Memorias de cómo me convertí en una asesina
Segundo relato, con ballbusting, strapon, y snuff. Espero que os guste.
La decisión estaba tomada. Después de escuchar a mi amiga Laura describir las atrocidades que el bastardo de su pareja le había hecho a ella y a sus 2 hijos entendí que ese hombre debía pagarlo muy caro. Había estado insultando, golpeando, maltratando y amenazando de muerte no solo a Laura, mi amiga, sino también a 2 niños. Aquello tenía que acabar. Le pedí a Laura que aquella misma tarde se fuera con sus hijos a casa de su madre sin perder más tiempo.
Yo aproveché la tarde para comprar cosas que podría necesitar si mi conversación con el maltratador se torcía. Por la noche me presenté en la casa, que estaba apartada a las afueras de la ciudad. Era una casa que en su día debía haber sido preciosa, pero se veía ya gastada y mal mantenida. Al llamar a la puerta, me abrió un hombre envuelto en una bata, calvo y bastante gordo y apestando a alcohol. No entendí lo que mi amiga podía haber visto en él, aparte de que en algún momento estaba claro que ese hombre había sido rico.
Después de que me dejara pasar y me mirara de arriba a abajo, le expliqué que mi Laura ya no volvería con él, que se había cansado de sus palizas y amenazas y de que lo mejor era que él la olvidara y Laura no lo denunciaría. Entonces aquel hombre se lanzó sobre mí, me abofeteó y me tiró al suelo. Quedé sorprendida por su reacción, aunque aquello me confirmó lo que tenía pensado hacer. Me agarró de nuevo y me tumbó boca abajo encima de una mesa y empezó a insultarme y pegarme. Ese hombre debía pesar 120kg y yo inmovilizada debajo de él apenas podía hacer nada. Note sus dedos gordos rasgando mi blusa y bajándome la falda y luego mis bragas. Estaba totalmente desnuda y aplastada por aquel hombre gordo. Sabía que no podía hacer nada. Así que supliqué por mi vida y le dije que haría todo lo que él quisiera pero que no me matara. Que le traería de vuelta a Laura para que hiciera lo que quisiera con ella. Entonces noté un cambio en su actitud. Me agarro por el cabello y me obligó a besarlo. Su aliento apestaba a alcohol barato pero lo besé y morreé. Finalmente me tiró al suelo.
Entonces vi como dejó caer su bata y se quedó desnudo. Tenía una barriga enorme, mucho más de lo que se intuía bajo la bata. Su polla estaba dura y apenas se veía bajo la panza. Yo sabía que en combate de igual a igual no tenía nada que hacer contra él. Así que decidí usar mis armas de mujer: me quedé boca arriba en el suelo, separando mis piernas y acariciando mi cuerpo con cara de deseo.
“mmm eres una zorra deliciosa” me dijo mientras se acariciaba su polla dura. “Te voy a follar hasta la muerte”
“siii hazlo” supliqué yo, sabiendo que tenía que ganar tiempo y encontrar mi oportunidad.
Me puse a 4 patas y avancé lentamente hacia él, como una gatita en celo, asegurándome que mis generosas tetas se balanceaban a cada paso y de que viera mi culo en pompa moverse rítmicamente.
Él seguía de pie inmóvil mirándome excitado mientras yo me arrodillaba frente a él y empezaba a meterme su asquerosa polla en mi boca. Aquella cosa dura apestaba pero se la chupé lentamente mientras mis manos se entrelazaban con las suyas. El gemía de placer mientras yo se la mamaba despacio, sabiendo que mi momento se aceraba. Cuando lo vi más distraído apreté los dientes con todas mis fuerzas como si quisiera arrancársela.
El gritó que dio casi me dejó sorda. Intentó pegarme con las manos, pero yo las tenía entrelazadas con las mías, así que no pudo. Inmediatamente me levanté y le di con mi rodilla en medio de sus huevos e intercambiamos posiciones: ahora yo estaba de pie y el de rodillas gimiendo delante de mí, sin ni siquiera poder agarrarse sus partes doloridas. Fui rápidamente a mi bolso a coger las esposas que había comprado en el sex-shop. No eran auténticas, pero me parecieron suficientemente resistentes como para contener sus manos. Cuando llegué de nuevo donde estaba él, parecía que se estaba recuperando. Me miró con cara de odio y profiriendo todo tipo de amenazas. Sin perder más tiempo, le metí otra patada en los huevos, aunque esta vez no acerté bien, ya que estaba protegiéndose con las manos, pero me sirvió para poder colocarme detrás de él sin problemas y atarle las manos por la espalda.
La casa estaba alejada de todo, pero por si sus gritos ponían en alerta a alguien decidí amordazarle con un trapo la boca. Total, aquel desgraciado no podía decir nada que me interesara. Su mirada había pasado de la rabia y odio al miedo. Sopesé la posibilidad de acabar aquello rápidamente, pero ahora que yo tenía el control me apetecía disfrutarlo.
