Melinda, infiel por decreto (6)

En contados segundos quedé abotonada por mis dos orificios principales...

Mi marido a los dos años de casados ganaba suficiente dinero para tener una casa cerca del mar, lo insté a que comprara una, no sólo nos capitalizábamos, también tendríamos un lugar estable para pasar las vacaciones de verano y hacernos alguna escapada durante el año.

La idea le pareció excelente, y se puso en campaña en buscar una buena oportunidad, hasta que llegó ese día.

Recuerdo que en ese momento, yo tenía recién 22 años, me había casado a los 20 con un hombre 20 años mayor que yo, así que él tenía 42, y era realmente muy aburrido, a medida que lo fui conociendo más profundamente, me di cuenta que mi esposo necesitaba una cara bonita con un buen cuerpo que lo hiciera figurar entre sus amigos y en el círculo social en que nos movíamos, no era para él nada más que eso, una muñequita joven que lo hacía quedar como el super hombre ante sus ejecutivos y compañeros de trabajo.

Muchas veces solía llamarme por teléfono, y me pedía que pasara por su oficina, iba a entregarme un cheque en blanco, para que lo usara en las tiendas más exclusivas de la ciudad, para que me comprara el mejor y más sexi vestido pues esa noche teníamos una fiesta importante y el señor esposo mío debía lucirse ante el mundo de las finanzas con su esposa joven, linda y sensual.

A mi me gustaba mucho lucir esos vestidos fastuosos y ceñidos a mi cuerpo escultural, todos los ojos estaban puestos en mi silueta, era la envidia de las mujeres y la calentura de los hombres, todos me querían follar, yo me abusaba de eso, los calentaba y me calentaba, gozaba cuando alguno de esos hombres se acercaban a mi esposo con el solo fin de poder cogerse a la esposa joven del gerente de uno de los bancos más grandes e importantes del continente.

Yo era la más infieles de las esposas, esa quizás era mi venganza, lo que no me daba él, lo buscaba por otro lado, tuve muchísimos amantes, ya saben algo de mi vida, era, soy y seré una mujer con ganas de sexo continuamente, igualita a mi madre, que era bien puta, (eso ya se los contaré), me gustaba mucho la variedad de pollas, me gustaba que me lamieran desesperados el clítoris, me daba mucho placer correrme con el coño dentro de sus bocas, también me gustaba que me penetraran dos a la vez mientras me comía una buena verga dura por la boca, así era yo, desde jovencita me gustó tener sexo variado, con diferentes amantes.

Pero no quiero alejarme de lo que quería contarles queridos amigos de Todo Relatos.

Mi esposo había encontrado una casa que parecía una muy buena oportunidad, pero él no podía trasladarse hasta el lugar, ya que tenía que quedarse en la ciudad cerrando un convenio para el banco con una multinacional, así que me pidió que fuera yo en persona a ver la casa y si me parecía agradable que la comprara, sólo debía llamarlo por teléfono dar el ok, y él desde su oficina haría la transferencia del dinero, no quería comprar algo sin ver, en eso me tenía mucha confianza, porque a pesar de mi juventud, sabía de mis buenos gustos y que no era ninguna tonta para elegir lo mejorcito, así fue como en pocos minutos consiguió mi pasaje de avión para que llegara ese mismo día y si las cosas resultaban, se cerraba el negocio sin demora.

Al llegar a la ciudad, tomé un taxi en el aeropuerto, el chofer era un hombre de unos treinta y cinco años, muy simpático, le di la dirección del hotel, el taxista me miró por el espejo retrovisor y me dijo:

-Tenemos un viaje de más de media hora señorita, ¿le gustaría escuchar música, o prefiere que conversemos, lo que pida usted belleza de mujer, lo que pida, aquí tiene un humilde servidor. Me llamo Juan, para servirla en lo que usted necesite.

-Gracias, es usted todo un caballero. -Respondí coqueta-, me gustaría que a medida que recorramos la ciudad, me vaya diciendo por dónde estamos.

-¿No conoce la ciudad?

-No conozco la ciudad, ni a nadie de aquí.

