Melinda, infiel por decreto (el mecánico 2)

A partir de aquí los que siguen mis relatos, sabrán el por qué de mi debilidad por se muy cogida por los maduros.

Sigo contando algo de mi adolescencia, quizás por esto sepan el por qué de mi debilidad por los hombres mucho mayores que yo.

Gracias a todos, por sus correos y por sus comentarios, que me ayudan a crecer. Besos para todos.

Al dejar el taller del mecánico, me fui rápidamente hacia mi casa, encontré a mi hermano que ya se iba hacia la facultad.

-¿Qué harás por la tarde Melinda?

-Ya mismo me voy a dormir una buena siesta, me levanté muy temprano y estoy agotada.

-Ok, te veo en la cena.

Me llamó la atención que mi hermano no preguntara dónde estaba el auto de nuestro padre, pero mi hermano era así, estaba segura que ni se había percatado de la falta del auto, era muy disperso, vivía como quien dice en la luna.

Por la ventana ví a mi hermano subir al bus que lo llevaría a la facultad, me fui a mi cuarto, pero antes de acostarme a dormir, llamé a Claudia por teléfono.

-Melinda, cuéntamelo todo.

-Hice lo que me aconsejaste, cerré los ojos y me dediqué a disfrutar, tal cuál me enseñaste tú.

-¿Y?

-Me encantó Claudia, la pasé bomba, no se los orgasmos que tuve, fueron tantos que quedé agotada, ya mismo me voy a dormir la siesta.

Era verdad lo que le decía a Claudia, estaba agotada, y dolorida, mis pezones me dolían de tanto que me los chupó, y manoseó, me ardían, igual que mi rajita, estaba ardiendo de las penetradas que me dio. Y ni hablar de las chupadas, lo hizo montones de veces y mi clítoris estaba un poco sensible, ¡pobrecito, estaba inflamado e hinchado de recibir tanta lengua y dedos!. Pero a la vez encantado.

-Mira Claudia, creo que desde hoy en adelante, me dedicaré a coger con viejos, tienes razón amiga, lo hacen de maravilla.

-Te lo dije Melinda, siempre te dan algo a cambio, no sólo placer por sus años de práctica sexual, te dan regalitos muy lindos, a los chicos de nuestra edad les falta experiencia, hacen todo rápido y a los apurones, los maduros prefieren que goces más tú que ellos.

-Así es Claudia, esta noche cuando mi hermano se duerma lo llamo y me viene a buscar, vamos hacer cosas que quedaron pendientes, jajaja. Pasaremos creo que toda la noche juntos.

-¿Y tu hermano no se dará cuenta de tu ausencia?

-Para nada, mi hermano una vez que se durmió, no se despierta más hasta entrada la mañana, como va a la facultad de tarde, se queda durmiendo.

-Bien amiga, me alegro mucho.

Al cortar con Claudia sonó el teléfono, era mi amante casado, quería que tuviéramos un encuentro, que estaba muy caliente conmigo, me negué le dije que tenía mucho que estudiar, y que mi padre no me dejaba salir, total mi amante casado, no sabía que mis padres estaban fuera de la ciudad, él le tenía terror a mi padre, tenía miedo que mi papá sospechara algo y le contara a su esposa, así que con el solo hecho de nombrar a mi padre, me lo sacaba de encima. Aparte estaba muy satisfecha con las corridas que había tenido con don Carlos, y mi conchita por el momento no hubiera resistido más baile, prefería descansar y recargar las pilas, para el encuentro que tenía programado con don Carlos, me había colmado de tanto placer que quería volver a estar en sus brazos, ya tenía planeado seguir cogiendo y cogiendo con él hasta que encontrara otro viejito que me diera tanta o más verga que él.

Me recosté cerré los ojos, y pensé que era muy joven y con recién 17 años, si me gustaba coger así, lo que sería yo a los 30, 35, 50 años, indudablemente ser tan calentona lo heredé de mi madre, ella no lo supo nunca, porque jamás se lo dije, pero recuerdo que la he visto como se la follaban otros hombres que no eran papá.

Una vez, tendría yo unos 12 años, había ido a jugar con mi amiguita que vivía frente a mi casa, y como todas las niñas del mundo nos peleamos por una tontera, así que me fui a casa, entré sin hacer ruido, y ví como el jardinero se cogía a mamá, ella estaba parada, apoyada en la puerta de la cocina, el jardinero agachado, le chupaba la conchita, mi madre gemía enloquecida y le pedía más, me escondí detrás del sillón de la sala, y vi todo, como ella se la chupaba al jardinero, luego que se mamaron un buen rato, así como estaban parados él se la folló.