Me senté desnuda como estaba en una silla delante de él con las piernas ligeramente abiertas y acariciándome de nuevo mi cuerpo desnudo, excitada por la situación. El seguí de rodillas con las manos atadas detrás de su espalda. Me miró y le dije con la voz más sensual: “¿quieres follar?” mientras mis dedos pasaban por mi rajita y mis pezones duros como rocas.
Él asintió. Me sorprendió ver como a pesar del mordisco y los golpes, aún estaba empalmado. Sonreí y fui de nuevo a mi bolso pero sin que me viera. Cuando volví observé su cara de asombro y pánico: yo me había puesto un arnés negro enorme (el más grande que encontré en el sex shop). Lo coloqué a él con el culo en pompa y empecé a acercar la punta del arnés a su ano. Él gemía e intentaba separarse, pero lo sujeté por el poco pelo que le quedaba en la nuca. La primera vez fue despacio, introduciéndolo lentamente y notando como su culo se dilataba despacio. Luego fui sacándolo y metiéndolo cada vez más deprisa. Sus nalgas enromes parecían tragarse aquel arnés entero. Cada vez entraba más deprisa y eso que no había usado nada de lubricante. Estar detrás por primera vez follando el culo de un hombre me excitó muchísimo. No podía para de penetrarlo una y otra vez, sintiéndome poderosa y fuerte. Él por su parte parecía estar disfrutándolo también por como tenía de dura su polla. La sesión duro bastantes minutos hasta que me aburrí.
“Has gozado cariño?” le pregunté. Él no podía responder pero hacía que no con la cabeza. Lo senté en una silla y le até los pies a las patas. Podía ver su polla aun dura intentando asomar por debajo de su barriga. Decidí jugar un poco más con aquel desgraciado y me acerqué sensual y con mis dedos empecé a masturbarlo mientras dejaba que viera mi cuerpo desnudo. Al principio se quedó sorprendido y nervioso, pero luego se relajó y empezó a disfrutar de la paja. «Ves no soy tan mala» le susurré al oído mientras seguía con la paja. Cuando noté que estaba a punto de correrse por cómo se agitaba su respiración le dí un buen puñetazo en todos los huevos. A pesar de no poder gritar, oí su gemido claramente. Observé como se intentaba retorcer de dolor, pero no podía al estar atado a la silla. Repetí la operación un par de veces, pajeándolo con mis manos para luego golpearlo con todas mis fuerzas antes de que se corriera.
Me sorprendió observar que a pesar de los golpes siempre la tenía dura. Es una cosa que nunca entenderé de los hombres, como les puede excitar que les provoquen dolor. Luego me dirigí a la cocina a buscar un cuchillo de grandes dimensiones. Al volver vi el terror reflejado en sus ojos. Pasé el chuchillo por sus huevos y su polla aun dura. Ver su cara de pánico pero su polla dura hizo que yo me excitara hasta casi correrme. “¿Sabes? me gustaría cortarte tus huevos y llevármelos de recuerdo...” le dije mientras el cuchillo se paseaba por sus partes. “Pero te voy a dar una alternativa: o te corto los huevos o me follas hasta la muerte” le dije mientras le retiraba el trapo de su boca.
Él todavía desconcertado me dijo con un hilo de voz: “quiero follarte hasta la muerte”. Entonces le agarré los huevos y se los estrujé y retorcí con todas mis fuerzas. Pude oír claramente su grito de dolor. Luego empecé a chupársela lentamente, hasta que los gritos de dolor se transformaron en placer. Siempre me he considerado buena dando mamadas y lo bueno es que las disfruto tanto como el que las recibe. Humedecí aquella polla con mi lengua y mi saliva hasta notarla bien dura. Mis labios y lengua la recorrían de arriba a abajo mientras observaba al mirar arriba su cara de placer y al mirar abajo sus huevos destrozados. Luego fui de nuevo a mi bolso y coloqué un condón en aquella polla dura y una cuerda en mi mano.
Él no se atrevió a decir nada y era mejor que así fuera para él. Yo no quería que su asquerosa polla entrar en mi sin protección. Luego me coloqué encima de el con mis tetas en su cara y le enrollé la cuerda por el cuello. La polla entró sin problema dentro de mí ya que yo estaba muy excitada también. Empecé a cabalgarlo despacio notando su polla dura dentro de mi mientras el intentaba chupar mis pezones que botaban rítmicamente delante de su cara. Mi excitación y la suya iban en aumento. Notaba como su respiración se agitaba y yo empecé a tensar la cuerda alrededor de su cuello. Yo ya botaba encima de él como una loca, golpeando su cara con mis tetas y notando como toda su polla entraba clavándose dentro de mí. Aquel desgraciado iba a darme uno de los mejores orgasmos de mi vida. Llegamos los 2 a la vez, gimiendo juntos de placer. Mientras disfrutaba de mi orgasmo tensé la cuerda al máximo asfixiándolo lentamente durante un par de minutos. Noté que su polla seguí dura dentro de mí y no solté la cuerda hasta verlo totalmente muerto. Finalmente había cumplido la palabra: me folló hasta la muerte.