-Será un placer para mí poder ayudarla y servirla en lo que sea. (Cuando decía servirla, sus ojos se posaban en mis abundantes y jóvenes senos)

-Gracias Juan, es usted muy amable. Su mirada de deseo me estaba empezando a calentar, mmmmm, ¡qué terrible puta soy!, -pensaba ya casi ardiendo, y deseando ser poseída por ese hombre desconocido para mi.

A medida que íbamos avanzando por la ciudad, me iba mostrando los lugares típicos, los negocios, los parques, etc.

-Perdone usted señorita, le voy a confesar algo.

-Dígame. El taxista no dejaba de mirarme subyugado.

-Hace muchísimo tiempo que no llevo una mujer tan hermosa arriba de mi taxi.

-Gracias.

-Se lo juro, -y graciosamente, cruzaba sus dedos sobre sus largos bigotes en forma de cruz.

-Le aclaro algo señor, no soy señorita, soy señora.

Y crucé mis piernas, para deleite del caballero.

-¿Señora, tan joven?. ¡Cómo envidio a su esposo!. ¡Qué lástima yo que pensaba invitarla a almorzar, pero seguro su marido la estará esperando en el hotel.

-Pues no, estoy solita. -Hice un mohín coqueto con mi boca.

-Entonces ¿puedo invitarla a almorzar?

-Si por qué no, ya le dije estoy sola y no conozco a nadie aquí. Será una gran ayuda para mí, no conozco nada de aquí.

-¿En qué momento puedo pasar a buscarte por el hotel.

Vaya, vaya, ya empezaba a tutearme.

-Tengo reservas en la habitación 303 en el piso 15, pasa directamente por ahí.

-Será un placer llevarla de paseo, llevarla a almorzar, llevarla donde y cuando quiera. Y también servirla, cuándo y dónde usted quiera, a sus pies.

Al llegar a la puerta del hotel, se bajó, como el caballero que era abrió la puerta y me ayudó a bajar, tomando mi codo, me acariciaba suavemente la piel, cargó con mi maleta y vino conmigo hasta la recepción, ahí nos despedimos con un roce y un beso en la mejilla.

-En un rato paso.

-Sí, búscame directo en la habitación y bajamos juntos a almorzar. Le clavé mis ojos en los suyos, nuestros ojos se encontraron despidiendo fuego.

Me instalé en el hotel, la gente que se encargaba de la venta de la casa pasarían a buscarme por el hotel a las 4 PM. Recién era casi mediodía, así que tendría algo de tiempo antes de ir a ver la casa.

La habitación del hotel era amplia, con un gran ventanal, que daba hacia la calle.

Tomé una ducha reparadora, puse aceites y espuma en la tina llena de agua tibia, me sumergí, mis pezones se pusieron erguidos con el roce del agua tibia, comencé a acariciarlos, pensaba que eran las manos del taxista, el que me acariciaban, una ola de calor me invadió, llevé mis dedos a mi rajita que estaba húmeda, y deseosa, ya hacía unos cuántos días que nadie me daba un poquito de placer, a mi que soy más ardiente que un volcán.

Comencé a acariciar mi clítoris, mmmmmm, qué rico, cómo me gustaba acariciar mi rajita sin un solo vello, era una rajita como la de una bebé, lisita y estrecha, que se iba acomodando según el tamaño del pene que me penetraba, mmmmmm, qué rico, comencé a frotar suave mi clítoris, mmmmmm, mis dedos jugaban con mi clítoris y mi cuevita se estaba poniendo húmeda, abrí mis piernas, como para recibir un buen trozo de carne, estaba muy excitada, mmmmmmm, jadeaba, cuando de repente siento golpes en la puerta de mi habitación, malhumorada me levanté, tomé el toallón y me envolví, ¿quién vendría a molestarme?, no había pedido aún ningún servicio.

Cuando abro la puerta, el taxista estaba parado con un ramo de rosas multicolores.

-Vaya, qué sorpresa!, no te esperaba tan rápido.

-Es que no podía esperar más, eres una preciosura de mujer, quería verte ya.

Lo invité a pasar, agradecí las flores que me había traído.

-Estaba bañándome, en este preciso momento.

