Melinda, infiel por decreto (5)

La llevé a mi boca, y me la tragué, no entraba toda, era muy grande, y muy dura. ¡Qué rica verga me estaba comiendo!

Melinda, infiel por decreto. (5) Fue un día complicado, no pude ir a trabajar,  pues mi hermano me necesitaba,  su señora estaba internada a punto de dar a luz.

-Por favor Melinda, necesito que vengas urgente a casa a darme una mano.

-Tranquilo hermano, ya sabes que si, pero recién llegaré mañana, el horario del bus es nocturno.

-Ok, te esperaré en la estación.

-Besos hermano a tí y a toda la familia.

LLamé a mi marido, y le comenté que debía viajar urgente a la ciudad donde residía mi hermano,  pues me necesitaba.

Preparé mi bolso de viaje. Y salí al centro comercial a comprar regalos para llevar a la familia,  desde mi móvil dejé grabado en la contestadora automática que no iba a ir a la tienda por unos días,  sin dar demasiadas explicaciones.  Los viejitos sabían que en cualquier momento mi hermano me llamaría para que fuera a socorrerlo, ya que estaba solo con su esposa. en la ciudad.

Cenamos temprano, mi marido me acompañó hasta la estación, creo que se sentía feliz, el hecho de que yo me ausentara unos días le dejaba el camino libre para sus correrías con alguna de sus secretarias.

Me acompañó hasta el bus, y se quedó hasta que el transporte cerró sus puertas y salimos lentamente de la estación central.

