Melocotón sin almíbar.
Pastor tiene que salir con Traviesa casi por orden de su hermana, pero ésto no le apetece, e intentará poner reglas a la cita.
(Nat963, deseo que te guste mucho, porque éste es para ti; ¡te lo brindo!)
En buen aprieto se había metido él solito, pensó Pastor, deslizando el lápiz rápidamente sobre la hoja, trazando sombras por el papel y emborronando un poco con el pulgar de la mano izquierda, para difuminar. Sopló para eliminar virutas, y se separó un poco el cuaderno. Podía mejorarse. El dibujo representaba a un mago con túnica de estrellas, espeso cabello negro, brillante. El mago sostenía un orbe de llamas en la mano izquierda, y el brazo derecho lo apoyaba en su cadera, mirando al espectador con superioridad. Sobre su hombro y brazo derechos, había sentado un ser femenino. En realidad no estaba completamente sentada, sino que flotaba. Era una preciosa chica vestida con un corsé negro, altas botas de cuero y espesa melena rizada. Sendas alas de cuero suave adornaban su espalda, y un látigo de púas flamígeras pendía de su cintura. Era un súcubo. Un demonio femenino que, según la leyenda, se aprovechaba de los hombres durante el sueño de éstos, para conseguir su semen, que utilizaban para aumentar su poder, y agotarlos sexualmente. Les divertía especialmente hacerlo con varones santos o que habían hecho voto de castidad… por eso, Toñito los había metido en la partida de rol que estaban jugando, con la esperanza de que Delice (así se llamaba la súcubo), fuese capaz de seducir a Damodar (el personaje que llevaba Sofía, la hermana de Pastor, a quien llamaban Zorra Con Suerte, por la extraordinaria potra que tenía siempre, lo que la convertía en la pesadilla de cualquier máster… no había monstruo que durase con sus continuos críticos), y neutralizarlo el tiempo suficiente para, al menos, que la partida no acabase demasiado pronto. Toñito no había dejado claro esto, sólo los había presentado en una “secuencia cinemática”, aún no habían salido para enfrentarse a ellos propiamente, pero estaba más que claro lo que intentaba.
La súcubo estaba a sueldo del mago, Pontius, quien, según lo narrado por Toñito, había mandado al demonio a “investigar a los aventureros”, sin dar más detalles narrativos. Pero describirlos, los había descrito muy bien, tanto que a Pastor le habían gustado para dibujarlos y, tan pronto se vio a solas, sacó su cuaderno de dibujo y su juego de lápices, y se puso a trabajar. Siempre le venía bien para pensar…. Y además, le gustaba. Nadie sabía que le gustaba dibujar, sólo su hermana, Zcs. Su padre le había pescado dibujando en una ocasión y le dijo que estaba bien, siempre y cuando fuera sólo un hobby, que se dedicase a estudiar, que de la pintura jamás sacaría nada… El entonces niño, asintió y obedeció, y la verdad-verdadera es que Pastor hubiera dado media vida por estudiar Bellas Artes, pero él era el primero que sabía que la mayor parte de los artistas, incluso personas con mucho talento, se acaban muriendo de hambre, y él era sensato: estudiaría su carrera de Derecho, se haría abogado, y cuando tuviese un trabajo fijo y un sueldo estable, entonces ya vería si se apuntaba a alguna academia… ya habría tiempo de ocuparse de dibujitos cuando acabase la carrera.
“Igual que con las chicas, ya habría tiempo para ellas después”, le hubiera gustado pensar a Pastor, pero no podía. A causa de la promesa que le había arrancado su hermana. En realidad, la Zorra no era su hermana sanguínea, pero se habían criado juntos desde niños y se veían como tal… y como tales, se chinchaban uno al otro. Zorra le había confesado que ella estaba haciendo teatro a escondidas, y a cambio de su confesión, él había tenido que… agh, le asqueaba sólo pensarlo… comprometerse a salir con una chica en concreto.
No es que a Pastor no le gustasen las chicas, claro que le gustaban… pero, ¿e-era necesario salir con una mientras duraba el año lectivo? ¿No podría ser en vacaciones….? Había intentado conseguir una prórroga de su promesa, pero su hermana se negó. “Si lo postergas hasta vacaciones, me juego un ojo a que te dejas alguna para septiembre, sólo para tener una excusa para no salir con ella, ¡serías capaz de irlo dejando hasta acabar la carrera!”, le dijo. Y la verdad es que tenía razón. “¿Tenía que ser precisamente con ESA?” Pensó Pastor, perfilando la ventana rematada en arco de medio punto, de la torre donde estaban el mago y su súcubo. “De todas las chicas de la universidad, ¿tiene que querer que salga justo con ella…?”