-Sigue con lo tuyo, te espero o si quieres te ayudo y si me permites te enjabono la espalda.

-Buena idea. Puedes ayudarme con mi espalda.

Me di vuelta y fui hacia el baño, y con total desparpajo me quité el toallón, mientras Juan seguía mis pasos desde atrás. Silbó desaforadamente cuando me vió de espaldas totalmente desnuda.

Me sumergí nuevamente en la tina, Juan se quitó la camisa, tomó la esponja y empezó a pasarla por mi cuello, le ofrecí un brazo y luego otro, Juan hacía su tarea suavemente, mi cuerpo estaba sumergido totalmente, no podía ver de lleno mis partes pudendas. Sólo las imaginaba.

Levanté una de mis largas piernas y se la ofrecí para que le pasara la esponja enjabonada, lo hizo exquisitamente, enjabonó mi pie, subió por mi pantorrilla, y muslos, luego hizo lo mismo con la otra. Con la esponja comenzó a recorrer mi cuerpo, al llegar a mis senos, los frotó suave, los sacó fuera del agua y los empezó a besar, abrió mucho su boca y metió más de la mitad dentro, mientras con su lengua repasaba toda la superficie de los pezones, los bordeaba, los sobaba, luego los empezó a morder con sus labios.

Mi respiración se fue haciendo agitada, un deseo animal se fue apoderando de mi, sus bigotes rozaban mis pezones, y me hacían cosquillas con sus tremendos bigotes, en un momento dejó de jugar con mis senos, acercó su boca a la mía, nos enredamos en un beso largo y apasionado, donde nuestras lenguas se encontraron y se enroscaron, ambas lenguas se refregaban una con otra, me tomó de los hombros, sin dejar de besarnos, poco a poco fue incorporándome hasta quedar parada dentro de la tina, me levantó con sus fuertes brazos y sin dejar de besarme y pasarme la lengua, me llevó a la cama y me extendió a lo largo, yo estaba toda húmeda por el agua del baño y por los flujos que se estaban escurriendo por mi entrepierna.

Sus ojos me recorrían de punta a punta, mientras con su lengua acariciaba sus largos y negros bigotes.

Fue quitándose la ropa, sin dejar de mirarme mientras me susurraba.

-Eres toda una zorrita, una putita, ya me lo estás demostrando.

Se quitó el slip y me mostró su erguido y duro pene.

-¿Te gusta puta?, te la comerás enterita y por todos tus agujeros.

Acercó su verga húmeda a mi boca. -Vamos putita, ¡chúpala!

Abrí mis labios apenas, sacando mi lengua y comencé a lamérsela por afuera, de punta a punta, luego poco a poco la fui metiendo en mi boca, esa verga latía en mis labios, se ponía cada vez más dura, se la mamaba como las mejores, era una delicia tener ese instrumento entrando hasta mi garganta y saliendo lentamente, y volviendo a mi garganta, la tomé con ambas manos y comencé a masturbarlo, mientras se la mamaba, su pene largaba una humedad viscosa que se adhería a mi lengua y se mezclaba con mi saliva.

-Basta perra, que me harás correr en tu boca y quiero gozarte y darte una buena cogida.

Sacó su pene de mi boca.

Abrió mis piernas al máximo y su boca buscó mi rajita que destilaba jugos al por mayor, comenzó a besarme el coño entero, mientras dos de sus dedos estaban dentro de mi cuevita, su lengua llegó a mi clítoris, lo empezó a magrear para todos lados, mis gemidos se hicieron profundos.

-¡Ahh, así, así, no pares cabrón, qué rico lo haces!

Esta era una de mis debilidades, esas corridas eran mis favoritas, como ya lo dije antes, una buena corrida con el coño bien dentro de una boca lujuriosa y perversa, me hacía perder la cabeza y deseaba que hicieran con mi cuerpo, cualquier locura. Repitió varias veces la misma operación, haciéndome rogar que no parara, que era muy, pero muy rico lo que me hacía.

Luego de hacerme correr varias veces con su lengua, se puso de espaldas en la cama, me pidió que me subiera arriba de él.

