Memorias de la adolescencia - primera noche

"Esta noche no me apetece divagar por internet en busca de algún video con el cual pajearme, hoy es uno de esos días en los que decido darme un homenaje con calma [...] así que dejo que mi mente se remonte en el tiempo hasta el verano en el que tenía 16 años."

Me encuentro en mi cama tumbado, sólo un ajustado bóxer rojo por vestimenta. Esta noche no me apetece divagar por internet en busca de algún video con el cual pajearme, hoy es uno de esos días en los que decido darme un homenaje con calma, alargando el proceso y extendiendo el placer, hasta explotar de forma casi violenta. Total, estaré solo toda la noche, por lo que no tengo ni prisa ni necesidad de contenerme a la hora de gemir.

Esta noche voy a disfrutar de mi cuerpo, y como cada vez que decido masturbarme con calma, dejo que mi mente se remonte en el tiempo hasta el verano en el que tenía 16 años. Comienzo a acariciarme el pecho según empiezo a recordar, notando como mis pezones responden y se endurecen bajo mis manos, pero aún no quiero empezar a sobarme el paquete. No tan pronto.

Aquél verano el calor fue especialmente sofocante, en gran medida debido a la humedad del ambiente. La mínima actividad física te dejaba con la ropa enganchada al cuerpo. ¿El mejor remedio para sobrellevar la temperatura? Playa y piscina. Acabado ya el curso escolar, y con buenas notas, se presentaba ante mí un verano lleno de oportunidades de buenos planes. Por una parte, sabía que coincidiría con gran parte de mis amigos que se quedaban en la ciudad durante casi todo el verano, y por otra las dos semanas que pasaría en el pueblo tampoco eran mal plan.

Detengo por un momento las caricias, dubitativo. Aquel verano pasaron varias cosas que me podrían servir de material para lo que tengo entre manos. Apenas medito un segundo y me decanto por el pueblo, Jonás y la piscina. Mañana también estoy solo, ya rememoraré lo otro. Satisfecho con la decisión, vuelvo a las caricias por mi torso, esta vez deteniéndome también a pellizcar suavemente mis pezones cuando paso por encima de ellos. Mi paquete empieza a abultar un poco más de lo habitual, pero sigo ignorándolo.

Estuve en el pueblo la primera quincena de agosto. Allí la temperatura es más alta, pero el calor es seco por lo que más llevadero. No obstante, es aún más llevadero en la piscina, donde iba casi cada tarde con un grupito de amigos y amigas. La piscina municipal era un recinto al aire libre, rodeado por unos muros no muy altos. Disponía de vestuarios, pista de fútbol, dos piscinas y un bar. Nos poníamos siempre en grupo a la sobra de una palmera, y alternábamos el baño con jugar a las cartas o simplemente charlar. De ese grupo sólo destacaré a Jonás, el protagonista de la paja de hoy. Era más joven que yo, uno o dos años solamente. De piel blanca, el muchacho era poca cosa. Delgado y no muy alto, algo pecoso y con un tono de pelo ligeramente cobrizo. Pero era guapo a rabiar y tenía un culo ligeramente respingón que llamaba la atención.

Nos conocíamos desde hacía varios años y congeniábamos muy bien, era habitual que quedásemos a solas en su casa para jugar a videojuegos y aprovechaba para contarme sus inquietudes (académicas, familiares o amorosas). Una de esas veces que quedamos en su casa estábamos jugando a un juego de lucha, los dos sentados en la alfombra sin camiseta ni zapatillas. Le gané 3 batallas seguidas, y le iba picando según perdía. Tras la tercera derrota se levantó, y sin previo aviso se me tiró encima, derribándome. Caí de espaldas, y él encima de mí con su torso sobre mi cara, una pierna a cada lado de mi cuerpo y mis brazos atrapados entre ellas.

-¿Ahora quién gana a quién, eh? A ver si aprendes a no ser tan bocazas. –se le notaba picado pero también divertido por la situación.

Tal y como tenía los brazos lo único que pude hacer para zafarme de él fue agarrarle el culo y empujarle hacia arriba para poder salir yo por entre sus piernas. Con lo que no contaba fue que al realizar esta maniobra pude escapar, sí, pero restregando todo su paquete por mi cara, tanto su polla (flácida) como los huevos. Me incorporé rápidamente girándome hacia él, y me lo encontré de rodillas preparado para volver a atacar. No obstante, optó por picarme primero.

-¿Te ha gustado sentirla en la cara? –preguntó burlonamente agarrándose el paquete por encima del short de chándal que usaba.

