Memorias 2
Aunque entre la historia anterior y esta habían sucedido cosas que ya contaré, hoy os pongo una aventura que seguro que os va a gustar
Un día que, como habitualmente, fui a casa de Laura, me encontré con que había salido a hacer unos recados. Como la historia ya me la conocía y no me apetecía follar con su padre, se lo dije claramente y pensé en largarme, pero él me pidió que le escuchara lo que me tenía que decir.
Resulta que eran un grupo de amigos, más o menos de la edad de él, que de vez en cuando organizaban fiestas. Enseguida sospeché de qué fiestas se trataba. Sus amigos, me dijo, eran gente educada, de buena posición social, muy bien dotados y hábiles amantes. La fiesta no tenía restricciones y cada uno podía hacer lo que quisiese siempre que se respetase a los demás. Había sólo una norma. Los que quisiesen participar tenían que llevar obligatoriamente a una mujer suficientemente conocida por ellos y de confianza, y podían estar con cualquiera de las otras, sin acaparar a ninguna en especial. Normalmente comenzaban a las siete de la tarde los sábados y duraba lo que cada uno quisiese; y con eso me estaba proponiendo ir con él a una de esas fiestas. Indudablemente sería la más joven y la más guapa y, como consecuencia, la reina de la fiesta y todos se pelearían por poseerme. Me quedé absolutamente pasmada y no supe qué decir. Aunque inmediatamente había rechazado la idea, le dije que ya lo pensaría para no desairarle sin más. Después de esto, como él había dicho, llegó Laura y seguimos con nuestras tareas cotidianas.
Por la noche, en la cama, me vinieron todos los fantasmas de la fiesta del padre de Laura. Estaba claro que se había percatado que me gustaban las pollas grandes y por eso me había dicho que algunos estaban mejor dotados que él. ¿Como serían sus pollas? ¿Entrarían en mi coño o me dolería? La del padre de Laura no me había dolido nada pero estaba en el límite de la dilatación de mi vagina, a lo mejor una más grande ya no me entraba. ¿Y qué gente habría allí? Pudiera ser que alguno conociera a mis padres, pero sería casi imposible, pues mis padres no tienen nada que ver con ese mundo en el que se mueve el padre de Laura. Cuando me quise dar cuenta vi que, no sólo no rechazaba la idea de ir, sino que pensaba en ello como si ya hubiese decidido que iría. Me imaginaba con varios hombres maduros a mi alrededor acariciando cada rincón de mi cuerpo. Metiéndome sus enormes pollas mientras gritaba de placer. Chupando mi coño mientras elegía la polla que más me gustase. Y así, masturbándome mientras fantaseaba con la fiesta, llegué a un esperado orgasmo que hizo que me durmiese casi a continuación.
El siguiente día que fui a casa de Laura, para no seguir dándole vueltas a una fantasía que me comía el coco a todas horas, sin pensármelo más, le dije al padre de Laura que iría. Ya estaba hecho, no me podía volver atrás. Él se alegró mucho pues sería el triunfador de la fiesta al llevar a la más joven y guapa y me dio un azotito en el culo y un beso. Cuando salí de allí, como la otra vez, me dio un papelito a escondidas que guardé inmediatamente. Como me imaginaba, allí estaba la hora y el lugar en que quedábamos el próximo sábado.