Tomé su verga con mis manos, poco a poco, la fui acomodando, me senté y lo cabalgué, mi cadera acompasaba mis movimientos sensuales, apoyando las rodillas en la cama, me movía con su aparato bien profundo dentro mío, iba hacia los costados, arriba y abajo, lo hacía lentamente, disfrutando cada milímetro de su verga, mis senos colgando ante sus ojos vidriosos de placer, le puse mis pezones en sus labios.

-Vamos cabrón, son tuyos, chúpalos mucho.

Los chupaba con ansias, me comía cada uno de mis senos, por momentos me decía que era una terrible puta comepollas.

-Si, si, mmmm, la más putas, me gustan las pollas, dámela toda.

Me sacó de arriba de él y me puso en cuatro. Me volvió a penetrar de un solo empujón, la hizo entrar hasta el fondo de mi vagina. Comenzó suavemente a bombearme, de a poco fue apresurando sus movimientos enloquecedores.

-Te voy a coger como a una perra en celo, no te alcanza con mi verga.

-No, no me alcanza, quiero más.

-Puta, putísima que eres.

Me abrió las nalgas y me empezó a besar el ano, su lengua iba y venía, dándome un inmenso placer, metió uno de sus dedos en mi ano, luego otro, lo fue dilatando de a poco, yo no paraba de pedirle que me enculara, que quería más polla.

Me penetró, en el tercer intento, lo hizo de una sola embestida, sentí un dolor que me partía en dos, se quedó quieto unos minutos, mientras mi ano se acostumbraba a su verga, empezó a tocar mi clítoris haciéndome perder el sentido nuevamente, y a pedir que me diera verga urgente, y eso hizo, me taladraba el ano con sus movimientos hasta que llegó a mis entrañas un gran chorro de su leche tibia, mientras yo me corría y seguía suplicando que no parara de cogerme.

-¡Toma perra, ahí va toda mi lechita, toma puta!

Caímos agotados uno al lado del otro en la cama. Apoyé mi cabeza en su pecho, mientras me acariciaba el pelo, me decía:

-¿Te gusta coger fuerte, verdad?

-Si, me gusta.

-Melinda, creo que a ti no te alcanza una verga, quieres más y más, ¿me equivoco?

-Me gusta que me cojan es verdad, me gusta mucho. Y le pasaba mi lujuriosa lengua por todo su pecho.

-Me parece que no iremos a almorzar, tú tienes hambre de verga, ese es tu plato favorito.

-Chúpame toda, vamos dame tu lengua que me vuelvo loca.

Su lengua no se hizo esperar me recorrió de punta a punta nuevamente, me empezó a sobar el coño, se lo metió todo dentro de su boca, mis corridas fueron simultáneas, luego se acomodó e hicimos un 69, nos chupamos mutuamente hasta que ambos ya no resistimos más y nos tragamos nuestros jugos, disfrutándonos hasta más no poder.

Pasamos un largo rato sin parar de tocarnos, besarnos, acariciarnos, hasta que el sueño nos venció y dormimos una pequeña siesta, al despertarme era casi la hora de encontrarme con la gente que vendría a buscarme para ir a ver la casa y poder cerrar la operación.

Juan, mientras se despedía besándome en los labios, me dijo:

-Esta noche te invito a cenar, iremos a la taberna de un amigo, verás que maravilloso lugar a metros del mar.

-Ok, te espero.

-Ponte ropa liviana, de playa, cenaremos muy cerca del mar y si quieres puedes bañarte.

La idea me pareció espectacular, disfrutaba mucho del mar por la noche, hacía muchos años que no me bañaba en el mar de noche, y esta sería una oportunidad maravillosa.

¡Qué más podía pedirle a la vida!, era joven, bonita con un cuerpazo y una cara que invitaba a pecar continuamente. Me sentía muy feliz.

La compra de la casa se hizo sin mayores problemas, el dueño era un jugador compulsivo, lleno de deudas, así que fue fácil convencerlo, recibiría la transferencia del dinero en menos de 48 horas. Cerramos el negocio con mi esposo al teléfono, se sentía muy orgulloso de su mujercita, ya que le había conseguido una casa de dos plantas, con jardín en la parte de atrás, la parte de delante de la casa estaba a metros del mar, la disfrutaríamos en verano, con la familia y los amigos. Negocio cerrado, quedamos con mi marido que yo tomaba el avión de vuelta a la mañana siguiente y estaría en nuestra casa cerca del mediodía.