Al recordar la cara de chulería con la que dijo aquella frase mi rabo suelta las primeras gotas de pre. He estado hasta ahora retorciéndome en la cama pellizcándome los pezones con fuerza, y sobando mis huevos y nalgas por encima de la tela, pero sin tocar aún mi polla, que no obstante está bien dura. Ahora que ha empezado a ponerse húmeda me permito a mí mismo hacerle caso, y comenzar a apretarla por encima de la roja tela, que ya muestra una mancha más oscura allí donde está la punta. Me gusta seguir este ritual, y no sacarla hasta que considero que el gallumbo está bien manchado y por tanto disfrutaré bien al llevarlo hasta mi nariz y mi boca.

Aquellas palabras tuvieron el efecto deseado, y entré a trapo en su juego. De rodillas también, me lancé contra él. Forcejeamos un poco, su piel blanca contrastando con el moreno de la mía, pero estaba claro que el chico tenía menos fuerza que yo. Conseguí de un tirón que cayese al suelo, y me tumbé encima de él agarrándole los brazos y plantando mi paquete entre sus nalgas. Acerqué mi boca a su oreja, y en un susurro le pregunté:

-¿A quién dices que le gusta notarla?

Se lo dije al tiempo que con la cadera me aseguraba de que notase bien que era lo que tenía en su culo, y no pude resistir morderle el lóbulo de la oreja, arrancándole un pequeño quejido. Inevitablemente noté como mi polla empezaba a animarse según continuaba restregándola contra aquellas duras nalgas y decidí apartarme antes de que la notase dura del todo ya que tampoco quería tener problemas con él. Lo que no esperaba ver cuando él se giró una vez libre fue que su paquete también hubiera crecido notablemente en sus pantaloncitos azules.

-Vaya, veo que tenía razón, ¿quieres volver a sentirla? –esta vez fui yo quien usó un tono burlón con tal de picarle y ver cuán lejos llegaba la cosa, ya que estaba empezando a gustarme la situación. Con las manos marqué el contorno de mi polla, que estaba morcillona, y me di cuenta que Jonás me miraba el paquete algo turbado; se había puesto rojo.

-Q-que dices –titubeó-. A mí no me van esas mariconadas.

-No son mariconadas, sólo estamos probando quién es más fuerte y puede someter al otro. Y está claro que no puedes hacer nada contra mí. Ni en fuerza, ni en tamaño –le miré con suficiencia mientras seguía con mis manos en mi paquete, asegurándome que le quedase claro el tamaño de éste (ya prácticamente el máximo que podía alcanzar).

Opté entonces por sentarme relajadamente en la alfombra de nuevo, con las piernas extendidas, asegurándome de mantener la cara de triunfo. Y funcionó. Jonás había picado el anzuelo y dejado de lado la vergüenza o los prejuicios, lo que quería era ganarme a toda costa para quitarme esa sonrisa de superioridad de la cara, por lo que volvió a lanzarse contra mí. Se puso encima, agarrándome las muñecas y sentado sobre mi pubis, por lo que podía notar perfectamente mi dureza en sus nalgas, y más teniendo en cuenta que con el forcejeo no parábamos de movernos y restregarnos. Conseguí invertir las tornas y quedar yo arriba, pero con mi cuerpo entre sus piernas tal y como estábamos antes, por lo que seguía restregando ociosamente mi polla por su culo. Aproveché su desventaja para quitarle el pantalón, aunque caí de espaldas, sorprendido.

Lo que aquellos calzoncillos guardaban era más grande que la mía, sin duda.

Ha llegado el momento de liberarla. El bóxer tiene una mancha abundante a causa del preseminal, que se filtra sin problemas a través de la tela manchándome la mano. Lo bajo despacio. Con una mano, me lo llevo a la nariz y aspiro el aroma que tiene después de todo un día de uso, aunque el olor a pre lo enmascara bastante. Con la otra mano bajo con cuidado la piel que cubre el capullo, que se encuentra brillante a causa de la humedad, y comienzo a jugar con la cabeza aprovechando la lubricación natural. El primer gemido escapa de mis labios al tiempo que mi lengua saborea los restos que acabo de dejar en el gallumbo.

Jonás aprovechó mi distracción para volver a la carga, decidido a demostrar que podía conmigo. Logró esta vez aprisionar mis brazos con sus piernas, quedando sentado sobre mi pecho.

-¿Decías algo sobre que tenías más fuerza que yo? Porque no da esa sensación… -Seguía alucinando con el tamaño de su paquete, y más viéndolo en primer plano-. Y en cuanto a tamaño, te lo voy a enseñar de cerca para que lo veas bien.