La llamaban Traviesa. Era muy guapa. Demasiado guapa. Y simpática, demasiado simpática, extrovertida, efusiva, descarada… No era el tipo de chica que él mismo había previsto para sí. Le recordaba demasiado a Susana… Teniendo apenas dieciocho años, una compañera del instituto, Susana, le había desvirgado y desechado después, como quien se fuma un cigarrillo y tira la colilla al suelo. Desde luego, Susana era de carácter más fuerte, más… sexual, digamos, pero Traviesa era aún peor, porque iba de rollito aniñado. Y eso de que la joven le llamase “melocotón”…. Le ponía de los nervios, ¡él tenía un nombre, no tenían que rebautizarle! Y el modo en que Traviesa le miraba… cuando se la encontraba por los pasillos, o en la cafetería, o por los terrenos, y de pronto, sentía que le observaban. Se volvía y allí estaba ella, comiéndosele con los ojos tan descaradamente que la gente que pasaba, sonreía. Pero era mucho, mucho peor cuando se la encontraba de frente. Porque entonces, ella le miraba directamente…. “ahí”. Le miraba a los ojos, bajaba la mirada por su pecho, y se detenía en el centro de su cuerpo, con esa sonrisita de vicio y timidez, y luego le miraba de nuevo a los ojos, para que él se diera cuenta de dónde había estado mirando ella… ¡se daba cuenta él, y toda la universidad, caramba, ¿no podía ser un poquirritín más discreta?! Carvallo solía llevarse la carpeta o la mochila a la zona de la bragueta para taparse, y marcharse lo más rápidamente que podía.
Pastor sabía que a las chicas guapas, él solía gustarles. No sabía por qué. No era feo, o al menos, eso decía siempre su madre. Tenía el pelo rizado de su padre con el tono anaranjado cálido de su madre, los ojos claros como los de su padre, era alto y de espaldas anchas... pero también hay que decir que no solía sonreír mucho, usaba gafitas redondas muy finas, y sus pasatiempos preferidos eran el rol y el ajedrez… y el dibujo, pero eso no lo sabía nadie. No era un chico divertido, sino serio. No se saltaba una clase jamás, salvo que estuviera verdaderamente enfermo, no era chico de hacer locuras, ni nada imprevisto, y no se acercaba a más chica que su propia hermana… ella solía decirle que era su manera de ser inalcanzable lo que atraía tanto a las chicas, pero él seguía sin entenderlo. De cualquier modo, estaba más o menos “acostumbrado” a que alguna chica que otra le mirase, y nunca le había importado ni hecho sentir incómodo… pero Traviesa sí. Traviesa haría que el David de Miguel Ángel, se tapara con las manos. Y al día siguiente, tendría que acercarse a ella, pedirle una cita y acudir a ella. No le apetecía. No le apetecía para nada, pensó, haciendo las rayas de las baldosas del suelo con tanta fuerza, que se cargó la mina del lápiz. Suspiró y empezó a sacar punta de nuevo. Era la tercera vez esa noche.
“Ánimo, Pastor… a lo mejor tienes suerte, y te dice que no…” pensaba el joven al día siguiente, mientras la buscaba con la mirada, en el descanso de la comida. Zcs, junto a él, también miraba a ver si la veía, Toñito hacía esfuerzos por no reírse, y Rob el Perro se bebía a escondidas el detergente líquido del lavavajillas de la cafetería, con el que había logrado hacerse en un descuido. El Perro apestaba a perfume y también miraba nerviosamente a su alrededor, pero él sabía que no lo hacía por encontrar a la chica de Pastor, sino por no encontrar a otra chica… su esperanza es que, bajo el cóctel de olores de la cafetería y toda la colonia que llevaba, su pariente no lo detectara.
-¡Allí está! – dijo Zorra, dando un golpecito en el brazo de su hermano, y señalándola con la barbilla. Traviesa se sentó en una mesa, llevando una bandejita de comida, en la que había un platito de pasta y muchos dulces. Les miró, pero sólo pareció ver a Carvallo, a quien dedicó una excepcional sonrisa, y le saludó, aleteando los dedos. Cuando Pastor volvió la mirada, ella pareció ponerse triste. Zorra le dio un empujón con el brazo. - ¡Venga, qué esperas! ¡Ve a pedírselo!
-Yo… yo creo que esto, es un error. No va a gustarme nunca, somos diferentes…
-Eso, no lo sabes, porque no le has dado la oportunidad de hablar contigo dos minutos, te limitas a espantarla como si tuvieras miedo de ella.
-¡Yo no tengo miedo de nada! – bufó Pastor de tal modo, que Toñito respingó.