Nos despedimos por teléfono, no sin antes darme las recomendaciones pertinentes que daría un padre a su hija, que me cuidara de esto y de aquello.

-Querido, cenaré en el hotel, y luego iré al cine y me acostaré temprano; hasta mañana.

A las 8.30 PM, Juan pasó a buscarme por el hotel.

-¡Qué hermosa te ves Melinda!, ni te imaginas lo caliente que me tienes.

Realmente más que hermosa me veía muy sexi, me había puesto un minivestido playero, liviano y sensual, donde podía adivinarse bajo la fina tela mis curvas peligrosas, tenía un calzado muy cómodo para poder caminar por la arena.

Me senté en el auto al lado, muy pegadita a Juan, mi vestido se había subido lo suficiente para dejar al aire mis largas y torneadas piernas.

-Vamos a ir a la cantina de Vicente, es un gran amigo mío, la comida está preparada por él, es un gran chef, hice las reservas esta tarde, ya me imagino la cara que pondrá cuando te vea, jajaja, te lo anticipo porque lo conozco, te querrá coger apenas te vea, jaja.

-¿Queda muy lejos?

-A quince minutos de aquí, Vicente se volverá loco con tus senos, y tu trasero, es un galán y te querrá seducir al instante. Ha tenido muchas amantes y sabe cómo atender a una mujer, si qué sabe, jaja.

Mientras íbamos camino a la taberna, no pude con mi genio, puse mi mano sobre el bulto que crecía de a poco, lo acariciaba, mientras mi lengua jugaba con su oreja.

-Melinda, me estás provocando, me estás haciendo subir la temperatura.

-Quiero que estés caliente toda la noche, quiero que juguemos con nuestras manos, y lenguas, quiero estar caliente siempre.

-Eres terriblemente putita, nena.

Llegamos a la taberna, era un lugar encantador, con mesas y sillas de madera rústica, cada mesa tenía un mantel blanco y velas como centro de mesa, fuimos hasta el fondo del local, Juan se abrazó con un señor de unos 50 años, alto, con un prominente vientre, ese era el gran chef Vicente.

-Ven Melinda, acércate quiero presentarte a mi gran amigo Vicente.

Me acerqué con un andar felino, extendí mi mano, la cual se estrechó con la de Vicente, su mirada recorría mi cuerpo libidinosamente.

-Un placer, si eres amiga de Juan ya eres mi amiga.

-Gracias.

-Ahora dime Juan, ¿cómo haces para tener semejante mujer de amiga?, tan hermosa, toda una hembra, ¿dónde la tenías escondida?.

-Es una bellísima mujer, me tiene loquito, jajaja.

-No es para menos amigo, ya me puso loquito a mi también, jajaja.

Vicente nos llevó hacia una puerta balcón lateral, salimos fuera de la taberna, había mesas ahí también, estaban sobre la arena, el ambiente cálido, con pocas personas cenando, a escasos metros el mar.

Juan y yo nos sentamos juntos, Vicente frente a nosotros.

-Ustedes son mis invitados, yo me encargaré de atenderlos y darles lo mejor.

Vicente se agachó y sus manos fueron a mis pies, me tomó de sorpresa.

-Te quitaré el calzado Melinda, apoya tus hermosos pies en la arena.

Mientras me quitaba las sandalias, dejé entreabiertas mis piernas, para darle una oportunidad a Vicente que pudiera ver mis piernas y un poquito más.

Sus manos cálidamente acariciaron mis pies, subiendo y bajando acariciadoramente hasta mis rodillas, lo hizo de manera suave, contundente y rápida.

Sentí que me invadía una oleada de calor, y una excitación extrema se estaba apoderando de mi cuerpo. Estaba haciendo lo que más me gustaba en la vida, calentar a dos machos a la vez. Me sentía terriblemente deseada por ellos y eso alimentaba mi líbido.

