Melodia a 4 manos.
Una noche, un bar, una morena, una pelirroja y la fantasía se desata...
Melodía a cuatro manos
Te encuentras sentado solo en la mesa de un bar cualquiera. Ya es de noche. Llevas unas cuantas copas, pasas las manos por tu cabello. La rutina y el agobio del día, se confabularon para llevarte hasta aquel local buscando un lugar donde relajarte.
El ambiente está a media luz, ya queda poca gente. Como tantas veces, contemplas en la barra el ritual de otros tíos, como piden y dejan relucientes, sucesivamente, un vaso tras otro, una copa tras otra, pero hoy además, puedes ver en el centro de la barra a dos chicas que entre risas y bromas, parecen estar intentando relajarse y olvidar la rutina diaria. Ellas constituyen la única nota alegre del bar.
La música de fondo que , envuelve a los parroquianos, la que hasta ahora apenas percibías, llama ahora tu atención cuando comienza a sonar esa canción, "La devoradora de hombres". Parece que a sugerencia de la canción, las chicas se levantan de sus sillas y comienzan a bailar. Tu imaginación se desata y desboca tu fantasía llevándote pensar ¿bailarán para mí?
Una de ellas, la más próxima ti, es morena, estatura media, con un cabello negro, liso, brillante que le llega hasta sus hombros. Tiene unos ojos negros y profundos y una boca pequeña, como una fresa. Un vestido azul, ceñido, cubre su cuerpo hasta la mitad de sus muslos. El amplio escote permite intuir la ausencia de sujetador y disfrutar de su espalda recta, bien definida, con un final más que atractivo.
La otra chica es pelirroja, con un cabello rizado que llega hasta sus senos, ojos café, rasgados, labios delgados y sugerentes, y de piel muy, muy blanca. El vestido de la pelirroja es color burdeos, ligero, también ceñido, el escote delantero permite vislumbrar el centro de de unos grandes, redondos y turgentes senos.
Se colocan una frente a otra y comienza el sugerente vaivén de sus cuerpos. El bamboleo de sus caderas te hipnotizan, parece que ves doble. Esos cuerpos, efectivamente, parece que bailan para ti.
La morena realiza con sus brazos elaborados zig-zag que recorren lentamente su cuerpo de arriba abajo. Sus manos parecen trazar su silueta al ritmo de la música.
Tu observas la discreción que permiten las circunstancias, y con un movimiento de descuido numerosamente ensayado, enciendes el enésimo cigarrillo. Lanzas unas bocanadas de humo que te ayudan a ocultar la fascinación que te produce el sensual espectáculo.
Tu mirada se dirige ahora a la pelirroja. Ella también se contorsiona en un baile frenético, como poseída por la música. Sucesivamente lleva sus manos a las caderas como si las dirigiera en su bamboleo, luego hasta su vientre, sobre el que elabora distintas figuras geométricas, para después dejarlas deslizar hacia su costado, que recorre verticalmente para finalmente llegar hasta su pecho, hasta sus senos, dibujando su rotundidad una y otra vez. Sientes como la música se va metiendo en tu mente, en tus venas y sientes el deseo irrefrenable de acompañar ese baile sensual.
Las chicas se entrecruzan dando giros, y como a cámara lenta, se entremezclan ante tus ojos. De vez en cuando en vez se toman de las manos, se aproximan casi rozándose. Sus cuerpos parecen invitarse mutuamente a fundirse entre ellos.
Ellas dirigen su mirada hacia ti, te sonríen y se sonríen entre ellas en una clara invitación. Sabes que has sido descubierto como el descarado voyeur que eres. Te quedas como paralizado, no das crédito a tus ojos y tampoco soportas sus miradas sugerentes. Tratas incluso de hacer caso omiso inventando una pose desinteresada. Pero ellas son más fuertes que tú y te invaden con sus ojos, con sus movimientos, y con su baile delicioso y sensual.
Sin pensarlo más y dejando de lado toda pose y olvidándote de toda vergüenza, apagas el cigarrillo, tomas el último sorbo de tu copa y con unos pasos te acercas a la pista.
Sin mediar palabra alguna, la chica pelirroja se sitúa frente a ti y mueve sus caderas de un lado a otro, muy, muy próxima a ti, mientras la morena se coloca a tus espaldas y colocando sus manos en tus hombros, como queriendo sincronizar tu cuerpo al ritmo de ambas.
Cuando sientes el contacto de sus manos en tus hombros, tu cuerpo se estremece. La chica pelirroja mira a tus ojos y dirige sus manos a tu cintura. Te han atrapado, te han hecho prisionero del baile, de su baile.
El resto del público del bar parece haberse retirado. Tan sólo quedamos los tres.
La chica morena desata tu corbata con habilidad, casi no te das cuenta cuando tira de uno de sus extremos y la saca deslizándola por tu cuello y la colocándola en el suyo. La pelirroja te libera poco a poco de tu chaqueta negra. Empieza a crecer la confianza, el calor...
La chica morena se acerca a tu cuello, como aspirando tu aroma personal y sientes su cálido aliento en tu oído. Intuyes que esta noche serás devorado, devorado en una melodía a cuatro manos...