-Demuéstralo. Cumple tu palabra. – Carvallo suspiró y se levantó. Dio dos pasos y volvió.
-¿Tiene que ser en medio de toda la cafetería…..? – dijo muy rápido. Tenía tal tono agudo en la voz que, cualquiera hubiera podido pensar que, en realidad, sí que había algo que daba miedo a Pastor… pero Zcs no se apiadó.
-Sí. Porque si esperamos, seguro que te escaqueas hasta mañana. Tira.
-Ánimo, Pastor… si te va a decir que sí… - intentó animarle Toñito, pero ahí, no anduvo muy acertado. De cualquier modo, Carvallo echó a andar, acercándose a Traviesa, quien le miraba con una sonrisa cada vez mayor… ¿venía a decirle algo?
Nunca veinte pasos se le hicieron a Pastor tan largos. Nunca le pareció tan silenciosa la estruendosa cafetería. Nunca había sentido serpientes en las tripas y nunca se había sentido tan inseguro de llevar o no ropa como en aquél momento… pero llegó junto a la joven y se sentó en la banca de frente a ella.
-Hola.
-Hola, Melocotón…. – sonrió la joven, un tono más bajo de lo normal y alargando voluptuosamente las sílabas, así que más bien fue un “hooola, melocotóoooon….”, que hubiera podido tostar pan sin esfuerzo, y Pastor recordó una frase de una de las hermanas de Marge Simpson, no sabía si Patty o Selma “llegó el momento de vender mi amor como si fuera tintorro”. - ¿Ya te has decidido a hablar conmigo…?
-Podría decirse que sí…. ¿te importaría moderar un poco tu…. Ímpetu? – Carvallo decía eso, porque la joven había apoyado los codos en la mesa, la barbilla en el dorso de las manos, y acercaba su cara más y más, y él separaba la suya, al punto que se estaba balanceando en la silla, y como siguiera así, pronto daría con la espalda en el santo suelo. Traviesa se rió con risa cantarina y se puso vertical, y Pastor pudo hacer lo mismo. – He… he pensado que… - “si le digo que estoy aquí porque formaba parte de un trato, tal vez no sea muy correcto…” pensó el joven – tal vez te gustaría…. Quizá mañana te apetecería…
-¡Sí! – sonrió Traviesa. - ¿a qué hora quedamos, y dónde, por favor?
-Ah… eeeh… pues… ¿Delante de la biblioteca, a las cuatro, te parece bien…?
-Estupendo, allí me tendrás.
-Genial. Eeeh… toma. – Pastor se levantó y, cuidando de ponerse de espaldas a la mesa, le entregó un papel a Traviesa, inclinándose ligeramente… La chica, le agarró por el jersey y tiró hacia ella, Pastor no se lo esperaba, y cuando se dio cuenta, su boca había chocado con la de la Traviesa - ¡AH! ¡Sinvergüenza! ¡Delante de todos, no! – gritó en susurros, aunque nadie parecía haberse dado cuenta del besito.
-¡Ahí vá… qué bonito tono de rojo…! – rió la joven, pues Pastor se había puesto de golpe como un tomate. Carvallo se dio la vuelta, y caminó hacia su mesa, donde su hermana le miraba con una gran sonrisa, y Toñito y el Perro no dejaban de reír.
-¡Muy bien, Pastor, así se hace, ¿cuándo habéis quedado?!
-Mañana… biblioteca… y si alguien va a preguntar qué fue lo último que sucedió, es que he resbalado, ¿entendido? – Los tres amigos se miraron. Aunque Pastor hubiera estado de espaldas a ellos, habían notado que ella le había agarrado del jersey, y ALGO había sucedido… pero puesto que Pastor había dado su versión, preguntar o indagar más allá, hubiera sido cometer suicidio. El citado pretendió seguir comiendo, pero ni diez minutos más tarde, se presentó frente a él una Traviesa, muy sonriente, pero con una sonrisa extrañamente poco amistosa.
-¿Me perdonáis un momentín? ¿Puedo robaros unos segundos a vuestra mami….? – Zcs pensó por un momento que se refería a ella, pero la joven hablaba nuevamente de Pastor, a quien cogió por el brazo. Pastor puso cara de no entender, pero se levantó y se apartó dos metros. Distancia insuficiente. – Oye, guapín de cara, puedo saber QUÉ es esto? – preguntó, levantando el papel que Carvallo le había entregado poco antes.
-Eeeh… ¡mi lista de normas para salir conmigo! – protestó Pastor - ¡Y es innegociable…!