El día de la fiesta habíamos quedado en una cafetería cerca del “picadero” a las siete. Yo me había puesto una ropa bastante erótica pero sin esforzarme mucho, pues probablemente no me diese tiempo de lucirla. Cuando llegué, él estaba esperándome sonriente como siempre. Le saludé con un beso filial y me preguntó si quería tomar algo. Tomé un refresco y mientras, discretamente, me fue contando brevemente como eran esas fiestas, o mejor digamos orgías, que es lo que eran. Cuando se llegaba lo primero que se hacía era desnudarse y dejar la ropa en un vestidor que había junto al hall. Luego nos presentaríamos y que cada uno que hiciese lo que le pareciese. Nadie era más que nadie y todos podían tomar decisiones, tanto una mujer como un hombre, y estaba prohibido rechazar a nadie. Yo estaba como un flan y no sabía qué decir, pero le seguí hasta el apartamento. Cuando llegamos vi que había ya unas seis parejas desnudas distribuidas entre el salón y el dormitorio, que tenía las puertas abiertas de par en par. Nos desnudamos, dejamos la ropa en el vestidor y entramos en el salón. Me presentó e inmediatamente todas las miradas se clavaron en mí. Alabaron mi belleza y le felicitaron por la joya que había llevado. Los hombres rondaban los cuarenta años y, en general, eran guapos y de buena presencia; las mujeres las había desde 20 años aproximadamente en adelante y también eran guapas y, la mayoría sobre todo, exuberantes. Estaba claro que yo era la más joven y todos me devoraban con la mirada. Inmediatamente se me acercó uno de ellos y, cogiéndome de la cintura, me acercó al sofá donde nos sentamos y donde empezó a meterme mano sin ningún recato. Todavía llegaron dos parejas más que, nada más llegar, se acercaron a saludarme con auténtica lascivia. En total éramos nueve parejas de las que, como me había dicho el padre de Laura, yo era indudablemente la reina, incluso las mujeres, algunas claramente bisexuales, ardían en ganas de follar conmigo. Desde el primer momento nunca hubo menos de tres personas atendiéndome a mí. Me tocaban las tetas, me las chupaban, me besaban, acariciaban mi cuerpo, tocaban mi coño, incluso dos a la vez. Parece que mi coño, gordito y redondito, les gustaba mucho. Lo admiraban como si fuese una obra de arte, con sus poquitos pelos en el monte de Venus y mi clítoris asomando levemente por entre los regordetes labios mayores. Muchos, tanto ellos como ellas, sobre todo ellas, estaban depilados y se apreciaba claramente la variedad de pollas, testículos y coños que había en la orgía. Una mujer esbelta, morena, de unos treinta años, ojos grandes y negros, boca voluptuosa de gruesos labios, unas hermosas tetas, grandes pero firmes, con bonitos pezones de color café con leche y un sexo depilado, fue la primera que se me acercó. Se sentó a mi lado, me sonrió y me besó con concupiscencia. Metió su lengua entre mis labios y saboreó con deleite los rincones más ocultos de mi boca. Me gustó mucho su beso e hizo que me excitase. Acaricié su gran pecho y bajé mi mano hasta su coño. Sus labios mayores eran notablemente grandes, pero suaves y blandos al tacto. Su clítoris también era grande y su vagina, húmeda y claramente excitada, era honda y mucho más dilatada que la mía. Metí dos dedos y entraron con gran facilidad, luego tres y, animada por su expresión de gozo, metí la mano entera para mi placer y el de los que no paraban de tocarme o de meter sus dedos en mi coño. Era agradable sentir la mano fuertemente rodeada por el calor de los músculos vaginales. Era la sensación más cercana a la que tienen los hombres cuando meten sus pollas en nuestros coños. En ese momento les envidiaba, creo que la naturaleza nos debería de haber dotado de ambos órganos. Cuando ya todos andaban con sus pollas enhiestas, busqué la más grande. Era un hombre de pelo muy corto y aspecto atlético que tenía un miembro de notables dimensiones. Me atraía y me daba miedo a la vez, pero decidí que sería el primero que me follaría. Cuando se acercó a mí como todos, fue al primero al que le cogí la polla. Parece que le gustó mucho y acercó su enorme verga a mi boca. Se la chupé con placer durante un buen rato y, como ya nuestros cuerpos ardían de pasión tras más de 20 minutos de magreos y chupadas, le