Después de la caricia sorpresiva de Vicente, se sentó muy tranquilo frente a nosotros.

Juan me tomó del hombro y me acariciaba, la mirada de Vicente se había posado en mis senos, ante tantas caricias mis pezones se habían puesto erguidos y duros, la tela liviana de mi vestido dejaba ver como las puntas de mis pechos se habían parado.

Juan comenzó a darme pequeños besos en mis hombros. Mientras sus manos tocaban mis senos, sin ningún disimulo. Vicente se levantó y dijo que iba a ordenar la cena.

Entonces Juan y yo comenzamos a besarnos desesperadamente, nuestras lenguas se exploraban, se unían, era un beso largo, intenso, sus manos me toqueteaban por todas partes, bajé mis manos, y rocé apenas su pene, un bulto importante estaba al borde del estallido.

Sobre mi boca, me susurraba.

-Perra, cómo te voy a coger esta noche, ni te lo imaginas, puta.

-¡Qué rico me cogiste hoy!, mmmmm, quiero más, le pedía.

-Tendrás más, mucho más, te cogeré sin parar toda la noche, zorra!.

Nuestros besos fueron interrumpidos por Vicente, que ya venía con bebidas. Su mirada era cada vez más provocadora y la mía sugente, coqueteaba con los dos.

La velada transcurrió agradablemente, entre risas, comentarios buena comida y bebida.,

En un momento Juan se fue al baño, Vicente y yo quedamos frente a frente, él miraba fijamente mis senos, y sin dejar de mirar mis pechos me dijo:

-No sabes Melinda lo que has provocado en mí.

-No lo se Vicente, y apoyé mis codos en la mesa, mostrándole más de cerca mis pechos con los pezones parados.

-Me calientas desde el primer momento que te vi, estoy duro como una roca, eso con solo mirarte, imagínate si te tocara.

-¿No exageras Vicente?. Dije inocente y coqueta.

-En lo más mínimo.

-A ver si es verdad, le dije mientras por debajo de la mesa levantaba mi pie y lo llevé directo a su pene, Vicente me tomó del tobillo y comenzó a refregar mi pie sobre su pene erguido y duro.

-Mira como estoy de duro!

-Veo que no me mientes, mmmmm, mmmm qué rico lo que te provoco.

En ese momento llegó Juan, se sentó a mi lado y me abrazó, volvimos a besarnos en plena boca, mientras Vicente fregaba mi pie contra su verga.

La situación se estaba poniendo cada vez más caliente.

-Sabes Melinda, Vicente tiene a unos metros un hermoso chalet a metros del mar, ¿qué te parece amigo, si tomamos unas copas en la playa y le mostramos a Melinda tu hermoso chalet.

-Me parece una idea excelente.

Vicente fue por las copas y trajo una coctelera con hielo.

-Este es un trago que preparé para que lo bebamos, mientras vemos el mar.

Fuimos acercándonos al mar, me descalcé, el agua tibia mojaba mis pies.

-¡Qué linda está el agua!, me daría un baño, comenté mientras tomaba el sabroso trago que había preparado Vicente.

-Disfruta del agua Melinda.

La playa estaba bastante oscura, sólo nos iluminaba la luna y las luces de la taberna de Vicente, era casi una penumbra.

Sin pensarlo me quité el vestido y mi ropa interior, quedé totalmente desnuda ante los dos hombres que me miraban con un apetito voraz.

Como una gata en celo fui caminando, balanceando mis caderas en forma provocativa, me zambullí y nadé un poco, luego volví y me quedé parada con el agua hasta mi cintura, mis senos erguidos y jóvenes quedaron a la vista de los hombres.

Juan vino hacia mi, totalmente desnudo y erguido, me abrazó fuertemente y nos empezamos a besar, enrosqué mis piernas en su cintura. Mis brazos estaban anudados en su cuello, tomó su verga dura y me penetró, sentía ese trozo de carne dura toda dentro mío, Juan entraba y salía, me estaba cogiendo dentro del mar, las olas nos balanceaban, haciendo más excitante cada embestida de ese toro salvaje en que se había transformado el taxista.