A mi me encantó ver eso, me excitó, subí a mi cuarto y me masturbé. Desde ese día, volvía siempre una hora antes y en silencio para espiar a mi madre, grande fue mi sorpresa, porque no siempre lo hacía con el jardinero, también la ví con el papá de mi amiguita de en frente, con el cartero y también la vi hacerlo con mi abuelo, o sea su suegro. Vaya a saber Dios con cuántos más lo habrá hecho y que yo no me enteré, pero mi madre era bien puta. Yo la espiaba y luego me masturbaba, y pensaba que yo haría lo mismo, y con muchos hombres, (de tal palo, tal astilla, decía siempre el cornudo de mi pobre padre) y así fue. Poco a poco mis ojos se cerraron y me dormí, un poquitín excitada y con ganas de follar como lo hacía mi madre, también pensaba que me gustaría que mientras me follaban, alguien me estuviera mirando, pero con una diferencia, yo quería saber que me miraban, para calentarme más aún.

Justo a la medianoche, llamé a don Carlos, mi hermano ya se había ido a dormir.

-En quince minutos estoy en la puerta de tu casa Melinda.

-Ok, te espero.

Me puse un vestidito minúsculo, sin ropa interior, quería calentarlo desde el momento que me sentara a su lado en el auto, de pensar lo que me haría, ya me mojaba.

Fue puntual, yo ya lo esperaba en la puerta de mi casa, detuvo su automóvil, y me senté a su lado. Nos dimos un beso en plena boca, sus manos de una sola pasada me recorrieron de los tobillos hasta mis senos, se detuvieron a jugar con mis pezones, sobre mi boca abierta, me dijo:

-¿Estás sin corpiño?, putita!

-Sin corpiño y sin bragas, mira.

Tomé su mano y la llevé a mi vulva, ya húmeda. Abrí mis piernas lo más que pude, para darle paso a dos de sus dedos que ya estaban revoloteando dentro de mi vagina. Estiré mi brazo y rocé su inmenso pene ya erecto.

-¡Cómo estamos! Es increíble lo que me gusta tu pene, mmmmm, me lo comería ya.

-Mira como estoy con solo tocarte,nenita!!!

Así acariciándonos, él con su pene ya fuera del pantalón, y entre mis manos, comenzamos a dirigirnos hacia el taller. Cada tanto me agachaba y le daba un beso rápido, cuando parábamos por la luz roja del semáforo, ahí si que me agachaba y se lo chupaba enterito, hasta hacer llegar esa verga infartante a mi garganta, don Carlos gemía y levantaba sus nalgas del asiento para que me entrara más adentro de mi boca.

Llegamos al taller, estaba todo oscuro, la única luz encendida era la de la oficina donde habíamos cogido por la tarde.

Entramos en la oficina, había puesto sobre el escritorio un mantel con copas y algunas flores, detalle que me puso muy feliz, había armado sobre el piso una especie de cama con una colchoneta, que había cubierto con unas sábanas inmaculadamente limpias y perfumadas de color azul.

Me tomó de las manos y me llevó hasta la nevera, para mostrarme el champagne que se estaba congelando, más fresas, frutillas, uvas, chocolates, unos postres.

-Todo para agasajar a mi princesa, la más putita de todas.

Sola me saqué el vestido y lo arrojé a un costado, quedé toda desnuda ante sus ojos, mi única indumentaria eran mis altos zapatos de tacón aguja, mi pelo suelto un poco desparramado por mi espalda y otra parte sobre caían brillosos sobre mis senos.

Él me miraba incrédulo, por verme tan putona y desenvuelta, sin decir palabra, me agaché y tomé su pene, y se lo empecé a mamar, con ansias, estaba muy excitada, los pensamientos de la tarde con respecto a lo que vi de mi madre y sus amantes me pusieron a mil.

Don Carlos me tomaba de la cabeza y empujaba para adelante y para atrás, tomaba mis cabellos fuertemente entre sus manos y me decía:

-Asiii putita, asiii, qué rico la mamas, qué puta me cargué por Dios. Ahhh!!!ahhh!!!