A los diez minutos de estar cómodamente instalada en el asiento reclinable del micro, sonó mi móvil,  era don Cosme. -Melinda, mi amor, te extraño mucho. -¿Cómo está don Cosme? -Con la verga dura en la mano, pensando en tí. Sus palabras me erizaron la piel, pues recordaba como me chupaba la conchita sin parar por largo rato,  haciéndome correr varias veces. -Me estoy masturbando Melinda, -su voz era entrecortada-,  no sabes las ganas que tengo de estar contigo, déjame ir a buscarte y llenarte de lechita, mientras tu cornudo duerme o trabaja, ¿si?, déjame por favor. -Don Cosme, me complace escuchar eso, pero estoy viajando en estos momentos,  salí con urgencia, vuelvo en unos días, ahí podríamos arreglar algo. -Melinda, sueño con tus pechos,  en meterte mi lengua en tu rajita,  mis manos están haciendo el trabajo que debe hacer esa boca de puta que tienes. Sentía sus gemidos a través del móvil, lo imaginaba con el falo en su mano,  recordaba su  lengua y el placer que me había dado, comencé a susurrarle: -Mi viejito lindo,  esa manito es mi boca,  piensa en mi boca abierta como te la chupaba, como me tragaba toda tu lechita rica. -Ahhhh!, ahhhh!,  mi lechita ya salta Melinda, trágala. -Siiii!!!, claro que si.  Me la trago toda,  mmmmmm, mmmmm. -Ahhhh!!!, me corro dentro de tu boca! -¡Siii!!! Los gemidos del viejo  hacían imaginarme la situación, don Cosme masturbándose en su escritorio, la verga dura entre las manos. Me sentía excitada, mi rajita se había empezado a mojar de imaginar la situación, don Cosme me fue relatando como sus manos se llenaron de leche. -Esta lechita no tendría que estar entre mis dedos, su lugar es tu boca, tu culo hermoso o tu conchita depiladita. -Así será don Cosme, a mi vuelta. -¿Lo prometes? -Seguro. Nos despedimos quedando en encontrarnos a mi regreso. Me puse a mirar la ciudad por la ventanilla del micro, mientras pensaba en lo bien que la pasaba con mis viejitos, con mi suegro, eran toda gente mayor,  pero nadie como un viejo para lamerte,  en cambio un joven varón, tenía la verga dura y dispuesta en cualquier momento,  nada como una buena verga joven y dura,  pero nadie me lamía como lo hacían los viejos. En ese momento pensaba que lo ideal sería una verga joven y dura cogiéndome, mientras un viejo me chupaba toda, mmmmmm, qué rico se debe sentir así!!, ya me sentía caliente con mis pensamientos... -Disculpe señora, pero usted se sentó en mi asiento. Era el chico que vendía los boletos. -El primer asiento de la derecha está asignado para el boletero y el de al lado para el chofer libre. -Perdón, no lo sabía. Intenté levantarme, el muchacho posó sus manos en mi hombro y me hizo señas que volviera a sentarme. -Está bien señora, para mí será un placer tener su companía, ¡qué más puedo pedir que tener a mi lado a una bella mujer! Se sentó a mi lado y me contó que el viaje duraba  8 horas, y que los choferes descansaban cada dos horas. -Ahora conduce Pablo,   dentro de dos horas hacemos una parada de 15 minutos en  la primera estación,  bajamos a tomar algo, vamos al baño, y suben más pasajeros, otros descienden, según. Entonces Pablo descansa y conduce Rafael. -Está muy bien que los choferes cambien cada dos horas. Da más seguridad al pasajero, ¿no? -Así es, ya vengo, señora. Se levantó y fue a la cabina de los choferes,  yo seguía excitada, don Cosme me había hecho calentar con su llamada,  apagué el móvil, y me dispuse a tratar de distraerme pues tenía un largo viaje por delante. En esos momentos hubiera dado cualquier cosa por una polla, ¡qué inoportuno fue el viejo este!, yo me sentía tan tranquila y su llamado alteró mis hormonas. Estábamos ya entrando en la autopista,  se apagaron todas las luces internas del micro, recliné mi asiento,  no sabía que hacer para sacarme estas ganas inmensas que tenía. El boletero apareció nuevamente a mi lado,  me convidó con un café, acepté encantada, quizás con la charla del muchacho me calmara un poco... -¿Cómo te llamas?, me preguntó. -Melinda y tú? -Carlos, un gusto conocerte y contemplarte, dime ¿eres casada Melinda? -Sí. -Ese señor que te acompañaba,  ¿es tu padre? -Jajaja, no!, es mi esposo, dije divertida. -¡Qué suerte la de tu esposo? -¿Suerte?, ¿por qué? -Porque eres hermosa, mmmmmm, tener una mujer así como tú,todita para mi, ¡qué envidia! Yo no la dejaría viajar solita.

-Eres gracioso, Carlos por momentos me tuteas, o me tratas de usted, jaja. Lo miraba coqueta

Puso una de sus manos en mi muslo, ese contacto avivó mis sentidos, subía y bajaba con la yema de sus dedos, me iba rozando y recorría suavemente mi piel, desde mi rodilla a mis muslos, subía y bajaba distraídamente, apoyé mi cabeza contra la ventanilla, él seguía jugando con sus roces sobre mi piel.

Se acercó más a mí, su boca buscó mi cuello,  me daba besitos tímidos, recorría mi cuello, mi nuca.

-¡Qué rico hueles Melinda!, tienes un aroma muy suave.

Quitó su mano de mis muslos, e hizo el mismo recorrido por mis brazos,  desde la muñeca, subía hasta poco más arriba del codo.

-¡Qué piel suave tienes Melinda!, es un placer acariciarla.

Poco a poco fue acercándose más a mi,  sus manos subieron a mi cabeza, y comenzó a acariciar mis cabellos.

-¿Puedo besar tus cabellos Melinda?

Sin yo contestar me daba besitos tímidos en la cabeza, luego fue a mi frente,  sólo apoyaba sus labios quedamente, luego, mis ojos, mi nariz, la comisura de mis labios,  fue bajando su boca y besó mi cuello, mis hombros,  sólo apoyaba sus labios sutilmente.

