Memorias de la adolescencia - segunda noche
Esta vez opto por rememorar lo que sucedió antes de ir al pueblo, estando en mi ciudad, con otro de mis amigos.
Me encuentro de nuevo tirado en mi cama, esta vez totalmente desnudo. Me estiro perezosamente antes de dar inicio a la masturbación de hoy. Sé que costará superar el nivel de excitación que conseguí ayer. Sólo con recordar lo cachondo que estaba (ni siquiera me hace falta pensar en los recuerdos que usé) ya se me ha puesto morcillona, por lo que decido ponerme manos a la obra. Como tantas otras veces, empiezo por los pezones, magreando y pellizcándolos hasta que ambos están duros y sensibles. Mi polla, por su parte, comienza a ganar tamaño de forma lenta pero continuada, avanzando al son del bombeo de sangre.
Estando en mi ciudad, unos cuantos amigos habíamos tomado la rutina de juntarnos por la tarde entre semana para jugar a baloncesto. Solíamos ir entre 5 y 9 personas, y o bien jugábamos entre nosotros o nos juntábamos con otra gente que ya estuviese jugando. Destacaré a Manu de todos los que íbamos, pues es el protagonista de hoy. Nos conocíamos des de principio de secundaria, pues habíamos coincidido en clase y en el mismo equipo de baloncesto. Yo ya me había fijado en él al verlo en las duchas después de los entrenamientos, sobretodo el último año. Era un chico ligeramente moreno, con una complexión atlética que permitía identificar todos los conjuntos musculares del cuerpo en su figura, bastante marcada. Era bajito, unos 10 centímetros menos que yo, pero estaba fibrado, era guapo y tenía unos ojos verdes en los que era imposible no perderse.
Tras tantos años juntos durante horas al día nos teníamos mucha confianza. Quedábamos a menudo para jugar a videojuegos tanto en su casa como en la mía, ambas familias estaban ya acostumbradas a la presencia del otro, y nos explicábamos todo sin tapujos ni vergüenza, incluyendo las fantasías sexuales en las que pensábamos.
Una de esas tardes en que fuimos a jugar sólo nos juntamos 4, el resto no podía o no quiso. Estuvimos jugando con dos chicos más que nos encontramos en la cancha, pero el partido no estaba muy animado y pronto nos aburrimos. Luis y Dani, los otros chicos, dijeron que aprovecharían para ir a la piscina del polideportivo pues ambos tenían bono. Manu y yo, en cambio, decidimos echar un 1 contra 1 rápido y luego ir a su casa a jugar a la consola un rato, aun era pronto.
Debido a que él era más rápido y ágil que yo, pero tenía menos cuerpo, mi mejor opción para atacar era jugar de interior posteándole. De esta manera, con él pegado a mi por detrás y yo sacando culo para avanzar manteniéndolo alejado del balón, era inevitable que su paquete descansase sobre mis nalgas. Y él, en un gesto de confianza ya más que habitual después de tantos años, no dudaba en pellizcármelas de vez en cuando para intentar desconcentrarme y robarme el balón. Esa estrategia no le sirvió, sin embargo, hasta que fue mi paquete lo que apretó fugazmente.
-Deja de meterme mano, cabrón tramposo.
-¡Pero si te encanta! –replicó él guiñándome el ojo, divertido, sin ser consciente de que tenía toda la razón.
Una vez finalizado el partido (victoria por su parte, por supuesto) nos fuimos a su casa. Sus padres estaban ambos trabajando, por lo que podíamos armar jaleo tranquilamente sin molestar a nadie. Fuimos directos a su habitación, donde tenía un televisor con la consola conectada, y nos tiramos en su cama ambos sin camiseta.
Podía notar el calor que desprendía su piel sin necesidad de tocarle, aunque su pierna derecha y mi izquierda se rozaban. También había un ligero olor a sudor juvenil en el aire, pero en ningún caso cargante.
Es recordar aquel aroma y mi polla da un bote entre mis manos. Llegados a este punto mis pezones se encuentran extremadamente sensibles, fruto de varios minutos de atenciones intensas. En cuanto se me puso dura del todo comencé a acariciármela, pero no dejé de jugar con esa parte tan sensible de mi cuerpo. Ahora, no obstante, una mano se dedica a cubrir y descubrir mi glande lentamente mientras la otra juega con mis huevos, masajeándolos. En cuanto sale la primera gota de preseminal aprieto mi rabo con intención de exprimirlo y que salga el máximo posible. Recojo el brillante líquido con mi dedo índice, y me lo llevo a los labios. Una vez allí, extiendo el pre por ambos labios, pringándolos, y casi de inmediato los relamo con gula para encontrar un sabor que conozco bien y, todo sea dicho, me encanta y excita sobremanera.