Yo me seguía comiendo su polla, y sus huevos, los llevaba a mi boca, le pasaba la lengua por todo el borde, se la chupé tanto y con tantas ganas que el pobre hombre no soportó más y me empezó a largar su leche caliente entre suspiros y gemidos, retiré el pene de mi boca y puse mi cara, los restos de leche cayeron en mi rostro, chorreando por toda mi cara, subí mis manos y lo desparramé por toda mi cara.

Don Carlos estaba desesperado por haberse corrido tan rápido, era un hombre de 50 años con una joven de 17, debía darle tiempo para que tuviera una nueva erección.

-Tranquilo, tenemos toda la noche por delante, podemos tomar unas copas, mientras te recuperas, tienes dedos…, lengua…mmmmm, qué rica es tu lengua!.

Abrí mi boca desmesuradamente y le puse mi lengua traviesa y putisima en la suya, lo besaba y lo chupaba a la vez.

Me encantaba estar así caliente, y tener a esta víctima entre mis tetas duras y ardiéndome la vulva.

Abrí el refrigerador, saqué la botella de champagne y un bol con fresas y uvas.

Don Carlos abrió la botella y sirvió, me alcanzó una copa, bebí un sorbo y con el bol de frutas me senté sobre la mesa. Mientras comía algunas fresas y uvas. Lo miraba provocadoramente, con esa cara que ustedes saben, cuando una mujer pide ser follada en silencio.

Abrí mis pernas, le mostré mi rajita, mientras le preguntaba:

-Te gustan las uvas?

-Mucho.

-Yo haré que te gusten más aún, morirás por comer uvas.

Lascivamente extendí mi espalda sobre la mesa, tomé un gajo de uvas y las puse en mi rajita, me frotaba el clítoris con las uvas frías.

-Ven cabrón, ven cómete estas uvas.

NComo lo hizo por la mañana don Carlos se acomodó en la silla, se sentó abrió al máximo mis piernas y buscó las uvas, mientras me pasaba la lengua por todo el borde de mi conchita inundada, se comía una a una las uvas, empapadas de mis jugos vaginales, luego me froté el clítoris con otras uvas que saqué del bol, se las ponía en la boca lujuriosamente, mientras masticaba la fruta, me chupaba, hasta que dejó de comer frutas y me empezó a comerme el coño sin parar, su lengua me recorría toda, tuve un orgasmo, y otro.

Se levantó de la silla, me metió dos de sus dedos dentro de mi vulva, se estiró un poco y comenzó a chuparme los senos, sus dedos entraban y salían como un pene, mientras me mordía suavemente los pezones, que ya estaban duros y erectos de recibir tanto placer, yo gemía muy fuerte, mi placer era enorme, su pene empezó a ponerse duro nuevamente, me frotaba el clítoris con la punta gruesa de su verga, yo me revolcaba de placer, pidiendo más y más.

Me penetró él parado y yo sentada en la mesa, me cogía despacio, en círculos, luego me daba fuerte, me pidió que con mis piernas rodeara su cintura, eso hice, me tomó de la espalda, me levantó y con su mástil duro dentro mío, me llevó a la cama que había improvisado en la oficina.

Me puso en cuatro patitas, abrió mis nalgas, y comenzó a sobarme el trasero, pasando su lengua desde la vagina hasta el orificio del ano.

-¡Qué hermoso culito de puta, me lo como esta noche! -Dime Melinda, ¿te cogieron por el culo?

-Si, pero tu verga es muy grande y gruesa, me vas a partir en dos.

-No mi niña, te daré placer, verás cómo lo gozarás. Vas a pedirme más, ya verás.

Puso su cabeza bajo mi vagina, yo quedé casi sentada en su boca, con el trasero hacia arriba, su lengua iba y venía desde mi clítoris a mi ano, introdujo un dedo en mi trasero, lo iba dilatando de a poco, sin dejar de chuparme la vagina y el culito, su lengua iba y venía, ya había introducido dos dedos en mi ano, los fue dejando quietos, por momentos los movía lentamente, para que poco a poco se fuera dilatando, luego con los dos dedos dentro de mi ano, volvió a magrear mi clítoris intensamente, tuve otra corrida, salió de debajo de mi conchita, se puso detrás de mí, corrió mis flujos por mi ano, volvió aponer un dedo luego dos, se acomodó para penetrarme, lo hizo apenas, me puse tensa.

-Tranquila putita, ya verás como te gustará.