-Mira cómo te cojo perra, ¿te gusta?

-Siiiii!!!, dame verga Juan, damela toda.

Juan me penetraba escandalosamente, me follaba dentro del mar y era una maravilla sentirlo así dentro mío.

Vicente se paró a mi costado, tiré mi espalda hacia atrás, para que viera mis senos, Vicente se acercó y se puso detrás mío, con sus inmensas manos tomó mis senos y comenzó a acariciarlos, mientras apoyaba su verga dura en mi espalda.

-Me estoy cogiendo a esta perra Vicente, se la he metido hasta el fondo y la muy puta la disfruta, perra salvaje!, me decía mientras Vicente metía sus manos en todas partes de mi cuerpo, pasó su cabeza por debajo de mis brazos y empezó a sobarme los pezones con su lengua a la vez que apoyaba su bulto en mi trasero desnudo.

Vicente con una de sus manos buscó mi clítoris, y arremetió con fuerzas, friccionando, su mano quedó entre el cuerpo de Juan y el mío, mis suspiros se fueron acrecentando a medida que los dos machos me daban placer, tuve una corrida, pero deseaba más.

Juan y Vicente decidieron que saliéramos del agua, que nos tiráramos en la arena, mientras me decían que me harían cositas ricas entre los dos.

Me senté toda mojada en la arena, Juan y Vicente, se pusieron de pié adelante mío, Juan me tomó de la cabeza, llevó su polla a mis labios entreabiertos y sedientos, abrí mi boca y me fui tragando la verga cada vez más dura de Juan, Vicente me restregaba su instrumento por el resto de mi cara, saqué el pene de Juan y me tragué el pene de Vicente, se lo mamaba con deleita, luego pasaba a chupársela a Juan y así iba alternando mientras ellos me manoseaban por todas partes. Hasta llegué a ponerme las dos vergas duras dentro de mi boca.

Mientras me tragaba la verga de Vicente, Juan abrió mis piernas y acomodó su boca en mi vagina llena de humedad, comenzó a jugar con su lengua, la paseaba por toda mi rajita incansablemente, hasta que su lengua en punta arremetió en mi clítoris, dándome unos lengüetazos electrizantes, tuve una corrida, mientras me chupaba la verga de Vicente, luego cambiaron de posición y me tragué la verga de Juan, mientras Vicente me sorbía con su lengua el clítoris ya inflamado de tanta lengua y saliva, me corrí nuevamente, mi coño había quedado atrapado en la boca de Vicente.

Los dos estiraban su orgasmo para hacerme disfrutar a lo grande.

Me pusieron en la posición del perrito, por atrás lo tenía a Vicente, que con su lengua incansable me chupaba el ano, mientras metía dos de sus dedos, entraba y salía, me estaba preparando para penetrarme por atrás, mientras por delante, me besaba los pechos Juan.

Saqué mi trasero hacia afuera, le pedía a Vicente que me enculara, quería verga,

Vicente no se hizo rogar y me penetró hasta el fondo de mi ano. Juan estaba haciendo lo mismo por delante, en contados segundo quedé abotonada por mis dos orificios principales, entre los dos me daban verga exquisitamente.

Por delante Juan mientras me cogía me chupaba los senos, Vicente magreaba mi clítoris, yo no paraba de correrme y pedir más.

Mientras me corría le dí un beso en plena boca a Juan, pasándole mi lengua a su boca, luego me puse de costado y besé a Vicente que en ese momento me llenaba de leche el trasero.

Al poco rato me dió todo su semen Juan.

Nos quedamos hasta que amaneció en la playa, mi cuerpo estaba dolorido de tanta verga y lamidas, pero quedé muy satisfecha.

A Juan y Vicente volví a encontrarlos cada vez que fuimos con mi marido a la casa que habíamos comprado, hasta mi marido se quedó encantado como se comía en la taberna de Vicente.

Lo que nunca supo mi esposo, fue que mientras paladeaba los exquisitos platos que se servían en esa taberna, Vicente y Juan solían cogerme a los pocos metros.

Pero esa es otra historia que ya les contaré, obviamente si lo desean ustedes.