-¿Innegociable? ¡¿”Regla número uno: queda expresamente prohibido todo tipo de contacto físico entre mi persona y la de la persona referida como Traviesa, de ahora en adelante “el complemento”, incluyendo, pero no exclusivamente: besos en la mejilla, besos en cualquier otra parte del cuerpo, toma de manos, toma de brazos, caricias en el pelo, cualquier tipo de caricias, abrazos o contacto que pueda ser equívocamente sensual, sexual o erótico de cualquier manera.”?!
-¡Yo soy un chico decente, señorita!
-¿¡”Regla número dos: el comportamiento seductor o de incitación al contacto físico por parte del complemento, con objeto de quebrantar o doblegar la primera regla con astucias, será motivo suficiente para dar por terminada la cita, incluyendo posibles caídas, tropiezos, colocación de pendientes o colgantes, necesidad de subir o bajar a sitios, o desmayos o riesgo de muerte por atragantamiento. Si el complemento sufriese, efectivamente un desmayo, ahogo o situación similar, puede estar seguro que llamaré a la atención médica que precise, y no se me ocurrirá tocarla, llevarla en brazos, ni darle un masaje?!”
-Eso, es para protegerte a ti, para que sepas que no soy un fresco metemano… - Pastor se dio cuenta que la conversación, ya no la mantenían sólo Traviesa y él. Su hermana y sus amigos le miraban con una expresión a caballo entre el reproche y la incredulidad.
-Escúchame, Pastorcito de Belén – Carvallo notó que ella no lo estaba llamando “Melocotón”, y le daba la sensación de que se había enfadado bastante – Me gustas, me gustas mucho. Pero una cosa es que me gustes, y otra muy distinta, que vaya a consentir esto. ¡No necesitas salir conmigo por compasión, ¿sabes?! Tengo a muchos chicos detrás de mí, como para andar mendigando una cita contigo.
-No puedo creer que hayas hecho algo semejante, Pastor… ¿cómo pensabas saludarla o despedirte de ella? ¿Por sms? Menos mal que no le has prohibido hablarte… - terció Zcs.
-¿Que no lo ha hecho? ¡Mira, mira la regla número 7: “Las conversaciones quedan limitadas al tiempo, la salud, la política, los estudios y aficiones no lúdicas. Los hobbies como el cine, la literatura, el cómic, o cualquier otra en la que pudiera haber cualquier desvío a temas eróticos, sexuales o sentimentales, quedan expresamente prohibidas en ésta cita”. – contestó Traviesa, tendiéndole a Zcs la lista de reglas. Sofía la miró con ojos como platos, no podía dar crédito a lo que leía, y finalmente estalló:
-¡Pero éste tío es SUBNORMAL! – gritó en medio de la cafetería. Pastor intentó justificarse, él sólo quería protegerse, pero Toñito estalló en carcajadas, y Rob el Perro rugió de risa, mientras Zcs tomó del brazo a Traviesa y se dispuso a marcharse con ella - ¡Esto es demasiado, te has portado como un gilipuertas, egoísta, malpensado, retorcido, vanidoso, despreciable, paranoico, y cuadriculado! ¡Ahora soy YO la que no quiere que salgas con mi amiga, ella se merece algo mucho mejor que tú! ¡Vámonos, Travis!
Traviesa le sacó la lengua a Pastor y se dejó llevar por Zorra, las dos chicas salieron de la cafetería tomadas del brazo, mientras la práctica totalidad del local miraba a un muy colorado y enfadado Pastor.
-Creo… que se ha cabreado, ¿no? – musitó Toñito. Rob el Perro le dirigió una mirada de ojos muy abiertos y manifiesta incredulidad, que parecía decir “¡No….! ¿¿¿De veras???”. Pastor se sentía como un cretino, pero alzó la cabeza y salió de la cafetería sin dar muestras de oír los murmullos ni las risitas a su alrededor. Toñito estuvo a punto de hacer lo propio, pero antes, regresó a la mesa, cogió su barrita de pan, y metió dentro el filete y las patatas del almuerzo, para comérselos por el camino. El Perro se limitó a echar un trago de lavavajillas y dejar la botella ahí. Los dos sabían que ahora mismo, Pastor no estaba para hablar, no iba a decir nada en un buen rato… pero después del rapapolvo de su hermana, no querría estar a solas con su culpabilidad y su cabreo, aún cuando no dijese nada en absoluto sobre ello.