Mientras jugábamos íbamos conversando, y el tema no tardó en subir de tono como era habitual cuando estábamos solos. Más de una vez nos habíamos empalmado ambos simplemente conversando, comentando qué le haríamos a ésta o aquella, o el último video porno visitado. Aún no tengo claro si me excitaba más lo que hablábamos o el tenerlo empalmado al lado (con el crecido bulto bien visible), pero nunca habíamos llegado a más que un simple toquecito en el paquete para comprobar la dureza.
Aquél día, gracias a los pantalones de baloncesto y lo poco que disimulan el paquete, enseguida se hizo patente que a ambas pollas les gustaba el tema que estábamos tratando. Seguíamos jugando, pero ambos lanzábamos miradas al paquete del otro sin ningún reparo. Al poco pausamos el juego y nos dedicamos simplemente a hablar. Nuestras pollas estaban ya duras del todo y Manu se la sobaba distraídamente, por lo que yo también empecé a hacerlo. Comencé a describirle un vídeo en el que dos tíos musculados se follaban a una pelirroja tetona, probando todas las combinaciones posibles. Se lo describí con todo lujo de detalles, enfatizando en algunas partes con ayuda de la mímica, haciendo como que le magreaba las tetas a la actriz o que tenía su cabeza entre mis piernas chupándomela y yo daba golpes de cadera. Manu no perdía detalle, y su mano no se despegaba de su paquete, el cual sobaba con ahínco, marcando todo el contorno.
-Buff, estoy demasiado cachondo, necesito ver ese vídeo.
-¿Quieres que te lo ponga? –le pregunté, deseando que la respuesta fuera afirmativa.
Y lo fue. Se sentó en la silla y encendió el ordenador. Yo le esperé en la cama, sobándome para mantenerme duro, hasta que abrió el navegador. Busqué entonces el vídeo en cuestión y lo pusimos a pantalla completa. Manu apartó la silla de en medio y se vino a la cama conmigo. Pese a que para ver la pantalla del ordenador estábamos sentados en el lateral de la cama y había espacio de sobras, se sentó con su muslo pegado al mío. En la pantalla, las cosas se fueron animando entre la exuberante chica y los dos buenorros, pero fuera de ella también. Ambos nos estábamos sobando a base de bien, aunque en el caso de Manu más correcto sería decir que se estaba pajeando directamente por encima del pantalón y la ropa interior.
-No puedo más tío, necesito pajearme como dios manda. Hazlo tú también si quieres.
Y al acabar la frase ya tenía ambas prendas en los tobillos. Era la primera vez que nos pajeábamos juntos, por lo que no pensaba dejar pasar la oportunidad. Le había visto muchas veces desnudo, y había visto otras muchas el bulto que marcaba su polla dura, pero jamás la había visto al desnudo en ese estado. Su polla era sorprendentemente similar a la mía: morena, de grosor bastante aceptable para el tamaño que tenía (y a que simple vista parecía igual al de mi rabo), sin circuncidar y con un capullo violáceo. La principal diferencia era que mientras que mi polla erecta apunta irremediablemente hacia el techo y no hay quien la haga bajar, la suya tenía una ligera curvatura hacia abajo que la hacía mirar al suelo. Iba sin depilar y una ligera capa de pelo cubría sus también morenos huevos.
-¿No te quieres pajear tú también?
Su pregunta me sacó del ensimismamiento en el que me había sumido contemplando su dura polla. Me sonrojé ligeramente pues Manu me había pillado mirando embobado sus atributos, pero vi que él esperaba expectante a que yo me desnudase para poder ver los míos. Hice como él y me liberé de un tirón de toda la ropa que llevaba, bajándola hasta los tobillos y de ahí dejándola caer al suelo. Pude ver como Manu miraba sin ningún pudor mi polla, que al quedar libre había ido a parar a mi ombligo.
-¡Anda, pero si las tenemos iguales! –rio.