pedí que me follase, quería que fuese el primero que metiese su enorme rabo en mi conejito. Creo que todos habían esperado a ver quién sería el primero que me iba a follar, y ninguno lo había hecho todavía con ninguna otra de las participantes. Me cogió en brazos, me llevó a la cama, me tumbó, se puso encima de mí, acercó su polla a mi vulva y despacito, fue introduciendo su verga en mi coño completamente mojado y ardiente de deseo. Noté como se dilataban las paredes de mi vagina y rodeaban con fuerza ese pedazo de mástil que se introducía en mi cuerpo Aunque sentí un poco de miedo y alguna pequeña molestia, inmediatamente desaparecieron, y se convirtió en un inmenso placer. Poco a poco, apretando con delicadeza, metió todo su miembro dentro de mí. Empezó a bombear, al principio suavemente, para ir incrementando progresivamente la velocidad y la fuerza de los envites. Dado que estaba terriblemente excitada, en pocos minutos tuve mi primer orgasmo entre gemidos de placer y fuertes contracciones. Parece que mis gritos animaron a varios del los participantes y empezaron a follar más o menos salvajemente. Como mi amante no se había corrido, tras un leve descenso de la fuerza de las sacudidas para que yo disfrutase al máximo de mi orgasmo, y tras colocarse debajo de mí, conmigo a horcajadas, seguimos con nuestros movimientos amatorios. A mi lado se puso la morena de los grandes pechos cabalgando a otro de los participantes. Aprovechamos para besarnos voluptuosamente y acariciarnos el pecho mientras subíamos y bajábamos sobre las pollas de nuestros consortes. Al poco rato me volvió a cambiar de postura pues parece que ya estaba cerca su culminación; me tumbó boca abajo en la cama, se colocó encima, penetró mi vagina ya acostumbrada al tamaño de su polla y, con una intensidad nunca vivida, bombeó mi coño hasta que, en unos minutos, noté cómo se volvía más dura aún su polla y expulsaba con violencia todo su semen en mi vagina. Yo me volví a correr con gran delirio y los dos nos quedamos tumbados, sin sacarla, durante un largo tiempo. Cuando me recuperé, me levanté de la cama y fui al baño a limpiarme el semen que escurría por mis piernas. Volví al salón donde cada uno seguía con sus variopintos caprichos sexuales. No todos follaban en la cama y lo hacían incluso sobre la gran alfombra que cubría parte del salón. Salvo mi amante, yo y otras dos parejas que seguían con los jueguecitos sexuales, no se si porque ya habían terminado su primer polvo o porque aún no lo habían empezado, los demás seguían follando con más o menos ímpetu y posturas más o menos imaginativas. Me senté junto a una mujer tremendamente delgada y pecho pequeño que, con las piernas abiertas, disfrutaba de una chupada de coño que le hacía otro de los participantes. La acaricié ese diminuto pecho del que únicamente sobresalían dos pezones largos y cilíndricos y una rosada y abombada aureola. Me miró, me sonrió y parecieron gustarle mis caricias. Chupé sus pezones y acaricié con mi lengua su perímetro repetidas veces. Ella cerró los ojos y recostó su cabeza sobre el sofá para saborear las dos bocas que magreaban sus cuerpo. Su consorte, al percatarse de mi presencia, inmediatamente acercó su mano para acariciar mi coño. Abrí las piernas para darle paso y se puso a toquetear mi clítoris y a meter sus dedos en mi vagina. Noté que mi compañera se iba excitando cada vez más y seguí chupando sus pezones mientras su amante se esforzaba en llevarle a un orgasmo inminente. Arqueó su cuerpo con fuerza, echó su cabeza hacia atrás apretando los dientes y se corrió con notable violencia. Fui disminuyendo despacio mis lamidos de pezones mientras se recuperaba y, cuando al fin se quedó relajada en el sofá, acaricié su cuerpo con mi mano y la besé. Todos iban acabando su polvo y, tras limpiarse, volvían a pasear en busca de una nueva víctima. Yo volvía a ser el centro de sus deseos y quien más y quien menos se acercaba a toquetearme o a besarme. Creo que, como seguramente el padre de Laura había avisado a sus amigos de que iría, habían hecho un pacto para no atosigarme y dejarme elegir a mi; por eso seguramente nadie había follado hasta que no me decidí. A mi me parecía estupendo, además de ser la reina de la fiesta, podía