El cuarto donde vivía Tony, cedido por la Universidad, era bastante acogedor, los profesores estaban bien instalados en la residencia docente, que se usaba en previsión de aquéllos profesores que vivían lejos y pasaban el curso lectivo allí, en lugar de ir y venir todos los días, o para aquéllos que venían invitados sólo para dar conferencias o por un tiempo limitado. Un cuarto de baño muy amplio, una bonita terraza con vistas al bosquecillo que separaba las residencias masculina y femenina (la residencia docente estaba del lado de la masculina), y la alcoba, con una gran cama apta para dos y casi para tres personas, si bien en aquél momento, Sofía y Tony hubieran podido prescindir de la mayor parte del colchón, dado que estaban la una encima del otro.
Zcs, a horcajadas sobre el miembro de su novio, se movía lentamente, en círculos de placer, mientras Tony, con la cabeza apoyada en la almohada, disfrutaba, acariciándole los pezones sólo con la punta de los dedos, tan suavemente que la piel de Zorra se erizaba a cada roce, y los escalofríos la hacían temblar a cada poco… Llevaban poco tiempo juntos, y era la primera vez que podían hacerlo en una cama, no de pie o sentados en un banco del teatro, con prisas detrás del escenario, a escondidas e incómodos… querían saborearlo, sobre todo Tony. Quería dedicarle tiempo a Zorra, la primera chica que se había fijado en él, y no en el actor, cantante… quería demostrarle porqué tenía fama de galán, porqué las chicas querían estar con él, y porqué más de una le había pagado por… bueno, eso, no iba a contárselo a ella, al menos, de momento.
El impulso de Zorra era botar como una fiera sobre su novio, no tenía mucha experiencia en el sexo y obedecía más a su instinto que al romanticismo, pero se dejaba enseñar. Tony la había desnudado lentamente, con tanta ternura que, a pesar de que no era, ni de lejos, la primera vez que se daban un homenaje, a pesar de que estaban acostumbrados a hacerlo a lo salvaje, Zorra se sonrojó entre sus brazos…. Tony lo había encontrado precioso, y le había besado las mejillas, los párpados, y llevado en brazos a la cama. Había querido colocarse él encima, llevar el ritmo y dejar que ella disfrutara, pero Sofía no podía parar quieta debajo, tenía que moverse… incluso estando debajo, le abrazó con las piernas y empezó a contonearse. Finalmente, viendo que no conseguía que ella adoptase un papel más pasivo, fue él quien se tumbó bajo ella y la orientó al ritmo que debía seguir para hacerlo relajadamente. Sofía se dejó llevar, con las manos de Tony en sus caderas, moviéndola en círculos, invitándola a poseerle… Zcs, ni de lejos acostumbrada a hacerlo tan lentamente, creyó morir de placer al sentir las deliciosas cosquillas, el maravilloso calor, naciendo en su bajo vientre y recorriendo todo su cuerpo, con una lentitud devoradora.
-Haaaaaaaaaaah…. Aaaaaaaaaah…. Tony… mi Tony…. – susurraba la joven, con los ojos cerrados de gozo, sintiendo los dedos de su amante perfilar sus pezones erectos y duros, mientras su sexo parecía cantar de alegría, haciendo círculos y dulces movimientos sobre el miembro erecto de él. – Por favor… apriétame, por favooor… - rogó Zorra.
-No… despacio, hoy despacio… despacitooo… - musitó Tony, con los ojos en blanco, resistiendo también él el impulso de dejarle los dedos marcados en las tetas y bombear como un loco. Separó los dedos de los pezones rosados, y con el dedo índice de ambas manos, recorrió el pecho de Zorra… acariciando con mucha suavidad, primero la aureola, para recorrer enseguida todo el contorno, dibujando eses y ochos… Sofía alzó los brazos, y los dedos de Tony se dirigieron a sus axilas, haciendo suavísimas cosquillas allí, bajando a los costados… Zorra sudaba, y aunque intentaba contenerse, sus caderas tiraban de ella para que acelerase más, para que se alzase un poco más arriba y brincase más profundamente… para que se saciase.
La joven estaba extasiada, en la gloria. Siempre gozaba mucho cuando tenía sexo con Tony, pero lo de hoy… ah, era distinto, era tan… ¡dulce….! Mmmmmmmh…. “Creo que esto, es más “hacer el amor”, que “follar, o tener sexo”…” pensaba, disfrutando de estar fundida con él. Le notaba tan… grande, tan caliente dentro de ella. Su cuerpo se había abierto por primera vez con él, sí, pero ahora… ahora, era como celebrarlo, era como regodearse en ello, como si su cuerpo estuviera reconociendo cada centímetro del ariete de Tony, acariciándolo, besándolo y diciéndole “me alegra que estés aquí”… Tony podía atestiguar que era cierto, se sentía mimado por el interior de Zorra, su sexo palpitaba en torno al suyo, le daba tironcitos, lo sentía casi como al vacío… ¡ah, qué gusto cuando ella se alzaba ligeramente y bajaba, sí…..! Se chupó los dedos y mojó con ellos los pezones de Sofía.
