiempo, David se arrodilló entre mis piernas y, colocándoselas sobre sus hombros, puso mi agujero a merced de su polla que noté de forma inmediata presionando para colarse dentro de mi culo. David la acompañaba con su mano. No costó demasiado que entrase, al fin y al cabo era más estrecha que lo más gordo del dilatador; la lubricación que me había proporcionado también facilitó su entrada.

En un visto y no visto, David había metido toda su polla en mi culo. Notaba sus huevos golpeando en mis nalgas cuando me la metía y sacaba rítmicamente. De vez en cuando se estiraba sobre mí, parando el movimiento rítmico y obligándome a flexionar mis piernas hasta poner mis rodillas a la altura de mis orejas, y me besaba apasionadamente, introduciendo su lengua hasta los últimos resquicios de mi boca. Luego se volvía a incorporar, reanudaba el movimiento y al mismo tiempo me masturbaba. Yo me sentía en el séptimo cielo, no sentí ningún dolor en momento alguno; al contrario, su verga entrando y saliendo en mi ano, me producía un intenso placer que no podía comparar con ningún otro. Después de unos minutos sentí como su cuerpo se estremecía, levantaba la cabeza y sus ojos se ponían prácticamente en blanco. A continuación lanzó un largo gemido y eyaculó. El condón recogió su leche, pero yo noté en mi interior que algo caliente había salido de su polla. Él siguió masturbándome unos instantes, sin sacarla, hasta que yo también me corrí. Lancé seis o siete veces mi leche, que llegó en un par de ocasiones hasta mi cara. Mi piernas se relajaron y, al bajarlas de sus hombros, su polla, que ya había perdido parte de su rigidez, se salió de mi agujero. Él se tendió sobre mí y me lamió la cara, limpiándola de mi propia leche. Después de un profundo beso, nos quedamos tumbados, él sobre mí, durante unos minutos hasta que nuestra respiración se aquietó.

  • Ha sido fantástico, ¿no? - dijo, mientras se levantaba y se quitaba el condón. Se quedó sentado al borde de la cama.

  • Nunca hubiese pensado que tanto - le respondí tendido boca arriba.

  • ¿Seguro que era la primera vez?

  • Sí, ¿por qué?

  • No sé; las otras veces fue más difícil. Siempre se quejaron de algo de dolor. Y eso de que te entrase el dilatador enterito

  • Te aseguro que nunca lo había hecho. Ni siquiera yo solo con los dedos.

  • Pues puedo asegurarte que tienes algún don especial, porque no es lo habitual.

  • Pero bueno, ¿acaso tienes tanta experiencia como para saberlo? ¿Desde cuando haces esto?

  • Hace dos años que empezamos a montárnoslo con Eduardo. Él ya tenía algo de experiencia, así que fue él quien llevó la iniciativa. Y te aseguro que para mí no fue tan fácil como hoy. Después de eso, he estado en cuatro o cinco ocasiones con primerizos y tampoco fue así. Incluso una de las veces, al chaval le salió tanta sangre que pensé que lo había roto por dentro. Afortunadamente sólo fue un pequeño desgarro que no tardó en cicatrizar; todavía nos vemos de vez en cuando.

  • ¿Para follar? - le pregunté.

  • Sí claro. ¿Para qué, si no?

  • También es posible verse con la gente para estudiar, por ejemplo.

  • Si es sólo para estudiar, no me interesa demasiado. Puedo hacerlo yo solo.

  • Entonces, cuando me invitaste a estudiar juntos, ¿no era esta tu intención?

  • Claro que no. Hoy hemos aprovechado el rato que necesitábamos para reponernos estudiando. Pero mi verdadera intención era follar contigo - y diciendo esto se levantó, envolvió el condón en una bolsa de plástico y lo depositó en una papelera que había al lado de la mesa donde habíamos estudiado. Luego volvió a acercarse a la cama y alcanzándome un paquete de servilletas de papel húmedas y perfumadas, me dijo:

  • Anda, límpiate un poco y vamos darnos un chapuzón.

  • ¿Estará tu padre?

  • No creo - contestó - sólo acostumbra a estar en la piscina cuando hace mucho sol y a esta hora … ¿Qué pasa? ¿Te ha gustado cómo la chupa mi viejo?

  • No … bueno, sí - dije sonrojándome. - Sólo era por saberlo.

  • A Eduardo y a Alberto les entusiasma estar con mi padre. Dicen que se folla muy bien con él. Yo no lo he probado todavía. Ya sabes, el tabú del incesto. Pero quizá algún día

  • ¿Cómo empezasteis tu padre y tu a …?

  • No empecé con mi padre. Como ya te he dicho empecé con Eduardo hace unos dos años, al cabo de un tiempo, un día se vino a casa con su hermano. Me dijo que quería que le iniciásemos nosotros y cuando lo estábamos haciendo aquí mismo, en esta cama, apareció mi padre. El primero en verle fui yo que estaba sentado en la cama mirando hacia la puerta mientras Alberto me la chupaba y su hermano le enculaba. ¡Puedes imaginarte mi reacción!

  • ¿Y qué pasó?

  • Nada mi padre nos dijo que no nos preocupásemos por él y que si no nos importaba que mirase. Yo estaba aturdido y Alberto me la seguía chupando con mayor ahínco si cabe. Luego, todo fue muy rápido. Vi como mi padre se desnudaba y se colocaba detrás de Eduardo. Se abrió de piernas y se dejó follar por mi padre mientras seguía follándose a su hermano. Al cabo de un rato, no se cómo, los dos hermanos se estaban haciendo un sesenta y nueve y dejaron sus culos a nuestra merced. Yo me follé a Eduardo y mi padre a Alberto mientras ellos se seguían chupando y al final yo también me follé a Alberto mientras su hermano se la chupaba y mi padre volvía a follar a Eduardo.

  • O sea que Alberto en el día de su inauguración se metió tres pollas consecutivamente.

  • Sí, y desde entonces nos vemos regularmente para seguir practicando. Y a veces se reúne con nosotros algún otro amigo, como hoy.

  • No está mal.

Mientras hablábamos, yo ya me había limpiado y nos habíamos puesto los bañadores. Nos fuimos a la piscina, donde no había nadie, tal como había pronosticado David. Nos bañamos durante un breve espacio de tiempo porque había empezado a refrescar. Después me vestí, sin entrar en el vestidor porque había descubierto que me gustaba estar desnudo delante de la gente y recogí mis bártulos de la habitación de David. Al despedirnos en la puerta de su casa me dijo que ya nos veríamos en la facultad y quedaríamos para vernos algún otro día.