Un impulso te lanza a tomar de la cintura a la morena, y con un movimiento preciso y determinado la besas en sus labios rojos. Un beso en el que entregas tu lengua con profundidad, sin recato, sin ningún pudor. Ella responde a tu beso, su lengua se entrecruza con la tuya mientras sus manos acarician tu cabello con pasión.
Dejas de besar a la Morena y te vuelves hacia la pelirroja, la tomas de un brazo y te sumerges en ese profundo escote. Intentas besar esos pechos semidesnudos que ella te invita a saborear.
Cuando te separas de su pecho, ellas aproximan discretamente sus cuerpos. Notas como se hablan al oído, conspiran contra ti. Ambas sonríen, se sitúan junto a ti, una a cada lado y de puntillas devoran tu cuello y tus orejas. La morena en un susurro te propone ir a un lugar más íntimo, te propone un triángulo de placer.
Casi atónito, pero manteniendo la compostura aceptas sin decir palabra, con determinación. El baile se detiene, pagas la cuenta, recogéis vuestras prendas y salís en búsqueda de ese lugar anhelado.
Llegáis al lugar. Un moderno edificio de pequeños apartamentos a las afueras de la ciudad. En el ascensor la pelirroja pulsa la planta tercera para a continuación mirarse coquetamente en el espejo tratando de recomponer un poco su cabello, mientras tu te comes a besos la boca de la morena y aprietas con fuerza sus nalgas, abarcándolas en toda su rotundidad.
Se abre la puerta del ascensor y recorréis los pocos metros os separan del apartamento. La chica morena abre la puerta y entre risas y miradas cómplices entráis uno tras otro.
La habitación del apartamento es confortable. Una única cama, ancha, muy amplia, cubierta con sábanas de seda, ideal para el encuentro que se aproxima, un sofá, una pequeña mesa, espejos laterales y frontales al lecho, ambiente fresco y una ventana amplia con cortinas crema.
Con la puerta ya cerrada, la morena se dirige al baño, te sientas en el sofá, y la pelirroja aparece con una botella de un exquisito vino blanco, muy frío y tres copas que no tardan en levantarse en un brindis: por ellas, por ti...
La pelirroja se aproxima y con su cuerpo pegado al tuyo, te ofrece beber de su boca el vino de su copa. Tu sexo comienza a endurecerse con el roce de su cuerpo.
La morena se uno al dúo y separando vuestros labios se une a ellos en un beso a tres; las manos acarician indistintamente los cuerpos. Las dos chicas empiezan a desnudarte. Mientras la pelirroja desabrocha los botones de tu camisa a rayas, la morena afloja tu correa y baja la cremallera de tu pantalón negro, dejando que este caiga al suelo.
Te dejas llevar, obediente y sumiso, al menos por el momento. Colaboras sacando tus pies de los zapatos, tus calzoncillos descienden a cuatro manos y mientras bajan, sientes cómo besan y lamen tus piernas.
Quedas expuesto antes ellas, desarmado, exhibiendo al fin el fruto q ellas anhelan. Tu sexo está erecto, como un obelisco que con cada bamboleo señala alternativamente a cada uno sus sexos. La morena no resiste la necesidad de estrecharlo con su mano derecha y notar su dureza y el calor que emana...
Ahora el turno para desnudar a las chicas. Empiezas por la pelirroja. Su vestido con escote delantero se ciñe al cuerpo mediante a una fila de botones en su espalda que vas desabrochando pacientemente, uno a uno, hasta que se abre por competo y deja al descubierto su cuerpo salvo esa pequeña tanga que a duras penas oculta un abultado monte de Venus.
A continuación la pegas contra ti mientras lames su cuello deseas sentir la calidez de su cuerpo y sus senos desnudos en tu pecho.
La morena, mientras tanto se sitúa a la espalda de la pelirroja, y facilitando tu ansia de sentir aun más ese primer cuerpo que se te ofrece se dispone a bajar su tanga, suavemente, con delicadeza, de manera que el roce de la tela al bajar hace que su piel se erice y que sus pezones se endurezcan aún más, mmmm.. sientes q tu polla se inflama aún más.
Ahora vas a por la morena te colocas frente a ella y con ambas manos la tomas por la nuca y fundes tus labios en los suyos. La pelirroja se sitúa tras de ella y hace descender la cremallera de su vestido azul. Tú colocas tus manos en sus hombros y vas bajándolas poco a poco, hasta dejar al descubierto sus senos. La besas de nuevo y bajas por su cuello lentamente, hasta llegar a sus senos que recorres con tu lengua. Dibujas con saliva su contorno. Primero el derecho, luego el izquierdo. Ella cierra sus ojos y deja caer hacia atrás su cabeza.
El vestido de la morena cae definitivamente al suelo y se libera de sus zapatos. Sólo está cubierta por un tanga azul, del que la liberas con la ayuda de tu boca, de tus con tus dientes, mediante bocados en su piel y en la diminuta tela hasta que al fin se desliza sus muslos.