elegir a quien quisiese. Eso me excitaba mucho y me daba confianza para comportarme más libertinamente. Me acerqué a uno que volvía a tener su polla lista para el ataque y se la acaricié. Noté cómo se endurecía, lo que significaba evidentemente que le gustaba, y la magreé un rato. Vi la alegría del hombre pensando en que sería el siguiente afortunado en follarme, pero de momento yo sólo quería juguetear. Mientras dejaba que me chupasen el coño, que me magreasen las tetas y todo mi cuerpo, que me besasen y hasta que metiesen sus dedos por mi culito, algunos habían vuelto a follar. Mi amiga la de las tetas grandes estaba sentada de espaldas a otro que tenía su verga profundamente clavada en su coño, y como parecía que disfrutaban de la pose sin moverse, me agaché hasta su coño y empecé a lamer su clítoris con ganas. Noté cómo mi amiga emitía suaves gemidos de placer mientras se retorcía sobre la polla de su amante que, como podía notar en mi boca, se endurecía notablemente. Vi al padre de Laura un poco más allá con la verga enhiesta sentado en el sofá y quise emular a mi nueva amiga. Me acerqué a él, me puse encima de espaldas y fui metiéndome su polla despacito con enorme placer suyo y mío. Me cogió las tetas y me dijo que era una princesa y que cada día le gustaba más. Apreté con fuerza para meterla lo más al fondo que pudiese y enseguida se acercó otra mujer que seguramente había visto que emulaba a mi amiga y se puso a lamerme el clítoris como yo había hecho antes. Era muy placentero. La mujer era hábil y la polla de padre de Laura, perfecta. Al cabo de unos minutos mi coño se fue contrayendo y, mientras otro de los participantes lamía mis pezones con ansias, la mujer aceleró sus lameteos a mi clítoris hasta que un chillido de placer avisó a todos de que había tenido un nuevo orgasmo. Como el padre de Laura no se había corrido, su polla, más dura si era posible, seguía dentro de mí. Pensé que lo lógico sería esperar hasta que se corriese y le dije que, si quería, nos íbamos a la cama, pero me dijo que prefería esperar más tiempo, pero, por supuesto, un polvo lo tendría que echar con él. Me sentía feliz, había tenido tres orgasmos y aún se adivinaban algunos más. Volví a pasearme por el salón y el dormitorio dejándome acariciar voluptuosamente por unos y por otras. Me encantaba ver la cara de deseo de ellos y alguna de ellas cuando me acercaba y les dejaba hurgar por todos mis orificios mientras yo les acariciaba o chupaba sus pollas o coños. Como vi con el padre de Laura que no era imprescindible terminar el polvo con el mismo que lo comenzabas, pensé en follármelos a todos, para que todos se llevasen un buen recuerdo mío. Comencé con el hombre al que había excitado tanto antes de estar con el padre de Laura. Me volví a acercar a él y me tumbé a su lado en el asiento del sofá y puse una pierna en el suelo y otra en el respaldo. Enseguida se echo encima a lamerme el coño. Habían vuelto sus esperanzas y su pene lo manifestaba claramente. Tras unos minutos chupándome con fruición, se trasladó encima de mí y metió su polla en mi vagina. Se ve que yo le excitaba especialmente porque estaba como un salvaje sacando y metiendo su polla, casi con violencia, en mi coño. Lo cierto es que el fuerte golpeteo sobre mi clítoris estaba haciendo que se acercase otra vez el clímax y mi intención de saltar de polla en polla se iba a ir al garete. Tras unos minutos de intenso folleteo, ambos llegamos a un orgasmo potente que nos dejó agotados. Nos quedamos inmóviles disfrutando de esa dulce extenuación; él besándome como si le hubiese hecho el hombre más feliz de la tierra y yo disfrutando del momento. Me levanté, fui de nuevo a lavarme y volví a retomar el juego del placer. Seguí dejándome adorar por todo el que quiso, me prestaba alegre a sus juegos, colaboraba placenteramente y formaba parte con gusto de tríos, cuartetos o lo que quisiesen. Tuve dos orgasmos más y empezaba a hacerse tarde; ya le había avisado al padre de Laura que tenía que estar en casa a las once y media, y lo había aceptado. Entre las múltiples combinaciones que había visto ese día hubo una que picó mi curiosidad. A una de las mujeres que parecía disfrutar mucho con ello, la poseyeron dos a la vez, uno por delante