-¡Mmmmmmmmmmmmh….! – La Zorra se curvó hacia atrás y gimió sin poder contenerse, presa de un feroz espasmo de placer, y Tony ahogó un grito de gusto, haaaaaaaaah…. Al moverse de golpe, le había dado un apretón delicioso, un apretón húmedo y cálido que le hizo temblar y sonreír como un bobo, pero un bobo profundamente feliz…. ¡más, quería más! Apretó los dientes e intentó contener sus caderas, que querían empujar, echó hacia atrás las manos para no caer en la tentación de exprimir las tetas de Sofía… pero un dedo travieso de su mano derecha se dirigió al clítoris de su compañera y empezó a acariciarlo en círculos torturadores. - ¡Oh, no…. Ahí, no…. Ahora, noooo….!
Sofía suplicó, sonriendo, inclinada hacia atrás, las palmas de las manos apoyadas en el colchón, y mirando sin poder hacer nada cómo Tony la devoraba con la mirada y empezaba a acariciarle el botoncito traidor. Sus muslos, rodeando la cintura y el pecho de su compañero, dieron un temblor cuando un picante cosquilleo se cebó en su punto mágico y pareció sacar chispas del mismo. Tony movía su dedo sobre la perlita, jugosa y empapada, mientras Sofía aceleraba sin poder contenerse, y su cuerpo parecía a la vez querer recibir caricias y escapar del malvado dedo que la torturaba despiadadamente… ¡pero qué maravillosa tortura!
-Disfruta, mi Zorra… deja que te haga feliz, estalla de gozo… - musitó Tony con la poca voz que le quedaba. – Enséñame tu placer… déjame ver lo más bonito que existe, después de ti…
Zcs sonrió, una sonrisa desencajada de placer, qué bien sabía hablar Tony… ¡y qué bien sabía acariciar…! Pasaba de los círculos, a las cosquillas, a pellizcarlo suavemente entre dos dedos y frotarlo, ¡ah, la volvía loca…! El cosquilleo crecía en su interior, ya no podía pararlo… empezó a brincar un poco más arriba, a hacer un mete-saca más evidente en lugar del movimiento circular, y fue como una chispita traviesa, que creciese más y más, hasta estallar en un fogonazo de luz, en un sinnúmero de chispas que dieron estallidos por todo su cuerpo, que la recorrieron con una lentitud arrolladora, en una explosión deliberadamente larga y lenta, que se prolongó en todo su cuerpo de forma deliciosa, exquisita, la hicieron contonearse sobre Tony, saboreando el placer, gimiendo audiblemente y la dejaron tan a gustooo…. Su amante le abrió los brazos y Zorra se desplomó sobre él, cubriéndole el pecho de besos.
Tony le acariciaba el pelo y la espalda, y le buscaba la boca para besarla. Sofía quiso preguntar por qué él no se había corrido, pero no lo hizo. En lugar de ello, apenas se recuperó, movió las caderas de nuevo. Despacito, como antes, pero de forma muy decidida. Tony sonrió y se dejó hacer, él suponía que ella no estaría dispuesta a dejarle a medias, pero aún así, le alegró que volviera al ataque tan pronto, tenía verdaderas ganas de correrse… Zorra se apoyaba en el colchón con los codos y las rodillas, y movía las caderas en círculos, círculos largos y lentos, mientras besaba y lamía la cara de su compañero. Tony quería hablar, pero ya no podía, estaba demasiado excitado, sólo conseguía jadear… Zorra le devolvió los jadeos, y cuando sintió su aliento cálido en la cara, tuvo que agarrar la colcha con los puños crispados, ¡Dios, se venía, no podía evitarlo….!
Tony, como buen amante que se consideraba, estaba acostumbrado a controlar su cuerpo, a mandar en sus orgasmos como mandaba en su voz, pero con Zorra cerca, era poco menos que imposible… si lo había logrado hace un momento, había sido porque ella se lo había permitido, porque estaba tan derrotada por su propio placer, que no podía corresponderle a él… estando en igualdad de condiciones, su manera de darle gusto era tan devoradora, que no lograba poner orden en su cuerpo, su miembro pensaba solito… y la verdad sea dicha, le gustaba. Le gustaba enormemente no pensar, y limitarse a gozar… a gozar como ahora… Sus caderas querían moverse, pero Zorra, montada en él, apenas se lo permitía, quería dejarle a gusto como él hiciera con ella, y vaya si lo estaba logrando, cada meneo de caderas le daba un placer indescriptible, le sumergía en un calorcito delicioso, le hacía unas cosquillas y le daba unos picorcitos increíblemente buenos… esos picores, esas cosquillas, querían saciarse con su roce contra su vagina, su interior cálido y suave, tan empapado y resbaladizo, tan húmedo y acogedor… Zorra le besó en la boca abierta, gimiendo como una gata, acariciándole la lengua, y le apretó el miembro dentro de ella.