-Ya quisieras –le respondí yo socarronamente-. La mía es más grande.
-Tú flipas –me dijo, picado, pero no añadió nada más.
Nos centramos entonces en el video, donde la pelirroja se estaba intentando comer entero un rabo de más de 20 centímetros mientras el otro tío se pajeaba al ritmo que le comía el coño.
-Se tiene que sentir bien que te coman la polla…
El comentario de Manu era más una cavilación para sí mismo que algo dirigido a mí, pero a mí se me iluminó la bombilla. Total, por probar no perdía nada.
-Pues la verdad es que sí, cuando Alba me lo hacía era una pasada –Alba era una ex con quien lo había dejado hacía meses, y desde entonces no había vuelto a recibir una mamada-. La verdad es que lo echo de menos, ojalá alguien me la chupase.
Me la agarré de la base y la zarandeé un poco, y como queriendo corroborar las ganas de sentir una boca, mi polla dejó ir una gota de preseminal. La extendí por todo el glande con mis dedos, y no pude evitar un resoplido al jugar con tan sensible zona. Manu no perdía detalle, curioso, y su mirada pasó a ser interrogante cuando me escupí en la mano.
-¿Nunca has probado a pajearte así? –inquirí. Y ante su negativa, le agarré la polla por la parte superior con la mano donde tenía el gapo.
-¡¿Qué haces?! –me dijo asustado, retirándose de golpe.
-Ya verás –le dije yo con voz calmada-, es una pasada.
Y lentamente volví a acercar mi mano a su polla. Manu me miraba desconfiado, pero esta vez se dejó hacer. Con la mano pringosa le embadurné toda la longitud de la polla, y Manu se fue soltando y dejando llevar por el placer, cerrando los ojos y recostándose hacia atrás. Mi mano se deslizaba fácilmente arriba y abajo por el tronco, notando su suavidad y su dureza. Decidí dar un paso más, y dejando al aire su capullo lo envolví totalmente con mi mano. Cuando realicé el primer movimiento circular Manu abrió los ojos de golpe, encogiéndose en un gemido que se escapó de sus labios. Me miró azorado, y volví a mover mi mano arrancándole otro gemido.
Recuerdo como pasaba mi mano por la cabeza de su polla haciendo lo mismo ahora con la mía. Mi mano izquierda agarra mis huevos, tirando de ellos hacia abajo y manteniendo así mi rabo apuntando al techo mientras la diestra envuelve el brillante glande. Tengo la palma totalmente pegajosa de pre, así que me la llevo a la boca y la restriego, pringándome también las mejillas. Recojo un escupitajo y vuelvo a centrarme en estimular el glande.
-Joder, sí. Esto es una pasada –dijo entre dientes cuando moví la mano por tercera vez.
Se echó en la cama, dejándome su polla totalmente a mi merced. No obstante, le cogí su mano y la dirigí a mi polla, que estaba desatendida. Me miró apenas un segundo y la agarró, extendiendo mi propio pre por todo el tronco. Estuvimos un buen rato así, él tumbado y yo sentado, cada uno agarrando firmemente la polla del otro, esforzándonos por hacer gemir y dar el máximo placer al otro. Pero yo estaba demasiado caliente.
-¿Te gustaría saber qué se siente cuando te la chupan? - Note como se puso tenso y volvió a mirarme con desconfianza-. Si tú me la chupas, te la chupo yo a ti también.
-¡Qué dices! Se te va la olla…Además, ¿por qué tengo que empezar yo?
-Porque la tienes más pequeña, claro –le dije con un guiño.
-Eso no es verdad.
-Me juego lo que quieras a que sí –le incité-: si yo la tengo más grande, me la chupas y luego te la chupo yo a ti. Si la tienes tú, para que veas, te la chupo yo a ti sólo.
-¡Ahora verás! –respondió levantándose a por una regla.
Nos pusimos ambos de pie, las medimos y… 0,2 centímetros de diferencia. Una diferencia a mi favor que me coronaba como vencedor en aquel espontáneo reto. Me senté en la cama y me recosté sobre mis codos, esperando.
-Adelante –le dije, esta vez sin sorna en la voz-, piensa que luego te lo haré yo a ti.