y otro por detrás. Yo ya había probado a que me diesen por el culo y, aunque no me había dolido, no me gustó demasiado y, encima, luego estuve un poco dolorida, tampoco demasiado, y además era con la polla de Adrián que era mucho más pequeña; pero me picaba mucho la curiosidad. Se lo dije al padre de Laura que quería probar y que si tenían lubricante; me dijo que sí y me le fue a buscar. También le dije que quería que él estuviese follándome por delante, pues luego me iría y, además de que se lo debía, me apetecía mucho, cosa que le excitó notablemente. Le pedí que me untase él el lubricante. Metió con cuidado dos dedos en mi culito dándome bastante placer y sin notar ninguna molestia. El avisó al que le dije que me apetecía que me follase por detrás y que todavía no había estado conmigo, pidiéndole que tuviese cuidado para no hacerme daño y se sentó con evidente excitación en el sofá. Fui hasta él, me puse de espaldas, acerqué mi culito bañado en lubricante a su polla y lentamente me fui introduciendo su verga. La metí hasta el fondo sin sentir ninguna molestia y me dispuse a recibir al padre de Laura. La polla de mi culito no sólo inundaba completamente el interior de mi ano, sino que apretaba asimismo sobre mi vagina y no sabía si cabría otra polla. La sensación me estaba gustando más de lo que recordaba y mi excitación iba en aumento. Me moví lentamente para sentirla en mi interior y noté mi ano tenso abrazando una polla que me llenaba por dentro. Quise disfrutar un rato de esa sensación y subí y bajé lentamente para gozar de ese mástil alojado en mis entrañas y, al cabo de unos minutos, le pedí al padre de Laura que me follase. Cuando intentó meterla vi que sería un poco complicado. La tensión que producía en mi culito hacía que se contrajesen los músculos de mi vagina impidiendo entrar otra polla. Me relajé todo lo que pude, con los ojos cerrados intenté aflojar los músculos del culo y la vagina y al final, poco a poco y con esfuerzo consiguió meterla dentro de mí. Los dos estaban excitadísimos follándose a la vez a una preciosa adolescente y, aunque al principio sus movimientos eran caóticos y a veces se salía alguna de las pollas, al final consiguieron un buen ritmo que nos dio un placer inimaginable. Se acercó otro a ofrecerme su verga por si la quería chupar y así lo hice. Tenía tres grandes pollas dentro de mí y a punto de disfrutar de otro orgasmo salvaje. Poco a poco subía la tensión y los cuatro lo notamos. Nuestra excitación se iba contagiando y noté como sus pollas tensas se endurecían hasta el límite y estallaban inundando mis entrañas de semen, a la vez que mis contracciones, más fuertes que nunca, transportaban mi cuerpo al paraíso. También el que tenía en la boca, contagiado por nuestros orgasmos, derramó todo su néctar en el interior de mi boca que tragué sin problemas. Cuando me hube recuperado, saqué la polla que quedaba en mi culo, me fui al baño a asearme todo lo que pude, me vestí y entré al salón a despedirme. Todo eran agasajos y alabanzas. Me recordaban lo guapa que era, mi maravilloso cuerpo y mi naturalidad en esa situación. Todos esperaban que volviese y me fueron dando dos besos de despedida. Cuando le tocó a mi amiga de las grandes tetas, acercándose a mi oído, me dijo su nombre, Sara, me dio su número de teléfono y me pidió que la llamase. Lo repetí varias veces en mi cabeza para recordarlo y me marché a mi casa.
Esa noche dormí de un tirón a pierna suelta y totalmente feliz. Nunca había tenido tantos y tan intensos orgasmos en tan poco tiempo y, sobre todo, el tener a tanta gente adorándome y muriéndose por mis favores.
Por la mañana, cuando me desperté, vi que tenía el culo dolorido y la vagina y los labios menores hinchados y enrojecidos. Está claro que me había pasado un poquito pero, como no era ni grave ni especialmente doloroso, volví a disfrutar del recuerdo del día anterior.
¿Qué haría si el padre de Laura me volvía a invitar a otra orgía? Lo cierto es que no lo sabía. Por un lado me había divertido como nunca, pero por otro no quería convertirme en una viciosa del sexo. Bueno, si se daba el caso, ya lo pensaría. Por otra parte, pensé en el número de teléfono de Sara, vi que no se me había olvidado y lo apunté en mi agenda.