-¡Mmmmmmggghhh…..! – Tony no apartó su boca, pero el gemido le salió del alma, sus pelotas estallaron de placer, y su cuerpo se contrajo tiernamente entre los brazos de Zorra, mientras sus caderas daban un empellón y tembló de pies a cabeza, arqueando la espalda, encogiendo los dedos de los pies, mientras un poderoso chorretón de esperma quedaba dentro del preservativo…. Haaaaaaaaaaaah…. Sofía sonrió, aún acariciando la lengua de Tony, y se dejó caer del todo sobre él, estirando las piernas. Su compañero la tomó de las manos, entrelazando los dedos, temblando todavía ligeramente…. Qué delicioso había sido.
-¿Estás segura de haber obrado bien…? Con lo de tu hermano, digo. – Preguntó Tony desde el baño, poco después, tirando al retrete la goma usada y atada, y aprovechando para repeinarse el cabello negro brillante, dejándolo bien hacia arriba, para parecer más alto. – Traviesa desde luego, no le puede ni ver…
-Descuida, caramelito, que yo conozco a mi… ¿Que no le puede ni ver? – preguntó Zorra, poniéndose de rodillas sobre la cama deshecha.
-Lo que oyes – Tony salía del baño con una toalla anudada a la cintura, como si Sofía no estuviera harta de verle del derecho y del revés… - Parece que eso de las reglas la hizo sentir dolida, como si él, poco menos que le estuviera haciendo un favor por salir con ella, y ahora no quiere ni oír hablar de él. Cuando vinisteis esta tarde, me lo contó, y cuando te acercaste a por bebida, aprovechó para contarme cómo se sentía… dijo que le daba apuro poner verde a tu hermano, delante de ti…
-¡Eso es fantástico! ¡Es lo mejor que podía pasar! – Tony la miró con desconcierto, y ella balbuceó – Eeeh, bueno, verás, es… tú no conoces a Pastor tan bien como yo, ¡esto, es ideal para nosotros… y puede que también, para ellos dos! ¡Ven aquí, caramelito!
-¡Heeey! – rió Tony, a la vez que Sofía tiró de él hacia la cama, arrancándole la toalla y besando su pene, que respondió rápidamente - ¡Espera que coja otra… que me ponga otro-oooh… oooh, no pares…. No te pareeees…..!
Aquélla noche, en el bosque, mientras el Pequeño Capullo y Yalina dormían, Damodar el Puro hacía su turno de guardia. Era poco probable que sufriesen algún ataque estando aún tan cerca de la ciudad que acababan de dejar, pero siempre es mejor prevenir que curar… Un levísimo ruido se oyó a la espalda del monje, pero éste no necesito ni volverse.
-¿No puedes dormir, Yalina? – preguntó a su compañera, que estaba tras él.
-No. – admitió ésta – No puedo dejar de pensar en esos dos… el archimago y su… mascota. – Damodar tensó un músculo de la cara al oír el apelativo, lo que, en un hombre tan frío como él, era muy significativo.
-Debo reconocer que la presencia de ese ser, ha… turbado mi concentración. – reconoció. Se referían al hechicero Pontius, que se había identificado como “archimago”, a pesar de que ellos habían sido contratado por otro del mismo rango, y el súcubo que lo acompañaba, Delice. El archimago había querido entrevistarse con los aventureros porque él tenía intereses privados en la misión de investigación de supuesto contrabando de objetos mágicos y de gran calidad que estaban llevando a cabo…. No solía ser saludable fiarse de gentes así, que no gustaban de decir a las claras cuáles eran esos intereses privados, ni qué ganaba o perdía en el asunto, de modo que podía muy bien querer la perdición de los aventureros, pero Pontius había sido muy explícito y había dado detalles: él fabricaba objetos mágicos y de gran calidad, y le interesaba que el mercado, no se saturase de los mismos, ni que llegasen a manos equivocadas. Un objeto mágico en malas manos, podía ser altamente peligroso…. Si fuera sólo por eso, tal vez hubieran aceptado su colaboración, pero Delice se había mostrado abiertamente interesada en Damodar, de un modo muy… carnal. Damodar, como guerrero y monje, era muy atractivo, estaba acostumbrado a que las mujeres tuvieran interés en él, pero había hecho voto de castidad para tener mayores poderes y habilidades, y hasta la fecha, nunca había caído en ninguna tentación… pero Delice había conseguido ponerle nervioso.