Al llegar a mis orejas introdujo su lengua, y comenzó a jugar con ella,  mientras su mano subía y bajaba en mis piernas. Su lengua recorría mi oído,  la introducía,  luego lamía el lóbulo cosa que a mi me calentaba mucho, esa chupeteada de oreja, hizo que mi rajita empezara a humedecerse,  una oleada de calor invadió mi cuerpo,  estaba disfrutando de las caricias sutiles que me estaba dando el boletero.

-¿Te gusta Melinda?, ¿me dejas que te acaricie? ¿Puedo seguir?, ¿si?, bien!.

Su lengua volvió a lamerme toda la oreja,  jugaba, daba vueltas,  me lamía el lóbulo y volvía a introducir su lengua en mi oreja.

Mis pezones se pusieron duros y parados. Mi respiración cada vez era más agitada.

Levantó mi falda,  paulatinamente, su mano llegó a mi tanguita,  me frotaba la conchita,  por sobre la blanda tela de mi minúscula tanga,  mientras su lengua seguía expandiéndose por mi oreja a sus anchas.

Su mano seguía jugando por fuera de la tanga, su lengua, revoloteaba mi orejita,  sus dedos seguían frotando mi tanga,  con el dedo gordo hacía presión sobre mi clítoris, tapado por la telita, estaba inflamado e hinchado, con dos de sus dedos corrió mi tanga,  introdujo uno,  luego otro.

-Hummmm, qué húmedo está esto Melinda!, me susurraba en el oído. -¡Qué rica conchita tienes amor,  peladita como la de un bebé.

Sus dedos dentro de mi vulva entraban y salían,  todo muy suavemente.

-Ahhh!!, ahhhh, susurraba yo.

-Goza Melinda, disfruta quiero que disfrutes y mucho. Su boca se encontró con la mía,  nos besamos larga y apasionadamente,  Carlos no llegaba a los 25 años,  se notaba su cuerpo joven, de carnes duras, músculos marcados, me abrazaba fuerte,  empezó a aflorar mi instinto de hembra caliente, la culpa la tuvo la llamada de don Cosme,  que incentivó mi libido, y yo era demasiado calentorra como para negarme a este joven. No hay como la verga de un joven, y la lengua de un viejo, no me cansaré de repetirlo. Mi respiración era inquieta,  mi lengua putona era juguetona,  jugaba en sus orejas,  su cuello, levantó mi vestido,  me hizo levantar un poco el trasero para bajarme la tanguita,  cuando tuvo mi tanga en su mano, la besó.

Introdujo dos de sus dedos en mi rajita, y con el dedo gordo hacía presión sobre mi clítoris,  sus movimientos dentro de mi vagina eran suaves, pero imperantes,  su lengua la puso en mi oreja nuevamente,  mientras me la chupaba,  su dedo gordo empezó a fregar mi clítoris,  lo amasaba, abrí mis piernas, este muchacho, casi sin barba me estaba masturbando, y sus magreadas en mi clítoris,  provocaron mi primera corrida,  mientras nos besábamos con ardor.

-¡Qué rico te has corrido Melinda!, sacó sus dedos húmedos de mis fluídos vaginales y se los chupó uno por uno.

-Hummmm!, qué sabrosa eres Melinda.

Introdujo sus dedos en mi boca, me hizo chuparlos,  le pasaba mi lengua desesperada, como si fuera un pene,  succionaba sus dedos empapados de su saliva y mis fluídos.

Sacó sus dedos de mi boca,  y con su lengua abrió mis labios, introduciendo su lengua hasta mi garganta,  recibí su lengua con la boca abierta, nuestras lenguas se restregaron, y se acariciaron.

Bajó su boca hasta mis senos inflamados de placer y por sobre el vestido besó mis pezones,  mordía delicadamente la tela de mi vestido. Lentamente corrió el cierre de la espalda, sin dejar de besarme toda,  me sacó el vestido y lo besó como hizo con mi tanga,  luego hizo lo mismo con mi corpiño.