Empujó más, yo me quejaba que me dolía, penetró más, ya tenía la mitad de su polla dentro mío, se quedó quieto por unos segundos, quería que se siguiera dilatando, pasó un brazo hacia delante, y empezó a acariciarme los pezones con la palma de la mano, su lengua me recorría la nuca, las orejas, ante esas caricias empecé a sentir deseos de que me cogiera, ahora su otra mano jugaba con mi clítoris, tenía la mitad de su verga en mi ano, y él me manoseaba y lamía las partes que ya sabía que me gustaban, mi respiración se empezó a agitar.

-Ahhh, qué rico lo que me haces!, ahhh, qué puta soy!.

Mi vagina comenzó a lubricarse, en ese momento mientras gozaba con sus caricias y lengua, fue de un solo empujón que terminó de meter su colosal verga dentro de mi ano, yo pegué un respingo, me dolía, pero a la vez gozaba con sus caricias, quedándose quieto, empezó a refregarme el clítoris sin piedad, yo no podía resistirme a ese placer, le pedí que me cogiera, que hiciera lo que quisiera, ahí comenzó a taladrarme sin piedad, su verga entraba y salía mientras yo tenía un nuevo orgasmo. Mientras estaba en plena corrida, sentí que un chorro caliente llegaba hasta mis entrañas, era su lechita, ¡se había corrido dentro de mi culito adolescente!.

-Toma, toma, -decía-¿querías verga?, pues aquí la tienes putona, puta, puta. –Y su leche inundó mi trasero.

Caímos exhaustos en la colchoneta. Apoyé mi cabeza en su pecho y nos quedamos un buen rato así, acariciándonos.

Sonó el teléfono, y don Carlos se levantó a atenderlo. Se sentó en la silla donde minutos antes me había mamado la conchita.

-Si, querida. –Era la esposa-, -te dije que trabajaré toda la noche. No tienes idea de la ardua tarea que me espera, terminaré sin fuerzas y sin ganas de nada, pero bueno…, me da placer hacer esto

Como soy muy puta, me senté sobre él, y mientras hablaba con su esposa, le pasaba la lengua por el pecho, hasta le chupaba la barriga que antes me daba asco, ahora se la lamía como al mejor de los bocados, lo quería caliente siempre, más si hablaba con su esposa.

Don Carlos casi no podía hablar, pues le metía mi lengua en su boca, de puta que era nomás.

Cuando al fin cortó me dijo.

-Eres puta y mala, no podía contestarle a mi esposa, prefería tu lengua que la cháchara de ella.

Desnudos como estábamos nos servimos champagne y comenzamos a hablar de nuestras vidas.

-Te gusta el sexo Melinda, ¿qué es lo qué más te gustaría hacer y no te hicieron, me ofrezco de corazón a darte con el gusto.

-Mmmmmmmm, me gustaría seguir cogiendo contigo, lo haces muy rico, pero a la vez me encantaría que alguien nos estuviera mirando.

-¿Te gustaría qué alguien nos vea coger?

-Pues…si.

-Tengo un amigo, que nos miraría encantado, en realidad a cualquiera que se lo proponga, aceptaría, pero este amigo es de mi entera confianza.

-Pues invítalo, me daría placer que alguien vea como me coges, como me chupas.

-Mi amigo seguramente aceptará, pero Melinda, es un hombre de carne y hueso, se calentará al ver semejante mujer. Querrá participar. ¡Ten piedad de los hombres, por favor!

-Primero que nos mire, después vemos si participa o no, sería en estos momentos lo que me daría muchísimo placer. Chuparte todo, mmmm, y que tu amigo nos mire, mmmm, debe ser muy excitante.

-Eres una putita muy morbosa, nena!, pero lo podríamos hacer, si, si.

-Quiero que me sigas cogiendo, aunque ya pagué la deuda del arreglo del auto de papá, quiero que me sigas follando.

-Mi niña, eso ni se discute, claro que lo haré. Las veces que quieras y donde quieras.

Llegué a las seis de la mañana a mi casa en el auto impecable de papá, lo guardé en el garage, subí a mi cuarto, llena de leche, cogida por todos mis orificios, agotada de mis orgasmos y esperando la llamada de don Carlos para encontrarnos nuevamente, pero el próximo encuentro, según su promesa, sería con un espectador

Gracias por leerme, un beso a todos.

CONTINUARÁ.