Yalina lo había notado, y por ese motivo, había rechazado la alianza con el archimago, a pesar de que también él se había ofrecido a ayudarla. Era más poderoso que ella, y le había dado la posibilidad de enseñarle algunos conjuros, de darle pergaminos y otros objetos poderosos a cambio de una alianza… la hechicera desconfió, ¿qué sacaba el archimago de darle mayores poderes a ella? Nadie hace nada por nada… “Piénsalo, Yalina.” Había dicho Pontius “Yo puedo enseñarte. Puedes ser mi discípula, podemos ser invencibles si os unís a mí… a cambio, sólo quiero que trabajéis para mí en éste caso, el archimago que os contrató pretende engañaros, pretende dominar él el contrabando, y cuando eliminéis a sus competidores, os aniquilará… Tenéis que confiar en mí”. Pero Yalina no era persona que confiase en nadie. Sin embargo, le dolía ver a su amigo monje, turbado por primera vez por una mujer. O un ente femenino, en éste caso.
-Damodar… no es que yo desee que lo hagas, pero… si lo hicieras… quiero decir, si te acostaras con Delice… ¿qué sería lo peor que pasaría?
-Perdería parte de mis poderes. Mis golpes ya no serían tan fuertes, porque gastaría en el sexo las energías que debo emplear en matar. Mi concentración sería más débil, porque mi cerebro estaría ocupado en el amor, en pensar en quien no debo… mi fuerza sería inferior, porque habría otra persona en el mundo que me importase más que mi misión, o mis compañeros… No puedo permitirme ése lujo.
-¡En cambio yo, sí necesito toda esa fortaleza! – canturreó una voz juguetona y seductora, y Yalina cayó dormida al instante. El ronquido de Pequeño Capullo Troli, no varió, él no se despertaría ni a cañonazos. Sólo Damodar resistió el poder del conjuro de sueño que la súcubo acababa de lanzar. – Hola, guapo monje… ¿me has echado de menos? – preguntó la súcubo, haciéndose visible entre los árboles y contoneándose seductoramente sobre sus tacones. Su alas de cuero la rodeaban como una capa y su cola puntiaguda barría el suelo al andar, sus rizos castaños enmarcaban su rostro de ojos agudos y malévolos, con los que desnudaba al monje.
Damodar embistió al súcubo con su vara, la golpeó en las costillas e intentó barrerla para hacerla caer, pero el demonio lo esquivó de un salto, y desde el aire, lanzó un hechizo de poder seductor, dispuesta a convertir al monje en su juguete sexual.
-Esta noche, Damodar el Puro, va a dejar de existir… sentirás tanto placer, que cuando me marche, no podrás parar de masturbarte… a partir de ahora, me perseguirás, me suplicarás que vuelva a dispensarte mis favores, me rogarás que te deje meterte dentro de mí… y a lo mejor, lo hago. – Damodar puso en juego toda su resistencia, toda su fuerza de voluntad para intentar resistir al conjuro de seducción, no, no… ¡él era virgen, había hecho un voto, no iba a romperlo, antes se dejaría matar….! Pero cuando Delice se soltó el corsé y sus hermosos pechos brincaron, y sus pezones puntiagudos fustigaron el aire, Damodar, en contra de su propia voluntad, pero cayó de rodillas por efecto del conjuro. La súcubo aterrizó frente a él y se soltó las bragas con una sonrisa de maldad, pasó su pierna sobre el hombro del arrodillado monje, y dejó su sexo, depilado y húmedo, contra la cara de él. – Chúpame – ordenó. – Quiero estremecerme de placer entre tus labios de casto virgen, antes de robarte la pureza de la vara con la que naciste.
Damodar hubiera querido apartar la cara, alzarse y luchar… pero el conjuro que dominaba sus miembros, era demasiado poderoso… el aroma que inundaba su nariz, era demasiado agradable. Gimió una protesta que hubiera podido tomarse por un ruido de pasión, y pegó su cara en la rajita húmeda que se le presentaba, abrazó las nalgas desnudas de la súcubo con las manos, y, de forma inexperta, pero ansiosa, hundió su lengua sedienta en las profundidades húmedas y jugosas de la diablesa, mientras ésta estallaba en carcajadas y gritos de gozo…
Rob el Perro, Pastor y Zcs miraban a Toñito, el narrador, sin parpadear, y muy inclinados hacia él. El Perro se había puesto un cojín en el regazo. Nadie parecía haberse dado cuenta que, por primera vez, a Zorra con suerte, le había fallado una tirada de resistencia.