Quedé completamente desnuda,  sólo me iluminaban las luces de la autopista,  por momentos era todo oscuridad y por momentos todo luz, según por la zona de la carretera que andábamos.

Tomó mis dos senos con sus manos,  y los contempló, la luna que entraba por la ventanilla me iluminaban,  empezó a lamerme los pezones,  su lengua recorría primero uno, luego otro,  me los mordisqueaba con sus labios. Mientras me besaba por toda mi piel, con la palma de las manos bien abiertas, dando círculos me manoseaba los pezones, su boca hambrienta me recorría toda, bajó hasta mi vagina, abrió mis labios externos, los recorrió palmo a palmo,  luego metió su lengua en el agujerito, entraba y salía como un pene, recorrió con su lengua toda mi vulva, cuando más excitada estaba,  empezó a lamer mi clítoris, lo chupaba ávidamente.

Tomé su cabeza con mis manos empujándola hacia mí.

-Asiiii, papito, asiiii, siiiii, ahhhh, llegaron mis espasmos anunciando una nueva corrida, esta vez en su cara de niño travieso.

Luego de la corrida, se sentó a mi lado. Llevó mis manos a su pene duro como una roca, se lo acariciaba por sobre el pantalón,  su bulto era importante,  desabroché su cinturón,  él aflojó su pantalón y su verga erecta salió mirando hacia el techo,  acerqué mi boca, y se la besé apenas, entré un poco en mi boca, y la sacaba, ahí se la lamía, era un pedazote de carne dura y húmeda, gruesa y bien larga, maravillosamente joven. -¿Te gusta mi tranca Melinda? -Es deliciosa, mmmmm!, qué dura y grande es! -Chúpala, que me vuelves loco. La llevé a mi boca,  y me la tragué, no entraba toda,  era muy grande, y muy dura, la puse de costado y de esa manera pude tragarla casi entera, tomé con mis manos la base de su tronco duro, el resto entraba y salía de mi boca, sus dedos me tocaban la conchita, me metía uno, dos.

Nos acomodamos para que él pudiera darme placer con sus dedos en mi clítoris, mientras yo me comía como una hambrienta su polla maravillosa,  con mis manos lo masturbaba,  dejando su capullo para mi lengua que lo rodeaba y le daba lengüetazos a granel,  sus movimientos dentro de mi boca, sus suspiros de placer anunciaban su corrida,  ahí enterré su polla hasta mi garganta, su leche caliente fue llenando mi boca,  y fui tragando su espeso semen. -Melinda, ¡qué rica mamada me hiciste!

Me alcanzó toda mi ropa.

-Vístete Melinda,  en minutos llegamos a la primera estación. Luego nos veremos.

Me vestí rápidamente, a los pocos minutos el micro estacionaba en la estación,  los pocos pasajeros fueron bajando a refrescarse, esperé que descendieran todos, tomé mi bolso, y me dirigí al baño, me higienicé y entré al bar de la estación.

En una mesa estaban los dos choferes y Carlos riéndose se los veía muy divertido,  los dos choferes me desnudaron con su mirada, yo en ningún momento bajé la vista,  los miré provocadoramente,  aún me sentía muy caliente y con ganas de una buena cogida,  pues Carlos, sólo me había masturbado y chupado deliciosamente.

A los quince minutos,  nos pusimos en marcha nuevamente.  No había subido ningún pasajero, sólo quedaba la pareja de ancianos  en el final del coche, Carlos, uno de los choferes y yo.

Como a la hora de haber salido de la estación, Carlos volvió a sentarse a mi lado.

-Mala noche, Melinda, para la empresa, este viaje es sólo pérdida.

-Realmente,  no ha subido nadie en la estación. Quedamos esa pareja de ancianos y yo, nada más.

-Mejor Melinda, mejor que no subió gente,  así podré tenerte en mis brazos, hasta la próxima parada.