Dicho y hecho, me cogió la cabeza y acercándose me plantó su dura polla en la cara. A través de la tela pude notar el calor que desprendía, así como el aroma tan característico de unos huevos ligeramente sudados. Comenzó a restregarla con fuerza, y algo en el hecho de que un chico más joven que yo me estuviese sometiendo de esa manera me empezó a calentar sobremanera, aunque no quería ponérselo fácil tampoco. Abrí mi boca i le mordí el tronco por sorpresa, lo que me permitió poder liberar mis brazos y quitármelo de encima.

-Cabrón, ya veo que le tienes ganas… Adelante, ¿por qué no le das una chupadita?

-Último asalto. El que pierda, chupa. ¿Te parece, o te rajas?

-Muy bien –contestó-. Pero quiero igualdad de condiciones. Los dos desnudos.

Tengo la polla ya totalmente pringada. El gallumbo hace rato que está en el suelo abandonado, mientras que mis dos manos se recrean con mi anatomía, siempre una de las dos dándole placer a mi rabo, y la otra viajando por el resto del cuerpo. Me estoy acercando al final del recuerdo, por lo que decido pringar uno de mis dedos y dirigirlo a la entrada de mi culo. Sin llegar a introducirlo, simplemente juego con él en la entrada mientras la otra mano mantiene el subeybaja.

Definitivamente su polla era más grande que la mía. Unos 18 centímetros de un bonito rabo sin circuncidar, de piel clara al igual que el resto del cuerpo. Era algo delgada para su longitud, pero tampoco exagerado, y ligeramente curvada hacia la izquierda. Apenas tenía pelo, y los huevos colgaban, no muy grandes pero si apetecibles. Por precaución nos trasladamos (ropa incluida, aunque acabó en el suelo otra vez) a su habitación, donde disponía de una cama de matrimonio.

No quise perder más tiempo y sin aviso le tiré sobre el colchón, cayendo él bocabajo. Automáticamente me tumbe encima suyo y comencé a frotar mi polla contra sus nalgas, hasta que logré acomodarla justo en la raja. Intensifiqué los movimientos de cadera, pues realmente sentía como si sus nalgas me estuvieran haciendo una paja. Acerqué mi boca a su oreja de nuevo, mordisqueándole el cuello y el lóbulo.

-¿Sabías que tienes muy buen culo? A este paso no tardaré mucho en llenártelo de leche.

-Pobre de ti que lo hagas…

-¿Y qué harás para evitarlo? Está claro que no puedes escapar.

Y era cierto, yo pesaba más que él y en la postura que estábamos Jonás no conseguía nada por más que se removiese, y yo seguí con el vaivén que simulaba la penetración, aumentado el ritmo. Mi respiración se estaba volviendo agitada según el placer se iba abriendo paso, pero no era la única. Fui consciente de que la respiración de mi amigo también era cada vez más rápida, hasta que empezó a jadear-

-Para. Para, por favor, para…

Y no pudo decir más. Comenzó a gemir y a tener espasmos mientras yo seguía restregando mi polla, que estaba bien encajada entre las blancas nalgas. Ver como se corría solo del rozamiento contra la cama mientras simulaba petarle el culo fue más de lo que pude soportar, y comencé a correrme copiosamente en su culo, pringando las nalgas, su agujero y la zona baja de la espalda.

-Esta me la pagarás, cabrón. Está todo hecho un asco por tu culpa –y es que no era yo el único que había dejado ir corrida en abundancia, pues su cama lucía una buena mancha de semen.

Estoy listo para acabar. Mis pezones están casi doloridos de la caña que les estoy dando, y el dedo que en principio solo iba a explorar los alrededores del ano ha acabado enterrado dentro hasta el nudillo. Pero aún no. Aún falta lo que pasó el día siguiente.

Al día siguiente fuimos a la piscina por la tarde los del siempre. Jonás parecía un poco ausente, pero tampoco me rehuía. Estando todos en el agua, en la zona que cubría, de golpe note como alguien me hundía empujando de mi cabeza hacia abajo. La sorpresa inicial aumentó cuando las manos que sujetaban mi cabeza la condujeron hasta el bañador de mi agresor, quién no dudo en restregarme sus atributos por la cara. Otra vez opté por morder la blanda carne que pillé para liberarme. Al salir a la superficie me encontré con una sonrisa desafiante de Jonás entre las carcajadas del resto de amigos.

-No me olvido de lo de ayer.

-¿Y qué vas a hacer, si sabes que no puedes conmigo de ninguna de las maneras?

-Te reto a una carrera. El primero que vaya y vuelva del otro lado de la piscina, gana.