Manu vino lentamente hacia mí, y de la misma manera se arrodilló entre mis piernas. Agarró la polla que le ofrecía, y que presentaba una gota de líquido preseminal recién salida, y tímidamente se acercó hasta quedar a apenas 5 centímetros de ella. Sacó entonces la lengua y le dio una probada al glande. Le miré, interrogante:
-No está malo –respondió, avergonzado.
-Adelante pues.
Poco a poco introdujo todo el glande en su boca y comenzó a chuparla torpemente. No obstante, se fue soltando y aumentando el ritmo así como las ganas que le ponía a la mamada. Yo tenía una mano en su cabeza con la que le acariciaba el pelo y a ratos le guiaba en la mamada, y también le indicaba de vez en cuando como mejorar el trabajito que me estaba haciendo: “ahora pasa la lengua alrededor de la cabeza”, “aprieta un poco más con los labios… así, muy bien”. La verdad es que aquella mamada no tenía nada que envidiarle a las que me hacía Alba -quien tampoco era una experta, todo sea dicho-, y quedaba patente por lo bufidos y gemidos que no podía evitar soltar.
-Es tu turno -me dijo separándose de mi y levantándose. Su polla seguía bien dura, y se acercó a mi pajeándosela. La puso sobre mis labios, mirándome desde arriba y sin dejar de pajearse, ahora más lento.
Cerré los ojos, aspirando el olor de aquella polla ligeramente sudada, y separé mis labios para dejar paso a todos los centímetros que fui capaz de alojar antes de que una arcada marcase el tope. Comencé a chupársela con calma, centrándome en jugar con mi lengua en el glande, acariciando el frenillo y el agujerito, pero Manu estaba demasiado excitado y pronto lo tuve agarrándome la cabeza con ambas manos y marcando el ritmo de una follada de boca con la que me costaba respirar, pero que me tenía pajeándome a un ritmo frenético.
-Es-espera –le dije cuando conseguí zafarme de sus manos y sacar su polla de mi boca, brillante de babas-. Túmbate en la cama. Quiero hacer un 69.
En menos de 5 segundos ya estábamos los dos tumbados de lado y con la boca llena de polla. Los muelles de la cama chirriaban ligeramente, pero apenas se oía entre nuestros gemidos ahogados y los sonidos de succión. Ambas respiraciones estaban entrecortadas, y se notaba que estábamos los dos cerca del orgasmo debido a lo agitado de nuestras respiraciones y la intensidad de nuestros gemidos, pero ambos seguíamos chupando casi con furia la polla del otro, intentando hacerle acabar.
Fue Manu el primero en abandonar mi polla para anunciarme que se iba a correr, que no podía más. Como única respuesta, yo seguí chupando sin parar y le llevé la cara contra mi polla para que él también continuase con la labor, pues me quedaba muy poco a mi también. Fue metérsela en la boca y comenzó a gemir escandalosamente, y un segundo después mi boca se empezaba a llenar de su corrida, muy líquida y poco abundante.
Empalmando sus últimas convulsiones tras la corrida, empezaron las mías. Agarré con una mano la cabeza de mi amigo para que no pudiera zafarse, y moviendo mi cadera comencé a correrme en su boca de forma abundante. El orgasmo duró unos cuantos segundos, en los cuales no pude pensar en nada, ni siquiera en que seguía con la boca llena de su corrida y su polla, aun dura. Le liberé la cabeza y ambos nos separamos y nos miramos, cada uno con la corrida del otro en la boca aun. Nos comenzamos a reír y salimos corriendo hacia el baño, donde la escupimos aun riendo.
-Tío tu corrida sabe fatal –me dijo Manu.
-¡Pues como la tuya capullo! –le repliqué todavía riendo.
Estoy al borde del orgasmo. De hecho, hace ya varios minutos que podría haber corrido, pero quería llegar hasta el final del recuerdo, cuando su amargo semen me llenaba la boca. Ahora que ya he acabado de recordarlo todo, me dejo llevar. Estiro las piernas al máximo y echo la cabeza hacia atrás, y un gemido entrecortado se escapa de mi garganta cuando el primer chorro de leche sale disparado de mi polla y, pasando de largo mi cara, acaba chocando en el cabecero de la cama. El siguiente golpea fuerte contra mi nuez, haciéndome dar un brinco. Los otros tres quedan sobre mi pecho y barriga, y yo sonrío satisfecho. Ahora una ducha y a dormir, que he quedado exhausto tras la paja.