Y comenzó de nuevo con su juego de dedeo y lengua,  mis instintos de hembra se despertaron y devolvía cada beso y cada chupada gustosamente.

Nuevamente bajó el cierre de mi vestido, me lo quitó, sacó mis bragas y mi corpiño.

Reclinó mi asiento al máximo,  quedé totalmente desnuda ante sus ojos,  se quitó sus pantalones y boxer,  se agachó frente e mí, puso su cabeza entre mis piernas, las abrió, yo con mis dedos abrí mi conchita y se la ofrecí,  su lengua lasciva empezó a recorrerla de punta a punta,  se adueñó de mi clítoris, y empezó a lengüetear, para arriba, para abajo, hacia un costado, hacia el otro, su lengua era como una pala que me hacía desear más y más. Aprisioné su cabeza con mis manos, y lo empujaba hacia dentro de mi conchita de puta, mis caderas se movían al compás de cada lamida.

-Asiii, mmmmmm, así, sigue así por favor, no pares, ahhh, siiii, ahhh!!.  Mi orgasmo fue largo y placentero.

Mientras me corría, vi una silueta frente a mí que estaba presenciando todo,  eso me puso más cachonda,  ver que alguien nos miraba,  mientras Carlos me chupaba y yo me corría, acrecentaba mi morbo,  me ponía a mil.

-Vaya, vaya, vaya..., mira al boletero tumbándose a la pasajera.

Era Pablo, el chofer que había quedado libre para descansar.

-Resulta que vengo a descansar y a tomarme un café y mira con que espectáculo maravilloso me encuentro.

Solté la cabeza de Carlos, levantó la mirada y dijo:

-Pablo, no sabes lo que es esta hembra,  huele hermoso, y se deja chupar toda,  mmmmmm, qué rica es!. ¡Es la más caliente y puta de la hembras! Mira como la hago gozar.

Volvió a meter su cabeza entre mi piernas, sacó su larga lengua, y comenzó a darmela de nuevo,  yo vibraba de calentura, Pablo sacó su falo del pantalón y comenzó a tocarse.

Mi tentación me superó, estiré mi mano y comencé a tocarlo yo.

Con la lengua de Carlos en mi clítoris, y el pene de Pablo en mi mano, tuve otra corrida, estaba caliente como una hembra salvaje.

Después de mi corrida, subí mi asiento y quedé sentada como en una silla.

Pablo y Carlos se pararon frente a mi,  con sus penes erectos, los fui besando un rato a cada uno,  mientras con mi mano masturbaba a uno, me metía la verga del otro hasta mi garganta, iba intercalando mis habilidades sexuales,  así iba calentando más el ambiente.

Pablo quería penetrarme.

-Déjame cogerme a esta puta,  ¿no ves que quiere verga?, y yo te la daré putita.

Pablo se sentó, y me pidió que lo montara,  me senté en su verga estática, fui introduciéndola lentamente, cuando la tenía toda adentro empecé con mi movimiento sensual, a un costado, al otro, arriba, abajo,  Pablo empezó a lamerme los pezones,  Carlos se puso de costado, del lado del pasillo, y metió su verga en mi boca,  mientras lo montaba a Pablo le succionaba alucinada la verga de Carlos,  tuve otra corrida,  Carlos nuevamente llenó mi boca pecadora de semen,  mientras unos segundos después Pablo eyaculaba dentro de mi puta y caliente vagina.

Me quedé sentada sobre el pene de Pablo hasta que se fue desvaneciendo,  yo no paraba de besarlos a uno y otro.

Al rato,  volvimos al orden,  el chofer y Carlos acomodaron su ropa,  se llevaron la mía,  me dejaron desnuda.

Al llegar a la estación, Pablo se acercó a los ancianos y les dijo.

-Abuelos,  por favor desciendan,  tenemos un inconveniente eléctrico en el micro que debemos solucionar,  mientras ustedes esperan en el bar de la estación.