Ninguno de los dos hacía natación, por lo que confiaba en poder ganar. Cuán equivocado estaba. Realizó los dos largos con bastante más facilidad que yo, dejándome de paso en ridículo delante del resto de gente. “Yo gano, yo mando” me dijo en un susurro al pasar por al lado.

Ofuscado por la derrota, fui a los vestuarios a ducharme y cambiarme. Las duchas son comunitarias, pero no obstante los cambiadores son cubículos individuales, y cuando me disponía a entrar en uno apareció Jonás por la puerta. Vino directo hacia mí, y sin decir nada me empujó dentro y se metió también, echando el pestillo.

-Ponte de rodillas. Por lo visto te encanta morderme la polla, así que adelante, muérdela todo lo que quieras hasta ponérmela bien dura.

El tono autoritario que usó en aquel susurro bastó para comenzar a ponerme la polla dura. Jonás puso una mano en mi nuca, y tras plantarme un breve pero intenso morreo empujó hacia abajo hasta que mis rodillas tocaron suelo. Primero le miré a los ojos, que no daban opción a replicar, y luego miré su ya algo abultado paquete. Y me lancé a comérselo por encima del bañador húmedo. Tal y como me había ordenado, fui dando mordiscos suaves a lo largo de todo el tronco, notándola cada vez más dura. Mi polla, por su parte, ya lo estaba del todo sin necesidad de la tocasen.

Cuando la tuvo bien dura, le desaté yo mismo el bañador para bajárselo y dejar libre aquel pedazo de carne, y él me atrajo la cabeza hasta su entrepierna. Con la nariz pegada a su pubis, empecé a chuparle los huevos, alternándolos para meterlos en mi boca. Fui subiendo besando el tronco palpitante hasta que finalmente llegué a la cabeza. Le retiré con cuidado la piel que cubría el glande, rosadito y pequeño, y entonces me lancé a engullir aquella polla que tanto me había llamado la atención el día anterior. Chupaba con esmero pese a la inexperiencia, y por su cara puedo asegurar que Jonás estaba disfrutando. No podía evitar estremecerse cuando le pasaba la lengua alrededor del glande manteniéndolo dentro de mi boca, y compensaba el hecho de no poder metérmela entera pajeándole con una mano a la vez que se la chupaba. La otra mano la usaba para acariciarle el cuerpo o pellizcarle los pezones, que respondían poniéndose duros. Decidí ir más allá, y llevé esa mano libre (por entre las piernas, obligándole a abrirlas un poco) a sus nalgas, y busqué hasta que el dedo corazón encontró su ano. Comencé a hacer círculos con el dedo y una ligera presión a la vez que aumentaba el ritmo de la mamada, succionando con más fuerza. Automáticamente Jonás comenzó a jadear y resoplar, anunciando la inminente corrida.

-Abre la boca y saca la lengua.

Obedecí al instante, goloso, y seguí pajeándole a toda velocidad con su glande, ya más hinchado y oscuro, reposando sobre mi lengua. Jonás apoyó la espalda en la pared del cubículo y me agarró del pelo. Intentando no gemir, comenzó a correrse. El primer espasmo vino acompañado de un chorro de corrida que me alcanzó el ojo derecho, dejando un reguero blanco por mi mejilla y obligándome a cerrarlo. El resto de la corrida cayó sin saltar en mi lengua directamente. Sabía algo amarga, pero el calentón superó al asco y la tragué toda. Abandoné su culo para sacarme mi polla, que prácticamente me dolía de lo dura que estaba, y pajearla casi con furia, pero seguí de rodillas y volví a meterme la polla de mi amigo, aún dura, en la boca.

Él, por su parte, con dos dedos recogió la corrida de mi cara. “No hay que desperdiciar nada”. Me sacó la polla de la boca, se la pringó bien con su semen y me la volvió a meter en la boca. Y en ese momento, sintiendo el sabor de su leche y la boca llena a más no poder de carne, me corrí como nunca lo había hecho en los años que llevaba pajeándome.

Ahora sí. Coloco mis piernas en la pared, arqueando la espalda para que mi polla apunte directamente a mi boca. Esta noche será de las buenas. Con dos dedos en mi interior, finalmente me rindo al placer y comienzo a gemir. El primero de los siete chorros que suelto pasa de largo y me da en el ojo derecho. Para el resto recalculo bien y van a parar directos a mi lengua y garganta. El orgasmo ha sido muy intenso y me deja exhausto. Recojo con un dedo las últimas gotas de semen que expulsa el glande, y recojo también el que hay en mi cara. “Justo como aquél día” pienso al llevarme los dedos a la boca y degustar mi propia corrida.