Ellas te toman cada una de una mano y te llevan a la cama, te tumban en ella, cierras los ojos y sientes como dos bocas recorren tu cuerpo, ascendiendo desde tus pies, recorriendo tus piernas, tus muslos, tu vientre, tu torso, tus brazos, los lóbulos de las orejas. Son besos y lametones, calientes, lujuriosos, ellas parecen como dos fieras que deseasen devorarte en un íntimo banquete contigo.
Sientes como una de las lenguas dibuja un camino hasta tu sexo, que es atrapado por un par de manos al mismo tiempo que una lengua da un paseo interminable por él, desde la base hasta tus testículos.
Paralelamente, la otra chica juega con su lengua en tu rostro, su cabello te hace cosquillas en el pecho y sientes el roce de sus pezones.
La chica morena desea la primicia de tu erección, así que abandona tu sexo para situarse a caballo sobre ti. Quiere que sientas su humedad, el calor de su sexo, la estrechez que vas invadiendo. La pelirroja libera tu boca para que puedas observar mejor y se sitúa tras la morena, simulando sus movimientos.
Tus ojos se dirigen al techo para contemplar en un espejo la escena. Parece como si estuvieras penetrando a ambas, como si fueras el corcel de dos amazonas, que entre rostros y gemidos de placer, suben y bajan hasta clavarse tu sexo hasta lo más profundo de sus entrañas.
La pelirroja acaricia las tetas de la morena desde atrás, las amasa, atrapa entre sus dedos sus pezones hinchados y fuerza su rostro hacia atrás. Sus lenguas se mezclan, sus labios se enredan, se funden en besos profundos en una combinación en rojo y negro que forman sus cabellos.
Cruzas tu mirada con la morena y con una señal entiende que deseas cambiar, ella se levanta, tu te incorporas también, Deseas penetrar a la pelirroja, la haces que se sitúe a 4 patas y la penetras de atrás, con fuerza, incansablemente.
Cuando percibes la proximidad de su orgasmo te retiras, ella se tumba en la cama. Tu sexo está más ardiente que antes, te giras hacia la morena, y miras reclamando algo más que su sexo. Ella da por entendido que deseas entrar en su culo. La pelirroja se hace a un lado y deja espacio para que coloques a la morena debajo de ti. Con tus dedos húmedos de saliva acaricias sus nalgas y caminas con ellos hasta la entrada de su culo.
La pelirroja se coloca frente a ti, y por encima de la morena, te besa y saca su lengua para que la devores. Luego, coloca sus manos en las nalgas de la morena y le da pequeños azotes, como para prepararla para una fuerte inyección, eso excita aún más a la morena. Sientes que está dispuesta para recibirte y estimulas su ano, un dedo, dos, abres espacio y luego acercas tu polla. Ella siente el empujón de tu polla en su culo, yendo primero muy suave, despacio, para que ceda su esfínter. Logras abrirla poco a poco y sientes que tu sexo se empieza a deslizar en el interior de su culo. Besas su espalda, tranquilizándola, relajándola. La pelirroja se coloca detrás de ti y empieza a acariciar tu espalda, a lamerla. Pasa por tus nalgas, tus muslos, y cuando percibe que has penetrado por completo en la morena, simplemente, se adhiere a ti para ir al ritmo que marques, mientras se masturba jugando con su clítoris.
Sientes la temperatura del culo de la morena, su textura. Ella mueve sus caderas en diminutos círculos para hacer que tu pene disfrute de cada rincón dentro de ella. Tu aceleras el ritmo de forma salvaje cuando ella te pide más y más, gimotea y lanza susurros y gritos discretos de placer.
La pelirroja sigue estimulando su clítoris con su mano, con sus dedos, esperando un nuevo turno para alcanzar el momento en de la explosión.
Sales del culo de la morena, y tumbas a la pelirroja sobre la cama, levantas sus piernas hasta
tus hombros y oyes como gime cuando entras en su vagina de golpe. La morena se pega a tu espalda y entre ambos folláis a la pelirroja. La morena se acopla a tu ritmo y notas como empuja pegando sus pezones a tu espalda y su sexo a tus nalgas, sientes su coño allí y deseas tocarlo. Llevas tu mano derecha hasta él, y le sientes más y más húmedo. Le introduces uno de tus dedos y juegas con su clítoris sin dejar de follar a la pelirroja.
Ya no resistes más ese frote delicioso de tu pene y sientes q te corres dentro de ella, como un trueno, gimes de placer. La pelirroja siente tu semen derramándose en su interior, llenando sus entrañas, el calor de tu esencia le lleva al clímax, y estallo en un orgasmo infinito y divino. La morena contagiada por vuestra explosión no resiste más y permite que su sexo se libere también en un estruendoso orgasmo.
Los tres cuerpos alcanzan el orgasmo casi simultáneamente, gemís entrelazados. Estás atrapado en medio del calor de sus cuerpos, de sus orgasmos, de su respiración entrecortada. Te sientes vacío por completo, ambas han finalizado y caéis derrotados.
La batalla ha terminado. Todos habéis vencido en el duelo en que habéis participado. Todos habéis participado con éxito en ésa sinfonía a cuatro manos. El sueño reparador se apodera de vuestros cuerpos saciados...
VICTOR FENIX