Entendí que no querían prender la luz del micro, para que no me vean completamente desnuda.

Los viejitos obendientemente fueron al bar de la estación.  Se cerró la puerta del bus,  y yo quedé encerrada,  completamente desnuda y con tres hombres.

El bus arrancó y se internó en un galpón abandonado que había cerca de la estación,  luego los motores pararon.

Rafael se acercó y se unió a nosotros tres.

-Mira lo que tenemos Rafael,  le gusta la polla, más que comer.

Me pararon en el medio del pasillo del bus,  y entre Pablo y Carlos comenzaron a magrearme todo el cuerpo,  me chupaban por todas partes, uno por delante, el otro por atrás.  Mis pezones estaban duros y paraditos de recibir tantos lengüetazos y caricias,  mi vagina chorreaba semen más mis fluidos,  mi culo estaba caliente,  yo ya había perdido la razón,  y lo único que quería era que me cogieran de a uno, o los tres juntos, pero que me CO-GIE-RAN!, por Dios, era tal mi excitación,  que ya no me importaba nada más que recibir una buena dosis de verga y lengua y cualquier guarrada que se les ocurriera, estaba perdida de calentura.

Me sentía la más puta,  y eso me encantaba,  tener tres machos dispuestos para mí era lo mejor que podía pasarme en la vida, ¿o no?

Rafael sacó su falo erecto y se lo acariciaba.

-Puta,  te cogeremos entre los tres. Decía Pablo,  mientras chupaba mis pezones,  los estiraba hacia afuera, Carlos agachado,  me lamía el ano,  abrió mis nalgas y con su lengua me recorría,  desde la vagina, a mi ano,  metió un dedo, en mi culito ardiente, lo entraba y lo sacaba,  luego puso dos,  me fue dilatando poco a poco.

Pablo se recostó en el piso del bus,  Y yo me acomodé sobre su verga bien dura, me fui acomodando, hasta enterrarla bien adentro mío, apoye mis rodillas en el piso del bus, saqué mi culito hacia fuera, para que Pablo me ensartara por atrás,  frente a mi boca tenía la verga hinchada y caliente de Rafael.

Carlos se tomó de mis caderas y poco a poco me fue penetrando,  su verga gorda y grande, estaba lisita y lustrosa de la mamada que ya le había dado antes, entraba en mi ano sintiendo centímetro a centímetro como me atravezaba el trasero,  cuando estaba bien enculada, empezó a entrar y salir,  era un trío perfecto, nuetros movimientos eran graduales, acompasados y lentos,  disfrutando todos de la terrible culeada que me estaban dando.

Tomé el pene de Rafael y comencé a masturbarlo,  luego lo llevé a mi boca,  le pegué una mamada inolvidable, mientras los otros dos me cogían a rabiar, uno me cogía por adelante, otro por atrás y otro por la boca, no se los orgasmos que tuve, pero fueron múltiples, me sentía llena, pletórica, satisfecha de tener todos mis agujeros ocupados por unas buenas pollas que me cogieron hasta dejarme exhausta.

Quedaban aún cuatro horas de viaje, me dejaban descansar un rato, después cada tanto me cogía o chupaba alguno, el viaje se me pasó volando y cuando menos lo esperaba llegamos a destino.

Al llegar a la estación estaba mi hermano, esperándome,  me recibío con un abrazo  afectuoso,  nos dirigimos hacia su casa,  lo primero que le pedí era darme una buena ducha, no había lugar en mi cuerpo que no tuviera restos de semen.

-Tú sabes hermano, en los viajes largos, lo único que te queda es polvo.

-¡Y qué polvo pensé para mi!

Ojalá les guste esta nueva aventura de Melinda.

Como siempre espero sus correos y comentarios que me incentivan a seguir contando mis guarradas, siempre y cuando a ustedes les interesa saberlas.

Gracias.

Melinda